Tras la tormenta, la calma del triunfo
El domingo 23 de abril de 1972, en la quinta corrida de la feria, el encierro de Torrecilla fue el centro de atención de un festejo que se calentó desde el desencajonamiento de los toros, por su escaso respeto. Francisco Lazo, en ese año cronista del diario deportivo Esto de la Ciudad de México y cubriendo la feria también para El Sol del Centro, escribió la víspera en su columna diaria:
Fue desencajonado el encierro de Torrecilla... Viene un toro que es medio hermano de “Payaso”, astado de Torrecilla que indultó "Currito" Rivera en la Plaza México... El señor Llaguno, al que todos llaman con afecto “El Mudito”, habla más de lo que muchos creen. Ahora que se fija bien en lo que dice... Así pues, no adelanta ningún, digamos, pronóstico, ni da datos de sus toros... Están en 420 de promedio y uno pesó 478 kilos...
Discreto fue Pancho Lazo al no adelantar la que le esperaba a los que asistirían a esa encerrona de Curro Rivera, porque en la crónica de la misma, al día siguiente, relata entre otras cosas:
Los tres primeros toros no lo parecían. tenían cara de “chotos”. Los otros tres tenían mal aspecto. Los primeros presentaron mejores condiciones de lidia y el diestro los aprovechó toreramente, sólo que, por la falta de presencia de esos astados, la gente no se lo tomó en cuenta…
Ese era pues, el antecedente inmediato de la presencia de los toros de Torrecilla en la Plaza de Toros San Marcos. Las cosas estaban dadas para que la histórica ganadería pudiera reivindicarse.
La tormenta en el horizonte
El festejo del 28 de abril de 1973 era el estelar de la Feria. En él se reunían por primera vez en la Plaza de San Marcos, en un mismo cartel los nombres de Manolo Martínez, Eloy Cavazos y Curro Rivera.
Al mediodía de ese sábado, hora del sorteo las cosas no iban bien. De nueva cuenta, el encierro que llegó a los corrales de la plaza carecía del mínimo respeto y de las condiciones para ser lidiado en una corrida de toros, por lo que desde unos días antes se estuvieron trayendo y llevando reses para intentar mejorar lo presentado por el ganadero José Antonio Llaguno Ibargüengoitia. Al final, el Juez de Plaza, don Jesús Gómez Medina indicó que suspendería el festejo por la impropiedad del ganado y por alguna razón urdida en los entretelones de la fiesta y de la administración pública, la corrida terminó celebrándose, a condición de que el ganadero sería multado y la sanción comunicada a la afición antes de iniciar la corrida.
La sanción se comunicó y hubo reacción en el patio de cuadrillas. Así lo contó Jaime Martínez Fonseca, el El Heraldo de Aguascalientes:
Escandaloso incidente hubo ayer en el Coso San Marcos, cuando el Juez de Plaza, Jesús Gómez Medina anunció una multa de cinco mil pesos para la ganadería de Torrecilla porque el encierro enviado para la corrida no reunía el trapío y peso reglamentario... El anuncio fue dado a conocer antes de que se diera la orden para el paseíllo. El inicio del festejo quedó suspendido por casi media hora debido a que los matadores Manolo Martínez, Curro Rivera y Eloy Cavazos se negaban a salir al ruedo, al parecer en protesta contra el mismo Juez y la Empresa...
Más adelante, en una información diversa, se explicará algo más a detalle ese retraso en el inicio de la corrida y lo que se pretendía con él.
Don Jesús Gómez Medina, en su tribuna de El Sol del Centro, refleja en su recuento el tenso ambiente previo y el vivido en la corrida. De su relación cito lo que sigue:
“Apología “pro domo sua”. Pues, a partir de 1948, desde que, en forma casi ininterrumpida, he venido haciendo las crónicas de toros en este periódico, desafío a toreros, a ganaderos y empresarios a que demuestren que, en alguna ocasión, o en cualquier fecha o lugar, quien esto escribe haya demandado de alguno de ellos alguna dádiva, alguna retribución, algún servicio a cambio de un elogio, de un panegírico, del comentario más simple... Y esto, que en el planeta de los toros pudiera sonar como insólito, no lo comprenden quienes viven por y para los toreros; quienes han hecho un oficio de alterar la verdad en provecho de no importa qué intereses... si me equivoqué al sancionar un encierro que no reunía el trapío y el peso requeridos para una corrida de toros – de lo que no tan sólo yo, sino cuatro mil y más espectadores fueron testigos – acepto plenamente mi responsabilidad y la culpa consiguiente... Y si el procurar la defensa de los intereses de los aficionados es razón y motivo para que se me destituya, ¡enhorabuena! Ya en líneas anteriores lo dije explícitamente: no estoy casado con el puesto; lo acepté con todos sus inconvenientes, en atención al amigo, más estoy dispuesto a dejarlo si ello es necesario... Tan sólo una cosa pediría antes de esto: hacer exigible, a despecho del Reglamento, la instalación de una báscula en el Coso San Marcos, para que no continúen dándonos coba con los pesos de los bureles...
