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domingo, 4 de agosto de 2024

5 de agosto de 1969: Manolo Martínez y el gozo de una redonda tarde de toros en Málaga

Manolo Martínez es, con poco espacio para la duda, un producto de la auténtica Escuela Mexicana del Toreo. Aprendió el toreo de la mano de Pepe Luis Méndez, quien a su vez fue discípulo de Pepe Ortiz, que se hizo torero a la vera de Luis Güemes, uno de los que fueron integrantes de la Cuadrilla Juvenil dirigida por Saturnino Frutos Ojitos y que actuaba como banderillero a las órdenes de Rodolfo Gaona. Porque, a pesar de las muchas explicaciones que se quieran dar o teorías que se deseen crear, esa es la auténtica expresión mexicana del toreo, la que surgió con los toreros de México que aprendieron la técnica y el oficio que les enseñara el que fuera banderillero de Frascuelo.

Con ese bagaje en algo más de tres años después de haber recibido la alternativa de matador de toros, se había encaramado por mérito propio en la cabeza de la torería en nuestro país y se sintió listo para emprender el camino que lo llevara a conquistar los ruedos de Europa. Para ese entonces, ya no le acompañaba su formador inicial, quien falleció en un accidente de automóvil un año antes, pero con la lección bien aprendida, entendió que lo primero que tendría que hacer, era conocer el ambiente y el toro, sobre todo de España, lugar en el que se concentraría la mayor parte de su campaña. Escribe Carlos Merino Fernández:

A su llegada a España tuvo el cuidado de entrenarse convenientemente con el toro español y... en Jerez de la Frontera mató sus dos primeros toros, uno de Juan Pedro Domecq... y otro de Ana Romero... El 28 de mayo... en la finca “El Toruño”... toreó un toro de quinientos cincuenta y siete kilos, “Patirroto”... Otra vez en Jerez... uno de don Álvaro Domecq... llamado “Beato”... En Salamanca, cerró su preparación. Toreó en total setenta y dos vacas y trece toros, habiendo matado a once...

Diversos encastes, diversos lugares y una actividad intensa. De entrada, entendió que el toro de la tierra a la que iba, era diametralmente distinto al mexicano, que era en ese entonces, prácticamente de un mismo origen. Así sería menos complicado entender en las plazas y ante los públicos, lo que le saliera por la puerta de toriles.

Su campaña arrancó el día 5 de junio en Toledo, en la tradicional Corrida del Corpus, en la que alternó con Antonio Ordóñez y Paco Camino, ante toros portugueses de Cunhal Patricio, tarde que saldó con el corte de dos orejas. Después tendría tardes triunfales en Granada, Plasencia, Zamora, Mont de Marsan, Valencia y Santander, toreando prácticamente cada tercer día en ese lapso de tiempo.

La feria de agosto de Málaga del año 69

La feria malagueña de 1969 se compuso de ocho corridas de toros, a celebrarse entre los días 3 y 10 de agosto de 1969. Las cabezas del elenco de esa feria fueron Antonio Ordóñez, Diego Puerta, El Viti, Paco Camino, Miguelín, Miguel Márquez y Manolo Martínez que iban contratados a dos tardes cada uno. Particularmente este último, inicialmente fue anunciado los días 4 y 5 de agosto.

Al final de cuentas, Paco Camino presentaría un parte médico para justificar su ausencia en La Malagueta ese año, por una lesión sufrida en Huelva el día 1º anterior y le sustituiría el día 5 de agosto, Antonio Ordóñez y el día 8, lo haría Manolo Martínez, siendo así los dos toreros que sumarían tres tardes en ese ciclo ese calendario.

La tarde redonda del 5 de agosto

La tercera corrida de la feria malagueña se celebró en martes. El cartel, decía, al final quedó formado con Antonio Ordóñez, Santiago Martín El Viti y Manolo Martínez, quienes enfrentarían un encierro de doña María Pallarés de Benítez Cubero. Las cabezas de casi todas las crónicas del festejo resaltaron el hecho de que en el mismo se cortaron nueve orejas y cuatro rabos, una cantidad de apéndices difícil de alcanzar en cualquier tiempo y lugar. Quien se llevó el gato al agua fue precisamente Manolo Martínez, quien le cortó las orejas y el rabo a sus dos toros y se alzó, en lo numérico, como el triunfador de la corrida.

La crónica más extensa que encontré fue la que escribió Gonzalo Carvajal, para el diario madrileño Pueblo, dedicada en esencia a Antonio Ordóñez, pero con un título muy mexicano, Puritita gloria, en la que, resalta:

Hoy, Antonio, viste cortar a Manolo Martínez dos orejas y rabo por aquello de tener que torear mañana en el otro pico de España; te marchaste de le plaza después de la apoteosis con el cuarto. Yo tuve más suerte que tú, porque sucedió que el mejicano de oro también cortó las orejas y el rabo del sexto… En las dos faenas el capote lo empleó el Manuel de oro para lidiar. Para arrancar tal cual lance lucido en las dos faenas, Antonio, Manolo Martínez se puso en los terrenos donde casi todo el mundo se muere de agonía. En estos terrenos, dejando la muleta muerta en los mismos belfos de los dos toros de Pallares, cuajó M.M. el toreo bonito, hermoso, el toreo de llevar a los toros como si lidiador y res fuesen «patas del alma»; como si la ligazón de las tandas resultase cosa muy fácil; como si la lentitud en la ejecución del toreo fundamental hubiera nacido el día que nació en Monterrey este mozo de cabeza rizada y toreo lleno de ecos que se quedan en el viaje lento del olé desde la garganta al paladar. Manolo Martínez – un torero que «está lleno de sorpresas», que diría el veterano Cristóbal Becerra – no conquistó más trofeos porque más no había. Te digo. Antonio, que treinta años de afición me obligan a no equivocarme en el calibre de un matador de toros. Como hoy no se equivocó Manuel al matar de media estocada a su primero, y de una entera desprendida el sexto. Málaga, cantaora y torera, lo paseó a hombros, porque el mejicano de nuevo había cuajado una tarde de puritita gloria, de lograr todos los muletazos que sus dulces toros de Pallarés encerraban. Y eso, Antonio (tú mejor que nadie lo sabes), en un torero significa condición, categoría y certeza de figura de la tauromaquia…

Por su parte, José María Vallejo, corresponsal del semanario madrileño El Ruedo, en el número salido el 12 de agosto siguiente, reflexiona:

Pues, sí; ha confirmado la estupenda impresión causada en la corrida anterior. Muletero excepcional, que torea en reducido espacio de terreno de manera florida y variada, con mando absoluto, con preciosismo que no se aparta de lo clásico y con estética de fuerte relieve. Los ¡olés! fueron jalonando sus muletazos mientras se sucedían los aplausos. Certero con la espada, a estocada por toro, le fueron concedidas cuatro orejas y dos rabos y recorrió la periferia repetidas veces para corresponder a los homenajeados. Al final fue aupado a hombros y así hubo de ser paseado, entre grandes ovaciones…

La gran impresión que causó Manolo Martínez fue más allá de la afición y de la crónica. En la misma relación del festejo que hace Gonzalo Carvajal, atribuye a Antonio Ordóñez una reflexión que implica, por una parte, el reconocimiento del altísimo techo que tenía Manolo Martínez como torero y por la otra, lo bien aclimatado que estaba en el medio taurino europeo:

Por la mañana, cuando ya los toros de Pallarés estaban enchiquerados, me dijiste: Manolo Martínez ya le cogió el aire al toro español; ahora, con la afición que tiene, verás cómo las cosas le parecen mucho más fácilesTe contesté que sí, que yo no había engañado a nadie cuando dije que el mejicano era de oro, que ayer había toreado un toro de Camacho como para guardar la faena en una vitrina de museo, y te añadí todo eso de que el toro español, en su lidia, plantea problemas que casi ningún torero americano acaba de resolver…

Y un dato adicional: todo parece indicar que es Gonzalo Carvajal el que bautiza en esta tarde a Manolo Martínez como El Mejicano de Oro. El cronista tenía cierta facilidad para imaginar e imponer apelativos felices a los toreros y así, de su inventiva, Paco Camino fue El Niño Sabio de Camas, Curro Romero, El Faraón de Camas o Diego Puerta, Diego Valor

El signo de la tarde triunfal

Tras de la lidia del cuarto toro y una vez que paseara las orejas y el rabo que le fueran concedidas, Antonio Ordóñez sacó a dar la vuelta al ruedo a sus alternantes y al mayoral de la ganadería de doña María Pallarés. Escribió el corresponsal de El Ruedo:

Ovaciones mantenidas, orejas, rabo; sacó a sus compañeros al ruedo, también al mayoral, y los cuatro, mientras sonaba la música, recorrieron el ruedo donde tan bella página de la historia del toreo se había escrito…

La corrida fue calificada por varios escritores, una vez que concluyó, como la mejor de la feria y quedaban todavía cinco tardes por delante. 

La versión de Guillermo H. Cantú, en el sentido de que se desplegaba una guerra en contra de Manolo Martínez en esos días, no parece muy fundada. Indudablemente que Manolo iba apretando a su paso, intentando justificar su calidad de figura del toreo y también, de reclamar que en aquellas tierras se le reconociera como tal. Escribe Cantú:

...respuestas que, aun siendo auténticas, incomodaban a los peninsulares, acostumbrados a actitudes más modestas de los noveles importados... La guerra estaba declarada. Su penetración había sido demasiado abrupta, sin consideraciones de ninguna clase. Era necesario pararlo, estaba incomodando a muchos...

Las visiones y los fantasmas de Cantú fueron durante muchos años una especie de artículo de fe en nuestro medio, pero en la actualidad, con el acceso a las fuentes de información de la época, de manera directa, se puede apreciar que quizás los juicios eran estrictos, pero que, generalmente esa línea de opinión se aplicaba en todas direcciones.

De lo que no me queda duda, es que quienes fueron a los toros en Málaga hace 55 años, vivieron una extraordinaria e inolvidable tarde de toros.

Aviso parroquial primero: Agradezco de nueva cuenta a doña Carmen Milla, de la Fundación Diario Madrid, por haberme facilitado una parte importante del material que me permitió escribir estos pergeños.

Aviso parroquial segundo: Los resaltados en los textos transcritos son imputables únicamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

sábado, 27 de abril de 2024

Abril de 1974: la última feria de la Plaza de Toros San Marcos (VIII)

Séptima corrida de feria: Cuando las aguas vuelven a su cauce… ¡La gloria de una tarde de toros!

La corrida anunciada para el 27 de abril de hace medio siglo era un mano a mano entre Manolo Martínez y Eloy Cavazos, quienes se entenderían – o tratarían de hacerlo – con un encierro de Valparaíso. Desde los corrales de la plaza se veía una mejoría en puerta. La corrida no era pareja en presentación, pero sí mejor que lo que se había visto en la semana anterior. Eso daba esperanzas de que las cosas mejoraran, porque el rumbo que iban tomando, según hemos ido leyendo en estos días, no era precisamente el que se pretendía.

