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domingo, 4 de septiembre de 2022

5 de septiembre de 1948: Rafael Rodríguez se presenta en la Plaza México

Dr. Alfonso Gaona, Rafael Rodríguez y Juan Espinosa Armillita
Plaza México, 5 de septiembre de 1948 - Foto: Carlos González
Colección de la Familia Rodríguez Arellano

El nombre de Rafael Rodríguez comenzó a sentirse en el ambiente taurino hidrocálido durante el año de 1947. Empezó a ser conocido como un torero de un valor imperturbable, pues se quedaba bien quieto ante las reses que se lidiaban en las ferias regionales de las localidades aledañas a Aguascalientes, en las que generalmente se corrían novillos defectuosos, de media casta o vacas. Muchos pensaron que, si Rafael le pudiera hacer a los toros lo mismo que les hacía a esos animales, casi con seguridad, llegaría a ser figura del toreo.

Don Arturo Muñoz La Chicha, quien fuera banderillero fijo en la cuadrilla de Rafael Rodríguez, le contó en su día a Gustavo Arturo de Alba:

Allá por julio del año 47, todo el mundo lo conocía como “Rafaelillo”. Quién lo trajo aquí fue Alejandro Cázares y luego – luego, comenzó a correr el run – run de que “Rafaelillo” quiere ser torero… Pero en realidad yo no lo había visto torear, sino hasta el día 8 de enero de 1948, en que toreaban en Tlaltenango, Zacatecas, “Calesero” y Jesús Guerra “Guerrita”, en un mano a mano. El empresario de la plaza – no me acuerdo como se llamaba – le preguntó a “Calesero” que, si le podía echar dos novillos a Rafael Rodríguez “Rafaelillo” … Calesero le dijo: “Si hombre, como no, échele los que quiera” … Le echó, entonces, dos toros el empresario ese a Rafael, pero bien servidos, híjole, fue la primera vez que yo vi torear a Rafael Rodríguez, el domingo 8 de enero del año 48. ¿Cómo estuvo Rafael? Mecachis en la mar salada… estuvo imponentísimo, es esa la ocasión en que yo vi torear por primera vez, a ese torero, “Rafaelillo” …

Después de esa actuación de principios de año, Rafael Rodríguez se presentó en un festival que se dio en la plaza de toros San Marcos, el 4 de abril, a beneficio de la Cruz Roja y de los festejos para celebrar el Día del Soldado, lidiando un novillo de Garabato y alternando con Fernando Brand, Felipe Ávila, Andrés Guerrero, Alfredo Rivera y Felipe Bernal El Chelín en la lidia de novillos de Garabato y Presillas.

Las primeras novilladas

Y sí. En esa tarde de festival Rafael Rodríguez dejó una firme declaración de intenciones y captó el interés de los aficionados. Tanto, que dos de ellos, don Jesús Pérez Jiménez y don Rafael Hernández Guerrero, sin dedicarse a ello, se propusieron organizar una novillada para que el todavía conocido como Rafaelillo pudiera presentarse aquí vestido de luces y corroborar lo que se hablaba de él y lo que apuntó en el festival de abril. Esto contó don Rafael Hernández a Carmelita Madrazo sobre ese particular:

Anunciamos la corrida para el 18 de julio. Mi compadre Jesús Pérez quiso que toreara otro muchacho de aquí y que le decíamos “El Trabao” y que se llama Juventino Mora y toreaba bonito... Además, iba a venir un novillero que estaba en el candelero en esa época, y ya nos habíamos arreglado con él en el precio. Se llamaba Tacho Campos... Se me ocurrió invitar a los hermanos “Armilla”, que en paz descansen, pero no los encontré en Chichimeco. Yo tenía ganas de que ellos vieran torear a “Rafaelillo” para que lo ayudaran. “Rafaelillo” tuvo un gran triunfo y cortó oreja. Lo mismo que gané con la entrada, fue lo que perdí. Pero no me importó pagar programas y volantes, que por cierto decían: “¿Quiere usted ver el nacimiento del próximo mandón de la torería de aquí y de allá? Vaya a ver a Rafael Rodríguez…

La crónica aparecida en El Sol del Centro del 19 de julio de 1948, entre otras cosas dice:

“Guadañero” fue el nombre que tocó al novillero “Rafaelillo”, negro bragado y caído de pitones y de buen estilo. Lo recibe con tres verónicas de ensueño, rematando con la brionesa y armando el escándalo en los tendidos. Después de la primera vara logró un quite por gaoneras que le fue coreado por el público con ¡olés!, y cuando hace el segundo quite, también por gaoneras muy ceñidas, los tendidos salen gritando ¡torero!, ¡torero! Campos realizó un quite por ajustadas verónicas y recibió palmas, mientras “Rafaelillo” brinda a todos los aficionados el segundo tercio y deja los tres pares en todo lo alto, siendo el último muy aguantado y exponiendo una barbaridad. Escuchamos música y palmas. Toma la muleta y vemos unos cuantos muletazos de tanteo, un ayudado por alto muy ajustado, tres derechazos mandones, otro ayudado por alto, pasándose al toro cuan largo es y aquí viene lo bueno, cuando ejecuta cuatro derechazos más, una serie de naturales enloqueciendo a los aficionados y cinco manoletinas. Nuevamente escuchamos ¡torero!, ¡torero!, pero fue una verdadera lástima que con el estoque haya estado muy desafortunado, al darle por lo menos cinco pinchazos y una buena estocada hasta el puño, pero la oreja se le fue, siendo premiada su labor con dos vueltas al ruedo y salida a los medios… En su segundo toro casi hizo la misma labor que a su primero, interviniendo en los tres tercios, pero cuando tomó la muleta fue zarandeado por el astado, en que por fortuna no pasó del susto. De todos modos, convirtió la plaza en un manicomio y ahora sí se ganó las dos orejas del toro saliendo en hombros y siendo paseado por las calles, pues bien, se lo mereció ya que, con solo un pinchazo, una estocada hasta el puño, un tanto ladeada y otra entera en buen sitio, terminó esta inolvidable faena...

Juan Espinosa Armillita asistió al festejo e incluso, pospuso un viaje a la capital para ver al torero que le recomendaban los empresarios de esa ocasión. Pero también lo vio el ganadero de Corlomé, don José C. Lomelí, quien al final de la tarde le ofreció a Rafael Rodríguez una nueva actuación, esta vez en San Luis Potosí, el 29 de agosto siguiente, alternando con Manuel Capetillo y Curro Ortega, ambos revelación de la temporada de la capital mexicana. Sigue narrando La Chicha:

...en San Luis Potosí... toreaban Manuel Capetillo, Curro Ortega y Rafael Rodríguez con 6 toros de Corlomé. Se llegó el domingo en la mañana, iba yo para el sorteo a la plaza El Paseo de San Luis y, antes de llegar a la puerta de la plaza venía Enrique Borja... (con voz chillona, “La Chicha”, imita al papá del goleador mexicano): “Chicha, ¿qué andas haciendo, pues eso te tengo que decir a ti, yo vengo a torear y ¿tú?, (otra vez me enfatiza el recuerdo con la voz chillona), no pues yo vine a ver, que me despachó el doctor Gaona a ver a ese “Rafaelillo”, ¿qué tal es?” ... Le dije, mira, si te digo que es bueno y no te gusta, vas a decir que soy muy tonto, y se te digo que es malo y te gusta igual, mejor después de la novillada hablamos...”

La tarde de San Luis se saldó con un triunfo rotundo de Rafael Rodríguez. Don Arturo Muñoz cuenta el desenlace de la siguiente forma:

Enrique Borja le habló por teléfono al doctor Gaona quien le decía, que sí lo podía poner, pero de aquí a un mes... yo estaba escuchándolo, y entonces, Enrique le decía: “¡Qué un mes ni que nada! … ¡Qué de aquí a un mes, ni que nada, pa’ mañana está pa’ ponerse ese torero! …”. Y dicho y hecho al domingo siguiente, el 5 de septiembre se anunció a Valdemaro Ávila, Manuel Capetillo y Rafael Rodríguez con seis novillos de Pastejé...

La presentación en la Plaza México

Valdemaro Ávila, torero de Aguascalientes y que fue parte de la generación de novilleros que hicieron la transición del Toreo de la Condesa a la Plaza México, le contó a Carmelita Madrazo lo siguiente:

Ese 5 de septiembre de 1948, llovió a cántaros. A la hora en que debíamos hacer el paseíllo, el agua no paraba. El ruedo estaba imposible para torear. Por más aserrín que le ponían, corría junto con el agua. Estuvimos esperando hasta las 5.30 para ver si cedía la tormenta, o de plano se suspendía… Como yo era el primer espada, en mí recaía la responsabilidad. “Don Difi” me ordenaba que suspendiera la corrida, pero el empresario Alfonso Gaona me insistía que saliéramos porque la empresa perdía dinero. Me sentí sumamente presionado… Así es que accedí contra la voluntad de “Don Difi” ... La desilusión más grande que tuve fue ver que el público estaba tan frío como la tarde... salió Rafael y aquello fue el acabose. La gente se volcó de entusiasmo. Estuvo en plan grande. Muy valiente. El toro le dio varias marometas, no era raro en él debido a lo que exponía; además, era la época en que él todavía no perfeccionaba su toreo. En cada marometa, Rafael se ponía de pie como si nada, sin verse la ropa. Al toro otra vez… Acercándosele tanto, que los cuernos le rozaban la faja. Así se toreaba en aquellos años…

El diario El Informador de Guadalajara, el 6 de septiembre siguiente, en breve croniquilla de agencia, transmitió la siguiente información acerca del resultado del festejo:

Terminando en las sombras de la noche, la novillada de hoy, que por la intensa lluvia que estuvo cayendo se inició después de las 17:30 horas, fue un triunfo para Rafael Rodríguez, que cortó dos orejas y un rabo saliendo en hombros... Sobresalió su labor en el tercero, en el que, en quites largó cinco fregolinas de clase, rematando con media rebolera que se le aplaudió estruendosamente... Con la muleta, varios derechazos y el de la firma, algunos por alto, uno de pecho. Más derechazos, por alto increíbles cayendo sombreros al ruedo, siguiendo con manoletinas ajustadísimas, terminando de una sola estocada hasta la bola... Cortó oreja y rabo y dio la vuelta al ruedo... En el sexto, ya de noche, Rafael hizo quites por chicuelinas. Al banderillear fue zarandeado aparatosamente, sin consecuencias, clavando un par superior en los medios. Da varios pases por alto de pitón a pitón, adornándose agarrando un cuerno y dominando completamente al toro, matando de una entera que tira sin puntilla. Cortó otra oreja y salió en hombros... Valdemaro Ávila y Manuel Capetillo resultaron opacados por las faenas de Rodríguez, estuvieron voluntariosos, pero poco afortunados debido a que no se pudieron acomodar con el ganado... Capetillo logró algunas palmas en el quinto a la hora de matar por la forma de hacerlo, pero sin nada notable en el trasteo…

Al final de la tarde, Rafael Rodríguez salió de la Plaza México en hombros de los entusiasmados aficionados, con el rabo de Panadero y la oreja de Gitano en las manos, como resultado de una de las presentaciones más sensacionales que haya tenido un novillero en esa plaza.

El devenir de Rafael Rodríguez

Breve tiempo después, Rafael Rodríguez dejaba de ser Rafaelillo para transformarse en El Volcán de Aguascalientes, sobrenombre acuñado por Paco Malgesto. Contó el cronista Alejandro Hernández Rodríguez a Carmelita Madrazo:

En tanto periódico y revista que leí, ninguno menciona quién bautizó a Rodríguez, Capetillo y Córdoba como “Los Tres Mosqueteros”, y lo más curioso, de todas las personas que entrevisté, tampoco tenían la certeza de saberlo. Solamente una de ellas, Alejandro Hernández, me aseveró que lo sabía porque un buen día le dijo a Rafael: “¿Quién te puso “El Volcán de Aguascalientes”? … Paco Malgesto… «Por eso me consta que fue Malgesto. Muchos piensan que fue Don Dificultades, pero no. Don Difi jamás fue simpatizante del Volcán… »

Y así pasaría a la historia, como El Volcán de Aguascalientes, el torero al que, en las casas, el día que toreaba, se le encendían veladoras para pedir al cielo que saliera de la plaza con bien y triunfante. El torero que, según el doctor Gaona, era un dechado de educación:

Rafael Rodríguez fue uno de los po – quí – si – mos toreros atentos y agradecidos que yo conocí. En mis cincuenta y cuatro años que tengo de estar en la fiesta de los toros, solamente puedo recordar como agradecidos a Rafael y a Chucho Solórzano “El Rey del Temple”. Desde el momento en que Rafael llegó a mi oficina y nos tratamos, nunca dejó de buscarme todas las veces que venía a México. También me visitó cuando ya estuve fuera de la empresa…

Esa tarde de domingo de hace 74 años, se gestaba un parteaguas en la historia del toreo mexicano. Rafael Rodríguez fue uno de los que lo generaron.

domingo, 15 de diciembre de 2019

Armillita y Nacarillo de Piedras Negras

Fermín Espinosa Armillita
La temporada 1946 – 47 en la Plaza México iba a ser la última en algún tiempo que vería el concurso de diestros hispanos y por razones de sobra conocidas, la final en la que actuaría Manolete en la capital mexicana. La tarde que me ocupa en este momento era la sexta que cumplía en el gran coso y le quedaban ya nada más en su historia las del 12 y 19 de enero de 1947 y la del 2 de febrero de ese mismo año, completando así las nueve tardes que en las que en su historia llenó ese escenario.

Ya estaba en vigencia el decreto que, publicado en el Diario Oficial de la Federación del jueves 18 de abril de ese 1946, limitaba por decisión del Presidente Manuel Ávila Camacho, la celebración de festejos taurinos en la Ciudad de México a dos por semana, por, dice la disposición: ...la frecuencia con que se han venido celebrando corridas de toros ha causado perjuicio en la economía de numerosas familias... debe considerarse cualquier contingencia futura, procurando moderación en los gastos, tanto colectivos como en los individuales... procurando que no se agrave la situación actual con gastos excesivos...

Así pues, apenas el miércoles anterior se había celebrado una corrida en la que alternaron el mismo Manolete, Lorenzo Garza y Leopoldo Ramos Ahijado del Matadero, quienes enfrentaron una corrida de Pastejé. Una corrida que pasó a la historia por las faenas de Garza a Amapolo y Buen Mozo y la de Manolete a Manzanito y el gran juego que dieron los toros de don Eduardo N. Iturbide.

La tarde del 15 de diciembre

Para el domingo siguiente se anunció un encierro de Piedras Negras, para Fermín Espinosa Armillita, Manolete y Alfonso Ramírez Calesero. El encierro de Tlaxcala sería el único de ese hierro que el Monstruo lidiaría entre los 38 festejos en los que actuó entre nosotros y al decir de las crónicas que tuve a la vista, esos toros lo trajeron aperreado, tanto, que el primero de su lote Tilichis, le echó mano y se pensó que había sufrido un serio percance, pero no pasó del susto. Las mismas crónicas resaltan el contraste de su actuar este día con el del anterior miércoles.

Calesero lució en sus toros con el capote y en los quites en los que tuvo oportunidad de intervenir, pero no tuvo mayor trascendencia el conjunto de su labor esa tarde.

Armillita y Nacarillo

La cima de la tarde se produjo en el cuarto toro de la tarde. Nombrado Nacarillo por su criador, desde la salida se mostró como un toro propio para la tauromaquia que siempre desplegó Fermín Espinosa. Contaba don Arturo Muñoz La Chicha, quien esa tarde salió en la cuadrilla de Calesero, que al iniciar Armillita la faena con la diestra, desde los tendidos la concurrencia le pedía que toreara como Manolete. Seguía contando don Arturo que en un momento determinado el Maestro se echó la muleta a la zurda y acabó con el cuadro.

Pero antes de la faena había otros intríngulis que desahogar. Don Luis de la Torre El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada, armillista de pro, encuentra algún sentido doble al brindis que de Nacarillo hizo Armillita a don Eduardo N. Iturbide y lo detalla así en la reflexión que hace en el número de La Lidia de México publicado el 27 de diciembre de 1946:
Sin intención premeditada, seguramente, el brindis fue dedicado a don Eduardo Iturbide, quien acababa de mandar a nuestro coso máximo una bravísima corrida, factor importantísimo en el triunfo alcanzado por dos colosos de la mano izquierda, pero tal parece que la proeza dedicada a tan escrupuloso ganadero vino a decirle: “Mire, don Eduardo, toros como los de usted son envidiados para la realización de estas hazañas, pero existe un torero que si bien los quisiera para sus triunfos, no le son indispensables, también de los mansos sabe sacar partido insospechado, y aquí estoy yo para probarlo ante miles de espectadores en cuyas retinas quedará grabada de manera imperecedera…”
Ya respecto de la faena, escribió en su día, en las páginas de El Universal del día siguiente del festejo, don Carlos Septién García El Tío Carlos, lo que sigue:
Estamos ante la faena perfecta. 
Y no nos atrevemos a tocarla. Sería un desacato rozar siquiera el contorno venerable de sus mármoles. Sería una mancha el querer reducir a yerta medida la armonía de su arquitectura serena y triunfal. Y sería un atentado el querer desmontar el ensamble prodigioso de sus partes para someterlas a un estudio prosaico y vulgar… 
Y mirémosla en toda la fuerza de su genuino valer. Veámosla hecha de los más puros y firmes elementos que la tauromaquia ha creado en siglos de lucha, de dolor y de triunfo con los toros bravos; admirémosla como expresión sólida, cabal, perfecta, de la más rancia y limpia doctrina torera: esa que formaran y probaran en mil tardes de sol y de hachazos los Paquiros y los Guerras; esa que sellaran con su sangre los Tatos y los Esparteros; esa que mantuvo en lucha de decenios a los Frascuelos y los Lagartijos. Esa que – en fin – hace hoy Fermín Espinosa, como entonces de aquellos definidores de la tauromaquia, el torero en que se depositan la mayor ciencia y la más ilustre escuela. 
Y gustémosla también en su profunda y exquisita suavidad. Saboreémosla en esa delicadeza, en ese tacto, en esa gentileza con que arropó al endeble torillo de Piedras Negras que – nacido para seis naturales y una estocada –, tomó dócilmente, transformado como una obra de cera calentada a fuego, el milagro eslabonado de esos veintiún naturales inmortales. Gocemos de ese temple cuidadoso y magistral, exigente y esmerado, con que el torero fue educando al toro, mostrándole el camino del pase natural, enseñándolo a embestir y a tomar con afán encendido la roja muleta, a repetir sobre ella el empuje, a graduar su marcha y su arrojo… 
¡Torero, Torero, Torero!... 
Torero, sí. Torero inmortal este Fermín de Saltillo con el que México se incrusta triunfalmente en la historia del toreo universal…
El Tío Carlos hace un análisis en el que, deja claro que el torero se impuso a lo que él consideró que eran unas malas condiciones del toro y como se expone en las relaciones taurinas de hogaño se inventó una faena donde no la había.

