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domingo, 15 de diciembre de 2013

13 de diciembre de 1931: Triunfal alternativa de Luciano Contreras en Bogotá

Plaza de Toros Santamaría de Bogotá
La que hoy conocemos como la Plaza de Toros Santamaría se inauguró el 8 de febrero de 1931 y era conocida en esos días solamente como Plaza de Toros de Bogotá. Fue edificada gracias al esfuerzo e inversión de don Ignacio Sanz de Santamaría, quien poco menos de una década antes formara la ganadería de Mondoñedo, a partir de vacas nacionales y sementales españoles de Santa Coloma y Veragua.

El primer año de funcionamiento de la Santamaría constó de tres temporadas, la de inauguración, una que se celebró a mediados del año y la que da motivo a esta entrada, iniciada precisamente con este festejo y que contaba con la presencia de los matadores Cayetano Ordóñez Niño de la Palma, Manuel del Pozo Rayito, Sidney Franklin y Andrés Mérida y de los novilleros Francisco Gómez Aldeano y Luciano Contreras que recibirían la alternativa.

La mayor parte de los encierros vendrían de la ganadería de Mondoñedo, destacando las corridas de apertura del serial – 13 de diciembre – y de cierre del mismo, en el que el Niño de la Palma enfrentaría en solitario la corrida, aunque al final cediera el sexto al sobresaliente Andrés Mérida.

Dramatis personae

El malagueño Andrés Mérida había recibido la alternativa en Sevilla en abril de 1930 y en esa tarde, llevando de padrino a Chicuelo y de testigo a Cagancho, le cortó el rabo a uno de sus toros. Confirmó ese doctorado en octubre de ese mismo año en Madrid y sumó 11 corridas en ese calendario.

Luciano Contreras gustó de caminar por las veredas del arte. Quizás fue por eso que en su carrera se notaron las intermitencias de los triunfos. Se presentó en El Toreo en 1925 y había actuado en Madrid en 1930 y tuvo éxitos de consideración.

Por su parte el valenciano Francisco Gómez Aldeano tenía cierto predicamento en Madrid y sus alrededores por el valor que demostraba delante de los toros, aunque su desempeño con las telas, al decir de Cossío fuera basto.

La corrida

El anuncio de la corrida
El Tiempo, Bogotá, 13 de diciembre de 1931
El anuncio del festejo aparecido en el diario El Tiempo de la capital colombiana el día de la corrida, establecía el orden en que los espadas anunciados actuarían en los tres primeros toros y así, se indicaba que Aldeano estoquearía el primero de la tarde y por ende recibiría la alternativa en el mismo; que el segundo correspondería a Luciano Contreras previa la cesión de trastos y que Andrés Mérida estoquearía al tercero y que una vez cumplidas las ceremonias, la lidia tomaría su orden normal, con Mérida estoqueando el cuarto, Aldeano el quinto y Luciano el sexto.

