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sábado, 23 de diciembre de 2023

21 y 22 de diciembre de 1963: El Cordobés se presenta en México (I/II)

El Cordobés
Después del rebumbio que Manuel Benítez armó en ruedos de Europa entre 1962 y 63, ya alternativado, se decidió a hacer las Américas. Comenzó por el Sur del continente, iniciando su campaña en plazas como Lima y Bogotá. A la Ciudad de México llegó el 16 de diciembre de 1963, casi una semana antes de su presentación en el Toreo de Cuatro Caminos, dedicándose a hacer una especie de gira de medios. En su visita a El Redondel, fue entrevistado por Rafael Morales Clarinero, a quien, entre otras cosas, le dijo lo siguiente:

Llevo diez corridas en América y un día toree dos... Me gustó mucho Lima, y en todas partes me han tratado muy bien... Esta temporada en España toree 14 novilladas y 63 corridas... Tengo 60 firmadas para la temporada próxima... Después de estas dos corridas aquí me voy a Cali, para torear el 27 y 29... No sé si regrese a México, eso es cosa de mi apoderado... Yo estoy dispuesto a dejar contento al público, aunque como es natural, no siempre se puede...

Habló también del hecho de que quien hace figura a un torero son los públicos y no los apoderados – con referencia expresa a Rafael Sánchez El Pipo – y a su gusto por ir aprendiendo las cosas de la vida y por ello la presencia en su equipo de un profesor de cultura general que le iba ilustrando sobre lo que iba viviendo en el cambio que su existencia estaba experimentando.

La contratación de El Cordobés

En algunos espacios anteriores ya había expuesto por aquí que el Toreo de Cuatro Caminos para esta particular temporada estaba a cargo de doña Dolores Olmedo, su hijo Carlos Phillips Olmedo y su entonces marido, el rejoneador Juan Cañedo. Otras informaciones agregan que tuvo alguna intervención en la operación taurina del coso don Pablo B. Ochoa, que era el hombre de confianza del Ing. Armando Bernal, propietario del inmueble, como lo refiere Alberto A. Bitar:

En México, aún antes de presentarse entre nosotros – esto si podía pagársele lo que cobraba – se le tenía ya como un “figurón del toreo” y cuando se supo que vendría a El Toreo de Cuatro Caminos… el joven hijo de la señora Olmedo, fue más asediado y perseguido que un ministro de Estado… Si mal no recuerdo, entró “al quite” don Pablo B. Ochoa, aunque no estoy plenamente seguro de esto… a los dos días estaba yo en su oficina para plantearle que nos permitiera seguir utilizando el teléfono que se utilizaba para las novilladas y el palco donde estaba instalada la conexión telefónica, desde que se inauguraran los festejos taurinos en ese coso… Un joven espigado, por demás correcto y amable, me recibió a la hora indicada y cuando le expuse el motivo de la visita, más o menos me dijo lo siguiente: “sé muy bien de la importancia de El Redondel y, desde luego, cuente con el servicio telefónico que, enterado estoy, ustedes lo han venido pagando para trasmitir los festejos de los domingos. Los palcos tienen ocho asientos, la mitad en las filas delanteras y el resto en la parte de atrás, así que pueden contar con los cuatro delanteros” … Nunca olvidé el trato y la educación del señor Olmedo…

Así pues, El Redondel conservó su sitio para hacer su crónica in situ por la vía telefónica de manera que estuviera lista unas horas después de la conclusión del festejo y también nos deja ver que los nuevos empresarios tuvieron el apoyo de la propiedad de la plaza, por la vía del experimentado don Pablo B. Ochoa.

Sin desdoro de las demás presencias en el elenco del derecho de apartado de la Plaza México, la estrella más rutilante con la que contaba era Paco Camino, a esas fechas ya yerno del doctor Alfonso Gaona y resulta hasta algún punto inexplicable, el por qué no se trajo al torero de Palma del Río para formar parte de ese grupo de toreros. El mismo Alberto A. Bitar, lo explica de la siguiente manera:

El doctor Gaona había pedido su opinión a un amigo suyo que se encontraba en España (al parecer un militar de muy alta graduación) acerca de El Cordobés y éste le contestó que ni se le ocurriera traerlo a México, ya que los aficionados lo matarían a él y al de Palma del Río, y fue por ello que el “equipo” mencionado “le mató la mano al galeno” …

El inicio del desarrollo de los hechos parecería que le daba la razón al doctor Gaona y a su anónimo informante, según veremos enseguida.

La tercera corrida de la temporada en Cuatro Caminos

La apretada agenda de El Cordobés hizo que se le programara su presentación para el sábado 21 de diciembre de ese 1963. Se le anunció para alternar con Alfredo Leal y Víctor Huerta en la lidia de un encierro de Tequisquiapan, de don Fernando de la Mora Madaleno. En el papel, la combinación resultaba atractiva, porque El Príncipe del Toreo era el triunfador de la corrida anterior y por su parte Víctor Huerta había iniciado sus pasos como novillero allí en El Toreo. Creo que el atractivo que representaba Manuel Benítez, no requiere explicación.

