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domingo, 14 de julio de 2024

16 de julio de 1965: Gregorio García se despide de los ruedos en Lisboa

Gregorio García, originario de la Hacienda de Santo Domingo en San Luis Potosí se había presentado como novillero en Torreón el 9 de junio de 1935, después de que el 17 de marzo anterior se le tirara de espontáneo a Heriberto García. Y así se le anunció, como el espontáneo de Heriberto. Eso le permitió ir hilvanando una serie de actuaciones que le consiguieron su presentación en El Toreo de la Condesa el 1º de agosto de 1937, fecha en la que le cortó el rabo al novillo Rompegalas de don Carlos Cuevas y que había brindado a don Rodolfo Gaona. Esa campaña actuaría en once tardes en la principal plaza de México.

Seguiría en las filas de la novillería hasta el año de 1943, siendo compañero de diversas generaciones de toreros de las que salieron Paco Gorráez, Calesero, Silverio Pérez, Carlos Arruza, Cañitas, David Liceaga, Ricardo Torres – estos dos recuperando sus alternativas – Antonio Velázquez o Luis Procuna. Sumó en total veintinueve novilladas en la capital mexicana, siendo la última el 24 de octubre de ese año del 43, realizando, refiere don Heriberto Lanfranchi, una dramática faena a un novillo Pelucho de don Juan Aguirre, al que le cortó el rabo.

La primera corrida de la temporada 1943 – 44 fue la de la alternativa de Gregorio García. Lo apadrinó Jesús Solórzano al cederle al toro Alcoleano de Santín en presencia de Luis Castro El Soldado el domingo 5 de diciembre de 1943. El toricantano dio la vuelta en ese y le cortó la oreja al sexto Vigilante.

Gregorio García y Portugal

En el año de 1944 Gregorio García hace su primera campaña europea. Se presenta el 21 de agosto en San Sebastián en España, pero es en ruedos portugueses, principalmente en Lisboa, en donde adquiere la calidad de figura. Su presencia en las temporadas de la capital de Portugal era indispensable y me atrevo a afirmar que los tres toreros mexicanos que han causado la mayor impresión en esa afición son José González Carnicerito, Carlos Arruza y el propio Gregorio. Los tres que combinaron la expresión dramática del valor ante los toros y que lucieron como pocos, en el segundo tercio. 

Se afirma que Gregorio García sumó la friolera de 48 tardes en la plaza de Campo Pequeno. Cuestión de rastrear cada una de ellas, pues de ser así, sería uno de los diestros, en toda la historia del toreo que más ha actuado en ella y que, en el actual estado de cosas, difícilmente podría ser alcanzado. Aparte, su aproximación con la afición lusitana le convirtió en un pionero del marketing taurino, porque en esos días de hace ocho décadas, en Portugal había líneas de ropa para caballeros que llevaban como marca la de Gregorio García, aprovechando la apostura natural del torero de San Luis Potosí.

Por esa razón le fue ofrecida o quizás pidió Gregorio y le fue aceptada su solicitud, la despedida de los ruedos en Campo Pequeno y se programó para la noche del martes 16 de julio de 1965, en un festejo en el que los caballeros en plaza José Ataide y Joao Branco Nuncio tendrían a su cargo la parte ecuestre del festejo, en tanto que, a pie, actuarían el propio Gregorio y el diestro lusitano Amadeo dos Anjos, todos ante toros de Fernando Sommer de Andrade.

Las despedidas de los toreros tienen de suyo un sabor agridulce, pero en el caso de esta de Gregorio García llevó por añadido el dolor de las lesiones que dejan los toros, que para esta ocasión no fueron los de una corrida a modo. Ya con 50 años de edad, acusó los efectos de la falta de sitio y seguramente los estragos de la vida alegre por la que también era conocido. Escribió El Terrible Pérez para el Diario de Lisboa:

Gregorio García volvió anoche a encender Campo Pequeno, como tantas veces antes, ayer por la noche en la despedida que Manuel dos Santos le proporcionó para su beneficio y satisfacción. Beneficio tuvo, pero satisfacción apenas obtuvo de las ovaciones que se llevó al partir plaza y en las vueltas finales, pletóricas de palmas cariñosas y flores de nostalgia. El torero que, en su tierra, recientemente, tuvo una despedida triunfal, sufrió una aparatosa cogida y fue pisoteado por su primero al esbozar los primeros lances, siendo llevado a la enfermería. Sacó contusiones en la cabeza, y en un hombro, se pensó no regresaría al ruedo, pero quiso hacerlo en su segundo toro. Visiblemente lastimado, intentó estirarse en algunos lances de capa y pases de muleta, pero volvió a ser cogido y con dificultad pudo simular la muerte de su último toro…

El torero mexicano sacó fuerzas para apenas cumplir su compromiso, aunque estuviera seriamente limitado por sus lesiones, pero en esa última tarde, ya fue solamente una sombra del torero que dos décadas antes fue un ídolo para la afición lisboeta, que, guardando un buen recuerdo de él, llenó la plaza para verlo actuar allí por última vez.

La despedida en México

Un par de meses antes, el 1º de mayo, Gregorio García había toreado su última tarde en la misma

plaza en la que se presentó vestido de luces, en Torreón. Alternó con nuestro Pepe Luis Vázquez y con Mauro Liceaga en la lidia de toros de Santoyo. Fue, de acuerdo con las crónicas, una tarde pasada por agua, pues en las inmediaciones de la hora de la corrida, cayó un fuerte aguacero, pero eso no mermó la entrada a la plaza, que como en Lisboa, también se llenó. Gregorio tenía ese algo que convierte a los toreros en ídolos y los hace llevar a la gente a las plazas.

Don Guillermo V. Zamudio, cronista titular del diario El Siglo de Torreón

 escribió una muy sentida crónica de ese festejo, de la que extraigo lo siguiente:

La tarde se vistió de tristeza y el cielo comenzó a llorar... y Gregorio hizo el milagro de abarrotar la plaza a pesar del fuerte aguacero que a la hora del festejo se abatió, extraordinariamente, sobre la ciudad... El público, “su” público, quería verlo por última vez aquí, en el ruedo de donde salió una tarde para pasear por las plazas de la Madre España, de Portugal, de Sudamérica, de México entero, su aristocrática y señorial figura, su clase, su categoría, su nombre... El de su despedida se llamó “Garabato”, negro zaino, corniabierto, marcado con el número 12, apretado de carnes y bien cubiertos los riñones, 490 kilos en la romana... un señor toro, bonito de estampa y con una fuerza extraordinaria, se arrancaba de tercio a tercio y Gregorio se fue a él... Tres varas y prodigando los tumbos, recibió el de Santoyo... al quite, Gregorio García que nos enseñó la hermosura del Quite de Ortiz por las afueras... todavía se escuchan los aplausos... Cambia el tercio y Goyo coloca dos pares de antología, uno al cuarteo y otro de poder a poder... Faena buena de verdad... faena en la que Gregorio hizo mucho, pero mucho más de lo que estaba obligado a hacer... un pinchazo y una estocada para terminar... estocada muy buena que le premian con la oreja de su enemigo... vueltas al ruedo solo, acompañado de los diestros alternantes, del empresario Mario (Chopera) Hamdam, del ganadero... Música, ovación fuerte y “Las Golondrinas” que se humedecen con el llanto que brota en las pupilas y se hace nudo en la garganta... También los hombres lloran... y Gregorio lloró...


Se puede apreciar con esta descripción la diferencia que hace la suerte de varas en la lidia del toro. Su juego se atempera y resulta menos complicada la faena en el último tercio. Y vuelvo a insistir en que, porque los toros no mueren a estoque en los ruedos portugueses, nos induce a pensar que lo que se hace ante ellos tiene menos mérito que cuando se hace ante los toros que mueren en el ruedo. Y de la misma forma, soslayamos que en los festejos a la portuguesa no hay picadores, que el toro llega casi entero al tercio final, y poder con ellos, tiene un mérito indiscutible. Aquí tenemos la prueba de lo que puede suceder en uno y otro caso.

Un reproche final

Hace unos seis años pude conocer la plaza de Campo Pequeno y el museo taurino que tiene anexo. Tiene algunas piezas muy interesantes en sus colecciones, pero de manera curiosa no hay allí mención o recuerdo alguno de Gregorio García o de alguno de los toreros de nuestra Edad de Oro, quienes entre 1936 y 1944, enriquecieron las temporadas de esa plaza al no poder actuar en ruedos hispanos. Los únicos cartelillos de mano que observé exhibidos, fueron uno en el que se anuncia una actuación de Juan Espinosa Armillita y otro muy posterior, donde se anuncia al rejoneador Gastón Santos. Creo que al menos Gregorio, con la estatura de ídolo que allí tuvo, merece al menos una mención en ese sitio.

domingo, 10 de marzo de 2024

10 de marzo de 1974: triunfal despedida de Luis Procuna en la Plaza México

Luis Procuna
15 de febrero 1953
Desde 1964 las cosas estaban enrarecidas en el sindicato de los matadores. Fermín Rivera estaba a punto de concluir su gestión al frente del mismo y se formaron dos grupos que pretendían sucederlo, uno encabezado por Jorge El Ranchero Aguilar y el otro, que era liderado por Luis Procuna. El 1º de enero de 1965 se verificó una asamblea de la Unión de Matadores y en un ambiente muy revuelto salió electo como Secretario General El Ranchero Aguilar.

La asamblea se impugnó y unas semanas después se volvió a celebrar, repitiéndose el triunfo en las urnas del torero de Tlaxcala. Luis Procuna y sus seguidores quedaron desde entonces en entredicho y, al final los toreros se dividieron en dos asociaciones sindicales, una nueva, la Asociación Nacional de Matadores de Toros y Novillos, encabezada por El Ranchero Aguilar y lo que sobrevivió de la Unión Mexicana de Matadores de Toros y Novillos, con jurisdicción solamente en la Ciudad de México, encabezada por Luis Procuna, en la que se alinearon toreros como Jesús Córdoba, Víctor Huerta, Guillermo Sandoval o Fernando de la Peña, y casi todos ellos, a partir de ese momento vieron languidecer sus carreras.