Hasta el tono de la crónica de don Jesús Gómez Medina es distinto. Sin dejar de señalar lo que no se ajusta a los cánones, con su prosa, intenta dejar patente la grandeza de los momentos vividos ese sábado de abril:

La diáfana tarde de abril – torera tarde de feria – se vistió de gloria y, arropadas en el nimbo luminoso que de ella surgía, caminaron en triunfo por un sendero cuajado de claveles y ofrendas y entre los jubilosos “hosannas” que brotaban de millares de enfebrecidos corazones, Manolo Martínez, Eloy Cavazos y el ganadero Valentín Rivero… ¡Admirable trilogía de vencedores, que transportaron el arte del toreo a la cúspide señalada a los elegidos! Maravillosa conjunción de torerismo y de arte en los espadas, y de aterciopelado estilo e incomparable docilidad y alegría en los bureles, para forjar con tan excepcionales elementos, la jornada de éxito rotundo, reiterado, estruendoso, que había estado ausente en el transcurso de la feria…

En una breve parrafada nos expresa el resultado de la tarde y la función que en el mismo desempeñaron cada uno de los actores de la corrida. Con este breve introito, podría entenderse que la tarde fue triunfal. Y a fe mía que lo fue, una de las grandes tardes de la historia reciente de la Plaza de Toros San Marcos.

Manolo Martínez

Esta actuación la saldó el llamado Milagro de Monterrey cortándole la oreja al primero de la tarde Saleroso y el rabo al quinto Fundador. No se salvó de un par de volteretas, una en el primero y otra en el segundo de su lote, pero eso no impidió que entregara a la afición de Aguascalientes todo su saber para forjar una importante efeméride en la historia de nuestra fiesta:

¡La gloria de una tarde de toros! ... La gloria de la tarde para ti, Manolo Martínez, en cuyo arte se funden la sobriedad y la hondura del toreo rondeño en la noble indolencia y el ritmo atemperado y entrañable de un estilo surgido del mestizaje; que manejas el capote con la acompasada elegancia con que se lleva un manto cardenalicio y que, en tu muleta, atesoras por igual la exquisitez del temple y la férrea e incontrastable solidez del acero; que no en balde naciste a la vera de la Fundidora regiomontana. Y que ayer, como para redondear tu personalidad artística, te mostraste, en dos ocasiones, como un estoqueador de perfiles clásicos… El quinto se llamó “Fundador”, como un bravo sanmateíno inmortalizado por Lorenzo el Magnífico en el antiguo Toreo… Pues bien; el “Fundador” toreado ayer por este nuevo coloso regiomontano está ya inscrito en la lista de los toros inmortales. Y esto, a despecho de que el cárdeno no tenía toda la alegría y acometividad que fueran de desearse… llegó el momento final; armóse Manolo de toda arma y, al conjuro del temple surgió la gran faena. ¡La gran faena, la faena cumbre de Manolo Martínez! ¿Para qué intentar su descripción? Baste el consignar que fue aquello la fiesta del bien torear; la demostración más cabal de que el temple, “caricia suave”, consigue hacer pasar y repetir incontables veces, a bureles al parecer despojados de toda acometividad; reaviva la bravura que yacía hundida, adormecida, en las entrañas de los astados; y ennoblece a las suertes y las vuelve más intensas y emotivas en virtud de la lentitud a la que son realizadas. Y sí a esto agregamos la ligazón, el cabal redondeamiento de las series y, además, la elegancia, el garbo con que actúa Manolo... Torear – escribió Federico M. Alcázar – torea cualquiera. Lo difícil es torear con arte. Y más difícil que torear con arte, es torear con garbo, porque el garbo es un don de los elegidos... De los elegidos, como este Manolo Martínez que, para concluir en tono mayor una faena que había transcurrido en pleno delirio, se acostó en el morrillo, al volapié neto, y dejó un estoconazo desprendido, mortal de necesidad. Tremenda ovación. Las dos orejas y el rabo. La vuelta triunfal, a paso lento. Y una segunda, en compañía del ganadero…

La tarde de Eloy Cavazos

Quien haya leído los escritos de don Jesús Gómez Medina, sabrá que Eloy Cavazos no era, precisamente, un torero de su predilección. Sin perder la ecuanimidad que debe guardar todo aquel que relata o reseña festejos taurinos, siempre encontraba la forma de dejar claro que el de la Villa de Guadalupe no era un torero que llenara sus aspiraciones como aficionado. En la crónica de este festejo deja claro que independientemente de sus apreciaciones personales, la objetividad va por principio, como enseguida lo veremos.

La gloria de la tarde para ti, Eloy Cavazos, que ayer dejaste facilonas pinturerías y te revelaste, para nuestro asombro y nuestra delicia, como un torero de dimensiones en verdad extraordinarias, al realizar un toreo macizo, rotundo, hecho de quietud, de templanza y mando, del que nos habías dado ya un anticipo en tu actuación del pasado 23 de diciembre, y que ayer culminó en tus faenas al estupendo “Rumboso” y al sexto, “Abrileño”, en las que tu arte, despojado de iridiscencias cascabeleras, adquirió la intensidad, el señorío y la limpidez de aquello que pudiera constituir un dechado de bien torear… Eloy Cavazos, volvemos a decirlo, dejó de ser ayer el torero que busca el aplauso fácil y se transformó ante nuestros deslumbrados ojos, en un señor torero... Eloy Cavazos; un artista todo sensibilidad, volcó en cada pase el caudal emotivo de su corazón y saturó la plaza, ya no con la superficial alegría del torero cascabelero, sino con la entrañable verdad del arte auténtico, del toreo verdad, del toreo eterno...

Paradójicamente, fallos con la espada nada más permitieron a Eloy Cavazos cortar el rabo de Rumboso, que hizo cuarto, en lo que resultó ser una corrida dispareja en presencia, pero extraordinaria corrida en cuanto a juego, enviada por don Valentín Rivero Azcárraga.

Los toros de Valparaíso

Sin toros no puede haber fiesta. De los apuntes anteriores ya se puede advertir que una corrida de buen origen y mejor selección estrecha los efectos del azar en el resultado de un festejo taurino. Escribió don Jesús a este propósito:

Y la gloria de la tarde para usted, don Valentín Rivero, en cuyos bureles alentó ayer, de nuevo, la sangre prócer que hiciera la gloria y fuera el origen de tantas preclaras ganaderías; que en la dócil bravura de los seis bichos que llevaron su señal, se incubó la singular brillantez de esta tarde llamada a hacer historia; y cuya perspicacia y pupila de criador de reses bravas se pusieron de relieve al pugnar, contra el parecer de los apoderados, por la inclusión del ya ilustre “Rumboso”, dentro del lote que habría de ser lidiado…

Qué importante es la opinión del criador en la formación de los lotes que se han de lidiar en un festejo. De primera mano, don Jesús Gómez Medina conoció que los apoderados de los diestros actuantes – José Chafik y Rafael Báez – pretendían dejar fuera a Rumboso, quiero pensar que para dejar en su lugar a un toro más recortado y agradable a la vista de sus poderdantes. Al final, el criterio del ganadero, que es quien sabe lo que lleva a las plazas, fue lo que se impuso y Eloy Cavazos, que fue quien se lo llevó en el sorteo, sacó el premio mayor.

Pareceres divergentes

Alejandro Hernández, en el Heraldo de Aguascalientes, consideró que la concesión de trofeos fue algo exagerada, al inicio de su crónica, escribió:

Cuatro orejas y 2 rabos, los que debieron ser cinco orejas, fue el resultado del mano a mano en el que alternaron Manolo Martínez y Eloy Cavazos, lidiando la corrida de don Valentín Rivero, quien, como gran triunfador, dio en dos ocasiones y con cada torero, la vuelta al ruedo, además de haberse premiado a uno de sus toros con otra vuelta...

Parte del interés de todo esto, es que cada quien puede tener y sostener su opinión. Quizás la concesión de ambos rabos le pareció excesiva a Alejandro por la forma en la que los toreros manejaron la espada, pero al final, el juez supremo, la afición, estuvo conforme. 

En conclusión

La nave parecía enderezarse, después de la tempestad vivida en los tres festejos anteriores. Esta tarde de toros – porque el festejo fue vespertino – dejó en claro que esta fiesta es grandeza, y que nada más hay que respetar sus valores fundamentales y sus principios, para que aquella resplandezca.

Aviso parroquial: Este amanuense se plagió, evidentemente, parte del subtítulo de esta entrada, de la crónica del festejo escrita por don Jesús Gómez Medina. A confesión de parte, relevo de prueba.

domingo, 21 de enero de 2024

20 de enero de 1974: Triunfo y escándalo en la Plaza México

La temporada 1973 – 74 de la Plaza México seguía dando tema para la discusión a la afición mexicana domingo a domingo y la séptima corrida del serial no sería la excepción, porque la terna integrada por Manolo Martínez, Adrián Romero y Pedro Gutiérrez Moya El Niño de la Capea, enfrentando un encierro de don Reyes Huerta, atrajo una gran concurrencia al coso de la Ciudad de los Deportes y después de concluido, dejó hechos para la historia y para la memoria.

Manolo Martínez y El Niño de la Capea habían ya tenido actuaciones con claroscuros en el serial, puesto que, en la segunda fecha, a ambos se les fue vivo uno de los toros de Mimiahuápam que les tocó en suerte. El de Monterrey vio volver a los corrales a Campanero el 4º de la tarde y por su parte, El Capea no pudo finiquitar a Nene, el cierraplaza, por lo que también regresó vivo por la puerta de toriles.

En la tarde de esta séptima corrida se conjugarían muchas cuestiones, pero sucedería un hecho inédito, creo que, en la historia universal de la fiesta, según podremos ver a continuación.

