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domingo, 1 de enero de 2023

Relecturas de invierno (XII)

Historias del toreo que nunca te contaron

Imagen cortesía de altoromexico.com y
Armando Landín Miranda
La Historia del Toreo se ha estado escribiendo de manera episódica. La manera en la que se ha ido generando la relación de los sucesos de la fiesta generalmente se hace a partir de lo que queda evidente ante toda la taurinidad y en torno al personaje o personajes que, por su arte, su valor, su inteligencia o aún por su pícara manera de ser, van permeando en la conciencia colectiva y adquiriendo el carácter de gente en este singular medio. 

No puedo negar que existen obras que pretenden la generalidad en esa narración histórica, pero en algunos casos son meras aproximaciones enciclopédicas y en otros, una recopilación de esos recuentos individuales con alguna pretensión de encadenamiento de sucesos. Son excelentes fuentes de consulta, pero parafraseando al maestro Guillermo F. Margadant, puedo asegurar que nos presentan esa historia como una serie de vistas fijas, pero en realidad, toda la historia es una especie de película animada, en la que, en un determinado momento, suceden hechos reseñables en latitudes distintas.

Y decía también al inicio que esas obras históricas principalmente reseñan lo que fue evidente para todos, pero tras bambalinas, en la intimidad de los personajes que conforman la fiesta, ocurren hechos que, no por no ser divulgados, dejan de trascender al exterior de esas entretelas y quizás esas cosas, que serían como la argamasa que sostiene una construcción, son las que nos darían luz y entendimiento sobre lo que la fiesta es y puede llegar a ser.

Paco Aguado

Diré sin ambages que tengo el honor de que Paco Aguado me distinga con su amistad. Quizás no la hemos cultivado lo suficiente, porque tenemos un gran mar entre nosotros, pero eso no impide que tengamos un contacto relativamente frecuente por los medios hoy al alcance de todos. Me dio un gran gusto que hace un par de años Paco decidiera salir de un autoimpuesto ostracismo en materia literaria, al publicar una nueva edición de lo que es, sin duda, la suma biográfica de Gallito y ahora, con la obra que pretendo poner a su consideración.

Lo que Paco Aguado nos presenta en Historias del toreo que nunca te contaron, lo conoce porque se crio y se formó entre los profesionales de la fiesta. Hijo de un notable mozo de espadas, de uno de esos imprescindibles hombres que son, en dicho de Antonio Díaz – Cañabate:

No creo que ningún magnate del mundo, por muy poderoso que sea, pueda tener nunca a su lado un servidor de las condiciones excepcionales y valiosas de un mozo de espadas. Hablo, claro está, de los verdaderos mozos de espadas, porque ya sé que en planeta de los toros abundan los pícaros que a todos los menesteres taurinos llevan su picardía. Un auténtico mozo de espadas es el hombre de confianza del matador y algo más: sus pies y sus manos. Un torero puede prescindir de mucha gente que le rodea en la plaza y fuera de la plaza, pero jamás de un mozo de espadas…

Así, entre esos plenipotenciarios confidentes de los toreros, aprendió Paco a conocer y a querer a la fiesta y también se fue enterando de cosas que, si bien no trascienden a la colectividad, resultan muchas veces definitorios para el devenir de la fiesta. Así lo contó a Álvaro Rodríguez del Moral:

Mi padre era mozo de espadas y he tenido acceso desde muy pequeño a esos personajes secundarios que no han tenido altavoz, pero tienen todas las vivencias y las saben transmitir, eso sí, dentro de un grupo muy cerrado. No hay que olvidar que el mundo del toro es muy endogámico y hay muchas historias que se desconocen. La historia oficial se entendería mejor si se conociera esa intrahistoria. La gente del toro debería revelar mejor lo qué sucede en su interior, pero tampoco todo porque hay que saber mantener algunos misterios. Pero sería bueno para que la gente de fuera comprendiera mejor cómo es por dentro un planeta tan profundo, tan intenso, lleno de valores y con una ética muy particular. Siempre ha habido un punto de picaresca, pero con honradez y con dignidad…

Así pues, con conocimiento de causa, pudo Paco Aguado presentarnos su nueva creación literaria, tirando de esos recuerdos acumulados a partir de vivencias en primera persona.