Luis Procuna no resintió de pronto la reticencia de las empresas de los Estados que no tenían vínculos con DEMSA, que tenía el control de la Plaza México y de otras varias de importancia en la República, pero a partir del año 1966, el número de sus actuaciones decreció, hasta llegar al paro total en 1968 y hasta 1970. Dirían los cronistas de la política de hoy: Procuna fue cancelado.

Una pausa inesperada

Casi de repente, el último torero activo de la Edad de Oro del toreo en México se vio detenido en su andar por los ruedos. Y tuvo que buscarse la vida en otros menesteres. Tuvo, como le contó a Javier Santos Llorente, que encontrar trabajo:

Me mandaron a trabajar, cosa que nunca había sabido hacer. Un amigo me llevó a la compañía del ron “Castillo”, aprendí, y allí me quedé diez años que pasé como cualquier empleado hasta llegar a gerente de marca... En todo ese tiempo no frecuenté ni toreros, ni ganaderos. Me olvidé completamente de los toros y de todo aquello que fuera en función de lo taurino... (Javier Santos Llorente, Luis Procuna. Retrato surrealista de un torero. Pág. 61)

La medición del tiempo que hace Procuna es un poco exagerada, porque en realidad volvió a empezar a torear otra vez en 1972, cuando le dio la alternativa en Ciudad Juárez a su hijo Luis y al año siguiente junto con él, en plazas de menor entidad, casi siempre acompañando a su vástago, sumó catorce tardes. Más bien, de lo que se trataba, era de ir dándole cuerpo a la idea que ya tenía El Berrendito, de irse de los ruedos por la puerta grande, como figura del toreo que era.

Los prolegómenos de una despedida

Aunque ya habían pasado algunos años de las disputas sindicales que causaron el ostracismo de Luis Procuna y de varios toreros más, la empresa de la capital – DEMSA – parecía no haber olvidado los agravios, presuntos o ciertos, que la actividad sindical del torero les haya causado. Entonces, cuando éste se acercó para plantear la posibilidad de torear una corrida de despedida en la Plaza México, don Javier Garfias, representante de la empresa en ese coso, dijo el torero al citado Javier Santos Llorente, no estuvo por la labor de hablar con él:

Ya se había anunciado que me despediría, pero el contrato no era legal... Entonces le dije a Carlos González: “Te voy a agradecer que le digas a Javier Garfias que quiero hablar con él”, a lo que contestó: “A Javier Garfias ni en helicóptero lo haces salir de donde está”. Era viernes. “Bueno, pasado mañana es la supuesta despedida y Luis Procuna no va a torear si no se le paga algo decoroso... (Santos Llorente, op. cit., Págs. 62 – 63)

Como se puede ver, el camino a la tarde redonda que tuvo Luis Procuna en la Plaza México hace medio siglo, fue pedregoso y lleno de baches. Pero las vías que llevan al triunfo, por lo regular, no son pavimentadas.

La tarde del 10 de marzo de 1974

El cartel de la última tarde se anunció con un encierro del ingeniero Mariano Ramírez para Luis Procuna, Eloy Cavazos y Jesús Solórzano. La corrida, para la afición del resto de la República, tenía el incentivo de que sería transmitida en abierto por el canal 2 de televisión y narrada por José Alameda.

Vi esa corrida por televisión y si mi memoria no me traiciona, la plaza se llenó hasta el tope y el ambiente que reflejaba, aunque en las crónicas se le llegó a calificar hasta de sensiblero, sí estaba cargado de un gran sentimiento de admiración y de respeto, reitero, a la única figura que quedaba en activo, de la mejor etapa que haya tenido la fiesta en México en toda su historia y que en esa señalada tarde, pondría punto final a su andar por los ruedos.

La guinda de ese ambiente sentimental y festivo lo pondría Luis Procuna al enfrentar al cuarto de la tarde, Caporal, número 160 y con 448 kilos de peso, al que le cortaría el rabo. Escribió Carlos León desde su tribuna del Novedades capitalino a ese propósito:

Pocas despedidas habrán tenido un mejor marco de cariño, de entusiasmo y de entrega populares para quien fue uno de sus favoritos. Pero Luis no se limitó a dejarse querer aprovechando el sentimentalismo que propiciaba su adiós, sino que salió cual si tuviera el hambre novilleril de sus inicios, a demostrar que “aquí ‘nomás’ mis chicharrones truenan”... Y le sonrió la fortuna en el sorteo, confirmando que “al que nació pa’ tamal, del cielo le caen las hojas”. Si bueno fue “Brillantito” el penúltimo de su carrera, excepcional fue “Caporal”, con el que epilogó su luminosa trayectoria. El toro soñado para irse “a lo grande”, cuajando uno de sus personalísimos trasteos, con esa infinita variedad de suertes que dan alegre tono a las faenas sacándolas de la monotonía y del aburrimiento de quienes nunca salen de lo mismo. Los aficionados nuevos, que no habían alcanzado la época de oro de Procuna, apenas salían de su asombro. No era la “batea de mondongo” con la que se conformaban otras tardes, creyendo que ese era el único “rancho” pues se daban cuentan gratamente sorprendidos, de que existen otras “delicatessen” en la infinita gama de la lidia. Los que ya estaban ahítos de tunas potosinas y charamuscas norteñas, descubrían de pronto que había otras golosinas. Demasiado tarde, por desgracia, pues el confitero capaz de endulzar la lidia agria, se estaba despidiendo para siempre... Muy justas las orejas y el rabo concedidos a Luis, que, hasta el último aliento de su vida torera y bañado en lágrimas, despedido por una ovación interminable después de que "El Soldado" le mutiló la coleta, se fue de los ruedos heroicamente, escribiendo una página memorable, una tarde de torero de los pies a la montera...

Sin apartarse de la mordacidad en sus comentarios, sobre todo al referirse a las figuras del momento, Carlos León describe con precisión la esencia de la faena final de Luis Procuna, la fidelidad a un estilo y a una tauromaquia personalísima que le convirtió en un diestro que fue admirado y reconocido por aficionados y por toreros, sobre todo por estos últimos, que reconocían la dificultad de mantener, ante todo, un estilo personalísimo y original.

Por su parte, en el diario deportivo Esto, Francisco Lazo, cronista titular de esa publicación, relata lo siguiente:

Y Luis hizo su toreo. Allí en el centro del anillo. Ayudados, cortos de extensión, pero a ritmo lento, ligeramente doblada la cintura, firmes las plantas., quebrando el cuello y encajaba la barbilla en el pecho. Y ahora al natural y las “sanjuaneras” y los afarolados y las manoletinas, más quieto que un poste. ¡Ese toreo por alto de Luis! Emocionado y entregado, como entregado estaba el toro y emocionado el público, Luis siguió adelante. En un arrebato, le cogió los pitones al toro y le hizo seguir el viaje de la muleta. Bonita faena, de principio a fin. Pinchó... ¡Y no quería trofeos “simbólicos”! Fue allá a “borrar” el pinchazo con dos afarolados y un desplante... Otra punzadura y más ayudados tratando de limpiar el manchón de la falla con la espada. Ahora sí, dejó tres cuartos que hicieron doblar. Petición unánime. Orejas y rabo. Y vino lo demás, los abrazos, las vueltas, “Las Golondrinas” con su acento melancólico, y sacó al ganadero, que se llevó gran ovación...

Por descriptiva, la crónica de Lazo resulta complementaria de la anterior, porque hace, quizás a vuelapluma, un recuento de las suertes, en esas fechas – y hoy también – casi en desuso que Luis Procuna realizó al toro de su adiós y que para muchos que quizás lo vimos esa única vez, solamente las conocíamos de nombre o en las descripciones literarias. En lo que hay coincidencia en ambas, es en el hecho de que el rabo que se le concedió al torero que se iba, no fue cuestionado y desde mi punto de vista, uno de los mejor concedidos en la historia de esa plaza.

El resto de la corrida

Jesús Solórzano le cortó una oreja al segundo de la tarde, Billetero. Pero antes, invitó a Luis Procuna a poner banderillas cuando decidió cubrir el segundo tercio. La cuadrilla de Jesús se esforzó por poner al toro en el que El Berrendito consideraba adecuado y allí se invirtió una buena cantidad de capotazos. Al final, Procuna pudo lucirse en un buen par al cuarteo y Solórzano en otro al sesgo por los adentros, porque Billetero, aunque fue bravo y con clase, empezó a acusar falta de fuerza y se movía mejor hacia los terrenos de tablas. Tras de culminar su actuación, recuerdo que Jesús declaró ante los micrófonos de la televisión que transmitía a nivel nacional que no se arrepentía de no haber cuidado al toro, que de lo que se trataba era que el Maestro se despidiera en un ambiente de triunfo y que lo hecho, bien invertido estaba.

Por su parte, Eloy Cavazos se encontró con los dos toros del ingeniero Mariano Ramírez que no caminaron. Tanto así, que, en un gesto casi inusitado, regaló un séptimo de Javier Garfias, que para mayor contrariedad, tampoco se prestó a su lucimiento. Así que en esta señalada tarde, terminó pasando de puntitas.

Lo que después vino

El ejemplar del semanario madrileño El Ruedo salido el día 9 de abril de 1974, daba a conocer que el día 5 anterior se habían dado a conocer los resultados del jurado que elegía a los ganadores de los Trofeos Domecq a lo más destacado de la temporada de la capital mexicana. En el caso, tres protagonistas de esta memorable tarde fueron objeto de mención en esa premiación: el ingeniero Mariano Ramírez, quien se llevó el trofeo al Mejor Encierro; el toro Billetero, tercero de esa corrida y primero del lote de Jesús Solórzano, que al empatar a cinco votos con Abarrotero de José Julián Llaguno, motivó que el correspondiente al Mejor Toro se declarara desierto y que a Luis Procuna se le otorgó, por decisión unánime de ese jurado un Trofeo Especial en reconocimiento a su brillante trayectoria y triunfal despedida.

