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domingo, 20 de octubre de 2024

14 de octubre de 1934: Se celebra el último festejo de la historia de la Plaza de la Carretera de Aragón

El paseíllo final, Madrid 14 de octubre de 1934
Foto: Baldomero - Archivo de la Comunidad de Madrid

La plaza de toros conocida como la de la Carretera de Aragón, de la Fuente del Berro o de Felipe II en Madrid, fue proyectada por los arquitectos Emilio Rodríguez Ayuso y José Álvarez Capra. Se inauguró el 4 de septiembre de 1874 con una corrida de toros en la que participaron los espadas Manuel Fuentes Bocanegra; Rafael Molina Lagartijo; Francisco Arjona Currito; Salvador Sánchez Frascuelo; Vicente García Villaverde; José Lara Chicorro; José Machío y Ángel Fernández Valdemoro, para enfrentar toros del Duque de Veragua; Antonio Hernández; Núñez de Prado; Puente y López antes Aleas; Anastasio Martín; Miura y López Navarro.

Tenía una capacidad para algo más de trece mil espectadores y fue el sitio donde se escribieron importantes páginas de la historia de la tauromaquia y también el sitio en el que se definió el curso de la lidia en el sentido que actualmente la concebimos, cuando el 24 de mayo de 1928, ya en el ocaso del escenario, Chicuelo mostró ante Corchaíto de Graciliano Pérez Tabernero que el toreo tenía que tomar un rumbo nuevo. Ya por esos días estaba presente también la propuesta de Gallito, en el sentido de que las plazas de toros tenían que ser de gran capacidad para atraer más afición a los festejos y a precios más accesibles.

Es así que al término de la década de los veinte se inicia la edificación de la plaza de toros de Las Ventas, a partir de un proyecto del arquitecto José Espeliú quien fue asesorado por Joselito. Ese nuevo coso tendría casi el doble de capacidad del de la Fuente del Berro y tendería a sustituirlo en un futuro no muy lejano. Fue inaugurada, aunque se diga otra cosa, el 17 de junio de 1931, porque en esa fecha se dio allí la primera corrida de toros y quedó como la primera plaza de Madrid, a partir del mes de octubre de 1934.

El festejo final de la plaza de la Carretera de Aragón

Para el domingo 14 de octubre de ese 1934 se anunció una corrida de toros con el caballero en plaza Antonio Cañero, quien enfrentaría en primer término dos toros de Martín Martín y los diestros Marcial Lalanda, Joaquín Rodríguez Cagancho y Rafael Vega de los Reyes Gitanillo de Triana, quienes lidiarían toros de Ángel Sánchez y Sánchez, antes Trespalacios. Al final de cuentas, de estos últimos solamente se lidiaron cinco, porque el quinto de la corrida fue de Clairac.

Escribió Federico Morena en su tribuna del Heraldo de Madrid:

Todas las despedidas son tristes; pero plugo a los hados que ésta fuese altamente cordial. Toreros y aficionados separáronse con un «adiós» y un «hasta luego» cariñosísimos. El «adiós» para esta plaza de nuestros amores, que cumplió ayer sus destinos y que se entregará hoy resignadamente a la piqueta demoledora. El «hasta luego» como testimonio elocuente y magnífico de futura convivencia de los tres espadas y este buen público – ¿cómo bueno?; ¡jamón serrano! – de Madrid...

El primer toro de la tarde fue, decía, para Antonio Cañero, quien solamente pudo salir en esa oportunidad al ruedo, pues al intentar finiquitarlo pie a tierra, fue herido por el mismo. Escribió Recorte para el diario madrileño La Libertad:

Don Antonio Cañero lidió uno de los toros de D. Martín Martín, haciendo gala de sus grandes condiciones de caballista, teniendo rasgos de artista del toreo a caballo. El toro era bronco y tardo, teniéndole que desafiar en los terrenos de adentro para ponerle varios rejones y banderillas, un par de éstas excelentemente ejecutado y en condiciones comprometidas. Una de las veces, con la jaca castaña, desafió tan cerradamente al toro en la puerta de las cuadrillas, que alcanzó a la jaca, hiriéndola en el ijar derecho, dando muestras de gran contrariedad el caballista. Echó pie a tierra, y al dar el primer muletazo con la mano derecha, lo empuntó y campaneó, y con la cara ensangrentada pasó a la enfermería... Rota quedó aquí esta primera parte de la corrida, por la expectación que invadió la plaza, a pesar de que el novillero Trasmonte se ofreció para matar al novillo, cuyo ofrecimiento fue denegado por el presidente, originándose una gran protesta del público, acaso por la carestía de las localidades; pero tuvo su compensación, como se verá luego...

El parte que rindió el doctor Jacinto Segovia, jefe de los servicios médicos de la plaza fue el siguiente:

Durante la lidia del primer toro ingresó en esta enfermería el rejoneador D. Antonio Cañero con una herida en la región glútea derecha, que interesa tejido subcutáneo, aponeurosis y músculos glúteos, de 12 centímetros de extensión, con una trayectoria paralela al recto. Pronóstico menos grave. – Doctor Segovia.

Ese percance, que impidió que Antonio Cañero lidiara a su segundo toro, se traduciría en uno de los factores del éxito de la tarde final de la plaza, como adelanta el cronista y como podremos ver enseguida.

El cierre triunfal a cargo de Marcial Lalanda

El más grande de toda la torería... – dice su pasodoble – tuvo su gran triunfo con el cuarto de lidia ordinaria, cortándole las dos orejas. Escribió Recorte en el diario La Libertad:

...habría sido suficiente su faena de ayer al cuarto de la tarde, en esta parte de la lidia, para evidenciar que su figura se alza gloriosa, plena de luz y colores frescos, animada por un sentido científico de la lidia de reses bravas. Fue un toro berrendo, manso y difícil; lo desafió con un escalofriante pase por el lado izquierdo con las dos rodillas en tierra: pisó el terreno del toro, metiéndole la muleta en el hocico; le dio tres naturales, de los que salió humillado el animal; siguió pisándole el terreno y yéndosele a cada pase el bicho, insistiendo valerosísimo tan cerca y tan temerariamente hasta obligarle a tomar la muleta y así hacerle girar una vuelta completa, confundidos artista y toro, una vuelta tan emocionada que arrancó una ovación clamorosa, continuando con pases de todas las marcas. Y esta faena, que fue brindada al público, tuvo como remate un pinchazo en lo alto, seguido de una entera hasta el puño bien ejecutada y un descabello al primer golpe. Esta vez la plaza entera pidió las orejas, que se le concedieron, teniendo que dar la vuelta al ruedo y salir por tres veces también a saludar desde el tercio...

Y para redondear el gran suceso, pidió el que debió ser el segundo de Antonio Cañero – quien los enfrentaba en puntas – para que saliera en octavo sitio y le fue concedido por la presidencia. Ese toro lo brindó a Gregorio Corrochano. Así lo vio el propio brindado, en su tribuna del ABC madrileño:

Pero Cañero había sido herido por el primer toro. Y quedó el otro sin lidiar. No sé de dónde salió la voz de que Lalanda, acabada la corrida, mataría el toro de Cañero. Lalanda lo pidió. Y así cerraba Marcial la tarde. Salió el toro que, como el otro de Cañero, era del Conde de Orgaz, y salió dificilísimo. Manso, sin embestir, y cuando arrancaba, peligroso. Muy difícil. Menos mal que Marcial venía en tren que no le desluciera ningún torito y el público vio la importancia del regalito. Tuvo la delicadeza de brindármelo, como el último toro que se lidiaba en la plaza...

No siempre los toros de regalo resultan el pasaporte al triunfo. Ya pudimos leer que Marcial Lalanda en este caso no lo requería para esos efectos, sino para tener en su haber, quizás, el mérito de haber sido el torero que mató el último toro en la hoy llamada Plaza Vieja de Madrid y también, para dejar que la concurrencia disfrutara de su espectáculo completo. Así es ya la historia.

También triunfó Cagancho

Cagancho también tuvo una tarde brillante. Y destacó, de acuerdo con el común de las crónicas, por haber rematado debidamente las quintaesencias de su toreo, con el manejo de la espada. Alfonso, cronista de El Liberal, así describe su tarde:

El toreo parsimonioso y a la par alegre de Cagancho, tenía a la hora de matar un amargo contraste. Le fallaba el acero. ¡Cuántas bellas faenas se han perdido por esa dificultad! El gitano tenía más miedo a dejarse ir “tras de la espá” que el que dicen que sienten cuando ven a su vera a la Guardia Civil. Pues el domingo Cagancho nos hizo sentir de cerca las sensaciones del arte del volapié. Y a su primero, al que había toreado bien de cerca, lo mató de una estocada en lo alto, entrando desde cerca lentamente, muy derecho y saliendo limpio por los costillares. Un toro admirablemente muerto. Y, sin embargo, eso no fue nada al lado de lo que realizó en el siguiente. Una faena con pinturerías y gracia gitana. Adornos y majezas, vistosidad y desplantes. Esperó el momento de tener al público en situación, montó la espada para decir el clásico: “Vamos a ver si se mata así”, que tantas veces se ridiculiza después y ajustándose a las más clásicas y exigentes condiciones de la suerte del volapié, clavó todo el acero en lo alto del morrillo, haciendo rodar al bicho sin puntilla. El público – al que había brindado el toro –, entusiasmado y sorprendido por la audacia y gallardía del gitano, reclamó la oreja, que le fue concedida, y Cagancho dio la vuelta al ruedo en el último toro que mató en esta plaza...