Las historias no contadas

Cualquiera que haya leído, aunque sea un breviario histórico de la fiesta, puede entender que evidentemente ha evolucionado, que de ser una fiesta – o espectáculo – en el cual se procuraba, con valentía, lidiar un toro para después matarlo en una plaza, a ser una expresión de profundo y contundente contenido artístico. Y podrá también conocer diversos nombres, fechas y lugares en los que los hitos se fueron realizando.

Pero hay espacios oscuros en esa narrativa, por lo que antes expresaba, entre los actores de la fiesta se producían sucesos que se quedaban entre los cabales, en la intimidad casi familiar que existe entre ellos y esos hechos muchas veces resultan ser la explicación del por qué de otros, que sí trascienden a la esfera pública. 

Me llaman la atención particularmente dos capítulos del libro. El primero es el que se refiere a la vida, obra y milagros de Domingo Dominguín, el hijo del torero de Quismondo que fue el que llevó a la práctica las ideas que, en su día, su padrino de alternativa, Gallito. Es verdad sabida que el concepto de feria que en estos días conocemos parte de la creación de la de San Isidro que fundara Livinio Stuyck, en una era en la que las desavenencias entre las torerías de España y México eran cosa de un día sí y el otro también.

Pues bien, Domingo González Lucas se esforzó por ser un empresario, apoderado y ganadero con miras a instalar en todo el planeta de los toros ese concepto de feria. Fue recorriendo lugares, sobre todo en la América del Sur, para conocer la idiosincrasia de los lugareños y a partir de esa noción, trasladar una feria taurina acorde a los modos de ser de sus recipiendarios. Sentó sus reales principalmente en Ecuador, donde logró la construcción de la Monumental de Quito y taurinizar a Guayaquil. En esas plazas y muchas más presentó siempre a lo más conspicuo de la fiesta, aunque no le redituara en lo económico, porque dada su manera de pensar, pareciera que el dinero para él, como en el bolero aquel, era solo vanidad.

Al final, Domingo fue devorado por los demonios interiores de la fiesta y por su propia mano decidió irse de este mundo. Pero sin duda, dejó un legado que permeó en todos los estratos de lo taurino y su signatura en muchas de las cosas que hoy se entienden como costumbres. Quizás en estos tiempos que corren, resulta necesario al menos otro Domingo Dominguín, para que meta orden y concierto en los enrarecidos ambientes taurinos.

El segundo capítulo al que hago referencia es el que tiene por tema la temporada española de 1936. En él nos presenta un excelente panóptico de la situación de la fiesta en España por esos días, en los que, por razones diversas – según la fuente que se consulte – antes del inicio de la Guerra Civil, se impidió actuar allá a los toreros mexicanos y se remató con su posterior deportación.

Por una parte, complementando la información que llevan las obras de Julio de Urrutia y Demetrio Gutiérrez Alarcón, nos deja bien claro que, durante ese periodo de la historia española, aunque no en cantidad considerable, en los territorios dominados por los dos bandos en conflicto, se dieron festejos, casi siempre con un cariz benéfico, para subvenir las necesidades bélicas. También recoge la realidad de que muchos toreros se enrolaron en las fuerzas en conflicto, y que, más de uno, fue víctima de la intolerancia ideológica que la conflagración generó.

Pero, como lo hice de manera directa, en lo personal, le reprocho que haya evadido – con elegancia – el tema de la ruptura de las torerías de España y México. Desde mi punto de vista aborda – al contrario de la intención del resto de la obra – únicamente las causas que salieron a la superficie respecto de esa ruptura.

Creo que ese particular subtema – Leonardo Páez dixit – merece un estudio detallado y profundo acerca de sus causas reales y de los efectos que representó para la fiesta de ambos lados del Atlántico. Hago esta afirmación porque la revisión de la prensa de la época y sobre todo, de las biografías que se han escrito de Marcial Lalanda, puedo advertir que hay un sustrato de naturaleza puramente política de todo ese entuerto. Pero, quiero pensar que de manera intencionada y, reitero, elegante, Paco lo evade.