De la relación del festejo que se contiene en el mismo diario, aparecida al día siguiente y firmada por Jorge Forero Vélez Ro – ZETA, se desprende que el orden seguido no fue precisamente ese, sino que efectivamente Aldeano estoqueó al que abrió plaza, pero Mérida se enfrentó al segundo y Contreras recibió la alternativa con el tercero de la tarde, según podemos leer:
La corrida de inauguración. Triunfo de Luciano Contreras. Mérida fracasa estruendosamente. Cogida de Aldeano. Toros malos y mansos. Un verdadero río humano semejaba ayer tarde la Avenida de la República, encauzando a millares de espectadores que se dirigían a la plaza. Las oleadas de muchedumbre efervescente, ávida de sensaciones, invadieron los tendidos y palcos. Lleno rebosante el sol y muy buena entrada en sombra. Doce mil aficionados batieron palmas, cuando a las tres y media el presidente hizo sonar el clarín para que salieran las cuadrillas… Grande expectativa y mucho entusiasmo al comenzar. Más tarde, broncas y fortísimas protestas. Luego, ovaciones delirantes premiando el arte y el valor. De todo hubo en la corrida de ayer; cosas muy buenas y cosas muy malas, triunfos y fracasos; pero en general, el festejo dejó esa sensación agitada y violenta, contradictoria a veces, propia de la fiesta brava… Tercero. Número 101, negro, astifino y más pequeño que los anteriores. Todavía duraban las protestas por lo anterior, cuando, señores, inesperadamente, el diestro mejicano Luciano Contreras, que había pasado desapercibido hasta el momento, electriza a los espectadores con cuatro verónicas que fueron cuatro monumentos. Qué cantidad de arte, de majeza y de valor. Es imposible torear más cerca e imprimiendo a la silueta mayor elegancia y armonía. Allí, frente al tendido 3 queda eso, para que lo mejore quien pueda… En los quites vuelve a deleitar al respetable con verónicas, medias verónicas y recortes sobrios y estilizados. Coge luego banderillas y clava un par entre ovaciones. Maera, el otro mejicano, también es aplaudido en su turno. La faena de muleta merece párrafo aparte… Previa la ceremonia de la alternativa, Luciano se encara con el burel e instrumenta un pase por alto, luego otros de pecho y por alto, todos de colosal estilo, dos ayudados, barriendo el lomo con el trapo rojo y estalla la ovación. Estamos en presencia de un torero grande. Enseguida tres naturales, asombroso el primero. Más tarde, algo increíble y deslumbrador que produjo en los espectadores, ya emocionados hasta el paroxismo, un verdadero rugido de entusiasmo: un pase de la firma en que el cornúpeto dio una vuelta completa, enroscado en la cintura esbelta del artista. Un conjunto de belleza plástica insuperable. He ahí la grandiosidad de la fiesta española: el dominio de una fiera por el arte. Y para completar, un estacada hasta el pomo, que hace innecesaria la puntilla. Doce mil pañuelos garabatean la demanda de la oreja para el triunfador, y las gargantas enronquecen aclamándolo. Infinidad de vueltas al ruedo y todos los honores se le dispensan… Sexto. Número 58, negro zaino, bien puesto de cabeza y muy bonita lámina. Es más bravo que sus hermanitos y hace alguna pelea con los montados; sin embargo, para no desentonar demasiado con los cinco restantes, se sale suelto del último puyazo. Contreras reafirma la magnífica impresión producida en su primero. Con el capote y muleta vuelve a ser calurosamente ovacionado y redondea su halagador éxito, demostrando ser uno de los mejores toreros llegados a estas altiplanicies. Vueltas al ruedo, apoteosis final y salida en hombros hasta el hotel fueron el epílogo de su brillante jornada… Resumen. Entusiasmo desbordante al comenzar, tocado en violenta indignación contra un torero que no supo respetar su nombre, ni la categoría de nuestra plaza mofándose de la tolerancia del público. En otras ocasiones el entusiasmo del comienzo subió hasta los límites del delirio aclamando la sublime labor de Luciano Contreras. En cuanto a Aldeano, se mantiene una cierta expectativa, para saber si vuelve por sus fueros de buen torero, ya que de matador, a todos nos dejó satisfechos… Parte del malestar producido en la plaza, se debió al ganado de Mondoñedo: malo, manso y bronco, no hizo el menor honor a su divisa… Las cuadrillas, regulares. Mucho desorden en la plaza, miles de capotazos inútiles y mala dirección de lidia. Maera, el banderillero mejicano que se distinguió con los palos, abusó, en cambio, de manera con el capote. De los picadores, recordamos a Calderón y a Abadía (hijo)…
A Andrés Mérida se le fueron vivos dos toros, el primero de su lote y el quinto de la tarde que tuvo que haber matado por percance de Aldeano, que recibió una herida en el cuello, del lado derecho, sin que el diario consultado revele parte facultativo que aclare la magnitud de las lesiones que sufrió.

Luciano Contreras
Foto cortesía del blog
Toreros Mexicanos
Don Luis Ruiz Quiroz, en sus Efemérides Taurinas Mexicanas señala que en esta tarde, Luciano Contreras obtuvo el primer rabo que se concedía en la plaza de toros Santamaría, aunque la crónica consultada no refleja la concesión de tal apéndice.

Una buena tarde no hace verano...

Andrés Mérida renunció a la alternativa en 1934. Poco toreó en su nueva incursión en el escalafón novilleril. Falleció en 1939.