Así se dieron las cosas un domingo como hoy de hace cincuenta años. Se despidió de los ruedos un singularísimo torero que fue el exacto reflejo de las luces, las sombras y, sobre todo, de los claroscuros que hay en esta fiesta, cosa que muy pocos en la historia del toreo han podido alcanzar.

domingo, 15 de octubre de 2023

Manolo Vázquez, a 40 años de su despedida de los ruedos

Manolo Vázquez
Foto: Santos Yubero
Manolo Vázquez, llamado por muchos El Brujo de San Bernardo, fue un torero de dinastía, formado en el matadero donde trabajaba su padre y miembro de una extensa familia de toreros, porque aparte de su hermano Pepe Luis – el Sócrates de San Bernardo le apodaban –, otra figura fundamental en la historia del toreo, sus hermanos Rafael y Juan fueron novilleros primero y hombres de plata después, y Antonio también recibió la alternativa y posteriormente cambiaría el oro por la plata también.

Manolo Vázquez se vistió de luces por primera vez el 13 de junio de 1947 en Cabezalavaca, Badajoz y debutó con picadores en Ciudad Real el 11 de julio del año siguiente. Su presentación en Madrid ocurrió el 4 de junio de 1950, alternando con los hermanos Juan de la Palma y Antonio Ordóñez. Recibió la alternativa el 6 de octubre de 1951, cuando Pepe Luis su hermano, en presencia de Antonio Bienvenida, le cedió al toro Perdulario, de Domingo Ortega y la confirmó en Madrid una semana después, con el mismo cartel de toreros, pero con toros de Fermín Bohórquez. Le cortó la oreja a Calamar, el toro de la ceremonia.

Una carrera con pausas

Manolo Vázquez toreó ininterrumpidamente desde la fecha de su alternativa hasta 1962. Se apartó de los ruedos durante el año de 1963 y volvió a la actividad el año de 1964, para anunciar su despedida la tarde del 28 de septiembre de 1968, en Sevilla, cuando alternó con Alfredo Leal y Curro Romero en la lidia de toros de Concha y Sierra. Después de esa corrida se mantuvo fuera de los ruedos durante 13 años. Esa temporada de 1981 se convirtió en la novedad en el escalafón y en el ejemplo para los nuevos aficionados. A propósito de su actuación en Sevilla el día de la alternativa de su sobrino Pepe Luis, escribió Joaquín Vidal:

Manolo Vázquez resucitó el toreo puro y este fue el acontecimiento verdadero del domingo en la Maestranza… El veterano matador ha vuelto, doce años después de su retirada, para explicarles a las jóvenes promociones qué es, exactamente, torear… Torear es aquello de aplicar las suertes adecuadas a las características y estados de los toros. Es decir, lo de Manolo Vázquez el día de la “operación retorno”. Y a mayor abundamiento, instrumentar esas suertes como mandan los cánones, en el marco de la regla de oro del toreo, que es parar – templar – mandar…

En ese año de su reaparición fue que lograría abrir por primera vez la Puerta del Príncipe en Sevilla, fue el 18 de junio, en la Corrida del Corpus y a ese propósito, escribió Filiberto Mira:

Estimulado Manolo por los muy artísticos quites que hicieron al cuarto toro Curro Romero y Rafael de Paula, se la jugó muy de verdad. En cinco minutos – suficientes – cuajó (tras muy apretadas chicuelinas después de su turno) una faena, tan sevillana como superclásica, que fue exaltación y resumen de cuanto el toreo atesora como representación plástica de belleza, enjundia y gracia”

A propósito de esa campaña de reaparición, escribía Joaquín Vidal que la vuelta de Antoñete y la de Manolo Vázquez más que dejar satisfechas las aspiraciones de los aficionados viejos, representó una verdadera revolución que llevó a la juventud a las plazas y le dejó claro que el toreo era más que la producción en serie de las figuras de aquel momento. Le comentó El Brujo de San Bernardo al cronista de El País a ese propósito:

Mi personalidad en el ruedo consiste en mi forma de concebir el toreo, que, buena o mala, es distinta a la de mis compañeros. Reaparecí porque pensaba que aún podía aportar algo importante a la fiesta… Luego, todo se desarrolló bien. Aquel día fue cuando, ¡al cabo de tantos años!, Sevilla vio a Manolo Vázquez quiero decir que reconoció mi categoría. La tarde del Corpus supuso el refrendo, y la de la feria de San Miguel, la confirmación definitiva…

Esa fue la cimentación de las últimas temporadas de Manolo Vázquez, quien terminaría su andadura vestido de luces el 12 de octubre de 1983.

La víspera de la despedida

La víspera de la tarde final, Manolo Vázquez fue entrevistado por Rafael Moreno para el ABC de Sevilla y le externó varias cuestiones interesantes:

Estoy muy ilusionado, ¿sabes?, muy ilusionado... me siento muy a gusto toreando, que mi vida es esto... pienso que todavía podría hacer cosas importantes, pero hay una razón por encima de todas las demás y es que ha llegado la hora y no tiene vuelta de hoja... Las fuerzas no me faltan; no me sobran tampoco, pero tengo las precisas para ponerme delante del toro... Cuando tomé la alternativa... mi ilusión era alcanzar una meta. Ahora esa ilusión de entonces se ha transformado en la alegría de haber alcanzado muchas cosas...

Después reflexionó sobre su hacer ante los toros, que como escribió Joaquín Vidal, causó una revolución en los tendidos de las plazas:

Las formas han sido siempre las mismas. Únicamente en mi primera etapa esas formas eran las juveniles, y ahora creo que les he imprimido más pureza, más sentimiento. Ahora creo que toreo con más cadencia, con más reposo. Quizá eso es lo que ha sorprendido al público. Ahora puede que toree con más profundidad...

Así se veía un torero que dejaba los ruedos alrededor de tres décadas después de haber recibido la alternativa y que intentaba encajar el efecto que producía lo que le hacía a los toros a una afición y con un público que quizás no había nacido en ese entonces. Así llegaba a la que sería su última tarde.

La corrida del 12 de octubre

Para el miércoles 12 de octubre de 1983 se anunció un mano a mano entre Manolo Vázquez, quien llevó un terno turquesa y oro y Antonio Chenel Antoñete quien salió vestido de lila y oro, para enfrentar toros de Juan Pedro Domecq (1o y 6o); Núñez Moreno de Guerra (2o); González - Sánchez Dalp (3o); y, Manolo González (4o y 5o). El sobresaliente fue Manuel Rodríguez El Estudiante.

De la actuación de Manolo Vázquez en esa señalada tarde, escribió Joaquín Caro Romero para el ABC hispalense:

La corrida de ayer en Sevilla, en la tarde histórica de la despedida de Manolo Vázquez, superó con creces todos los pronósticos acerca de su resultado... Decir adiós a una gloriosa profesión saliendo a hombros por la Puerta del Príncipe es un caso sin precedentes... El público, que abarrotaba la plaza, dedicó al gran maestro una enorme ovación antes que soltaran a su primer toro... Con su segundo, Manolo hizo una faena de ensueño sobre ambas manos... La música, como en el toro que abrió plaza, volvió a acompañar la inauguración y el levantamiento de la estatua de la maravilla. Dos series con la derecha y una con la izquierda pusieron el coso a revientacalderas. Luego, media docena de pases con la diestra, con las plantas como atornilladas en el albero, ligando y mandando en trance de inspiración, en las fronteras de las irrealidades sublimes, que el toreo, como la vida es sueño. Y es éxtasis...

Caro Romero se lamentaba de la brevedad del espacio y del tiempo para describir lo vivido en la Maestranza esa tarde y de prisa, pero con emoción, expuso su punto de vista de lo allí sucedido. Por su parte, Joaquín Vidal, enviado especial del diario madrileño El País, relata:

Por la puerta del Príncipe salía a hombros Manolo Vázquez, después de haber protagonizado una tarde memorable. Su despedida ha sido una continua apoteosis. Cuando su propio hijo le cortaba la coleta, rodeado de la cuadrilla y fotógrafos, lloraba el torero y yo creo que llorábamos todos en la plaza. La emoción era incontenible. Las restantes cuadrillas, con Antoñete al frente, se rompían las manos de aplaudir. Éramos conscientes de que habíamos vivido un acontecimiento histórico y nadie quería abandonar los tendidos. ¿Qué había ocurrido allí? A las cinco en punto de la tarde, hora torera y hora de romance, había comenzado el gran acontecimiento... Pero la apoteosis se produjo en el tercero, un cinqueño terciado, manso, que acabó nobilísimo. O nobilísimo lo convirtió Manolo Vázquez en los ayudados por alto ganando terreno y curvando a la cadera la trayectoria del viaje; los remates por bajo en ligazón; las series de redondos y naturales. Del toreo puro hacía esencia, y aquello ya no era torear, sino oficiar de pontifical el rito de la tauromaquia. De frente o cargando la suerte, ligando pases de pecho de espeluznante exposición, pero también de mágico dibujo. Lo tendidos se cuajaban de pañuelos la gente daba brincos y la Maestranza era un clamor: “¡torero, torero!”. Manolo Vázquez caminaba en majestad; ebrio de torería reemprendía el toreo de filigrana. Y, además, pases de pecho en vaivén, ligados, del corte de esos que han dado fama al torero de la vertical impavidez; hasta esos dio, a manera de lección, y como con desdén. Un alarde de poderío, que abandonó, porque el toreo auténtico, y el difícil, es el otro, el que había desgranado y siguió desgranando después, en medio del delirio. La grandeza de la faena de Manolo Vázquez convirtió la Maestranza en un manicomio...

A Manolo Vázquez le dieron una vuelta al ruedo a hombros los miembros de su cuadrilla y fueron relevados – relata Vidal – por la afición sevillana para cruzar la Puerta del Príncipe con él en andas y en olor de multitud se lo llevaron por el Arenal.

Al día siguiente

El citado Rafael Moreno, del ABC de Sevilla acudió a recabar las impresiones de Manolo Vázquez al día siguiente de su triunfal corrida de despedida. En cuanto comenzaron el diálogo, comenzaron las sorpresas:

Sí, es verdad... me han ofrecido, ¡fíjate!, cinco corridas de toros en la feria de Sevilla del año que viene y veinte corridas más a lo largo de la temporada... De dinero me han dicho que lo que ha ganado este año Paco Ojeda se iba a quedar en pañales... Hay cosas que no son cuestión de dinero. Yo volví a los toros cuando creí que debía hacerlo y me he ido cuando he creído que había llegado el momento de irme. Creo que he hecho lo que tenía que hacer...

