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domingo, 15 de agosto de 2010

15 de agosto de 1929. Alberto Balderas se presenta en la Plaza de Madrid

El 15 de agosto es la fiesta religiosa más importante de Aguascalientes, que en su carta de fundación es nombrada la Villa de Nuestra Señora de la Asunción de las Aguas Calientes. Igual en Madrid se celebra a la Virgen de la Paloma y en Sevilla a la Virgen de los Reyes y aunque aquí no hay festejos taurinos en la fecha desde que se dejó de cultivar la vid, en la capital de España es tradicional el festejo de esa fecha desde hace muchísimos años.

El del año de 1929 contó con la presentación de dos novilleros. El norteamericano Sidney Franklin – de quien me he ocupado en otro lugar aquí mismo – y el mexicano Alberto Balderas, posteriormente conocido como El Torero de México y que terminó su carrera en los ruedos pasando a engrosar la lista de aquellos diestros que pasan a demostrar que, como lo escribe el padre Ramón Cué, el toreo es juego de tres...

Alberto Balderas Reyes nació en la Ciudad de México en abril de 1910 y su padre, Antonio, era violinista. El mismo Alberto intentó seguir la profesión paterna y para ello ingresó al Conservatorio Nacional de Música, por donde tuvo un fugaz paso y él mismo afirmaba haber sido discípulo del maestro José Rocabruna. Al abandonar los estudios de música, comienza a aprender los secretos del toreo bajo la dirección de Samuel Solís, el que fuera discípulo de Ojitos, quien pronto encuentra una pareja interesante formada por el propio Alberto y José El Negro Muñoz.

Se presenta como novillero en el año de 1926 y la temporada de 1929 decide hacerla en España, en busca de la alternativa, por lo que marcha para allá junto con su compañero El Negro Muñoz, quien terminará destacando en el mundo de las letras y de la gastronomía. Pronto adquiere predicamento en las plazas de Tetuán y Carabanchel, en las cercanías de Madrid, por lo que se anuncia su debut en la de la Carretera de Aragón para el día de la Virgen de la Paloma de ese año, en festejo que se lidiarán novillos de don Andrés SánchezCoquilla – por Joselito Romero y los debutantes Sidney Franklin y Alberto Balderas.

La visión del torero acerca de este acontecimiento

Alberto Balderas logró hacer el viaje trasatlántico gracias a su amigo Arnulfo Reina, quien le facilitó los recursos necesarios, llegando incluso a hipotecar su casa. A Reina le escribía con frecuencia. Tras de la muerte de Balderas, en 1943, don Armando de Maria y Campos publicó un libro titulado Vida y Muerte de Alberto Balderas, en un capítulo de esa obra, don Armando transcribe varias de esas misivas. Una de ellas está dedicada a su presentación madrileña y en lo que interesa, dice lo siguiente:

Madrid, 19 de agosto… Mi debut en la plaza de Madrid fue un triunfo grande; me soltaron una corrida inmensa y muy fuerte, y el toro más grande me tocó a mí y pesaba 30 arrobas, y en el que la armé pesaba 27. Salí con un vestido nuevecito verde y oro y un capote rosa y oro, ¡ya se imaginará como me vería cuando hice el paseo!; ¡me dieron una ovación! Como ya casi todo Madrid me había visto en Carabanchel y en Tetuán, pues en cuanto me anunciaron, se llenó la plaza de bote en bote. La prensa se ha portado muy dura conmigo; desde que llegué han querido pegarme, y como ven que soy el amo, tratan de hacerme como a Rodolfo; pero no le hace, pelearemos como los buenos mexicanos; yo nada más le digo que con lo que he hecho aquí, si fuera español, la prensa y todo el mundo, me pondrían en el cielo. Usted se habrá fijado en los periódicos que le he mandado, que lo que ponen es casi a la fuerza; si pusieran lo que he hecho, más pronto sería el amo, pero lucharé y mi tierra tiene que ser la número uno. Le contaré mi debut. Salió el primero mío con un temperamento y colándose por el derecho una enormidad, pero yo, toreando, agarré banderillas y le puse tres pares inmensos y me hicieron que pusiera otro. Pero va lo grande. Cogí la muleta y como el toro era difícil y con nervio, nadie creía lo que iba a hacer. Este fue el mérito. Salí con el pase de la muerte y en seguida me lié con 7 naturales, que me salieron muy bonitos. Puse en pie a la gente, que rabiaba, y como el toro tenía temperamento, parecía que en cada natural me cogía; le di pases de todas marcas, pero tuve la mala suerte de no agarrarle la estocada, que si no, me dan la oreja y todo el toro; di la vuelta al ruedo y salí a los medios y seguían pidiendo la oreja, pero aquí son así, como le digo, que si hubiera nacido aquí, con lo que hice, me hubieran dado el toro. Salió el sexto que era muy grande y muy gordo, pero muy bonito; a éste lo toree con el capote muy bien, me eché el capote a la espalda y le di cuatro gaoneras que recordé al Indio; me dieron la ovación y le prendí tres pares y siguieron las ovaciones. Pero el toro perdió la vista y ya no le hice lo que quería, le pegué duro y lo mandé de un pinchazo y una entera que bastó, Me despidieron con una fuerte ovación. Fue un debut muy grande, de primera, por ser una verdadera corrida de toros y creyeron que no podría, y demostré que soy torero, no como muchos que hacen el ridículo…
Lo que dijo la prensa