Pero el taurino dicho aquel de que el toro llega y todo lo descompone, se materializó esa tarde de sábado, según lo contó don Alfonso de Icaza Ojo, en el exordio de su crónica para El Redondel:

Una corrida de saldo de Tequisquiapan… No hay por qué sacar las cosas de quicio… Cierto que Manuel Benítez “El Cordobés”, ni llenó la plaza, ni satisfizo el gusto de la afición mexicana, pero hay que tomar en cuenta las condiciones desfavorables en que el famoso diestro hizo su presentación en México… Tarde de un día de trabajo; plaza a la que la gente va con dificultad; aumento considerable en los precios de las entradas, y una corrida de saldos, así haya procedido de una de nuestras mejores ganaderías…

El argumento de inicio es un claro resumen de lo que sucedió ese día. Un encierro que no correspondió a lo que de él se esperaba y una elección de fecha desafortunada. Ya se advertía, desde entonces, la complicación para acceder al coso de Cuatro Caminos – cuestión que fue quizás una de las causas de su defunción – y, sobre todo, la subida del precio de las entradas para ver al fenómeno del momento.

En cuanto a la entrada, hay recuentos son contradictorios. Ernesto Navarrete Don Neto, en su crónica para la Agencia France Presse (AFP), afirma:

Ante un lleno absoluto, pero sin llegar a agotarse las localidades como todo el mundo creía, pese a los altísimos precios que se cobraron esta tarde...

Como se puede ver, hasta para calibrar la cantidad de público que acudió a la plaza a ver al debutante, se levantó polémica.

La actuación del El Cordobés

Manuel Benítez tuvo una tarde en la que no pudo justificar lo que de él se decía en la prensa, tanto generalista como especializada. Evidentemente se esperaba que llegara a acabar con el cuadro, pero no sucedió así. El torero de Palma del Río tuvo momentos de lucimiento, pero sin justificar la vitola con la que venía anticipado. Don Neto, en su relación para la AFP, lo juzgó de la siguiente manera:

En algunos momentos, “El Cordobés” enardeció a la multitud, pero en general defraudó a la afición que esperaba más de él... Torero con personalidad, basto en sus procedimientos y falto de recursos, salió del paso en su primero... después de una faena valentona e ineficaz en la que mató con horrendo espadazo en las costillas... Al sustituto del sexto le paró en verónicas dramáticas y con la muleta dio algunos pases de mérito al igual con la diestra que con la zurda, enardeciendo a la gente en algunas ocasiones. Prolongó el trasteo más de la cuenta y éste vino a menos. Cuando mató con estocada hasta las cintas, se dividieron las opiniones...

La crónica de Ojo es algo más detallada y la explicación se encuentra en que no tenía demasiada limitación de espacio para expresarse, como vemos enseguida:

En su primer toro, con más de quinientos kilos sobre los lomos, y quién sabe cuántos años a cuestas, poco pudo hacer “El Cordobés”, que se deshizo de él mediante dos pinchazos y una estocada, enseñando, desde luego, que tiene un feo estilo para matar… Pero en su segundo cambió la cosa, y estuvo Benítez a punto de armar la escandalera… Aguanta enormidades; torea desde muy cerca, y si en sus derechazos y naturales corre la mano, y se enrosca al toro en la cintura, en sus pases de pecho se lo pasa todo entero a unos cuantos centímetros de la faja… Decíamos que estuvo a punto de armar la escandalera, porque hubo momentos, durante su faena el público rugía de entusiasmo, pero cuando el triunfo estaba a su alcance, se descompuso un momento; el toro pudo más que él, y no obstante que dio entonces dos molinetes en la propia cara de su enemigo, o quizá por haberlos dado, en vez de seguir los procedimientos anteriores... el caso fue que mucha gente le volvió las espaldas, como se las volvió cuando después de haber matado con el feo estilo que acostumbra, de una estocada en buen sitio, no lo dejó dar la vuelta al ruedo, pedida por el público de sombra, que inclusive sacó no pocos pañuelos en solicitud de una oreja que no habría tenido razón de ser…

Nuevamente vemos espacio para la discusión. La cuestión reside, creo, en el hecho de que no se pudo ver desde la primera actuación de El Cordobés al huracán arrollador que salía con las orejas de todos sus toros en las manos a cualquier costo. Eso es quizás lo que confundió a la afición que lo vio y también, por qué no decirlo, a la crónica que se encargó de narrar esa su primera actuación.

El resto de la corrida

Alfredo Leal estuvo discreto con los dos toros de su lote y uno de regalo y también Víctor Huerta cerró su actuación con el silencio de la concurrencia en sus dos toros. De Leal, dijo Ojo que, si tuviera un poquito del aguante de El Cordobés, sería un torero de época y a Víctor Huerta, lo calificó como anodino.

