…durante un tiempo el maestro Pierson me invitó a vivir en su casa; allí vivía Jesús Mercado, barítono; Pepita Alonso, contralto, y José Arce, tenor, y a los cuatro nos dio habitación, comida y clases de canto a cambio de que le ayudáramos a hacer la limpieza de la casa. Yo era muy bueno para hacer las camas. Un día sentí que mi voz no era la misma y Mario Talavera, mi segundo padre, me consiguió entonces un empleo de profesor de coros en las escuelas secundarias. El era un hombre muy querido y me introdujo en todos los círculos artísticos, sociales, políticos, todos; él es autor de Gracia plena y con él conocí a Pepe Ortiz, quien andaba ya de torero y le gustaba cantar; entonces yo quise ser torero también, y a las seis de la mañana me levantaba, iba por él a Tacuba y luego a ejercitar el toreo, en casa de un banderillero, Luis Güemes…
Luis Güemes, discípulo de Ojitos enseñaba el toreo en la placita de toros de Tacuba, allí donde después lo haría otro contemporáneo suyo, Samuel Solís. Y allí inició su formación como torero Pepe Ortiz, y de allí obtuvo los conocimientos para presentarse en El Toreo de la Condesa el 23 de marzo de ese 1923, en un festejo, llamémosle mixto, en el que alternó con Guillermo Danglada, Agustín Escajadillo, Rafael Ezquerra Granerito, y la Cuadrilla Juvenil Guanajuatense, en la lidia de 4 novillos y 4 erales de Venadero. La relación aparecida en El Universal Taurino lo califica apenas como solvente.
No obstante, su maestro Güemes, que seguía activo en los ruedos, intentaba encontrarle actuaciones en las plazas en las que actuaba como banderillero a las órdenes de distintos diestros y así le consiguió un festejo mixto en la plaza El Centenario de San Pedro Tlaquepaque para el 29 de junio de ese 1923, en el que alternaría con el matador Carlos Lombardini, en la lidia de ganado de El Astillero, afirmando el anuncio del diario El Informador, que eran los miuras de Jalisco. Esa tarde no pudo mostrarse por causa del ganado que se lidió, mismo que a punto estuvo de causar un motín en la plaza. Sobre su actuación escribió para el citado diario El Tío Castuera:
Por lo que toca al paisano Ortiz, por ahora nos abstenemos de hacer un juicio crítico de su labor, porque cualquier concepto que emitiéramos sería aventurado ya que este diestro no tuvo ocasión de demostrarnos todo lo que sabe ni todo lo que la prensa metropolitana dice. El chico tiene voluntad y estilo y desearíamos verlo con toros que no sean huesos como los que ayer tuvo al frente...
El hecho es que Pepe Ortiz mostró lo suficiente para que la empresa de la capital de Jalisco lo incluyera en su siguiente programación y así, lo anunció en otro festejo mixto para el 22 de julio de ese año, para alternar con un matador de toros de oscura trayectoria, José Couso Rubiales, en la lidia de dos toros de San Mateo y tres de La Estancia. Como fin de fiesta se tentaría un toro de Piedras Negras, destinado a semental de esta última ganadería.
El festejo de El Progreso de hace un siglo
Pepe Ortiz terminó quedándose con el peso de la tarde, pues Rubiales fue herido de gravedad por el cuarto de la tarde. La impresión que causó a la afición tapatía fue importante, sobre todo si se considera que, en su actuación anterior en Tlaquepaque, apenas pudo salir del paso a causa de las condiciones del ganado que le tocó enfrentar. El Tío Castuera, encargado de la crónica del festejo para el diario El Informador, entre otras cosas, reflexiona:
…tras del triunfo que obtuvo ayer en el coso del Progreso, pensamos que se trata de un diestro interesante y que de seguro llegará a ocupar un puesto muy envidiable en las filas de la torería contemporánea. José demostró que es competente y que con buenos auspicios se ha iniciado en la carrera que ha elegido con todo corazón y voluntad, habiendo logrado ya obtener sus primeros logros… El muchacho sabe manejar el capote con destreza, banderillea con gracia y con la muleta también es aceptable. Con el acero es donde está más corto, pero dada su voluntad y entusiasmo, esto pronto desaparecerá y se convertirá el paisano en un verdadero matador de toros…
Como se puede apreciar, el cronista de Guadalajara advirtió en ese primer contacto que Pepe Ortiz era un torero completo, de maneras refinadas y que requería ver con constancia la cara del toro para afinar, por ejemplo, la suerte de matar, la que se aprende precisamente matando toros. Ya en cuanto a los pormenores de su actuación, refiere especialmente:
El público aplaudió a rabiar dos faroles de rodillas de José Ortiz y tres pares de banderillas en su último toro. También José estuvo muy bien en el primer tercio del quinto toro, por haber endilgado dos buenas verónicas, dos faroles y un quite por navarras. El público, no obstante haber recibido una fuerte mojada por la lluvia que se desató a la hora de empezar la corrida y que por poco da al traste con ella, no dio muestras de fastidio y pasaron los aficionados una tarde de alegría. El torero José Ortiz fue sacado en hombros por la muchedumbre y paseado por las principales calles…
Así pues, la presentación de Pepe Ortiz ante sus paisanos, puede calificarse de un triunfo importante y de un avance importante para su vuelta a El Toreo, donde sería el eje de las dos siguientes temporadas novilleriles y al menos, publicitariamente, tratado como el sucesor de Rodolfo Gaona, quien ya anunciaba su despedida de los ruedos, aunque en realidad sería el inicio de una extensa carrera en los ruedos marcada con un sello y una personalidad propios.
