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domingo, 16 de junio de 2024

17 de junio de 1951: Juan Silveti confirma su alternativa en Madrid

Con la oreja de Pavito
Madrid 17 de junio de 1951
Foto: Martín Santos Yubero
Juan Silveti Reynoso era hijo de torero. Su padre, quien llevaba el mismo nombre y entre otros apodos, el de El Tigre de Guanajuato, fue una destacada figura en el primer cuarto del siglo XX en los ruedos de España y de México y había recibido primero una alternativa en enero de 1916 en El Toreo, misma que debió revalidar en Barcelona el 18 de junio de ese mismo año y después confirmarla en la Plaza de la Carretera de Aragón el 8 de abril de 1917, apadrinándole Rafael Gómez El Gallo y fungiendo como testigos Castor Jaureguibeitia Cocherito de Bilbao y Pacomio Peribáñez - curiosamente asesor artístico de la presidencia esta señalada tarde -, siéndole cedido el toro Zarcillo de Salvador García de la Lama.

En este mismo sitio he expuesto algo de la vida, obra y hazañas del también llamado Juan sin Miedo, así que hoy intentaré recordar el hecho de que su hijo, siguiendo sus pasos, confirmó también su doctorado en la capital española, ahora en la Plaza de Toros de Las Ventas, aprovechando que, después de cuatro años, las relaciones taurinas entre México y España se reanudaron el 25 de febrero anterior, con la celebración de tres Corridas de la Concordia en Madrid, Barcelona y México. Precisamente Juan Silveti se presentó en cosos hispanos actuando en la capital catalana ese día. A propósito de su actuación en ese festejo, entre otras cosas, escribió Eduardo Palacio, cronista del diario La Vanguardia al relatar la corrida:

Y ahora, mi viejo y querido amigo, Juan Silveti «Tigre de Guanajuato», llamado así por tu gran valor y haber nacido en ese pueblo hace cincuenta y ocho años, o, mejor dicho, va a hacerlos el mes próximo, voy a decirte lo que fue la presentación de tu querido «cachorro». Desde luego, no tiene tu valor, bien acreditado por tus treinta cornadas, pero torea mucho mejor, es más fino con la capa y se ha apropiado este estilo de hoy que, por lo que tiene de plasticidad, gusta sobremanera a la afición de hogaño... Mi opinión sincera es que en cuanto se familiarice con el ganado de aquí, tan diferente del vuestro como tú bien sabes, honrará el apellido que paseaste con tanta bizarría por los ruedos españoles...

Esa actuación le atrajo las miradas de las empresas y pudo presentarse en Sevilla, volver a Barcelona y actuar en La Línea de la Concepción antes del día de la confirmación de su alternativa, que se daría en uno de los primeros festejos a celebrarse después de terminada la Feria de San Isidro.

La tarde de su confirmación

El festejo del domingo 17 de junio de 1951 se anunció con un encierro salmantino de Manuel Sánchez Cobaleda, encaste Vega – Villar, para Antonio Bienvenida, Manolo dos Santos y Juan Silveti, quien confirmaría la alternativa que había recibido en la Plaza México el 15 de enero de 1950, de manos de Fermín Rivera y curiosamente, fungiendo como testigo, también el Lobo Portugués.

Juan Silveti estrenó un terno que de acuerdo con la mayoría de las crónicas era de color azul turquesa y oro, aunque alguna de ellas hablan simplemente de un vestido azul y oro y se enfrentó en primer término a Pavito, número 178. De su actuación ante este toro, escribió don Luis Uriarte, firmando como El de Tanda, en la Hoja Oficial del Lunes del día siguiente al del festejo:

A Silveti, que confirmaba su alternativa, se le aplaudió, con creciente estrépito, de principio a fin de la lidia del primer toro de los de Sánchez Cobaleda. Apenas había pisado la arena "Pavito" – reseñémoslo para la historia: número 178, negro, listón, jirón, calcetero, lucero, bien armado – y ya el mejicano sacaba a relucir su arte en unas verónicas ejecutadas como los cánones mandan: parando, templando, cargando la suerte para mandar y recoger bien, que es como se debe torear. Eso es: torear. Con toreo más perfecto aún en el primer quite a la misma suerte. Después, con la muleta, otra exhibición de toreo clásico, a base de naturales y de pecho, con ambas manos, y sin que la sobriedad y justeza de la faena la perturbasen más que el mínimo adorno de alguna tocadura de pitón o algún ligero desplante, sin perder... ¿cómo diríamos?, sin perder la formalidad. Muy bien. Y sin alargar más de lo preciso – como es corriente y moliente – aquella faena de toreo largo en su ejecución, artístico en su estilo, inteligente en su concepción, pues el cornúpeta estaba ya muy quedado, una estocada casi entera, que lo derrumbó sin puntilla. Huelga decir que hubo concesión de oreja, vuelta al ruedo y ovación de las de verdad. Silveti quedaba admitido en Madrid con todos los honores... Y Silveti, finalmente, aunque muy voluntarioso, tampoco pudo sacar partido del mansurrón y también incierto sexto toro, del que se deshizo de media estocada. Se ovacionó cariñosamente al espada mejicano...

El cronista, aunque con brevedad, advirtió prontamente las buenas maneras y el fino hacer de Juan Silveti, quien pronto caló en el ánimo de la afición madrileña y terminaría siendo uno de los toreros predilectos de esa plaza.