Joaquín Rodríguez Ortega comenzaba a demostrar a los públicos de la capital española una de las divisas de su hacer ante los toros, el extraordinario manejo de la espada y no desaprovechó esta importante ocasión para hacerlo.

Por su parte, Gitanillo de Triana tuvo una tarde de poca fortuna con dos toros complicados que apenas le permitieron lucir por momentos en el toreo a la verónica.

Algunos datos para la historia

El rejoneador Antonio Cañero, quien lidiaría los dos primeros toros del festejo, llevó como auxiliadores a los banderilleros Emilio Ortega Orteguita y Faustino Vigiola Torquito II. No se le anunció sobresaliente, porque de no poder finiquitar a los toros desde el caballo, se advertía que él mismo lo haría pie a tierra. Por esa razón fue herido por el primero de su lote.

Las cuadrillas de los toreros a pie fueron integradas por los picadores Juan Atienza, Miguel Atienza y José Atienza; Francisco Zaragoza Trueno y Agustín Ibáñez Marinero; Francisco Chaves y Antonio Chaves, siendo picadores de reserva Antonio Vega y Carlos Ruiz. Como banderilleros salieron Eduardo Lalanda, Antonio Gallego Cadenas y Bonifacio Perea Boni; Alfredo Gallego Morato, Eduardo Pérez Bogotá y Antonio Vargas; Manuel Álvarez Andaluz, Manuel Ponce y Gabriel Moreno. Y como dato adicional, el último par de banderillas que se puso en esa plaza, correspondió a Bonifacio Perea Boni.

Agregaré lo que apunta Recorte en La Libertad:

La corrida empezó a las tres y media, siendo la entrada floja, acaso por las circunstancias por que atraviesa España en estos días…

Así terminaron los días gloriosos de una plaza de toros que fue ejemplar en su tiempo, poniendo siempre a la vista que la fiesta de los toros es una manifestación artística en la que la vida y la muerte se enfrentan sin cortapisas, y dejando tras de sí una enorme carga de la mejor historia taurina.

domingo, 23 de junio de 2024

23 de junio de 1929: Alberto Balderas y José El Negro Muñoz se presentan en ruedos de España

Alberto Balderas
Alberto Balderas y José El Negro Muñoz fueron de los primeros discípulos destacados de Samuel Solís, quien como ya he contado por esta Aldea, enseñaba el oficio del toreo en la placita de toros que había por el rumbo de Tacuba en la capital mexicana. Por esa razón los emparejó para que dieran sus primeros pasos en los ruedos. 

Armando de María y Campos, en su obra hagiográfica acerca del llamado Torero de México, sitúa la presentación de este vestido de luces el 6 de enero de 1926 en la plaza de toros de Mixcoac, de don Próspero Montes de Oca, alternando con José Olivera Pepete y El Niño del Brillante. Su presentación en El Toreo sería el 27 de marzo del año siguiente, en un festejo mixto, en el que su mentor y Carlos Lombardini se despedirían de los ruedos y Balderas, El Negro Muñoz y David Liceaga completarían el cartel. Alberto y Muñoz despacharían cuatro erales, Solís y Lombardini un toro cada uno y David Liceaga cerraría la tarde enfrentándose a un añojo.

Alberto Balderas y José Muñoz tendrían importantes actuaciones las temporadas novilleriles al inicio de la temporada de 1929 en El Toreo, lo que los animó a intentar el viaje a España para intentar obtener allá la alternativa de matador de toros. Samuel Solís les recomendó allá con Maera, quien fuera mozo de espadas de Rodolfo Gaona, para que les consiguiera acomodo con algún apoderado en aquellas tierras. Escribe de María y Campos:

Una mañana, al abrir los ojos, se encontró frente a Santander. Unas horas después se apeaba en la Estación de Atocha, en Madrid. Los esperaba “Maera”, el ex mozo de espadas de Gaona, a quien iban “consignados” ... “Maera” empezó a presentarlos en las tertulias taurinas de Madrid... También los llevó con Dominguín, el ex torero que había descubierto a “Cagancho” y que manejaba como empresario la plaza de toros de Tetuán, antesala de la de Madrid...

Pero las cosas no apuntaban hacia que pronto, don Domingo González los llevara a sus plazas. Tuvieron que aceptar presentarse en Carabanchel, en La Chata de Vista Alegre, plaza por cierto inaugurada por Rodolfo Gaona, en festejo que se programó para el domingo 23 de junio de 1929, hoy hace 95 años.

Los prolegómenos de una tarde triunfal

Cuando Maera le arregló a Alberto Balderas y al Negro Muñoz la novillada de su presentación, el cartel planteado inicialmente era una terna encabezada por el también mexicano Julián Pastor, quien al final de cuentas se cayó de la combinación por no estar conforme con los novillos de Aureliano García, antes Rodrigo Solís, ganadería procedente de la que en su día fue de don Valentín Collantes, producto de un cruce de ganados de origen Vázquez con reses de Murube y de Campos López, todo un galimatías ganadero.

En esas condiciones, el cartel de la presentación en ruedos hispanos de Alberto Balderas y José Muñoz quedó en un mano a mano. Como un apunte adicional, vale señalar que la prensa de la época se refiere a Balderas en esa tarde como Alberto Valderas, error que es corregido a partir de su siguiente actuación. 

La triunfal presentación de Alberto Balderas

Alberto Balderas saldría con las orejas y el rabo del quinto novillo de la función. Pero antes de llegar a ese punto en el que redondeó su tarde, impresionó al público asistente en buena cantidad al coso de Carabanchel por su clásico toreo a la verónica y por el ajuste que mostró al torear en quites por gaoneras. También se mostró como un buen banderillero y dueño de un valor sereno delante de los toros. Escribió R. Solís para el Heraldo de Madrid:

Alberto Valderas nos parece, sin duda, la figura más completa de la pareja. Ayer, por lo menos, lo demostró así. Toreó con el capote cerca, tranquilo y artista; banderilleó muy bien, hizo quites pintureros y efectistas y mató con facilidad y limpieza. Pero sobre todo lo que constituyó el triunfo pleno del joven lidiador fue la faena de muleta que realizó con su tercer toro (el quinto de la tarde), que brindó a los espectadores desde el centro de la plaza...

La faena que le representó el triunfo, la del tercero de su lote, la describe así quien sin firma, relató la novillada para el diario madrileño El Imparcial:

Y al fin el quinto... Aquí vino lo extraordinario. Unas verónicas Imponentísimas, soberbias. Y en el quite otro portento de lances. Y volvieron a tomar las banderillas… ¡Qué dos pares prendió Valderas! ¡El delirio! Pero luego vino Muñoz y riámonos del propio Gaona, padrino de estos chavales. ¡No hay quien lo haga mejor que este indio! …El novillo, mansísimo. No había tomado ni una vara, andaba hacia atrás, escarbaba y echaba la cara por los suelos. El elegante torero – ¡qué gran figura! – brindó en los centros, se fue al manso y con medios pases, tirando de él, le sacó casi a los medios. Púsose la muleta en la izquierda, se arrimó al bicho, le metió la pierna dos y tres veces y al arrancarse el manso – necesariamente tenía que arrancarse –, dibujó un natural tan extraordinario, que todo el público se puso en pie y rompió en una ovación cerrada. Otra vez metió la pierna insistentemente, otra arrancada y otro natural idéntico… La Plaza era una grillera. ¡Vaya un escándalo! Otro natural, y luego un redondo, sobre la derecha, claro. Y altos y ayudados, con una elegancia, derecho, quieto... ¡Asombroso! Y arrancando, a ley, un estoconazo completo, algo tendido, saliendo prendido. Una apoteosis; orejas, rabo, vuelta (los dos la dieron), un verdadero diluvio de prendas... Valderas es, sin prejuicio ni pasión, un torero extraordinario...

Grande debió ser la impresión que causara Balderas, que los aficionados en los tendidos reclamaban la presencia de los cronistas titulares de los diarios madrileños. G. Carrión, relator para La Voz de lo sucedido en el festejo, consigna lo siguiente:

Envío. – No faltó una voz que de un tendido salió diciendo: “¿No está Corinto y Oro? ¡Cuántas cosas no diría mañana en LA VOZ de estos buenos toreros!”. – Efectivamente, no estaba, anónimo aficionado. Yo transmito tu deseo al compañero, en la seguridad de que su brillante pluma no tardará en complacerte. Toreros son que merecen critica de tan competente escritor...