Por su parte, Carlos León, en el Novedades, también del 16 de diciembre de 1946, todavía no dado a las estridencias que le dieron fama, en lo medular, razona así:
…Citando desde lejos, con la muleta pendiente de la zurda, el maestro provocó la embestida para el primer natural. Arrancó la res sobre el trapo y Fermín dejó que los pitones se estrellaran contra ella, para ahí prender las astas y conducirlas atadas a su franela en una tanda prodigiosa de naturales, sin permitir que el toro, ya domesticado por el poderío de Fermín, se huyera de la muleta. 
Y la misma milagrosa escena se repitió varias veces. El torero se recreaba en la ejecución del muletazo más bello de la lidia, toreando cada vez más lento, más auténtico. La arena se convirtió en bazar de toda clase de prendas de vestir, mientras de arriba bajaba un torrente de aplausos, formando una de las ovaciones más merecidas que se hayan dado en la plaza de la Ciudad de los Deportes. Después de aquella inacabable teoría de naturales, salpicados aquí y allá por la pinturería del afarolado o el derechazo de respiro, Fermín logró una estocada desprendida, que bastó para que “Nacarillo” rodara a los pies del extraordinario lidiador. 
Veintisiete naturales en varias series habían compuesto la parte básica e inolvidable de la maravillosa faena. Y para ellos fueron la oreja y el rabo, tres vueltas al ruedo, salida a los medios y la admiración incondicional para este legítimo “Monstruo” nuestro, que cada vez que se lo propone viene a borrar fábulas y leyendas cordobesas…
Una tercera apreciación, algo más lejana en el tiempo es la de El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada, aparecida en el ejemplar de La Lidia de México ya mencionado y que es del siguiente tenor:
...Grandes faenas se recuerdan realizadas por el torero de Saltillo, suficientes para criarle el título de “maestro de maestros”. De entre todas ellas, podemos destacar algunas cuyo asiento estuvo en plazas españolas, y para nosotros son inolvidables la de “Tapabocas” de Coquilla, “Hurón” de Pérez Tabernero, “Pichirrichi” de Coaxamalucan, “Chocolate” de Torrecillas, “Clarinero” de Pastejé, “Pituso” de La Punta y otros más que harían interminable la lista, pero para todas ellas contó con el elemento toro, de más o menos bravura, poderío y buenas cualidades, no así en el caso presente en que solo la ciencia, el poder y la maestría lograron hacer de “Nacarillo” de Piedras Negras, corrido en cuarto lugar, la memorable tarde del 15 de diciembre de 1946, en la monumental plaza “México”, un toro para escribir con él la página más saliente, no del historial de un torero, sino de toda una historia taurina. ¿A qué decir más? Muy cerca de cincuenta mil espectadores fueron testigos presenciales del maravilloso hecho, y puede asegurarse que no habrá uno capaz de desmentir la maravilla de tan milagrosa hazaña... 
Decir veintisiete naturales a un toro bravo, es muy sencillo, se dice muy pronto, más tiene sus bemoles. Sacar de un manso semejante proeza, parece impracticable. Pues sin embargo, ha habido un “Armillita”, que haciendo alarde de la más amplia sabiduría, ha realizado el milagro empleando procedimientos considerados como de ínfima especulación, creyéndose que el cite desde lejos no admite ajustamiento. ¡Qué disparate! Así es precisamente como se expone de verdad puesto que el toro empuja fuerte y llega a la reunión precisa para que el lidiador le marque la salida con el simple movimiento de la muñeca, salvando el derrote en el momento de mayor peligro. Pero si esto no bastara, vimos al coloso de Saltillo citar en varias formas ahora muy estimadas, no con el afán de imitación, sino con el propósito de demostrar su capacidad dentro de todos los estilos. Y hay algo más: el citar de largo demostró a los más ciegos suponer para hacer embestir, a esa distancia, a un toro soso y aplomado en demasía, con la magia de su saber, haciéndolo todo, sacando bravura de donde no la había...
Aquí se abre el espacio para una discusión numérica y por ende, bizantina. Carlos León y don Luis de la Torre cifran el número de naturales de Armillita a Nacarillo en veintisiete. Carlos Septién habla solamente de veintiuno. Don Arturo Muñoz, que afirmaba haber visto más cerca que ninguno de esos escribidores la faena – y decía verdad, pues ocupaba su puesto en el callejón con la cuadrilla de Calesero – siempre sostuvo que eran también veintiuno.

Al final de cuentas la cantidad no importa. Lo que ha trascendido es la calidad de esos naturales y el hecho de que se le ligaron a un toro que en principio no parecía apto para ello.

Cierro esto con una reflexión que hace un cronista anónimo en el diario El Siglo de Torreón el 16 de diciembre de 1946, donde establece, creo, la justa medida de lo que hoy intento recordar:
Maravilloso tiene que ser un torero como ‘Armillita’ al borde de la despedida, con el nombre hecho y hondo surco en la historia de la fiesta brava; todavía pelea y se la juega para dar una exhibición de poderío y arte... México hablará muchos años de esa faena izquierdista de ‘Armillita’, porque fue una faena de escándalo...
Y efectivamente, a más de siete décadas de distancia, seguimos hablando de Armillita y Nacarillo

Edito (16/XII/2019): El amigo Octavio Lara Chávez me hace llegar la versión de don Alfonso de Icaza Ojo, aparecida en el semanario El Redondel del día de la corrida. Ojo transmitía por teléfono a su redacción, toro a toro su crónica, para que el periódico estuviera listo al final de la corrida. De allí que tuviera algunos dislates como en el caso que nos ocupa, se tuviera como nombre del toro el de Mascarillo. La relación de mérito es esta:
Cuarto toro. - "Mascarillo", cárdeno también, pequeñito, pero bien armado. 
Armillita lancea sin estrecharse, ante la indiferencia completa del concurso. 
Una buena vara de Carmona y paren ustedes de contar, ni el otro piquero hizo cosa de provecho, ni los matadores trataron siquiera, de sacarnos del terrible aburrimiento que nos invade. 
El bichejo, después de la última vara doble, quedó hecho una piltrafa. 
Zenaido Espinosa clava un par en la arena. 
Fermín Espinosa brinda a don Eduardo Iturbide, que es ovacionado, y dase a muletear a "Mascarillo", mucho mejor de lo que éste merecía. La faena va en crescendo poco a poco, y Fermín Espinosa agigantándose hasta tocar las nubes. 
¡Qué manera de torear, señores! 
Con la derecha corre la mano primorosamente y aguanta con auténtica hombría, con la izquierda... ¡Dos docenas de pases naturales! 
¡Y qué pases! Ni Armillita, ni nadie, había toreado así a un toro que no podía preverse que pudiese torearse así. 
¡Como que Armillita lo hizo! 
Estamos viendo la mejor faena de la temporada. Vuando el maestro de Saltillo, ahora sí maestro, torero grande, atiza una estocada casi entera, algo desprendida, cuarenta mil pañuelos piden para el maestro de maestros, la oreja, el rabo, el toro entero. 
Se conceden los máximos galardones y Armillita da incontables vueltas al ruedo, devolviendo sombreros y prendas de vestir. 
Insistimos lo que Armillita hizo hoy no lo había hecho antes ni él ni nadie. ¡Torerazo!...
Aviso parroquial: Los resaltados en los textos transcritos son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 4 de agosto de 2013

1 de agosto de 1915: Rodolfo Rodarte triunfa en Tetuán

Rodolfo Rodarte en 1911
Rodolfo Rodarte fue originario de San Buenaventura, Coahuila, donde nació el 5 de febrero de 1887. Hijo de Luciano Rodarte, quien fuera en su día miembro de la cuadrilla de Ponciano Díaz – y se le atribuye el hecho de haber fundado la primera escuela taurina de México –, fue miembro de una dinastía de toreros de oro y de plata en la que destacaron José Julián Pepe, Refugio Cuco y Ramón en las infanterías y en la que fueron matadores de toros quien me hace distraerles en este momento y Julián

Tras de ser miembro de una de las primeras cuadrillas de niños toreros de este país – con la dirección de su padre y del banderillero Enrique Merino El Sordo – y después torear novilladas, es alternativado por Vicente Segura el 17 de enero de 1909 en Monterrey, con toros hidrocálidos de El Pabellón. Confirma esa alternativa en El Toreo de la Condesa el 3 de octubre de ese mismo año, apadrinándole Tomás Alarcón Mazzantinito y sirviendo de testigo Revertito

Rodolfo Rodarte se presenta en España en 1911 y aunque reside en Bilbao, suma un importante número de fechas en toda la geografía española, debutando en mayo de ese mismo año en la plaza de la Carretera de Aragón. Rodolfo va a alternar su presencia las temporadas mexicana y española hasta el año de 1924, cuando regresa a Aguascalientes, ciudad de la que será Presidente Municipal interino durante el año de 1927. En la galería del Salón Presidentes del Palacio Municipal, durante muchos años el retrato que daba fe del paso de Rodolfo Rodarte por la alcaldía, fue uno de él vestido de torero y con la montera puesta. Tras de ese paso por la política, se dedica a la enseñanza del toreo y a diversos negocios taurinos, falleciendo el 14 de diciembre de 1945.

Tetuán también es Madrid

Para el 1 de agosto de 1915, la empresa de la plaza de toros de Tetuán de las Victorias anunció seis novillos de don Antonio Arroyo, antes de don Ángel Cabezudo – hoy corresponde a la ganadería de La Guadamilla – para ser estoqueados por Rodolfo Rodarte, quien actuaba como novillero, pues en esos días las alternativas concedidas fuera de España no eran consideradas válidas. El sobresaliente para la ocasión fue el diestro originario de Gijón, Emilio Mayor Mayorito. Cabe indicar que lo que en ese momento era la ganadería ya de Antonio Arroyo se inicia en 1909 con ganado de Esteban Hernández, de origen Mazpule, Raso de Portillo y Espinosa – Zapata de Jerez de la Frontera y agregados vazqueños de Trespalacios.