Por su parte, Antonio Bellón, encargado de la crónica en el diario Pueblo, reflexiona lo siguiente:

La faena es justa, sobria y seria. Los naturales, los redondos y la espera, cruzado y cruzado con el toro, para los pases de pecho, arranca ovaciones y rodean la esbelta figura del torero el oro del triunfo. ¡Torero! ¡Torero!, es el run – run admirativo del público ante la faena cada vez más pausada, más torera, rematada con un acariciar de pitones para llevar al toro, agotado en los últimos muletazos tan rítmicos como los primeros, ritmo que Silveti ha impuesto a su faena, a su gran faena, porque han ido de la mano compenetrados su valor y el arte de torear. Faena tan trabada tiene rúbrica de volapié corto. El volapié sólo es posible cuando el toro no ve nada más que el cuajarón de sangre de la muleta sin prisa ni pausa que lo encela, eleva y burla. Toro bien toreado, a volapié muere. Con muerte espectacular de calambrearse las patas y rodar levantadas hacia el cielo, de donde parece bajar un tormentón de ovaciones cuando los pañuelos blancos se guardan porque la oreja, en tan noble lid ganada va a manos de Silveti – que ordena cortar la cabeza de “Pavito” –, que da la vuelta al ruedo, recoge prendas, saluda y deja un hondo rejazo en la admiración del público de Madrid…

El relator de Pueblo, repara en algunos hechos que tienen interés, como en las reacciones que el hacer de Silveti generaba en los tendidos o en el hecho de que el torero haya pedido la cabeza del toro de su confirmación para llevarla al taxidermista.

Por su parte, Manuel Sánchez del Arco Giraldillo, en la edición del ABC madrileño del martes 19 de junio, reflexiona:

Juan Silveti ha entrado con buen pie en nuestra primera plaza. Es un torero completo, seguro, con arte. No es estilista, pero tiene estilo. Creo que, por ver a Silveti, pueden darse por bien empleados todos los trabajos hechos para arreglar el pleito. Hay que contar con él; hay que verle y considerarle muy en serio. No es efectista – eso queríamos decir cuando aludíamos al estilismo – sino un torero cabal; lidiador, sobre todo. Con la capa, perfecto; con la muleta, extraordinario. Con ambas manos tiene un perfecto dominio. La posición que adoptó para el toreo al natural es de la mejor escuela. A un toro muy soso, como era aquel con el que Bienvenida le confirmó la alternativa, le sacó el máximo partido y lo mató de un gran volapié... El sexto toro, que era receloso y se vencía mucho, ratificó las posibilidades de Silveti ante la res difícil... Fie despedido con una ovación...

En un breve párrafo condensa, sin recurrir a la descripción de la actuación del diestro, la impresión que como torero dejó en esa señalada tarde.

Otras cuestiones de esa misma tarde

El propio Giraldillo hace notar la brillante actuación de Humberto San Vicente, picador mexicano de la cuadrilla de Juan Silveti, del que escribió:

No terminaremos sin recoger una nota seria: la manera de picar del mejicano San Vicente, bueno entre los mejores que hoy montan a caballo...

Y habrá que señalar que Antonio Bienvenida, el padrino de la tarde, tuvo que matar cuatro toros, los dos de su lote y los que sorteó Manolo dos Santos, herido al empezar a pasar de muleta al primero suyo, tercero de la corrida. Así era el reglamento de entonces. Saludó una larga ovación tras de dar lidia completa al segundo de la tarde.

Y Manolo dos Santos, arrimándose como desesperado, se llevó una cornada de gravedad, según el parte rendido por el doctor Jiménez Guinea:

Manolo dos Santos sufre una herida en el tercio medio e inferior, cara interna, de la pierna izquierda, de veinte centímetros de extensión, que produce destrozos en la piel y más extensos en aponeurosis y, sobre todo, en los músculos gemelo y soleo, con una trayectoria hacia afuera, que atraviesa totalmente la pierna hasta su cura externa. Pronóstico gravísimo. – Doctor Jiménez Guinea.

Así fue como concluyó la corrida en la que se presentó en Madrid Juan Silveti, un torero que, al paso del tiempo, veríamos que se convirtió en uno de los preferidos de la afición de la Villa y Corte.

Aviso parroquial: Los resaltados en los extractos de las crónicas de Eduardo Palacio, Antonio BellónLuis Uriarte y Giraldillo son imputables únicamente a este amanuense, porque no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 30 de julio de 2023

30 de julio de 1926: Gitanillo de Triana se presenta en Madrid

Gitanillo de Triana
Mayo de 1927
Imagen: Semanario Mundo Gráfico
Francisco Vega de los Reyes, conocido en los ruedos como Gitanillo de Triana o más familiarmente como Curro Puya, nació en la Triana de Sevilla según algunos, el 23 de septiembre de 1904; según otros, el 2 de diciembre de ese mismo año; aunque en la lápida que cubre su sepulcro, como lo señala José Manuel López Mohiño, se establece como la fecha de su llegada a este mundo, la del 23 de septiembre de 1903. Su nacimiento se produce en la calle de la Verbena, actualmente de Rodrigo de Triana. Hijo de Manuel y de Carmen, fue el tercero de siete hermanos y se crio entre los trabajos y los cantes de la fragua de su padre, sita en el número 120 de la Cava de los Gitanos, hoy parte de la calle Pagés del Corro.

