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martes, 24 de mayo de 2022

22 de mayo de 1972. Una tarde de hitos y mitos (III/III)

Comisario José Antonio Pangua
Foto: Martín Sánchez Yubero
Colección: Archivo de la Comunidad de Madrid

Palomo ingresa a un grupo selecto

El rabo de Cigarrón incluyó a Palomo Linares en un grupo pequeño y muy selecto de toreros; aquellos que siendo matadores de toros cortaron un rabo en la principal plaza de España y la principal plaza de México. Marcial Lalanda le cortó el rabo Buzo de Atenco, en el Toreo de la Condesa el 10 diciembre 1922, y después a Patinero de Sánchez de Terrones, en Las Ventas, el 28 de octubre de 1934. El 8 de febrero de 1931, Manolo Bienvenida lo obtuvo de Corbetero de La Laguna en El Toreo, en tanto que en Las Ventas se llevó los de un toro de Pérez de la Concha el 3 de junio de 1935 y de Pañofino de Sánchez Fabrés el 4 de junio de 1936. Sigue en esta relación el valenciano Vicente Barrera, quien fue premiado con el rabo de Jordano de La Punta, el 29 de noviembre de 1931, en tanto que el 24 de mayo de 1939 en la llamada Corrida de la Victoria, se llevó el de un toro de Concha y Sierra

Dejo aparte el caso de Lorenzo Garza, pues es de este grupo el único que ha cortado rabos en El Toreo de la Condesa, en la Plaza México y en la plaza de Las Ventas de Madrid. En la Condesa se llevó, entre otros, los de Gitanillo y Saladito de San Mateo el domingo 3 de febrero de 1935. En Las Ventas obtuvo el de Guitarrero de Fermín Martín Alonso el 29 de septiembre de 1935 y en la Plaza México los de Amapolo y Buen Mozo de Pastejé la tarde del 11 de diciembre de 1946.

Palomo Linares entró también en este grupo esta tarde que trato de recordar aquí, pues el 30 enero del mismo 1972, cortó en la Plaza México el de Tenorio de don Javier Garfias. Así es como forma parte, desde hace 50 años, del reducido grupo de cinco matadores de toros que han obtenido los máximos trofeos en las dos principales plazas del mundo del toreo.

Justos por pecadores

En México sabemos del gran triunfo de Curro Rivera, lo valoramos y lo publicitamos en la medida de nuestras posibilidades, pero esta tarde de las cuatro orejas en Madrid – hecho no repetido hasta hoy por torero mexicano alguno – tuvo la mala fortuna de que se le pusiera por delante el triunfo, también trascendente, de Palomo Linares y que éste se llevara casi todas las informaciones, por la trascendencia histórica que tenía.

Viendo esa circunstancia, recordé que hay para los toreros tardes de triunfo que no penetran tanto en la memoria colectiva, por imponderables que surgen alrededor de ellas. Eso me recordó la tarde del 25 de mayo de 1967 – Jueves de Corpus –, cuando el torero de la Isla de San Fernando, Rafael Ortega, fue víctima de una jugada del destino, contada por Joaquín Vidal en El País del 19 de diciembre de 1995:

El triunfo de Rafael Ortega aquella tarde fue memorable. Sólo que el destino hizo una grotesca pirueta y Curro Romero colaboró en ella. El torero de Camas, que intervenía a continuación, se negó a torear al toro y provocó un gran escándalo. Los periódicos dieron amplia cobertura a esta noticia, se lucieron con ella los reporteros y las crónicas de la corrida quedaron casi reducidas a una gacetilla...

Creo que igual le sucedió a Curro Rivera esta tarde, no como resultado de una bronca de alguno de sus alternantes, sino por el otro triunfo resonante e inusitado que tuvo lugar en esa misma corrida de toros. Hoy se habla del rabo de Palomo y cuando se hace, nos vemos en la necesidad de apuntar y apuntalar que ese día también salió en hombros por la Puerta de Madrid un torero mexicano.