La crónica de Don Benito en el semanario La Lidia aparecido el día siguiente del festejo, es en este sentido:
Con buena entrada se verificó la corrida de ayer, en esta plaza, lidiándose seis novillos de don Antonio Arroyo, de El Molar… El primero cumple en varas. Rodarte lo recorta capote al brazo. Con la muleta hace una faena valiente y desde cerca, entrando bien, da una estocada que resulta baja… El segundo toma cuatro varas, por tres caídas y dos caballos para el arrastre. Rodarte torea de muleta valiente, pero sin lucimiento, y termina con el toro de tres pinchazos, media contraria y un descabello… El tercero solo toma dos varas, por una caída y un caballo muerto, por lo que es condenado a fuego. Rodarte lo lancea superiormente. Con la muleta hace una faena valiente, y entrando bien, da un pinchazo hondo cayendo ante la cara del toro; después pincha otra vez y acaba de media buena… El cuarto toma cuatro varas, por tres caídas y cero caballos. Rodolfo hace una superior faena de muleta, y entrando muy bien da un pinchazo en su sitio y después una entera superior que hace polvo al bicho. (Ovación prolongada y la oreja)… El quinto toma cuatro varas por tres caídas y un caballo para el arrastre. Con la muleta hace Rodolfo Rodarte una faena superior y valiente, a pesar de estar el toro huido, hundiendo todo el estoque y oyendo una gran ovación… El sexto toma cuatro varas, por tres caídas y ningún caballo… Entre Rodarte y "Mayorito" se entabla un pugilato por cuál de los dos ha de matar al toro, ordenando la presidencia que lo haga Rodolfo; este da fin del toro y de la corrida de un pinchazo bueno y una entera superior… Resumen: El ganado cumplió, sin excederse. Rodolfo Rodarte superior en dos y bien en los restantes. Lo mejor de la corrida, dos pares de banderillas en el cuarto toro de José Rodarte, El servicio de caballos, detestable… La presidencia, muy acertada.
Como podemos apreciar, la calificación de Don Benito a la actuación del presidente del festejo es de muy acertada y como no pone excepciones, consideraré que incluye tanto el otorgamiento de los trofeos al diestro, como la negativa a que Mayorito matara al sexto toro de la tarde. Sin embargo, existieron otras apreciaciones sobre la actuación de la autoridad  del festejo y así Sansón, cronista de El Liberal, señala lo que sigue:
Hoy las cosas de toros están que arden, lo cual nada tiene de particular dada la temperatura que nos gozamos. Por todos lados surgen fenómenos y más fenómenos, que luego quedan en la estacada; todos se comen los toros crudos, sin duda porque carne poco pasada es más alimenticia... pero nada más que por eso… Siguiendo esta fiebre, ayer el mejicano Rodolfo Rodarte quiso “epatarnos” despachando él solo seis mocitos de Cabezudo, y aunque voluntad no le faltara, poco consiguió. Eso ya es harina de otro costal… En el haber del muchacho debe apuntarse el tanto de que salió a torear algo resentido de una pierna. Desde luego afirmo que Rodolfo estuvo valiente y cerca de los toros, aunque nerviosillo. Hizo algunas cosas buenas con capote y muleta; pero con el estoque no me satisfizo por completo, aunque se le concedieron las orejas de los toros cuarto y quinto… Esto de las orejas es otra de las cosas que se van poniendo muy feas. Antes no se concedían en estas plazas; luego se concedieron a faenas completas, sobresalientes, y ahora se otorga el galardón a un torero en cuanto da una estocada saliendo volteado, aunque ni la faena, ni la lidia en general hayan tenido nada de particular. De este modo llegaremos a ponernos a la altura de Vitigudino o Villaescusa, pongo por plazas… Con esto quiero decir que se vienen regalando orejas con gran profusión, casi injustamente. Y a otra cosa; basta de filosofías...
Por su parte Jusepe, en El Toreo, también del 2 de agosto de 1915, comenta la actuación del presidente en el caso de Mayorito de la siguiente guisa:
Luego, parte del público pidió que matara el sobresaliente, el cual se hincó de rodillas pidiéndolo, y como quiera que el presidente negó la petición, pues era Rodarte el espada anunciado para matar los seis toros, éste salió a despachar al bicho, haciendo la faena en medio de las palmas de unos y las protestas de otros… Dio varios pases buenos, entre ellos un molinete, y empleó para matarlo media estocada ida y una hasta el puño, cayéndose a la salida… Los dos hermanos fueron sacados en hombros de la plaza...
Rodolfo Rodarte
También hay discrepancias en las crónicas respecto de las pintas de los toros, pues en tanto que la mayoría coincide en que el primero fue un cárdeno salpicado; el segundo, colorado, careto y coliblanco; el tercero, simplemente colorado; el cuarto, berrendo en colorado; el quinto, negro, listón y meano y el sexto, también colorado, por su parte, el cronista de El País afirma que el primero fue berrendo en jabonero y que segundo, tercero y cuarto fueron berrendos en colorado. La distancia temporal impide conocer la realidad de la coloratura del encierro de Arroyo lidiado esa tarde, pero el voto de la mayoría en este caso creo que se impone.

Y termino...

La tarde del 1 de agosto de 1915 fue una de triunfo para Rodolfo Rodarte, quien una década después de estos hechos, junto con su padre y sus hermanos – principalmente Ramón – tuvieron funcionando en Aguascalientes una escuela para formar toreros. Primero en la Calle Ancha de nuestro Barrio de Triana y después en los rumbos del de La Estación. Y a fe mía que tuvieron éxito en su empeño, pues matadores de toros como Calesero, Rubén Salazar, Fernando Brand Jesús Delgadillo El Estudiante, aprendieron el oficio a su vera, al igual que Juventino Mora, Alfonso Pedroza La Gripa o don Arturo Muñoz La Chicha destacaron como novilleros o como toreros de plata.

domingo, 10 de febrero de 2013

Relecturas de invierno (V)


Entre el callejón y la barrera

La literatura taurina en Aguascalientes

Hoy en día, la nuestra es una de las pocas urbes que pueden presumir de tener dos plazas de toros de primera categoría funcionando; que en su zona de influencia económica, se asientan una treintena de ganaderías de toros de lidia; que ha servido de cuna taurina a importantes toreros; que en su suelo, se han afincado toreros, ganaderos y empresarios de gran categoría y que muchos toreros destacados hayan considerado que es un lugar ideal para tratar de hacerse torero. Esos son los signos inequívocos de la taurinidad de Aguascalientes, quien se empeñe en negarlos o en pretender soslayarlos, no es más que un necio.

Como eco de esa taurinidad, en los últimos años han cobrado intensidad una serie de esfuerzos por documentar y hace pública la historia taurina de Aguascalientes. No se trata solamente de la historia regional, sino también de interpretaciones que se hacen de la influencia de esta ciudad en la Universal del Toreo y esos esfuerzos han cristalizado en una serie de libros, de los que destacan entre otros El Enigma de la Fiesta y Los Estilos en el Toreo, de Alejandro Mora Barba, el de Alfredo Morales Shaadi, titulado Me lo contó la Plaza de Toros San Marcos, las obras colectivas de socios del Centro Taurino México España, Plaza de Toros San Marcos, Imágenes de un Siglo y Plaza de Toros Monumental de Aguascalientes. Ecos de 30 AñosLa Ciudad, La Fiesta y sus Plazas, de don Jesús Gómez Medina, el dedicado al Poeta del Toreo, Alfonso Ramírez Calesero y last but not least la que da pie para que yo distraiga su atención en esta ocasión: Entre el callejón y la barrera, del Ingeniero Rafael de los Reyes Estebanéz, quien tiene nombre de califa y apellido de gitano.

La novela y la vida real

El desarrollo de Entre el callejón y la barrera se da precisamente en la muy taurina ciudad de Aguascalientes y consiste básicamente en la exposición que nos hace de los afanes de un personaje llamado lisa y llanamente don Luis, por hacer un torero de un joven clasemediero llamado Miguel, quien afirma haberse metido a eso, por pura afición. En la narración, se mezclan los nombres reales, de hombres de carne y hueso, a los que todos nosotros aquí conocemos, que viven una vida de novela y que al formar parte de una como la que me ocupa, en la realidad pareciera que han salido de la inspiración del autor, como se muestra en este ejemplo:

…en ese momento llegó Alfredo Muñoz, el más español de todos los mexicanos, taurinamente hablando, Alfredo se acercó a Chuy y enseguida arremetió contra Miguel:

- Joder, que papelito habéis hecho en la Plaza México. Como estuviste no te vas a comer la chiche de un bolillo de la fiesta de toros…

Así como nos presenta a Alfredo Muñoz, más adelante nos encontraremos entre las páginas del libro al padre de éste, don Arturo Muñoz, La Chicha, quien a través del autor nos lega su visión sobre la situación real que guarda la fiesta de toros en la actualidad, causada fundamentalmente por lo que en términos de María Mérida podríamos llamar la falta de torería de que hacen gala los toreros y los ganaderos, puntos de vista tantas veces expresados por don Arturo en diversas tertulias y tribunas, e ignorados en la mayor parte de las veces por los taurinos profesionales, no obstante el aire premonitorio que llevaban sus advertencias en cuanto al rumbo que ha llevado la fiesta en México los últimos años. Sé que el hubiera no existe, pero sí se le hubiera escuchado en su día…

Más adelante, en el tránsito de la obra nos encontraremos con el interactuar de don Luis, aficionado y mecenas – que a fe mía no es más que el mismo autor – con Miguel, ese joven de clase media que por pura afición dice que quiere ser torero; con Jorge, el padre del aspirante a torero y con un sinfín de personajes incidentales, la mayoría reales, aunque con nombres imaginarios, sin faltar la inserción de los hombres y de los nombres que hacen que Aguascalientes sea tan taurina como es.