A los quince años de edad empieza a recorrer los ambientes de la fiesta junto con Joaquín Rodríguez Cagancho y es en el invierno de 1923 tras de participar en los tentaderos de las ganaderías de Narciso Darnaude y Moreno Santamaría, se avisa a Juan Belmonte de la exquisitez de su toreo, y El Pasmo queda interesado en verle, por lo que en el mes de abril de 1924, la ganadería de don Antonio Flores, junto con Antonio Cañero, Belmonte quedó impresionado y se dice que afirmó: ¡Cómo  torea  ese gitanillo de Triana! ..., y así, casi desde ese momento se empezó a conocer a Curro Puya como Gitanillo de Triana.

Se presentó vestido de luces en San Fernando el 18 de mayo de ese mismo 1924, para lidiar novillos de Félix Gómez en unión de Manuel Fernández y después lo haría en Sevilla, el 15 de agosto de 1925, alternando con Andrés Mérida y Joaquín Rodríguez Cagancho, en la lidia de novillos de Molina.

La presentación en Madrid

Para el viernes 30 de julio de 1926 se anunció una novillada en la que actuarían Francisco Royo Lagartito, el venezolano Julio Mendoza y el debutante Gitanillo de Triana, ante un encierro salmantino de Andrés Sánchez de Coquilla. El aragonés Lagartito estaba a punto de recibir la alternativa, en tanto que el caraqueño Mendoza, quien debutó apenas el día 25 anterior, poniendo a la plaza de cabeza, era repetido en correspondencia al triunfo obtenido en su actuación anterior. Los novillos procedían de la ganadería que apenas el 1º de junio anterior había propiciado a Valencia II, Antonio Márquez y Marcial Lalanda, un triunfo rotundo en la corrida del Montepío de Toreros.

Sin importar el predicamento de la ganadería titular, en Madrid el baile de corrales es legendario y así, las crónicas aparecidas en los diarios El Imparcial y ABC hablan de que los dos últimos del festejo fueron del Duque de Tovar, en tanto que La Nación y La Correspondencia Militar por su parte, señalan a esos quinto y sexto como procedentes de Santa Coloma. La realidad es que el reconocimiento veterinario previo es estricto y muchas veces impide el juego de toros que en cualquiera otra parte pasarían sin dificultad alguna.

La actuación de Curro Puya

Francisco Vega de los Reyes lidió en primer lugar al tercero de la tarde, Soldadito, número 6, negro bragado, de Andrés Sánchez. Las opiniones de la prensa de la época están divididas en cuanto a su hacer ante ese novillo. Por un flanco se encuentran aquellos que juzgan con dureza a ese torero que viene de Despeñaperros para abajo y por el otro, los que intentaron encontrar en su actuación los detalles que pudieran revelar el por qué era el triunfador en las plazas del Sur de España y que había los méritos necesarios para presentarse en la principal plaza de España.

Por los primeros, escribe inicialmente Enrique Minguet Pensamientos, para La Correspondencia Militar, salida a los puestos al día siguiente del festejo:

¿Qué es lo que hizo Gitanillo? …Poco bueno. A mí me dio la sensación de una cosa vulgar. Claro es que por esta sola actuación no voy a juzgar a Gitanillo de Triana, espero verlo otra vez, con toros distintos, y entonces será el momento indicado para decir la verdad; hoy por hoy, no digo nada más que todo cuanto hizo esto torero me resultó vulgarísimo. Se le ve que sabe andar entre toros, y esto no es ningún mérito, tratándose, de un torero que no cesa de actuar… El público no se entusiasmó con Gitanillo de Triana… Esperemos su repetición…

En la misma cuerda, quien firmó como J.Q.V., para El Imparcial, de la misma fecha, dijo:

¿Qué es Gitanillo de Triana?... Difícil es contestar a esta incógnita… Su primer novillo, bravo y que se dejaba colocar, fue lanceado por el sevillano sin pena ni gloria, componiendo la figura más de lo preciso, y para final un lance exquisito de temple y dominio y otro de la misma factura al hacer el quite. La faena, equivocada, como la del último. Ninguno de los dos bichos reclamaba todas aquellas series de pases por bajo, dados con mucha facilidad, pero innecesarios, pues lo que pedían era enderezarse con ellos, dejarlos pasar y echarse el enemigo por delante, cosa que pudo apreciar al hacerlo un instante, nada más que un instante, en el último. No lo hizo, no supo o no quiso, y el público, el espectador que no se sugestiona, quedó defraudado. Al matar, mal en su primero, por no jugar la mano del engaño, y breve en el último... En fin, que no vimos al «espanto de Triana», como le llaman los flamencos, y sí mucha mandanga, mucha, muchísima «guasa» en toda su actuación...

En cambio, aquellos que al menos le concedieron el beneficio de la duda, plantearon en su relación del festejo las virtudes que mostró Gitanillo de Triana y las posibilidades que en su hacer le advirtieron.