Manolo Martínez y Huapanguero

El cuarto de la tarde se llamó Huapanguero, número 19 y se le anunciaron 492 kilos en la tablilla. Las relaciones refieren que hizo cosas de manso a su salida, saltando incluso al callejón. No obstante, por alguna razón Manolo se empeñó en realizarle una faena meritoria con la muleta, por lo que se enzarzó con él en una larga serie de tandas de muletazos, con resultados que no terminaron por trascender a los tendidos. Escribió el corresponsal de la agencia EFE, para el semanario madrileño El Ruedo fechado el 22 de enero siguiente:

En el cuarto, faena empeñosa, que en un momento dado dividió opiniones, para luego unificarlas cuando dio una tanda de derechazos muy templados… Prolongó tanto la faena, que escuchó un aviso. El diestro, encorajinado, arrojó la muleta y se metió entre barreras, ordenándole la autoridad a volver al ruedo…

Por su parte, Daniel Medina de la Serna, en su Historia de una Cincuentona Monumental…, refiere con su particular estilo, lo siguiente:

…el de Monterrey protagonizó uno de sus escándalos más recordados: resulta que se eternizó muleteando a “Huapanguero”, cuarto de la tarde, hasta llegar al tiempo límite que señalaba el reglamento, por lo que el juez Jesús Dávila, considerando que sólo los diamantes son eternos y no los trasteos anodinos, le hizo sonar el primer aviso, por lo cual el de Monterrey se sulfuró, se enchiló como se dice vulgarmente y botó rabioso muleta y estoque y lanzando miradas flamígeras hacia el palco de la autoridad fue a meterse al burladero de matadores para que empezara el sainete, el usía a ordenarle que matara al toro y el torero que no, que no y que no; muchos del callejón le aconsejaban que cumpliera con su obligación y otros que hacía bien en negarse, para algo era el rey absoluto de la tauromaquia nacional, lindando sus atributos con los de un dios; el público tomaba partido según sus simpatías o antipatías y aquellos se volvió un pandemónium…

Total, que el torero no salió y sonaron los dos avisos siguientes. Entonces, Manolo Martínez tomó espada y muleta y volvió al ruedo y se puso a torear… Fueron diez muletazos intensos, con la gente en las gradas entregada a lo que hacía y se tiró a matar, dejando una buena estocada. Sigue diciendo la crónica de El Ruedo:

Dobló el toro y salieron los mansos en ese momento, embistiendo uno de ellos a Manolo, y al hacerle el quite, Chucho Morales resultó arrollado, sufriendo la fractura del brazo derecho. La gente se puso del lado de Martínez, abucheando a la autoridad y arrojando almohadillas. Hubo petición de orejas, que no se concedieron, y el diestro dio tres vueltas al ruedo…

Al final de cuentas, Chucho Morales no tuvo fractura en su brazo derecho, solamente un traumatismo de consideración.

Manolo Martínez fue propuesto para una sanción pecuniaria de $50,000.00, misma que quedó reducida a la quinta parte cuando la autoridad la calificó. Dice la información de El Ruedo salido a la venta el 29 de enero de 1974:

Todo esto se ha traducido en una gran publicidad para el torero regiomontano, mientras la parte sana de la afición señala que: «Manolo Martínez no sólo debe pagar la multa de diez mil pesos, sino añadir otros diez mil, porque el incidente del pasado domingo le permitió convertir en un triunfo lo que era una actuación mediocre» … Una gran faena de Pedro Moya «Niño de la Capea» había borrado del mapa a Martínez, cuando el gesto alterado que tuvo ante él primer aviso, arrojando la muleta y metiéndose al callejón, hizo reaccionar a una gran parte del público a su favor…

Todo es según el color del cristal con que se mira.

Nota al canto: Un clip de video de unos seis minutos y medio, con un resumen de la actuación de Manolo Martínez esa tarde, se puede ver en este lugar del sitio de Facebook de la Filmoteca José Luis Salgado.

El Niño de la Capea y Alegrías

El tercer toro de esa misma corrida se llamó Alegrías y fue el que permitió a Pedro Gutiérrez Moya el rehacerse ante la afición de la capital mexicana, después de que en su segunda actuación se le hubiera ido vivo un toro. Esto le contó a Víctor José López El Vito:

...El pasado 20 de enero se cumplió otro aniversario de una de las siempre recordabas faenas en la Plaza de Toros Monumental México. Fue, en 1974, al toro “Alegrías” de Reyes Huerta. El salmantino, desde su finca, echa mano de la memoria… Fue la tarde que México me adoptó. Relata Capea… Yo arreglé mi bronca con un gran toro de Reyes Huerta, “Alegrías”. Manolo estuvo mal y se descaró con el juez de plaza. Le multaron, le pegaron una gran bronca y desde el tendido le amenazaban con improperios…

Y es certera la remembranza del torero salmantino, porque a partir de esa tarde, su empatía con la afición de la capital fue in crescendo, hasta llegar a convertirse en uno de los toreros de la Plaza México.

Ante Alegrías, su actuación fue resumida así por el citado cronista de El Ruedo:

En el tercero, Pedro Moya «El Niño de la Capea» toreó con primor a la verónica y bordó un quite por chicuelinas. Después realiza la faena de la temporada, que inició con pases de trinchera rodilla en tierra, para después bordar al natural. Largas series con temple admirable… Cuando intentaba cuadrar al toro para entrar a matar, una espectadora de barrera se quitó la camisa y, al quedar con el busto a la intemperie, se formó el alboroto. Cuando los agentes se la llevaban por el callejón se produjo en los graderíos división de opiniones por el «striptease» imprevisto… Dos pinchazos, medio estocada y descabello al tercer golpe. Escuchó un aviso, pero a pesar de ello la gente le aclamó, enloquecida, y hubo mucha petición de oreja, obligándole al diestro salmantino a dar dos vueltas al ruedo y a saludar desde los medios…

Por su parte, refiere Daniel Medina de la Serna:

Y vaya de anécdota: mientras “El Capea” inmortalizaba y se daba gusto pasándose por la faja a “Alegrías”, en una barrera se desarrollaba un acto bataclanesco de “strip tease” a cargo de una fulana que sin más ni más se despojó de la blusa dejando al aire y a la vista del conglomerado el tetamen, no muy imponente ni aparatoso sino más bien menguado y venido a menos, dicho sea de paso, distrayendo así la mirada de los entusiastas espectadores, vinieron a continuación los forcejeos de los guardianes del orden para bajar al callejón a la deshonesta e impúdica damisela que se colgó desesperada, con todas sus fuerzas del alambre que corre a todo lo largo de las primeras filas de barreras; ahí fueron abundantes jalones y tironeos, sin que hubiera ocurrido, como apuntó atinadamente el pintor Pancho Flores en sus comentarios del siguiente martes en el “Esto”, apelar a las cosquillas, método infalible para que se soltara la irreductible exhibicionista. Curiosamente, en alguna temporada anterior, esta descocada fue la misma que trató de tirarse de espontánea en un toro de “Paquirri”...

Una gran tarde la del Niño de la Capea y que le descubrió y nos descubrió la inmensidad de torero que teníamos delante.

La actuación de Adrián Romero

Al final de cuentas Adrián Romero fue el único que salió con orejas en las manos. Se llevó la de Bonito Sueño, quinto de la corrida. En la crónica de El Ruedo:

Adrián Romero fue ovacionado en el segundo por un quite por chicuelinas. Larga y empeñosa faena a un toro con genio, al que sacó partido. Pinchazo y estocada... En el quinto, ovacionado en verónicas de pie y de rodillas, así como por chicuelinas. Fue aclamado en el tercio de banderillas, particularmente en un quiebro en los medios. Con la muleta inició el trasteo con dos cambiados y siguió con pases de todas las marcas. Gran estocada. Una oreja y vuelta al ruedo…

La consecuencia

Poco se habló del tema en la prensa nacional que pude consultar. Pero al domingo siguiente, en el diario El Informador de Guadalajara, en la columna titulada Oro, Seda y Sol, firmada por Rafaelillo M., se contienen entre otras, estas reflexiones:

El tiempo señalado es suficiente para una gran faena; lo ha sido en muchos años en que se ha observado la misma norma… Pero puede haber alguna excepción, cuando una faena plena de arte, con mando y liga, sobrepase el tiempo señalado, creo que entonces se le debe tolerar. Sin embargo, una faena prolongada, tediosa y sin torerismo, debe recibir los avisos de Ley. El público, en estos casos, empieza a pedirlos y a silbarlos. La faena que se prolonga sin ton ni son, no la aguanta el público ni el toro… Se dice que en el Distrito Federal se va a pedir a las Autoridades que se reforme el Reglamento en lo que a los avisos respecta, alargando más el tiempo. ¡Está claro! No habrá diestro que vuelva a escucharlos, aunque se eternice con el estoque… ¿Será posible que los que viven de la fiesta, destruyan la fiesta?

Y todavía recuerdo que me sorprendí cuando un día en la plaza de Sevilla, un vecino de tendido me preguntó por qué las faenas de muleta duran media hora en México… Creo que aquí encontrarán la razón.

sábado, 29 de abril de 2023

Feria de San Marcos 1973. La consolidación de un proyecto (X)

Mariano Ramos se lleva el Escapulario de San Marcos

Hace unos días conversaba a la distancia con Carlos Hernández González, el entrañable Pavón y a propósito de la novillada de preferia ya comentada por estos andurriales, me decía que se extrañaba la presencia de la Casa Domecq en los toros y de los certámenes que organizaba en las principales ferias y temporadas de nuestro país. No tuve más que asentir y reconocer que en estos tiempos que corren, las grandes empresas que antaño se ufanaban por patrocinar a la fiesta de los toros, hoy se refugian en un acomodaticio concepto que titulan publicidad responsable, que les impide relacionarse por esa vía con la tauromaquia, independientemente de que, en lo económico, puedan signar jugosos contratos con las empresas taurinas, para comercializar, en exclusiva, sus productos dentro de las plazas. Como se ve, juegan con una moneda que tiene dos caras y siempre que la tiran al aire, cae hacia arriba, la que les da el triunfo a ellos.

Y es que tanto el trofeo novilleril del Cristo Negro del Encino, como el Escapulario de San Marcos para los matadores de alternativa y en un inicio, dos trofeos a designar por un jurado nombrado ex – profeso, para el triunfador de la feria y el mejor encierro, consistentes en aquella época, en esculturas del maestro Humberto Peraza, eran parte del Certamen Taurino Domecq, que al paso de los años y de la introducción cultural de ideas que no corresponden a nuestra manera de concebir la existencia, se fue diluyendo hasta desaparecer completamente. Hoy en día, son los colectivos de aficionados, quienes, con sus propios medios, reconocen a los triunfadores, sin apoyo o patrocinio de ninguna de esas grandes firmas comerciales, que “en lo oscurito”, siguen medrando con la fiesta.

La corrida del toro de 1973

Se empezaba a generar como tradición en las ferias con el formato como la que se instauraba en Aguascalientes, que los toreros se contrataran por un determinado número de tardes, mas la corrida del toro, un festejo en el que, en disputa de un trofeo, actuaban seis matadores, una especie de beneficio de la empresa. Era una tarde en la que el lleno estaba casi asegurado, pues mucha gente acudía a la plaza para ver, por un solo boleto, a seis de las principales figuras anunciadas en el serial.

En el caso de Aguascalientes, durante muchos años tuvo un incentivo importante, porque el Escapulario de San Marcos era una pieza de oro macizo que la casa vitivinícola arriba citada, ponía en disputa y tenía, aparte del valor propiamente taurino, un valor económico considerable, por ello es que ese cartel era una especie de festejo de triunfadores, aunque se anunciara desde antes de arrancar la feria y los toreros en ella, en realidad se disputaban las palmas, el trofeo y el triunfo.

Posteriormente esa corrida se aprovechó con fines de beneficencia, y no creo estar equivocado que el incentivo en esos casos, sería algún medio para obtener deducciones fiscales, porque los carteles seguían llevando los nombres más destacados del momento taurino. En los últimos tiempos, se propuso la celebración de la Corrida de la Oreja de Oro, a beneficio de la Asociación de Matadores, pero desvirtuando su inicial propósito, que era el de acartelar a los triunfadores de una temporada, para convertirla en apenas una corrida de la oportunidad.