Pero había una tarde más para El Mechudo al día siguiente. De ese asunto me ocuparé el día de mañana, dada la extensión que van ocupando estas notas.

domingo, 17 de diciembre de 2023

15 de diciembre de 1963: Pedrés y Alfredo Leal triunfan en el Toreo de Cuatro Caminos

El Toreo de Cuatro Caminos
Al concluir la temporada 1962 – 63 en el Toreo de Cuatro Caminos, se dio a conocer que DEMSA, la empresa que dirigía en el aspecto taurino el doctor Alfonso Gaona, se concentraría en ofrecer espectáculos exclusivamente en la Plaza México, por lo que el escenario de Naucalpan quedaba vacante y podríamos decir que a disposición de cualquiera que se interesara por dar festejos en ese lugar.

No transcurrió mucho tiempo para que la señora Dolores Olmedo, en unión de su entonces marido, el rejoneador Juan Cañedo – civilmente Hugo Olvera Villafaña – y su hijo Carlos Phillips Olmedo, manifestaran su interés por esa plaza de toros y la tomaran en arrendamiento. Pronto se encaminaron a Europa para contratar a figuras de importancia de aquellos ruedos, y como le contó don Alejo Peralta al periodista Luis Suárez, fue en el vuelo trasatlántico, donde el propio Peralta se agregó a la incipiente empresa, pues la idea central de Cañedo era traer a México a El Cordobés, que era quien estaba revolucionando allá las cosas de los toros.

No es ocioso señalar que Alejo Peralta era el tenedor principal de las acciones de DEMSA en aquellos días, razón por la cual, en el caso de Cuatro Caminos, participaba en la sombra en un negocio que le hacía competencia a otro en el que él mandaba. Con lo que no contaba don Alejo, era que el doctor Gaona conocía los entretelones de la fiesta y con eso le iba a causar más de algún dolor de cabeza a los nuevos empresarios de El Toreo.

Al final se logró contratar a El Cordobés, inicialmente para un par de tardes, convirtiéndole en el eje de una temporada que constó de catorce festejos y en la que nuestras figuras, encabezadas por Calesero, Antonio Velázquez, Rafael Rodríguez, Jesús Córdoba, Manuel Capetillo y El Ranchero Aguilar fueron los encargados de darle la réplica al de Palma del Río, en tanto que en la Plaza México, el elenco se apoyó en Luis Procuna, Joselito Huerta y Jaime Rangel por la parte nacional y El Viti, Mondeño, Paco Camino y Diego Puerta por la parte extranjera.

Cuenta Alejo Peralta por vía de Luis Suárez en Alejo Peralta: un patrón sin patrones:

La empresa de la México, regenteada aún por Gaona, paró mientes en el asunto, pues si bien El Cordobés no era conocido en México, aquí ya retumbaba la fama que su figura y valor levantaban en otras arenas. Lo primero que hizo la más experta competencia fue controlar las ganaderías, de modo que los ganaderos no vendían toros a la señora Olmedo…

Así entonces, las ganaderías que se presentaron en Cuatro Caminos en aquellas fechas eran, o de aquellas que tenían tiempo de haber visto pasar sus mejores días, o de las que hoy en día llamaríamos emergentes y de las que las condiciones de sus productos no eran muy conocidas.

La segunda corrida de la temporada 1963 – 64 

La temporada se abrió el domingo 8 de diciembre con un cartel formado por el rejoneador Gastón Santos y los matadores Juan Silveti, César Girón y Martín Sánchez Pinto, quienes lidiaron toros de El Rocío.

La segunda fecha de la temporada originalmente se anunció con un encierro de Soltepec para el rejoneador Fermín Bohórquez, Alfonso Ramírez Calesero, Pedro Martínez Pedrés y Alfredo Leal. Cuando el encierro anunciado fue bajado a los corrales de Cuatro Caminos, el juez de plaza, el Faraón Silverio Pérez lo rechazó por su evidente falta de trapío. La prensa de la época menciona que esa circunstancia se conoció a nivel de rumor o trascendido, más nunca por una declaración oficial de empresa o autoridades.

Posteriormente, la víspera de la corrida en la mañana, se hizo del conocimiento público que Calesero presentó un parte médico señalando que padecía una lesión en un tobillo, por lo que no podría actuar, anunciándose que lo sustituiría Jesús Córdoba. Dice la crónica – de agencia – del festejo aparecida en el diario El Siglo de Torreón al día siguiente del festejo:

Este festejo estuvo salpicado de dudas y engaños toda la semana, pues mientras todo el mundo sabía que los toros de Soltepec no habían dado el peso y la autoridad representada por el diputado Silverio Pérez no los había aceptado, la empresa puso oídos de mercader y siguió anunciándolos hasta ayer sábado. Lo mismo ocurrió con “Calesero”, cuya imposibilidad para torear fue anunciada apenas anoche, por lo que se puso a Jesús Córdoba sin que estuviera preparado… La entrada fue inferior a la de la inauguración de la temporada y con diminutos carteles en las puertas de acceso al coso se anunció que la corrida de Soltepec había sido cambiada por una de San Diego de los Padres…

Al final, se terminaron lidiando, un toro de Heriberto Rodríguez para rejones; dos de Soltepec, uno sustituto del tercero de la lidia ordinaria, que fue devuelto por manso y otro, de regalo y cinco de San Diego de los Padres, que fue el encierro que sustituyó al originalmente anunciado.

