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domingo, 22 de septiembre de 2024

23 de septiembre de 1956: Guillermo Carvajal confirma su alternativa en Madrid

Confirmación de Guillermo Carvajal
Foto: El Ruedo
Nativo de Gómez Palacio, Durango, Guillermo Carvajal, apodado Chicharrín, fue un torero que caminó largo dentro del llamado planeta de los toros, porque aunque la historia parece señalar lo contrario, se presentó como novillero en el Toreo de la Condesa el 28 de junio de 1945, a los 19 años de edad, en un señalado Jueves Taurino, porque en el mismo se puso en disputa un vestido de torear verde y plata que Ricardo Montalbán había utilizado como atrezo en la película La Hora de la Verdad, dirigida por Norman Foster y que estaba por estrenarse en las salas de la capital mexicana.

Aunque Guillermo Carvajal emocionó a la concurrencia con su enorme valor, el vestido se lo llevó un torero que echaría raíces aquí en Aguascalientes, Alejandro Cázares, quien lo recibió de manos de la actriz Virginia Serret, coprotagonista de la mencionada cinta, en la tarde del 23 de septiembre siguiente, en la que Cázares actuó en una tercia, como premio al triunfo obtenido en el jueves de concurso. 

Escribió Carlos León en 1971, al hacer un breve repaso histórico del 25º aniversario de la Plaza México:

Guillermo Carvajal, aquel famoso “Chicharrín” que pintó para más de lo que luego fue, pero que empezó arrollador, pues se dio el lujo de haber tomado la alternativa, sin nunca haber pisado mi plaza como novillero, caso insólito entre todos los diestros mexicanos. Se doctoró en Mexicali, el 4 de enero de 1953, de manos de Pepe Dominguín, con Moro de testigo y reses cabrereñas. Y mí me hizo el favor de venir a verme hasta el 30 de enero de 1955, en que confirmó su doctorado apadrinado por “El Calesero” y con “Jumillano” atestiguando la cesión del toro “Conquianero” de don Jesús Cabrera...

Así entonces, seguramente, aunque entre el jueves taurino y la fecha de su alternativa medió algún tiempo, no era tan insólito su caso, pues se había presentado como novillero en la capital de la República y en la principal plaza en los días cuando lo hizo.

Independientemente de lo anterior, entre los días de su alternativa y de su confirmación, el público capitalino también tuvo la oportunidad de verlo ya como matador de toros, puesto que el 20 de diciembre de ese mismo 1953, tuvo quizás la mejor actuación de su vida en las plazas del área metropolitana de la Ciudad de México, cuando alternando con Fermín Rivera y Manolo Vázquez, le cortó el rabo al toro Palomito de Tequisquiapan. En esa tarde, cuenta don Horacio Reiba:

Ligaba una serie derechista de escándalo cuando hizo pasar a “Palomito” a sus espaldas con la muleta invertida, el pico prendido por la punta del estoque por el lado de afuera. Y a la siguiente tanda lo repitió. Había nacido “la chicharrina”, especie de capetillina con la muleta vuelta al contrario, tal como se acaba de describir. El extraño nombre le fue adjudicado por el mismo cronista que encontró cierto parecido facial entre el diestro y el personaje principal de una tira cómica de la época titulada “Chicharrín y el sargento Pistolas”…

La corrida de la confirmación en Madrid

Inició su campaña española del año de 1956 ya tarde en la temporada, pues comenzó hasta el 27 de mayo en Valencia, pasando después por las plazas de Zamora, Palma de Mallorca, Cieza, Puerto de Santa María y Barbastro antes de que se le anunciara para confirmar su alternativa el 23 de septiembre de manos de Antonio Vázquez, con el testimonio de Mario Carrión y actuando por delante el rejoneador Josechu Pérez de Mendoza, con toros para todos de El Pizarral de Casatejada, de origen Parladé vía Domingo Ortega. Como podremos ver al conocer las crónicas del festejo, la propuesta ganadera de la empresa – titular del hierro que lidiaba – no se cumplió al completo.

El paseo lo hicieron el rejoneador Pérez de Mendoza, vestido a la usanza campera andaluza, en tono oscuro; el padrino Antonio Vázquez, de verde y oro; el testigo Mario Carrión, de garbanzo y oro; y, el confirmante Guillermo Carvajal, de verde oliva y plata, de acuerdo con Antonio Bellón en Pueblo y si hemos de seguir a Selipe en el ABC madrileño, iba de verdegay y plata. Creo prudente señalar que, aunque confirmante, Carvajal era el más antiguo de la terna, porque su padrino era de alternativa del 10 de octubre de 1954 y el testigo, del 30 de mayo de 1955.

Decía que la tarde se torció en el renglón ganadero. Al final se lidiaron toros de tres hierros, 5 del titular, uno de ellos el de rejones, uno de Escudero Calvo (3º) y otro de Prieto de la Cal (6º). Pero también el clima jugó a la contra. Escribe don Luis Uriarte, firmando como El de Tanda, en su tribuna de la Hoja del Lunes madrileña:

La lluvia con que nos amenazaba el día, y la que comenzó a caer en el momento preciso del comienzo del festejo, restó ayer a la corrida de Las Ventas más de la mitad de su posible entrada. Primer tropiezo del festejo... Pero el petardo provino de ahí, no de la voluntad y aun de la calidad a veces de la actuación de los toreros. Provino de que el público forzó al presidente a devolver al tercer toro por pequeño y el sustituto, de Escudero Calvo, dio bastante peor resultado, como casi siempre ocurre, por manso y originó un serio contratiempo a su matador. Provino de que los protestantes armaron una respetabilísima bronca – respetabilísima por su intensidad – ante la que les pareció una exigua presencia del cuarto toro, que pesó en bruto nada menos que ¡504 kilos! Provino de que no hubo protestas contra el quinto que pesó apenas 486 kilos. No se dijo ni pío, en cambio, contra primero y segundo, que pesaron 478 y 463 kilos... Y le satisficieron el tercero con sus 537 kilos y el sexto, de Prieto de la Cal, que dio en la romana la friolera de 610 kilos. ¿Con qué ojos miraban esos “entendidos” a los toros? Como no fuera con los que nublaba la vista lo grisoso del día...