Una carta abierta y la vara de medir

Al margen de su crónica en Pueblo, Alfonso Navalón publicó también una carta abierta dirigida a Palomo Linares, torero con el que tuvo serios desencuentros en esos días y en la que refiere entre otras cosas esto:

Yo estaba tan tranquilo sentado en mi delantera baja del Dos cuando a usted le dieron el rabo; había gustado su faena a «Cigarrón» porque no le tropezó la muleta más que una vez y porque estuvo dando una medida exhaustiva de su capacidad artística. Yo, durante la faena, había mantenido una actitud absolutamente silenciosa, como puede dar fe ese amigo suyo que estaba justo a mi lado. Cuando le vi acercarse a mi localidad para decirme algo, me levanté a escucharle y no le entendí nada. Su amigo me contó que sus frases fueron más o menos estas: «Conmigo no puede acabar ni tú ni nadie. Conmigo no puede acabar más que un toro». Y tiene usted toda la razón. Con los que se visten de luces sólo acaban los toros o los públicos. No es misión de la crítica acabar con nadie… Usted ha cortado un rabo en Madrid, y mi deber es contarlo. Para que me diera cuenta no hacía ninguna falta que viniera a enseñarlo, porque me ha dado una notoriedad y una importancia que no esperaba… Claro que esta recordación la podía haber hecho de una manera más correcta, sin necesidad de vulnerar las leyes. El artículo 118 del vigente Reglamento Taurino prohíbe a los lidiadores dirigirse a los espectadores, bajo multa de cinco mil pesetas. Le prometo dirigirme respetuosamente al escrupuloso señor Pangua, responsable ayer tarde de velar por el orden, para rogarle que no le imponga a usted esa sanción…

La carta caló. En el resumen de la feria que hace el que firma como Pepe Luis en la Hoja del Lunes madrileña, aparecida el día 30 de ese mismo mayo, hace referencia a ella y revira a Navalón en cuanto a la aplicación de la normativa de los festejos, puesto que afirma, que todas las tardes acudía a su localidad acompañado por dos menores de edad y le recuerda que también el Reglamento cuyo cumplimiento pide, señala que no pueden acudir a los toros personas menores de catorce años de edad. 

Un presidente y un cronista, defenestrados

El Comisario José Antonio Pangua fue el designado para presidir el festejo de ese 22 de mayo. Su asesor artístico era el torero retirado Antonio Posada. Al presidente del festejo lo pusieron “de corinto y oro”, acusándole de violentar las tradiciones de Madrid. Escribió Vicente Zabala Portolés para El Alcázar del día siguiente de la corrida:

Absurda y delirante la concesión del rabo. A partir de mañana ya pueden concederse en Las Ventas los rabos a montones. Madrid será una plaza más gracias al señor Pangua. La que un día fue la primera plaza del mundo queda vejada por un caballero que no ha sabido respetar lo único que quedaba: unas gotas de tradición y señorío...

No mucho tiempo después surgieron trascendidos en el sentido de que el comisario Pangua había sido destituido de su cargo. En entrevista realizada por Jesús Sotos y publicada en El Ruedo de Madrid el día 30 de mayo, expresó el presidente de la corrida que eran bulos malintencionados, pero la campaña negra en su contra, seguía adelante, y así, el Blanco y Negro de ABC madrileño, salido el 27 de mayo de 1972, agrega:

El señor Pangua ha sido muchas veces un presidente blando, poco adecuado para la primera plaza del mundo... El señor Pangua, sin duda con la mejor intención, ha confundido la Monumental con una plaza de segundo orden... Son muchos los aficionados que consideran necesaria la creación de un Colegio de Presidentes, de la misma manera que en el futbol hay un Colegio de Árbitros...

