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domingo, 29 de diciembre de 2019

29 de diciembre de 1940: Alberto Balderas y Cobijero de Piedras Negras

Alberto Balderas con la oreja de Rayao
29 de diciembre de 1940
Alberto Balderas nació en la Ciudad de México el 8 de octubre de 1910. Se presentó como novillero en El Toreo de la Condesa el 27 de marzo de 1927, actuando allí en el escalafón menor también en las temporadas de 1928 y el inicio de la de 1929, calendario en el que marcha a España a hacer campaña. Se presenta en la plaza de toros de Madrid el 15 de agosto de ese 1929, alternando con Joselito Romero y el norteamericano Sidney Franklin, también debutante, en la lidia de novillos de don Andrés Sánchez de Coquilla, asunto del que ya me he ocupado por estas páginas.

Recibe la alternativa el 19 de septiembre de 1930, cuando Manolo Bienvenida, en presencia de Andrés Mérida, le cede al toro Hocicudo del Marqués de Guadalest y la confirma en la capital española el 3 de mayo de 1931, apadrinándole Cayetano Ordóñez Niño de la Palma y con el testimonio de Vicente Barrera. El toro de la ceremonia se llamó Giraldillo y fue de Villamarta.

En México, se presentó como matador de toros en El Toreo de la Condesa el 2 de noviembre de 1930 para lidiar toros de San Diego de los Padres, alternando con Manuel Jiménez Chicuelo y Heriberto García. En esos tiempos no se confirmaban en México las alternativas españolas. La faena de Balderas al toro Provinciano, al que cortó las orejas y el rabo, le va a permitir actuar otras cinco tardes en ese escenario, consolidándole como una de las promesas de la tauromaquia mexicana de esos días.

El 12 de febrero de 1933 gana la Oreja de Oro que disputó con Pepe Ortiz, Cagancho, Armillita, Jesús Solórzano, David Liceaga, Luis Gómez Estudiante y Luciano Contreras, al cortar el rabo al toro de La Laguna que le tocó en suerte.

El 22 de enero de 1939 en El Toreo de la Condesa, obtiene un singular triunfo al cortar seis orejas y tres rabos a los toros Gallareto, Lucerito y Marinero de Piedras Negras. Su alternante fue Fermín Espinosa Armillita y el 26 de marzo de ese mismo realiza su última gran faena en El Toreo de la Condesa al toro Navarro, de La Laguna, al que corta el rabo.

La última tarde

Para el quinto festejo de la temporada 1940 – 41, el doctor Alfonso Gaona anunció un encierro de Piedras Negras para la alternativa de Andrés Blando, que sería concedida por Alberto Balderas ante el testimonio de José González Carnicerito.

Muchas leyendas se han tejido en torno al estado de ánimo de Alberto Balderas esa tarde. En el libro biográfico del torero escrito por don Armando de María y Campos, se relata lo siguiente, narrado por Francisco Balderas, hermano, apoderado y banderillero del diestro:
Nada extraordinario hubo en la vida de Alberto la tarde del 29 de diciembre de 1940 – relató después su hermano, apoderado y banderillero de su cuadrilla, Pancho – que pueda interpretarse como un presentimiento de la tragedia. Mi hermano jamás creyó que podría matarlo un toro. Sabía que arrimándose como se arrimaba, tendría que sufrir cornadas; pero jamás tuvo el pensamiento de que moriría toreando. 
Estaba mi hermano de buen humor – continúa – como de costumbre. Ni mis hermanas ni yo notamos en él nada raro, nada que pudiera decirse fuera una corazonada de que iba a morir ese mismo día. 
Tenía Alberto la costumbre de ir todos los domingos, en las mañanas, a la Villa de Guadalupe, y a rezar a los pies de la Virgen Morena. Así lo hacía siempre, menos el día de su muerte, pues su amigo íntimo, Esteban Erchuk, insistió en llevarlo a visitar a la Virgen del Carmen, y ya no tuvo tiempo de ir a la Villa. Al regresar a la casa, se dedicó a torear de salón, esperando que fuera la hora de vestirse. 
Llegó la hora de la corrida y cuando me presenté a buscarlo en su casa de Copenhague, estaba ya vestido, estrenando un traje canario y plata por el cual tenía una ilusión muy grande. Yo estaba en el coche, tuvo un disgusto que lo contrarió mucho, al informarle yo que no había sido posible conseguir barreras de primera fila para dos amigos que él quería mucho y que se las habían pedido, y quienes se sintieron al recibir barreras de segunda fila. Esa fue la única nota desagradable… Mi hermano estaba, como siempre, animoso, con gran entusiasmo de torear, pues tenía el propósito de triunfar en todas las corridas de la temporada…
Como se puede leer, la serie de noticias que hablaban de premoniciones que tuvo Alberto Balderas en las horas previas a la corrida no son fiables, pues salvo el disgusto de que no se hayan conseguido las barreras de primera fila para sus amigos, nada más afectó su estado de ánimo.

El primero de la tarde se llamó Lucerito y fue el toro con el que Andrés Blando se convirtió en matador de toros. Su actuación no pasó de discreta.

