Contextualizando
Cuando los hermanos Lumiere secularizan la cinematografía, por allá al final del siglo XIX, usan la cotidianeidad de la vida familiar como argumento. El descubrimiento de que la proyección de imágenes concatenadas a una cierta velocidad para reproducir casi en su integridad el movimiento de personas y de cosas, consigue a través de un impulso comercial, convertirse en una de las nuevas maravillas de un mundo que estaba por ingresar a una centuria en la que los avances de las ciencias superarían todo lo logrado hasta entonces por la humanidad.
Pronto el cinematógrafo abandonó el confín de la vida diaria en familia y se aplicó para perpetuar otros aspectos del tránsito de las comunidades por el tiempo y a la vez, provocó la gestación de una industria que devendría en poderosa y que tendría por finalidad el simplificar la presentación de diversas obras literarias, originalmente destinadas a los teatros, con presentaciones en vivo y sujetas a todo el trajín y conjunto de contingencias que el movimiento de las compañías implicaba.
También se advierte que las manifestaciones de la cultura popular pueden ser trascendidas por el cine y la fiesta de los toros no debería ser refractaria a ello. Hoy, gracias al vídeo y a otras tecnologías digitales podemos coleccionar y conservar diversos testimonios de épocas que parecían irremisiblemente condenadas a ser conocidas únicamente por las relaciones escritas de quienes las vivieron, por las pinturas, grabados y apuntes recogidos en esos momentos y más recientemente, a través de la fotografía fija, medios que nos proporcionan la visión subjetiva del cronista, del pintor o del que seleccionó las fotos que habrían de conservarse para la posteridad. Estos medios son una valiosa ayuda para conocer el pasado remoto, pero tienen el estigma de no reproducir en su integridad los sucesos.
En el mundo de los toros, en cuanto la tecnología lo permitió, se inició un movimiento tendiente a preservar y a difundir los testimonios captados para la posteridad por el cine y así surgen firmas de coleccionistas, como las de Fernando Achucarro y José Gan en España, o las de Julio Téllez, Ramón Ávila Salceda o Nadim Alí Modad en México, mismas que por distintos vehículos han puesto a la disposición de los aficionados a los toros, selectas piezas de sus filmotecas, en formatos que permiten apreciarlas en la comodidad de sus hogares.
La colección Daniel Vela
Daniel Vela, originario de Guadalupe, Zacatecas, fue propietario de una compañía distribuidora de gas denominada Vel – A – Gas que se anunciaba en el cintillo que formaba el friso de loa palcos de contrabarrera del viejo Toreo de la Ciudad de México. Era también – se advierte por el legado que ahora comentamos –, un gran aficionado al llamado séptimo arte y a la fiesta de los toros, logrando en su tiempo, conjuntar ambas aficiones, capturando con su cámara de cine una serie importante de imágenes, que constituyen hoy, una magnífica ventana a lo que puede calificarse como la Edad de Oro de la fiesta en México.
Las filmaciones de Daniel Vela que se recuperan en el DVD objeto de este comentario, muestran por una parte, la destreza de éste como operador de la cámara y su idea sobre las cuestiones trascendentes de los festejos taurinos y por la otra, la ya mencionada afición por el cine y por los toros, pues la mayoría de los testimonios fílmicos que ahora son divulgados, son capturados en color y sobre esto, habrá que hacer notar un par de cuestiones: la primera es que en el cine comercial se comienza a filmar en color desde la década de los treinta, pero solo para aquellas cintas calificadas como de gran presupuesto, popularizándose el formato sólo hasta los años cincuenta, cuando entra en el mercado general el formato de ocho milímetros. La segunda es que el filmar en color de una manera diríamos casera, representaba un costo altísimo en la década de los cuarenta, pues la película virgen y el revelado debían adquirirse y hacerse en los Estados Unidos.