Días después, en el mismo Alcázar, el comisario Pangua publicaría una carta abierta, dirigida al dramaturgo Alfonso Paso, quien saliera en su defensa, de la que extraigo:

...estos barbilampiños ganan más de 200.000 pesetas al mes, pero por ese dinero el que podría hacer las crónicas es el “simpático y cordial Marqués de Lozoya” recientemente cesado en el Instituto de España... estos sapos escupen y escupen sin cesar como sus antepasados lo hicieron al rostro del rabí de Galilea... Don Alfonso, usted es periodista y le ruego que le diga a D. Torcuato Luca de Tena que regrese pronto de su viaje pues como tarde mucho el heredero de la silla de D. Antonio Díaz Cañabate que ya cree estar sentado en ella, va a dejar la sección taurina peor que dejaron a doña Ana de Pantoja... dígale a D. Emilio Romero que pula el mal estilo de su crítico favorito... diga a D. Gregorio Marañón Moya que no haga el caldo gordo a los audaces que le rodean, pues el Colegio de Presidentes y Asesores sería un verdadero “gang” que convertiría la fiesta en el Chicago de los años 20 pero con Alcapones antipáticos y sosos... A mí el verdadero Alcapone me resulta simpático...

La realidad es que José Antonio Pangua ya no volvió a presidir un festejo en Las Ventas. En el resumen de la temporada publicado por el mismo semanario madrileño se hace patente esta circunstancia y se da a conocer que a esa fecha – final del año – el comisario ya estaba jubilado.

En otro orden de ideas, en el mismo Blanco y Negro” de ABC, salido el 27 de mayo de 1972, contiene la información de que Vicente Zabala Portolés dejó de ser crítico taurino de Televisión Española:

Nuestro colaborador Vicente Zabala ha dimitido como crítico taurino de TV Española. Tomó esta determinación al comunicársele que debía limitar sus comentarios televisivos a temas taurinos intemporales, ajenos a la función crítica, ya que «por ahora es imposible hacer un juicio de valor sobre los toreros» ... Ahora que dice adiós a tres años en Prado del Rey, confiesa: «En Televisión no dejo más que amigos. He trabajado allí porque me llamaron. Me llevo un gran recuerdo de Manolo Martín Ferrand, que fue el único que apoyó sin limitaciones una crítica veraz, objetiva y ponderada. Deseo al que me sustituya, que cuente con más espacio y menos trabas que las que he tenido yo en mi camino» ...

Así pues, el presidente no fue cesado y el cronista dijo haber dimitido. Lo que aparentan los hechos a 50 años de distancia, es que ambos fueron defenestrados – tirados por la ventana – dada la agria polémica en la que se vieron inmersos.

Un apunte pertinente

Durante mucho tiempo se manejó de manera privada, y también pública, que el rabo de Cigarrón concedido a Palomo Linares fue otorgado con la única finalidad de diluir el gran triunfo de Curro Rivera. Creo conveniente reiterar que ese rabo se le cortó al quinto de la tarde, tras de cuya lidia, Curro Rivera, tercer espada del cartel, todavía tenía por lidiar un toro más, el sexto del festejo, al que le cortó las dos orejas.

Así pues, hay las bases suficientes para afirmar que la concesión de ese rabo no hubo tomate, simplemente los hechos se fueron dando de esa manera y así fue como resultaron.

Y ahora sí, he llegado al final de estos recuerdos, que material tienen, para escribir un libro completo.

Nuevo aviso parroquial: Otra vez el amanuense es el responsable de los resaltados en los textos citados, que no están así en sus originales.

domingo, 22 de mayo de 2022

22 de mayo de 1972. Una tarde de hitos y mitos (I/III)

Palomo Linares con el rabo de Cigarrón
Foto: Botán, colección El Mundo

Rompiendo moldes y tradiciones

Este 22 de mayo se cumplen 50 años de una tarde en la que en la plaza de Las Ventas de Madrid se produjo una cadena de sucesos que marcaron tanto a la historia de la plaza de toros, como a la historia del toreo. Fue una tarde en la que el orgullo y la tradición de la que es la primera plaza del mundo fueron o renovados o vulnerados, según la manera de ver y abordar lo ocurrido.

Ese 22 de mayo del año 72 se celebró la décimo segunda corrida de la Feria de San Isidro, en la que se anunciaron toros de don Atanasio Fernández para Andrés Vázquez, Sebastián Palomo Linares y Curro Rivera. Dos toreros, Palomo Linares y Curro Rivera cerrarían esa tarde su paso por la feria, cumpliendo su tercer contrato y Andrés Vázquez iba por su segunda fecha, quedándole aún pendiente por cumplir la del domingo 28 de mayo, última del ciclo isidril.