Como se puede ver, pronto se advirtió que lo que se apreciaba esa tarde, no era un mero festejo de trámite, sino el inicio de una carrera fulgurante e histórica

La tarde del Negro Muñoz

La parte dura del duro encierro jugado le tocó a José Muñoz, quien solamente pudo mostrarse como un torero enterado y como un extraordinario banderillero. Escribe Ale, en La Libertad:

A José Muñoz le tocó un lote, dentro de lo malo, lo peor. Por eso el chiquillo, ni con el capote ni con la muleta, logró convencer. Tiene, desde luego, geniecillo, y es muy probable que cuando le embista un toro pueda muy bien armar un alboroto... Con las banderillas se mostró un formidable rehiletero, consiguiendo en tres toros, por tal suerte, sucesivas ovaciones... Mató pronto a sus enemigos, y por ello también le aplaudieron...

Al final del festejo se llevaron a los dos toreros a hombros de la plaza por un largo trecho, en la correspondencia que dirigía Balderas a su amigo Arnulfo Reina y que publica en su citada obra don Armando de María y Campos, refiere lo siguiente:

...cuando mató el último toro José, se echó toda la gente al ruedo y nos sacaron en hombros; nos llevaron hasta la Puerta de Toledo, todos querían llevarnos hasta la Puerta del Sol, pero ya íbamos muy cansados y nos subimos al coche...

Por lo que se describe el torero en su misiva, efectivamente fue un rotundo triunfo para ambos.

Los novillos lidiados

La novillada, por lo que reflejan las crónicas que pude consultar, fue un compendio de mansedumbre y dificultades. Dice el anónimo relator de El Imparcial:

Para debut, mano a mano, soltáronles seis novillotes desarrollados, feos, destartalados, con muchos pitones. Seis ejemplares de mansedumbre, típicos de capea pueblerina. Diríamos, para compendiar, que uno fue sustituido – ¡si sería manso! – y cuatro de los lidiados ostentaron la caperuza, si se llama caperuza a un delantal negro, por lo sucio, que, como suponía un espectador, debía de ser un delantal de cocina. ¡Qué asco!...

Por su parte, E. Ayensa, en El Liberal, refiere lo siguiente:

Los bichos del domingo, de D. Aureliano García, antes de Solís, de Sevilla – según rezaba en los carteles –, resultaron completamente ilidiables. Feos, mansos, sin poder y muy desiguales, eran algo así como un saldo. Uno de los animalitos volvió a los corrales rechazado enérgicamente por el público, y los seis restantes se lidiaron en medio de una extraordinaria bronca del respetable. Cinco bueyes llevaron la infamante caperuza, y el primero, y único, que se libró de ella, fue por equivocación seguramente...

A propósito de la caperuza que se menciona en las crónicas que se citan, escribe el amigo Julián H. Ibáñez:

La caperuza negra: En 1929 hubo un cambio en la condena de castigo a los toros cobardes o mansos. Se cambiaron las banderillas de fuego por una caperuza negra. La caperuza era una especie de bonete negro que se le ponía al toro en el pitón durante el arrastre, para “señalar” su cobarde comportamiento y soportar el repudio del público... El primer toro en sufrir ese deshonor, fue un astado de Ildefonso Sánchez Rico, lidiado en Madrid el 24 de marzo de 1929. La caperuza negra, se trataba de un estigma ridículo e innecesario, que pretendía más castigar al ganadero, que, al toro cobarde, que es quien debería de haber sufrido ese castigo... En 1931 se volvió a aplicar el de las banderillas de fuego...

Esa es la historia en torno a la presentación de dos toreros mexicanos en ruedos españoles. Uno de ellos terminó siendo una figura histórica de los ruedos y el otro, un interesantísimo hombre de letras. Y aún así hay quienes se atreven a negar que el toreo es grandeza.

domingo, 19 de mayo de 2024

19 de mayo de 1895: Guerrita torea tres corridas en un día


Torear tres festejos un mismo día en estos tiempos que corren quizás no nos parezca una hazaña singular. El avance de los tiempos y el de las vías y medios de comunicación nos ha quitado nuestra capacidad de asombro. Hoy es posible que en poco más de 24 horas se pueda torear dos corridas en dos continentes distintos, pero en las postrimerías del siglo XIX eso era materialmente impensable. Por esa razón y por las naturales limitaciones de la logística en esos tiempos, diría el maestro Aquiles Elorduy, conseguirlo sería una verdadera tarea de romanos.

Rafael Guerra y Bejarano Guerrita, había decidido a poco tiempo de la muerte de El Espartero, en mayo de 1894, apartarse de la plaza de Madrid, donde un grupo influyente de la afición no le profesaba mucha estima. Tras de cumplir su compromiso en el abono de ese calendario, el diario El Liberal anunció que en Salamanca, El Guerra anunció que se iba de los ruedos y le atribuyó una expresión que ha trascendido: en Madrid, que toree San Isidro… A este propósito, escribe Antonio Peña y Goñi en su libro Guerrita:

Así las cosas, y cuando el verano actual había sido para Guerrita una sucesión de triunfos realmente inverosímil, llevólo su mala estrella a Salamanca y le deparó allí, en forma de corresponsal de diario madrileño, a un apreciable caballero, ávido sin duda de notoriedad… El cual caballero apreciable, haciendo gala de una discreción y de un tacto superiores a todo encomio, telegrafió á El Liberal que Guerrita había manifestado ante varias personas su resolución de no volver a torear en la plaza de la corte, añadiendo estas memorables palabras: “¡En Madrid, que toree San Isidro!... La política veraniega daba poco de sí y Guerrita interesaba más que Sagasta; por lo cual gimieron las prensas, estremeciéronse los chivaletes y los cajistas temblaron... Aquello era un inesperado oasis en el árido desierto de los triunfos de Guerrita, y en él se refugiaban apresuradamente sus sempiternos enemigos para presentarlo como niño sin entrañas que desprecia e insulta a su  madre… Guerra contestó al famoso corresponsal salmantino negando en redondo la veracidad de sus asertos, pero aquél replicó e insistió en lo dicho. ¡Pues, hombre, no faltaba más! …Sí, señor; el cordobés había pronunciado las históricas palabras en el café Suizo de Salamanca, y cuantos respetabilísimos salmantinos escuchaban al diestro juraban y perjuraban haberle oído decir: “¡En Madrid, que toree San Isidro!”…

Al final de cuentas, Guerrita se desdijo de lo de la retirada y permaneció en activo un lustro más. Pero sí mantuvo su idea de mantenerse alejado de Madrid, cuando menos por ese año de 1895, prueba de ello es que, en la parte central del abono de la capital española, se anunció para torear tres festejos el domingo 19 de mayo de ese calendario. Lo haría en las plazas andaluzas de San Fernando, Jerez de la Frontera y Sevilla, ciudades todas ellas conectadas por ferrocarril y que, aunque de acuerdo a los trazados de las vías actuales, apenas representan una distancia de 137 kilómetros, en esa época, representaban por otros medios, un día de camino.

Los carteles confeccionados para la ocasión serían: en San Fernando, toros del Marqués del Saltillo para Guerrita y Pepete; en Jerez, toros de José Manuel de la Cámara, para Guerrita y Fabrilo y en Sevilla, toros de Murube para Guerrita y Antonio Fuentes. Se dispusieron trenes especiales para los aficionados que quisieran asistir a las tres corridas y también otro, especial para el torero de Córdoba y su cuadrilla. La razón de esos trenes especiales era que harían el trayecto sin escalas en las estaciones intermedias, como lo haría otro de línea regular.

San Fernando, siete de la mañana

Apenas amanecía cuando comenzó la jornada de lo que los diarios de la época llamaron el récord de Guerrita. La relación más prolija de los sucesos es la que apareció publicada en la primera plana de El Imparcial de Madrid, firmada por José de la Serna Aficiones, cronista taurino del diario en la época y que se subió a los trenes para seguir al que sería después el segundo Califa del Toreo de Córdoba. Escribió en la previa:

Comenzamos el desayuno taurino a las siete de la mañana. El cielo estaba cubierto y “chispea”... en ambos sentidos de la palabra: acuático y vinícola… No han acudido muchos forasteros: de éstos hay algunos aficionados de Madrid. La plaza, cuyo redondel allá se irá con el de la de Vallecas que llena hace seis mil entradas, está mediada de público. Noto con vivo dolor la ausencia del bello sexo. Es una corrida solo para hombres…

Los toros de Saltillo fueron, digamos, cómodos. Solamente el quinto, de acuerdo con las distintas relaciones de prensa, se distinguió por su buena presencia, y con él, Guerrita tuvo su mejor momento en esa primera corrida de las tres de la señalada fecha. Relató Aficiones:

El quinto era buen mozo, cárdeno bragao, bien puesto y de arrobas. El único de los lidiados que tenía “tipo“… Con mucho poder sufrió siete puyazos, matando un caballo… En los quites Guerrita se adornó como él sabe y puede, y Pepete también… El público entusiasmado pidió que los matadores banderilleasen. Se negaron éstos, y entre protestas y silbidos Almendro y Mojino salieron del paso… Guerrita, cerca y parando, toreó de muleta y metió un volapié neto, una gran estocada hasta la mano. Sacó el estoque y descabelló al primer intento… Ovación…

Pepete salió del paso en los dos que mató, porque el sexto de la corrida, al salir del segundo puyazo cayó al suelo y ya no pudo ser levantado, por lo que se le apuntilló allí mismo y así concluyó la corrida.

