El Toreo de Cuatro Caminos |
No transcurrió mucho tiempo para que la señora Dolores Olmedo, en unión de su entonces marido, el rejoneador Juan Cañedo – civilmente Hugo Olvera Villafaña – y su hijo Carlos Phillips Olmedo, manifestaran su interés por esa plaza de toros y la tomaran en arrendamiento. Pronto se encaminaron a Europa para contratar a figuras de importancia de aquellos ruedos, y como le contó don Alejo Peralta al periodista Luis Suárez, fue en el vuelo trasatlántico, donde el propio Peralta se agregó a la incipiente empresa, pues la idea central de Cañedo era traer a México a El Cordobés, que era quien estaba revolucionando allá las cosas de los toros.
No es ocioso señalar que Alejo Peralta era el tenedor principal de las acciones de DEMSA en aquellos días, razón por la cual, en el caso de Cuatro Caminos, participaba en la sombra en un negocio que le hacía competencia a otro en el que él mandaba. Con lo que no contaba don Alejo, era que el doctor Gaona conocía los entretelones de la fiesta y con eso le iba a causar más de algún dolor de cabeza a los nuevos empresarios de El Toreo.
Al final se logró contratar a El Cordobés, inicialmente para un par de tardes, convirtiéndole en el eje de una temporada que constó de catorce festejos y en la que nuestras figuras, encabezadas por Calesero, Antonio Velázquez, Rafael Rodríguez, Jesús Córdoba, Manuel Capetillo y El Ranchero Aguilar fueron los encargados de darle la réplica al de Palma del Río, en tanto que en la Plaza México, el elenco se apoyó en Luis Procuna, Joselito Huerta y Jaime Rangel por la parte nacional y El Viti, Mondeño, Paco Camino y Diego Puerta por la parte extranjera.
Cuenta Alejo Peralta por vía de Luis Suárez en Alejo Peralta: un patrón sin patrones:
La empresa de la México, regenteada aún por Gaona, paró mientes en el asunto, pues si bien El Cordobés no era conocido en México, aquí ya retumbaba la fama que su figura y valor levantaban en otras arenas. Lo primero que hizo la más experta competencia fue controlar las ganaderías, de modo que los ganaderos no vendían toros a la señora Olmedo…
Así entonces, las ganaderías que se presentaron en Cuatro Caminos en aquellas fechas eran, o de aquellas que tenían tiempo de haber visto pasar sus mejores días, o de las que hoy en día llamaríamos emergentes y de las que las condiciones de sus productos no eran muy conocidas.
La segunda corrida de la temporada 1963 – 64
La temporada se abrió el domingo 8 de diciembre con un cartel formado por el rejoneador Gastón Santos y los matadores Juan Silveti, César Girón y Martín Sánchez Pinto, quienes lidiaron toros de El Rocío.
La segunda fecha de la temporada originalmente se anunció con un encierro de Soltepec para el rejoneador Fermín Bohórquez, Alfonso Ramírez Calesero, Pedro Martínez Pedrés y Alfredo Leal. Cuando el encierro anunciado fue bajado a los corrales de Cuatro Caminos, el juez de plaza, el Faraón Silverio Pérez lo rechazó por su evidente falta de trapío. La prensa de la época menciona que esa circunstancia se conoció a nivel de rumor o trascendido, más nunca por una declaración oficial de empresa o autoridades.
Posteriormente, la víspera de la corrida en la mañana, se hizo del conocimiento público que Calesero presentó un parte médico señalando que padecía una lesión en un tobillo, por lo que no podría actuar, anunciándose que lo sustituiría Jesús Córdoba. Dice la crónica – de agencia – del festejo aparecida en el diario El Siglo de Torreón al día siguiente del festejo:
Este festejo estuvo salpicado de dudas y engaños toda la semana, pues mientras todo el mundo sabía que los toros de Soltepec no habían dado el peso y la autoridad representada por el diputado Silverio Pérez no los había aceptado, la empresa puso oídos de mercader y siguió anunciándolos hasta ayer sábado. Lo mismo ocurrió con “Calesero”, cuya imposibilidad para torear fue anunciada apenas anoche, por lo que se puso a Jesús Córdoba sin que estuviera preparado… La entrada fue inferior a la de la inauguración de la temporada y con diminutos carteles en las puertas de acceso al coso se anunció que la corrida de Soltepec había sido cambiada por una de San Diego de los Padres…
Al final, se terminaron lidiando, un toro de Heriberto Rodríguez para rejones; dos de Soltepec, uno sustituto del tercero de la lidia ordinaria, que fue devuelto por manso y otro, de regalo y cinco de San Diego de los Padres, que fue el encierro que sustituyó al originalmente anunciado.
