Confirmación de Guillermo Carvajal Foto: El Ruedo |
Aunque Guillermo Carvajal emocionó a la concurrencia con su enorme valor, el vestido se lo llevó un torero que echaría raíces aquí en Aguascalientes, Alejandro Cázares, quien lo recibió de manos de la actriz Virginia Serret, coprotagonista de la mencionada cinta, en la tarde del 23 de septiembre siguiente, en la que Cázares actuó en una tercia, como premio al triunfo obtenido en el jueves de concurso.
Escribió Carlos León en 1971, al hacer un breve repaso histórico del 25º aniversario de la Plaza México:
Guillermo Carvajal, aquel famoso “Chicharrín” que pintó para más de lo que luego fue, pero que empezó arrollador, pues se dio el lujo de haber tomado la alternativa, sin nunca haber pisado mi plaza como novillero, caso insólito entre todos los diestros mexicanos. Se doctoró en Mexicali, el 4 de enero de 1953, de manos de Pepe Dominguín, con Moro de testigo y reses cabrereñas. Y mí me hizo el favor de venir a verme hasta el 30 de enero de 1955, en que confirmó su doctorado apadrinado por “El Calesero” y con “Jumillano” atestiguando la cesión del toro “Conquianero” de don Jesús Cabrera...
Así entonces, seguramente, aunque entre el jueves taurino y la fecha de su alternativa medió algún tiempo, no era tan insólito su caso, pues se había presentado como novillero en la capital de la República y en la principal plaza en los días cuando lo hizo.
Independientemente de lo anterior, entre los días de su alternativa y de su confirmación, el público capitalino también tuvo la oportunidad de verlo ya como matador de toros, puesto que el 20 de diciembre de ese mismo 1953, tuvo quizás la mejor actuación de su vida en las plazas del área metropolitana de la Ciudad de México, cuando alternando con Fermín Rivera y Manolo Vázquez, le cortó el rabo al toro Palomito de Tequisquiapan. En esa tarde, cuenta don Horacio Reiba:
Ligaba una serie derechista de escándalo cuando hizo pasar a “Palomito” a sus espaldas con la muleta invertida, el pico prendido por la punta del estoque por el lado de afuera. Y a la siguiente tanda lo repitió. Había nacido “la chicharrina”, especie de capetillina con la muleta vuelta al contrario, tal como se acaba de describir. El extraño nombre le fue adjudicado por el mismo cronista que encontró cierto parecido facial entre el diestro y el personaje principal de una tira cómica de la época titulada “Chicharrín y el sargento Pistolas”…
La corrida de la confirmación en Madrid
Inició su campaña española del año de 1956 ya tarde en la temporada, pues comenzó hasta el 27 de mayo en Valencia, pasando después por las plazas de Zamora, Palma de Mallorca, Cieza, Puerto de Santa María y Barbastro antes de que se le anunciara para confirmar su alternativa el 23 de septiembre de manos de Antonio Vázquez, con el testimonio de Mario Carrión y actuando por delante el rejoneador Josechu Pérez de Mendoza, con toros para todos de El Pizarral de Casatejada, de origen Parladé vía Domingo Ortega. Como podremos ver al conocer las crónicas del festejo, la propuesta ganadera de la empresa – titular del hierro que lidiaba – no se cumplió al completo.
El paseo lo hicieron el rejoneador Pérez de Mendoza, vestido a la usanza campera andaluza, en tono oscuro; el padrino Antonio Vázquez, de verde y oro; el testigo Mario Carrión, de garbanzo y oro; y, el confirmante Guillermo Carvajal, de verde oliva y plata, de acuerdo con Antonio Bellón en Pueblo y si hemos de seguir a Selipe en el ABC madrileño, iba de verdegay y plata. Creo prudente señalar que, aunque confirmante, Carvajal era el más antiguo de la terna, porque su padrino era de alternativa del 10 de octubre de 1954 y el testigo, del 30 de mayo de 1955.
Decía que la tarde se torció en el renglón ganadero. Al final se lidiaron toros de tres hierros, 5 del titular, uno de ellos el de rejones, uno de Escudero Calvo (3º) y otro de Prieto de la Cal (6º). Pero también el clima jugó a la contra. Escribe don Luis Uriarte, firmando como El de Tanda, en su tribuna de la Hoja del Lunes madrileña:
La lluvia con que nos amenazaba el día, y la que comenzó a caer en el momento preciso del comienzo del festejo, restó ayer a la corrida de Las Ventas más de la mitad de su posible entrada. Primer tropiezo del festejo... Pero el petardo provino de ahí, no de la voluntad y aun de la calidad a veces de la actuación de los toreros. Provino de que el público forzó al presidente a devolver al tercer toro por pequeño y el sustituto, de Escudero Calvo, dio bastante peor resultado, como casi siempre ocurre, por manso y originó un serio contratiempo a su matador. Provino de que los protestantes armaron una respetabilísima bronca – respetabilísima por su intensidad – ante la que les pareció una exigua presencia del cuarto toro, que pesó en bruto nada menos que ¡504 kilos! Provino de que no hubo protestas contra el quinto que pesó apenas 486 kilos. No se dijo ni pío, en cambio, contra primero y segundo, que pesaron 478 y 463 kilos... Y le satisficieron el tercero con sus 537 kilos y el sexto, de Prieto de la Cal, que dio en la romana la friolera de 610 kilos. ¿Con qué ojos miraban esos “entendidos” a los toros? Como no fuera con los que nublaba la vista lo grisoso del día...
No cabe duda de que la afición de Madrid tiene su manera de ver y de entender la fiesta desde siempre, no es de hoy o de ayer. Aquí está la prueba palpable que las reacciones que hoy vemos en los tendidos han estado allí desde hace décadas.