No cabe duda de que la afición de Madrid tiene su manera de ver y de entender la fiesta desde siempre, no es de hoy o de ayer. Aquí está la prueba palpable que las reacciones que hoy vemos en los tendidos han estado allí desde hace décadas.

La actuación de Guillermo Carvajal

Como se anunció desde su presentación en El Toreo, la actuación de Guillermo Carvajal se apoyó en un despliegue de valor, de facultades y de conocimiento de las suertes y del toreo. La impresión que causó a Antonio Bellón, cronista titular del diario Pueblo de Madrid, en su número salido al día siguiente de la corrida fue la siguiente:

El extraño nombre de “Profesorado” se traía el primer toro de El Pizarral, destinado a la confirmación de alternativa del mejicano Guillermo Carvajal, ceñido de verde oliva y plata y ceñidísimo al recibir al morlaco, bien puesto, con unos faroles de rodillas tremebundos aclamados, seguidos al quitar con unas manoletinas con el capote, también ovacionadas con entusiasmo… Carvajal brindó montera en mano, cosa extraña, su banderillear fácil, y a la hora de cederle los trastos Antonio Vázquez – verde hoja y oro – Mario Carrión – barquillo y oro – estuvo de verdadero testigo al lado de los de la ceremonia… De nuevo, tras elocuente discurso a la presidencia. Carvajal, montera en mano – que quedó, ¡vaya!, boca arriba –, brindó a la Plaza, e hizo la estatua al recibir con la muleta a la espalda al toro y mostrándose enterado en redondos y adornos aplaudidos… Con guapeza mataba a volapié. A mano sacaba la espada hundida en los rubios, para descabellar, previo besito a un pitón, y el público le otorgó largas ovaciones después de pedir la oreja al girar por el ruedo el mejicano, con saludo final… Carvajal, espectacular con el capote, fácil con rehiletes y pañosa, dio dos espadazos de maestro. Sus toros, erguidos, descubrían la matadera por el suave y seguro empleo de la izquierda, y la diestra clavaba a placer con valor y limpieza...

Por su parte, José María del Rey Selipe, en su tribuna del ABC de Madrid, hizo las siguientes reflexiones:

Carvajal, torero simpático, de los que entran en el público, se las entendió primeramente con un astado de aceptable presencia, cómodo de cabeza, que cumplió en la pelea de varas y quedó manejable, aunque al final un poco corto de acometida; el azteca lo recibió con un par de faroles de rodillas, lo que igualmente haría para saludar al cuarto; luego siguieron unas verónicas a pies juntos y media mirando al tendido; la galería tenía ya brindadas suertes de las que gusta y el de Méjico no habría de ser remiso en ofrecer más lindezas de torear de espaldas y hasta besar el testuz de uno de sus enemigos; todo esto con ser teatral o por serlo, pues los toros no son teatro, resulta deleznable para la estimación de los buenos aficionados, que, entre otros, vieron quites a modo de manoletinas, sin participar en el alborozo, de los impresionables. Carvajal prendió tres pares de rehiletes, con decisión y ánimo, superiores a la técnica, pero con facilidad y soltura también, y en la primera faena, insistió con temeridad en el golpe espectacular de echarse por detrás el viaje del enemigo, que en segundo pase le propinó un pitonazo incruento en la espalda, no obstante lo cual, continuó el muletero con valentía en sucesión muy variada de pases, con la excepción del natural; en parte, por la escasez señalada de embestida; parte, también, por falta de mando del diestro, la tarea no pudo ganar a los entendidos, que, en cambio, celebraron, con la generalidad de los espectadores, la guapeza con que Guillermo adelantó la muleta y se fue rectamente tras ella, para sepultar el acero con arrojo y limpieza notables...

Selipe hace hincapié en que el toreo de Guillermo Carvajal fue más para la galería que para el aficionado entendido, aunque al igual que Bellón y que Uriarte, reconoce la pureza con la que ejecutó la suerte de matar. También incurre, como el cronista de Pueblo, en una imprecisión de llamar manoletinas con el capote a una suerte que tiene nombre e historia propias, la saltillera que en su día creara el maestro Fermín Espinosa Armillita.

El resto de la corrida

Recurro de nuevo a la versión de Selipe, quien en el introito de su crónica resume con brevedad lo en ella sucedido:

En el curso del largo espectáculo vimos suertes de calidad, y al comienzo de aquél contemplamos, “rara avis”, un completo tercio de quites, completo porque las tres varas recibidas por el primer toro permitieron intervenciones de los espadas de la terna, todos los cuales lucieron según sus diferentes estilos. Entre lo recordable, por gallardía, mérito y belleza, encontramos albergado en la memoria, sin necesidad de buscarlo en las notas: dos volapiés, magníficos del mejicano Carvajal; quites y lances a la verónica, de primer orden, debidos a Antonio Vázquez, y también quites vistosos, correspondientes a Mario Carrión, que fue el diestro sobre el que cernió especialmente la mala sombra de la tarde… Los tres diestros actuantes hicieron méritos para ganar una repetición…

La sugerencia de José María del Rey fue atendida. Guillermo Carvajal regresaría a Madrid el domingo siguiente, para alternar con Antonio Vázquez y Juan Bienvenida en corrida homenaje a Nicanor Villalta, a quien brindó el segundo toro de su lote y una vez más el 12 de octubre, con José María Martorell, en la confirmación de Joselillo de Colombia. En ambas tardes confirmó sus dotes de extraordinario banderillero y estoqueador, siendo ovacionado.