Lo mejor de la tarde lo hicieron Pedrés con el segundo de San Diego de los Padres, al que le cortó una oreja y Alfredo Leal con el octavo de la jornada, de Soltepec, al que le cortó las dos orejas.
La actuación de Pedrés
El albaceteño Pedro Martínez Pedrés regresaba a México después de varios años de ausencia. Había confirmado su alternativa en la Plaza México una década antes, dejando una buena impresión y ahora reaparecía en ruedos mexicanos. El primero de su lote fue Machaquito, de San Diego de los Padres. Escribió Alfonso de Icaza hijo para El Redondel, salido a los puestos el mismo día del festejo:
Pedro Martínez brinda al respetable y se inicia con un ayudado por alto, tras del cual el toro arranca un pedazo de burladero. Torea luego sobre la derecha, por arriba, con sitio y conocimiento de causa, pero sin dar mayor sabor a las suertes. Dos derechazos que no brillan, y cambio de mano para torear al natural, sin dar tampoco mayor profundidad a sus pases, por lo que casi siempre se deja encima a su adversario… Éste dobla otra vez las manos, se vuelve reservón, pero Pedrés le llega hasta la propia cara, para sacárselo en varios derechazos, eso sí, largos y profundos. Otra tanda más completa que la anterior, con la cosa de que se ve muy por encima el matador sobre la bestia… Entra a matar por derecho para dejar una entera, tendenciosa, que surte los deseados efectos. Ovación, petición de oreja que es atendida por la autoridad y vuelta al ruedo en son de triunfo… Una vez más contrasta el esfuerzo de los diestros hispanos con la abulia de los nuestros…
La última expresión de las reflexiones de Icaza hijo, vienen a colación de la columna editorial de su padre Ojo, que cuestionaba con fuerza en la misma fecha, la abulia con la que se conducían nuestros toreros y los rumores que se propagaban, en el sentido de que el convenio se rompería otra vez, para concluir señalando que no era cuestión de echar a los de fuera, sino de enfrentarse a ellos con hidalguía.
Alfredo Leal y el sobrero de Soltepec
Alfredo Leal había tenido una tarde poco afortunada con el lote que le tocó, pues el primero de los de San Diego que sorteó fue devuelto a los corrales por manso y sustituido por uno de Soltepec que fue muy complicado; el segundo suyo, también de San Diego de los Padres, se aquerenció junto al cadáver de un caballo que murió durante el tercio de varas y no fue posible lidiarlo en condiciones, por lo que optó por regalar un octavo toro, de Soltepec, ante el que, según el citado Icaza hijo, realizó:
De la ganadería de Soltepec, negro bragado, abierto de pitones y no se anuncia su peso, que se puede calcular, cuando mucho, en unos 400 kilos… Alfredo Leal veroniquea a pies juntos primero y abriendo el compás después, acabando por armar la escandalera, ya que está toreando como los propios ángeles. La media final es de oro y la ovación a la altura de las circunstancias… Con una varita se pasa al astado, no sin que Leal nos volviera a recrear la vista, con varios lances al natural… Alfredo cita de largo, muleta en mano, para dar un sensacional pase cambiado en el centro del anillo. Sigue toreando, sobre la diestra, corriendo la mano con primor en sus derechazos, para rematar con el forzado de pecho. Ovaciones. Más derechazos, a un toro que sigue el engaño con primor. Pasándose la pañosa a la izquierda, para varios naturales buenos, viniendo la cogida a poco, al dar uno de pecho. Se levanta cojeando y con la taleguilla rota y sangrando, cita para dos o tres muletazos más y deja un estoconazo desprendido de efectos fulminantes. Ovación clamorosa, gritos de torero, y petición de oreja que concede el juez de plaza por partida doble…
Al final, in extremis, Alfredo Leal terminó por salvar una tarde que comenzó mal desde su anuncio, aunque en su espacio editorial de la siguiente semana, don Alfonso de Icaza Ojo, haría la siguiente reflexión:
En el coso de Cuatro Caminos, una gran faena de Pedro Martínez “Pedrés”, a un toro que precisaba un torero tan bueno como el albaceteño, que además estuvo en plan de gran matador; la labor completa de Alfredo Leal en el toro de obsequio, y de alivio por su tamaño y sus condiciones de lidia, y paren ustedes de contar…
De nuevo hacía Ojo la distinción entre la faena del torero poderoso y el torero que se aliviaba. Al final de cuentas, el resultado de la tarde trascendió poco a la historia de sus actores, pero sí lo hizo a la de la plaza y a la de nuestra fiesta, porque fue el preludio de una temporada que tuvo una trascendencia grande a partir, prácticamente, de uno solo de sus integrantes.
En las próximas entradas, seguiré tratando sobre algunas de estas cuestiones.