Lo mejor de la tarde lo hicieron Pedrés con el segundo de San Diego de los Padres, al que le cortó una oreja y Alfredo Leal con el octavo de la jornada, de Soltepec, al que le cortó las dos orejas.

La actuación de Pedrés

El albaceteño Pedro Martínez Pedrés regresaba a México después de varios años de ausencia. Había confirmado su alternativa en la Plaza México una década antes, dejando una buena impresión y ahora reaparecía en ruedos mexicanos. El primero de su lote fue Machaquito, de San Diego de los Padres. Escribió Alfonso de Icaza hijo para El Redondel, salido a los puestos el mismo día del festejo:

Pedro Martínez brinda al respetable y se inicia con un ayudado por alto, tras del cual el toro arranca un pedazo de burladero. Torea luego sobre la derecha, por arriba, con sitio y conocimiento de causa, pero sin dar mayor sabor a las suertes. Dos derechazos que no brillan, y cambio de mano para torear al natural, sin dar tampoco mayor profundidad a sus pases, por lo que casi siempre se deja encima a su adversario… Éste dobla otra vez las manos, se vuelve reservón, pero Pedrés le llega hasta la propia cara, para sacárselo en varios derechazos, eso sí, largos y profundos. Otra tanda más completa que la anterior, con la cosa de que se ve muy por encima el matador sobre la bestia… Entra a matar por derecho para dejar una entera, tendenciosa, que surte los deseados efectos. Ovación, petición de oreja que es atendida por la autoridad y vuelta al ruedo en son de triunfo… Una vez más contrasta el esfuerzo de los diestros hispanos con la abulia de los nuestros…

La última expresión de las reflexiones de Icaza hijo, vienen a colación de la columna editorial de su padre Ojo, que cuestionaba con fuerza en la misma fecha, la abulia con la que se conducían nuestros toreros y los rumores que se propagaban, en el sentido de que el convenio se rompería otra vez, para concluir señalando que no era cuestión de echar a los de fuera, sino de enfrentarse a ellos con hidalguía.

Alfredo Leal y el sobrero de Soltepec

Alfredo Leal había tenido una tarde poco afortunada con el lote que le tocó, pues el primero de los de San Diego que sorteó fue devuelto a los corrales por manso y sustituido por uno de Soltepec que fue muy complicado; el segundo suyo, también de San Diego de los Padres, se aquerenció junto al cadáver de un caballo que murió durante el tercio de varas y no fue posible lidiarlo en condiciones, por lo que optó por regalar un octavo toro, de Soltepec, ante el que, según el citado Icaza hijo, realizó:

De la ganadería de Soltepec, negro bragado, abierto de pitones y no se anuncia su peso, que se puede calcular, cuando mucho, en unos 400 kilos… Alfredo Leal veroniquea a pies juntos primero y abriendo el compás después, acabando por armar la escandalera, ya que está toreando como los propios ángeles. La media final es de oro y la ovación a la altura de las circunstancias… Con una varita se pasa al astado, no sin que Leal nos volviera a recrear la vista, con varios lances al natural… Alfredo cita de largo, muleta en mano, para dar un sensacional pase cambiado en el centro del anillo. Sigue toreando, sobre la diestra, corriendo la mano con primor en sus derechazos, para rematar con el forzado de pecho. Ovaciones. Más derechazos, a un toro que sigue el engaño con primor. Pasándose la pañosa a la izquierda, para varios naturales buenos, viniendo la cogida a poco, al dar uno de pecho. Se levanta cojeando y con la taleguilla rota y sangrando, cita para dos o tres muletazos más y deja un estoconazo desprendido de efectos fulminantes. Ovación clamorosa, gritos de torero, y petición de oreja que concede el juez de plaza por partida doble…

Al final, in extremis, Alfredo Leal terminó por salvar una tarde que comenzó mal desde su anuncio, aunque en su espacio editorial de la siguiente semana, don Alfonso de Icaza Ojo, haría la siguiente reflexión:

En el coso de Cuatro Caminos, una gran faena de Pedro Martínez “Pedrés”, a un toro que precisaba un torero tan bueno como el albaceteño, que además estuvo en plan de gran matador; la labor completa de Alfredo Leal en el toro de obsequio, y de alivio por su tamaño y sus condiciones de lidia, y paren ustedes de contar…

De nuevo hacía Ojo la distinción entre la faena del torero poderoso y el torero que se aliviaba. Al final de cuentas, el resultado de la tarde trascendió poco a la historia de sus actores, pero sí lo hizo a la de la plaza y a la de nuestra fiesta, porque fue el preludio de una temporada que tuvo una trascendencia grande a partir, prácticamente, de uno solo de sus integrantes.