A ocho décadas vista, creo que el trato de la prensa no fue tan malo como Balderas lo describe y para aclarar mi aserto, cito brevemente algunos de los comentarios aparecidos en los principales diarios madrileños que comentaron el festejo.

Eduardo Palacio en el ejemplar del ABC de Madrid del 16 de agosto de 1929 dijo:

...Alberto Balderas en suma, sin lograr, repito, un gran éxito, ha dejado en el paladar de la afición madrileña un excelentísimo sabor. Su repetición será sin duda, un verdadero aliciente en cualquier cartel...
Don Nino en El Heraldo de Madrid, en su edición nocturna del mismo 15 de agosto de 1929 señala:

…a la hora de comenzar el festejo, no hay una sola localidad por ocupar... Balderas requiere las banderillas y pone un par, finísimo de factura. Otros dos medios, superiores de ejecución y uno entero, bastante como para acreditarle como banderillero de alta categoría… Balderas comienza con un ayudado magnífico. Hay un natural bueno, otro mejor, uno más superior, otro enorme, uno más estupendo, otro magnífico. Uno cambiado y otro de pecho. Faena de torero grande y de artista consumado. Cierto que por el lado derecho por la dificultad anteriormente apuntada, Balderas tuvo que emplear todo su saber e inteligencia. Un pinchazo arriba entrando con asco, varios achuchones y una hasta la mano algo contraria. Esto quiere decir que el mejicano ejecutó la suerte sin trampa ni cartón…
Por su parte, EneDé en El Imparcial, edición del 16 de agosto de 1929 manifiesta:

Un lleno rebosante significa algo. ¿Interés, atracción, esperanza? El cartel ofrecía eso y mucho más… Ganado de Coquilla. He aquí satisfechas, en colmo todas las interrogantes. Seis ejemplares preciosos de tipo, bravura, nobleza. En este punto no puede exigirse más. ¡Bien por el ganadero!... el joven mejicano Alberto Balderas, que traía preocupada a la gente, tuvo un excelente debut, aunque sin escándalo, porque probó, que es lo que hay que hacer, que es un torero de los pies a la cabeza...
Por último, Corinto y Plata en La Voz del 16 de agosto de 1929 expresa:

…TERCERO: "Bonito" de nombre, cárdeno de pelo y feo de tipo. El toro arremete con brío y Balderas lancea perdiendo terreno porque el enemigo achucha en serio, particularmente por el lado derecho. No nos divertimos con la actuación de ninguno de los tres espadas que extreman la prudencia con este enemigo nervioso y pronto. Balderas coge las banderillas y prende un par finísimo, aguantando mucho y de superior ejecución. (Ovación). Con gran estilo deja luego medio par y repite con uno entero bueno. (Palmas). Balderas se ve apurado en el primer pase, pero el hombre se rehace y mete acto seguido cuatro naturales, los dos últimos superiores. (Ovación). Continúa con la izquierda y da otro par de naturales, que liga admirablemente con el de pecho. (Otra ovación). Hay vista para librarse de las arrancadas y hay dominio... y a veces hay precauciones, pero desde luego es un torero que además torea con la izquierda. Cuando puede, porque el toro está inquieto en demasía, señala un pinchazo sin ahondar. Luego deja una entera ayudando bastante el toro, que cae delantera y de la parte de acá. Descabella y hay palmas a la faena. La ovación se cuaja a lo último y hay vuelta…
Aclaración pertinente: Los subrayados son obra de este amanuense.