A Aldeano tampoco le sirvió de mucho el doctorado de esta tarde, pues para el día de San José de 1932 ya estaba anunciado en Madrid con novillos de Santa Coloma y llevando como alternantes a Juan Mazquiarán Fortuna Chico y a Félix Rodríguez II.

Luciano Contreras quizás tuvo uno de sus momentos de mayor notoriedad en los despachos, en 1946, cuando pretendió romper relaciones con la torería española porque Manolete no pudo – o no quiso – torear la corrida a beneficio del Sanatorio de Toreros. Él terminaría recibiendo otras alternativas: en septiembre 1932 en Cuenca, España, misma que confirmó en El Toreo en noviembre de ese mismo año y en diciembre de 1936 en Querétaro.

Así era la fiesta cuando había toros en Bogotá.

domingo, 3 de febrero de 2013

Las cifras de la corrida del 5 de febrero en la Plaza México

Plaza México

El día 5 de febrero tiene una significación especial en México, pues tiene méritos políticos, religiosos y taurinos para ser observados. En el primero de los casos, representa el aniversario de la promulgación de nuestra Constitución Política de 1917, considerada por algunos de sus estudiosos como la primera Constitución Social del mundo, dado el contenido de sus artículos 27 y 123, que en su origen representaron la elevación, a la más alta categoría legal, de las conquistas de las clases campesina y obrera tras del conflicto armado que se iniciara en 1910.

Para la religión católica representa la fecha apartada en el calendario religioso para venerar especialmente al primer mexicano elevado a los altares, San Felipe de Jesús, mártir misionero en Oriente, de quien se dice que al morir en olor de santidad, hizo reverdecer una higuera que tenía años de estar seca, según premonición de una empleada doméstica de su hogar paterno.

Y en lo taurino, el 5 de febrero tiene una significación especial también, pues en el que correspondió al año de 1946, se inauguró la Plaza de Toros México, en la Capital de la República, siendo por su capacidad, la más grande del mundo.

Mucho, yo diría que casi todo se ha escrito sobre esa primera corrida de toros en lo que se afirma es también la plaza de toros más cómoda del mundo, tanto desde el plano puramente histórico, como desde el anecdótico, pues es innegable el hecho – más para bien que para mal – de que en este País, es la única plaza de toros que da y quita, ha concentrado la atención de quienes en alguna manera hemos abordado temas relativos a la historia taurina de México en el entresiglos del XX al XXI, dada la trascendencia que tienen los triunfos o fracasos allí verificados.

Son cuando menos dos los motivos que me impulsan a escribir esto. En primer término, cito la afirmación de  mi amigo Heriberto Murrieta en la transmisión televisiva del festejo correspondiente al año 2003, en el sentido de que la tradición de festejar el aniversario de la plaza es reciente y en segundo lugar, la posibilidad de responder a la pregunta que hiciera el entonces novillero Adán Mejía en una sesión del Centro Taurino México España, en el sentido de saber que toreros de Aguascalientes habían actuado en esa fecha, antes de que nuestro paisano José María Luévano lo hiciera en la correspondiente a ese mismo año.

De estos festejos resultan una serie de interesantes datos, recopilados gracias a la labor del Maestro Luis Ruiz Quiroz y de la difusión de ésta por los Bibliófilos Taurinos de México, y a partir de esos trabajos, me he permitido organizar desde diversos puntos de vista la información estadística generada por esas Corridas de Aniversario, recopilada principalmente por don Luis, misma que ahora pongo a su consideración.

Las corridas del 5 de febrero

Aunque parezca extraño, la corrida del 5 de febrero ha cobrado carta de naturalidad apenas a partir de 1995, que es el año a partir del cual se organiza con regularidad anual. Hace apenas dieciocho años pues, que se puede considerar a este festejo como un acontecimiento fijo en la llamada Temporada Grande del coso de Insurgentes y en la temporada taurina de México. Tan es así, que en los sesenta y siete años que está por cumplir la plaza, solo se han dado treinta corridas en la fecha, mismas que son las siguientes:
Las corridas del 5 de febrero