Pues bien, hace 50 años se anunció un encierro de Las Huertas, ganadería de don Luis Javier Barroso, que iba al alza en ese momento, para que la lidiaran Manolo Espinosa Armillita, Manolo Martínez, Jesús Solórzano, Antonio Lomelín, Curro Rivera y Mariano Ramos y esa tarde del domingo 29 de abril, la Plaza San Marcos se llenó hasta en la azotea del tendido de sombra.

El encierro de Las Huertas

A propósito del encierro enviado por don Luis Javier Barroso, titular del hierro de Las Huertas, don Jesús Gómez Medina escribió:

Astados con el respeto adecuado a un festejo de matadores de toros; inclusive hubo uno, el quinto, que, al salir de los chiqueros, arrancó una exclamación unánime de los aficionados; así era de impresionante su catadura… Más, además de respeto, los toros tuvieron bravura y encima buen estilo, exceptuando el mismo quinto ya mencionado… Fue, en suma, la de Las Huertas una corrida con la que los matadores anduvieron cómodos, desahogados y en plan torero; características que los taurófilos supieron estimar cumplidamente… Tan solo una tacha mostraron casi todos los bichos: su escasa fuerza de patas. ¿Deficiencia congénita? ¿Falta de la adecuada alimentación o, quizás, del terreno necesario para que los toros, con el ir y venir, vigoricen sus músculos...?

Mariano Ramos reitera su intención de ser figura

Decía al inicio que Mariano Ramos fue quien se llevó el Escapulario. Ya había hecho su declaración de intenciones la noche del lunes 23 y la tarde del día de San Marcos, día este último, en el que desorejó a un toro de Piedras Negras. Pues bien, en el festejo que hoy me ocupa, se enfrentó al sexto de la corrida y don Jesús Gómez Medina escribió lo siguiente en su crónica para El Sol del Centro, a propósito de su actuación de esa tarde:

Para el joven as del toreo mexicano fue “Candidato”, otro burel de buen estilo, si bien terminó aplomado. Con el percal, lances de diversa factura, con los pies juntos, abierto el compás o realizados a modo de mandil… Y con la franela, imponiéndose al agotamiento de “Candidato”, Mariano, tesonero, valiente por sobre toda ponderación, pero, además, con una seguridad y un sitio y un mando admirables, cuajó una faena que tuvo periodos de gran brillantez y emotividad; que colmó los entusiasmos populares; y que, por último, cuando Ramos se fue sobre el morrillo de “Candidato”, recto, decidido, en entrega total, y dejó el acero en todo lo alto; aunque luego “Candidato” se amorcilló, requiriendo del descabello al segundo intento; albearon los tendidos y, al hacerse acreedor a las dos orejas, Mariano Ramos, a la vez, se convirtió en el triunfador del festejo, ganador, asimismo, del Escapulario San Marcos, entre las ovaciones del respetable…

El cronista, a la vez Juez de Plaza, le concedió al llamado Torero Charro, las dos orejas después de haber finiquitado a su toro al segundo golpe de descabello. Esa es una señal importante de la magnitud de la faena de Mariano Ramos al toro de Las Huertas, misma que le valió para que por aclamación popular – así se adjudicaba ese trofeo – se le premiara con el Escapulario en disputa.

El resto de la corrida

Manolo Martínez le cortó una oreja al segundo de la tarde. Una oreja que al final del día no le resultó suficiente para llevarse el premio del festejo. Así fue su labor:

Se la cortó, en buena lid, a “Cantaclaro”, al que lanceó al natural yendo de menos a más en cuanto a lucimiento; adornóse luego haciendo la chicuelina en forma estatuaria, personalísima y remató con señorío. Un puyazo, y el de Las Huertas dobló los remos. Así llegó al trance final: muy suave, apurado de facultades, pero excelente de estilo. Y Manolo lo aprovechó cumplidamente para torearlo en redondo, con una y otra mano, con temple, con largueza en los naturales y derechazos; molinetes exactos, escultóricos; el del desdén, repetido con idéntico alarde de señorío y torerismo; el adorno espectacular del toreo con el engaño por la espalda y, para culminar, media en lo alto, que hizo pupa a “Cantaclaro”. Ovación; una oreja ganada en buena forma, y la vuelta al ruedo entre ovación general…

Otra faena destacada, aunque fuera de más a menos, fue la de Jesús Solórzano, de la que don Jesús nos cuenta:

“Talismán”, el tercero. Chucho Solórzano lo toreó por verónicas de clásica instrumentación; abierto el compás y a la vez, con temple, con ritmo, rematadas con media estatuaria. Tras el puyazo de rigor, un quite, el único de la tarde, por gaoneras de límpido trazo y con ajuste… A instancias del respetable, tomó los garapullos Chucho para cuajar el periodo más brillante, tal vez, de su labor. Fue el primero un par desigual; mejoró sensiblemente en la realización y colocación en el cuarteo que vino luego y que arrancó una sonora ovación; para concluir con un paresazo de perfiles extraordinarios: salió de las tablas sesgando por fuera, para quebrar en falso y al relance, en la cara y cuadrando superiormente ante los pitacos, igualó los garapullos en todo lo alto, ante el clamor unánime de los espectadores, que, de pie, aclamaban al magnífico rehiletero… La faena ya no tuvo idéntico nivel: la inició Chucho de hinojos, sufriendo un achuchón; y de pie toreó con la derecha en repetidas series, con limpieza, sí, aunque sin la emoción que fuera de desearse y que se hubiese producido si Chucho se aprieta más con "Talismán". Tres pinchazos y una entera, desprendida, dieron cuenta del de Las Huertas. Y, entre palmas generales, Solórzano dio la vuelta al ruedo…

Antonio Lomelín se lució en el segundo tercio con el cuarto, que se apagó pronto y Manolo Armillita y Curro Rivera no tuvieron mucha tela de donde cortar, por lo que solamente pudieron cumplir con decoro en su actuación.

viernes, 28 de abril de 2023

Feria de San Marcos 1973. La consolidación de un proyecto (IX)

Tras la tormenta, la calma del triunfo

El domingo 23 de abril de 1972, en la quinta corrida de la feria, el encierro de Torrecilla fue el centro de atención de un festejo que se calentó desde el desencajonamiento de los toros, por su escaso respeto. Francisco Lazo, en ese año cronista del diario deportivo Esto de la Ciudad de México y cubriendo la feria también para El Sol del Centro, escribió la víspera en su columna diaria:

Fue desencajonado el encierro de Torrecilla... Viene un toro que es medio hermano de “Payaso”, astado de Torrecilla que indultó "Currito" Rivera en la Plaza México... El señor Llaguno, al que todos llaman con afecto “El Mudito”, habla más de lo que muchos creen. Ahora que se fija bien en lo que dice... Así pues, no adelanta ningún, digamos, pronóstico, ni da datos de sus toros... Están en 420 de promedio y uno pesó 478 kilos...

Discreto fue Pancho Lazo al no adelantar la que le esperaba a los que asistirían a esa encerrona de Curro Rivera, porque en la crónica de la misma, al día siguiente, relata entre otras cosas:

Los tres primeros toros no lo parecían. tenían cara de “chotos”. Los otros tres tenían mal aspecto. Los primeros presentaron mejores condiciones de lidia y el diestro los aprovechó toreramente, sólo que, por la falta de presencia de esos astados, la gente no se lo tomó en cuenta…

Ese era pues, el antecedente inmediato de la presencia de los toros de Torrecilla en la Plaza de Toros San Marcos. Las cosas estaban dadas para que la histórica ganadería pudiera reivindicarse.

La tormenta en el horizonte

El festejo del 28 de abril de 1973 era el estelar de la Feria. En él se reunían por primera vez en la Plaza de San Marcos, en un mismo cartel los nombres de Manolo Martínez, Eloy Cavazos y Curro Rivera

Al mediodía de ese sábado, hora del sorteo las cosas no iban bien. De nueva cuenta, el encierro que llegó a los corrales de la plaza carecía del mínimo respeto y de las condiciones para ser lidiado en una corrida de toros, por lo que desde unos días antes se estuvieron trayendo y llevando reses para intentar mejorar lo presentado por el ganadero José Antonio Llaguno Ibargüengoitia. Al final, el Juez de Plaza, don Jesús Gómez Medina indicó que suspendería el festejo por la impropiedad del ganado y por alguna razón urdida en los entretelones de la fiesta y de la administración pública, la corrida terminó celebrándose, a condición de que el ganadero sería multado y la sanción comunicada a la afición antes de iniciar la corrida.

La sanción se comunicó y hubo reacción en el patio de cuadrillas. Así lo contó Jaime Martínez Fonseca, el El Heraldo de Aguascalientes:

Escandaloso incidente hubo ayer en el Coso San Marcos, cuando el Juez de Plaza, Jesús Gómez Medina anunció una multa de cinco mil pesos para la ganadería de Torrecilla porque el encierro enviado para la corrida no reunía el trapío y peso reglamentario... El anuncio fue dado a conocer antes de que se diera la orden para el paseíllo. El inicio del festejo quedó suspendido por casi media hora debido a que los matadores Manolo Martínez, Curro Rivera y Eloy Cavazos se negaban a salir al ruedo, al parecer en protesta contra el mismo Juez y la Empresa...

Más adelante, en una información diversa, se explicará algo más a detalle ese retraso en el inicio de la corrida y lo que se pretendía con él.

Don Jesús Gómez Medina, en su tribuna de El Sol del Centro, refleja en su recuento el tenso ambiente previo y el vivido en la corrida. De su relación cito lo que sigue:

“Apología “pro domo sua”. Pues, a partir de 1948, desde que, en forma casi ininterrumpida, he venido haciendo las crónicas de toros en este periódico, desafío a toreros, a ganaderos y empresarios a que demuestren que, en alguna ocasión, o en cualquier fecha o lugar, quien esto escribe haya demandado de alguno de ellos alguna dádiva, alguna retribución, algún servicio a cambio de un elogio, de un panegírico, del comentario más simple... Y esto, que en el planeta de los toros pudiera sonar como insólito, no lo comprenden quienes viven por y para los toreros; quienes han hecho un oficio de alterar la verdad en provecho de no importa qué intereses... si me equivoqué al sancionar un encierro que no reunía el trapío y el peso requeridos para una corrida de toros – de lo que no tan sólo yo, sino cuatro mil y más espectadores fueron testigos – acepto plenamente mi responsabilidad y la culpa consiguiente... Y si el procurar la defensa de los intereses de los aficionados es razón y motivo para que se me destituya, ¡enhorabuena! Ya en líneas anteriores lo dije explícitamente: no estoy casado con el puesto; lo acepté con todos sus inconvenientes, en atención al amigo, más estoy dispuesto a dejarlo si ello es necesario... Tan sólo una cosa pediría antes de esto: hacer exigible, a despecho del Reglamento, la instalación de una báscula en el Coso San Marcos, para que no continúen dándonos coba con los pesos de los bureles...