Los valores que más destacan en la obra del Ingeniero de los Reyes son la frescura con la que describe el acontecer de las cosas de los toros en Aguascalientes y la sincera honestidad con que plantea las realidades de los entretelones de la fiesta en esta Ciudad y en el País entero. Hablar en la forma en la que lo hace en  su obra Rafael de los Reyes, es considerado sacrílego por los taurinos. Aquí, quisiera agregar algo: Jaime de Armiñán, en su novela Juncal, refiere una charla entre el torero retirado y su hermano menor, Bernardo, que hace las veces de ayuda de cámara del joven Juncal, mismo que no me resisto a transcribir:

El toreo es cosa de hombres: Joselito el Gallo, a los dieciséis años…

- ¡Deja a Joselito en paz! ¡Menos gestos y más estar en el mundo, que quien se tiene que poner delante del toro es él! ¡Menos literatura barata y más talento, que hay que estar al día y no vivir de nostalgias, ni de cuentos de hadas, ni del Cossío!

Juncal tardó unos segundos en contestar a Bernardo y cuando lo hizo, fue con desprecio, desdeñosamente:
- ¡Tú no eres un torero, tú eres un taurino!

Así pues, para mí, como para Juncal, el taurino es una cosa y el aficionado otra…

También nos deja ver como la tradición y las formas han dejado de tener vigencia, ejemplificando con la forma de vestir de Miguel, quien más que parecer torero, trataba de asemejarse a los cantantes de moda. Eso me hace recordaruna anécdota que se cuenta de un sucedido entre Guerrita y los Dominguín:

Un día Luis Miguel y sus hermanos andaban por Córdoba y acudieron a la casa de Guerrita a saludarle. El Califa recibió a los González Lucas, que iban vestidos con trajes de calle. Al terminar la visita, El Guerra mandó poner un telegrama a Madrid, dirigido a Dominguín, padre de los toreros, más o menos con el siguiente texto: “Domingo, haz el favor de decir a tus chicos, que cuando vengan a verme, lo hagan vestidos de toreros, no de boticarios. Atentamente, Rafael”.

También desnuda con sinceridad a los ganaderos – ¿ganaduros? – que ya no tienen vacas para los principiantes sí no hay un parné de por medio y que ya no son tan rigurosos con la selección de sus ganados, pues todo lo que nace macho, tiene seguro el camino a las plazas. Se requiere valor para ser ganadero – el autor lo fue – y revelar esta verdad, que como otras muchas, tiene a la fiesta metida en los problemas que actualmente presenta. Nos señala pues, lo que Jorge Volpi ha escrito al propósito de la novela:

La novela dispone de una fuerza real de transformación y explicación de nuestro entorno. Los poderosos siempre lo han sabido. De ahí su temor, que en primera instancia parece infundado, frente a los contadores de historias. La imaginación ha sido combatida como instrumento de disolución social, pero más que estar interesada en la caída de determinado régimen, la novela funda sólidas oposiciones a los totalitarismos y a las concentraciones de poder.

Pero no debo continuar, porque la lectura de Entre el callejón y la barrera les revelará más de lo que yo aquí pueda referirles. No me resta pues, más que felicitar al Ingeniero de los Reyes por su obra, e invitar a todos Ustedes a leerla, que mucho de lo vivido lo podrán recordar y mucho de lo imaginado lo vivirán en el transcurso de la agradable lectura que tiene la novela, que les aseguro, es de las que no se caen de las manos.

Concluyo estas líneas con unas palabras de Gilbert K. Chesterton, las que bien describen lo que ahora les comento:

Lo que se necesita es la imaginación verdaderamente divina que hace nuevas a todas las cosas, porque todas las cosas han sido nuevas… Sería un gran don de la imaginación histórica poder ver todo lo que ha sucedido como si estuviera sucediendo o estuviera a punto de suceder. Esto se puede aplicar tanto a la historia literaria como a la política, pues la historia literaria está llena de revoluciones y no las realizamos a menos de que las realicemos como revolucionarios… No podéis tener un ideal, sea político o poético, sin que deseéis establecerlo. Y en el momento en el que lo establecéis alguien os puede obligar a defenderlo. Elogiar, exaltar, establecer y defender. No me excuso por repetir estas palabras, pues son muy necesarias en nuestros tiempos…
Referencia Bibliográfica: Entre el callejón y la barrera. – Rafael de los Reyes. – Plaza y Valdés Editores, Colección Narradores y Ensayistas Mexicanos. – 1ª edición, México, 1994, 147 páginas. – ISBN 968 – 856 – 361 – 7.   

domingo, 2 de septiembre de 2012

5 de septiembre de 1948: Rafael Rodríguez se presenta en la Plaza México


Rafael Rodríguez y Dr. Alfonso Gaona
Plaza México, 1948 (Foto: Carlos González)
La decimotercera novillada de la temporada del 48 llevaba como ingredientes de interés la repetición del torero de Guadalajara, Manuel Capetillo, quien había impactado con su toreo de capa en su actuación anterior; la presentación en la temporada de un novillero de Aguascalientes que había hecho la transición del viejo Toreo de la Condesa hacia la plaza nueva y que se distinguió siempre por sus buenas maneras ante los toros: Valdemaro Ávila y el tercer elemento atractivo lo constituía el encierro de Pastejé que se lidiaría, que tenía seriedad y que se afirmaba, era una corrida de toros que no se había podido lidiar en la temporada grande anterior.

Completaba el cartel un joven, también de Aguascalientes que con brevedad había obtenido los méritos suficientes para debutar en la plaza de toros más grande del mundo, pues tras de recorrer la legua, el 18 de julio anterior, en la Plaza de San Marcos tiene un gran triunfo alternando con Tacho Campos y Juventino Mora y el 1º de agosto siguiente tendría otro notable éxito en San Luis Potosí alternando con el mismo Manuel Capetillo y Curro Ortega, para así llegar a lo que representaría la cita más importante de su vida. 

El doctor Alfonso Gaona, en ese tiempo empresario de la Plaza México, contó así a Carmelita Madrazo, para su obra Rafael Rodríguez ‘El Volcán de Aguascalientes’. Libro Testimonial,  la manera en la que llevó a su plaza a quien después sería universalmente conocido como El Volcán de Aguascalientes:

...Tengo un amigo desde la infancia a quien quiero mucho – el general Manuel de la Torre – y que hizo una carrera brillantísima dentro del Ejército estando en el Estado Mayor Presidencial... En uno de tantos viajes que Manuel hacía por los estados, le tocó ir a Aguascalientes y me dijo: Alfonsito, fíjate que durante mi ida a Aguascalientes se me acercó un chamaco, delgado, desarrapado, dado a la desgracia, que me pidió te hablara de él. Le pregunté si ya había toreado, y el chamaco me dio estas fotos borrosas y chiquititas   para que te las enseñara. Mira Alfonsito, me impactó su gran deseo de  ser torero. Y le veo ganas de querer ser figura. Es más, me dijo que lo van a poner en San Luis Potosí, así es que pienso ir a verlo... Como yo tenía plena confianza en lo que Manuel me decía, le dije que se lo trajera a México después de verlo en San Luis. Y así lo hizo... Todo mundo sabe lo que sucedió esa tarde de su presentación. Fue una temporada muy bonita porque primero presenté a Paco Ortiz, luego a Manuel Capetillo, luego Jesús Córdoba y  por último a Rafael... En un santiamén se hizo el ídolo de la afición... El muchachito, desde su primera novillada, demostró que estaba para la alternativa...

Por su parte, la manera en la que se dieron los hechos en San Luis Potosí, don Arturo Muñoz La Chicha, banderillero, que fue en la cuadrilla de Rafael Rodríguez esa tarde previa a su presentación en la Plaza México, los contó a la misma autora de esta guisa:

...Al llegar al sorteo, me encontré con Enrique Borja, papá del que luego fue famoso futbolista del mismo nombre y a don Manuel de la Torre, gran amigo del doctor Alfonso Gaona, el empresario de la Plaza México. Al verme Enrique, me dijo con su vocecita ladina: - ¡Quihubo Chicha! ¿Cómo te va? - Bien, y tú, ¿qué andas  haciendo por acá? - Me mandó el doctor para que vea al tal Rafaelillo. ¿Que se arrima mucho y es muy bueno? - Mira, si te digo que es bueno y no te gusta, vas a decir que no sé de toros. Así es que mejor hablamos después de la corrida.... Esa tarde ni Capetillo, ni Curro Ortega se vieron. Solamente Rafaelillo, que se convirtió en el señor Rafael... Estando en el vestíbulo del hotel Plaza, escuché cuando Enrique Borja le hablaba al doctor Gaona: - ¡Hombre, doctor! Rafaelillo está para que lo ponga mañana, no dentro de un mes... Al domingo siguiente, 5 de septiembre, Valdemaro Ávila, Manuel Capetillo y Rafael Rodríguez harían el paseíllo en la Plaza México, con toros de Pastejé...