La honradez del torero, ante todo. Por esas fechas era Ojeda el que más cobraba y al menos, de palabra, la oferta para que reapareciera Manolo Vázquez el siguiente abril, era con unos honorarios más sustanciosos. Y, sin embargo, se resistió a poner donde dije digo, digo Diego

Concluyo reproduciendo estas reflexiones de Joaquín Vidal acerca de lo que aportó Manolo Vázquez al toreo y que, a veces perdemos de vista, analizando únicamente hechos aislados:

Dijeron de Manolo Vázquez en su primera época que había puesto el toreo de frente. Lo decían por su característica forma de citar al natural, el pecho por delante, juntitas las zapatillas, la pañosa cogida por el centro del estaquillador y adelante también; “¡Vente, torito, vente!”, solía gritar con su voz aguda. Pero lo decían también porque acabó con la moda de torear de espaldas que unos cuantos pretendían perpetuar, a raíz de la invención de una desafortunada suerte que llamaban espaldina… Ahora ha puesto el toreo en su sitio. La gran aportación de Manolo Vázquez en su retorno a los ruedos – y la de Antoñete, en parecida dimensión – ha consistido en exhibir el toreo tal cual es; tal cual había sido siempre hasta que llegaron las figuras de las exclusivas. Estas figuras, cuya hegemonía ha durado dos décadas, impusieron la regularidad de su oficio, el cual excluía arte y se limitaba a reiterar pases de muleta, muchos pases, siempre los mismos pases, adocenados, monótonos, cortos, citando de perfil y ahogando las embestidas…

domingo, 2 de julio de 2023

1º de julio de 1923: se cierra la historia de Rodolfo Gaona en ruedos de España

Anuncio de la corrida en el diario
Noticiero Universal 30/06/1923

La temporada 1922 – 23 en el Toreo de la Condesa fue, para Rodolfo Gaona, una de marcados contrastes. En la columna de los grandes triunfos, han pasado a la historia sus actuaciones en la 12ª tarde del ciclo, cuando realizó su gran faena al toro Curtidor de Atenco y la del domingo siguiente, después de que sus seguidores le colocaran la tiara de Pontífice del Toreo, a Sangre Azul de San Diego de los Padres

Pero también tuvo tropiezos significativos, pues en la tercera, se le fue vivo Cubeto de Piedras Negras; en la cuarta, un toro de Atenco lo hirió de consideración en un brazo; en la décima, él y Marcial Lalanda salieron abroncados después de una tarde aciaga y en la décimo sexta, sin tener que ver en el asunto, la concurrencia desquitó con el Califa su enojo, porque le correspondió el lote parchado de un encierro de Palha, que llegó a México con solamente cinco toros aptos para la lidia.

Quizás era que la afición de la capital estaba impresionada por los alardes de valor de diestros como Luis Freg, Juan Silveti – que fue el que más tardes actuó en la Condesa – o aquél que fue banderillero de Belmonte, el trianero Manuel García Maera, quien en una tarde cortara los dos rabos de los toros que le tocaron en suerte. Y también las valerosas excentricidades de Larita. La cuestión es que, había razones suficientes para justificar la subida del nivel de exigencia hacia el llamado Petronio de los ruedos y los que pagan su entrada, las hicieron valer.

Rafael Solana Verduguillo narra en su recuento histórico de la fiesta de esa época, acerca de esa situación, lo siguiente:

A mediados de ese año de 1923, Gaona partió para España. No tenía el menor deseo de ir a despedirse de los públicos españoles, pero “Monosabio” y yo casi lo obligamos… “Debes poner tierra de por medio. Rodolfo, dijo don Carlos Quirós en cierta ocasión en que comíamos juntos accidentalmente… Le decía yo a Rodolfo, manifestó don Carlos, que sería muy conveniente que se fuera a España. Es necesario que la gente deje de verlo, que se ausente para que el público lo extrañe. Cuando los artistas viven en un lugar, como que se le pierde la estimación a fuerza estarlos viendo a todas horas… Soy de la misma opinión, dije yo, Gaona debe irse, aunque toree poco, aunque no gane nada. La ausencia estimula al afecto…”. Al terminar la comida, Gaona nos prometió que saldría para Europa. Torearía poco, unas cuantas corridas en España, otras en Francia y se despediría definitivamente de aquellos públicos…

Así fue, de acuerdo con el periodista veracruzano, que don Rodolfo Gaona se decidió a intentar una campaña de despedida en los ruedos de Europa.

La realidad de la fiesta en España

Al llegar Rodolfo Gaona a tierras hispanas, se encontró con una realidad muy distinta a la que había dejado allá un par de años antes. Ahora para actuar en las plazas de importancia había que pertenecer a la Sociedad de Matadores de Toros y Novillos, una agrupación sindical que era controlada bajo cuerda por la Asociación de Empresarios y Propietarios de Plazas de Toros de España, misma que, si hacemos caso a la historia escrita en España, surgió hasta 1924 y con la finalidad de impedir que Ignacio Sánchez Mejías pudiera torear en las plazas que pertenecían a esa asociación – Madrid, Sevilla,  Bilbao, Valladolid y Vitoria entre las más destacadas – estableciendo además para los otros toreros, un honorario máximo de siete mil pesetas. Así se lo contó a Monosabio el Indio Grande:

Yo fui a España a saludar a mis amigos y a despedirme de los públicos que más me quisieron: torearía ocho, diez corridas, en ciertas plazas: serían las últimas corridas, porque ya hay que ir pensando en otra cosa… Eso sí: mantendría mi categoría y la haría respetar en todo, especialmente en lo que mejor se demuestra: ¿Cuánto cobras? Tanto vales… Nada de pensar en pelear con nadie, ni en quitar a ninguno el sitio que justa o injustamente disfrute… Pero, no pudo ser sino a medias... Las empresas estaban sindicalizadas. Los toreros sindicalizados y los ganaderos también. Para torear había que ingresar en esa Asociación que manejan los empresarios: ellos fijaron que ningún matador de primera fila habría de cobrar más de siete mil pesetas, y para mí esa suma es una insignificancia, porque no me alcanza para los gastos más indispensables. No quisieron hacer sino una excepción en favor de Rafael “El Gallo”, pero no para mí… Y yo pensé que las categorías y el precio los señalan los públicos y no los sindicatos. Está bien que se reúnan en manada los que no pueden andar solos… El cartel hay que buscarlo toreando. Y no accedí a ingresar en el Sindicato, ni acepté la tarifa standard que habían aprobado Y... no pude torear sino en las plazas que habían quedado fuera del control de las empresas asociadas y con los toreros que no se habían sindicalizado...

Ante ese escenario, Rodolfo Gaona apenas pudo actuar en un puñado de festejos y por supuesto, las plazas de importancia quedaron excluidas de su gira de despedida. Sin embargo, en Lisboa cobró lo que ninguno antes había recibido por actuar allí y en Barcelona, no en la Monumental, tampoco en Las Arenas, pero sí en La Barceloneta, pudo impartir su postrera lección magistral, misma que ha quedado para la historia, por lo que el hecho en sí representa, como por lo que en la fecha el torero de León realizó.

Rodolfo Gaona y Beato

Para el domingo 1º de julio de 1923 se anunció una corrida de toros en la plaza de toros de La Barceloneta. La publicidad señalaba que se lidiaría un encierro de Arribas por Rodolfo Gaona, en su despedida, Diego Mazquiarán Fortuna y Francisco Vila Rubio de Valencia. Aclaro que la publicidad anunciaba los toros como procedentes de Arribas, porque posteriormente la mayoría de las crónicas señalarían que procedieron de Andrés Sánchez y Sánchez, de Salamanca y aún algún otro indicó en su información que fueron de la Viuda de Tovar.

El cuarto de la sesión se llamó Beato, fue cárdeno oscuro y tras de ver el resultado del conjunto del festejo, fue el mejor de la corrida. Ante ese Beato, fue que Rodolfo Gaona dejara su última gran exhibición de arte y de poderío en ruedos españoles. La impresión que causó a quien firmó como Carrasclás en el diario barcelonés Noticiero Universal, fue la siguiente:

El toro “Beato”, un cárdeno de buen tipo, no fue un portento de bravura. Fué más noble que bravo, aunque se arrancó pronto y bien a los caballos. Lo que hizo a pedir de boca es embestir, dando lugar a Gaona, que no deseaba otra cosa que un buen toro para torear, á que nos extasiara primero con unos lances de capa que fueron un modelo de arte, de temple y de finura, que se premiaron con una atronadora ovación… Cambiado el tercio, cogió banderillas Gaona y en un santiamén, pronto y ligero, para que no se le agotase el toro, con su arte peculiar y su seguridad pasmosa, clavó cuatro soberanos pares, premiados con otras tantas ruidosas explosiones de palmas… Pero con todo y ser lo relatado tan exquisito, dejó Rodolfo lo más asombroso para el final… Y el acontecimiento fue un faenón enorme. El soberbio ayudado con que Rodolfo lo empezó, levantó un olé, y al olé siguió una formidable ovación por tres naturales magnos que dio Gaona a continuación, ligándolos admirablemente, a los que siguieron uno alto finísimo y otro de pecho estupendo… El entusiasmo que la faena provocó, delirante. No tuvo Rodolfo completa suerte al matar. Aunque arrancó con decisión y bien, coló poco el estoque en las dos veces que entró, y tuvo que descabellar, pero no por esto dejó de ser la ovación final tan enorme como fue la faena, viéndose obligado el gran torero a dar una vuelta triunfal y á salir tres veces á los medios por no cesar los atronadores aplausos...