Ese fue el resultado de los hechos de un domingo de toros en Madrid de hace 68 años, cuando un torero mexicano, querido por nuestra afición confirmó su alternativa.

Aviso parroquial: Los resaltados en los textos transcritos son imputables solamente a este amanuense, porque no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 28 de julio de 2024

27 de julio de 1952: César Girón y Miguel Ortas abren la puerta grande de Madrid

César Girón y Miguel Ortas a hombros
Madrid, 27 de julio de 1952
Archivo Santos Yubero
La temporada en la Plaza de Las Ventas del año 52 del pasado siglo constó de 50 festejos y por escaso margen, la mayoría de ellos fueron novilladas. Cuando los aspirantes a ser matadores de toros despiertan el interés de la afición, que alcanza a percibir en ellos una auténtica entrega, por una razón difícil de explicar, prefiere verlos a ellos. Así, en ese calendario entre otros, se presentaron en la capital española Fermín Murillo, Antoñete, Jumillano y Pedrés por los hispanos; Raúl Iglesias, Carlos González, El Callao, Pepe Luis Méndez, Rafael García y por extensión Antonio Durán – sobrino de El Nili, que aunque nació en Sevilla, se crio e hizo torero aquí en México – entre los nuestros y los venezolanos Joselito Torres y César Girón.

Por esa razón afirma José Luis Suárez Guanes lo siguiente:

Este 1952 es un año de novilleros en Madrid: “Antoñete” apunta sus buenas disposiciones. Miguel Ortas – llamado el torero de la inspiración – tiene dos soberbias actuaciones los días 26 de junio y 27 de julio y César Girón arrolla en su segunda comparecencia, haciéndose con tres orejas, después de haber tenido una presentación gris. Pero la primavera había dado el florecer – después no confirmado – del buen estilo del mexicano Manolo Márquez y del venezolano Joselito Torres... Pero “Jumillano” y “Pedrés” son la pareja que revoluciona el cotarro...

Justamente don José Luis hace referencia expresa a la tarde que hoy me tiene aquí, la de hace 72 años, cuando para lidiar un encierro de Marceliano Rodríguez, se anunció al torero de la calle de General Pardiñas, Miguel Ortas, al venezolano César Girón y la presentación del mexicano Rafael García, anunciado en su paso por las plazas españolas como Rafael García Olmos. La plaza se llenó hasta la bandera, según refleja con brevedad la crónica que escribió don Luis Uriarte, firmando como El de Tanda, para la Hoja Oficial del Lunes de Madrid.

El triunfo de Miguel Ortas

El cuarto toro del encierro titular fue devuelto a los corrales por su manifiesta debilidad y sustituido por un sobrero de Alipio Pérez Tabernero Sanchón, de nombre Pirulero, que fue el que permitió al torero madrileño el mantenerse en la preferencia de la afición madrileña. El nombrado Luis Uriarte, describe así la actuación de Miguel Ortas ante ese toro:

El cuarto, por su cojera, fue sustituido por un toro de Alipio Pérez T. Sanchón; un toro en toda la extensión de la palabra, bravo y noble, pero con muchas facultades y mucho poder. No se asustó Ortas, y, artista como es, y valerosamente, con ganas de triunfar, lo muleteó muy bien sobre la derecha, redondeando algunos pases al natural magníficamente con mando y temple de buen torero; se adornó en otros muletazos de positiva inspiración, que arrancaron nutridos y prolongados aplausos, y tuvo el tropezón de resbalar al entrar a matar, por lo que el estoque no profundizó más de sus tres cuartas, y de no acertar con el descabello hasta el tercer intento, lo que, si no le privó de la oreja, influyó en que algunos protestasen su concesión. El público le hubiese aplaudido más en la vuelta al ruedo si el presidente se hubiera reservado el pañuelo blanco. Parecen paradojas, que, en realidad no lo son. Pero el caso es que Ortas mantuvo y aún acreció su cartel de torero artista…

Giraldillo en su crónica del ABC de Madrid, toma como eje de su narración justamente la divergencia de pareceres en cuanto al otorgamiento de los trofeos en esta señalada tarde:

Para un observador, por imparcial sereno, lo más curioso, y por ello digno de estudio, no estuvo lo que ocurría en el ruedo durante la novillada del domingo, sino en los tendidos: en la pugna entre el número de los que se contentan con casi todo, y la minoría, a quien no satisface casi nada... El hecho que promovió las discrepancias fue la concesión de una oreja a Ortas, en el cuarto novillo, y de dos a Girón, en el quinto, y en la salida de ambos espadas a hombros por la puerta principal del coso...

La unanimidad en las cosas de los toros es algo complicado de conseguir y el resultado del festejo nos deja claro que hay tantas opiniones como cronistas y asistentes a un festejo podamos consultar. En algún otro sitio he sostenido que esta fiesta es abiertamente democrática y este aspecto en el que se impone el criterio de la mayoría, es prueba de ello.

