El fenómeno de la transmisión de las noticias ha evolucionado dramáticamente en las últimas décadas, transformando a lo que un día fue el inmenso planeta tierra en la aldea global predicha por Mc Luhan.
Hoy en día podemos atestiguar los hechos justo en el momento en que se producen, sea a través de los medios electrónicos tradicionales como la radio y la televisión o por conducto de la Internet, que hace posible la transmisión de voz, datos e imágenes usando una computadora u ordenador personal y que aprovechando las evoluciones de los inventos o descubrimientos de Morse, Marconi y Graham Bell nos han dado la fórmula ideal para sobrellevar el romántico uso de pluma, papel e imprenta para intentar expresar y dar a conocer nuestras ideas sobre algún asunto determinado.
Desde los primeros tiempos, la humanidad ha intentado perpetuar sus vivencias y las que se derivan del ejercicio de la tauromaquia no son excepción y así veremos que se han adaptado las formas de expresión gráfica propias de cada época para legar a la posteridad los sucesos dados en los enfrentamientos del hombre con el toro.
Luis Carmena y Millán ubica el inicio de la relación escrita de las cosas de los toros a la mitad del siglo XVI, precisamente con la narración de los juegos de toros celebrados en Alcalá de Henares, con motivo de la proclamación al trono de España de Felipe II y pronto, al inicio de la siguiente centuria se inicia la participación de notables en las relaciones táuricas, pues se atribuye a Miguel de Cervantes una Relación de los Festejos Celebrados en la Corte de Valladolid, con motivo del nacimiento de quien al paso del tiempo ocuparía el trono español como Felipe IV, integrándose a esa pléyade de firmas notables las de Lope de Vega, Francisco de Quevedo y Juan Ruiz de Alarcón, entre otros.
La reseña taurina como género propio, surge en 1793, cuando en el Diario de Madrid, un aficionado que usó el seudónimo de Curioso, relató los sucesos de la corrida del 20 de junio de ese año, en la que actuaron los rondeños Pedro, José y Antonio Romero, dando cuenta de dieciséis toros, seis por la mañana y diez por la tarde. Las reseñas del Curioso fueron de gran aceptación para la afición de su época.
El siglo XIX representa el inicio de la prensa dedicada en exclusiva a las cuestiones de toros y en la época destacarán escritores de la talla de Aben – Amar, Antonio Peña y Goñi y F. Bleu, resaltando publicaciones como La Lidia, El Mengue y El Mundo, por sus contenidos taurinos. Esta forma de divulgar las cosas de la fiesta no variará en lo sustancial sino hasta la aparición del cine, pues ya se podía ver con movimiento lo sucedido en alguna plaza y el cambio más notable, se dará hasta la comercialización del video, que ti ene ventajas sobre el material cinematográfico por su fidelidad en la reproducción del movimiento. No obstante, la forma escrita, predominante en revistas y periódicos, será la de mayor difusión.
En México se ubica una de las primeras publicaciones taurinas, La Banderilla, en el año de 1871. Gracias a la dedicación y los esfuerzos del doctor Marco Antonio Ramírez Villalón y del bibliófilo Salvador García Bolio, se reeditaron en facsímil los ejemplares existentes de esa publicación en el año de 1996. El Arte de la Lidia, es el segundo en antigüedad, pues aparece en 1884. Ya en el siglo XX, aparecerán El Toreo, La Lidia, La Fiesta, El Universal Taurino, Toros y Deportes, México Taurino y El Redondel entre los más destacados.
En la Internet, ha sido la Gaceta Taurina la primera revista dedicada exclusivamente a los toros. El primer número se publicó en agosto de 1996 y corresponde a un esfuerzo del Centro Cultural Palacio del Arte de Morelia. La dirigió Salvador García Bolio, exclusivamente para los usuarios de la red mundial con la finalidad de enaltecer y preservar lo que la fiesta de toros es. Independientemente de sus contenidos, que son de una altísima calidad y que pueden ser consultados hoy en http://www.bibliotoro.com/gaceta.htm, corresponde a la Gaceta el haber abierto la brecha y demostrar que este medio era viable para los portales, páginas y hoy también para los blogs o bitácoras en los que se discute y difunde el tema de la fiesta.
Por eso puedo afirmar que el Planeta de los Toros que proclamara Díaz Cañabate se ha convertido hoy en La Aldea de Tauro y en ella, quienes tenemos la posibilidad de divulgar la perspectiva de nuestra afición, tenemos la responsabilidad de conservar la objetividad de la información que hacemos pública, pues de esa cualidad depende la supervivencia de la fiesta y de ampliar el horizonte de sus aficionados, orientándolos sobre este inmortal arte. ¡Que Dios reparta suerte!