Así, Rafael Hernández y Ramírez de Alda, Rafael, en La Libertad, del mismo 31 de julio, entre otras cosas, contó:

No tuvo una tarde brillante, es cierto; su actuación no llegó a provocar el entusiasmo del público, y, sin embargo, a mí me dio la sensación de que Gitanillo de Triana es un excelente torero. Para juzgarlo así me bastó verle cómo jugaba los brazos en algunos lances, llevando al toro bien toreado y templando bien la tela, y la facilidad y el dominio que tiene con la muleta. Un reparo sólo merece su labor de ayer, y es el olvido en que tuvo la mano izquierda, en la que está el secreto do las grandes faenas... No es suficiente una corrida para juzgar a un torero, y menos cuando los dos toros que le correspondieron no se prestaban a grandes filigranas; pero en detalles, en destellos, se pudo apreciar que Gitanillo de Triana es un torero artista de buen estilo. Matando estuvo muy decidido. El público, que ya hemos dicho que le recibió con severidad, le aplaudió, convencido de que el de Triana es «gente», cómo se dice en las «peñas» taurinas...

Por su parte, quien suscribió como Tarrero, en La Nación, de la misma fecha del festejo, manifestó:

Gitanillo de Triana, precedido de fama de buen torero, era uno de los principales atractivos del cartel… Dio la sensación de torero enterado, de dominar bien con el capote, y demostró que, ya lo anotábamos ayer, abre el compás excesivamente, pero hay ocasiones en que, para mucho, junta los pies y templa y manda, como pudo verse en el quite que hizo en los tercios del 7, que fué lo mejor de su actuación… Mató mal a su primero, pero muleteó muy bien al último y lo mató de una estocada a un tiempo en lo alto… Esperamos sus actuaciones posteriores para juzgarle, porque ayer se le veía impresionado por el debut en la plaza madrileña, que tanto pesa…

También Eduardo Palacio, en su tribuna del ABC madrileño, se pronunció en similar sentido:

Es realmente el gitano un torero que, singularmente, con el capote tiene dominio y facilidad; pero no parecía ayer la gran figura que en infinidad de plazas aseguran que es... En su primer toro hizo un quite precioso, y con la muleta, después de una faena voluntariosa, pinchó tres veces, largando al fin una estocada contraria. Con el bicho que cerró plaza toreó mejor de muleta el debutante. Y a la hora suprema clavó todo el estoque en lo alto, arrancando a un tiempo diestro y res. El público aplaudió mucho al de Triana, al que seguramente vería otra vez con agrado, perdido ya el torero el miedo natural a la Plaza madrileña…

Como podemos ver, aunque las opiniones de la prensa de la capital hispana están divididas, parece que el torero natural de la Triana hispalense logró llamar la atención de la crítica y crónica del lugar y dejar preparado el terreno para una futura presentación en la Plaza de la Carretera de Aragón, que ocurrió el 8 de agosto siguiente. 

El resto del festejo

Lagartito cortó la única oreja de la tarde a partir de una faena dominadora al primero del festejo y Julio Mendoza pudo cortarle una a cada uno de sus adversarios si no hubiera sacado la espada de palo en lugar de la de acero, pues con su desparpajo y poderío con la muleta, volvió a poner de cabeza a los repletos tendidos de la plaza madrileña.

Lo que permanece un suspiro

Apenas un lustro después, Curro Puya saldría por última ocasión al ruedo de la Plaza de la Carretera de Aragón. En ese breve lapso de tiempo, apenas logró torear 132 corridas de toros, pero su toreo de capa y su profunda personalidad le convirtieron en una leyenda que trascendió a su tiempo y que, a casi 120 años de su nacimiento, sigue siendo espejo y modelo para la perfección del toreo de capa, del que Luis Nieto escribiera:

Su lance puede ser perfectamente un minuto de silencio o una verónica adormecida. O un poema a la elegancia. Y, cómo no, una fotografía en blanco y negro o en sepia, ligada a la añoranza. Lógicamente, no le vi torear. Pero hasta en el helado momento de la instantánea, uno queda impresionado por un concepto de toreo distinto. Si a través del vomitorio de la historia uno entra la Maestranza –repleta de gente– y echa un vistazo, se puede encontrar con esa especie de medio verónica y revolera, que es un canto a la improvisación. Aunque lo que emociona sobremanera es esa verónica que dibuja en la plaza de El Toreo, de México. Esa verónica tan personalísima, grácil y con duende, en la que, como los grandes toreros, esos que cuando ponen el alma se olvidan del cuerpo, se ve a Gitanillo hundirse, abandonarse, metiendo el mentón como si quisiera traspasar su corazón, y bajando las manos lo indecible para conducir la embestida del toro. Pura enjundia. Un lance que era interminable. Este tipo de toreros salta muy de tarde en tarde. Y sus lances son chispazos de arte que traspasan las pupilas para entrar en el corazón. Como los chispazos que saltaban en las fraguas de los Puya, gitanos de Triana que rezuman arte, cuando a golpe de martillo contra el yunque creaban aquellas puyas para cerrados, que dieron nombre a una dinastía cuyo máximo representante es Curro Puya, en la historia: Gitanillo de Triana.