Duras las palabras de don Jesús Gómez Medina, pero contundentes también sus razonamientos. Tuve el honor de conocerle y de constatar su rectitud, así que el hecho de que se haya intentado siquiera deslizar la idea de que su actuación era motivada por algún motivo inconfesable – en el caso, por algún cohecho – solamente quedó en la retorcida mente de aquellos que lo concibieron. Don Jesús fue siempre un hombre de una sola pieza y como lo dejó escrito, aceptó la presidencia de los festejos por afición y por corresponder a la amistad que le unía al alcalde en turno, nada más por eso. Y al final, se quedó solo, porque ni su amigo el alcalde le apoyó en sus determinaciones.
El remanso del triunfo
Sigue escribiendo don Jesús:
Luego del terremoto ocasionado por la imposición de la multa a la ganadería de Torrecillas, y tras más conciliábulos y discusiones que ocasionaron los tratados de Versalles o de Postdam, finalmente tuvieron a bien hacer el paseo Manolo Martínez, Eloy Cavazos y Curro Rivera… Y vea usted lo que son las cosas: Manolo, acostumbrado de antiguo a lidiar reses sin respeto, consideró que el primero no tenía el suficiente para su jerarquía, por lo que fue cambiado por el primer reserva, un toro con más libras al que, con la muleta, toreó bien; en ocasiones, extraordinariamente bien, – ¡Oh; aquel pase natural ligado al de pecho, de pura cepa belmontina! – a despecho de la mansedumbre del burel; y al que liquidó en excelente forma, valedero todo ello para una oreja que el “rey” Manolo devolvió olímpicamente, antes de dar la vuelta al ruedo… Y yo, que dos días antes apenas había proclamado entusiasta y desinteresadamente en estas columnas las gestas de sus faenas a los dos bureles de Suárez del Real, no pude menos que recordar la frase aquella de Talleyrand, en relación con Bonaparte: ¡Qué lástima que un torero tan grande sea tan mal educado! … Eloy Cavazos, a su vez, que se encontró de primeras con un enemigo manso, sin casta ni fuerza, con el quinto, en cambio, llevó a cabo un trasteo espectacular a los acordes de la música vernácula; arrimándose y haciéndose aplaudir con fuerza, para concluir con un espadazo del que salió rebotado. Ovación, oreja y vuelta… Curro… con el sexto, “Serenito”, bravo y alegre – el único bravo del encierro – Curro triunfó cabalmente, rotundamente. Buenos lances con el percal; y en el último tercio, un trasteo pleno de torerismo, de temple, de quietud y de mando; imprimiendo a los muletazos dimensión y hondura, sacudiendo vivamente la sensibilidad colectiva, pues el público terminó entregado a su arte y a la plasticidad de su bien torear, en el que se aúnan con admirable síntesis el clasicismo con lo moderno. Media estocada en todo lo alto; las orejas y el rabo y doble vuelta al ruedo, en pleno triunfo...
Lo que nos transmite don Jesús es, creo, claro, conciso y suficiente para expresar los sucesos ocurridos en esa fecha.
Otra visión del escándalo
Me parece que no tiene desperdicio lo publicado al margen de la crónica por el periodista Agustín Morales Padilla, en el mismo diario y de lo que extraigo lo que sigue:
Un fraude más… La multa que la autoridad aplicó al propietario de “Torrecilla” fue benigna. Lo correcto hubiera sido impedir que los novillitos fueran lidiados, ya que no tenían la edad, ni el peso, ni el trapío reglamentario. Ahora bien, pudo haber sucedido que era el único encierro disponible y ante los riesgos que habría supuesto la cancelación de la corrida, se decidió darla... ¿Podría establecerse el origen de todo ese estado de cosas que privó en el coliseo taurino? Desde luego que sí. Dicho sin mayor preámbulo, habría que señalar en primer término, la compra, por la empresa de un encierro de mini toros para la corrida estelar de la Feria... Los diestros, particularmente Manolo y Eloy, tampoco son ajenos, pues se sabe que este último, sobre todo, pugnó por el cambio de toros y logró sustituir Valparaíso por Torrecilla... Tan existe culpabilidad de ellos, que, una vez anunciada por el sonido local la multa aplicada al ganadero, ambos se solidarizaron – y cómo no iban a hacerlo – con Antonio Llaguno y se negaban a hacer el paseíllo, desoyendo y burlándose de la reiterada orden para el despeje...
La multa anunciada por la megafonía fue de cinco mil pesos – en esos días equivalentes a unos cuatrocientos dólares – y la corrida, celebrada al fin, pasó a formar parte de la historia de nuestra Feria.
Aviso parroquial primero: Hace diez años publiqué una primera versión de estos mismos hechos, misma que pueden consultar en esta ubicación.
Aviso parroquial segundo: Los resaltados en los textos transcritos son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.