Todas estas cuestiones agregan valor histórico al acervo puesto a la disposición de la comunidad por la filmoteca de la UNAM durante el rectorado del Médico Juan Ramón de la Fuente, uno de los pocos hombres públicos de este tiempo que no se abochornan al reconocer y al vivir su afición a los toros, como lo demostró apenas el pasado 28 de febrero al recibir un brindis de Manolo Mejía en la Plaza México y llevarse por amplio margen, la ovación de la tarde. Hoy el Rector de esa casa de estudios es el abogado José Narro Robles, de quien no tengo noticias acerca de su afición por todo esto, pero al menos su silencio respecto de ellas, en estos tiempos que corren, es confortante.
La Edad de Oro
No es tema de discusión, que la Edad de Oro de la fiesta de los toros en México corresponde al lapso de tiempo que va entre la mitad de la década de los treinta y la mitad de la década siguiente. Se produce cuando, por consecuencia del llamado boicot del miedo y la guerra civil española, quedan interrumpidos los intercambios de toros y toreros con España y la fiesta de los toros en México tiene que desarrollarse exclusivamente con elementos domésticos.
Es en este tiempo cuando toreros y ganaderías mexicanas alcanzan las cotas más altas de su historia. Es cuando Armillita, Jesús Solórzano, Lorenzo Garza, El Soldado y Silverio establecen su imperio enfrentándose a toros de San Mateo, Piedras Negras, Coaxamalucan, La Laguna, La Punta, Matancillas o Carlos Cuevas, dejando ver que en ese momento de la historia, no era indispensable la comparecencia de toreros hispanos para hacer atractivas las temporadas, pues la maestría, la clase, la personalidad y el sentimiento que imprimían a sus faenas ante los bravos toros mexicanos colmaban las aspiraciones de los aficionados de esa época y daban pábulo a esperar más el siguiente día de toros.
La fiesta en México era autosuficiente en esos días. Tanto, que a través de los testimonios capturados por Daniel Vela, nos encontramos con la presencia de toreros que, en lo que pudiéramos llamar la historia oficial de la fiesta mexicana, son considerados solo como elementos colaterales de ella. Carlos Vera Cañitas, Manuel Gutiérrez Espartero, Gregorio García, Ricardo Torres y Juan Estrada son toreros que se recuerdan por haber sido parte de corridas memorables, una especie de convidados de piedra para aderezar las hazañas de los que trascendieron como figuras, pero inexplicablemente sin pasar a la historia el por qué de su inclusión en esos momentos que hoy, constituyen los grandes hitos de nuestra fiesta.
México tenía en ese tiempo, muchos y muy buenos toreros. Las películas de Daniel Vela nos muestran la profundidad y la clase de Ricardo Torres al torear a la verónica; la planta torera de Gregorio García y su facilidad con las banderillas; el valor y la calidad torera de Cañitas, un torero que hoy, sería un fuera de serie, pero que saltó a los ruedos en una época en la que para ser primera figura, uno tenía que ser tan grande como Fermín o Lorenzo o Silverio. También entendemos por estas filmaciones por qué Juan Estrada ganó dos veces la Oreja de Plata en El Toreo y por qué Espartero fue impulsado y protegido por El Magnífico.
Por otra parte, bien decían Julio Téllez, Paco Coello y Luis Ramón Carazo al comentar en la televisión este DVD (2003) que rompería algunos mitos relacionados con el toro de lidia mexicano. En primer término, creo que concluye con aquél que hablaba de las catedrales con cuernos que se decía se toreaban en esos días y también da fin a aquél que dice que el toro de hoy es más bravo que el de antes.
El vídeo disco que hoy les comento nos deja ver que el toro que se lidiaba en ese tiempo, como producto de una crianza por métodos extensivos era de poco volumen, pero de gran pujanza. Son frecuentes las escenas en las que vemos que toman tres o cuatro puyazos, dados sin barrenar y sin hacer la carioca. Puyazos en los que los toros recargan, empujan y producen tumbos o llevan al caballo hasta las tablas y en alguna oportunidad – la alternativa de Cañitas – matando al equino aún a pesar del peto. En fin, que se advierte que los toros de entonces tenían edad y tenían raza, condiciones que hoy se ven, como diría Pepe Alameda, por rarísimo acaso.