Si se observa, aparte de las corridas sucesivas a partir de 1995, solamente en 1946 y 1947 y entre 1991 y 1993 se ligaron festejos en años seguidos. En cuanto al día de la semana en que estos se celebraron, si mis cálculos no fallan, ocho han sido en domingo (50, 56, 61, 67, 84, 95, 06 y 12); cinco en martes (46, 91, 02, 08 y 13); cuatro en los días lunes (79, 96, 01 y 07) y miércoles (47, 92, 97 y 03) y tres en jueves (98, 04 y 09), viernes (93,  99 y 10) y sábado (00, 05 y 11) confirmándose en parte la idea inicial de Heriberto Murrieta de que se daban toros el 5 de febrero, solo cuando era domingo, costumbre que se abandona hace ya dieciocho años.

Las ganaderías

La materia prima de la fiesta es el toro y de las combinaciones ya relacionadas, obtenemos que resultan veintisiete las vacadas que han enviado los 228 toros lidiados hasta el año de 2012 en la hogaño tan señalada fecha:
Las ganaderías del 5 de febrero

Los toreros

En las veintiuna corridas que reseñamos, han actuado sesenta toreros de a pie, de los que cuarenta y uno son mexicanos; catorce, españoles; dos colombianos (Joselillo de Colombia y César Rincón); un portugués (Paco Mendes), un peruano – argentino (Rovira) y un francés (Sebastián Castella), siendo en detalle el número de sus actuaciones:
Los toreros del 5 de febrero

Los caballeros en plaza también han tomado parte en corridas del 5 de febrero. El primero de ellos fue el jerezano Álvaro Domecq Romero en 1979, le sigue Ramón Serrano, que ha actuado dos tardes, la de 1991 y la de 1996, después viene José Antonio Hernández Andrés, en 1993, Giovanni Aloi en 1998, continúa esta cuenta el estellés Pablo Hermoso de Mendoza con actuaciones en 2000 y 2004 y cierra esta relación Enrique Fraga en 2005. Aloi y Hermoso de Mendoza mataron dos toros en sus actuaciones, mientras que los demás, enfrentaron solo uno.

Los trofeos

Mucho se ha escrito sobre el valor intrínseco de los trofeos. Algunos los califican de retazos de toro que no reflejan el valor real de las hazañas de los hombres vestidos de seda y alamares. A despecho de esas opiniones, las que comparto en cierta medida, las orejas y los rabos que se otorgan a los toreros son hoy en día, un parámetro indispensable para muchos, en la medición del éxito de un festejo taurino. 

La primera oreja que se cortó en un 5 de febrero fue también la primera que se cortó en la México y fue la que Manolete obtuvo por su faena al segundo de la tarde, Fresnillo, de San Mateo, en la corrida inaugural. En total se han cortado 48 orejas y 7 rabos, mismos que se han repartido de la siguiente manera: 
Los trofeos obtenidos en 5 de febrero

Aquí vale hacer notar que destacadas figuras de los ruedos, como El Soldado, Jesús Solórzano, Antoñete, Manolo Martínez, Curro Rivera, Armillita Chico, Roberto Domínguez y Joselito, se han ido con la espuerta vacía en las actuaciones que tuvieron en este tipo de corridas.

Toros de regalo

En los últimos años se ha vuelto casi mandatorio que en la corrida del 5 de febrero se corran toros de regalo en la Plaza México. En el pasado reciente, queda la impresión de que se ha abusado de este recurso, sobre todo si se considera que en los últimos quince años se han corrido una docena de ellos, y de éstos, cinco nada más en dos corridas (96 y 03) aunque en totalidad, son diecisiete los toros lidiados en estas condiciones y el éxito con ellos, reflejado en trofeos, ha sido más bien relativo, pues solo con cuatro de ellos se han obtenido apéndices, según se puede ver enseguida:
Los toros de regalo en 5 de febrero

Otros fastos para recordar

El 5 de febrero ha representado para Luis Francisco Esplá en 1984, Roberto Fernández El Quitos en 1993 e Ignacio Garibay en 2000, el día de la confirmación de su alternativa y para Arturo Gilio, esa fecha del año de 1992, fue en la que fue investido como matador de toros por Roberto Domínguez. En el año de 1979 se indultó el primer toro que ha merecido ese honor hasta la fecha, Simpatías de Reyes Huerta, que le tocó en suerte a Cruz Flores esa tarde, asegundando El Juli en 2005 con el indulto de Trojano de Montecristo y se ha producido también una despedida de los ruedos, la de Pedro Gutiérrez Moya Niño de la Capea, en el año de 1995, en el que realmente se inicia lo que hoy es ya una tradición de nuestra fiesta.