Duras las palabras de don Jesús Gómez Medina, pero contundentes también sus razonamientos. Tuve el honor de conocerle y de constatar su rectitud, así que el hecho de que se haya intentado siquiera deslizar la idea de que su actuación era motivada por algún motivo inconfesable – en el caso, por algún cohecho – solamente quedó en la retorcida mente de aquellos que lo concibieron. Don Jesús fue siempre un hombre de una sola pieza y como lo dejó escrito, aceptó la presidencia de los festejos por afición y por corresponder a la amistad que le unía al alcalde en turno, nada más por eso. Y al final, se quedó solo, porque ni su amigo el alcalde le apoyó en sus determinaciones.

El remanso del triunfo

Sigue escribiendo don Jesús:

Luego del terremoto ocasionado por la imposición de la multa a la ganadería de Torrecillas, y tras más conciliábulos y discusiones que ocasionaron los tratados de Versalles o de Postdam, finalmente tuvieron a bien hacer el paseo Manolo Martínez, Eloy Cavazos y Curro Rivera… Y vea usted lo que son las cosas: Manolo, acostumbrado de antiguo a lidiar reses sin respeto, consideró que el primero no tenía el suficiente para su jerarquía, por lo que fue cambiado por el primer reserva, un toro con más libras al que, con la muleta, toreó bien; en ocasiones, extraordinariamente bien, – ¡Oh; aquel pase natural ligado al de pecho, de pura cepa belmontina! – a despecho de la mansedumbre del burel; y al que liquidó en excelente forma, valedero todo ello para una oreja que el “rey” Manolo devolvió olímpicamente, antes de dar la vuelta al ruedo… Y yo, que dos días antes apenas había proclamado entusiasta y desinteresadamente en estas columnas las gestas de sus faenas a los dos bureles de Suárez del Real, no pude menos que recordar la frase aquella de Talleyrand, en relación con Bonaparte: ¡Qué lástima que un torero tan grande sea tan mal educado! … Eloy Cavazos, a su vez, que se encontró de primeras con un enemigo manso, sin casta ni fuerza, con el quinto, en cambio, llevó a cabo un trasteo espectacular a los acordes de la música vernácula; arrimándose y haciéndose aplaudir con fuerza, para concluir con un espadazo del que salió rebotado. Ovación, oreja y vuelta… Curro… con el sexto, “Serenito”, bravo y alegre – el único bravo del encierro – Curro triunfó cabalmente, rotundamente. Buenos lances con el percal; y en el último tercio, un trasteo pleno de torerismo, de temple, de quietud y de mando; imprimiendo a los muletazos dimensión y hondura, sacudiendo vivamente la sensibilidad colectiva, pues el público terminó entregado a su arte y a la plasticidad de su bien torear, en el que se aúnan con admirable síntesis el clasicismo con lo moderno. Media estocada en todo lo alto; las orejas y el rabo y doble vuelta al ruedo, en pleno triunfo...

Lo que nos transmite don Jesús es, creo, claro, conciso y suficiente para expresar los sucesos ocurridos en esa fecha. 

Otra visión del escándalo

Me parece que no tiene desperdicio lo publicado al margen de la crónica por el periodista Agustín Morales Padilla, en el mismo diario y de lo que extraigo lo que sigue:

Un fraude más… La multa que la autoridad aplicó al propietario de “Torrecilla” fue benigna. Lo correcto hubiera sido impedir que los novillitos fueran lidiados, ya que no tenían la edad, ni el peso, ni el trapío reglamentario. Ahora bien, pudo haber sucedido que era el único encierro disponible y ante los riesgos que habría supuesto la cancelación de la corrida, se decidió darla... ¿Podría establecerse el origen de todo ese estado de cosas que privó en el coliseo taurino? Desde luego que sí. Dicho sin mayor preámbulo, habría que señalar en primer término, la compra, por la empresa de un encierro de mini toros para la corrida estelar de la Feria... Los diestros, particularmente Manolo y Eloy, tampoco son ajenos, pues se sabe que este último, sobre todo, pugnó por el cambio de toros y logró sustituir Valparaíso por Torrecilla... Tan existe culpabilidad de ellos, que, una vez anunciada por el sonido local la multa aplicada al ganadero, ambos se solidarizaron – y cómo no iban a hacerlo – con Antonio Llaguno y se negaban a hacer el paseíllo, desoyendo y burlándose de la reiterada orden para el despeje...

La multa anunciada por la megafonía fue de cinco mil pesos – en esos días equivalentes a unos cuatrocientos dólares – y la corrida, celebrada al fin, pasó a formar parte de la historia de nuestra Feria.

Aviso parroquial primero: Hace diez años publiqué una primera versión de estos mismos hechos, misma que pueden consultar en esta ubicación.

Aviso parroquial segundo: Los resaltados en los textos transcritos son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

miércoles, 26 de abril de 2023

Feria de San Marcos 1973. La consolidación de un proyecto (VIII)


La gran tarde (noche) de Manolo Martínez

Para la quinta corrida de la feria del 73, a celebrarse la noche del jueves 26 de abril, don Guillermo González Muñoz acarteló a Alfredo Leal, quien cerraba su actuación final en el ciclo; Manolo Espinosa Armillita, que debutaba en el serial; y, a Manolo Martínez, que hacía su segunda comparecencia para enfrentar un encierro de Suárez del Real. Esa noche era, especialmente para Alfredo Leal, quien fuera el gran triunfador de la feria anterior, la oportunidad de justificar ante la afición de Aguascalientes su inclusión en los carteles del serial, habida cuenta de que en las dos tardes anteriores había pasado prácticamente inadvertido. 

Ya la tarde del día de San Marcos, Alfredo Leal había dejado algún apunte de la gran clase que siempre atesoró. Pero no logró conmover a los tendidos, por lo que, especialmente para él, esa corrida con la que cerraba su participación en la Feria de San Marcos de 1973, era de un importante compromiso.

Los toros de Suárez del Real

El punto de partida de cualquier festejo exitoso es el ganado que se vaya a lidiar en él. En esta oportunidad, el éxito del festejo no derivó precisamente de la calidad de los toros de Suárez del Real, sino del tesón, la voluntad y el arte de los toreros que los enfrentaron. Escribió don Jesús Gómez Medina acerca del encierro corrido esa noche:

Sin presentar problemas, sin ser ni de lejos unos “pregonaos”, los seis astados que integraron el lote lidiado ayer, mostraron un descastamiento rayano en la mansedumbre, cuando no fueron totalmente mansos… Sin malas ideas, eso sí; con una docilidad borreguna, pero sin pizca de acometividad. Hubo uno, el quinto, rotundamente manso… Un encierro terciado, en suma, que permitió que a tres de ellos le cortaran orejas; si bien el mérito de esto fue exclusivamente de sus respectivos matadores…

La gran noche de Manolo Martínez

Manolo Martínez cortó tres orejas en esa noche, y no sería exagerado decir que se las arrancó a los toros que le tocaron en suerte. Ya dejó establecido el cronista que fueron quizás justos de presencia, pero de esos que no transmiten al tendido, a los que, para emocionar, el torero tiene que hacerlo todo. De la narración de don Jesús Gómez Medina de las faenas de Manolo Martínez, entresaco lo que sigue:

…cuando el torero, aunándolos al sitio y a la calidad, exhibe el celo, el afán de triunfo, la rotunda determinación de conservar, a todo trance, un lugar de antiguo suyo dentro del escalafón taurino, como un príncipe celoso de mantener la integridad y la limpieza de sus blasones, entonces, amigo lector, se producen actuaciones y faenas como las que ayer realizó Manolo Martínez: dechados y ejemplo de lo que debe entenderse por realizar el toreo – el buen toreo, el toreo de la mejor ley – a despecho de las condiciones negativas de los bureles y por encima de los factores adversos que representan la mansedumbre y el descastamiento…

Temple en la muleta, para llevar a son, el ritmo ora intenso, ora perezoso y lánguido de una mano con poderío, la acometida violenta o parsimoniosa del astado. Temple en el espíritu, para llegar hasta la propia jeta del burel, para cruzarse con él al máximo, rebasando esa linde espectacularmente emotiva que suponen el terreno del toro y el del torero.

¿Terrenos del toro? ¿Terrenos del torero? ... ¡Ah!; cuando éste manda, toda la dilatada superficie del ruedo es suya; cuando ocurre lo contrario, el lidiador no está a salvo ni en el burladero. Definición belmontina ésta, que, como todas las del “Pasmo de Triana”, encierra una profunda filosofía.

De idéntica procedencia belmontina es otra sentencia, que ayer recordábamos mientras éramos testigos de la actuación del regiomontano: “el toreo es una caricia suave”. ¿Acaso ni tiene algo de cariciosa insinuación la forma que Manolo emplea para enseñar a embestir a los bureles, incitándolos en una especie de jugueteo, llevándolos suavemente prendidos en el engaño, para despertar en esta forma la antigua bravura agotada por torpes manipulaciones?

El toreo, ¡caricia suave! ... Porque, una vez metido en la muleta, con qué parsimonia tira del astado, obligándolo, forzándolo a embestir una y multitud de veces; encelando su marchita fiereza con la voz, con la roja sarga, con el cuerpo, ¡con todo! ¡Y qué tersura la de los pases con la derecha, qué lánguida templanza en los naturales, qué señorío y cuánto sabor en los de pecho!

Y, además, la hierática elegancia de los molinetes y la pincelada majestuosa del pase del desdén; una suerte que Manolo Martínez no inventó, ciertamente; pero a la que imprime la augusta majestuosidad de los monarcas del antiguo Oriente.

Y todo esto, insistimos – y aquí radica, quizás, el mayor mérito de la labor de Manolo – a contrapelo con la mansedumbre de sus dos enemigos; a los que, tras de haberles extraído un partido inimaginado, entre el entusiasmo del pópulo, liquidó, al tercero con media estocada a toro desigualado y descabello al segundo golpe; y al sexto, con un estoconazo definitivo, valedero para la obtención de ambos apéndices auriculares; con vueltas al ruedo entre ovaciones y música en ambas ocasiones, especialmente a la muerte del último astado…

Creo que no hay mucho margen para el comentario, salvo dejar patente que la narración de don Jesús sería aplicable a una importante cantidad de festejos de estos tiempos que corren, en los que el descastamiento del toro es ya regla y no excepción.