En las próximas entradas, seguiré tratando sobre algunas de estas cuestiones.

domingo, 8 de octubre de 2023

Alfredo Leal, a 20 años del adiós de un príncipe

Alfredo Leal
La temporada novilleril del 48 fue generosa al proporcionar toreros que caminaron más o menos largo en las veredas del arte del toreo. Varios de ellos se habían presentado en alguno de los dos calendarios anteriores, pero fue en ese año cuando consolidaron su posición y dejaron sentado que podían “ser gente” en el planeta de los toros. Así, toreros como Héctor Saucedo, Nacho Treviño, Jorge El Ranchero Aguilar, Alfonso Pedroza La Gripa, Curro Ortega, Fernando López El Torero de Canela, Tacho Campos, Rubén Rojas El Jarocho o Paco Ortiz fueron quienes, independientemente de Los Tres Mosqueteros, que llevaron el estandarte de esa generación, demostraron con el tiempo que lo que apuntaron era verdadero.

Dentro de ese grupo estaba un joven de la capital mexicana, Alfredo Leal, quien impresionó a la afición de la capital por la apostura con la que llevaba el terno de luces, como por la clase y la naturalidad con la que se desenvolvía delante de los toros. En el mes de septiembre de ese año, cuando se presentó en el viejo coso de El Progreso de Guadalajara, cautivó también a la afición tapatía y le produjo a don Francisco Madrazo Solórzano la siguiente impresión:

Tres presentaciones, y de los tres novilleros en esta plaza, sólo sobrevivió – y con creces – en el mundo de los toros, Alfredo Leal Kuri, que sería andando el tiempo, un diestro de fino hacer y limpio trazo, que lo convirtieron en un torero de primerísima fila en nuestra fiesta... Aquella tarde se quedó solo con la novillada de Santín, pues resultaron heridos sus compañeros... y la gente comenzó a hablar de Leal, un torero de cristal...

Como podemos ver, pronto quedó claro que Alfredo Leal llevaba bien unidos el ser y el parecer del torero. No era únicamente una figura que vestía bien y representaba adecuadamente lo que debería ser un diestro, sino que delante de los toros, lo confirmaba.

El hacer del Príncipe del Toreo ante los toros

Se atribuye a Curro Romero la afirmación de que el toreo es natural cuando las cosas se hacen a lo que da el brazo y la muñeca… Cuando las cosas se hacen sin estar forzado… Pues vamos, así toreaba Alfredo Leal. A pesar de medir un metro ochenta y seis de estatura – confesión hecha al entrevistador de El Ruedo días antes de su alternativa – no abusaba de sus extraordinarias dimensiones corporales para dar, en apariencia, mayor extensión a las suertes, sino que, manteniendo una majestuosa verticalidad y aplicando las reglas del Faraón de Camas, únicamente ponía en juego el vuelo natural de sus brazos y el giro de sus muñecas. 

Esas premisas teóricas las llevaba a la práctica. Así describió una actuación suya Francisco Lazo en abril de 1972:

Lanceó en el centro del anillo, cargando ligeramente sobre la pierna de salida, a ritmo lento. Y con la muleta, echándola apenas adelante, embarcaba, templaba y mandaba, muy erguido, moviendo solo el brazo, con elegancia... Y ahora con la izquierda, más lento todavía, haciendo flamear el trapo rojo en el último tiempo, con un suave muñecazo. Trataba al toro con delicadeza para hacerlo sentir a gusto y sentirse él, Alfredo, igual. Y todo allí, en el centro del anillo, sin paréntesis que pudieran romper la continuidad, que sacaran de su embeleso al torero y cortaran aquel coro de ¡torero, torero!, o las aclamaciones que, de tan continuas, parecían una sola...

Esa verticalidad y esa natural verdad con la que se conducía en los ruedos, le convirtió en un torero que, si bien no se puede afirmar con rotundidad que ocupó la cima de la torería de su tiempo, sí estuvo presente en las principales plazas y en los mejores carteles, lo que no deja lugar a dudas de que ha sido una figura del toreo.