Los de Aguas

Al inicio señalaba que uno de los motivos de este trabajo era el de saber que diestros de Aguascalientes habían actuado en esta fecha hoy señalada. De las relaciones anteriores, se puede deducir que la llamada Sevilla de América ha estado presente con siete toreros en nueve oportunidades. 

Abre plaza Calesero, que actuó en 1950; le siguen El Volcán Rafael Rodríguez, en 1961; Manolo Espinosa Armillita, en 1967; después Ricardo Sánchez en 1984, Miguel Espinosa Armillita Chico, en 1991, 1997 y 1999, Roberto Fernández El Quitos en 1993, José María Luévano en 2003 y un sorprendente Arturo Macías en 2007, que llegó a esta corrida contra todos los pronósticos. De todos ellos, solamente Ricardo Sánchez, José María y Arturo han obtenido apéndices en esta clase de festejos.

A modo de remate

A una importante mayoría de aficionados les disgusta la combinación de toros y números. En lo personal no soy muy afecto a ellos, pero en ocasiones como esta, nos sirven para encontrar nuevos significados a la historia de los acontecimientos, como en esta oportunidad, que nos reflejan desde un punto de vista bien determinado, lo que a través de los resultados ha representado la corrida del 5 de febrero en la plaza más grande del mundo, para la Historia del Toreo en México

Versiones anteriores de este trabajo previamente publicadas en las siguientes ubicaciones:




La razón de seguir publicando esto, es que cada año se le agregan nuevos datos que lo actualizan. Ojalá lo encuentren de interés.

Nota: Para leer mejor los cuadros estadísticos, hagan click sobre los mismos.

domingo, 5 de agosto de 2012

1979: Manolo Martínez torea su corrida mil en la Plaza México

Algunos prolegómenos

Programa de mano de la corrida 1000
Hoy se cumplen treinta y tres años de que Manolo Martínez lidiara en solitario seis toros de distintas ganaderías y de esa manera celebrar su llegada a las mil corridas toreadas. Hace unos días conversaba con el amigo y abogado Jesús Zavala Pérez – Moreno, quien por razones familiares tenía cercanía tanto con el torero como con el abogado Luis Ruiz Quiroz, quien durante muchos años llevó un recuento estadístico de lo que sucedía en las plazas de México y en particular, de las actuaciones de los principales diestros mexicanos en todas las plazas en las que actuaban y me contaba que cuando se acercaba el torero de Monterrey a la meta que es objeto de este comentario, en alguna reunión el nombrado don Luis Ruiz Quiroz se lo señaló a don Pepe Chafik, a la sazón apoderado del torero, quien no tenía noción de la marca que Martínez estaba por alcanzar y de que, cuando menos en materia de datos fiables, era el primer torero mexicano en alcanzar esa cifra de corridas toreadas.

Conforme fue avanzando la temporada de ese año 1979 y advertida la administración del torero de la realización por alcanzar, su administración preparó las cosas de tal manera que la fecha del milenario llegara el día 5 de agosto. La víspera, Manolo Martínez mató seis toros – Jesús Cabrera, Tresguerras, Xajay, Begoña, Torrecilla y San Antonio de Triana – en la Plaza Monumental Monterrey y les cortó 5 orejas y dio una vuelta al ruedo y para el día de la gran cita se prepararon en los corrales de la Plaza México toros de San Mateo; Tequisquiapan; San Martín; San Miguel de Mimiahuápam; Reyes Huerta y Los Martínez, vacada que se presentaba en la plaza de toros más grande del mundo.