Por su parte, el corresponsal del diario El Heraldo de Madrid, advirtió lo siguiente:

Cuarto. – Cárdeno y bien puesto. Gaona es ovacionado al veroniquear; en un quite, en el que deja saborear su excelente estilo de torero, es de nuevo ovacionado. Gaona coge los palos, y al cuarteo, deja un par superiorísimo; repite con otro de poder a poder, inconmensurable. (Ovación). Clava otro en la misma forma y cierra el tercio con uno de frente muy bueno. Brinda la muerte desde el centro de la plaza. Comienza la faena de muleta con un pase ayudado por alto con los pies hundidos en la arena, y después lo más grande que Gaona ha hecho en Barcelona; una faena ligada de pases de pecho y naturales, pases improvisados, pases de molinete; se tira a matar y deja media estocada; sigue toreando entre ovaciones y música, y se tira de nuevo y señala un buen pinchazo; intenta el descabello, y acierta al primer intento. (Ovación, dos vueltas al ruedo y salida por tres veces a los medios. Petición de oreja que el presidente no concede)…

El diario madrileño Informaciones, en la relación de su corresponsal, destaca:

CUARTO. – Gaona da unos lances quieto y airoso y es muy aplaudido. Tardeando y sintiéndose al hierro toma el toro las varas reglamentarias y hay un quite por barba, muy adornados. Rodolfo coge los palos, y en un santiamén pone cuatro pares; los tres primeros de poder a poder, estilo Joselito, que se ovacionan, y el cuarto cambiando el viaje, muy fino. (Ovación)… Brinda desde el centro de la Plaza para despedirse, y empieza la faena con un pase por alto, superior; sigue con tres naturales, soberbios, seguidos del de pecho, continúa con la faena más grande que ha hecho este torero en Barcelona, en la que cada pase es un derroche de arte y maestría. (música, ovación continua y el delirio). Entra bien a matar para media desprendida. Más trasteo y un pinchazo alto. Descabella. a pulso y se repite la ovación grande, petición de oreja que ha debido concederse; vuelta al ruedo y salida tres veces a los medios. Todo merecido…

¿El pase del centenario?

El cronista del Noticiero Universal, al mediar el cuerpo de su narración de la faena de Gaona a Beato, se detiene a describir lo siguiente:

Loco el público, pidió música, y a sus acordes Gaona prosiguió su magnífica labor, dando dos vistosísimos pases cambiándose la muleta, tras de los cuales cayeron gorras y sombreros al redondel; dos ayudados finísimos, uno soberbio de rodillas, un molinete, dos de costado (a modo de gaoneras), dos de pecho con la izquierda y un natural con la derecha, todos ellos dados con arte soberano y una finura, una suavidad y un temple superiores a toda ponderación…

Dos de costado a modo de gaoneras... Eso seguramente es una descripción de una suerte no vista antes por el cronista de Barcelona y que fue estrenada por Rodolfo Gaona el 20 de septiembre de 1921 en el Toreo de la Condesa, aunque en las crónicas de la corrida celebrada el 27 de abril de 1919 en Madrid, al describirse su faena al toro Vizcaíno del Duque de Veragua, también se relata que con la muleta dio dos preciosos pases gaoneros, como las gaoneras o de frente por detrás… No es una suerte que se haya prodigado y parecía en buena medida una verdadera entelequia, pero ya tenemos aquí una tercera referencia escrita a su realización en una corrida de toros por parte de su autor.

La prensa de Madrid

La prensa taurina madrileña materialmente ignoró el paso de Rodolfo Gaona por España en esa breve y última temporada que hizo por sus plazas. Pero tuvo buen cuidado de anunciar su regreso a México, como se puede ver de esta nota aparecida en el semanario El Toreo del 16 de julio del mismo 1923:

Amigos íntimos de Gaona expresan la amargura que este diestro ha sentido por el vacío que se le hace en España… Volvió a España, esperando una acogida satisfactoria; pero se duele de la actitud de sus compañeros españoles, que le dificultan actuar, poniéndole vetos que le hacen imposible su estancia, malogrando sus deseos de despedirse del público español… Se dice que vendrá a España con objeto de organizar corridas por su cuenta y dar trabajo a los toreros modestos, despidiéndose después; pero las empresas y los toreros le han impedido que actúe en plazas no asociadas… La última corrida que ha toreado en Barcelona cierra su despedida en España… Ahora marcha a Lisboa, regresando seguidamente a Méjico… Hace comparación entre el modo que se le atiende a él aquí y cómo se le recibe a los toreros españoles que van a Méjico… Cree absurdo pagar una multa y sufrir un castigo que le imponga la Unión de Matadores, ligándole a una dependencia de las empresas…

Como se puede leer, las heridas que quedaron abiertas con la salida de Gaona de España en 1920, no estaban debidamente cerradas. La prensa de la capital española no le podía perdonar que se hubiera mantenido en una primera fila por más de una docena de años en competencia con las cumbres de la llamada Edad de Plata de la fiesta española.

Pero se pudo despedir, donde sus méritos fueron tenidos en cuenta, como una figura del toreo, demostrando que estaba en plenitud de facultades y que podía, de así quererlo él, competir con quien se le pusiera delante.

domingo, 29 de enero de 2023

Hace 50 años: La despedida de los ruedos de Joselito Huerta

El 7 de noviembre de 1971 en Tlaxcala, se celebró una corrida de toros en la que Manolo Rangel recibió la alternativa de manos de Joselito Huerta, atestiguando su hermano Jaime. Los toros, en concurso, vendrían de Atlanga, La Trasquila, Zacatepec, Coaxamalucan, Las Huertas y Zotoluca

El segundo de la tarde y primero del lote de El León de Tetela sería el de La Trasquila. Estuvo a la altura de las circunstancias con él. Tras de la lidia, al ir caminando por el callejón de la plaza, sufrió un desvanecimiento y también ingresó en la enfermería. El diagnóstico inicial fue el de un  cuadro de agotamiento general. Sin embargo, los signos que externaba el torero ameritaron el examen por otros especialistas que dictaminarían la realidad clínica de Joselito Huerta, que iba más allá de un simple problema de stress.

Ya en la capital mexicana, sus médicos en el Sanatorio Español lo sometieron a diversos estudios de laboratorio y gabinete y se pudo determinar con precisión que lo que padecía era un aneurisma de carótida en su porción intracraneal, razón por la cual, a recomendación de sus médicos, el internista Hernán Cristerna y Jaime Heysser, neurocirujano de ese nosocomio, fue trasladado a Zurich, donde se le intervino el día 15 siguiente y se reparó el problema que padecía.

En ese momento, Joselito Huerta llevaba 53 festejos toreados, habiendo cortado 76 orejas y 8 rabos, quedando – creo que por ese parón involuntario – como segundo en el escalafón y me encuentro con que el semanario madrileño El Ruedo le apunta un festejo en ruedos de España ese año, aunque no he podido localizar fecha y plaza.

Joselito Huerta reaparecería en la Plaza México el 13 de febrero de 1972, junto a Alfredo Leal y Antonio Lomelín, para lidiar toros de José Julián Llaguno. Al terminar el paseíllo se le hizo dar la vuelta al ruedo, reconociéndole la afición capitalina su valor y su entrega. Esa tarde le cortó la oreja a Pintor, el primero de su lote. Cerró esa campaña con 44 festejos.

Esta temporada de 1972 fue breve en el número de festejos, habida cuenta que durante el segundo trimestre de ese año, tuvo que dedicarse casi de tiempo completo a solicitar el voto de los ciudadanos de Atizapán de Zaragoza en el Estado de México, donde fue postulado para ser Presidente Municipal (Alcalde) y en el último trimestre, otra vez, se tuvo que dedicar casi de manera exclusiva, al proceso de entrega – recepción de la administración, porque ganó la elección para el periodo que inició el 1º de enero de 1973 y concluyó el 31 de diciembre de 1975.

La campaña del adiós

Aunque su despedida se produjo en 1973, bien podríamos considerar que ese camino se inició, al menos en la Plaza México, el 3 de diciembre de 1972, cuando compartiendo cartel con Curro Rivera, apadrinó la confirmación de alternativa de José Mari Manzanares, con toros de Torrecilla. Ya llegado el año nuevo, lo inició el día de año nuevo toreando en Puebla, matando en solitario una corrida de Cerro Gordo, a la que cortó tres orejas. El 7 de enero, en Acapulco, se llevó otras cuatro de los toros de Ayala que lidió allí, y el siguiente domingo, en Monterrey, le tumbó las orejas de un toro de San Mateo y el 21 de enero, en León, cortará otras tres orejas a los toros de Torrecilla que le tocaron en el sorteo. El León de Tetela daba la impresión de estar embalado. A propósito de la tarde de Monterrey, escribió Antonio Córdova para el diario El Porvenir:

...la gente se le entregó plenamente, cuando las notas de las melancólicas Golondrinas atronaron el espacio Monumental, y José, gallardo y jarifo, daba dos vueltas al ruedo, devolviendo prendas y al coro de ¡torero, torero!, en la última tarde que vistió de luces en esta ciudad. Sólo habrá de torear el domingo en León y el 28 de este mes en la Monumental de Insurgentes se cerrará para siempre una de las páginas más brillantes en la historia del toreo, cuando Joselito toree por última vez en el ruedo mayor...

La tarde final

Para el domingo 28 de enero de 1973, décima corrida de la temporada 1972 – 73, se anunció un encierro de José Julián Llaguno que lidiarían Joselito Huerta, Manolo Martínez y José Mari Manzanares. El festejo sería transmitido en vivo y por televisión abierta a todo el territorio nacional, me tocó verlo en esta última modalidad. Para quienes dicen que la tele resta espectadores en los tendidos, la Plaza México estuvo llena hasta el reloj ese día. Eso refleja que, si los carteles están debidamente rematados, no hay razón para que la gente se abstenga de ir a las taquillas.