La tarde del 5 de septiembre de 1948 fue entoldada, lluviosa y el festejo estuvo a punto de suspenderse. Refería Rafael Rodríguez que el ruedo estaba enfangado, por lo que se roció diesel sobre la arena y se le prendió fuego para intentar secar en algo el piso. Decía el torero que la llamarada fue fantasmagórica y una vez disipada la nube de humo y vapor, pudieron salir al ruedo. En una conferencia pronunciada el 28 de abril de 1991, el propio torero lo explicaba así:

Esa tarde parecía que todo se perdía. Densos nubarrones invadieron el cielo de la plaza más grande del mundo, el agua corría por el túnel. Hora y media después los monosabios pusieron el ruedo como ascua de oro. Surgió algo inusitado, que jamás había visto, ni he vuelto a ver. La plaza y el ruedo ardían. Llamas gigantescas en tonos multicolores en azul, verde y amarillo se elevaban y descendían. Apareció una enorme nube de humo que se disipó tan rápido como llegó y al fin pudimos torear…

Por su parte, Valdemaro Ávila, el primer espada del festejo contó a Carmelita Madrazo esto:

...Ese 5 de septiembre de 1948, llovió a cántaros. A la hora en que debíamos hacer el paseíllo, el agua no paraba. El ruedo estaba imposible para torear. Por más aserrín que le ponían, corría junto con el agua. Estuvimos esperando hasta las 5.30 para ver si cedía la tormenta, o de plano se suspendía... Como yo era el primer espada, en mí recaía la responsabilidad. Don Difi me ordenaba que suspendiera la corrida, pero el empresario Alfonso Gaona me insistía que saliéramos porque la empresa perdía dinero. Me sentí sumamente presionado... Bien sabía que las condiciones del ruedo eran pésimas, pero en esos momentos recordé lo que me había pasado en la temporada en que Tono Algara me vetó por no torear, y sinceramente pensé que Gaona iba a hacer lo mismo. Así es que accedí contra la voluntad de Don Difi…

Por su parte, Guillermo Salas Alonso, periodista del diario El Universal de la Ciudad de México recuerda los hechos de esta manera:

…5 de septiembre de 1948. A “Rafaelillo”, a quien también se le conocía como “El Canteado”, no le parecía normal el retraso. Su reloj indicaba que el festejo, su presentación como novillero, debió haber iniciado hace ya varios minutos... Cierto. El inicio de la sesión ha sido demorado... Quisquilloso, el juez de plaza en turno, Lázaro Martínez Gómez del Campo, baja al redondel para verificar las condiciones, pues una lluvia, ligera pero pertinaz, ha caído en horas previas. Y el paseíllo no empieza. El retraso suma ya casi una hora. Entonces, al verlo de cerca y suponer que el ruedo no funcionaría, el chaval de Aguascalientes se suelta a llorar e implora al juez dé luz verde al festejo... Mira fijamente a Lázaro Martínez. Suplica: “No vaya a suspenderla, por favor. No haga eso; es mi oportunidad, no la haga añicos...”. El juez dio su aprobación y se realizó la presentación triunfal, inolvidable...

Rafael RodríguezDr. Alfonso GaonaJuan Espinosa
Armillita. Plaza México 5/09/1948 (Foto: Carlos González)

Al final de la tarde, Rafael Rodríguez salió en hombros de los entusiasmados aficionados, con las orejas y el rabo de Panadero y la oreja de Gitano, como resultado de la más espectacular presentación de un novillero en esa plaza. La crónica de agencia publicada en el diario El Siglo de Torreón es la siguiente:

El debutante Rafael Rodríguez fue el triunfador de la corrida de ayer
Valdemaro Ávila y Manuel Capetillo voluntariosos.
Capetillo logró palmas en el quinto.
Fue una corrida casi nocturna.
México D.F., septiembre 5. – Por hilo directo. – Terminando en las sombras de la noche la novillada de hoy, que por la intensa lluvia que estuvo cayendo se inició después de las 17:30 horas, fue un triunfo para el debutante Rafael Rodríguez, que cortó dos orejas y un rabo, saliendo en hombros... Sobresalió su labor en el tercero en el cual largó en quites cinco fregolinas de clase, rematando con media rebolera que se aplaudió estruendosamente. Con la muleta, varios derechazos y el de la firma, algunos por alto, uno de pecho. Más derechazos, por alto increíbles cayendo sombreros al ruedo, siguiendo con manoletinas ajustadísimas, rematando de una sola estocada hasta la bola. Cortó oreja y rabo y dio la vuelta al ruedo... En el sexto, ya de noche, Rafael hizo quites por chicuelinas. Al banderillear fue zarandeado aparatosamente, sin consecuencias, clavando un par superior. En los medios da varios pases por alto de pitón a pitón, adornándose agarrando un cuerno y dominando completamente al toro, matando de una entera sin puntilla. Cortó otra oreja y salió en hombros… Valdemaro Ávila y Manuel Capetillo resultaron opacados por las faenas de Rodríguez, pero estuvieron voluntariosos, aunque poco afortunados debido a que no se pudieron acomodar con el ganado. Capetillo logró algunas palmas en el quinto a la hora de matar por la forma de hacerlo, pero sin nada notable en el trasteo.

Rafael Rodríguez terminaría su paso por esa temporada novilleril cortando cinco rabos e integrando, junto con Jesús Córdoba y Manuel Capetillo aquella terna que pasó a la historia con el sobrenombre de Los Tres Mosqueteros y al final del tiempo, sería el torero que más rabos ha cortado en la Plaza México, pues ya en su etapa de matador de toros, cortó otros seis, para sumar once, cifra que a la fecha no ha sido alcanzada por diestro alguno.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Tal día como hoy. 1982: Trofeos sin contenido para Eloy Cavazos y Curro Rivera


Algunos califican a los apéndices que los toreros cortan como meros retazos de toro. A veces la expresión se utiliza para señalar una infrapremiación de una faena y en otras ocasiones, para expresar el desacuerdo con un reconocimiento excesivo a obras que debieron ser calificadas con mayor rigor desde el Palco de la Autoridad.

Al hacer su recuento de la corrida del 2 de mayo de 1982, – toros de Carranco para Eloy Cavazos, Curro Rivera y Javier Bernaldo – don Jesús Gómez Medina hace notar que pese a los apéndices cortados, el festejo resultó intrascendente, es decir, las orejas carecieron de contenido, resultaron ser meros retazos de toro que al paso del tiempo, nada dejaron a quienes se los llevaron.

Acerca de este aspecto de la tarde, de la crónica de don Jesús, publicada en el diario El Sol del Centro, recojo lo siguiente:

Hace ya más de tres centurias que uno de los más ilustres ingenios de la lengua española – nada menos que el Fénix de los Ingenios –, dejó escrita en unos breves renglones, una sentencia cuya perenne vigencia comentamos de continuo: 

“El vulgo es necio
y, pues lo paga, es justo
hablarle en necio,
para darle gusto...”
Y esto, que Lope de Vega refería al arte teatral, es igualmente valedero para otras manifestaciones artísticas... o cuasi artísticas, llámense cinematografía, música, tauromaquia, etc... Particularmente en esta última, al fin espectáculo multitudinario, la influencia de la masa resulta determinante, definitiva casi, por la carga de emoción o de sensibilidad que sobre aquella gravita. Pero, a la vez, las preferencias de la parte más cuantiosa y al mismo tiempo menos docta de los espectadores, suelen ser decisivas al momento de valorizar y de galardonar el mérito y la brillantez de un lance, de una faena o de una actuación... Precisamente por ello se premian actuaciones y se otorgan premios por trasteos y faenas de las que, al salir de la plaza, no conservamos casi el recuerdo: ¡así fueron de fosforescentes y superficiales!... Lo anterior viene al caso como resultado de cuanto ocurrió ayer, en el octavo festejo de nuestra Feria. En el curso del mismo, en efecto, fueron concedidos cinco apéndices, dos orejas a Curro Rivera; y otras dos más el rabo, a Eloy, Además se otorgaron honores a los despojos de uno de los bureles... Y, sin embargo, al analizar horas después lo ocurrido en la Monumental, poco, muy poco es lo que subsiste en el recuerdo. Se impone, entonces, la pregunta: ¿los galardones estuvieron mal otorgados? ¿o acaso fueron excesivos?... Sobre esto último, es preciso afirmar que la actuación del juez de plaza, siempre difícil, siempre sujeta a los vaivenes de la cambiante y apasionada opinión del pópulo, actualmente resulta más comprometida y expuesta. Pues, si ateniéndose a un criterio estrictamente taurino se resiste a conceder el trofeo o lo otorga con exacta proporción al mérito de la faena, se convierte en víctima propiciatoria de la insolencia popular. Y sí, por el contrario, cede fácilmente ante el reclamo de los más entusiastas y generalmente más indoctos, se gana de inmediato las censuras y los reproches de “la parte seria de la afición”, como diría “Oselito”... Por todo esto, volviendo a lo ocurrido ayer, podríamos decir, parafraseando un dicho que adquirió celebridad, que la actuación de Arturo Muñoz no fue buena, ni mala... sino todo lo contrario...
La actuación de los toreros

De las faenas premiadas, a su juicio excesivamente por el Juez de Plaza, don Arturo Muñoz La Chicha, Gómez Medina relata:

…Y ya está Eloy brindando a la asamblea para realizar a continuación una de sus típicas faenas a base de toreo en redondo, sobre una y otra mano, con el aditamento de molinetes rapidillos y rodillazos espectaculares. La faena en conjunto, resultó vistosa, espectacular, si bien Eloy no haya toreado con una parsimonia mayor, ni con un ajuste excesivo; pero repetimos, con una espectacular fosforescencia y además, a los briosos acordes de la charanga... Eso sí: Eloy estoqueó superiormente, sepultando el acero en lo alto, entrando con gran decisión y con resultados definitivos. Gran ovación; las dos orejas, también el rabo... y arrastre lento a los despojos de “Jamaiquino”. Curro Rivera en cambio, logró su capítulo de éxito al enfrentarse a su primero, otro astado de buenas características, que, aunque terminó un tanto aplomado, conservó su docilidad hasta el fin. De esta manera, a base de aguante y temple, logró Rivera llevar a cabo una faena de innegable torerismo, obligando a un bicho de escasa fuerza y haciéndolo pasar en varias tandas de derechazos, antes de sepultar un espadazo de efectos mortales. Ovación vuelta al ruedo y las dos orejas. ¿No hubiera sido suficiente con una?...