Curro Puya pasó por la historia de la fiesta como un suspiro, pero en estos días, cerca del 120º aniversario de su natalicio, le recuerdo también en el aniversario de su presentación ante la cátedra madrileña.

domingo, 25 de septiembre de 2022

Hoy hace 56 años: la alternativa de Jesús Solórzano en Barcelona

El anuncio de la alternativa
Diario La Vanguardia de Barcelona
Ya me había ocupado por estas páginas de relatar la llegada a los ruedos y el ascenso de quienes fueron llamados Los tres cachorros por don Jesús Gómez Medina en su tribuna de El Sol del Centro, cuando se presentaron en la plaza de toros San Marcos de Aguascalientes precisamente Jesús Solórzano, Alfonso Ramírez Calesero Chico y Manolo Espinosa Armillita. Esa tarde se produjo en el mes de octubre de 1964, después de que los hijos de Armillita y El Rey del Temple, hicieran una breve gira por Sudamérica para actuar en Lima y en Bogotá.

Para la temporada de 1965, Jesús Solórzano decidió hacer campaña en ruedos hispanos. Comenzó ya en casi en el verano y entre el 29 de junio y el 19 de septiembre se vistió de luces siete tardes – Algeciras, Sanlúcar de Barrameda, La Línea de la Concepción, Ayamonte, Jerez de la Frontera y Valencia – compartiendo carteles con José Luis Teruel El Pepe, Sebastián Palomo Linares, Agapito Sánchez Bejarano y Rafael Astola, entre los nombres que han trascendido a la historia.

Fue un comienzo medido por parte de Jesús, quien el 18 de octubre de 1964 cortó el rabo al novillo Bellotero de Santo Domingo en la Plaza México. Para el año de 1966, tuvo como principales alternantes en ruedos hispanos a Pedrín Benjumea, Gabriel de la Casa, José Rivera Riverita y Ricardo de Fabra, pero sus actuaciones se extendieron ya a plazas de mayor categoría, pues actuó en Zaragoza, Madrid – 2 veces –, San Sebastián, Barcelona, Almería y Cieza. En la Monumental de Barcelona se quedó con 5 de los novillos de Manuel Álvarez Gómez y hermanos, por herida de sus alternantes. Esa noche le cortó las dos orejas al quinto de la sesión. Julio Ichaso escribió a propósito de ese festejo, lo siguiente, en La Vanguardia de la capital catalana:

...en el quinto... alcanzó un gran éxito al son de la música y de las aclamaciones del concurso; esta estupenda faena fue premiada con las dos orejas, con reiterada petición del rabo y dos vueltas al ruedo entre el entusiasmo general de la concurrencia; al sexto y último de la noche lo liquidó con media estocada en su sitio. Le dieron la vuelta al ruedo a hombros y así lo sacaron por la puerta de la Monumental... Buena presentación, seguida de un alentador triunfe. Felicitamos al nuevo en esta plaza y a su padre, el notable matador de. toros, hace años retirado, Chucho Solórzano, por la actuación de su hijo Jesús...

Acerca de su presentación en Madrid, entre otras cosas, don Antonio Díaz – Cañabate escribió:

El novillo acusó su escasa fuerza en la muleta. Tenía voluntad, pero embestía tardo y había que obligarle para que siguiera la muleta, y esto es precisamente lo que hizo Solórzano, hijo de «Chucho» Solórzano, el fino y elegante torero mejicano que recordamos con toda admiración. Su hijo tiene, por lo que le vimos, algo que ahora se manosea y se cotiza mucho: personalidad. Pero no una personalidad basada en detalles adjetivos al toreo, sino personalidad toreando, haciendo el buen toreo...

Pese a que al apodado Cañas por sus pares, no le parecía bien el toreo que llegaba del otro lado del mar, tuvo que reconocer que uno de los activos importantísimos de Jesús Solórzano, era tener una acentuada personalidad.

La alternativa de Jesús

Como había sido muy frecuente, la plaza de Barcelona fue la elegida para que el hijo del Rey del Temple recibiera la alternativa. La historia nos demuestra que las plazas que regentaba don Pedro Balañá Espinós, fueron, o la puerta de entrada o el punto de arranque de las carreras de muchos toreros mexicanos y honrando esa inveterada costumbre, anunció en los carteles de la Feria de la Merced de 1966, precisamente en la tarde que cerraba el ciclo, la alternativa de Jesús Solórzano, quien fue acartelado con Jaime Ostos en calidad de padrino y Fermín Murillo, que estaba en campaña de despedida como testigo, y a caballo, don Álvaro Domecq. Los toros serían de Atanasio Fernández. El diario La Vanguardia, después de relatar la corrida inicial del ciclo, celebrada el domingo 18 de septiembre, donde Antonio Bienvenida se despidió de la afición barcelonesa, actuando junto a Miguel Mateo Miguelín y Manuel Cano El Pireo frente a toros de don Alipio Pérez Tabernero, anunció lo siguiente:

La segunda función tendrá efecto mañana jueves, con ganado de don Antonio Garde para los diestros Paco Camino, «El Cordobés» y «Paquirri». La tercera consistirá en otra corrida, el sábado, día de la Merced, con reses de don José Benítez Cubero. Intervendrán los matadores Diego Puerta, «Mondeño» y José Fuentes, y en la cuarta, y última, actuará el rejoneador don Álvaro Domecq y, en la lidia ordinaria los espadas Jaime Ostos, Fermín Murillo y el mejicano Jesús Solórzano, que tomará la alternativa con toros de la vacada de don Atanasio Fernández. Todas las funciones comenzarán a las cinco y media de la tarde…