El golpe de autoridad de César Girón

Un par de semanas antes de este festejo, César Girón se había presentado en Las Ventas y había pasado prácticamente en silencio por su redondel. En esta segunda y última tarde en la que como novillero actuaría en la principal plaza del mundo, salió decidido a reiterar el porqué de la nombradía que había adquirido en las distintas plazas de España y Francia desde el año anterior, a partir de su debut con picadores.

Esa tarde se enfrentó a Jocinero, corrido en segundo lugar, al que cortó una oreja y a Perdiguero, número 11, salido en el llamado lugar de honor, un toro al que se le otorgó la vuelta al ruedo a sus despojos, pero que no pudo ser completada por las protestas de la concurrencia. Escribe Antonio Bellón en su tribuna del diario Pueblo:

Al quinto le dieron una casi vuelta al ruedo. Si fue como premio a la presentación y juego de la corrida, puede admitirse, poro creemos que estos honores debían ser ordenados por la presidencia…

De lo escrito por Bellón pareciera que la vuelta al ruedo se la dieron los mulilleros motu – proprio, pero en realidad, en todas las relaciones del festejo, se consigna que la presidencia sí la concedió. La actuación de Girón ante este toro, es descrita así por El de Tanda:

Lo veroniqueó bien, lo banderilleó con tres pares de brillante ejecución, aunque cayeron algo bajos, y lo muleteó extraordinariamente toreando... eso: toreando. ¡Como se debe torear! Ya saben ustedes como lo explican los cánones; pues así. Hubo algunos redondos con la derecha, para terminar con un cambio de mano y rematar con el de pecho sobre la izquierda de soberbia factura. Al iniciar un natural sufrió una asustante cogida – asustante para los espectadores, no para él – y, tras de un pinchazo, otra no menos aparatosa al dar una estocada de fulminantes efectos, El momento fue de esos emocionantes, que sólo se registran en nuestra fiesta de toros. Girón cortó las dos orejas, dio la vuelta al ruedo y todavía está oyendo aplausos. O es que aún nos resuenan a nosotros en los tímpanos…

Por su parte, Antonio Bellón relata lo siguiente:

…en el quinto llegaba el gran triunfo, claro y diáfano para todo el mundo. Huidillo de primeras, el toro se crecía con el castigo, y César se agigantaba con el capote, y en su banderillear – correcto, y buen peón, Guillermo Martín, al cederle los palos desmonterado – con todas las ventajas para el toro. Un par con cite, arrojando la montera, fue de maestro… La faena de muleta fue a más y a más. Comenzada con un torero cambio de citar con la muleta como trinchera y rematar al natural, César, en la primera parte de su trabajo, fijaba al toro, que no era una malva, y por ello fué cogido el espada y trágicamente volteado al ser prendido por la faja, hasta romperse ésta. La voltereta envalentonó más a César, y sin perder su temple y mando, ovacionado apoteósicamente por la multitud, cuajaba pases precisos y preciosos y volcaba la Plaza a su favor en aclamaciones continuas y entusiasmadas. Pinchó en lo alto. Fue cogido y zarandeado al dejar un volapié. La plaza, nevada de pañuelos pidió una oreja, luego otra, y en una vuelta al ruedo con los sangrantes triunfos en las manos, César Girón rendía la fuerte Plaza de Madrid, se la guardaba en el bolsillo izquierdo de la casaquilla junto al corazón, y para todos los que creyeron y los que dudaron, era un matador de toros de fuste…

Las narraciones coinciden en que la obra del torero venezolano fue de las que dejan huella en la afición y en la historia, y sobre todo me llama la atención la de don Luis Uriarte, que define con brevedad las razones de su triunfo: lo consiguió toreando, así sin más adjetivos, cosa que hoy parece muy lejana y difícil de lograr.

La presentación de Rafael García

A nuestro paisano le tocó el lote más complicado de la corrida, formada por Jolín y Lavandero, los dos novillos de menores posibilidades. Abrevió en el tercero, que fue debilucho y ante el sexto, las lecturas dejan ver que no se acomodó. Sigue contando Antonio Bellón:

García Olmos, entre la preocupación natural de su salida a Madrid, y su lote, no suave, y el ser no novillos, sino toros para un torero poco placeado, hizo que estuviese hábil y breve, y en un día más tranquilo y adecuado se verá la valía de este mejicano, ayer ante una dura y difícil papeleta…

Por su parte, con mayor extensión, refiere El de Tanda, en la Hoja Oficial del Lunes:

Del debutante mejicano, Rafael García Olmos, poco se puede decir. Empezó veroniqueando bien, pero no pudo sacar partido de un bicho que apenas si se tenía en pie, y se limitó a despacharlo de una estocada, lo que no agradó a la gente. Blando el sexto novillo, con menos casta que sus hermanos, Olmos, que, al parecer, necesita del toro que se le vaya encima, porque tiene el defecto de no aguantar la embestida, tampoco acertó a dominar la situación, y el respetable le manifestó su desagrado cuando concluyó su labor con una estocada corta tendenciosa y un descabello al tercer intento…

Como podemos ver, la fortuna no estuvo al lado de nuestro paisano el día de su presentación en Madrid. 