La confección del cartel vino a terminar con una serie de especulaciones que se hicieron en días anteriores a su anuncio, casi todas en el sentido de que la corrida final de Joselito Huerta sería una en la que él despacharía en solitario el encierro a lidiarse. Comentó en su día José Miñón Toriles, en su programa radiofónico Toros y Toreros:

Defendimos a José Huerta cuando le sacaron un artículo reciente en un diario capitalino, porque querían que matase los seis toros solo, dijimos que no tenía por qué hacerlo y que el rectificar era de sabios, pero en lo que no podemos estar de acuerdo, es que un maestro, todo un lidiador de categoría, un torero todo pundonor y hombría, admitiese que en un día tan señalado salieran por el portón de los sustos estos novillitos inadmisibles para un torero como él y una plaza como la nuestra… José Huerta no debió nunca admitir los novillitos que salieron hoy por el portón de los sustos, disparejos, sin pitones, exceptuando el de su retirada, que fue el último que mató esta tarde José vestido de luces…

La opinión de Toriles acerca de esa situación refleja otra, la exigua presencia del encierro que se lidió en esa señalada fecha. Las crónicas de Don Neto para la Agencia France Presse (AFP) y de quien firmó como Juan Rafael para El Siglo de Torreón, no reparan en la presencia del ganado que esa tarde se lidió. Únicamente lo hacen el corresponsal de la agencia EFE, que envió su reseña al semanario madrileño El Ruedo y el citado José Miñón

La última faena

El cuarto toro de la tarde se llamó Huapango, al que se le anunciaron 450 kilos en la tablilla. Vestido de nazareno y oro, el diestro poblano le realizó una faena importante, en la que destacó el poderío que siempre le caracterizó delante de los toros, porque el toro de Llaguno no fue precisamente uno de esos que iban y venían. Relata el ya nombrado Juan Rafael para El Siglo de Torreón:

A “Huapango” le corta el rabo. La faena fue valiente de verdad, entregándose, parecía que José quería quedarse allí. Hubo un momento en el que el toro tiró un derrote que pareció alcanzar al Maestro. Más no fue así. José ni se inmutó siquiera. Consiguió torearlo metido entre los pitones, sin escuchar las evocadoras notas de “Las Golondrinas”, sintiéndose como en sus mejores días, como si la corrida de esta tarde, fuera una más dentro de su largo peregrinar por el mundo de los toros... Aquí en tu Plaza México estábamos todos Joselito, no cabía ni un alfiler. Aquí volvimos a aplaudirte. Adiós, Joselito. Que en tus nuevas actividades sigas dándonos el ejemplo de hombría y entereza que nos diste en los ruedos del mundo...

Por su parte, José Miñón Toriles, hizo la siguiente remembranza:

Con el de la despedida dos verónicas magníficas por el lado izquierdo y ya después, con la banda tocando las “Golondrinas”, vinieron derechazos, naturales, algunos de categoría, entre los olés del respetable, tres por alto, el de pecho, molinetes rodando por desgracia en tres ocasiones el burel por la arena, como asimismo le sucedió a sus hermanos, y al ver esto, finiquitó de una estocada caidilla a este toro que será el último que mate en su vida de torero y vestido de luces Joselito Huerta... Ovación grande, dos orejas y el rabo, vueltas al ruedo, gentío en el mismo acompañando a José, quien después besó la arena en el centro del anillo. En resumen, una despedida donde hubo de todo. Los hijos del diestro fueron los que le quitaron el añadido entre fuertes ovaciones. Ni modo, así fue la cosa y ahora volvemos a desear a José Huerta que siga triunfando en su nueva ocupación y que todo le salga a la medida de sus deseos...

El rabo de Huapango se vino a adicionar a los de Talismán de Piedras Negras; Motorista y Recaudero de La Laguna; Cantarito de Valparaíso; un segundo Talismán, también de Piedras Negras; Rebocero de José Julián Llaguno; Vagabundo de Valparaíso, cortados en la Plaza México y los de Soldado de Valparaíso; Superior de Mimiahuápam y Espartaco de Moreno Reyes Hermanos, obtenidos en El Toreo de Cuatro Caminos para sumar así once rabos cortados en la capital mexicana.

Lo que después siguió

Rafael Rodríguez se preguntaba, al reflexionar sobre su despedida de los ruedos, si acaso sería un desempleado. En el caso de Joselito Huerta no fue así, pues el 1º de enero de ese 1973, asumió el cargo de Presidente Municipal de Atizapán de Zaragoza en el Estado de México, lugar en el que siguió en la actividad pública, en contacto con la gente, pero ya no como el ídolo de la multitud, sino como servidor de ella.

No dejó de practicar la charrería, otra de sus grandes aficiones y de torear ocasionalmente festivales benéficos y de los toreros de su generación, fue el último en torear en el ruedo de Las Ventas de Madrid, en uno de esos festivales, organizado para auxiliar a Vicente Ruiz El Soro, el 2 de marzo de 1997. Vestido de charro, sorprendió gratamente y como dijo en su crónica don Javier Villán, haciendo soñar a la afición madrileña con la lentitud eterna de su templada muleta…

Joselito Huerta falleció en la Ciudad de México, a causa de las consecuencias de una Hepatitis C, el día 12 de julio del año 2001.

domingo, 3 de julio de 2022

Manolo Martínez, a 40 años de su despedida de los ruedos

Programa de mano de la corrida de despedida

La temporada correspondiente al año de 1982 se anunció e inició tarde, porque ha sido reiterado que las corridas de toros en la Plaza México inician al final de octubre o inicios de noviembre de un año y terminan en febrero o marzo del siguiente. Pero hace cuatro décadas, el anuncio del serial se realizó hasta el mes de enero e independientemente del elenco que se presentó, la nota aguda fue el anuncio de que, dentro de ella, Manolo Martínez torearía su corrida de despedida. Así lo contó el corresponsal de la Agencia France Presse (AFP) en nota aparecida en el diario El Informador de Guadalajara del día 30 de enero de ese 1982:

En la Plaza México, la despedida de Martínez… México, D.F., enero 29 (AFP). – La despedida del matador de toros mexicano Manolo Martínez, la inclusión de varios valores nuevos de la torería nacional, la presentación del rejoneador portugués Joao Moura y la ausencia de Curro Rivera y Eloy Cavazos, son los matices más interesantes que presenta la temporada que arrancará el domingo próximo en la Plaza México… Las despedidas de los toreros siempre tienen un tono sentimental para aquellos que por una causa u otra están ligados a la fiesta taurómaca… Por otra parte, la no inclusión de Curro Rivera y de Eloy Cavazos, considerados como dos máximas figuras del toreo mexicano, ha sido lamentada por los aficionados capitalinos que esperaban contar con ellos, no solo por sus méritos frente a los astados, sino por el carisma que poseen y el realce que podrían darle a los carteles en que fueran incluidos…

Como puede verse, al menos en el anuncio, se intentó poner como hecho central del ciclo de corridas la despedida del llamado Milagro de Monterrey, pero también resaltó el hecho de que Curro Rivera y Eloy Cavazos no llegaron a un arreglo con el doctor Gaona y estarían ausentes del mismo. Ese fue el inicio de lo que, en teoría, sería la última temporada del mandón en la gran plaza.

Al final de cuentas, los números reflejan que el peso de la temporada descansó precisamente en Manolo Martínez, Mariano Ramos, Jorge Gutiérrez y Nimeño II, quienes torearon cinco tardes cada uno de los dos primeros y el de Tula y el francés, tres cada uno. La del 82, tuvo algunos hechos notables, como la confirmación de José Cubero Yiyo el 28 de febrero, o la faena de Mariano Ramos a Timbalero de Piedras Negras el 21 de marzo. O en el renglón ganadero, el hecho de que Ernesto Cuevas haya lidiado un encierro completo – sin haber sido anunciado en el elenco – o la fiereza de los toros de Corlomé corridos en el serial.

El camino hacia el adiós

Decía que Manolo Martínez actuó en cinco tardes esa temporada. Fueron las corridas 3ª, 5ª, 10ª, 14ª y 15ª. Inició su participación el 14 de febrero dándole la alternativa a José Alonso, triunfador de la anterior temporada de novilladas y en la segunda de esas corridas – la confirmación de Yiyo – sufrió una cornada de dos trayectorias que lo detuvo un par de semanas y cerraría su participación antes de la despedida, haciendo matador de toros a Antonio Urrutia el 18 de abril.

Celebró corridas de despedida en varias plazas emblemáticas para él, como Querétaro, donde el 6 de febrero mató seis toros él solo, Aguascalientes, donde actuó el 24 de abril y el 1º de mayo, fecha en la que alternativó a Ricardo Sánchez, Monterrey, por supuesto y teóricamente concluiría su camino en esa 15ª y última corrida de la temporada de 1982.

La tarde de la despedida

La corrida de la despedida se anunció para el domingo 30 de mayo de 1982. Se anunció igualmente que el festejo sería transmitido por televisión abierta a todo el país, pues se preveía que la Plaza México tendría un lleno absoluto – se afirma que ese día se registró el último gran lleno del coso – y para el hecho, se correrían tres toros de San Martín, ganadería propiedad de Marcelino Miaja y José Chafik, apoderado del torero este último y tres de San Miguel de Mimiahuápam, de don Alberto Baillères, el empresario que controlaba varias de las plazas significativas en la República. 

Los toros seleccionados fueron por su orden, Mi Amigo de San Martín, Adiós de Mimiahuápam, Negrito de San Martín, Artista de Mimiahuápam, Inolvidable y Toda una Época de San Martín. Enrique Guarner, en su crónica aparecida en el diario Novedades del día siguiente al de la corrida, los describió así:

Los seis animales eran de fina lámina, cortos y recogidos de cuello, de no gran corpulencia y dotados de pitones sin exageración. Fue un encierro apropiado en todo a la fiesta de que se trataba… Cuatro fueron negros zainos, dos de ellos bragados, el cuarto era cárdeno entrepelado y de perfecta estampa… El sexto granizado de los cuartos traseros y lucero, aunque anunciaba mayor peso que los otros cinco, resultó terciadillo y compacto… A mi juicio, de los seis bureles hubo tres excelentes y otros tres que cumplieron. El primero de San Martín salió cojeando de la pata derecha trasera y en el tercio final se cayó con frecuencia. El segundo de Mimiahuápam, fue magnífico y permitió cuantos pases quiso su torero…

Salieron como sobresalientes los matadores de toros Rogelio Leduc y Ricardo Balderas, quienes no tuvieron intervención y en su cuadrilla llevó a toreros como Venustiano Pacheco, Alejandro Martínez de la Flor, Alejandro Contreras o Julio Sánchez entre los de a caballo y a Jesús Morales, Juan Vázquez, Ramón Negrete – quien tuvo una gran tarde –, José García Huerta o Ángel Luna – que saldó su actuación con una cornada del sexto – entre las infanterías. Manolo Martínez vistió un terno burdeos y oro.