De la actuación de Javier Bernaldo, en esos días de reciente alternativa, dice don Jesús que más vale no hablar.

El festejo de hoy. 7ª corrida de feria: 3 de Santa Bárbara y 3 de Peñalba (denominación de Bernaldo de Quirós) para Ignacio Garibay, José Mari Manzanares y Joselito Adame.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Relecturas de verano II: El aroma del toreo

El autor

El doctor Alfonso Pérez Romo que ha ejercido exitosamente la medicina, ha sido un destacado académico y en ese campo llegó a ocupar la Rectoría de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, además de que en las diversas actividades profesionales, humanísticas y literarias que ha abordado en el decurso de su existencia, se ha destacado como una persona triunfadora y reconocida por la calidad y la mesura de sus juicios.

Alfonso Pérez Romo es también aficionado a la Fiesta de los Toros, por la que siente:

Una atracción irresistible; un aprecio del toreo que va mucho más allá de su abigarrado colorido, su pintoresquismo, su derroche de valentía y su efusión de sangre; un asombro siempre nuevo por esa hermosa y noble bestia que es el toro de lidia; y una admiración respetuosa por el torero, extraño personaje del arte hispánico que cumple su actuación dramática al filo de la muerte.
Es afición le llevó a constituirse como empresario de la Plaza de Toros Monumental Aguascalientes en la década de los 80, junto con Julio Díaz Torre y el matador en el retiro Eduardo Solórzano, dando un giro radical a la manera en la que se organizaba nuestra Feria de San Marcos y en la combinación de sus aficiones, fue quien animó al Poeta del Toreo, Alfonso Ramírez Calesero, para que reuniera las memorias que son la base del libro que hoy da pie para que yo meta los míos.

La obra en cuestión

Solo el que vive los hechos sabe lo que son. Eso es lo que nos demuestra la recopilación de memorias y vivencias de un torero que se fue por la puerta grande. Aquí nos encontramos con lo que pasa por la mente del que se viste de luces por última vez, con lo que recuerda y con lo que ve en lontananza.

Al fin y al cabo, la obra que hoy intento comentarles contiene la expresión del valor humano en lo taurino, el reconocimiento de que el torero no lo debe ser solo en el ruedo y delante del toro, sino que el torero es un hombre y como tal interactúa con la afición, con la comunidad en la que convive y con su círculo más cercano, con su familia. Los toreros son humanos, aunque para oficiar, se vistan de dioses.

¿Cuándo se debe ir un torero? Decía un contemporáneo de Calesero, también su compañero de muchas batallas, que buena parte de la grandeza de don Rodolfo Gaona residía en que se fue de los ruedos cuando aun le podía a los toros. Seguramente y de lo revelado por Alfonso, el de Triana, ese tema es uno de los principales en esos momentos en los cuales los toreros hablan entre ellos de las cosas de su ministerio y es también quizá por ello, que El Calesa dio la vuelta a la página de su historia vestido de luces cuando lo hizo y como lo hizo, es decir, demostrando que el adiós se debía a una decisión personal y no a aquello que decía Guerrita, a que lo echaban. El contemporáneo al que me refiero es don Arturo Muñoz Nájera La Chicha, inolvidable torero de plata y personaje de la torería de Aguascalientes.

Otras revelaciones interesantes se contienen en la obra del doctor Alfonso Pérez Romo. Por ejemplo, nos cuenta el destino final de aquel toro de Vicente MartínezTerciopelo se llamó – que en la década de los treinta importara don Miguel Dosamantes Rul para Peñuelas, ejemplar único que en la historia de la ganadería brava mexicana es ya mítico.

Hombre de a caballo; significado tentador, Alfonso Ramírez Alonso hizo, ya hace casi medio siglo un análisis, que por lo que hoy vemos, resultó premonitorio. Lo hace cuando habla del toro de esos días, de su comparación con el que lidiaba en las plazas cuando inició su camino por los ruedos y de lo que veía para el futuro. En 1966 escribió:

En México, por el exceso de celo por conservar un tipo de toro y una sola línea genética, la casta se ha ido perdiendo y creo que esta experiencia ya se agotó. Nos guste o no, ha llegado el momento de refrescar, porque cuando la sosería se repite constantemente, la gente acaba por aburrirse y deja de ir a las plazas...

Y sigue diciendo:

...otra cosa que yo veo es que en mis tiempos de matador en activo, todos éramos diferentes; pienso en Armillita, “El Soldado”, Antonio Bienvenida, Garza, Silverio, Solórzano, Arruza, Manolete, Pepe Luis, Procuna, yo mismo. Todos inconfundiblemente personales y distintos. Y lo más importante: cada uno de nosotros hacíamos nuestro toreo totalmente diferente y original; ninguno llevábamos una faena hecha de antemano o estereotipada y el público que nos iba a ver siempre estaba a la expectativa de la sorpresa, de la espontaneidad, del momento inspirado…

Y lapidariamente concluye:

...la gente ya no va a los toros con la esperanza de ver el milagro de lo inesperado, sino a resignarse a ver la repetición interminable de lo mismo, así sea de buena calidad. ¡Como el arte y la artesanía otra vez!
Es a partir de esas reflexiones que Calesero penetra en los terrenos de la creatividad, del sello, de lo que lleva el titulo de la obra que pretendemos comentar, del aroma del torero y del aroma del toreo, aroma que dijera Arthur Miller, no se puede ver, pero se puede percibir y se puede recordar.

También nos habla de aquello que decía Lorca, había que buscar en las últimas habitaciones de la sangre, el duende, que brota cuando menos se espera y que no es de producción en serie; las condiciones deben estar dadas para que el torero se transfigure y en un momento y lugar determinado haga a los toros cosas que no son humanamente imaginables y aunque a Jesús Eduardo Martín Jáuregui no le parezca, he de afirmar como Pepe Alameda, esta es otra evidencia del seguro azar que representa el toreo.

La personalidad del hombre determina por anticipado la medida de su posible fortuna, expresó alguna vez Arthur Schopenhauer y por su parte, Óscar Wilde pareció agregar; cualquiera puede hacer historia, pero solo un gran hombre puede escribirla.

En El aroma del toreo estamos delante de una fracción de esa historia, bien delimitada en su esfera temporal; pero también, bien relacionada con sus antecedentes próximos y remotos.

Estamos delante de lo que considero es el legado de un torero a la afición y muy principalmente a sus pares. Vemos en sus pensamientos un examen preciso de su pasado y del presente que vivía cuando lo hizo y muy especialmente, del futuro que veía venir, y que hoy es para nosotros el presente.

Estamos delante de una breve parte de las memorias de un hombre que siendo padre y abuelo de toreros nunca dejo de tener presentes a su esposa, que a su vez, hija y hermana de ganaderos, conoce la fiesta desde sus entrañas y sabe que ese ver cara a cara a la muerte los días de corrida o de tentadero puede lastimar o fortalecer la armonía familiar, dependiendo de la manera de aproximarse a ella. En este caso, el lazo de unión entre Calesero, su esposa doña Alicia y sus hijos y nietos, después del amor, sin duda ha sido el vivir con autenticidad su taurinidad.

Esta es mi apreciación acerca de este interesante testimonio de vida y aprovecho el viaje para invitarles a leerlo, disfrutarlo y encontrar una a una, las múltiples aristas que representa la vida de un hombre dedicada por entero a la fiesta de los toros, siguiendo la máxima taurina:
Para el logro del triunfo siempre ha sido indispensable pasar por la senda del sacrificio.

domingo, 22 de agosto de 2010

Arturo Muñoz, La Chicha

La Chicha, guardándole la vuelta triunfal
a Calesero Chico, 20 de abril de 1964
Arturo Muñoz Nájera nació el 1º de julio de 1914 en el Barrio de Triana en Aguascalientes. Se aficionó a los toros al ser vecino del matador de toros José Flores Joselito, aquél al que Rodolfo Gaona diera la alternativa en la plaza de La Barceloneta en 1923 y del que decía Verduguillo que por sus maneras y su poderío ante los toros, sería el sucesor del Califa de León.

Estando don Arturo estudiando el bachillerato, por el año de 1928, Calesero, que integraba una cuadrilla juvenil junto con Rodrigo del Valle, le ve actuar como banderillero en una capea estudiantil y le invita a participar en ella. Es en ese tiempo en el que se le empieza a apodar La Chicha, sobrenombre que originalmente correspondía al que después sería el médico José Ramírez Gámez, pero que trascendió con este gran torero de plata. A partir del 30 de mayo de ese año, en la plaza de Fresnillo, La Chicha quedó integrado en definitiva a la cuadrilla de Calesero y El Chino del Valle como banderillero.

Cuando Calesero se resuelve a torear vestido de luces, Arturo Muñoz sigue sus pasos y además de auxiliar a su combarriano, su efectividad con los palos y la seguridad que tiene con la capa le consigue la posibilidad de actuar en las temporadas novilleriles de la plaza de La Condesa, en la Ciudad México en las cuadrillas de Ricardo Torres y Heriberto García. Esa seguridad con el capote le llevaría además a ser requerido con frecuencia por ganaderos como los señores Ibarra, entonces ganaderos de Santa Rosa de Lima; los señores Madrazo de La Punta y Matancillas; don Fernando de la Mora entonces de Tequisquiapan, don Jesús Cabrera, don Miguel Dosamantes de Peñuelas y varios otros para sus tentaderos, faenas camperas en las que se requiere sobre de todo efectividad y no lucimiento.