Jerez de la Frontera, once y media de la mañana

Escribió Zaldúa, corresponsal del diario madrileño El Liberal, quien cubrió las dos primeras etapas de la gesta de Guerrita:

El trayecto a la estación ha sido Un nuevo triunfo para el Guerra. Medio San Fernando en las calles, los balcones llenos de gente, los vítores y aplausos atronando el espacio. El gentío acompaña al Guerra hasta la estación. En ésta hay preparado un tren especial dispuesto por la empresa de la plaza de toros. El tren no es bastante para cuantos quieren ir en él. Muchos se disponen a hacer el camino subidos en los estribos. Arranca el tren y el público hace a Guerra la ovación de despedida. Las estaciones del tránsito están llenas de curiosos En la de Jerez recíbenos un gentío inmenso y bandas de música. Las calles están animadísimas. En los balcones hay muchas mujeres guapas…

El mismo corresponsal agregó que Guerrita hizo el viaje vestido de torero, con el terno verde y oro con el que toreó en San Fernando y a falta de referencia de que haya cambiado de ropa de torear, asumo que actuó con la misma indumentaria en Jerez, plaza en la que ahora fue el tercero de la tarde, un hidalgobarquero nombrado Canito, el del triunfo de Guerrita:

“Canito” consumió el turno tercero. Fue retinto albardao y muy voluntario… Nueve varas de castigo pusieron Beao y Pegote, perdiendo una jaca… Almendro y Mojino cumplieron en el segundo tercio, y Guerrita hizo una faena superiorísima con la muleta. Pases de pecho, adornados, molinetes... de todo hubo, para rematar con un volapié soberbio hasta la bola, que hizo polvo a Canito… Gran ovación. Esta ha sido la mejor faena del récord...

Guerrita y Fabrilo banderillearon al quinto de la tarde, con más voluntad que lucimiento. El diestro valenciano fue aplaudido tras la lidia del sexto. La plaza de Jerez no se llenó y la corrida de José Manuel de la Cámara fue más pareja y mejor presentada que la matinal.

Sevilla, cinco y media de la tarde

La corrida que cerraba el ciclo tenía también el cartel más redondo. Guerrita y Antonio Fuentes ante toros de Murube – las informaciones de la época ponen Muruve – y se estableció que daría inicio a la hora anunciada, aunque El Guerra se retrasara en llegar desde Jerez. Escribe Del Río, corresponsal de El Liberal:

Hay una animación extraordinaria; verdaderamente extraordinaria, aquí donde tan acostumbrados estamos a los espectáculos taurinos… Todo el mundo anda preguntando qué se sabe de las corridas de San Fernando y de Jerez… En las esquinas de la calle de las Sierpes se fijan boletines dando cuenta de las corridas… El día está nublado. El tren en que viene Guerrita llegará a las cuatro y cuarenta… La corrida empezará a las cinco y media. Si se retrasase el tren comenzará la lidia matando Fuentes el primero…

Pero eso no fue necesario. Guerrita llegó a Sevilla a las cuatro de la tarde y eso le permitió estar puntual a su cita en la Maestranza. Para cerrar el ciclo, de nueva cuenta sería el quinto de la tarde el toro de su triunfo. Escribió Aficiones:

Barquerito, grande, bien puesto, de mucha cabeza… Procura varios tumbos de mayor cuantía, do los que salieron lastimados el Beao y el Chano… Salieron al ruedo los matadores con los palos. Fuentes entró bien y dejó un par desigual… Guerra, después de dos salidas falsas, colgó medio par. Fuentes, al repetir, puso un magnífico par al sesgo… Y Guerra dio fin al poema, a la trilogía, a la odisea y al récord con seis buenos pases y una estocada monumental hasta el pomo… (Ovación extraordinaria, “delirium tremens” al Ercilla, Wagner, Virgilio y Zimmerman, todo en una pieza) …

Antonio Fuentes, por su parte, tuvo una actuación muy lucida ante el segundo, Regalado, al que propinó la estocada de la tarde. La entrada fue calificada por los cronistas de buena.

Reflexiones a posteriori

En el Suplemento a El Enano aparecido el 22 de mayo siguiente, se hace una prolija relación y crítica de los hechos ocurridos el 19 anterior. Aparece firmada por Carlos L. Olmedo, quien para el diario hispalense Noticiero Sevillano, firmaba sus colaboraciones como Farolillo. Entre otras cosas dijo en su día:

Tres de tres, para uno, único y solo que se ha llevado la luz, dejando a la Empresa con mucho sol; pero deslumbrada y sin moscas. (Léase dinero)... con toa la esplendidez digna únicamente de un guardia municipá agradecido, tomó los apuntes verídicos, de cómo Guerra con Pepete en la Isla, con becerros de Saltillo, y en Jerez con Fabrilo y novillos de Cámara, ejecutó las dos primeras partes del acontecimiento «cómico – bufo – taurino», que le pone a mayor altura en que se colocaron Pedro Romero y Manuel Domínguez, cuando mataban ocho toros de á siete años cumplidos, todos en la suerte de recibir… Éste también recibe... nueve mil duros libres de toda indigestión de pitones... Por datos que tenemos a la vista de las tres corridas, solo una, la de Sevilla, ha producido verdaderos resultados prácticos. En cambio, en San Fernando y Jerez, solo se ha conseguido llenar media plaza respectivamente… Con lo cual el único que no ha perdido, ha sido el beneficiado, esto es, Rafael Guerra, que esta vez puede decir, si buenas palmas me han tocado, buenos dineros les cuesta…

También se ocupa, de manera casi telegráfica, de exponer los sucesos ocurridos en el ruedo, pero la crítica al hecho de que Guerrita haya percibido sus cuartos por torear tres veces ese día y que las plazas, al menos las de San Fernando y Jerez, no se hayan llenado, son la médula de su argumentación. 

Por otra parte, está la aportación que hace Jerónimo – Antonio Peña y Goñi – en La Lidia, el 27 de mayo, en un número especial dedicado principalmente a recordar el primer aniversario de la muerte de Espartero. Allí reflexiona:

Con éxito superior a las más halagüeñas esperanzas, ha realizado Guerrita, el 19 del actual, fecha que pasará a la historia, la hazaña nunca vista hasta ahora, de torear tres corridas en un solo día, en tres plazas diferentes: a las siete de la mañana, en San Fernando; a las once, en Jerez, y a las cinco de la tarde, en Sevilla... Ovaciones en San Fernando, ovaciones en Jerez, ovaciones en Sevilla; las tres corridas han sido para Guerra una serie ininterrumpida de vítores; una verdadera marcha triunfal, homenaje merecidísimo a la maravillosa maestría del torero, a la resistencia fenomenal del hombre... Si las tres famosas corridas de Rafael hubieran traído aparejada una derrota, ¡sólo Dios sabe los denuestos de todo linaje que los antiguerristas que pululan en la prensa mucho más que en el público, hubiesen lanzado contra el gran cordobés!... El tiempo, que es gran maestro de verdades, me dará la razón; y Rafael Guerra, separado momentáneamente de nosotros, por las iras incalificables de una minoría exigua, volverá a Madrid, donde le esperan impacientes cuantos posponen las pequeñas miserias al porvenir del arte, y ven en el gran maestro de Córdoba la única áncora de salvación…

Esta es la otra cara de la moneda, la del guerrista, que intenta encontrar el atisbo de grandeza en lo realizado por el torero, despojando su actuación de las externalidades que pudieran ensombrecerla. Y sí, en lo taurino y en lo histórico, sin duda, estas tres corridas en un mismo día, quedaron como una marca, como una meta a alcanzar para todos los que se visten de torero por muchos, muchos años, independientemente de lo que hayan o no producido en otros aspectos no taurinos.

En conclusión

Guerrita viajó apenas 137 kilómetros en trenes de vapor. No tuvo a su disposición, como Arruza y Dos Santos en 1951 aquí en México, un avión como el de Rico Pani; o como Efrén Adame, Antonio Canales y Felipe Zambrano en 1965, quienes contaron con el de este último, empresario y rejoneador, para torear tres festejos en un mismo día y poderse desplazar sin sobresaltos de un sitio a otro con rapidez. Hoy eso puede hacerse con una asombrosa facilidad, hace 129 años, nada más lograrlo, era una auténtica proeza.

lunes, 25 de septiembre de 2023

23 de septiembre de 1923: Luis Freg es gravemente herido en Madrid (II/II)

Luis Freg por su propio pie a la enfermería
Madrid, 23 de septiembre de 1924
Foto: Portela - ABC

Antes de retomar el hilo temporal de los acontecimientos, creo de interés abordar el análisis que hicieron algunos importantes cronistas de la actuación de Luis Freg ante Pescador de Matías Sánchez Cobaleda. En particular, me refiero a los que en su día hicieron Federico M. Alcázar en su tribuna de El Imparcial, César Jalón Clarito en su crónica publicada en El Liberal y Maximiliano Clavo Corinto y Oro en La Voz. Y es que sus conceptos van más allá de la mera narración de los sucesos de esa tarde, entran al examen profundo del hacer del torero ante el toro y creo que muchas de las cosas que hace un siglo escribieron, siguen valiendo el día de hoy.