La crítica a las salidas en hombros

Al final del festejo, César Girón y Miguel Ortas fueron sacados en hombros de la plaza, por la Puerta de Madrid, por grupos de capitalistas. Aunque Antonio Bellón en Pueblo y Benjamín Bentura Barico en El Ruedo parecen estar conformes con los trofeos concedidos, por su parte Manuel Sánchez del Arco Giraldillo en el ABC madrileño y don Luis Uriarte El de Tanda en la Hoja Oficial de Lunes, se pronuncian en sentido contrario:

Escribe Giraldillo:

El hecho que promovió las discrepancias fue la concesión de una oreja a Ortas, en el cuarto novillo, y de dos a Girón en el quinto, y en la salida de ambos espadas a hombros por la puerta principal del coso... Ni lo uno ni lo otro representa ya gran cosa como hecho, a fuerza de repetido, aun cuando se produzcan con unanimidad. Acaso, lo mejor para Ortas hubiera sido la petición de oreja y la ovación; y para Girón, una oreja solamente... Ni alegrías de verbena, ni gravedad de tribunal...

Y por su parte, El de Tanda, lacónicamente, para cerrar su crónica, pregunta:

Como final, un ruego: ¿por qué no le echan un cerrojo a la puerta grande? …

Así estaba el patio hace 72 años… Y creo que no hay mucha diferencia con lo que hoy sucede.

Lo que después vendría

Curiosamente, sería Rafael García el primero de la terna en recibir la alternativa. Julio Aparicio en presencia de Curro Ortega – también mexicano – lo investiría matador de toros el 14 de septiembre de ese mismo 1952 en Barcelona, cediéndole los trastos para despachar al toro Clavellino del Vizconde de Garci – Grande.

El siguiente en doctorarse sería César Girón, quien, en el cierre de la Feria de la Merced, dos semanas después, el 28 de septiembre, recibiría los trastos de manos de Carlos Arruza, que se despedía de la afición barcelonesa, en presencia de Agustín Parra Parrita, para despachar al toro Farolillo de don Antonio Urquijo.

Por su parte, Miguel Ortas regresaría a torear todavía otra novillada a Madrid en julio del siguiente año y recibiría la alternativa en Linares el 28 de agosto de 1953, cuando el gran Domingo Ortega y atestiguando justamente César Girón, le elevó al grado de matador de toros, cediéndole al primero de los de Fermín Bohórquez lidiados en esa tarde.

De la terna de la novillada que hoy trato de comentar, la figura indiscutible de los ruedos sería sin duda, César Girón, cabeza de una importante saga de toreros venezolanos, y durante dos décadas paseó esa dignidad por las principales plazas de todo el llamado planeta de los toros.

César Girón falleció en un accidente automovilístico en Venezuela el 19 de octubre de 1971; Rafael García murió por causas naturales el 3 de julio de 2005 en Querétaro y Miguel Ortas, también por causas naturales el 14 de julio de 2022, en las cercanías de la Ciudad de México, donde estuvo avecindado desde el año de 1954.

Aviso parroquial: Los resaltados en las crónicas transcritas son imputables únicamente a este amanuense, porque no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 16 de junio de 2024

17 de junio de 1951: Juan Silveti confirma su alternativa en Madrid

Con la oreja de Pavito
Madrid 17 de junio de 1951
Foto: Martín Santos Yubero
Juan Silveti Reynoso era hijo de torero. Su padre, quien llevaba el mismo nombre y entre otros apodos, el de El Tigre de Guanajuato, fue una destacada figura en el primer cuarto del siglo XX en los ruedos de España y de México y había recibido primero una alternativa en enero de 1916 en El Toreo, misma que debió revalidar en Barcelona el 18 de junio de ese mismo año y después confirmarla en la Plaza de la Carretera de Aragón el 8 de abril de 1917, apadrinándole Rafael Gómez El Gallo y fungiendo como testigos Castor Jaureguibeitia Cocherito de Bilbao y Pacomio Peribáñez - curiosamente asesor artístico de la presidencia esta señalada tarde -, siéndole cedido el toro Zarcillo de Salvador García de la Lama.

En este mismo sitio he expuesto algo de la vida, obra y hazañas del también llamado Juan sin Miedo, así que hoy intentaré recordar el hecho de que su hijo, siguiendo sus pasos, confirmó también su doctorado en la capital española, ahora en la Plaza de Toros de Las Ventas, aprovechando que, después de cuatro años, las relaciones taurinas entre México y España se reanudaron el 25 de febrero anterior, con la celebración de tres Corridas de la Concordia en Madrid, Barcelona y México. Precisamente Juan Silveti se presentó en cosos hispanos actuando en la capital catalana ese día. A propósito de su actuación en ese festejo, entre otras cosas, escribió Eduardo Palacio, cronista del diario La Vanguardia al relatar la corrida:

Y ahora, mi viejo y querido amigo, Juan Silveti «Tigre de Guanajuato», llamado así por tu gran valor y haber nacido en ese pueblo hace cincuenta y ocho años, o, mejor dicho, va a hacerlos el mes próximo, voy a decirte lo que fue la presentación de tu querido «cachorro». Desde luego, no tiene tu valor, bien acreditado por tus treinta cornadas, pero torea mucho mejor, es más fino con la capa y se ha apropiado este estilo de hoy que, por lo que tiene de plasticidad, gusta sobremanera a la afición de hogaño... Mi opinión sincera es que en cuanto se familiarice con el ganado de aquí, tan diferente del vuestro como tú bien sabes, honrará el apellido que paseaste con tanta bizarría por los ruedos españoles...

Esa actuación le atrajo las miradas de las empresas y pudo presentarse en Sevilla, volver a Barcelona y actuar en La Línea de la Concepción antes del día de la confirmación de su alternativa, que se daría en uno de los primeros festejos a celebrarse después de terminada la Feria de San Isidro.

La tarde de su confirmación

El festejo del domingo 17 de junio de 1951 se anunció con un encierro salmantino de Manuel Sánchez Cobaleda, encaste Vega – Villar, para Antonio Bienvenida, Manolo dos Santos y Juan Silveti, quien confirmaría la alternativa que había recibido en la Plaza México el 15 de enero de 1950, de manos de Fermín Rivera y curiosamente, fungiendo como testigo, también el Lobo Portugués.