José Couso Rubiales, ¿la larga sombra de Gallito?
Decía al inicio que este torero mexicano tuvo una oscura trayectoria. Y es que a más de su fecha y lugar de alternativa y esta infausta tarde, no son más las noticias las que de él se tienen. Ese domingo 22 de julio del 23, uno de los toros de San Mateo corridos esa tarde, quedados del domingo de Pascua, y que fueron adquiridos para un festival que iba a torear Rodolfo Gaona y que al final se canceló. El parte que rindieron los médicos José Trinidad Márquez y Luis Farah fue el siguiente:
El matador de toros José Couso “Rubiales” fue llevado a la enfermería durante la lidia del cuarto toro, y presenta una herida en el muslo derecho sobre la cara interna, de una longitud de 25 centímetros. Interesó piel, tejido celular subcutáneo y en parte los músculos. Se hizo la primera curación y se le puso un apósito, siendo trasladado después al Sanatorio de la Colonia Moderna en donde se efectuará hoy, a las 8 horas.
En el número de El Universal Taurino del día 24 de julio siguiente, apareció la siguiente información:
El diestro José Couso “Rubiales” quien como informé en mi telegrama anterior, alternó ayer con José Ortiz lidiando toros de San Mateo, tiene una cornada de treinta centímetros en el muslo derecho. En opinión de los médicos que han atendido al herido, en caso de que se restablezca, de lo cual abrigan esperanzas, quedará inutilizado para continuar en su profesión, pues la herida es de tal magnitud que habrá necesidad de amputarle la pierna derecha…
Aclaro desde ahora que no encontré información posterior que confirmara la amputación de la pierna de Rubiales o su recuperación, su nombre simplemente se pierde en la noche de los tiempos.
A Rubiales lo hizo matador de toros Ángel Fernández Angelete en Progreso, Yucatán el 21 de enero de ese año 23. A su vez, el cacereño Angelete había recibido la alternativa de matador de toros de manos nada menos que de Gallito en Salamanca, en 1917.
Angelete terminó sus días prácticamente inválido, con secuelas de lesiones por las cornadas recibidas, especialmente una en el pecho en Tetuán y el corte de los tendones de una mano en Ciudad Juárez de los que nunca se recuperó. No había cumplido 40 años de edad. Completó la lista de los ahijados de Joselito que murieron por cornada, jóvenes o fracasaron vestidos de luces.
¿Sería que aparte de los trastos de matar, Angelete le pasó a Rubiales ese mal fario de Gallito?
El fin de fiesta
El programa del festejo anunciaba la tienta o prueba de un toro de Piedras Negras que padrearía en la ganadería de La Estancia, propiedad de don Justo Torres:
Para terminar el espectáculo fue exhibido el toro que fue enviado de la ganadería de Piedras Negras por don Lubín González como semental para la hacienda de La Estancia, propiedad del señor Justo Torres. El bicho, aunque a causa del viaje se encontraba sacudido de carnes, puso de manifiesto su bravura tan luego como saltó a la arena. Este animal que va a servir para la fundación de una ganadería de casta, la primera en el Estado, es un ejemplar de tipo netamente español, corto de cuello, fino de remos, largo de cola y de una encornadura perfecta… Tiene 33 meses y se llama “Pavito”; tiene tres cuartos de sangre de la vacada del Marqués del Saltillo y un cuarto de la de Murube. La nota que dio este bicho es de suprema. El señor Torres tiene en sus dehesas 20 vacas bravas seleccionadas con el fin de que sean las primeras que sean vaciadas. Dentro de seis meses empezaremos a ver lidiar en nuestros cosos reses de casta pertenecientes a nuestro Estado… El bicho fue aplaudido cuando apareció en la arena.
De acuerdo con el cartel anunciador del festejo, lo lidió el aficionado Jesús Torres, pero la crónica no refleja el resultado de su actuación.
Así se dieron las cosas hace cien años, cuando se presentaba en su tierra un torero que dejó para la posteridad una serie de creaciones que dan variedad al toreo de capa y que cuando son ejecutadas hoy en día, sorprenden todavía como cuando fueron ejecutadas la primera vez, piezas de verdadero arte. Por algo se le llamó El Orfebre Tapatío.