La opinión de Federico M. Alcázar

El título de su crónica, aparecida en El Imparcial madrileño del 25 de septiembre siguiente es La bella y triste leyenda del valor y con la profundidad y la agudeza que caracterizaron su estilo al escribir de toros, don Federico entre otras cosas, dijo:

¿Qué es el valor? Hace tiempo que venimos haciéndonos esta pregunta y siempre hemos llegado a la misma conclusión: el valor es originalmente una cualidad, una aptitud, un sentimiento. Un torero es valeroso como es alto, como es bajo, como tiene los ojos azules o negros. Consecuencia: el valor es algo innato y natural en el individuo, como es el origen de gran parte de sus virtudes y de sus vicios. Es algo íntimo y espontáneo que nace, vive y muere con nosotros. De aquí que no sea patrimonio de la voluntad. Se cultiva el valor como se cultiva una planta. La voluntad y el celo pueden contribuir a desarrollar estas cualidades, pero no a crearlas. Fundamentalmente somos valientes, no por obra y gracia de la voluntad, sino por disposición de nuestra naturaleza. Un torero es valiente no solamente porque la voluntad venza al miedo, haciéndole permanecer sereno ante el peligro, sino también y principalmente, por la disposición de su naturaleza esencialmente valerosa... En el toreo hay un concepto tradicional del valor que es falso, falsísimo. Comúnmente se le confunde con la temeridad y hasta se llega a emplear como sinónimo su significado. Y, claro es, al hacer esto, se llama toreros valientes a los que no son sino temerarios… los toreros temerarios, ¡qué tragedia más espantosa la de su vida! Son héroes por fuerza. Recordad sus gestos, sus actitudes, sus momentos. Están inquietos, azorados, nerviosos. Si el toro les tropieza, entonces surge «la tragedia de galería», el bonito y divertido espectáculo del pelo enmarañado, los brazos extendidos, las manos crispadas, los ojos encendidos, el rostro ensangrentado y lívido, y todo su cuerpo agitándose como un pelele borracho y dando la sensación de que lo que quieren, más que desafiar el peligro, es ahuyentar el miedo y vencer la cobardía… Luis Freg es de los pocos a quienes no seducen estas apariencias engañosas del valor… Luis Freg ha llegado al sitio que hoy ocupa en el toreo sin más bagaje que su valor, y sólo a fuerzas de cornadas ha logrado sostenerse en él… Entre el valor del torero, por muy grande que sea, y la brutalidad de un toro, por noble y manso que resulte, siempre vencerá éste, aunque por fortuna o por suerte salga el torero triunfante en determinados momentos. Esta es toda la historia taurina de Freg. De cien toros que ha matado, en veinte ha salido ileso, cincuenta, le han volteado, y treinta le han herido. La proporción es tan dolorosa que, aun siendo para el toreo su más limpia ejecutoria de pundonor y de vergüenza, es para el aficionado imparcial y desinteresado la conclusión más terminante de su inutilidad y de su impotencia. No vale la pena, de lograr un nombre como el de Freg, y ganar unos billetes, si en cada moneda hay un gesto de dolor y en cada letra un litro de sangre...

Juzga con dureza Alcázar la trayectoria de Luis Freg, pero también lo hace con verdad. Porque el llamado Rey del Acero cobró celebridad por sus extraordinarias maneras de matar a los toros, pero también, por la cantidad de los percances graves que sufrió durante su dilatada carrera en los ruedos. En lo que sí es claro don Federico, es que no fue un torero temerario, irreflexivo, sino de un valor sereno y calculado.

Lo que comentó Clarito

César Jalón era el cronista titular de El Liberal y su apreciación de la corrida apareció en la misma fecha que la de El Imparcial. Por el sentido de lo escrito por Clarito y por Alcázar, tengo la impresión de que ocuparon localidades contiguas o el mismo palco de prensa y comentaron sus impresiones de lo sucedido, porque en alguna forma sus opiniones tienen cierta complementariedad, como se verá enseguida:

Hay diestros, diestrísimos, a quienes parece imposible que los coja el toro. No es que sepan demasiado bien los secretos de su arte y que, en gracia a estos conocimientos, les sea facilísimo emocionar y deleitar al público sin necesidad de exponerse a los duros trances de esta que se llama «arriesgada profesión» … Y hay otros hombres, menos diestros, de menor agilidad física y mental, más torpes de comprensión y de movimiento, a quienes parece imposible que «los coja el toro», y que, ciertamente no los coge... porque se cogen ellos solos… Cuando asistimos al espectáculo de los «diestrísimos» una y otra tarde, les gritamos que el toreo no es «eso». Les excitamos – en vano – a que se acerquen algo a los pitones de las reses, no al cuello ni al cuarto trasero, que es a donde se pegan infinitamente después que pasaron las astas, y acabamos por desearles que no les hiera el toro, sí que siquiera los asuste, que comprendan por lo menos, que este arte es difícil y arriesgado y que impone, a veces, al cuerpo mayores sacrificios que el de una complicada torcedura de busto, de cintura o de cuello... Por el contrario, ante el tormento de ver como un día y el otro se juegan – y jugar es sinónimo de perder – la vida otros hombres menos diestros, con honra muy pasajera para ellos y sin ningún provecho para el público, al menos para el gusto de paladar «artístico», nos decimos que tampoco es «eso» el toreo, y nos encomendamos al santoral entero para que no se arrimen, para que les salga el enemigo difícil, ese enemigo con el que el espectador disculpa al torero todos los recursos; para que no tenga que habérselas con un toro ante cuya bondad el hombre se crea en el deber de suplir sus deficiencias con el alarde temerario de entregar su cuerpo a los cuernos, así como diciendo al público: «Ya que no puedo darte mi arte, te doy mi sangre...» …De los de este segundo grupo, el más veterano, no ya, desde luego, por antigüedad, sino también por «méritos contraídos», es el espada mejicano Luis Freg. Cosido a cornadas, después de haber hablado de tú con la muerte en más de tres ocasiones – y está de nuevo llamado a sus puertas, según cuentan –, los amigos y admiradores más fervientes del valeroso muchacho, son médicos y practicantes de medicina… Se explica así la sonrisa ingenua y desafectada de Luis Freg haciendo tranquilamente el paseíllo a la hora en que el espectador comienza a temblar por él y el gesto de despreocupación temerario con que, en pie, sin mirarse la carne agujereada, saluda, sonriendo siempre, mientras se le empalidece el semblante, al público que le rinde un homenaje a su rasgo valeroso, a su desprecio de la vida, no, por desgracia, en beneficio del arte, sino en señal de respeto por el que paga…

Como se puede leer, Clarito añade al valor sereno que le atribuye Alcázar a Luis Freg, una cierta torpeza, impericia o falta de oficio como causa de sus continuos y graves percances. Independientemente de cualquier otra cuestión, creo que César Jalón juzga con excesiva dureza al torero, más por no ser de su gusto como aficionado, que por las causas que ilustra en el desarrollo de su crónica.

Lo que entendió Corinto y Oro

La opinión de Maximiliano Clavo fue la primera en ver la luz, pues se publicó al día siguiente del festejo y se tituló El derroche de sangre. De manera algo ditirámbica, el cronista más veterano de los tres que en este momento invoco, media entre las posturas de Alcázar y Clarito, según leemos enseguida:

Este hombre, adalid de la vergüenza torera; este lidiador dolorosamente glorificado por las innumerables veces que se dejó agujerear sus carnes por las astas de los toros; este Frascuelo del siglo XX es Luis Freg, un matador de toros que hace doce años vino de Méjico a destacarse en España, fuertemente afianzado en la primera cualidad que un torero necesita para ser “algo” en la trágica fiesta hispana: valor. Y Luis Freg, asendereado por tanta y tanta cornada una y otra tarde, tiene un valor ciego, un valor no sujeto a medida, un valor que, en realidad, sobrepasa a la cantidad exigida por los derechos del público y por la fiesta misma para ser torero íntegro… Este valor ciego, inconmensurable, absurdo en repetidas ocasiones, ha puesto a Luis doce, catorce, veinte veces (Frascuelo, se ha repetido en él el caso de Frascuelo) sobre las camas de operaciones de los cirujanos en las enfermerías de las plazas, para tapar enormes boquetes que han hecho las astas en su cuerpo, que, cosido a cornadas, se viene entregando incondicionalmente a todos los toros cuantas tardes y en cuantos sitios se pone el traje de luces, deslumbrante indumentaria que en el Frascuelo mejicano tiene la lamentable equivalencia de un continuo derroche de vida…

Me parece exagerado considerar a Luis Freg el Frascuelo mejicano, aunque los toros le hayan castigado excesivamente, como al Negro. La distancia taurina entre uno y otro es abismal. No pretendo con esta apreciación faltar al respeto a Luis Freg, quien, como Salvador Sánchez, tiene un sitio privilegiado en la historia del toreo, pero cada uno tiene un lugar propio y esos lugares no son precisamente iguales.