Ese hacer ante los toros hacía de Alfredo Leal un torero que levantaba interés en cualquiera de las plazas en las que se presentaba y evidente resulta que en las que los toreros artistas son preferidos, el interés que despertaba era aún mayor. En el año de 1968 fue un activo impulsor de la reanudación de las relaciones taurinas hispano – mexicanas y le correspondió torear la Corrida de la Concordia en Sevilla. Para esas calendas, en muchos medios había una nueva generación de escritores. Es el caso de El Ruedo, donde un joven Jesús Sotos comentó acerca de su reaparición allí en la feria abrileña del siguiente calendario:

¡Qué gran planta la de Alfredo Leal! Tenía ganas de encontrarlo en un coso, y Canorea nos ha dado la oportunidad de saborear su talento. Bien por el mejicano que abrió la última temporada el camino – y la buena esperanza – al finiquitado “tiquis – miquis” taurino hispano mejicano. Muy bien Leal. Y eso que no le salieron los toros que él necesita para brillar a gran escala, a esa que su arte merece… Sabe estar…

El Príncipe del Toreo no fue uno de esos diestros que se quedan anclados en el tiempo de su surgimiento. Su personalidad y su forma de ser y de estar delante de los toros les hacen atractivos aún a quienes llegamos al conocimiento de la fiesta muchos años después. Ese conjunto de cualidades, reitera sin espacio para la duda, de que fue y será siempre una figura de los ruedos.

Alfredo Leal y los demás artistas

Cuando hablamos de naturalidad en el toreo a veces simplificamos diciendo el toreo de siempre o más poéticamente el toreo eterno. Lo hacemos para referirnos a ese toreo que parece sencillo, puro, adaptado anatómicamente a las proporciones corporales del que lo practica y que por supuesto, nos mueve las fibras espirituales, haciéndonos botar en nuestros asientos – Armillita dixit – llenos de alegría y de emoción.

Pero a veces, por buscar extensión a las suertes del toreo, se sacrifica la naturalidad, se busca ir más allá de lo que la extensión corporal da y se cae en una dudosa corriente artística que, si bien va acompañada de la personalidad propia del ejecutante y de la emoción que es propia del momento en el que se ejecuta, resulta antiestética, por precisamente, su carencia de naturalidad.

Casi podría afirmar que esa corriente es una especie de manierismo taurino, en el que por intentar forzar lo que constituye la armonía y la belleza del hacer ante los toros, se incurre en una serie de aberraciones y absurdos que terminan por destruir la esencia de su ejecución, porque la naturalidad, con el personalísimo aporte de quien lleva a cabo la faena, es la esencia de cualquier tauromaquia.

La naturalidad en el toreo no se aprende, es innata. Otras formas de expresión son generalmente resultado de la imitación – lógica o extralógica – de algún o algunos toreros vistos en los ruedos o en los videos. Encontrar la manera propia de ejecutar con naturalidad el toreo, debe ser quizás la tarea más complicada para el torero que inicia, porque en alguna manera, implica el encontrarse a sí mismo. Algunos nacen con la habilidad innata, otros tienen que trabajar para descubrirla, pero una vez hallada, su camino por las veredas del arte queda más o menos resuelto.

Para rematar

Alfredo Leal partió de este mundo hace 20 años el día 2 de octubre. Ha sido quizás, de los novilleros de su promoción, el que tuvo la carrera más longeva, porque todavía a mediados de los años ochenta siguió vistiendo el terno de luces. Nos ha dejado un interesante legado tanto en los ruedos como fuera de ellos, pues una vez que dejó de vestir el terno de luces se dedicó un par de años a dirigir los destinos de la Asociación de Matadores de Toros y Novillos y en su gestión se concluyeron las obras del auditorio Silverio Pérez que es una parte importante del patrimonio material de esa asociación sindical.

Mucho hay todavía que contar acerca de Alfredo Leal dentro y fuera de los ruedos, pero hoy, en la cercanía su aniversario luctuoso, dejo aquí estos recuerdos y estas reflexiones.

miércoles, 26 de abril de 2023

Feria de San Marcos 1973. La consolidación de un proyecto (VIII)


La gran tarde (noche) de Manolo Martínez

Para la quinta corrida de la feria del 73, a celebrarse la noche del jueves 26 de abril, don Guillermo González Muñoz acarteló a Alfredo Leal, quien cerraba su actuación final en el ciclo; Manolo Espinosa Armillita, que debutaba en el serial; y, a Manolo Martínez, que hacía su segunda comparecencia para enfrentar un encierro de Suárez del Real. Esa noche era, especialmente para Alfredo Leal, quien fuera el gran triunfador de la feria anterior, la oportunidad de justificar ante la afición de Aguascalientes su inclusión en los carteles del serial, habida cuenta de que en las dos tardes anteriores había pasado prácticamente inadvertido. 

Ya la tarde del día de San Marcos, Alfredo Leal había dejado algún apunte de la gran clase que siempre atesoró. Pero no logró conmover a los tendidos, por lo que, especialmente para él, esa corrida con la que cerraba su participación en la Feria de San Marcos de 1973, era de un importante compromiso.