Así pues, la colección de Daniel Vela nos presenta en un interesante panóptico, la fiesta de los toros mexicana en la edad mas grande que ha vivido, cuando los toros y los toreros nacionales eran de una calidad y categoría tales, que novillada o corrida, los tendidos del coso de la colonia Condesa se encontraban repletos domingo a domingo y a veces, con festejo en el jueves intermedio, hecho que en estos tiempos, se produce una o dos veces por temporada.
El DVD y su contenido
Al inicio hablaba de la subjetividad en la selección de los testimonios y aunque el cine y hoy, el vídeo reducen esa posibilidad, se advierte que en la selección de los materiales, se practicó algún trabajo de edición que dejó fuera algunas escenas que quizás no reproducen momentos trascendentes en sí, pero que tienen trascendencia por su valor histórico. A guisa de ejemplo, haré referencia a la tarde de Rafael Osorno con Mañico de Matancillas. Al comentarse en el programa Toros y Toreros del Canal 11 de la Televisión Mexicana la salida al mercado del DVD, se proyectó, creo que casi completa, la película filmada por Daniel Vela en esa oportunidad y así, vimos las actuaciones de Rutilo Morales y de Luis Briones esa tarde de 1942, mismas que no se recogen en el documento digital. La faena de Osorno con Mañico es la que pasó a la historia, pero hoy, las imágenes recogidas de la totalidad del festejo, tienen un importante valor histórico. ¿Por qué no dejarlas?
Por otra parte, considero que se pudo dar un mejor tratamiento al material reutilizado, en cuanto a que al inicio de cada apartado se indica la fecha y el cartel del festejo a que se refiere, pero deja al espectador la tarea de adivinar que diestro es el que actúa, sobre todo, si partimos de la realidad de que las filmaciones, dada la condición de las cámaras con las que se realizaron, no contienen en muchas partes, una división lógica de los diversos estadios de la lidia, ni de la actuación de los diestros que forman el cartel, identificables por quienes les vieron en su tiempo, pero un enigma para aquellos que solamente los conocen por las referencias que la historia hace de ellos y que – como dijera el amigo Claudio Vargas –, por un accidente meramente demográfico, constituyen quizás más de tres cuartas partes de los posibles espectadores. ¿No se pudo poner en subtítulos el nombre de los diestros recogidos por la imagen? Lo anterior se vuelve necesario, sobre todo, si consideramos que la mayor parte de las imágenes transcurren silentes, dado que tras una breve noticia histórica expuesta por Paco Coello, se reproduce un pasodoble de la época, cuya duración llega apenas a los dos o tres minutos y los cortes de película son de mucha mayor duración.
En fin, el esfuerzo realizado es importante y su resultado a mi juicio, extraordinario. El equipo de trabajo integrado por Sergio Iván Trujillo Bolio, José Francisco Coello Ugalde, Ángel Martínez Juárez, Francisco Ohem, Jesús Brito, Enrique Ojeda Castol, Alejandra Montalvo, Julio Téllez García, Juan Felipe Leal, Eduardo Barraza, Carlos Arturo Flores Villela, Jesús Flores y Escalante, Pablo Dueñas Herrera, Clara Guadalupe García y Ricardo Orozco Ríos tienen derecho a disfrutar de la satisfacción que deja una labor bien realizada y concluida en esta etapa.
Así pues, si se quiere conocer mejor la Edad de Oro de la fiesta de toros en México, el DVD que contiene la selección de la Colección de Daniel Vela constituye una extraordinaria ventana digital para asomarse a ella.
Post – scriptum: En la época de la aparición de este vídeo disco, había publicado ya una versión distinta de este mismo artículo, misma que pueden consultar aquí. La colección de DVD’s sobre tauromaquia de la UNAM comprende cuatro de ellos, por lo que próximamente me ocuparé de los siguientes ejemplares.