La temporada 1923 – 24 en México

Ya de regreso en México, se puso en contacto con la empresa de El Toreo y consiguió ser incluido en el elenco de la temporada ya iniciada. Reapareció en los ruedos el 24 de febrero de 1924, para lidiar junto a Juan Silveti y Juan Anlló Nacional II, toros de San Diego de los Padres. A ese propósito, contó Freg a Armando de María y Campos:

Así como la corrida del 23 de septiembre en Madrid continuó a pesar de que en la enfermería de la plaza un hombre moría, porque así es en la fiesta de toros, yo continué mi trayectoria como torero que da a los públicos lo que tiene, volviendo a vestir el traje de luces, y llevando debajo de la chaquetilla la herida abierta y aún con tubos de canalización, porque, fistulizada, no quería cerrar. En México, el 24 de febrero de 1924, con Silveti y Nacional II toros de San Diego de los Padres. Y a mí mismo me parecía que no tenía un boquete abierto debajo de la casaquilla...

Lanfranchi, en su Historia del Toreo… afirma que bastante hizo Freg con salir a la plaza, pues se notaba a simple vista que aún no estaba debidamente recuperado; por su parte, Verduguillo en El Universal Taurino, únicamente destaca sus estocadas, aunque lo viera apurado para despachar al primero de su lote y el corresponsal del semanario The Times consigna:

Luis Freg, que fue recibido con gran ovación en el paseíllo, toreó a sus dos toros con mucho valor, lo mismo con el capote que con la muleta, por lo que fue ovacionadísimo... Matando estuvo breve y valiente en el primero, y superior en su segundo, del que cortó la oreja, y dio la vuelta al ruedo...

Volvería a la capital mexicana el 13 de abril, para alternar con Rodolfo Gaona y Guillermo Danglada quien recibía la alternativa, con toros de Ajuluapan. Logró torear algunas tardes más y en cuanto el verano redujo la actividad aquí en México, regresó a España, para continuar adelante con su carrera en los ruedos.

Para concluir

Escribió El – hombre – que – no – cree – en – nada:

Acribillado por más de medio centenar de furibundas cornadas, muchas de ellas gravísimas y no pocas de las que ponen en inminente peligro la vida, Luis Freg nunca perdió un adarme de su valor espartano, nunca se le vio regresar a los ruedos dolido de sus percances por serios que hubieran sido. Todo lo contrario, siempre dio la impresión de que las astas de sus poderosos enemigos, al herirle, inyectaban en su cuerpo de recio gladiador algo más de bravura, de coraje y vergüenza, con ser mucho ya lo que de esto llevaba dentro. Por algo se le conoció en España por “Don Valor”…

Esta es una página de la historia del bravo Luis Freg. Aquí hay espacio y quizás haya tiempo para tratar de presentar alguna otra. 


domingo, 24 de septiembre de 2023

23 de septiembre de 1923: Luis Freg es gravemente herido en Madrid (I/II)

Luis Freg herido por Pescador de Matías Sánchez
Madrid, 23 de septiembre de 1923
Foto: Portela - ABC

La carrera de Luis Freg en los ruedos estuvo plagada de percances. En el cuarto de siglo que duró, según a quien se lea, sufrió entre cincuenta y dos y setenta y cuatro cornadas y en más de una ocasión el torero de Nonoalco estuvo al borde de la muerte, o de la mutilación. En al menos los dos años anteriores al hecho que hoy me ocupa, su vida se vio seriamente comprometida por las heridas que los toros causan, y así en 1921, en la capital de España, fue herido en dos ocasiones, la primera el 27 de marzo, cuando un toro de Moreno Santamaría, el segundo de su lote en esa corrida de inauguración de temporada, le hirió al ejecutar la suerte de matar. Ese mismo toro, en un tumbo, le causó una herida en la cabeza al picador Manuel Granados Veneno, quien murió a causa de ella, el siguiente martes. 

La segunda cornada del 21 fue en la corrida del 25 de septiembre siguiente, cuando el segundo de la tarde y primero de su lote – el abreplaza se lo cedió a Nacional II que recibía la alternativa – lo volvió a herir en el mismo muslo derecho al ejecutar la suerte de matar. La diferencia en esta oportunidad es que El Rey del Acero estuvo tan valiente y con tanto lucimiento, que al retirarse por su propio pie a la enfermería – como parecía ser su costumbre – lo hizo con la oreja del toro en la mano. Un detalle importante a resaltar es que el heridor era de la ganadería de Matías Sánchez Cobaleda, antes Trespalacios.

En 1922, justamente el día 11 de marzo, sábado, se organizó en el Toreo de la Condesa una corrida a beneficio de los deudos de Ernesto Pastor. Se lidiarían seis toros de distintas ganaderías y contó Luis Freg a Armando de María y Campos que, si bien él ya había toreado un beneficio para ellos en Madrid, gustoso aceptó la encomienda, aunque con cierta incomodidad, porque le tocaría enfrentar un toro de Veragua que fue tentado y estuvo de semental en San Nicolás Peralta y eso le dejaba dudas sobre el juego que daría en la plaza. Ese toro le hirió en el mismo muslo derecho casi al abrirse de capa y le produjo una herida profunda que le seccionó la vena femoral.

El presidente Álvaro Obregón que se encontraba en el tendido, envió al doctor Pascual Millán, su médico personal y al afamado cirujano norteamericano William Mayo que estaban con él en el tendido, para auxiliar al servicio médico de plaza. Freg cuenta que estuvo a punto de perder la pierna por las infecciones y los problemas circulatorios que tuvo con posterioridad a las varias intervenciones que se le practicaron con la finalidad de curarle. Al final, la tenacidad del torero y la efectividad de los médicos taurinos mexicanos, fueron definitivos para que lograra continuar con su andadura en los ruedos.

La temporada española de Luis Freg en 1923

Luis Freg llegó a España el 8 de mayo de 1923 por el puerto de Vigo y casi de inmediato comenzó a actuar, pues el día 12 ya estaba presentándose en Valencia, para lidiar toros de los herederos de Esteban Hernández junto con Chicuelo y Fausto Barajas. Ese sería el arranque de una campaña que fue de una buena cantidad de corridas, porque Enrique Minguet Pensamientos, en su anuario Desde la Grada, le contabiliza 23 actuaciones en ruedos hispanos y franceses en plazas como Madrid, la ya nombrada de Valencia, Barcelona, Málaga, Salamanca, Pamplona, Santander o Nimes. Fue el matador de toros mexicano con más actuaciones en aquellas tierras ese año, siguiéndole Juan Silveti con 20; Rodolfo Gaona con 6; José Ramírez Gaonita con 5; su hermano Salvador Freg y José Flores Joselito con una cada uno.

La corrida del 23 de septiembre de 1923 estaba programada por el entorno de Luis Freg para cerrar su temporada en aquellas tierras y su regreso se produciría, según la prensa de la época, el martes 25 de septiembre, para comenzar a preparar su participación en la temporada 1923 – 24 de la capital mexicana.

La corrida del 23 de septiembre de 1923

Se anunció un encierro de Matías Sánchez Cobaleda, de Salamanca, antes Trespalacios, para Luis Freg, Victoriano Roger Valencia y José Roger Valencia II. Era la corrida que iniciaba la segunda temporada del año o la temporada de otoño de la plaza de Madrid. Para Luis Freg, era su segunda comparecencia en la Carretera de Aragón y según contó a Armando de María y Campos:

Ese año de 1923 iba muy bien, pero... un toro de Matías Sánchez me obligó a hacer un alto en el camino. Para el 23 de septiembre la empresa de Madrid anunció una corrida con seis toros de Matías Sánchez, antes Trespalacios, que deberíamos matar los hermanos Valencia y yo. Ya he dicho que los hermanos Roger han sido de mal fario para los Freg. Recuerdo la muerte de Miguel toreando con Pepe y la cantidad de veces que los toros me han cogido toreando con Pepe o con Victoriano. Esa tarde, pues, presentí la tragedia...

En la misma obra, Luis Freg aporta el dato de que el primer – y al final, único – toro que enfrentó esa tarde, se llamó Pescador y que fue de pelo ensabanado salpicado, aunque Don Prudencio, en su crónica en el diario madrileño El Mundo, lo refiere como un toro jabonero, salpicao y botinero. A saber...