Entre detalles y muchos desaciertos con el estoque, al momento de anunciarse la salida del sexto, Toda una Época, de San Martín, Manolo Martínez apenas había cortado una oreja al cuarto de la tarde, Artista de Mimiahuápam. La voluntad de la concurrencia de despedir adecuadamente al torero evitó que se le reclamara mucho, pero todo hacía pensar que la tarde no cerraría en ese olor de apoteosis que se calculaba tras del anuncio. Pero Manolo tuvo suerte y con ese toro de su apoderado, que teóricamente era el último de su vida, trocó en cañas las lanzas. Escriben Luis Soleares y Juan Rafael para el diario El Siglo de Torreón:

...con la emoción a flor de piel. Manolo Martínez cuajó su última gran faena, una de las mejores de su vida. Ni una sola duda, ni un tropiezo. Todo es impecable, exacto, perfecto, y esos remates por abajo y los pases del desdén valían por toda una carrera en los ruedos. Pero, Manolo es mucho más que eso: en él conjugaron las glorias de los maestros del ayer para establecer un ejemplo de poder y maestría, como nadie había podido lograr en su tarde de despedida. Esto es lo más grande de Manolo; en su adiós pudo más su grandeza y su carácter que su emoción pasajera. Y, aunadas en una sola faena, emoción y temperamento, pudo lograr el portento: una faena perfecta. Nunca los adjetivos estuvieron mejor justificados. La faena derechista fue consumada, mientras miles de personas lloraban en los tendidos, con una estocada entera, ligeramente desprendida, que valió para que “Toda una Época” se entregara, terminando así una de las épocas más brillantes en el toreo…

Enrique Guarner es menos prosopopéyico y lo cuenta de la siguiente manera:

El último de la vida de Manolo Martínez fue «Toda una época» con el 50, y 492 kilos. Lo recibió con magníficos lances y un precioso recorte. Con un sólo picotazo cambió de tercio y aquí vino algo grande cuando Ramón Negrete le brinda un par que fue extraordinario, dándose las ventajas al burel y cuadrando en todo lo alto. Sucedió después la lamentable cogida de Angel Luna… Manolo brindó el astado a su apoderado Pepe Chafik y empezó la faena con soberbias tandas de redondos con la derecha, en los que además mantenían la posición adecuada citando como debe de ser… Siguió un estupendo desdén y otra tanda buena como la anterior… Parecía que íbamos a ver un faenón, pero Martínez no quiere probar a «Toda una época» con la izquierda, tal vez porque a lo largo de su tiempo toreó mucho con la punta y se tira a matar. Se produce una buena estocada en lo alto y viene la apoteosis consiguiente con orejas y rabo, un público que grita entusiasmado y un grupo de «montoneros» que sin ton ni son lo rodean y no se separan de él…

Al final, surgió el gran triunfo que esperaban los seguidores del regiomontano. Se pudo ir en aroma de multitudes, que lo invitaron a dar la vuelta al ruedo en cinco ocasiones y de la que las imágenes de televisión mostraron a un joven de larga melena, camisa de cowboy y pantalón de mezclilla tirando mandobles a quienes intentaban alzarlo en hombros. Ese joven sería años después el que llevara los destinos de la Plaza México. Su nombre, Rafael Herrerías.

Manolo Martínez brindó sus seis toros. Todos esos brindis, vistos en retrospectiva, tuvieron algún sentido: el primero lo dedicó al público y al empresario, doctor Alfonso Gaona; el segundo a Antonio García Castillo Jarameño, encargado de la sección taurina del diario Ovaciones; el tercero, al inefable Francisco Lazo del diario Esto; el cuarto, a José Alameda de El Heraldo de México; el quinto a don Alberto Baillères empresario y ganadero de Mimiahuápam y el sexto – last but not least – a su apoderado José Chafik.

Lo que después vendría

Poco menos de un lustro después de esta tarde, Manolo Martínez reaparecería vestido de luces en Querétaro, fue el 26 de marzo de 1987 y alternó con Jorge Gutiérrez y Miguel Espinosa Armillita Chico en la lidia de toros de don Javier Garfias. Torearía su última corrida el 4 de marzo de 1990 en la Plaza México en un mano a mano con Jorge Gutiérrez lidiando toros de La Gloria.

Horacio Reiba Alcalino, en su columna semanaria del diario La Jornada de Oriente, reflexionaba así en el vigésimo quinto aniversario del fallecimiento del torero:

1) Como torero, su sentido del temple y del ritmo, así como la capacidad para dotar de unidad argumentativa y creativa a su toreo lo sitúan entre los más grandes de la historia de la tauromaquia universal. En México, esto significa compartir la dimensión de los Rodolfo Gaona, Fermín Espinosa “Armillita”, Lorenzo Garza, Silverio Pérez y Carlos Arruza. Y nadie más… 2) Sobre su papel como obstructor de nuevas generaciones de toreros ya está dicho cómo operó. Habría que agregar que, pese a todo, Manolo fue coetáneo de una generación rica en diversificados valores taurinos que, en todo caso, tendrían que compartir con él la responsabilidad de acaparar plazas y ferias mayores y menores en detrimento de valores emergentes, pues lógicamente no podía prescindir de alternantes, que toreaban y aprovechaban el mismo ganado que Martínez… 3) Donde cobra un sentido realmente trágico la influencia de este enorme torero es en la reducción del toro, que se ha seguido profundizando hasta derivar en su subproducto actual, el post – toro de lidia mexicano –como lo he llamado—, un factor que pone en jaque el futuro de la fiesta en sus valores artísticos y éticos más auténticos, sin los cuales, el toreo es un muerto en pie… Manuel Martínez Ancira murió a los 50 años de edad el 16 de agosto de 1996 en La Jolla, Estados Unidos, donde se encontraba hospitalizado en espera de un trasplante de hígado…

Esa ha sido, para bien y para mal, la herencia de la última gran figura que ha dado la tauromaquia mexicana.

Aviso parroquial: Los resaltados en los textos transcritos son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 26 de junio de 2022

En el centenario de Antonio Bienvenida

16 de octubre de 1966. Antonio Bienvenida se despide de los ruedos en Madrid

Monumento a Antonio Bienvenida
Luis Sanguino - Plaza de Toros de Las Ventas
Antonio Mejías Jiménez, el séptimo torero que llevó el sobrenombre de Bienvenida - nombre del pueblo extremeño de origen de la familia -, nació en Caracas, Venezuela, el 25 de junio de 1922. Eso fue, diría un buen amigo mío, un mero accidente demográfico, porque el último gran Bienvenida vivió y creció como sevillano y para mejor recuerdo suyo, es el arquetipo del torero de Madrid

Recibió la alternativa en la plaza de Las Ventas el 9 de julio de 1942 de manos de su hermano Pepe, mano a mano, ante una corrida de Miura. Los libros de la historia reflejan que el toro con el que se convirtió en matador de toros, se llamó Cabileño, aunque en fechas más recientes, en el ensayo biográfico que está publicado en el portal de la Real Academia de la Historia, el escritor José Luis Ramón afirma que ese toro se llamó Rosquerito. Quizás el nombre de ese toro no sea tan trascendente, como el hecho de que estando programada la corrida para el 2 de julio anterior, al no aprobarse completa la corrida de Miura con la que se les anunció, se negaron a actuar tanto él como su hermano Pepe y fueron puestos a disposición del gobierno civil, eufemismo de la época que indicaba que ambos diestros fueron ingresados en prisión.

La guerra contra el afeitado

Una década después, Antonio Bienvenida encabezaría una lucha que en estos tiempos que corren es otra vez urgente. En 1952 denunció públicamente que las astas de los toros que enfrentaban los que encabezaban el escalafón estaban manipuladas. Escribe Ángel González Abad en el ABC madrileño:

Bienvenida había declarado en ABC que «no estaba dispuesto más que a torear toros en puntas, o no torear, me retiro y en paz… la culpa es de todos menos de los empresarios. De los toreros por comodidad en la ausencia de peligro, de los ganaderos porque se dejan llevar de los que pueden imponerse, y del público que se deja engañar… Pueden anunciarse las corridas diciendo el estado de los pitones, o embolados como en Portugal, lo que no puede hacerse en ningún caso es torear becerrotes desmochados y considerarse matadores de toros», apuntillaba, a la vez que reconocía que el camino emprendido iba a ser de espinas… Las declaraciones de Antonio Bienvenida incendiaron el invierno hasta el punto de que los ganaderos pidieron una reunión con el director general de Seguridad para abordar el asunto. El 27 de noviembre, el general Hierro recibió a una representación de los criadores de toros, que expresaron su deseo de que los astados se lidiaran con sus puntas, sin el «afeitado que les daña y convierte la Fiesta en un remedo de lo que debería ser» …

Para apuntalar sus asertos, Antonio Bienvenida acepta torear la corrida del Montepío de Toreros en Madrid, enfrentando un muy serio encierro del Conde de la Corte. Eso ocurrió el 12 de octubre de 1952, cuando junto con Juan Silveti y Manolo Carmona abrieron de par en par la llamada puerta de Madrid, demostrando que, al toro ofensivo y entero, también se le podían cortar orejas. Aún con ese triunfo debidamente documentado, el hijo del Papa Negro enfrentaría un poco disimulado veto de empresas, ganaderos y toreros, quienes en lo posible evitaron encontrarse con Antonio en alguna plaza.

Dos corridas en solitario el mismo día

Antonio Bienvenida había matado seis toros en Madrid por primera vez el 21 de septiembre de 1947 y repitió la gesta el 30 de mayo de 1954 y el 3 de julio de 1955. En la primera, la del Montepío del 47, ante toros de Antonio Pérez de San Fernando, se llevó cuatro orejas en el esportón y en la segunda, se lleva dos orejas de los toros de Graciliano Pérez Tabernero. La tercera, la saldó también con un par de orejas de los toros de Francisco Galache seleccionados para la ocasión. 