El festejo y su ambiente

La corrida se dio en un lapso que medió en una temporada de novilladas que había sido interrumpida a causa de una disputa entre la empresa de la Plaza México – dirigida por el Dr. Alfonso Gaona – y la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros, que solicitaban un incremento a sus emolumentos en los festejos novilleriles, pero por otra parte, los novilleros y su Asociación sindical, se oponían a éste. Al final de cuentas, por allá por septiembre, los festejos menores se reanudarían con un arreglo satisfactorio para todos, en apariencia.

La recopilación de Alfonso López
Pude asistir a ese festejo, que fuera de la época climática ordinaria para las corridas de toros, se desarrolló entre lluvia y paraguas. No obstante, la Plaza México se llenó hasta el reloj y el ambiente en la plaza fue magnífico, aunque al final del festejo se agriara, dado que no se produjo el gran triunfo que se espera de una corrida como esa, porque si bien en ella no faltaron los detalles de buen toreo, la única faena que se puede considerar redonda se produjo en el tercero de la tarde y en el resto, los reiterados fallos a espadas emborronaron cualquier lucimiento anterior.

El tercer toro de la tarde se llamó Juan Polainas y la manera en la que Luis Soleares – pseudónimo utilizado inicialmente por Carlos Loret de Mola Mediz y posteriormente su hijo Rafael – vio la faena de Manolo Martínez a ese toro berrendo de San Martín, en crónica de agencia publicada por el diario El Informador de Guadalajara, fue la siguiente:

SAN MARTÍN: Era de esperarse que José Chafik, el apoderado del matador y dueño de San Martín, le mandase lo mejor que tenía. Un bicho con historia genética para semental y precioso: berrendo en negro, botinero, calcetero y bien armado, con cuatrocientos noventa y cuatro kilos de peso, llamado “Juan Polainas”. 
Dos espontáneos, mandados por enemigos de Martínez, son detenidos a tiempo y todavía intenta lanzarse, sin lograrlo, uno más. ¡Qué feo es esto! 
El berrendo embiste más alegre que ninguno otro, y claro y fácil. Martínez le instrumenta unas verónicas muy lentas y bajas, exquisitas, y además cuidando del burel. La media es excelsa y el quite por chicuelinas exquisito, con remate que detiene el reloj. 
Juan Carlos Contreras lo prende en la vara de la tarde – quizá del año – y escucha una ovación que le acompaña cuando sale al ruedo. Una de esas puyas de otra época, echando el caballo hacia adelante y clavando desde lejos en el hoyo de las agujas, para resistir la embestida con la fuerza del brazo, y castigar con rudeza pero donde se debe. Queda el toro, con este único pero suficiente castigo, como seda. Cumple en banderillas. 
Tres ayudados por alto abren la faena. Estatuarios. Inmediatamente liga seis derechazos de primor y martinete en un palmo. Cinco naturales impecables y pase de pecho. Otros tantos derechazos y desdén. Y un pase de pecho. Cada vez con más belleza, trincherazo y serie de derechazos y pase de pecho. Naturales exquisitos y pase de pecho. Naturales exquisitos y desdén. La plaza se viene abajo. Se perfila y coloca su mejor estocada de la tarde, completa, bien ejecutada y en el hoyo de las agujas. En el momento en que el berrendo se desploma espectacularmente en los medios, el aguacero tapa con sombrillas los pañuelos y no estalla el escándalo del triunfo. Hay una oreja. Merecía dos. Vuelta al ruedo y salida a los medios con interminable ovación. El aguacero, respetuoso, se retira…
Manolo Martínez cortaría también la oreja a Milenario, cuarto de la tarde, de San Miguel de Mimiahuápam y la tarde parecía remontar, pero los toros quinto y sexto no le dieron mucho margen para lucirse y para mayor complicación, se eternizó con la espada con el último de la tarde, lo que motivó que ésta terminara casi barruntando una bronca.