La actuación de Freg ante ese toro, de acuerdo con P. Álvarez, cronista del diario La Correspondencia de España, fue de la siguiente manera:

Ayer toreó muy bien Freg de capa, veroniqueando con cuatro lances seguiditos. Un farol y dobló con media superior. En otro tiempo largó otro lance de maestro, y ceñido como un guante a la mano, remató con otra media verónica formidable… Freg oyó muchos aplausos, y aquello fue un acicate para animarle a la hora del tercio final. El toro, como ya hemos dicho, era un portento de nobleza, y empezó con el famoso pase de la muerte, que el mejicano dio erguido e inmóvil. Sigue la labor tranquilo, bien, apretándose con el Trespalacios, que toma la muleta admirablemente. Cuadra Freg, se le viene el toro encima y aguanta la embestida, dando un buen pinchazo. Hay palmas al valor, a la serenidad, en el encuentro inesperado; pero no es aquello lo que el matador desea. Unos cuantos muletazos más, y el toro, cansado del muleteo, huye. Lo recoge Alfredo Freg, que lo lleva a los tercios del 9, donde, después de otros pases sobrios, valientes, para que cuadre, queda el toro algo aculado a las tablas, con la cabeza alta. Freg ataca despacio, recreándose en la suerte, y mete todo el estoque en lo alto; pero el Trespalacios, que ha tomado la querencia a las tablas, espera, sin avanzar, y le engancha por el muslo. Luego le recoge de nuevo, le cornea, al parecer en la otra pierna, y además, debajo del sobaco derecho. Estalla la ovación al matador, que a recibir esa ovación venía seguramente Freg. Ve éste caer al toro, y con los brazos en alto contesta la ovación. Cae la fiera, y Freg, tranquilo, satisfecho, sonriente, recorre triunfalmente el camino, contestando a las palmadas. Lleva la taleguilla destrozada en las dos piernas y en la carne a descubierto no se ve un rasguño. Parece que no tiene nada, y marcha tranquilo, acompañado de su hermano, a la enfermería… Luego vemos que no sale, con alguna sorpresa, porque al principio dicen que va a ponerse el pantalón de un monosabio. Más tarde nos aseguran que tiene una costilla rota. El parte facultativo no llega al burladero de los diputados provinciales hasta el quinto toro. Vienen noticias cada vez más alarmantes. Está grave. Luego, que le van a dar la Santa Unción...

Como siempre que hay una cornada grave, circulan por el callejón y por los tendidos diversos rumores acerca del estado del torero herido, pero es hasta que se conoce el parte médico, cuando se confirma lo que las apariencias denuncian. En este caso, el doctor Jacinto Segovia rindió el siguiente:

Durante la lidia del primer toro ha ingresado en esta enfermería el diestro Luis Freg, a quien, después de un minucioso reconocimiento, se le ha apreciado una herida, por asta de toro, en la región torácica lateral izquierda, que interesa los planos superficiales, con fractura de las costillas cuarta y quinta, grandes desgarros en la pleura, penetrando en el tórax... Otra herida en el tercio superior, cara externa, del muslo izquierdo, de doce centímetros de profundidad, que interesa la piel, tejido celular y aponeurosis del plano muscular. Pronóstico gravísimo.

La herida fue empaquetada con gasas para inhibir la hemorragia y estabilizar al torero herido, y de esa manera decidir su traslado a un hospital para continuar su tratamiento. Así, entrada la noche del festejo, se le trasladó al sanatorio del doctor Mateo Milano en la calle de Zurbano, donde se le ingresó para continuar su tratamiento, vaciándose las gasas tres días después para iniciar las curas acostumbradas en aquellos días.

El 28 de septiembre fue visitado por Antonio Márquez y Nicanor Villalta, y el doctor Jacinto Segovia dio casi por curada la cornada del muslo, en tanto que pronosticó que la del tórax tardaría meses en restablecerse. Por esas fechas la prensa madrileña daba cuenta de la recepción de un extenso telegrama firmado nada menos que por el general Álvaro Obregón, en esos días, Presidente de la República Mexicana.

¿Corrida a beneficio?

El semanario The Times, dirigido por Federico Ramos de Castro Rodaballito, publicó un extenso editorial titulado Laureles rojos o Luis Freg, el indomable, en el que entre otras cosas, se dice:

Es preciso rendir un homenaje a este artista invencible y verdaderamente trágico, y THE TIMES, dirigiéndose al Sr. Jardón, cuyos buenos sentimientos e hidalguía no fueron desmentidos nunca; y dirigiéndose a Dominguín, como presidente de la Asociación del Matadores de toros y novillos, propicio siempre a favorecer y ayudar a sus compañeros, se atreve a proponer lo siguiente: No siempre se han de dar los beneficios a las viudas y a los inútiles. Tan justo o más es darle, en casos como éste, en que un torero, después de una temporada de lucha, cae gravemente herido en una de sus últimas corridas, perdiendo en su curación los escasos ahorros que pudo hacer, tras penalidades tantas… será de justicia que en el cartel de ese beneficio que, estamos seguros, ha de celebrarse, figure el nombre postergado de Salvador Freg, el hermano del infortunado Luis, tan bravo como él, y para el que sirve de padre el pundonoroso torero mejicano, que, cuando escribimos estas líneas, aún lucha con la muerte... Del Sr. Jardón, noble y compasivo, y de Dominguín, excelente compañero, nos permitimos esperar una contestación inmediata…

Rodaballito proponía eso el domingo 30 de septiembre y como fecha de realización el jueves 4 o viernes 5 de octubre siguientes. El festejo no se llevó a cabo y Luis Freg, conforme a la costumbre de la época, siguió sufragando los costos de su curación, pues la empresa de la plaza se hacía cargo solamente de los generados los tres días siguientes a la corrida.

El alta hospitalaria y el regreso a México

El diario La Correspondencia de España del 12 de noviembre de 1923 anunciaba en una gacetilla que, en la víspera, Luis Freg había salido del sanatorio del doctor Milano de la siguiente manera:

Hace ya cincuenta días que el valiente espada mejicano Luis Freg recibió un cornalón al entrar a matar en las tablas del 8... Aunque débil, ha abandonado el sanatorio, en franca convalecencia, y el sábado, a medio día, fueron sus amigos y familiares en automóvil para recoger al que de nuevo encontró la vida en una clínica... Freg se despidió cariñosamente de todos los de la casa donde le devolvieron la salud y la despedida de todos, médicos. enfermeras, practicantes v 1a dependencia, fue tan efusiva y emocionante como aquella que pinta Benavente en «La fuerza bruta»...

Se retiró a su domicilio en Madrid a terminar su recuperación y a preparar sus bártulos para volver a México, lo que se anunció en The Times del 23 de diciembre de ese año, acompañado de sus hermanos Alfredo y Salvador

La intención de Luis Freg era reaparecer en los ruedos en la temporada 1923 – 24 de el Toreo de la Condesa, pero dada la extensión que van tomando estas notas, espero terminarlas el día de mañana. 

domingo, 9 de octubre de 2022

25 de septiembre de 1931: David Liceaga confirma su alternativa en Madrid

David Liceaga a la verónica
Foto: Orduña
Prestada del blog Toro, Torero y Afición

Hace algo más de un año, por estas mismas páginas virtuales, recordaba el nonagésimo aniversario de la primera campaña que hizo por ruedos europeos David Liceaga, así como de la alternativa que, el 21 de junio, en la plaza de Barcelona, le otorgó Manolo Bienvenida, en presencia de Domingo Ortega, cediéndole al toro Chuponero del Marqués de Guadalest. A partir de esa fecha, el torero nacido en Romita, Guanajuato – aunque hay quien afirma que nació en la Ciudad de México – quedaba a disposición de las empresas para dar variedad a los carteles de esos días.

La alternativa en la Monumental catalana era la segunda que recibía el Maestro incómodo – Leonardo Páez dixit – pues como triunfador de la temporada de novilladas de 1930 en El Toreo, fue reconocido con la concesión del doctorado en la temporada grande, misma que recibió el domingo 11 de enero de 1931, cuando Manuel Jiménez Chicuelo le cedió al toro Palillero de Zacatepec, en presencia de Carmelo Pérez.

Como lo explicaba en los recuerdos de esa alternativa barcelonesa, David Liceaga coronaba con ella una brillante campaña novilleril, en la que llegó a torear hasta tres domingos seguidos en la Maestranza de Sevilla, compartiendo carteles con su compañero de quinta, Alberto Balderas

La tarde de la confirmación en Madrid

En corrida extraordinaria dentro del abono madrileño, se anunció para el viernes 25 de septiembre de 1931, un encierro de patas blancas de José Encinas para Nicanor Villalta, Domingo Ortega y David Liceaga, que se había presentado como novillero en la Plaza de la Carretera de Aragón el 30 de mayo anterior, alternando con Juan Martín Caro Chiquito de la Audiencia, Manuel Fuentes Bejarano y Antonio García Maravilla, en la lidia de 7 novillos de don Alipio Pérez Tabernero y uno de Clairac, octavo bis. Esa tarde cortó una oreja y Recorte, en el diario La Libertad del día siguiente al del festejo, escribió:

En Liceaga hemos observado condiciones para ser matador de toros en plazo breve. Además de lo ya dicho, tiene valor, como demostró en el revolcón peligroso que le dio el toro de la oreja durante la faena de muleta…

Esas fueron las condiciones en las que llegó a la tarde de su confirmación, esperando refrendar el buen momento que había dejado patente la tarde de su debut.