El toro de su alternativa se llamó Rayito, de acuerdo con las crónicas periodísticas de la época. La narración de Eduardo Palacio Valdés, en La Vanguardia, entre otras cuestiones relata:

El diestro azteca veroniqueó guapamente el toro que rompió plaza, negro, listón, con 503 kilogramos en los lomos y de nombre «Rayito». Consistió su quite en unas «chicuelinas», también ovacionadas, y empuñando los rehiletes, dejó un buen par, de frente, luego un solo palo y finalmente un gran par arrancando desde el estribo. Y cuando eran las cinco y cuarenta de la tarde, el bravo ecijano Jaime Ostos lo armó matador de toros, en presencia del baturro Fermín Murillo. La faena de muleta, amenizada por la música, así se desarrolló: Tres pases de tanteo, cuatro naturales, un molinete de rodillas, seis naturales, una arrucina, siete naturales y un molinete de rodillas. Dos pinchazos, una buena estocada y un descabello al tercer viaje, le proporcionaron una ovación, que agradeció desde los medios, En el sexto veroniqueó bien, y a petición del público tomó los garapullos, de los que clavó dos pares y medio, obligándosele a saludar. A la concurrencia ofrendó este franeril trabajo: Cuatro pases por bajo, cinco naturales, uno de pecho, tres naturales y un molinete. Arreó una estocada entera y algo torcida, y se le despidió con aplausos...

De acuerdo con lo que escribió en su día Palacio Valdés, se puede deducir que aún, sin obtención de trofeos, Jesús Solórzano tuvo una actuación destacada en esa tarde histórica para él, sobre todo, si se tiene en cuenta que el encierro no fue precisamente de dulce, según lo describe Rafael Manzano, corresponsal de el semanario madrileño El Ruedo:

Se celebró la cuarta y última corrida de la fiesta de la Merced. Don Atanasio Fernández envió del campo charro un encierro gordo, cornalón, muy dentro de la línea de los toros de la antigua usanza. No han tenido fuerzas con los caballos – ninguno derribó –, pero todos tomaron más de las varas reglamentarias y llegaron muy duros a la muerte...

Esa impresión la ratifica en su columna feriante Barrera de sombra, del diario La Vanguardia del 27 de septiembre siguiente, Julio Ichaso hace la siguiente apreciación de color:

Cable a Méjico, Distrito Federal: «Chucho Solórzano» (padre de Jesús Solórzano). Texto: «Al tomar mi alternativa de matador de toros, te mando un fuerte abrazo. Jesús». Un toro (el primero) por el pitón izquierdo: un angelito; por el derecho: un auténtico barrabás... La tenaz onda mortífera de los capotes, no le ayudó a doblar...»

De vuelta en México

El 19 de febrero del siguiente 1967, confirmaría su alternativa en la Plaza México, ante el toro Zapatero de Santo Domingo, apadrinándole Manuel Capetillo y siendo testigo Antonio Chenel Antoñete, en un festejo en el que los toros potosinos se encargaron de echar a perder la tarde, sobresaliendo únicamente las buenas maneras del confirmante, que esa ocasión vistió el casi mandatorio vestido blanco con bordados en oro.

Hace 56 años, en resumen

Jesús Solórzano y Alfonso Ramírez Calesero Chico fueron los únicos novilleros mexicanos que actuaron en ruedos hispanos. Por los matadores de toros, estuvieron Jesús Córdoba (13 corridas, 2 orejas), Jesús Delgadillo El Estudiante (9 corridas, 14 orejas), Raúl García (5 corridas, 1 oreja), Raúl Contreras Finito (4 corridas, 1 oreja y 1 cornada) y Fernando de la Peña (3 festejos).

Así fueron las cosas hace 56 años, cuando todavía había toros por La Merced en Barcelona.

domingo, 12 de junio de 2022

7 de junio de 1942. Domingo Dominguín recibe la alternativa en Barcelona

Domingo y Pepe Dominguín, Morenito de Valencia
Las Ventas, Madrid, 5 de septiembre de 1940
Foto: Archivo Martín Santos Yubero - Comunidad de Madrid

Domingo González Mateos, natural de Quismondo, hoy en Castilla – La Mancha, había recibido la alternativa de matador de toros el 26 de septiembre de 1918 en Madrid, de manos nada menos que de Gallito, en una tarde en la que fue también investido Manuel Varé Varelito, de triste fortuna en los ruedos. Dominguín tendría relativo éxito con la muleta y la espada en sus manos, pero no era hombre de estarse quieto, así que pronto empezó a entreverar con sus actuaciones en los ruedos, la realización de negocios taurinos. Menos de una década después de esa ceremonia de alternativa, ya había descubierto a un torero de Triana que será per sécula, un referente en cuestiones de arte: Cagancho y poco tiempo después a otro, este, casi paisano suyo, toledano, de Borox: Domingo Ortega, uno de los epítomes del poderío con los toros.

