Ante el resultado de la votación del
Parlamento de Cataluña acerca de la llamada
ILP, comenzaron a dar vueltas en mi mente una serie de ideas y de recuerdos y entre ellos, están aquellos relacionados con el
VIII Congreso Mundial de Criadores de Toros de Lidia celebrado aquí en Aguascalientes, los primeros tres días de noviembre del año 2007.
En esa ocasión, uno de los temas medulares fue el de la conservación del hábitat del toro de lidia, mismo que fue tratado por los representantes de casi todas las Asociaciones de Ganaderos asistentes al Congreso. De las que conservo notas, son de las del francés
Jean Gauthier y del sevillano
Javier López Rubio. La primera, es un trabajo muy técnico acerca de los beneficios que la crianza del toro de lidia ha aportado al
Delta de la Camarga y a la
Llanura del Crau en Francia y el segundo, un análisis más cercano a lo que hoy me tiene aquí de nuevo con Ustedes.
Decía
Javier López Rubio – con quien aparte del nombre, comparto también la profesión, la afición y la amistad - que la
Directiva 92/43 EEC de la Comunidad Europea establece que la dehesa es un hábitat protegido. Agregaba que en España se tenían en esos días aproximadamente 2 millones de hectáreas de dehesa, de las cuales 982,000 se ubicaban en Andalucía y que las ganaderías de lidia españolas ocupan una media de 580 hectáreas de ese tipo de terreno.
Los citados
Gauthier y
López Rubio,
Miguel Gutiérrez Botero de la colombiana
ASTOLCO,
Isabel Carpio,
Ángel Gómez Cañitas y las hermanas
María del Sagrario y
María Victoria Aguirre Sánchez se ocuparon de destacar con claridad la gran cantidad de especies animales que tienen su espacio vital en las zonas de dehesa, mismas que se conservan y que no han sido roturadas para la agricultura, gracias a la crianza del toro de lidia, que por las condiciones que requiere para su desarrollo, encuentra, al igual que las especies autóctonas de la dehesa, el lugar adecuado en esas zonas declaradas como áreas naturales protegidas.
Todo esto viene a cuento, porque al seguir las noticias de que la
ILP saldría a votación, se decía que su fundamentación y motivación se sostenía en dos tipos de argumentos. Unos de corte nacionalista, es decir, en la consideración – ciertamente maniquea – de que la fiesta de los toros es un
elemento ajeno a la cultura catalana,
importada allí por los inmigrantes españoles del franquismo. Los otros argumentos son – se dijo –
verdes, es decir, ecologistas, de los que pretenden proteger el medio ambiente -¿o serán
cuentos verdes?-.
Pues sí los que pretenden eliminar de la faz de la tierra esta fiesta, creen que protegen el medio ambiente, quizás se carguen a la fiesta, pero también se cargarán lo que quieren proteger, porque detrás de la fiesta, se irá la crianza del toro y detrás del toro, la dehesa, con todas las especies que en ella habitan, muchas, en real peligro de extinción.
La votación fue cerrada, 8 votos la diferencia a favor de la
ILP (67 – 59), con nueve faltantes, entre
abstenciones (5) y
ausentes (4). Creo que la actitud de esta novena de parlamentarios raya entre la hipocresía y la cobardía, disfrazada de
corrección política, pues en una decisión trascendente tanto para su comunidad, como para su país, debieron estar presentes y dar la cara, a favor o en contra, pero no ocultarse en la comodidad de una no decisión.
Hoy las cosas se han puesto cuesta arriba, empezando por Cataluña. En ese
VIII Congreso, concluía
Javier López Rubio en que la defensa que tradicionalmente hacemos de la fiesta casi siempre la centramos en la exaltación de los valores de su producto final: la corrida de toros y de todas las expresiones que se generan en torno de ella. Y yo parafraseo sobre lo que sigue: a partir de este lamentable suceso, necesitamos visualizar que existen vertientes que en la vorágine de estos acontecimientos podemos pasar por alto, cuando su valor como argumentos y su sustancia en los hechos, nos permiten sostener el verdadero valor de la fiesta de los toros, no solo como un elemento cultural de los pueblos que la viven – concebida la cultura como una manera de entender la vida – sino también como un medio de preservar el entorno físico y ambiental en el que la fiesta se desarrolla, a través de la crianza del toro apto para la lidia.
Los hechos nos enseñan ahora que hace ya algún tiempo se debió mostrar a la fiesta desde esos otros entornos y no solo, como lo dijo en su presentación el ganadero
López Rubio, en el aspecto de la corrida de toros; que se debió abrir ese
mundo cerrado y darlo a conocer, para poder salir en su defensa. Ojalá no sea demasiado tarde.
Por último, les recomiendo el análisis - sobre todo desde la vertiente política - que de lo sucedido en el referido
Parlamento, hace mi buen amigo
Paco Tijerina en su portal Burladerodos. No tiene desperdicio.