En conclusión

Si acaso, la opinión menos obsequiosa fue la de Corinto y Plata, aunque de la misma se puede ver que le reconoce el que sabe torear al natural. Todas las aquí transcritas le ven como un buen banderillero – signo distintivo de los discípulos de Samuel Solís –, como un torero con poder al torear con la muleta y advierten además que merece ser visto de nueva cuenta en la Plaza de Madrid.

Este fue uno de los prolegómenos de la carrera de un torero que recibiría la alternativa en Morón de la Frontera el 19 de septiembre de 1930 de manos de Manolo Bienvenida y llevando como testigo a Andrés Mérida, mediante la cesión del toro Hocicudo, del Marqués de Guadalest y que concluiría abruptamente el 29 de diciembre de 1940 en las astas del toro Cobijero de Piedras Negras en el Toreo de la Condesa de la Ciudad de México, pero de este y quizás otros aspectos de su vida en los ruedos, me ocuparé después, si así me lo permiten.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Sidney Franklin, más allá del exotismo

Siempre nos resultará complicado en algún grado, el admitir que alguien que no tenga raíces hispanas evidentes pueda comprender en una medida importante esto de la fiesta. Ahora que si se trata ya no nada más de entender lo que es, sino de entrar al terreno de los hechos, con dificultad se admite que puedan pasar de algo más de pintoresquismos, como lo hace Pérez Lugín en Currito de la Cruz al referirse, por voz de alguno de sus personajes, a las corridas landesas, como de saltimbanquis.

Entonces, un torero estadounidense resultaría, en esa lógica, pintoresco y no más, aunque creo que en el caso de Sidney Franklin, el darle ese exclusivo calificativo sería altamente injusto. Nacido en Brooklyn, Nueva York el año de 1903, es hijo de inmigrantes judíos – rusos, lo que motivó que en algunos ambientes de su tierra natal, se le llamara con cierto despecho El Torero de la Torah, además de todo, los Frumkin (ese era su apellido original), eran practicantes de su religión.

Hoy se proponen, con bombo y platillo, parodias de festejos taurinos como manera de difundir los valores de la fiesta en los Estados Unidos. En 1931 Sidney Franklin, Matador de Toros, hizo lo propio ante sus paisanos y sin necesidad de toda la parafernalia que hoy se articula. Transcribo en integridad una carta de J.M. Coll, aparecida bajo el título de Tauromaquia Americana en la página 29 del diario barcelonés La Vanguardia del 17 de mayo de 1931, en la que refiere al director del diario, la impresión que causó la presentación del primer matador de toros estadounidense, en un teatro de Nueva York:

Sidney Franklin, el torero yanqui, que la afición española recordará seguramente, dio anoche una conferencia en el «Selwyn Theatre», de la Calle 42, acerba de la llamada nuestra Fiesta Nacional. La velada resultó un lasco, al menos pecuniariamente hablando, pues en el local había escasamente media entrada cuando Franklin apareció en las tablas, a pesar de que la butaca valía sólo dólar y medio, lo que aquí se puede decir" un precio verdaderamente popular.

En las puertas del teatro se fijaron llamativos carteles, con la fotografía del «Niño de Brooklyn» en traje de luces, proclamando que era el mejor «toreador» de España (!), que iba a hacer una demostración al natural de lo que es el noble arte y otras cosas más para atraer público, «bluff» de puro gusto americano que me hizo prejuzgar con escepticismo la seriedad del espectáculo anunciado.

Temíame, francamente, una españolada más, una de las muchas que comúnmente se dan en el extranjero y que, como es de suponer, nada dicen en nuestro favor ni en el de nuestras costumbres de personas civilizadas; pero me equivoqué de lleno.

El «bullfighter», rubio y alto, genuino tipo anglosajón, limitóse a narrar con sencillez, más bien con ingenuidad, su vida y milagros, desde que inició su carrera en el arte del toreo en Méjico hasta que hizo su debut en Sevilla, en donde, según dijo, fue sacado en hombros de la plaza, y silenciando posteriores actuaciones en otras localidades en las que creo no estuvo tan afortunado.