El brillante fin de compromiso de Alfredo Leal

El Príncipe del Toreo, decía al inicio, había tenido un paso casi fantasmagórico por la feria en sus dos primeras actuaciones. Esos altibajos le caracterizaron en su dilatada carrera por los ruedos, pero en la época en la que surgió, la afición sabía esperar a los toreros de su cuerda, pues en la tarde y en la plaza menos imaginada, recuperaban el paso perdido y reencontraban la senda de los triunfos. Así le sucedió la noche del 26 de abril del 73, y así lo contó don Jesús Gómez Medina:

En rigor, pese a haber actuado, con anterioridad en dos ocasiones, fue hasta ayer, en el quinto festejo de la feria, cuando asistimos a la reaparición del arte principesco de Alfredo Leal… Porque al primero de Suárez del Real, lo toreó de capa, por verónicas y chicuelinas, con la sobria y erguida elegancia que suele imprimir a su toreo Alfredo; para más tarde, con la franela, realizar una faena tan pausadamente señorial, tan límpida, con un temple tan exacto, tan exquisito, que consiguió con todo ello enardecer a los espectadores... Luego el burel vino a menos; pero, en el momento definitivo – en la suerte suprema – Leal se perfiló parsimonioso y sereno, como lo haría Mazzantini; y, una vez fijado el burel, se fue tras el acero, recto y decidido, como un “Frascuelo”; con tal determinación, ciñéndose a tal grado, que sacó la taleguilla rota arriba de la rodilla izquierda … ¡Una estocada, un estoconazo que está pintando para la de la feria! Ovación, oreja ganada a ley con el acero, y la vuelta al ruedo…

Manolo Espinosa Armillita

La noche no fue propicia para Manolo Armillita. Las crónicas de los dos diarios locales son coincidentes en que se le vio falto de sitio y por ende, desconfiado, con una actitud muy distinta a la de dos años antes, cuando le disputó de tú a tú el Escapulario de San Marcos a Manolo Martínez y prácticamente se lo arrebató de las manos. Sigue contando el cronista:

En parangón con sus alternantes, en Manolo Espinosa es evidente la falta de sitio. T esta carencia engendra, como primer efecto, la falta de confianza, la inseguridad en el lidiador… De aquí que su labor de ayer haya sido tan desangelada, tan gris. Hay un mundo de distancia de aquel Manolo Espinosa que hace dos años ganó, en buena lid, con brillantísima actuación, el trofeo de la feria, sacándoselo prácticamente del bolsillo a Manolo Martínez, y el torero que ayer, aunque trató de hacerlo, fue incapaz de llevar la emoción y el interés a los tendidos… Y es que el arte del toreo es un arte exigente, que requiere de quienes lo cultivan, una entrega total y constante…

Y así fue como se produjo otro festejo nocturno en la Plaza de Toros San Marcos. Cabría resaltar que las crónicas reseñan la presencia de personajes como don Pedro Vargas y don Antonio Ariza, brindados respectivamente por Alfredo Leal y Manolo Espinosa. Los toros de nuestra feria ya atraían visitantes de renombre.


domingo, 23 de abril de 2023

Feria de San Marcos 1973. La consolidación de un proyecto (V)


Sin toro no hay fiesta posible (primera parte)

Tras de que la corrida con la que abrió el serial de hace 50 años dejara como signatura una importante tarde de Curro Rivera, se percibía animación en el ambiente. La segunda corrida sería la primera que se verificaría en horario nocturno y tenía como aliciente la presentación de Manolo Martínez, Alfredo Leal y Mariano Ramos en el ciclo. Entre otras cosas, dice la nota previa al festejo, aparecida en El Sol del Centro del día 23 de abril de 1973, día de la corrida:

La plaza de toros San Marcos se engalana nuevamente hoy, para la segunda corrida de la Feria Nacional de San Marcos y primera nocturna de la serie, presentándose un cartel que reúne grandes atractivos, al presentarse el regiomontano Manolo Martínez, alternando con Alfredo Leal y Mariano Ramos, para despachar un magnífico encierro de seis cromos de la acreditada ganadería de Valparaíso, que desde ayer fueron admirados en los corrales de la plaza… Hay animación grande por la corrida de esta noche, pues la afición local y visitante, sabe que los tres ases de la baraja taurina disputarán por igual el aplauso y la ovación que refrenden sus continuos y resonantes triunfos, sobre todo al hacer su presentación en esta extraordinaria feria taurina, elevada ya a una de las más importantes en el mundo... El tradicional y significativo sorteo, se hará a las cinco de la tarde y es de esperarse que haya suerte para todos.

Como se puede leer de la nota de prensa, los toros serían de Valparaíso, ganadería que en la época gozaba de gran predicamento entre la afición y sobre todo, entre los espadas que ocupaban las primeras posiciones en el escalafón. También resultaba atractiva la reaparición aquí de Alfredo Leal, quien era el triunfador efectivo de la feria del año anterior y que si bien, había anunciado que se iba de los ruedos, tras de materialmente bordar a Chamaco de don Jesús Cabrera la noche del 24 de abril en la misma Plaza San Marcos, desistió del intento de despedirse y continuó su andadura por los ruedos. Así pues, la mesa estaba servida para tener una interesante noche de toros.

El gozo al pozo

Los toros de don Valentín Rivero Azcárraga justificaron el aserto de don Antonio Llaguno, en el sentido de que no tuvieron palabra de honor. En la jerigonza periodística de hoy, se diría que no caminaron. La visión crítica de don Jesús Gómez Medina, cronista de El Sol del Centro, es más tajante, dura, entre otras cuestiones, reflexiona lo siguiente acerca del encierro lidiado:

...en los primeros años de este siglo un magnate zacatecano lleno de afición, don Antonio Llaguno, consiguió, merced a los buenos oficios de Ricardo Torres “Bombita”, el mandón del momento, hacerse de la espuma, de la flor de lo que pastaba en las dehesas saltillenses. Nació de esta forma la ganadería de San Mateo... Quiso, sin embargo, el destino – para la fiesta un destino aciago – que, muertos don Antonio y don Julián, quienes les sucedieron en la posesión de las porciones en las que se dividió San Mateo, otorgaran definitiva primacía a la suavidad y a la pastueñez en la embestida, con mengua de la antigua fiereza, de la primitiva bravura que singularizó y dio nombre al toro de lidia… LOS EFECTOS DE UNA TRANSFORMACIÓN… Hoy, a unos años de iniciada dicha transformación, estamos asistiendo a lo que tal vez sean los prolegómenos de la extinción total del espectáculo. Lo que antaño fue codiciosa bravura, es ahora borreguna docilidad; y la fortaleza de aquellos astados que solían poner en evidencia a quienes no poseían auténtico torerismo, se ha convertido en lánguida acometida, tan frágil y perecedera como flor de invernadero… Y si bien asentamos lo anterior por lo acaecido ayer por la noche, con los bureles de Valparaíso, puede afirmarse que, en rigor, la decadencia del ganado de lidia es de alcance general. Pese a los progresos de la genética, o quizás como fruto de un inadecuado empleo de aquella, los toros, día a día, poseen menos bravura, menos fuerza…

Lapidario es el juicio de don Jesús y aunque escrito hace hoy exactamente hace medio siglo, vale en cada idea que expresa para lo que sucede en nuestro tiempo. Lo que don Jesús plantea no se detuvo en su día y no ha cesado en sus efectos, salvo en contadas y muy honrosas excepciones.

La actuación de los diestros

Manolo Martínez se llevó la única oreja de la corrida. Se la cortó a Elector, segundo del festejo, a partir de obligarle a tomar la muleta y a pasar. La visión de Alejandro Hernández – tengo la impresión que esta crónica fue la de su presentación en El Heraldo de Aguascalientes – es la siguiente:

Manolo Martínez en su primero recibió a “Elector” con lances de sello personalista; con la muleta dio cátedra al torear sobre la mano izquierda en series plenas de arte y temple que hicieron levantarse de sus asientos a los aficionados. Con la muleta en la diestra volvió a hacer vibrar la plaza entera, haciendo que la concurrencia arrojara prendas a la arena. Al intentar un molinete resultó trompicado por “Elector”, sin consecuencias, para seguir toreando con arte, temple y poderío. Ejecutó dos veces su creación del desdén… Lamentablemente pinchó a la res para dejar después un espadazo en buen sitio, con el que el toro se entregó a las manos del puntillero. Tras una nutrida petición de oreja, le fue concedida para recorrer el anillo en una ocasión…

De lo relatado, se advierte que Manolo Martínez se tuvo que pegar un verdadero arrimón y que la oreja concedida fue de auténtico peso, habida cuenta que la cortó, aun después de haber pinchado al toro.

Mariano Ramos, de acuerdo con el recuento inicial de don Jesús Gómez Medina, sorteó al toro de mejores condiciones de la corrida, a Gamito, tercero de la corrida. Dice el cronista de El Sol del Centro:

“Gamito”, el tercero, cárdeno, salpicado, coletero y caribello, Mariano Ramos se estiró toreando por verónicas entre una ovación. Gran puyazo del Zotoluco, que dejó al de Valparaíso en condiciones propicias para que Mariano cuajara un trasteo lucido, brillante, en ocasiones emotivo, que logró su punto de culminación en dos pases de pecho admirables por como tiró del toro pausadamente, aguantando a pie quieto la embestida. Mas sus desaciertos con el acero – dos pinchazos, una estocada atravesada y media trasera – limitaron su éxito a la vuelta al ruedo entre aplausos generales.

Quien no tuvo ni suerte y por lo leído, ni voluntad, fue Alfredo Leal, quien en palabras del citado cronista de El Sol del Centro, tuvo una reaparición deslucida:

Aunque en realidad para Alfredo Leal el sorteo le asignó dos mansos de tomo y lomo, también es cierto que Alfredo vióse un tanto frío, indolente, a través de su actuación. Lo que hizo en uno y otro enemigo, no amerita reseñarse; salvo sus desaciertos con la espada en el primero, cuando a punto estuvo de recibir un aviso. A propósito, los impacientes deberían ver el cartel donde se anotala hora exacta en que principia en cada caso el tercio final. Al cuarto, en cambio, lo despachó pronto…”

Como se ve, a pesar de un par de episodios brevemente brillantes, el tedio fue el signo del segundo festejo de la Feria del 73.

Para terminar (por hoy)

Seguía reflexionando don Jesús Gómez Medina:

Nada de extraño, pues, que el espectáculo se torne con frecuencia tan anodino y tedioso como resultó la corrida de anoche, de la que, casi con pinzas, tan solo podemos exceptuar a un astado por haber tenido algo más de acometividad: el tercero. Los cinco restantes fueron otros tantos mansos; y si Manolo Martínez logró redondear un buen trasteo con el segundo y si Mariano Ramos hizo lo propio en el siguiente, todo ello fue fruto, especialmente, del tesón y del torerismo de uno y de otro... Y es que, despojado el toro de lidia de lo que fue su característica primordial y definitiva: la bravura, ¿qué queda de él? ¿Y cómo subsistirá, asimismo, el espectáculo taurino al extinguirse aquella?

La pregunta final de don Jesús es una de esas de difícil respuesta. Medio siglo después, nos la seguimos haciendo y nos seguimos viendo incapaces de responderla.