Juan Silveti estrenó un terno que de acuerdo con la mayoría de las crónicas era de color azul turquesa y oro, aunque alguna de ellas hablan simplemente de un vestido azul y oro y se enfrentó en primer término a Pavito, número 178. De su actuación ante este toro, escribió don Luis Uriarte, firmando como El de Tanda, en la Hoja Oficial del Lunes del día siguiente al del festejo:

A Silveti, que confirmaba su alternativa, se le aplaudió, con creciente estrépito, de principio a fin de la lidia del primer toro de los de Sánchez Cobaleda. Apenas había pisado la arena "Pavito" – reseñémoslo para la historia: número 178, negro, listón, jirón, calcetero, lucero, bien armado – y ya el mejicano sacaba a relucir su arte en unas verónicas ejecutadas como los cánones mandan: parando, templando, cargando la suerte para mandar y recoger bien, que es como se debe torear. Eso es: torear. Con toreo más perfecto aún en el primer quite a la misma suerte. Después, con la muleta, otra exhibición de toreo clásico, a base de naturales y de pecho, con ambas manos, y sin que la sobriedad y justeza de la faena la perturbasen más que el mínimo adorno de alguna tocadura de pitón o algún ligero desplante, sin perder... ¿cómo diríamos?, sin perder la formalidad. Muy bien. Y sin alargar más de lo preciso – como es corriente y moliente – aquella faena de toreo largo en su ejecución, artístico en su estilo, inteligente en su concepción, pues el cornúpeta estaba ya muy quedado, una estocada casi entera, que lo derrumbó sin puntilla. Huelga decir que hubo concesión de oreja, vuelta al ruedo y ovación de las de verdad. Silveti quedaba admitido en Madrid con todos los honores... Y Silveti, finalmente, aunque muy voluntarioso, tampoco pudo sacar partido del mansurrón y también incierto sexto toro, del que se deshizo de media estocada. Se ovacionó cariñosamente al espada mejicano...

El cronista, aunque con brevedad, advirtió prontamente las buenas maneras y el fino hacer de Juan Silveti, quien pronto caló en el ánimo de la afición madrileña y terminaría siendo uno de los toreros predilectos de esa plaza.

Por su parte, Antonio Bellón, encargado de la crónica en el diario Pueblo, reflexiona lo siguiente:

La faena es justa, sobria y seria. Los naturales, los redondos y la espera, cruzado y cruzado con el toro, para los pases de pecho, arranca ovaciones y rodean la esbelta figura del torero el oro del triunfo. ¡Torero! ¡Torero!, es el run – run admirativo del público ante la faena cada vez más pausada, más torera, rematada con un acariciar de pitones para llevar al toro, agotado en los últimos muletazos tan rítmicos como los primeros, ritmo que Silveti ha impuesto a su faena, a su gran faena, porque han ido de la mano compenetrados su valor y el arte de torear. Faena tan trabada tiene rúbrica de volapié corto. El volapié sólo es posible cuando el toro no ve nada más que el cuajarón de sangre de la muleta sin prisa ni pausa que lo encela, eleva y burla. Toro bien toreado, a volapié muere. Con muerte espectacular de calambrearse las patas y rodar levantadas hacia el cielo, de donde parece bajar un tormentón de ovaciones cuando los pañuelos blancos se guardan porque la oreja, en tan noble lid ganada va a manos de Silveti – que ordena cortar la cabeza de “Pavito” –, que da la vuelta al ruedo, recoge prendas, saluda y deja un hondo rejazo en la admiración del público de Madrid…

El relator de Pueblo, repara en algunos hechos que tienen interés, como en las reacciones que el hacer de Silveti generaba en los tendidos o en el hecho de que el torero haya pedido la cabeza del toro de su confirmación para llevarla al taxidermista.

Por su parte, Manuel Sánchez del Arco Giraldillo, en la edición del ABC madrileño del martes 19 de junio, reflexiona:

Juan Silveti ha entrado con buen pie en nuestra primera plaza. Es un torero completo, seguro, con arte. No es estilista, pero tiene estilo. Creo que, por ver a Silveti, pueden darse por bien empleados todos los trabajos hechos para arreglar el pleito. Hay que contar con él; hay que verle y considerarle muy en serio. No es efectista – eso queríamos decir cuando aludíamos al estilismo – sino un torero cabal; lidiador, sobre todo. Con la capa, perfecto; con la muleta, extraordinario. Con ambas manos tiene un perfecto dominio. La posición que adoptó para el toreo al natural es de la mejor escuela. A un toro muy soso, como era aquel con el que Bienvenida le confirmó la alternativa, le sacó el máximo partido y lo mató de un gran volapié... El sexto toro, que era receloso y se vencía mucho, ratificó las posibilidades de Silveti ante la res difícil... Fie despedido con una ovación...

En un breve párrafo condensa, sin recurrir a la descripción de la actuación del diestro, la impresión que como torero dejó en esa señalada tarde.

Otras cuestiones de esa misma tarde

El propio Giraldillo hace notar la brillante actuación de Humberto San Vicente, picador mexicano de la cuadrilla de Juan Silveti, del que escribió:

No terminaremos sin recoger una nota seria: la manera de picar del mejicano San Vicente, bueno entre los mejores que hoy montan a caballo...