La tarde que me ocupa, se solventó dentro de un ambiente festivo, en el que, los asistentes al festejo, esperaban en alguna medida que fuera uno de esos que pasan al recuerdo. Y se pusieron a la obra y después de que rodara el sexto de la tarde, efectivamente, esa décimo segunda del San Isidro del 72 pasaría a la historia como una gran tarde de toros, con muchos a los que convenció y otros tantos que no aceptaron el resultado como digno de ese escenario.

Estos apuntes los acometeré por estricto orden de alternativa y siguiendo, en lo posible, la forma en la que los acontecimientos se produjeron en el tiempo.

El rabo de Palomo Linares, el primer hito

La última vez que se había concedido un rabo en la plaza de Las Ventas fue el 24 de mayo de 1939, fue a Pepe Bienvenida, que se lo cortó a Terciopelo de Sánchez Fabrés, en la llamada Corrida de la Victoria, en la que también Domingo Ortega había obtenido otro de un toro de Antonio Pérez Tabernero. Entre ese día y este de autos, habían transcurrido treinta y dos años, once meses, y veintiséis días, tiempo más que suficiente para que aquellos que presenciaron las hazañas de Ortega y Bienvenida ya fueran mayores y para que los aficionados jóvenes que asistieron al festejo, nunca hubieran visto la concesión de uno en la primera plaza de Madrid.

Palomo Linares le había cortado las dos orejas a Clavijero, el segundo de la tarde, pero la gran explosión vendría tras la lidia del quinto Cigarrón, al que le cortó el rabo. Las crónicas de los principales medios generalistas poco se ocupan de su hacer ante el toro, pero en el ejemplar de El Ruedo salido a los puestos el 30 de mayo siguiente, Carlos Briones escribió:

Las verónicas espléndidas con que saludó a «Cigarrón» levantaron justos clamores por lo erguido de la figura, el avance hacia los medios, la claridad en el temple de los lances. Tras el brindis – hecho al público, con ostensible eliminación de los reventadores – inició el gran momento. Este es difícil de relatar en términos descriptivos, pero tras los redondos, alto y pase de pecho dados de rodillas con la misma soltura, mando y perfección que los mejores que se hayan dado de pie, la faena fue una maciza obra de arte en que el toreo más puro y más moderno se hermanaron como solamente se funden en los momentos de inspiración máxima. Fue una faena para poner al lado de las más excelsas: la del Montepío, de Belmonte; la de la Prensa, de Manolete. Una faena para guardar en el recuerdo. El final, dramático, puso clima emocionado en la plaza; Palomo se perfiló en corto, citó a recibir, pero «Cigarrón» no fue al encuentro; entonces Sebastián se tiró a matar o a dejarse coger y del encuentro en que dejó medía estocada salió prendido por el muslo y levantado en el aire mientras él no abandonaba su ardida empresa… Cuando el toro dobló se produjo una de esas conmociones de entusiasmo que se ven muy pocas veces en la vida taurina. La plaza unánime clamoreó el triunfo y exigió la rotura de normas y tabús, porque al reto de los negativos, de los resentidos, había respondido un torero en la forma gallarda que le permite su casta. Cortó las dos orejas y el rabo…

Las reacciones de los cronistas de diversos diarios madrileños fueron en sentido contrario. Alfonso Navalón, en su tribuna de Pueblo, también le tundió al torero linarense y al comisario Pangua, quien, con la asesoría técnica de Antonio Posada, presidió el festejo:

Con este “Cigarrón”, Palomo empezó toreando por derechazos de rodilla. Puesto en pie se recreó en una faena larga, templada y limpia, toreando con reposo y suavidad. No tuvo que superar ninguna dificultad ni resolver un solo problema. Palomo se entregó con ilusión en una verdadera orgía de pases despaciosos con el público entregado y en enfervorecido. Aquello era el delirio. Consciente del triunfo que tenía en la mano quiso matar recibiendo para redondear su faena, pero el toro ya no podía embestir. Fue entonces cuando en un alarde temperamental se volcó sobre los pitones, dejando media estocada y saliendo con la taleguilla destrozada. El señor Pangua, rompiendo la tradición de esta plaza, le otorgó un rabo, que pasea por el ruedo entre el fervor popular…