Los toros de Suárez del Real

El punto de partida de cualquier festejo exitoso es el ganado que se vaya a lidiar en él. En esta oportunidad, el éxito del festejo no derivó precisamente de la calidad de los toros de Suárez del Real, sino del tesón, la voluntad y el arte de los toreros que los enfrentaron. Escribió don Jesús Gómez Medina acerca del encierro corrido esa noche:

Sin presentar problemas, sin ser ni de lejos unos “pregonaos”, los seis astados que integraron el lote lidiado ayer, mostraron un descastamiento rayano en la mansedumbre, cuando no fueron totalmente mansos… Sin malas ideas, eso sí; con una docilidad borreguna, pero sin pizca de acometividad. Hubo uno, el quinto, rotundamente manso… Un encierro terciado, en suma, que permitió que a tres de ellos le cortaran orejas; si bien el mérito de esto fue exclusivamente de sus respectivos matadores…

La gran noche de Manolo Martínez

Manolo Martínez cortó tres orejas en esa noche, y no sería exagerado decir que se las arrancó a los toros que le tocaron en suerte. Ya dejó establecido el cronista que fueron quizás justos de presencia, pero de esos que no transmiten al tendido, a los que, para emocionar, el torero tiene que hacerlo todo. De la narración de don Jesús Gómez Medina de las faenas de Manolo Martínez, entresaco lo que sigue:

…cuando el torero, aunándolos al sitio y a la calidad, exhibe el celo, el afán de triunfo, la rotunda determinación de conservar, a todo trance, un lugar de antiguo suyo dentro del escalafón taurino, como un príncipe celoso de mantener la integridad y la limpieza de sus blasones, entonces, amigo lector, se producen actuaciones y faenas como las que ayer realizó Manolo Martínez: dechados y ejemplo de lo que debe entenderse por realizar el toreo – el buen toreo, el toreo de la mejor ley – a despecho de las condiciones negativas de los bureles y por encima de los factores adversos que representan la mansedumbre y el descastamiento…

Temple en la muleta, para llevar a son, el ritmo ora intenso, ora perezoso y lánguido de una mano con poderío, la acometida violenta o parsimoniosa del astado. Temple en el espíritu, para llegar hasta la propia jeta del burel, para cruzarse con él al máximo, rebasando esa linde espectacularmente emotiva que suponen el terreno del toro y el del torero.

¿Terrenos del toro? ¿Terrenos del torero? ... ¡Ah!; cuando éste manda, toda la dilatada superficie del ruedo es suya; cuando ocurre lo contrario, el lidiador no está a salvo ni en el burladero. Definición belmontina ésta, que, como todas las del “Pasmo de Triana”, encierra una profunda filosofía.

De idéntica procedencia belmontina es otra sentencia, que ayer recordábamos mientras éramos testigos de la actuación del regiomontano: “el toreo es una caricia suave”. ¿Acaso ni tiene algo de cariciosa insinuación la forma que Manolo emplea para enseñar a embestir a los bureles, incitándolos en una especie de jugueteo, llevándolos suavemente prendidos en el engaño, para despertar en esta forma la antigua bravura agotada por torpes manipulaciones?

El toreo, ¡caricia suave! ... Porque, una vez metido en la muleta, con qué parsimonia tira del astado, obligándolo, forzándolo a embestir una y multitud de veces; encelando su marchita fiereza con la voz, con la roja sarga, con el cuerpo, ¡con todo! ¡Y qué tersura la de los pases con la derecha, qué lánguida templanza en los naturales, qué señorío y cuánto sabor en los de pecho!

Y, además, la hierática elegancia de los molinetes y la pincelada majestuosa del pase del desdén; una suerte que Manolo Martínez no inventó, ciertamente; pero a la que imprime la augusta majestuosidad de los monarcas del antiguo Oriente.

Y todo esto, insistimos – y aquí radica, quizás, el mayor mérito de la labor de Manolo – a contrapelo con la mansedumbre de sus dos enemigos; a los que, tras de haberles extraído un partido inimaginado, entre el entusiasmo del pópulo, liquidó, al tercero con media estocada a toro desigualado y descabello al segundo golpe; y al sexto, con un estoconazo definitivo, valedero para la obtención de ambos apéndices auriculares; con vueltas al ruedo entre ovaciones y música en ambas ocasiones, especialmente a la muerte del último astado…

Creo que no hay mucho margen para el comentario, salvo dejar patente que la narración de don Jesús sería aplicable a una importante cantidad de festejos de estos tiempos que corren, en los que el descastamiento del toro es ya regla y no excepción.