Aviso parroquial: Los resaltados en los textos transcritos son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 3 de julio de 2022

Manolo Martínez, a 40 años de su despedida de los ruedos

Programa de mano de la corrida de despedida

La temporada correspondiente al año de 1982 se anunció e inició tarde, porque ha sido reiterado que las corridas de toros en la Plaza México inician al final de octubre o inicios de noviembre de un año y terminan en febrero o marzo del siguiente. Pero hace cuatro décadas, el anuncio del serial se realizó hasta el mes de enero e independientemente del elenco que se presentó, la nota aguda fue el anuncio de que, dentro de ella, Manolo Martínez torearía su corrida de despedida. Así lo contó el corresponsal de la Agencia France Presse (AFP) en nota aparecida en el diario El Informador de Guadalajara del día 30 de enero de ese 1982:

En la Plaza México, la despedida de Martínez… México, D.F., enero 29 (AFP). – La despedida del matador de toros mexicano Manolo Martínez, la inclusión de varios valores nuevos de la torería nacional, la presentación del rejoneador portugués Joao Moura y la ausencia de Curro Rivera y Eloy Cavazos, son los matices más interesantes que presenta la temporada que arrancará el domingo próximo en la Plaza México… Las despedidas de los toreros siempre tienen un tono sentimental para aquellos que por una causa u otra están ligados a la fiesta taurómaca… Por otra parte, la no inclusión de Curro Rivera y de Eloy Cavazos, considerados como dos máximas figuras del toreo mexicano, ha sido lamentada por los aficionados capitalinos que esperaban contar con ellos, no solo por sus méritos frente a los astados, sino por el carisma que poseen y el realce que podrían darle a los carteles en que fueran incluidos…

Como puede verse, al menos en el anuncio, se intentó poner como hecho central del ciclo de corridas la despedida del llamado Milagro de Monterrey, pero también resaltó el hecho de que Curro Rivera y Eloy Cavazos no llegaron a un arreglo con el doctor Gaona y estarían ausentes del mismo. Ese fue el inicio de lo que, en teoría, sería la última temporada del mandón en la gran plaza.

Al final de cuentas, los números reflejan que el peso de la temporada descansó precisamente en Manolo Martínez, Mariano Ramos, Jorge Gutiérrez y Nimeño II, quienes torearon cinco tardes cada uno de los dos primeros y el de Tula y el francés, tres cada uno. La del 82, tuvo algunos hechos notables, como la confirmación de José Cubero Yiyo el 28 de febrero, o la faena de Mariano Ramos a Timbalero de Piedras Negras el 21 de marzo. O en el renglón ganadero, el hecho de que Ernesto Cuevas haya lidiado un encierro completo – sin haber sido anunciado en el elenco – o la fiereza de los toros de Corlomé corridos en el serial.

El camino hacia el adiós

Decía que Manolo Martínez actuó en cinco tardes esa temporada. Fueron las corridas 3ª, 5ª, 10ª, 14ª y 15ª. Inició su participación el 14 de febrero dándole la alternativa a José Alonso, triunfador de la anterior temporada de novilladas y en la segunda de esas corridas – la confirmación de Yiyo – sufrió una cornada de dos trayectorias que lo detuvo un par de semanas y cerraría su participación antes de la despedida, haciendo matador de toros a Antonio Urrutia el 18 de abril.

Celebró corridas de despedida en varias plazas emblemáticas para él, como Querétaro, donde el 6 de febrero mató seis toros él solo, Aguascalientes, donde actuó el 24 de abril y el 1º de mayo, fecha en la que alternativó a Ricardo Sánchez, Monterrey, por supuesto y teóricamente concluiría su camino en esa 15ª y última corrida de la temporada de 1982.

La tarde de la despedida

La corrida de la despedida se anunció para el domingo 30 de mayo de 1982. Se anunció igualmente que el festejo sería transmitido por televisión abierta a todo el país, pues se preveía que la Plaza México tendría un lleno absoluto – se afirma que ese día se registró el último gran lleno del coso – y para el hecho, se correrían tres toros de San Martín, ganadería propiedad de Marcelino Miaja y José Chafik, apoderado del torero este último y tres de San Miguel de Mimiahuápam, de don Alberto Baillères, el empresario que controlaba varias de las plazas significativas en la República. 

Los toros seleccionados fueron por su orden, Mi Amigo de San Martín, Adiós de Mimiahuápam, Negrito de San Martín, Artista de Mimiahuápam, Inolvidable y Toda una Época de San Martín. Enrique Guarner, en su crónica aparecida en el diario Novedades del día siguiente al de la corrida, los describió así:

Los seis animales eran de fina lámina, cortos y recogidos de cuello, de no gran corpulencia y dotados de pitones sin exageración. Fue un encierro apropiado en todo a la fiesta de que se trataba… Cuatro fueron negros zainos, dos de ellos bragados, el cuarto era cárdeno entrepelado y de perfecta estampa… El sexto granizado de los cuartos traseros y lucero, aunque anunciaba mayor peso que los otros cinco, resultó terciadillo y compacto… A mi juicio, de los seis bureles hubo tres excelentes y otros tres que cumplieron. El primero de San Martín salió cojeando de la pata derecha trasera y en el tercio final se cayó con frecuencia. El segundo de Mimiahuápam, fue magnífico y permitió cuantos pases quiso su torero…

Salieron como sobresalientes los matadores de toros Rogelio Leduc y Ricardo Balderas, quienes no tuvieron intervención y en su cuadrilla llevó a toreros como Venustiano Pacheco, Alejandro Martínez de la Flor, Alejandro Contreras o Julio Sánchez entre los de a caballo y a Jesús Morales, Juan Vázquez, Ramón Negrete – quien tuvo una gran tarde –, José García Huerta o Ángel Luna – que saldó su actuación con una cornada del sexto – entre las infanterías. Manolo Martínez vistió un terno burdeos y oro.

Entre detalles y muchos desaciertos con el estoque, al momento de anunciarse la salida del sexto, Toda una Época, de San Martín, Manolo Martínez apenas había cortado una oreja al cuarto de la tarde, Artista de Mimiahuápam. La voluntad de la concurrencia de despedir adecuadamente al torero evitó que se le reclamara mucho, pero todo hacía pensar que la tarde no cerraría en ese olor de apoteosis que se calculaba tras del anuncio. Pero Manolo tuvo suerte y con ese toro de su apoderado, que teóricamente era el último de su vida, trocó en cañas las lanzas. Escriben Luis Soleares y Juan Rafael para el diario El Siglo de Torreón:

...con la emoción a flor de piel. Manolo Martínez cuajó su última gran faena, una de las mejores de su vida. Ni una sola duda, ni un tropiezo. Todo es impecable, exacto, perfecto, y esos remates por abajo y los pases del desdén valían por toda una carrera en los ruedos. Pero, Manolo es mucho más que eso: en él conjugaron las glorias de los maestros del ayer para establecer un ejemplo de poder y maestría, como nadie había podido lograr en su tarde de despedida. Esto es lo más grande de Manolo; en su adiós pudo más su grandeza y su carácter que su emoción pasajera. Y, aunadas en una sola faena, emoción y temperamento, pudo lograr el portento: una faena perfecta. Nunca los adjetivos estuvieron mejor justificados. La faena derechista fue consumada, mientras miles de personas lloraban en los tendidos, con una estocada entera, ligeramente desprendida, que valió para que “Toda una Época” se entregara, terminando así una de las épocas más brillantes en el toreo…

Enrique Guarner es menos prosopopéyico y lo cuenta de la siguiente manera:

El último de la vida de Manolo Martínez fue «Toda una época» con el 50, y 492 kilos. Lo recibió con magníficos lances y un precioso recorte. Con un sólo picotazo cambió de tercio y aquí vino algo grande cuando Ramón Negrete le brinda un par que fue extraordinario, dándose las ventajas al burel y cuadrando en todo lo alto. Sucedió después la lamentable cogida de Angel Luna… Manolo brindó el astado a su apoderado Pepe Chafik y empezó la faena con soberbias tandas de redondos con la derecha, en los que además mantenían la posición adecuada citando como debe de ser… Siguió un estupendo desdén y otra tanda buena como la anterior… Parecía que íbamos a ver un faenón, pero Martínez no quiere probar a «Toda una época» con la izquierda, tal vez porque a lo largo de su tiempo toreó mucho con la punta y se tira a matar. Se produce una buena estocada en lo alto y viene la apoteosis consiguiente con orejas y rabo, un público que grita entusiasmado y un grupo de «montoneros» que sin ton ni son lo rodean y no se separan de él…

Al final, surgió el gran triunfo que esperaban los seguidores del regiomontano. Se pudo ir en aroma de multitudes, que lo invitaron a dar la vuelta al ruedo en cinco ocasiones y de la que las imágenes de televisión mostraron a un joven de larga melena, camisa de cowboy y pantalón de mezclilla tirando mandobles a quienes intentaban alzarlo en hombros. Ese joven sería años después el que llevara los destinos de la Plaza México. Su nombre, Rafael Herrerías.

Manolo Martínez brindó sus seis toros. Todos esos brindis, vistos en retrospectiva, tuvieron algún sentido: el primero lo dedicó al público y al empresario, doctor Alfonso Gaona; el segundo a Antonio García Castillo Jarameño, encargado de la sección taurina del diario Ovaciones; el tercero, al inefable Francisco Lazo del diario Esto; el cuarto, a José Alameda de El Heraldo de México; el quinto a don Alberto Baillères empresario y ganadero de Mimiahuápam y el sexto – last but not least – a su apoderado José Chafik.

Lo que después vendría

Poco menos de un lustro después de esta tarde, Manolo Martínez reaparecería vestido de luces en Querétaro, fue el 26 de marzo de 1987 y alternó con Jorge Gutiérrez y Miguel Espinosa Armillita Chico en la lidia de toros de don Javier Garfias. Torearía su última corrida el 4 de marzo de 1990 en la Plaza México en un mano a mano con Jorge Gutiérrez lidiando toros de La Gloria.

Horacio Reiba Alcalino, en su columna semanaria del diario La Jornada de Oriente, reflexionaba así en el vigésimo quinto aniversario del fallecimiento del torero:

1) Como torero, su sentido del temple y del ritmo, así como la capacidad para dotar de unidad argumentativa y creativa a su toreo lo sitúan entre los más grandes de la historia de la tauromaquia universal. En México, esto significa compartir la dimensión de los Rodolfo Gaona, Fermín Espinosa “Armillita”, Lorenzo Garza, Silverio Pérez y Carlos Arruza. Y nadie más… 2) Sobre su papel como obstructor de nuevas generaciones de toreros ya está dicho cómo operó. Habría que agregar que, pese a todo, Manolo fue coetáneo de una generación rica en diversificados valores taurinos que, en todo caso, tendrían que compartir con él la responsabilidad de acaparar plazas y ferias mayores y menores en detrimento de valores emergentes, pues lógicamente no podía prescindir de alternantes, que toreaban y aprovechaban el mismo ganado que Martínez… 3) Donde cobra un sentido realmente trágico la influencia de este enorme torero es en la reducción del toro, que se ha seguido profundizando hasta derivar en su subproducto actual, el post – toro de lidia mexicano –como lo he llamado—, un factor que pone en jaque el futuro de la fiesta en sus valores artísticos y éticos más auténticos, sin los cuales, el toreo es un muerto en pie… Manuel Martínez Ancira murió a los 50 años de edad el 16 de agosto de 1996 en La Jolla, Estados Unidos, donde se encontraba hospitalizado en espera de un trasplante de hígado…

Esa ha sido, para bien y para mal, la herencia de la última gran figura que ha dado la tauromaquia mexicana.