Pero no solamente los cronistas de la nueva generación se mostraron inconformes con la concesión del apéndice caudal a Palomo Linares. También expresó su descontento Antonio Díaz – Cañabate, quien, desde las páginas del ABC madrileño, manifestó:

La faena de Palomo en el quinto toro había sido mejor que las suyas habituales, algo más reposada y más ligada, con menos retorcimiento de la figura. Convinimos en que dada la benevolencia del presidente cortaría las dos orejas. Las teníamos descontadas. Entra a matar. Se entrega con todo pundonor para que no se le escapen las orejas. El toro lo trompica y lo derriba. Se levanta el torero muy espectacularmente. El toro muere. Rapidísimamente el pañuelo presidencial concede una oreja. ¡La otra! ¡La otra! Inmediatamente es otorgada. ¿Por qué no? Para eso estamos, para complacer al respetable público. Y se oyen gritos de ¡El rabo! ¡El rabo! El presidente se apresura a concederlo. ¿Por qué no, si la gente está muy contenta? ¿Qué significa un rabo? Cuatro pelos mal contados. ¡Pues entonces para luego es tarde y a quien Dios se la de, San Pedro se la bendiga...! ... Ya se ha roto el melón de los rabos. Dentro de nada tendremos rabos a tutiplén, rabos hasta en la sopa, y qué rica la sopa de rabo, y entonces volverán las patas a prodigarse con la facilidad que en la duodécima de San Isidro se han regalado nueve orejas y un rabo…

Años después Pablo J. Gómez Debarbieri, para el diario El Comercio, de Lima, reflexionó esto:

En una corrida inusual por su triunfalismo, Palomo le cortó el rabo al quinto toro de aquel festejo, en 1972; trofeo que no se concedía en Madrid desde 1940. “Cigarrón” – número 64, con 520 kilos − se llamó aquel astado de Atanasio Fernández. La faena del de Linares fue notable, sin su habitual retorcimiento y abrochada con media estocada de rápido efecto; pero no superior a otras premiadas con dos orejas… En aquella corrida hubo una especie de histeria colectiva. El presidente, Antonio Pangua y su asesor taurino, Antonio Posada, probablemente hartos de los que ellos llamaron luego “Los reventadores de la andanada del tendido 8” … Pangua, tras conceder el rabo, decía: “Los del 8, son tres reventadores utilizados por uno que luego dice que chilla toda la plaza; el rabo lo pedía el público y, por lo tanto, fue reglamentario”

Como se puede ver, los pareceres de la mayoría de los cronistas de la época coincidieron en que la concesión del rabo fue un exceso. Ocho días después, Antonio García Ramos, en la Hoja del Lunes de Madrid, resume ese sentir:

Salvo error, y, sobre todo, omisión, en medio siglo se han dado once rabos, sin olvidar peticiones clamorosas para Litri, Camino, El Viti y El Cordobés. He de subrayar que hasta la ley taurina de 1962 no se ha legalizado la concesión de orejas y rabos. Don José Antonio Pangua no ha infringido la reglamentación vigente, porque no se excluye el otorgamiento de dicho trofeo en Madrid (al contrario, se trata del primero concedido con arreglo a ella en la capital de España) ni ha roto una tradición, pues ya había sido vulnerada diez veces antes; pero sí lo ha hecho mal, a mi juicio, como lo ejecutaron otros presidentes en las ocasiones antedichas, por no tener en cuenta el aforismo jurídico de que “la costumbre hace ley” ... Lamento que la capital de España haya perdido de nuevo una singular tradición, siendo de temer de ahora en adelante, y esto es lo realmente sensible, se prodiguen estos trofeos en un coso clasificado como señero, en el doble concepto del vocablo: de señorío y de solitario o impar...

Dada la extensión que toman estas notas, continuaré mañana con ellas.

Aviso Parroquial: Los resaltados en los textos transcritos son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

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