Por el resto de la temática de la obra, entre otras cuestiones es interesante adentrarse en el paso de Ernest Hemingway por tierras y plazas hispanas, el recorrer los hechos más recientes, disfrutando el análisis que hace de la llamada movida madrileña, la taurinidad que públicamente profesaron los comunistas y Santiago Carrillo por delante de ellos, el romance de Miguel Hernández con la fiesta de los toros y saber más del que introdujo la ética del Samurái en la fiesta de los toros: Antonio Corbacho.

Sin duda, son temas que, explican en la mayoría de los casos el enlace de hechos y circunstancias que tomamos en muchos casos como artículos de fe taurina. En suma, y me voy a repetir nuevamente aquí, Historias del toreo que nunca te contaron, es un libro de esos que no se le caen de las manos a uno cuando lo está leyendo, aunque en mi caso personal lo haya que tenido que hacer en dos tiempos, puesto que el primer ejemplar que adquirí, lo olvidé en un avión durante un viaje de trabajo. Espero que quien lo haya encontrado, disfrute de su contenido como lo he podido hacer yo.

Así que, mi enhorabuena Paco, ojalá te animes a seguir escribiendo así.

Ficha bibliográfica

Historias del toreo que nunca te contaron. – Francisco Aguado Montero. – El Paseo Editorial. – Colección Memoria – 1ª edición, Sevilla., 2022, 329 páginas, con fotografías en blanco y negro. – ISBN: 978 – 84 – 19188 – 17 – 5.

domingo, 27 de junio de 2021

Relecturas de verano (X)

Antonio Velázquez. Corazón de León

En días recientes ha salido a los estantes – físicos y virtuales – una obra que es un acto de justicia que los aficionados no hemos sido capaces de hacer a favor de Antonio Velázquez, figura mexicana del toreo que recibió la llave de la Edad de Plata del toreo en México y representó con valor y con una enorme dignidad a su patria y a su tierra en cualquier ruedo en el que se haya presentado.

Afirmo que los aficionados no hemos sido capaces de hacer ese acto de justicia literaria a favor de la memoria de Antonio Velázquez, es porque ésta es limitada a tres o cuatro acontecimientos: el hecho de ser la última figura del toreo salida de las filas de los banderilleros; su tímido asomo a las filas de los matadores de toros aquella tarde del gran encierro de Pastejé en El Toreo de la Condesa; su resurgir del ostracismo una noche ante Cortesano de Torreón de Cañas o aquella horrorosa cornada que en Cuatro Caminos le diera el toro Escultor

Pero afortunadamente el licenciado Antonio Velázquez de la Osa nos ha presentado, con el amor del hijo, pero al mismo tiempo con el rigor del profesional, un interesante recorrido por la vida del torero y del hombre desde que llegara a este mundo en el barrio del Coecillo, uno fundacionales de León, Guanajuato, donde en principio su destino parecía estar designado a ser parte del taller familiar de zapatería. Pero la afición de Antonio y su tenacidad le llevaron por las veredas de la fiesta de los toros y le convirtieron en uno de los símbolos de la torería mexicana.

La narración que hace Velázquez de la Osa es apasionada, pero anclada en la objetividad. Narra los triunfos de su padre y también presenta aquellas tardes en las que la suerte le fue adversa y procura, en la medida de lo posible, ligar su apreciación personal con la de aquellos que en los medios de comunicación de la época en la que los hechos se produjeron, para dejar claro el equilibrio de su narración. Y es que, me consta, hablar o escribir de la gente de uno, es una de las tareas más complicadas que existen.

Pero quizás algo que nos presenta la obra y es algo de lo que poco se habla en la trayectoria del torero, es su paso como dirigente de la Asociación de Matadores de Toros en el último tramo de la década de los cincuenta del siglo pasado. Le correspondió un asunto delicado para poner orden en las relaciones con la torería hispana, cuando, cuenta:

En 1957, varios diestros mexicanos fueron a España con la mira de hacer campaña en cosos de ese país, lo cual casi nadie logró. Entre los toreros que fueron a la península estuvo Jesús Córdoba, quien tenía un cargo sindical en la asociación. Mucho después de su arribo a Madrid, vio con pena que ninguno de los mexicanos, ni él, eran contratados por las empresas españolas… se planteó en las oficinas del sindicato español, un problema. ¡Qué en México existía un adeudo con un diestro hispano!, y se le exigió a Jesús Córdoba… un espada mexicano que se encontraba en España debía liquidar un dinero que se debía…

Al final, Antonio Corazón de León, se dirigió al Sindicato Nacional del Espectáculo en España y declaró suspendido – roto – el convenio que permitía la actuación de toreros mexicanos allá y españoles aquí, pues decía que en cuanto llegara el invierno, casi de manera milagrosa, los problemas que impedían que los nuestros torearan allá se solucionarían para que los hispanos pudieran actuar aquí. Justicia a secas fue lo que impartió y al final, después de un par de años, se resolvieron las cuestiones de manera equilibrada para ambas partes.

Otra cuestión que aborda y que es algo de lo que la mayor parte de las veces poco o nada se habla, es de la silente y discreta labor de Lupe Vargas, su mozo de espadas, ese personaje de la fiesta que es un poco de todo. Escribe Antonio Díaz – Cañabate:

No creo que ningún magnate del mundo, por muy poderoso que sea, pueda tener nunca a su lado un servidor de las condiciones excepcionales y valiosas de un mozo de espadas. Hablo claro está, de los verdaderos mozos de espadas, porque ya sé que en el planeta de los toros abundan los pícaros que a todos los menesteres taurinos llevan su picardía. Un auténtico mozo de espadas es el hombre de confianza del matador y algo más: sus pies y sus manos. Un torero puede prescindir de mucha gente que le rodea en la plaza y fuera de la plaza, pero jamás de su mozo de espadas…

Lupe Vargas, nos cuenta Toño Velázquez de la Osa, se convirtió en la sombra de su padre, y en el decurso de la narración al hablar de quienes fueron integrantes de su cuadrilla, dejaba ver como era suficiente una mirada para poner orden en la lidia. En el caso del mozo de espadas, ni siquiera es necesario eso, él tiene que pensar en avanzada y anticipar lo que su torero quiere o va a necesitar, pues como escribió un día Conchita Cintrón, es una figura ejemplar del fiel servidor y Toño cumple, siguiendo la idea de la Diosa Rubia, el hecho de que nunca se le puede olvidar cuando ha servido bien a su torero, en este particular caso, hasta el último día.

Antonio Velázquez. Corazón de León, nos relata cómo ganó el torero trofeos como la Prensa de Oro en 1944; la Oreja de Oro en 1945 y 1950; el Estoque de Oro en 1948; y la historia de los 9 rabos que cortó en la capital mexicana 2 en el Toreo de la Condesa: el de Cortesano de Torreón de Cañas, y el de Segador de Rancho Seco y 7 en la Plaza México a los toros Amapolo de Piedras Negras; Arlequín y Fandanguero de Coaxamalucan; Rey de Copas de La Punta; Bandido de Piedras Negras; Cubanito de Torrecilla y Asturiano de Pastejé

Amigo Antonio, has logrado una obra de prosa fluida, equilibrada, con testimonios que son invaluables, recabados con paciencia al paso del tiempo para estructurar una obra que recuerda y hace un sentido y justo homenaje a un torero, tu padre, al que, como decía al principio, los que tenemos afición por esto, no le hemos hecho la justicia que le es debida y tu obra es un acto que, puede y debe ser el punto de partida para que se revise la historia de nuestra fiesta y se le otorgue el sitio que le corresponde.

A los potenciales lectores, recurriré a la manida expresión que me transmitió Leonardo Páez, estamos delante de un libro de esos que no se caen de las manos. Se trata de un libro que puede servir de punto de partida para investigar historias particulares de la vida del torero y de las circunstancias particulares en la que ésta se desarrolló. En suma, es una obra que puedo recomendar – si en algo vale mi recomendación – de manera amplia.

¡Enhorabuena Antonio!

Nota bibliográfica: Antonio Velázquez. Corazón de León. – Antonio Velázquez de la Osa. – Rafael Cue. Comunicación Taurina. – 1ª Edición, 2020. – 415 Págs. – Sin ISBN.

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