El segundo de la tarde fue para Balderas. La mejor versión de su actuación ante ese, que resultó ser el último toro de su vida la encontré en Vida y Muerte de Alberto Balderas de Armando de María y Campos y es del tenor siguiente:
En su primer toro, en el único que toreó y mató esa tarde, Balderas estuvo muy bien… El cronista español Mayral describe con una espontaneidad que no he encontrado en otros escritores cómo toreó Balderas a su último toro, de Piedras Negras, que se corrió en 2º lugar: “cargando la suerte, mandando en él. Las ovaciones en su honor estallaban impresionantes en los sentidos y las dianas subrayaban agudamente su éxito. Hubo unas gaoneras del más puro estilo, dejándose rozar los alamares en cada lance. Hubo un quite de la mariposa sencillamente magistral. Luego, a petición insistente del público, Alberto tomó los palos para cambiar en terreno dificilísimo, dos pares soberbios y cerró el tercio después de un soberbio “galleo” con un par cuarteando, tan bueno como los anteriores. El triunfo, en oleadas crecientes, nimbaba la figura de Balderas. Tomó los trastos de matar, y aprovechando que el toro estaba boyante, propicio al lucimiento, realizó toda una faena preciosa y clásica. La muerte, que lo acechaba, hizo que el de Piedras Negras lo enganchase por la región epigástrica, y lo voltease de un modo trágico. Pero ¡aún no era llegado el momento fatal…! Y Balderas, indemne, levantose con más coraje que nunca, y volvió a la faena. Más muletazos buenos, y luego un estoconazo, seco, vibrante, que le valió una ovación estruendosa, vueltas al ruedo, la oreja…”. “Rayao” se llamó este toro…
El tercero de la tarde fue Cobijero, era el primero del lote de Carnicerito. Durante los dos primeros tercios de la lidia de ese toro, se hicieron reparaciones al vestido que estrenaba Alberto Balderas. Por esa razón estuvo distraído de lo que ocurría en el ruedo y no se percató de las condiciones del toro. Al dirigirse José González a solicitar permiso a la autoridad para el tercio final de la lidia, Balderas ocupó el sitio que le correspondía en el ruedo y así fue como sobrevino el desenlace fatal. Francisco Balderas refiere lo siguiente:
El toro causante de la tragedia, “aparentemente no tenía nada de peligroso”, continúa relatando el percance un testigo de la calidad de Pancho Balderas. Y agrega: “Alberto no pudo hacer el quite, porque le estaban componiendo la taleguilla, pero cuando “Carnicerito” fue a brindar a la Presidencia, Alberto cogió el capote para ponerle el toro en suerte… Cuando me di cuenta, Alberto ya estaba en los cuernos de “Cobijero”, que no obedeció el engaño, lo atropelló y le dio varias cornadas… Tambaleándose inmensamente pálido, mi hermano se dirigió a las tablas. Los monosabios no sabían que hacer… Entonces yo lo tomé en mis brazos, ayudado por uno de los espectadores, y lo llevé a la enfermería, donde ya lo esperaban los doctores. Con una navaja le rompí el vestido y los doctores Ibarra y Rojo de la Vega le ponían rápidamente una inyección… Cuando me acerqué a Alberto para ver cómo se sentía, me dijo que se le estaban durmiendo las piernas… Se le hizo una transfusión de sangre y Alberto quiso moverse, pero los médicos le indicaron que no lo hiciera. Entonces mi hermano volvió a decirme: Pancho, me siento muy mal, se me están durmiendo las piernas… Fueron sus últimas palabras…
El parte facultativo rendido después del hecho es el siguiente:
Herida de cinco centímetros de extensión en el noveno espacio intercostal del hemitórax derecho, en la intersección con la línea axilar anterior, fracturando octavo, noveno y décimo cartílagos costales, penetrante en la cavidad abdominal, desgarrando el hígado. Intensa hemorragia con cuadro de muerte aparente. Otra cornada situada en el hueco axilar derecho, de tres centímetros de extensión por cuatro de profundidad…
El cadáver del torero fue trasladado a su domicilio de Copenhague 23, donde se instaló la capilla mortuoria y al día siguiente por la tarde el cortejo fúnebre se trasladó al Panteón Moderno de Tacuba para el sepelio de los restos del diestro. La prensa aseguró en su día que los restos de Alberto Balderas fueron acompañados por cuarenta mil personas hasta su última morada:
Se calcula que no menos de cuarenta mil personas estaban en el panteón en el momento de bajar a la tumba el cadáver del infortunado diestro Balderas. 
La presidencia del duelo la componían los familiares de Balderas, entre los cuales estaba su hermano Francisco, miembro de su cuadrilla. También figuraba su compañero e íntimo amigo Chucho Solórzano y el licenciado Retana. 
Antes de bajar el cadáver a la tumba, Chucho Solórzano leyó unas cuartillas como última despedida, haciendo resaltar lo que en vida fue el finado, en los términos siguientes: “Balderas fue un gran amigo de todos. Cuántos compartimos momentos de alegrías y penas con él, no podremos olvidarle nunca. Así lo sabe y ha reconocido el pueblo de México que en el último camino hacia la eternidad le acompañó”. 
También el licenciado Retana leyó unas cuartillas en el mismo sentido. 
Por la enorme aglomeración de público y los carros que acompañaban el entierro, éste duró en su trayecto tres horas, considerándose que ha sido uno de los más impresionantes habido en México…
Alberto Balderas fue el primer torero en morir en las instalaciones de El Toreo de la Condesa.

En esta ubicación pueden apreciar una galería de imágenes de la cornada fatal de Alberto Balderas.

Aldeanos