El toro de la confirmación se llamó Buñuelo, negro, girón y bien armado según las crónicas y el segundo de su lote fue Prisionero según unas crónicas o Caminante, según otras. La versión de César Jalón Clarito, en su tribuna del diario El Liberal del día siguiente al del festejo, es en el siguiente sentido:

...Torero de raza mejicana, si se entiende que el genio torero de aquella raza era así: fino, compuesto, más pagado de la bella forma que de la eficacia, más atento al adorno que a dominar. Mientras los toreros españoles han sacrificado toda su iniciativa taurina a una copia, no siempre vil, de Belmonte, los mejicanos han tenido frecuentemente su espejo en Gaona... Ninguno de ellos me lo hubiera recordado tanto como este David Liceaga, confirmado torero ayer, sino porque en su repertorio natural o instintivo intercala a ratos, cuando se preocupa, «pasos de toreo» de dos diestros que han hecho furor en su tierra: de Chicuelo y de Márquez... Salpicada de ovaciones y de olés toda la obra torera – lances de capa, pares de banderillas por ambos lados y faenas de muleta «redondeadas» por el estoque –, he estado yo más atento que a reseñarla al detalle, a penetrarme de los rasgos salientes de un nuevo astro. Repertorio de quites. Conocimiento de la suerte de banderillas, que sus enormes facultades le permitirán ejecutar en todos los terrenos. Mano izquierda desenvuelta. (Se ha despegado los dos toros tomándolos en medio palmo de tierra.) Y facilidad asimiladora. Del Gaona que no quebrantaba – la muleta y el capote no hacían más daño que un pañolillo de seda – salta Liceaga en el último toro a los pases con los pies juntos de Chicuelo y después al toreo de costado de Márquez, tan justamente tomado de su patrón, que si en vez de un ahijado artístico de allí, en vez de Solórzano, lo sería Liceaga... Mi interés, mi curiosidad – lo confieso – pueden en mí más que, mi entusiasmo. El entusiasmo no es obra de un día. Aunque – sin duda por haberlo visto más – Liceaga no sólo ha confirmado su alternativa con ovaciones entusiastas, sino que se ha llevado el título de la confirmación a hombros de sus entusiastas...

La suma de su actuación esa tarde, definitivamente deja en claro que, sin despojos en las manos, tuvo una tarde muy interesante, sombreada quizás, por la gran faena de Nicanor Villalta al toro Cabrero, segundo de la función, al que le cortó las dos orejas. Por su parte, Maximiliano Clavo Corinto y Oro, en el nocturno La Voz del día de la corrida, le vio de la siguiente manera en el segundo de su lote:

...Brinda el mejicano a su íntimo amigo el aficionado valenciano señor Musolé y comienza con tres soberbios y espeluznantes muletazos de estatua por alto, juntos los pies y rígido. Los olés y la ovación pueden oírse desde la avenida mejicana de Bucareli. Continúa el nuevo y ya profesor toreando a medio centímetro de los pitones, en un combate por altos y de pecho todo valentía. Salsa y enjundia de torero de clase extra... Tanto entusiasma la faena, que el público, cuando se prepara para matar dos veces, le pide a grito pelado que siga toreando. Y sigue el mozo desde cerca y con un estilo admirable, siempre pisándole el terreno al toro, entre incesantes aclamaciones. Después de un pinchazo arriba agarra una estocada corta en lo alto, que cae tendenciosa, dentro de un viaje de absoluta decisión. Un descabello a pulso al primer golpe y con el toro arrancado y ovación final, con salida en hombros, como los héroes de punta...

Por su parte, Federico M. Alcázar, en El Imparcial, recoge las siguientes impresiones:

...Villalta entrega los trastos al nuevo doctor. El toro está quedado, y Liceaga le llega con la muleta a los hocicos y corre superiormente la mano en dos naturales, que se jalean. Se queda el de Encinas, y el mejicano le porfía hasta darle con las «bambas» en la cara. Se arranca el toro sin fijeza y el muchacho le da otros dos naturales con más voluntad que lucimiento. Se lleva el toro a los medios, pero tampoco logra que embista. A fuerza de pisarle el terreno y atravesarse provocando la arrancada logra dar dos pases por bajo y dos de pecho estupendos. Hay facilidad, finura y sosiego, condiciones de excelente torero. Además, está cerca del toro con sentido, que es una de las cosas más difíciles. Entra muy bien a matar y coloca una estocada superior. Le ovacionan y da la vuelta al ruedo. «Debut» lisonjero, con la promesa de más espléndidos resultados... Y vamos con el último. Jirón también, pero con manchas, casi berrendo. Liceaga lancea con más voluntad que lucimiento, pues el toro echa la cara arriba y tiene tendencia a la huida. Se aplaude a Villalta en un quite, y Ortega remata el suyo con media verónica estupenda. Banderillea Liceaga, prendiendo un par al cambio desigual; repite con uno al cuarteo, cayéndose un palo, y termina con un tercero estupendo. que se aplaude... El nuevo matador de toros brinda a un amigo y comienza con tres pases por alto estatuarios, inmóviles, sacando la muleta por el rabo. Estalla la ovación y Liceaga se queda con la muleta en la zurda y liga tres naturales buenos. Continúa con la derecha toreando en redondo y de pecho colosalmente. Cada muletazo es una explosión de entusiasmo. La faena es de una finura, un arte y un sabor torero magníficos. Lo más sorprendente en este muchacho es la tranquilidad, el sosiego y el sentido con que ejecuta el toreo. El público se entrega al nuevo matador de toros, que continúa la faena por altos y de pecho estupendos. Pincha arriba y repite con una corta defectuosa. Le despiden con una ovación y unos espontáneos le alzan en hombros. Alternativa brillante de un buen torero, un artista admirable, sobre todo en el último tercio. Torero fino, bonito, fácil y con el valor necesario. Es de lo mejorcito que ha venido de Méjico...

Y tercia don Gregorio Corrochano, en su sitio del ABC de Madrid, escribió:

...Liceaga tomaba la alternativa en Madrid. Estuvo valiente, fácil, ágil, muy ágil, y tranquilo en la cara de los toros. Tiene unas facultades extraordinarias que, bien empleadas, pueden ser buenos recursos. En el tercio de banderillas, al que le vimos aficionado, pueden serle de gran utilidad y rendimiento. Banderilleó los dos toros con facultades... El primero era un toro mansote, pero Liceaga, muy cerca, desafiando mucho, entre los pitones, sacó partido del toro. Entró derecho a matar y dio una estocada entera, de la que murió el toro. El torero dio la vuelta al ruedo. Tiene un toreo alegre y simpático. Al sexto toro – esto es lo terrible de la alternativa, la distancia del primero al sexto – le dejó pasar con los pies juntos tres o cuatro veces, y yo, que no soy partidario del toreo a pies juntos, hubo un momento en que me asusté, porque el toro se volvió una vez un poco vencido, y Liceaga, sin enmendarse, le esperó. El público se emociona también; sigue la faena ya con mejor estilo, esto es, llevando al toro más toreado, y mató de un pinchazo, media atravesada y un descabello a toro arrancado. Salió en hombros. Sereno, alegre y ágil, muy ágil...

Los siguientes días de David Liceaga

El torero de Guanajuato sumó apenas cuatro corridas esa campaña del 31, pero su buen hacer le obtuvo el verse anunciado en la feria de San Miguel en Sevilla, en idéntico cartel al de la tarde de su alternativa, pues le precedían en la lidia Manolo Bienvenida y Domingo Ortega, ante los toros del Marqués de Guadalest.

Volvería a México y en la temporada 1931 – 32, tendría en El Toreo un par de tardes rotundas, pues en la del 17 de enero de 1932, le cortó el rabo a Hortelano de La Laguna y el 5 de febrero siguiente obtuvo el de Consentido, también de La Laguna en la primera corrida de la Oreja de Oro.  Regresaría a España en 1932, toreando seis festejos y de regreso en México tendría, el 5 de febrero de 1933, una tarde en la que se produjo un hecho entonces inusitado, pues el toro Ilustrado del Marqués de Villamarta que le tocó en suerte, fue indultado en El Toreo de la Condesa.

En 1938 renunciaría a la alternativa que recibió en Barcelona y la tomaría en definitiva en El Toreo de la Condesa, el 18 de diciembre de 1938, siendo su padrino Fermín Espinosa Armillita y atestiguando la ceremonia Silverio Pérez. Los toros fueron de La Punta y el de la alternativa fue llamado por sus criadores Cabrero. Esa tarde, lo grande lo realizó ante el sexto, Trianero, al que le cortó el rabo.

Todavía le quedaban grandes faenas por firmar a David Liceaga: las de Bombonero de La Laguna, Azafranero de Carlos Cuevas, Zamorano de San Mateo, Bonfante de Xajay, Afinador de Torrecilla, Cirquero de Zotoluca o Florista, también de Torrecilla. Algunas ya las he tratado de contar por aquí, y seguramente me ocuparé de las otras.

David Liceaga fue el primer diestro en torear una despedida en la Plaza México, fue el 2 de febrero de 1947. Reaparecería el 20 de junio de 1948 en Ciudad Juárez, Chihuahua y seguiría actuando con frecuencia, hasta llegar a la que fue su última corrida en Mérida, Yucatán, el 11 de enero de 1959.

David Liceaga, tronco de una larga dinastía de toreros, falleció en León, Guanajuato, el 2 de noviembre de 1996.

Aviso parroquial: Los resaltados en los textos de Clarito, Corinto y Oro, Alcázar y Corrochano son obra de este amanuense, pues no obran así en sus originales... Esta es la entrada número 700 de este blog...

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