Durante el tiempo que Calesero vistió el terno de luces fue el insustituible primero de su cuadrilla y cuando surgió El Volcán de Aguascalientes, también él lo integró a sus hombres de plata. Su conocimiento de los toros y de la lidia, hicieron que también toreros españoles le llevaran en sus campañas mexicanas y así Luis Gómez Estudiante, Pepe Luis y Manolo Vázquez, Luis Miguel Dominguín y Chamaco contaron con él en su día.

José Luis Fernández Ledesma, Calesero, persona no
identificada y La Chicha, 13 de febrero 1966
Un extraordinario conversador, era una delicia escucharle hablar sobre las interminables tertulias que en Madrid, por los años cuarenta se celebraban con personalidades como don Carlos Gómez de Velasco, el mismo Rafael Gómez El Gallo, Domingo González Dominguín y algunos otros personajes de gran calado en la historia del toreo, de quienes hablaba con profunda emoción, como si les estuviera escuchando en el momento en el que narraba las anécdotas que eran motivo de su conversación.

Sufre solo una cornada grave en su vida, el 18 de septiembre de 1946, en Bayona, la tarde en que Fermín Rivera le dio la alternativa a Ricardo Balderas en presencia de Calesero. Contaba don Arturo que urgía a su matador (Calesero) que le sacara pronto de allí y le llevara a un lugar en el que los médicos hablaran cristiano, pues le costaba el tener que conducirse en muchos casos por conducto de intérpretes.

El día 24 de abril de 1966, sin previo aviso y toreando en la Plaza de Toros San Marcos una corrida de Valparaíso, en la que los matadores fueron Manuel Capetillo, Raúl García y Raúl Contreras Finito, don Arturo Muñoz actuó por última vez vestido de luces, aunque La Chicha nunca dejó los toros, pues posteriormente ocupó el Palco de la Autoridad, primero en la Plaza San Marcos como asesor técnico de don Jesús Gómez Medina y posteriormente en la Plaza Monumental Aguascalientes ya Juez de Plaza (Presidente), dirigiendo la lidia de las corridas.

Don Arturo Muñoz Nájera fue un ferviente admirador de dos grandes toreros de su escalafón, Luis Suárez Magritas a quién siempre se refería como don Luis Suárez Magritas, haciendo un especial énfasis en el don y a Alfredo David, por quien nombró a su hijo mayor, quien es ahijado de bautizo de Luis Miguel Dominguín y quien intentó ser torero, pero quien solamente pasó por las filas novilleriles.

Isidoro Cárdenas brindando a La Chicha en un
festival en su honor, 8 de diciembre 1996
Tuve la fortuna de gozar de la amistad de don Arturo. Durante los años en que asistí con frecuencia a las sesiones del Centro Taurino México España, le llevaba a su casa al final de las sesiones y para mis hijos, fue como un abuelo. Él me enseñó a ver a los toros y a apreciar en su justeza la labor de los toreros de plata, además de dejarme ver, a través de sus ojos, toda una época del toreo que parecía ser un tiempo ido.

La Chicha hizo el último paseíllo el día 13 de agosto de 1997 y quizás debí poner esto aquí la pasada semana, pero nunca es tarde para recordar a quien fue un buen torero y más que todo, un excelente amigo.

Crédito de las imágenes: Las dos primeras, en blanco y negro, pertenecen al archivo de don Carlos Meza Gómez. La última es obra de Humberto González Gitano corresponde a la colección particular de Isidoro Cárdenas Rodríguez y todas las utilizo con la autorización de sus titulares.

domingo, 11 de octubre de 2009

Joselillo (II/III)

¿Cambio de rumbo?

Será en ese periodo de recuperación y de reflexión, cuando Joselillo reconoce la necesidad de tener una nueva administración para su todavía incipiente carrera taurina. El final de sus relaciones con Don Dificultades fue aparentemente agrio, pero Laurentino mantuvo su decisión y a partir de la noción de que Jiménez Latapí representaba otros toreros y algunas ganaderías, se hizo pública la terminación de la relación de apoderamiento y el hecho de que el torero buscaría quien se encargara de sus asuntos en exclusiva.



Se dice que por esas fechas, a través de José Flores Camará, la empresa de la Plaza de Madrid le ofreció apoderamiento, a condición de que se fuera a España. La realidad es que Joselillo sufrió por encontrar un valiente que aceptara llevarle sus asuntos, porque el que llegara a realizar esa labor tendría que enfrentar la ira del Ogro del Pino y la solidaria que le tendrían muchos colegas de éste, quienes no perdonarían la afrenta hecha a uno de sus iguales.

Al final de cuentas, fue el banderillero Fernando López, homónimo del Torero de Canela quien aceptó salirle al toro. Como ocupaba un cargo directivo en la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros, pidió permiso para separarse de él y estar en posibilidad de hacerse cargo de los destinos toreros de José.

Lo primero que hizo Fernando – a quien La Chicha apodaba La Nena – fue el cancelar los compromisos inminentes, que eran para Ciudad Juárez y Chihuahua y después, aprovechando la relación que llegó a cultivar con don Paco y don Pepe Madrazo, cuando fue banderillero de Conchita Cintrón, recluyó a Joselillo en La Punta y Matancillas para tratar de imbuirle los conocimientos técnicos que tan urgentemente necesitaba. Por otra parte, Fernando intentó sacarle de la Capital, ofreciendo a Tomás Valles firmarle la alternativa para la temporada que iniciaría al mediar octubre.

Valles inmediatamente invocó la obligatoriedad del contrato firmado en mayo y exigió su exacto cumplimiento, amenazando con llevar el asunto a los tribunales, en caso de incumplimiento. De nada valió que Fernando López argumentara la saña con la que se trataba a su torero desde los tendidos y desde los medios y la necesidad de que Joselillo fuera placeado fuera de la ciudad de México, para darle las armas con las que pudiera enfrentar a los toros y a los públicos.

La idea del que después fuera gobernador de Chihuahua era la de obtener la utilidad presupuestada desde que se contrató al novillero sensación y la única manera de obtenerla era con las actuaciones de Joselillo, en el supuesto de que los toros lo respetarían y ese era el único riesgo que don Tomás estaba dispuesto a correr.

Así pues, tras de un breve paso por las fincas de los señores Madrazo, Joselillo reaparece en Insurgentes el día 10 de agosto, sin que la hostilidad que padecía cese; se le vuelve a poner para el siguiente domingo y tiene que matar tres toros por la cornada que sufrió Paco Rodríguez, dando una vuelta al ruedo entre opiniones muy divididas. Esta última actuación terminaba su contrato en la Capital y por fin, pensó, podría dedicarse a aprender el toreo y a preparar la alternativa que para fines de ese año, le era ofrecida desde varios frentes.



Joselillo propuso y el destino dispuso otra cosa, pues sin tener en cuenta su petición, la Unión, ya encabezada por Luciano Contreras, le obligó a actuar el 21 de septiembre en la novillada de la Oreja de Plata. El hecho de que trascendiera a los medios el deseo de Laurentino de no actuar en esa corrida provocó de nuevo la ira de los tendidos, especialmente la de La Porra. En esas condiciones, Pepe Luis Vázquez ganó el argentino trofeo y la opción a recibir la alternativa en la siguiente temporada grande.

Tras de esa tarde difícil, Joselillo actuó el 27 de septiembre en un festival benéfico que se dio en el Rancho del Charro. Allí realizó, de acuerdo con el testimonio de quienes lo presenciaron, la mejor faena de su incipiente carrera. Fungió como Juez de Plaza el inmortal Rodolfo Gaona, quien al término del festejo dijo a Laurentino:

Me habían dicho que eras muy valiente pero que no sabías torear. Están equivocados. Tu lo que eres, es un fenómeno. (José Ramón Garmabella, Op. Cit., Pág. 138)


Tras de su encuentro con el Indio Grande, faltaban menos de veinticuatro horas para que Laurentino José López Rodríguez, natural de Nocedo de Curueño, León, España, ciudadano mexicano por naturalización y conocido taurinamente como José Rodríguez Joselillo, tuviera el definitivo encuentro con su destino.

Para el domingo 28 de septiembre de 1947 se anunció la novillada a beneficio del Sindicato Nacional de Redactores de Prensa o Novillada de la Prensa. Actuarían en ella Pepe Luis Vázquez, Fernando López El Torero de Canela y el propio Joselillo, quien seguramente fue comprometido por Don Dificultades a torearla, como condición para finiquitar su relación de apoderamiento.

Los novillos de Santín escogidos para la ocasión, con la complicidad del ganadero Juan de Dios Barbabosa y el propio Jiménez Latapí eran en realidad una corrida de toros, adecuada para Pepe Luis Vázquez, listo para la alternativa, pero que para Laurentino y el de Canela, representarían una verdadera prueba.



Refiere José Ramón Garmabella que desde el embarque del encierro surgieron problemas. Especialmente los causó un toro que aparentaba pesar más de quinientos kilos y tanto Pepe Luis, como Fernando López exigieron que se sacara de la corrida. El ganadero ponderó la reata del toro y su buena nota de tienta y el apoderado de Joselillo insistió en su postura, amenazando con sacar a su torero del cartel. Al final de cuentas, Juan de Dios Barbabosa aceptó cambiar el toro por otro más adecuado al festejo de que se trataba. Era uno negro, bragado y cornicorto y sería a la postre, el toro del destino.

Para esa ocasión, Joselillo escogió un vestido palo de rosa y plata y a pesar de las circunstancias, mostraba un extraño buen humor a la hora en que José Escutia, su mozo de espadas, le ayudó a enfundarse el terno.

Aldeanos