Y habrá que señalar que Antonio Bienvenida, el padrino de la tarde, tuvo que matar cuatro toros, los dos de su lote y los que sorteó Manolo dos Santos, herido al empezar a pasar de muleta al primero suyo, tercero de la corrida. Así era el reglamento de entonces. Saludó una larga ovación tras de dar lidia completa al segundo de la tarde.

Y Manolo dos Santos, arrimándose como desesperado, se llevó una cornada de gravedad, según el parte rendido por el doctor Jiménez Guinea:

Manolo dos Santos sufre una herida en el tercio medio e inferior, cara interna, de la pierna izquierda, de veinte centímetros de extensión, que produce destrozos en la piel y más extensos en aponeurosis y, sobre todo, en los músculos gemelo y soleo, con una trayectoria hacia afuera, que atraviesa totalmente la pierna hasta su cura externa. Pronóstico gravísimo. – Doctor Jiménez Guinea.

Así fue como concluyó la corrida en la que se presentó en Madrid Juan Silveti, un torero que, al paso del tiempo, veríamos que se convirtió en uno de los preferidos de la afición de la Villa y Corte.

Aviso parroquial: Los resaltados en los extractos de las crónicas de Eduardo Palacio, Antonio BellónLuis Uriarte y Giraldillo son imputables únicamente a este amanuense, porque no obran así en sus respectivos originales.

lunes, 26 de julio de 2021

El verano madrileño del 46. Experimentando unas nuevas puyas (II/II)

Puyas de cazoleta
Foto: El Ruedo
Hasta este punto, es evidente que las cosas se apreciaron según el cristal a través del cual se miró. Pero al parecer la intención de la autoridad era la de seguir adelante con la búsqueda de una nueva puya que, castigara al toro, pero que no lo inhabilitara para la lidia. Así, de las crónicas y reseñas de los festejos celebrados en la capital española, pude localizar que se volvió a usar en estos otros festejos:

En el del 16 de junio 1946, domingo siguiente al del estreno en el que actuaron Parrita, Manolo Escudero y Fermín Rivera ante toros de Galache. Don Luis Uriarte, firmando como El de Tanda en la Hoja del Lunes del día siguiente al festejo señaló: 

La nueva puya se empleó en tres toros. Con la cazoleta de metal más ligero y reduciéndola de tamaño, para que estorbe menos a la puntería del picador, insistimos en que podía suplir con cierta ventaja a la en uso hasta hoy.

Se ve que se tomaron notas de los sucesos de la primera experiencia y a partir de ellas se rediseñó la cazoleta o quizás en este festejo se experimentó con un segundo modelo. Lo interesante es, que solamente se utilizó en la mitad de la corrida.

Vuelve a mencionarse hasta el festejo del 7 de julio, cuando Morenito de Talavera, Manolo Escudero y Rafael Llorente se enfrentan a un encierro del Conde de Antillón

Otra vez El de Tanda, en la Hoja del Lunes del día siguiente, se expresa así: En los tres primeros toros se probó el nuevo modelo de puya con la cazoleta reducida de tamaño y de peso. Dio buen resultado.

Y se vuelve a mencionar en la corrida del 14 de julio, cuando Pepe Dominguín, Manuel Gutiérrez Espartero y Benigno Aguado de Castro se enfrentan a toros de Villagodio. De la crónica aparecida en El Ruedo del 18 de julio siguiente, firmada por Juan León, entresaco: 

La corrida de Villagodio fue una corrida cuajada, con el sentido que da la edad, y que, lejos de doblar las patas, se dedicó a derribar piqueros con estrépito, en colaboración con la escasa eficacia para detener y agarrarse que tiene el nuevo modelo de puya, si el toro tiene poder y se arranca fuerte. A mí me pareció una corrida brava; pero como la gente da en reclamar vueltas al ruedo para toros cuya bravura está en que han seguido como babosas todas las espirales de las muletas, ya no sé qué decir...

Espartero y el banderillero de la cuadrilla de Pepe Dominguín, Pedro Aparicio Pedrín se fueron a la enfermería ese día. Éste último herido de consideración y se ponía en duda su posibilidad de continuar en la profesión.

Alfredo Marquerie, en su columna semanal, habla al respecto de las nuevas puyas una vez más, con relación a este festejo:

Los picadores mostraron ostensiblemente su animadversión hacia las puyas con cazoleta, que siguen en ensayo. Dejemos a los técnicos la opinión debida sobre si impiden la visibilidad, si resabian, si sólo son útiles en determinada colocación... Pero lo cierto es que «los de a caballo», - como les llamaban los antiguos cronistas - no están conformes con el embudo metálico y pican sin gana y creen que cuando salen fieras de verdad y de peso y de fuerzas, esa puya con freno y tope es una garambaina.

El toro grande o, si se prefiere, normal, el «toro, toro» no sólo siembra el espanto en el ruedo, sino que eleva la temperatura de la emoción de la corrida. Pasamos de la pantomima a la eterna verdad de la fiesta, aunque en ocasiones sea sensible y dolorosa...

Era el verano de Madrid. 

La nueva puya al parecer no se probó en los festejos de los días 20 de junio (novillada del Corpus, actuó Eduardo Liceaga); 23 de junio, (novillada); 27 de junio, un mano a mano entre Cañitas y Morenito de Talavera; 29 de junio 1946, (novillada, actuó Eduardo Liceaga); 30 de junio (corrida de toros); 4 de julio, (Corrida de la Prensa) y 11 de julio, (Corrida a beneficio de los huérfanos del Magisterio). Tampoco se menciona haberlas aplicado en la del 19 de septiembre, es decir, en la Beneficencia.