Franklin, modesto y frío al principio, vistiendo impecable «smoking» durante la parte teórica, tornóse más y más jactancioso, cobrando bríos, al llegar a la práctica, cuando vistió un flamante traje de luces color de oro… Sintiendo entonces correr por sus arterias la sangre torera que el chico de Brooklyn, cual un oriundo de Triana debe poseer, empezó a exhibir su garboso estilo de maestro, con pases estupendos y maravillosos adornos de capa ante un cornúpeto imaginario, que sólo él veía. De haber realizado semejante «faena» en un redondel, y con toro, los «oles» que hubiera arrancado hubieran sido ensordecedores, y se le hubieran otorgado de seguro las dos orejas y el rabo; pero en un teatro neoyorquino nada de esto puede esperarse. Reinaba allí un silencio de convento, interrumpido solamente por el ruido seco de la capa de raso bajo la hábil mano del torero que le imprimía los clásicos adornos componentes de un arte que el público yanqui, indiferente, no comprendía ni comprenderá jamás.

Proyectó luego algunas vistas fijas — instantáneas de él — tomadas durante su «tournée» por la Península, en las cuales, a decir verdad, no lucía ya tan castizo como en el escenario.

Sidney Franklin se propone visitar — según dijo al final de su disertación — varias ciudades de los Estados Unidos y hacer las mismas exhibiciones que efectuara anoche en Nueva York. Su relato y hasta sus verónicas y molinetes no convencerán con toda seguridad a los americanos, pero sí disiparán erróneas ideas que predominan en el extranjero sobre el toreo; pues este yanqui-matador dice mucho del arte y nada de la supuesta crueldad de la corrida. Su labor resulta, por lo tanto, meritoria y hasta simpática, puesto que ella, a su vez, nos hace simpáticos a los ojos de los súbditos del Tío Sam, quienes hasta ahora puede decirse que casi nos tenían por bárbaros o sanguinarios vándalos, mientras ellos desde hace tanto tiempo vienen practicando el boxeo y el fútbol americano, o los cowboys del Oeste celebran torneos, mucho más terribles que el toreo que predica, su compatriota.

Al terminar, unas «palmas», frías y escasas, de mera cortesía, premiaron la faena del conferenciante; pero si, andando el tiempo, volviese éste a España — de lo que no habló — los buenos aficionados le deben por ella una ovación, una gran ovación y un flamenco «ole tu mare» que se oiga desde Nueva York. ¡Sidney Franklin se lo mereció anoche y no hubo quien se lo gritara!


Franklin afirma en su autobiografía, A Bullfighter from Brooklyn, que en México aprendió a torear en la ganadería de Xajay y que su mentor fue nada menos que el Califa de León, Rodolfo Gaona. Se presentó en El Toreo de la Ciudad de México el 27 de julio de 1924, donde hizo su presentación en uno de esos curiosos festejos a plaza partida, en el que alternando con Porfirio Magaña, Gabino Paredes y Manuel Rodríguez Pepete Chico (así lo relaciona Guillermo Ernesto Padilla), dan cuenta de un muy difícil encierro de Cazadero.

Luego marcha a España. Muy en el american way, inicia una campaña de difusión en los medios de entonces y así, desde finales de 1928 se observan en los diarios madrileños gacetillas en las que se anuncia que el torero neoyorkino hará campaña en los ruedos hispanos. Inicia el año de 1929 en Sevilla el 9 de junio, alternando con Camará II y Echevarría en la lidia de novillos de don José Rufino Moreno Santamaría con buena aceptación. El debut en Madrid será el día de Santiago con Maera II y Manolo Agüero, en la lidia de novillos de Eduardo Pagés, antes Francisco Molina, antes Urcola.