Los tres hijos varones de Dominguín fueron toreros, y se hicieron cuando España estaba inmersa en una cruel Guerra Civil. En 1936 se los trajo a México, pero ante la imposibilidad de que pudieran actuar, regresó con ellos a Portugal para que se formaran como toreros, sin embargo, es en estas tierras donde se prueban por primera vez, según lo cuenta Pepe Dominguín en su libro Mi Gente:

En la hacienda de don Wiliulfo González, dueño de las ganaderías de Piedras Negras y La Laguna, toreamos unas vacas en un tentadero. Los resultados fueron buenos y mi padre pensó en lanzarnos a torear en público, pero otra vez el odioso pleito entre toreros españoles y mexicanos lo hizo imposible, por más gestiones que a altos niveles se hicieron, viendo así desparecer otra posibilidad de ganar algún dinero para casa… Imposibilitados para nuestro quehacer, pensó mi padre en el regreso a España. Habían transcurrido nueve meses desde nuestra llegada y el panorama no estaba ni medianamente claro…Después de unos meses de permanencia en una casa situada a un lado de la playa de San Pedro en Estoril… nos mudamos a la capital, a Lisboa… Un día, terminadas las clases, nos reunió a Domingo (dieciséis años), Luis Miguel (diez años) y a mí (catorce años) en su despacho y seriamente nos trasladó la proposición que le habían hecho. Él sabía que aquel primer paso de torear en público, podía significar el comienzo de una vida profesional que hasta entonces en nosotros no había pasado de ser una diversión sin más trascendencia… Casi al unísono, juntándose sus últimas palabras con las primeras nuestras, dijimos: ‘¡Adelante! ¡Queremos torear! ¡Yo sí! ¡Yo también! ¡Y yo! ...

Tres años después estaría Dominguín moviendo los hilos con sus conocidos para obtener un crédito que le permitiera que los dos mayores, Domingo y Pepe, pudieran iniciar sus carreras en forma en los ruedos españoles. Se asegura que fue el subdirector del Banco de España, Ramón Artigas, el que le prestó al de Quismondo la cantidad de 3,000 pesetas para que avituallara a sus hijos decididos a ser toreros. Así, los presenta en Linares, en junio de 1939 y harán lo propio en Madrid el 1º de septiembre del año siguiente. 

Ese debut madrileño de Domingo y de Pepe Dominguín no fue triunfal. La prensa y la afición esperaban una presentación digamos, mejor cuidada y ante la poca presencia y fuerza de los novillos que lidiaron junto a Mariano Rodríguez Exquisito, fueron juzgados con inusual dureza. Tuvieron que repetir el jueves siguiente, ante un encierro de Miura – una corrida de toros – ante la que pudieron, al fin, demostrar su valía, según cuenta Manuel Sánchez del Arco Giraldillo en el ABC madrileño del día siguiente del festejo:

Fue un gesto. Un gesto de pundonor como se registran pocos... Los que desean que los chiquillos de Dominguín tropiecen, quedaron servidos en la intención, pero burlados en el resultado... la plaza se llenó... y Domingo y Pepe triunfaron... Ellos, que pudieron buscar otro ganado, se complacieron en torear Miuras... No hubo ocasión para cortar oreja... pero al aficionado imparcial, al que los mide en sus justas proporciones, agradaron... Toreros, toreros buenos con amor propio que todo lo intentan, que tienen extensión y en la extensión, detalles buenos...

Con ese bagaje comenzó Domingo, junto con su hermano Pepe, a recorrer las plazas de España, Francia y Portugal y las del Sur del continente americano, porque México estaba fuera de toda cuestión en esos días.

El inusual reencuentro de tres figuras

Tras de cerca de dos años de torear novilladas, el hijo mayor de Dominguín fue anunciado para recibir la alternativa en Barcelona, el domingo 7 de junio de 1942. Le apadrinaría Cagancho en la presencia de Morenito de Talavera. Los toros serían gamerocívicos de Domingo Ortega. La remembranza acerca del reencuentro con éste último y Cagancho era inevitable, y Eduardo Palacio, el cronista titular de La Vanguardia de Barcelona, abre su crónica titulada Danza de tres nombres con una disertación en ese sentido:

La base de este trenzado es el nombre del ex diestro de Quismondo Domingo González «Dominguín». Arribó de chaval a la capital de España, donde ejerció un modesto oficio, hasta que su voluntad férrea y su clarísimo talento natural decidieron de consuno poner punto a la situación aquella, con la siguiente resolución: «Yo seré torero» … Se doctoró como matador el 26 de septiembre de 1918, en Madrid. Llevaban «Gallito» v Belmonte seis y cinco años de alternativa, respectivamente. Toreó con ellos, ganó dinero y se retiró... Hombre de gran talento, repito, se dedicó a negocios taurinos en gran escala. Adivinó en Cagancho una primera figura, le firmó un contrato de exclusiva, le cuidó, le mimó y contribuyó poderosamente a que destacase en la forma que destacó... Tres años más tarde mataba seis toros en Aranjuez el gran Marcial, y por puro compromiso sacó de sobresaliente de espada a un labrador de Borox que se llamaba Domingo López Ortega Marcial le dejó alternar en quites en los dos últimos toros. Dominguín vio en aquel labrador un «grullo», como había sido él al llegar a Madrid. Le buscó y hablaron. Aquel año trajo a López Ortega a Barcelona, donde se reveló como lo que es: un enorme torero. Se firmó una exclusiva se borró el López y quedó Domingo Ortega, a secas… Todo lo apuntado justifica que la casa de «Dominguín» en Madrid, calle de Atocha, 30, fuese una verdadera agencia taurina., por la que correteaban sus tres hijitos: «Domingo, le decían algunos amigos, tus hijos serán toreros». «Antes los mato», respondía... El cartel de la Monumental rezaba, así: Seis toros de Domingo Ortega, para Cagancho, Morenito de Talavera y Domingo González, «Dominguín» que tomará la alternativa. Esas líneas fueron las culpables de que bailasen en mi imaginación tres nombres a lo largo de la corrida, que voy a reseñar...