Los criadores y el enciclopedista

Los ganaderos estaban divididos en cuanto a la utilización del nuevo adminículo. Cualquiera pensaría que ellos serían los primeros que aplaudirían un instrumento que diera un castigo más proporcionado a sus toros, pero en ese tiempo, algunos de renombre, dijeron:

Clemente Tassara, en entrevista publicada en el ejemplar de El Ruedo aparecido el 31 de enero de 1946

¿Y sobre las puyas?

Que no deben modificarse. Con arreglo a la resistencia del bicho, deben amoldarse. Porque de lo contrario, en la primera vara quedaría sin fuerzas para continuar la lidia...

Es interesante esta apreciación, porque se deduce que, desde el principio del año, mucho antes del inicio de la temporada, entre los sectores profesionales, se tenía la intención de hacer alguna modificación a las puyas que se utilizaban.

Por su parte, en una entrevista a Samuel Flores publicada en el número de El Ruedo salido a los puestos el 28 de marzo de 1946 aparece:

...la puya debe arreglarse, ya que se pica con el palo, con perjuicio evidente para el toro. En vez de discutirse el peso de los toros, se debía plantear el tema de las puyas, que hacen al toro aplomado, restándole su embestida...

También el enciclopedista José María de Cossío tuvo ocasión de expresarse. Lo hizo en un artículo que se publicó en El Ruedo del 26 de septiembre de 1946, después de que se haya probado en Madrid la puya de cazoleta y entre otras cosas, dice:

La puya actual es un elemento que parece inviolable, de una suerte en la que han variado todos los términos en los que estaba planteada. Tan solo ella pretende mantenerse inconmovible. El peto de los caballos y el poder de los toros han sido los dos elementos capitales que han convertido a la puya actual en arma anacrónica e inadmisible... Yo pido a la reforma de la puya que haga posible que el castigo del toro se haga gradualmente y no pueda surgir el incidente o accidente de salir inválido del arma del piquero... Al toro se le debe quebrantar, pero sin llegar al grado, que hoy tan fácilmente se supera, de convertirle en animal compasible e inofensivo, renqueante y mortecino, que anula todo efecto dramático en fiesta cuya jerarquía consiste precisamente en serlo... una reforma de la puya debe ser cosa meditada y sometida a prueba antes de intentarse imponer reglamentariamente. Lo de menos es la longitud de lo que en la puya es castigo. Lo esencial es que no puede entrar ni un milímetro más de lo señalado, aunque en lo señalado deba tenerse la máxima generosidad. Cuando a las puyas actuales se las equipara con la lanza, se hace, no por su hierro, sino por la posibilidad de que entre con él, el asta...

La reflexión de don José María llega a un punto que hoy sigue siendo vigente. Tiene en cuenta la otra variable de la ecuación: el peto. Y si se suma, como señala José Carlos Arévalo, la desproporción en el tamaño y peso de los caballos con los que se pica, se verá que efectivamente, no es tanto la longitud de la sección cortante de la puya, sino los periféricos de la suerte los que terminan por inutilizar al toro y por dejar a la fiesta sin uno de sus valores.

La propuesta que se haría realidad

Al final del año, terminada la temporada, sería Marcial Lalandael más grande según su pasodoble – el que vendría a ponerle el cascabel al gato:

Las puyas actuales se idearon para ser empleados con toros de romana, trapío y poder; por tanto, o vamos a la modificación de la puya o.… a la modificación del toro... La puya debe ser lo suficientemente útil para que pueda cumplir su cometido: romper la piel, castigar a la res y, ahormándola, hacer que se desangre en justa medida a su poder: Pero esto no quiere decir que la puya profundice introduciéndose en el toro puya, carguillo, arandela y palo... Esto se evitaría con un aspa en el tope de la arandela, parecida a la cruceta del estoque de descabellar, acaso evitaría ese castigo excesivo al que anteriormente me refería. Al menos convendría ensayar éste u otro procedimiento parecido...

Es decir, en esa entrevista publicada en El Ruedo del 31 de octubre de ese 1946, propone la puya de cruceta, misma que sería adoptada por el reglamento español, pero hasta el año de 1962, es decir, hasta 16 años después. Y es la que se usa en la actualidad. Hoy se discute si esta puya, en las condiciones que los reglamentos fijan, es adecuada para castigar y hacer sangre a los toros de estos tiempos, partiendo de la idea de que en la actualidad la médula de la lidia ya no está en el primer tercio, sino en la faena de muleta.

Dicen Arévalo y Fernández en artículo citado al principio de estos apuntes:

…el toro bravo frente al caballo actual se autoinflige un castigo innecesario, superior al deseado por algunos grandes matadores. Estos hechos explican que la longitud de la herida por puyazos (trayectoria) llegue a duplicar o triplicar la porción penetrante de la puya… la hemorragia no aporta ningún tipo de beneficio para la lidia, la acción de humillar es totalmente independiente del lugar donde caigan los puyazos y el toro se atempera, no por los puyazos, las heridas o la pérdida de sangre, sino por el esfuerzo que realiza al emplearse en varas o ante los engaños…

Así pues, vemos que la historia parece caminar en círculos, se atribuye a Mark Twain – el padre de la literatura norteamericana según Faulkner – el haber afirmado que La historia no se repite, pero rima..., hoy se intenta reformar entre otras cuestiones de la lidia, el tercio de varas, y en estas páginas vemos como hace tres cuartos de siglo se había intentado lo mismo, dejando claro que el tiempo – y por ende, la historia – no camina en sentido lineal, sino que parece hacerlo de manera circular y en algún determinado momento, acontecimientos de una misma naturaleza, se vuelven a encontrar.

Aldeanos