Una semana después del festejo, Alfonso López, cronista titular del diario Excélsior de la Ciudad de México, en un suplemento gráfico de ese diario, hacía la siguiente recapitulación de lo sucedido en la corrida:

Todo el arte de Manolo se desdibujó con el estoque; lluvia de cojines 
Para celebrar su corrida número 1,000, Manuel Martínez Ancira, oriundo de Monterrey, Nuevo León, se encerró el domingo 5 de agosto en la Plaza México, con: Pajarito, de San Mateo; Juan y Medio, criado en Tequisquiapan; Juan Polainas, precioso berrendo en negro que llevara la divisa de San Martín; Milenario, de San Miguel de Mimiahuápam; Milagro, herrado por Reyes Huerta y Canta Claro de la ganadería de Los Martínez, todos ellos, toros, toros. 
El regiomontano, recibido con un entradón y obligado a ir hasta los medios para agradecer los aplausos, salió al tercio en su primero, al igual que en el segundo; cortó sendas orejas a tercero y cuarto; tuvo silencio después del quinto, y luego soportó gran cojiniza iniciada antes de doblar el sexto, del cual el juez Pérez y Fuentes le perdonó un aviso y quizás dos. 
Los trofeos no fueron más en los cuatro toros iniciales porque en todos pinchó a la primera vez, pero el recital que diera con capote y muleta, sin olvidar la extraordinaria estocada a Juan Polainas, ahí quedó para la antología de lo verdaderamente artístico en la más bella de las fiestas bellas. 
Desgraciadamente, con quinto y sexto toros, las notas del concierto dejaron de ser tan brillantes como al principio y, por lo fatal que estuvo con la espada en el último, la celebración no terminó como él y sus admiradores hubieran querido. 
De todas maneras, Manolo es el primer torero mexicanos que (según las estadísticas de Luis Ruiz Quiroz) llega a 1,000 “corridas, sí” (como el propio espada lo dijo en el patio de cuadrillas) “porque no todas pueden ser en la Plaza México”. 
Además, como hasta sus enemigos debieron notarlo el domingo pasado, Manolo llegó a esta etapa de su vida torera destilando arte, y del bueno...
El mismo Luis Soleares advierte sus fallos con el acero e intenta explicarlos y justificarlos de la siguiente manera:

…Falló, salvo en dos toros, a la hora de consumar la suerte suprema, sobre la cual ha adquirido un gran dominio en los últimos tiempos, Una peligrosa inhibición le saltó anoche en Monterrey – corrida número novecientos noventa y nueve –, y esta tarde en la milésima, y se tradujo en los indecisos pinchazos que le afearon la brillantez de su triunfo. ¿Mala suerte?, permítaseme no creer en ella. Manolo ha estado mal en su última suerte porque le ha faltado ese instante de decisión plena, ese arrogante encuentro final cuando se ponen a disposición de los cuernos – sin verlos –, los vasos más importantes que corren en la cara externa del muslo izquierdo, tercio superior, y el segundo, bravo, seco y peligrosísimo burel – al que había trazado una lidia imperial, de gran mérito –, le arrojó en el momento de la estocada y estuvo a punto de matarlo. Le pescó en el viaje y le hizo alejarse más de la seguridad precisa a la hora de la verdad. Recuperará Martínez, con su profesionalismo y su carácter el tranquillo seguro a la hora de la verdad. Tal vez gracias a esta frustración dentro del cuadro de su carrera triunfal, se haya quedado en los ruedos. De haber redondeado una tarde de gloria plena hoy, se habría cortado súbitamente la coleta. Algo de esto se temía. Sí, se temía, pues el regiomontano tiene que triunfar en España, plena y largamente, un año tan solo por lo menos, antes de hablar de Las Golondrinas. Está en plenitud…

Mi entrada
La historia nos revela que las cosas no fueron como lo planteara en su día Loret de Mola, sino de un modo bien distinto. Manolo Martínez mantendría hasta el final de su carrera su característica de estoqueador irregular; ya no volvería a España a torear y después de esa corrida, todavía le quedarían otras 344 en el cuerpo.

Esas 344 corridas se dividirían en dos etapas, una primera, que llegaría hasta el día 30 de mayo de 1982 – fecha de su anunciada despedida en la Plaza México – y que constaría de 233 festejos y la última que iría del 28 de marzo de 1987 al 9 de marzo de 1990 – fecha de su última actuación vestido de luces, también en la Plaza México – y que completaría los 111 restantes, pero eso sí, con el mando de la fiesta en México, hasta el último día.

Espero que esta remembranza, no obstante su extensión, haya resultado de su interés.

Aldeanos