En estas páginas virtuales he sostenido que la historia camina en círculos. En estos hechos que intento contar, podemos encontrar un ejemplo de ello. Tras de diversas vicisitudes y el transcurso del tiempo, los Dominguín, Cagancho y Domingo Ortega volvían a encontrarse en una plaza de toros. En esos días, todos bajo la vigilante mirada de el Dominguín mayor, que entonces ya era el principal y más sagaz hombre de negocios taurinos en el planeta descrito por Díaz – Cañabate.

El anuncio de la corrida
Mundo Deportivo, Barcelona, 5 de septiembre 1940

La alternativa

Los hijos de Dominguín aprendieron bien el oficio de ser toreros, y también, el tiempo lo diría más adelante, el de atender con eficiencia, asuntos taurinos. Pero ese domingo de hace 80 años, se trataba de investir como matador de toros a Domingo hijo, quien tuvo una actuación decorosa, según nos sigue contando Eduardo Palacio:

Negro, con el número 28 en los lomos y por nombre «Discípulo» era el toro que rompió plaza. Con él había de licenciarse un casi licenciado en Derecho. de 21 años de edad, llamado Domingo González, «Dominguín». Vestía de blanco y oro. Mozo espigado, sereno y sabiendo andar entre los toros con esa difícil facilidad característica de cuanto se realiza con naturalidad. El muchacho veroniqueó con estilo y guapeza, escuchando, como en los quites, grandes aplausos. Cagancho cede los trastos al hijo de sin más fiel mentor, y lo abraza. El muchacho busca con ojos febriles otros ojos que se descubren pronto, porque en ellos titilan unas lágrimas, y brinda el toro de su alternativa. El chiquillo sube para ello al estribo de la barrera, y por sobre ella asoma una cabeza que besa con la máxima ternura al inminente matador de toros. El «grullo» de antaño, que pudo educar a sus hijos señoritos a fuerza de exponer la vida, ve acongojado, emprender al primogénito aquellos peligros que tan bien conoce. Toda esta meditación mía dura un instante. El nuevo «Dominguín» se arrodilla ante el toro de la alternativa, y lo saluda con dos pases escalofriantes. Sigue la faena en pie, valiente, seguro de sí y de que conoce la profesión, y esmalta gallardamente una labor inteligente. Junta «Discípulo» las manos, y el espada, señala, un superior pinchazo que agarra hueso y cobra enseguida, arrancando también sobre corto y por derecho una gran estocada. Estalla una ovación y el ya matador de toros da la vuelta al ruedo y sale a los medios a saludar…

Al final de la tarde, Cagancho había resultado el triunfador del festejo al cortarle el rabo a Campesino, segundo de la corrida y por su parte, Morenito de Talavera dio un par de celebradas vueltas al ruedo. Esos fueron los hechos en los cuales, Domingo Dominguín iniciaba su andar por los ruedos como matador de toros.

El devenir de Domingo Dominguín

Castigado por los toros, pronto empezó a buscar otras actividades, dentro y fuera del ambiente de los toros que colmaran sus ambiciones. Con la orientación de su padre, fue adentrándose en el mundo de los despachos y también fue buscando opciones intelectuales para realizarse. Así, se afilió al entonces ilegal Partido Comunista de España y trabó amistad con Jorge Semprún, Javier Pradera, Juan Antonio Bardem y otros proscritos, con los que hacía actividades políticas, pero también los llevaba a los toros. Así, se cuenta que, en la última etapa del franquismo, varios exiliados en Francia, veían los toros de San Isidro en el tendido de los sastres instalado tras de la puerta de caballos de Las Ventas, por obra y gracia de Domingo, quien además era el más eficaz salvoconducto para que ellos pudieran entrar y salir de España sin ser incomodados, porque aparte, era, familiarmente, amigo del entonces Jefe del Estado.

La vida de Domingo González Lucas a partir de la tarde del 16 de septiembre de 1948, en Mora de Toledo – don Carlos Abella lo sitúa en Lorca, pero la prensa de la época lo fija en la nombrada Mora – sería una para ser contada en un gran libro biográfico o en una interesantísima novela histórica. Apoderó figuras del toreo – Rafael Ortega, su hermano Luis Miguel o su cuñado Antonio Ordóñez –, también fue empresario de plazas de toros – es autor de los ciclos de La Oportunidad en Carabanchel – y hasta productor cinematográfico, pues con el nombrado Bardem y otros más, fue causante directo de la realización de Viridiana, una de las grandes cintas de Luis Buñuel.

Como empresario fue audaz, tanto, que es uno de los autores intelectuales de ese par de festejos que se dieron en Belgrado el 2 y el 3 de octubre de 1971, en el marco de la vuelta a los ruedos de su hermano Luis Miguel. Una experiencia en la que no se ganó dinero, pero se abonó a la universalidad de la fiesta de los toros.

La vida de Domingo fue azarosa, sin duda y él mismo le puso – según la versión oficial – punto y final en Guayaquil, Ecuador, el 13 de octubre de 1975.

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