De esa tarde, el cronista del ABC de Madrid, Eduardo Palacio, recoge lo siguiente:

Presentación de un torero norteamericano. Al conjuro de tan extraño suceso, se llenó hasta el tejado la plaza de Madrid. Sidney Franklin, acompañado de Maera y de Manolo Agüero, iba a presentarse ante el público de la corte, tras una actuación, ni brillante, ni vulgar, en el coso donostiarra… En Méjico y en sus Estados más importantes, ha toreado Sidney Franklin varias corridas, muchas, las suficientes para aprender a manejar con la soltura que lo hace el capote y no ignorar algunas de las defensas que puede proporcionar la franela… Con la capa escuchó muchas palmas el torero norteamericano, que llegó a lancear hasta por chicuelinas, claro es, que traducidas al inglés, o sea, sin la gracia y el arte de su inventor, Manuel Jiménez. Se distancia mucho Franklin toreando de muleta y el mismo defecto apunta al tirarse a matar… No obstante, despachó su primer toro de una buena estocada, dando el norteamericano la vuelta al ruedo entre una cariñosa ovación…

De vuelta en México, recibe la alternativa en la fronteriza ciudad de Nuevo Laredo. Esto ocurrió el 22 de febrero de 1931. Los toros fueron de Xajay y el padrino, Marcial Lalanda y a partir de allí se diluye un poco la presencia del Torero de Brooklyn, que vuelve a cobrar notoriedad cuando se le anuncia para ser alternativado de nueva cuenta – no tengo noticias de que haya renunciado a la alternativa de Nuevo Laredo, lo que convertiría realmente ésta en una confirmación – en Madrid, el 18 de julio de 1945, en cartel integrado por el caballero en plaza Álvaro Domecq, que enfrentaría un toro de Benítez Cubero y los diestros Luis Gómez Estudiante y Emiliano de la Casa Morenito de Talavera. El toro de la ceremonia fue Tallealto, de Sánchez Fabrés, como todos los que correspondieron a la terna.

Giraldillo, en la crónica aparecida en el diario ABC de Madrid del día siguiente al festejo, dice lo siguiente:

…Sexto. El mejor presentado de la corrida… Cuatro varas, dos pares de banderillas. Franklin brinda al público. Comienza con mucha voluntad. Hace lo que puede e incluso tira del repertorio florido, saliéndonos por manoletinas y molinetes. Dos buenas estocadas y descabella a pulso. (Hay una ovación y algunos piden la oreja, aunque no muy en serio.) Los muchachos se echan al ruedo y pasean a hombros al torero americano… Aparte de la actuación del Sr. Domecq, que tuvo una actuación brillante, tal como de su jerarquía artística era de esperar, la corrida no tuvo relieve… Sidney Franklin… es ya un veterano. Cuando estaba ya casi olvidado del público que hace ya años le recibió con curiosidad, he aquí que el bueno de Sidney se nos presenta con su intrepidez de deportista… se ha empeñado en ser torero… pero el toreo no tiene traducción posible… solo cabe en el habla española en que nació…

Sus últimas actuaciones son en el año de 1959 y resultan en dos festejos mixtos al lado de su discípulo Baron Clements - también estadounidense - resultando herido en el del 3 de mayo, en Ciudad Juárez y culmina el año el 30 de agosto en Tijuana, dando la alternativa al nombrado Baron Clements, en presencia de Jaime Bolaños y Eliseo El Charro Gómez. Ese día los toros fueron de Javier Garfias (7) y uno de Las Huertas. El segundo de la tarde mandó a la enfermería a Sidney, que además vio a su toro regresar vivo a los corrales tras los preceptivos tres avisos. Esta sería la despedida no anunciada del diestro neoyorkino.

No obstante que es considerado por muchos como una especie de advenedizo al toreo, tuvo y tiene sus admiradores. De hecho, Jorge Laverón señala en su colaboración al diario El País de Madrid del día 9 de junio de 2007 lo siguiente:

Toreros de habla inglesa. Sidney Franklin, norteamericano, fue el primer torero de habla inglesa. Tomó la alternativa en Las Ventas de Madrid el 18 de junio de 1945. Su padrino, Luis Gómez El Estudiante, aquel elegante torero de Alcalá de Henares. Testigo de la ceremonia, Emiliano de la Casa, Morenito de Talavera. La marisquería Sidney, en la calle de Francisco Silvela, próxima a la plaza de Manuel Becerra, luce en honor del torero…





Como podemos ver, la defensa y la difusión de la fiesta de los toros se puede hacer desde muchas vertientes, una de ellas es delante del ruedo y frente al toro, en serio, sin parodiar lo que en realidad es la fiesta de los toros. Al parecer y dentro de su particular óptica, Sidney Franklin lo hizo y en los principales ruedos del mundo y eso es algo que luego, se nos dificulta reconocer.

El Torero de Brooklyn murió en Nueva York, en mayo de 1976 a los 72 años de edad.

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