La actuación de Guillermo Carvajal
Como se anunció desde su presentación en El Toreo, la actuación de Guillermo Carvajal se apoyó en un despliegue de valor, de facultades y de conocimiento de las suertes y del toreo. La impresión que causó a Antonio Bellón, cronista titular del diario Pueblo de Madrid, en su número salido al día siguiente de la corrida fue la siguiente:
El extraño nombre de “Profesorado” se traía el primer toro de El Pizarral, destinado a la confirmación de alternativa del mejicano Guillermo Carvajal, ceñido de verde oliva y plata y ceñidísimo al recibir al morlaco, bien puesto, con unos faroles de rodillas tremebundos aclamados, seguidos al quitar con unas manoletinas con el capote, también ovacionadas con entusiasmo… Carvajal brindó montera en mano, cosa extraña, su banderillear fácil, y a la hora de cederle los trastos Antonio Vázquez – verde hoja y oro – Mario Carrión – barquillo y oro – estuvo de verdadero testigo al lado de los de la ceremonia… De nuevo, tras elocuente discurso a la presidencia. Carvajal, montera en mano – que quedó, ¡vaya!, boca arriba –, brindó a la Plaza, e hizo la estatua al recibir con la muleta a la espalda al toro y mostrándose enterado en redondos y adornos aplaudidos… Con guapeza mataba a volapié. A mano sacaba la espada hundida en los rubios, para descabellar, previo besito a un pitón, y el público le otorgó largas ovaciones después de pedir la oreja al girar por el ruedo el mejicano, con saludo final… Carvajal, espectacular con el capote, fácil con rehiletes y pañosa, dio dos espadazos de maestro. Sus toros, erguidos, descubrían la matadera por el suave y seguro empleo de la izquierda, y la diestra clavaba a placer con valor y limpieza...
Por su parte, José María del Rey Selipe, en su tribuna del ABC de Madrid, hizo las siguientes reflexiones:
Carvajal, torero simpático, de los que entran en el público, se las entendió primeramente con un astado de aceptable presencia, cómodo de cabeza, que cumplió en la pelea de varas y quedó manejable, aunque al final un poco corto de acometida; el azteca lo recibió con un par de faroles de rodillas, lo que igualmente haría para saludar al cuarto; luego siguieron unas verónicas a pies juntos y media mirando al tendido; la galería tenía ya brindadas suertes de las que gusta y el de Méjico no habría de ser remiso en ofrecer más lindezas de torear de espaldas y hasta besar el testuz de uno de sus enemigos; todo esto con ser teatral o por serlo, pues los toros no son teatro, resulta deleznable para la estimación de los buenos aficionados, que, entre otros, vieron quites a modo de manoletinas, sin participar en el alborozo, de los impresionables. Carvajal prendió tres pares de rehiletes, con decisión y ánimo, superiores a la técnica, pero con facilidad y soltura también, y en la primera faena, insistió con temeridad en el golpe espectacular de echarse por detrás el viaje del enemigo, que en segundo pase le propinó un pitonazo incruento en la espalda, no obstante lo cual, continuó el muletero con valentía en sucesión muy variada de pases, con la excepción del natural; en parte, por la escasez señalada de embestida; parte, también, por falta de mando del diestro, la tarea no pudo ganar a los entendidos, que, en cambio, celebraron, con la generalidad de los espectadores, la guapeza con que Guillermo adelantó la muleta y se fue rectamente tras ella, para sepultar el acero con arrojo y limpieza notables...
Selipe hace hincapié en que el toreo de Guillermo Carvajal fue más para la galería que para el aficionado entendido, aunque al igual que Bellón y que Uriarte, reconoce la pureza con la que ejecutó la suerte de matar. También incurre, como el cronista de Pueblo, en una imprecisión de llamar manoletinas con el capote a una suerte que tiene nombre e historia propias, la saltillera que en su día creara el maestro Fermín Espinosa Armillita.
El resto de la corrida
Recurro de nuevo a la versión de Selipe, quien en el introito de su crónica resume con brevedad lo en ella sucedido:
En el curso del largo espectáculo vimos suertes de calidad, y al comienzo de aquél contemplamos, “rara avis”, un completo tercio de quites, completo porque las tres varas recibidas por el primer toro permitieron intervenciones de los espadas de la terna, todos los cuales lucieron según sus diferentes estilos. Entre lo recordable, por gallardía, mérito y belleza, encontramos albergado en la memoria, sin necesidad de buscarlo en las notas: dos volapiés, magníficos del mejicano Carvajal; quites y lances a la verónica, de primer orden, debidos a Antonio Vázquez, y también quites vistosos, correspondientes a Mario Carrión, que fue el diestro sobre el que cernió especialmente la mala sombra de la tarde… Los tres diestros actuantes hicieron méritos para ganar una repetición…
La sugerencia de José María del Rey fue atendida. Guillermo Carvajal regresaría a Madrid el domingo siguiente, para alternar con Antonio Vázquez y Juan Bienvenida en corrida homenaje a Nicanor Villalta, a quien brindó el segundo toro de su lote y una vez más el 12 de octubre, con José María Martorell, en la confirmación de Joselillo de Colombia. En ambas tardes confirmó sus dotes de extraordinario banderillero y estoqueador, siendo ovacionado.
Ese fue el resultado de los hechos de un domingo de toros en Madrid de hace 68 años, cuando un torero mexicano, querido por nuestra afición confirmó su alternativa.
Aviso parroquial: Los resaltados en los textos transcritos son imputables solamente a este amanuense, porque no obran así en sus respectivos originales.
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