Anuncio publicado en El Ruedo
Para el 16 de junio de 1960 Antonio Bienvenida intenta una misión que en esos días parecía única, matar él solo dos corridas de toros el mismo día y en misma plaza. Así, al mediodía, por cuarta ocasión, enfrentaría seis toros andaluces de Concha y Sierra, Felipe Bartolomé, Joaquín Buendía, María Montalvo, Herederos de Flores Albarrán y Fermín Bohórquez. Para la noche de la misma fecha, se anunció con toros salmantinos de Graciliano Pérez Tabernero, Alipio Pérez Tabernero Sanchón, Eusebia Galache, Antonio Pérez de San Fernando, Barcial y Vizconde de Garci Grande

Los primeros seis los despacho en un ambiente apenas discreto. En la segunda solamente pudo matar los tres primeros de la corrida, pues empezó a sufrir calambres en las piernas que según diagnóstico del servicio médico de la plaza, no le permitían continuar en la lidia, por ello los tres últimos fueron despachados el sobresaliente, Antonio Mahillo. Bienvenida oyó palmas en sus tres toros; mientras que Mahillo dio la vuelta en el último.

El adiós, nuevamente en solitario

Para el 16 de octubre de 1966 se anunció que la 37ª corrida de toros de la temporada sería el marco de la despedida de los ruedos de Antonio Bienvenida, quien solo, se enfrentaría por su orden a seis toros de Carlos Urquijo de Federico, Casimiro y Graciliano Pérez Tabernero, El Pizarral de Casatejada, Herederos de María Montalvo, Salvador Guardiola, y otro de El Pizarral de Casatejada. Antonio Bienvenida le cortaría una oreja al de Graciliano y las dos al de Guardiola. Escribe Adolfo Bollaín en El Ruedo del 25 de junio siguiente:

La última lección… Ya fue algo la elección de ganaderías. Ninguno de los toros llevaba en su morillo alguna de las divisas mimadas y apetecidas por las figuras de hoy. Puede hacerse un recuento de toda la temporada – de varias temporadas – para saber cuántos son los toros de Urquijo, de Graciliano, de Montalvo, de Guardiola y del Pizarral que se lidian en las Ferias importantes de toda España. Antonio Bienvenida no quiso aliviarse con borregos y eligió toros para enfrentarse con ellos. No acumuló kilos que asfixian, y escogió edad, trapío, casta y nervio. Y consiguió que no hubiera ninguna res de un solo puyazo y de un solo par, y que ninguno se cayese, y que ninguno llegase a la muleta con la cabeza baja, con el hocico en el suelo, con la lengua fuera, cansado, parado, sin voluntad ni fuerzas para moverse... Todos embestían – unos con más genio; otros, con menos –, porque no se agotaron... y porque Antonio les citaba a todos desde el sitio en que hay que citar: ni lejos, llamándoles inútilmente, ni de cerca, ahogándoles excesivamente. Antonio estuvo en su sitio, como ha estado siempre. Ni cites a distancia, ni palos en el hocico. Ni saltos, ni aspavientos. Nada antitorero. Todo torerísimo. Todo natural. Todo sencillo. Todo suave…

Y sin opacar el acontecimiento, esa tarde sucedió un hecho inusitado en la plaza de Las Ventas. Sonó la música en el tercio de banderillas para Antonio Bienvenida durante la lidia del sexto. Cuenta José María del Rey Caballero Selipe, en su crónica publicada en la Hoja del Lunes siguiente al de la corrida:

Muy alegre en varas fue el sexto y último toro, que acabaría por apagarse en el tercio de muleta. Antonio lució en dos verónicas rematadas con media en el primer quite y llevó la res al caballo por chicuelinas coronadas con vistoso recorte, También fue premiado en su quite el sobresaliente. Bienvenida prendió un par fácil, brindó el segundo a la banda de música, que dejó oír sus sones como fondo del segundo par, de poder a poder, ganando el torero, por destreza, la cara de la res, y del tercero, en el que Bienvenida llegó preciso a la reunión. Brindó el diestro a su hermano Pepe y seguidamente, en el centro del ruedo, la faena tuvo variedad y soltura y el muletero compensó con arte el decaimiento de la res, que nada puso de su parte a la hora de la suerte suprema, que tuvo Antonio que repetir tres veces para cerrar con el descabello, una vez más, acertado…

En el número de El Ruedo aparecido el 18 de junio siguiente, el acontecimiento se narró de la siguiente forma:

El hecho histórico se produjo durante la lidia del quinto toro, del hierro de los círculos concéntricos de María Montalvo, y – en parte – fue provocado por el propio diestro, que brindó el par de banderillas que iba a clavar a la banda, y ésta, con gentileza que nadie discutió, correspondió al brindis con los alegres compases de «El gato montés»; por lo visto, no estaba preparada para el lance y no había ensayado el pasodoble de «Antonio Bienvenida», que hubiera sido el indicado… Tal vez el propio torero meditó sobre la trascendencia de su gesto – que ha roto con una negativa tradición de tristes silencios en la plaza de Madrid –, y cuando el público, durante la subsiguiente faena pedía «¡Música!», fue el propio Antonio quien, en la cara del toro, hizo señas de que no se accediese al grito que cundía por el tendido… ¡Pero la música había ya sonado! Y, por tanto, la tradición del silencio – como la llama don Adolfo Bollaín – cayó por los suelos…

El final del festejo y lo que vendría después

Manuel Lozano Sevilla, cronista oficial de la televisión española y taquígrafo personal del entonces Jefe del Estado, describe con brevedad, pero también de manera concisa, lo que sucedió después de que rodara el sexto toro de la histórica corrida en su crónica publicada en el diario La Vanguardia de Barcelona el 18 de junio de ese 1966:

Salta al ruedo Pepe «Bienvenida» y entre la emoción del público corta la coleta a Antonio, que es objeto de una ovación verdaderamente clamorosa. «Bienvenida», seguidamente, corta a su vez la coleta a los peones Guillermo Martín, Peinado y Checa, que también se retiran esta tarde. Aunque el diestro se resiste de veras, el público entusiasta que se ha lanzado al ruedo lo carga a hombros y de esta guisa lo saca por la puerta grande, entre ovaciones estruendosas… Y esta fue la despedida de vuestro torero, queridos y nunca olvidados maestros «Curro Meloja» y Felipe Sassone. Lástima grande que no lo hubierais podido contemplar, pues estoy seguro de que vuestras crónicas de tan gran suceso tauromáquico hubieran sido maravillosas…

Y agrega Manuel Lozano un hecho que no trasciende en las demás relaciones del festejo, en el sentido de que Antonio Bienvenida pidió que le echaran el sobrero:

¡Ah!, como nota final, digamos que Antonio después de arrastrado el sexto, solicitó de la presidencia que le echaran el sobrero. Acertadamente, a nuestro juicio, no se accedió a la petición. Ya está bien haber despachado seis toros en tarde de despedida…

Antonio Bienvenida concluyó la campaña de 1966 con 48 corridas toreadas y 21 orejas cortadas. Fue el año en el que Paco Camino encabezó el escalafón con 94 tardes. Por los nuestros, actuaron en plazas europeas Jesús Córdoba, Jesús Delgadillo El Estudiante, Raúl García, Raúl Contreras Finito, Fernando de la Peña y Jesús Solórzano.

El arquetipo del torero de Madrid

Escribe Paco Aguado:

Sin sobrepasar casi nunca los 30 contratos por temporada, el cuarto de los hermanos Bienvenida no llegó a ser una figura de gran tirón taquillero, sino que basó su trayectoria en la plaza de Madrid, donde protagonizó hasta seis actuaciones en solitario dictando, con su extenso conocimiento del toro y de la lidia, auténticas lecciones de la más asolerada tauromaquia con el beneplácito de una afición que le idolatró

La idea de Paco Aguado queda materializada en las once salidas en hombros que tuvo Antonio Bienvenida por la Puerta Grande de la plaza de Las Ventas. La pureza clásica de su hacer ante los toros le consiguió el respeto, y, diría, hasta el afecto de la verdadera afición madrileña.

Más bien fue un hasta luego

La tarde de 1966 tuvo intención de definitividad, pero como le contó Rafael Rodríguez a Conchita Cintrón, el hambre de miedo y la sed de toros negros le llevaron a regresar a los ruedos, primero, en un festival de 1970 junto a Luis Miguel Dominguín y al año siguiente, romper a torear vestido de luces otra vez. Se mantuvo en activo hasta el 5 de octubre de 1974, fecha en la que alternó con Curro Romero y Rafael de Paula ante cinco toros de Fermín Bohórquez y uno de Juan Mari Pérez Tabernero (2º) en la plaza de Carabanchel. Ese día brindó el segundo toro de su lote a su hermano Ángel Luis y ya no volvió a torear festejos formales.

El 4 de octubre de 1975 sufrió un accidente mortal en la finca Puerta Verde de doña Amelia Pérez Tabernero, donde tentaba ayudando a su sobrino Miguel, que pretendía ser torero. Cuenta Álvaro Rodríguez del Moral:

…el 4 de octubre de 1975 participaba junto a sus sobrinos y su hermano Ángel Luis en una tienta en la finca Puerta Verde, de la ganadera Amelia Pérez Tabernero. Había lidiado una becerra llamada ‘Conocida’ que ya había sido devuelta al campo. Cuando se dio puerta a la siguiente vaca, la anterior irrumpió inesperadamente en la placita campera volteando a Antonio, que se encontraba de espaldas. Cayó sobre su cuello y se destrozó las vértebras. Tres días después moría en Madrid. Su absurda muerte, el impresionante duelo, permanecen instalados en el imaginario popular de toda una generación. Antonio Bienvenida sigue siendo un modelo de naturalidad y torería eterna. Su aura crece con el tiempo…

Así cerró Antonio Bienvenida uno de los más importantes volúmenes de la historia contemporánea del toreo, quien el día de ayer hubiera cumplido cien años de edad. Por ese motivo recuerdo este interesante pasaje de su rica trayectoria en los ruedos.

Aviso parroquial: Los resaltados en los textos citados son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

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