Aviso parroquial: Los resaltados en los textos transcritos son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 16 de enero de 2022

16 de enero de 1972: Manolo Martínez y Jarocho de San Mateo

Manolo Martínez
La temporada 1971 – 72 de la Plaza México constó de 18 festejos, mismos que fueron organizados bajo la dirección de don Javier Garfias, en esos días encargado de la dirección de la tristemente célebre DEMSA. Fue un ciclo en el que comparecieron por los toreros de ultramar Paquirri, Curro Vázquez, José Luis Galloso, Palomo Linares y José Luis Parada y entre los nacionales, Alfredo Leal, Joselito Huerta – que reaparecía después del problema de salud que tuvo el año anterior –, Manolo Martínez, Curro Rivera, Eloy Cavazos, Jesús Solórzano, Jaime Rangel y Adrián Romero. Los hechos se irían alineando de manera tal, que el eje de la temporada sería precisamente el nombrado Manolo Martínez, que terminaría toreando 10 de esos festejos.

En el derecho de apartado de esa temporada se anunció la reaparición de Luis Miguel Dominguín, que volvería a la gran plaza después de que actuara en ella por última vez el el 11 de marzo de 1956, alternando con Calesero y Alfredo Leal, que confirmaba su alternativa sevillana. En ese festejo se lidiaron 3 toros de Jesús Cabrera y 3 de Rancho Seco y resultó muy accidentado por la escasa presencia y fuerza del ganado y por la negativa del Juez de Plaza a aceptar un toro de regalo del Poeta del Toreo, que se le encaró, lo increpó y se fue con una multa al canto. Al final de cuentas, como veremos, el hijo de Domingo González Mateos no volvería a torear en la México, anunciado se quedó.

Manolo Martínez

La sola mención de su nombre es abrir un espacio amplísimo para la discusión. Hay quienes admiran lo que realizó en los ruedos y también en igual o mayor número, quienes consideran que es el padre de todos los males que nuestra fiesta vive en estos tiempos que corren. Todo el mundo lleva la cuenta de los rabos que cortó en la México – 10 en total, uno simbólico y dos a toros de regalo – pero pocos reparan en que realizó diecisiete faenas en las que cortó dos orejas, y que, al menos en cinco de ellas – Halcón de Jesús Cabrera, Clavijero de Torrecilla, Oro Negro de Xajay y Siempre sí de Los Martínez – tuvo petición de rabo que no fue concedido. 

La quinta faena es la que me ocupa en este momento, la de Jarocho de San Mateo, a juicio de muchos entendidos, la mejor que realizó en su paso por el llamado Coso de Insurgentes. Así pues, al final de cuentas, el engrose de la historia del torero de Monterrey tiene aún aristas por examinar que van más allá de lo evidente. Y habrá que revisar también las faenas arruinadas por su proverbial mal manejo de la espada. Y es que no hay que olvidar, que, a esta fecha, es todavía el torero que más festejos ha toreado en la plaza de toros más grande del mundo.

La octava corrida de la temporada 1971 – 72

Expresaba líneas arriba que este ciclo sería el de la reaparición de Luis Miguel Dominguín en la Plaza México. Precisamente estaba destinado este festejo, el octavo, para ese hecho. Sin embargo, el 28 de noviembre, en Lima, se fracturó tres dedos de la mano derecha y en ese momento comenzó a suspender sus actuaciones subsecuentes cancelando las de las ferias de Quito, Bogotá y Mérida en Venezuela. Posteriormente, anunció a la prensa de su país que reaparecería ya en España hasta después de las ferias de Castellón y Valencia. (El Ruedo, 25 de enero de 1972).

En esas condiciones, el cartel de ese octavo festejo se conformó con toros de San Mateo para Manolo Espinosa Armillita, el nombrado Manolo Martínez y Sebastián Palomo Linares, siendo para el primer y tercer espada, su presentación en la temporada. El encierro de San Mateo fue disparejo y de poco volumen, apenas promedió 457 kilos según los cartelillos, pero las crónicas reflejan que los toros tenían cara de adultos y que las complicaciones que sacaron eran las que generalmente van asociadas con la edad.

Jarocho, quinto de la tarde

Manolo Martínez ya había dado una vuelta al ruedo tras despachar a Chaparrón, el primero de su lote y segundo de la tarde. Hoy ver a un torero dar una vuelta al ruedo sin un apéndice en la mano es algo casi inusitado, pero en aquellos tiempos de hace medio siglo, la afición todavía sabía premiar el quehacer de los toreros fuera de consideraciones triunfalistas.

Pero la tarde alcanzaría su punto más alto durante la lidia del quinto, Jarocho, un toro que no se distinguió precisamente por ser bravo, que correteó por todo el ruedo y que en cuanto encontró el refugio de la zona de tablas, allí se puso para que fueran a buscarlo. Y Manolo Martínez fue. Y lo encontró. Y le hizo la faena. Y, siendo, todavía, a estas fechas, el máximo común divisor en las opiniones acerca de las cosas de los toros en este país, puso de acuerdo a todos esa fecha. A los que estaban a su favor, a los que estaban en su contra y a los que no asumían abiertamente una posición.

Parte de la descripción que hizo don Manuel García Santos para su crónica publicada en El Sol de México al día siguiente de la corrida, dice:

Con “Jarocho” vendría el triunfo grande… Abandonó el torero su abulia. Se entregó al placer de torear, y realizó el milagro de convertir a un manso en toro de faena. Y vino la faena… Toda ella fue un dechado de valor, de afición, de dominio y de arte… En uno de los muletazos, “Jarocho” le tiró un gañafón capaz de amilanar al torero más valiente. Martínez no se desconfió. Continuó dibujando los muletazos ante una plaza absorta y la plaza lo ovacionaba… ya el toro iba por donde Martínez lo llevaba… Una estocada caída – causa de la no concesión del rabo –, y una agonía larga del toro dieron fin a la actuación de Martínez, que derrochó entrega, amor propio y arte. Cortó dos orejas y dio dos vueltas al ruedo…

Por su parte, Carlos León, en su tribuna del Novedades, desde la que cada domingo fustigaba, viniera al caso o no, al diestro regiomontano, dijo:

A este “Jarocho”, que ni para La Bamba servía, el reinero acabó por acorralarlo entre el farallón del burladero de matadores y el velamen de carabela colombina de su muleta. Y ya no hubo escapatoria posible… Puesto a elegir el toro entre estrellarse contra los tableros o aceptar tragarse tal cantidad de trapo, en su derrota optó por lo segundo, y reconoció – como no tengo empacho en reconocerlo yo – que la machacona tenacidad del reinero pudo más que la huidiza cobardía del toro… Y esa maestría y ese dominio, ese poderío de lidiador tienen más importancia que las chirimías y los teponaxtles del congestionado toreo “a la xochimilca” … Mató de magnífico estoconazo y le concedieron dos orejas, ganándose una bronca el juez que negó la concesión del rabo… Pero un par de vueltas al ruedo entre unánimes aclamaciones valen más que los apéndices que con tanta frecuencia se regalan…

El licenciado Antonio García Castillo, firmando como Jarameño, en Ovaciones a su vez, opinó:

La de ayer a “Jarocho” podemos bautizarla como “La Faena sin Rabo” … Sí, porque ha habido muchas, muchísimas faenas con orejas y rabo, pero nunca, que sepamos, se ha realizado una faena con la magnitud, la hondura, el torerismo y la calidad de la ejecutada por Manolo Martínez, la cual no se haya premiado con el rabo… Así pues, quien negó ese rabo, puede sentirse profundamente orgulloso de su taurinismo: ¡pasará a la historia por ello! …Y la adamantina luminosidad del natural, y el cabrilleo del derechazo, y la pincelada eufórica del martinete y la severidad solemne del de pecho… ¡Jugar con el toro! ¡Pero amigos, jugar con ese toro al que se ha dominado, con el que se ha hecho lo que se ha querido, porque se ha podido! … Una estocada entera, que tardó en hacer efecto, y la clarinada de entrega absoluta, total. El volcarse con todo entusiasmo ante el arte de excepción – sí de excepción – de Manolo Martínez… ¡Miento! … No fue total la entrega. Había un hombre impasible. Un hombre que presidía la corrida y que displicentemente fumaba un cigarrillo. ¡El hombre que ha permitido que bauticemos esta croniquilla de esta faena histórica como “La Faena sin Rabo”!

Y por supuesto, no puede faltar la visión de José Alameda acerca de este hecho, que en El Heraldo de México, expresó:

…Con mucho sentido, “Jarocho” adelantaba un paso, y sólo se arrancaba cuando creía segura la presa… Pero lo burló el torero una y otra vez… Y cuando se dio cuenta de que el encastado sanmateíno empezaba a destantearse, entonces dio un paso más… Enganchó al enemigo en la muleta y le corrió la mano en los derechazos, para rematar con el de pecho… Luego lo hizo con la izquierda. Y poco a poco, después de haberle cortado el traje a la medida, mientras el toro, áspero por su casta al principio, se iba sometiendo al imperio del torero… Al final, cerca de tablas (donde se refugió el bicho), ya no había dos poderes sino uno solo, el de Manolo, que se recreó al torear con verticalidad absoluta y a cada pase con más temple, mientras el grito de ¡torero! ¡torero! rebotaba por el graderío… Entró a matar por derecho y dejó la estocada. Se amorcilló el toro… Pero el torero y el público esperaron… y la plaza se puso blanca de pañuelos en demanda de los trofeos. Concedió la autoridad dos orejas. Surgió el clamor – ¡Rabo, rabo! –, cada vez más fuerte. Pero el juez no quiso oírlo…  Habrá que defender al pueblo de sus defensores…

Como se puede ver de las opiniones de los cronistas, hay una que destaca un aspecto de la faena de Manolo Martínez a Jarocho que parece explicar la no concesión del rabo al torero y es la de don Manuel García Santos, que expresa con claridad que la estocada fue caída. Las demás hablan de una estocada – unos dicen que fue entera y Carlos León lo llama magnífico estoconazo – aunque hoy a medio siglo de distancia, difícil será conocer el por qué.

Para concluir

El propio Manolo Martínez en alguna ocasión expresó que los apéndices no son más que retazos de toro. Resultados como el de esta tarde de Jarocho parecieran confirmar esa afirmación, porque al final del día, la concesión o no de éstos depende de la voluntad del que ocupa el palco de la autoridad o del ánimo celebrativo de la concurrencia, así pues, el número de apéndices concedidos no coincide precisamente con el valor de la obra del torero ante el toro.

Pero todo esto es, siguiendo a José Alameda, parte del seguro azar del toreo.

Aviso Parroquial: Agradezco a mi amigo Horacio Reiba Alcalino, el haberme puesto sobre la pista de este asunto. Y, por otra parte, siguiendo la costumbre del ya multicitado Fernández y López Valdemoro, brindo estas líneas al amigo Gastón Ramírez Cuevas con motivo de su cumpleaños. Supongo que en su día, disfrutó esta tarde de toros.

Aldeanos