El brillante fin de compromiso de Alfredo Leal

El Príncipe del Toreo, decía al inicio, había tenido un paso casi fantasmagórico por la feria en sus dos primeras actuaciones. Esos altibajos le caracterizaron en su dilatada carrera por los ruedos, pero en la época en la que surgió, la afición sabía esperar a los toreros de su cuerda, pues en la tarde y en la plaza menos imaginada, recuperaban el paso perdido y reencontraban la senda de los triunfos. Así le sucedió la noche del 26 de abril del 73, y así lo contó don Jesús Gómez Medina:

En rigor, pese a haber actuado, con anterioridad en dos ocasiones, fue hasta ayer, en el quinto festejo de la feria, cuando asistimos a la reaparición del arte principesco de Alfredo Leal… Porque al primero de Suárez del Real, lo toreó de capa, por verónicas y chicuelinas, con la sobria y erguida elegancia que suele imprimir a su toreo Alfredo; para más tarde, con la franela, realizar una faena tan pausadamente señorial, tan límpida, con un temple tan exacto, tan exquisito, que consiguió con todo ello enardecer a los espectadores... Luego el burel vino a menos; pero, en el momento definitivo – en la suerte suprema – Leal se perfiló parsimonioso y sereno, como lo haría Mazzantini; y, una vez fijado el burel, se fue tras el acero, recto y decidido, como un “Frascuelo”; con tal determinación, ciñéndose a tal grado, que sacó la taleguilla rota arriba de la rodilla izquierda … ¡Una estocada, un estoconazo que está pintando para la de la feria! Ovación, oreja ganada a ley con el acero, y la vuelta al ruedo…

Manolo Espinosa Armillita

La noche no fue propicia para Manolo Armillita. Las crónicas de los dos diarios locales son coincidentes en que se le vio falto de sitio y por ende, desconfiado, con una actitud muy distinta a la de dos años antes, cuando le disputó de tú a tú el Escapulario de San Marcos a Manolo Martínez y prácticamente se lo arrebató de las manos. Sigue contando el cronista:

En parangón con sus alternantes, en Manolo Espinosa es evidente la falta de sitio. T esta carencia engendra, como primer efecto, la falta de confianza, la inseguridad en el lidiador… De aquí que su labor de ayer haya sido tan desangelada, tan gris. Hay un mundo de distancia de aquel Manolo Espinosa que hace dos años ganó, en buena lid, con brillantísima actuación, el trofeo de la feria, sacándoselo prácticamente del bolsillo a Manolo Martínez, y el torero que ayer, aunque trató de hacerlo, fue incapaz de llevar la emoción y el interés a los tendidos… Y es que el arte del toreo es un arte exigente, que requiere de quienes lo cultivan, una entrega total y constante…

Y así fue como se produjo otro festejo nocturno en la Plaza de Toros San Marcos. Cabría resaltar que las crónicas reseñan la presencia de personajes como don Pedro Vargas y don Antonio Ariza, brindados respectivamente por Alfredo Leal y Manolo Espinosa. Los toros de nuestra feria ya atraían visitantes de renombre.


martes, 25 de abril de 2023

Feria de San Marcos 1973. La consolidación de un proyecto (VII)

El día de San Marcos, surge una nueva figura

Mariano Ramos se había revelado ya ante nuestra afición, desde el anterior abril, en la única tarde en la que actuó, como un torero de poderío y de posibilidades y en la noche de la antevíspera, pudo dejar constancia de que sería en este serial hidrocálido donde saldría definitivamente lanzado a la cabeza del escalafón y de las preferencias de la afición, a partir de hacer un toreo sobrio, dominador y que le buscaba las posibilidades a todos los toros que le salían por la puerta de toriles. Era un caso de esos que se dan muy de cuando en cuando, pues no había para él un toro a contraestilo, pues a todos les encontraba la faena que llevaban dentro, a poco que se movieran.

La corrida del 25 de abril de 1973 se componía con la actuación del caballero en plaza Gastón Santos y en la lidia ordinaria, Alfredo Leal, Jesús Solórzano y el nombrado Mariano Ramos. La prensa divulgó que los siete toros a lidiarse serían de la prócer ganadería tlaxcalteca de Piedras Negras, aunque el desenvolvimiento de los hechos revelaría que los toros para los toreros de a pie efectivamente fueron de la ganadería anunciada y que el toro de rejones al final de cuentas llevaba el hierro del ingeniero Mariano Ramírez.

Mariano Ramos y Parrito de Piedras Negras

El tercero de lidia ordinaria y cuarto del festejo se llamó Parrito, y con él, Mariano Ramos escribió la página más brillante de la tarde y una de las más importantes de todo el serial. Fue, de conformidad con las crónicas, una faena lograda a partir de exponer y de porfiar. Así lo relató don Jesús Gómez Medina desde su cátedra de El Sol del Centro:

Mariano Ramos es un torero con celo, con afán de triunfo, con afición, en suma; y sobre tales cimientos el joven diestro logró erigir la sólida trabazón de una faena en la que el aguante, el dominio y el bien torear – pues torear, nunca será ocioso repetirlo, es parar, templar y mandar – desembocaron en la explosión de entusiasmo que enmarcó la gran faena de “Parrito” … Pues la gran faena fue esta, prototipo de entrega, sí, pero a la vez, del más cumplido torerismo; admirable por la forma de consentir, de aguantar a pie quieto y con el pitón en el muslo cuando no enfilando hacia el pecho, al agotado piedrenegrino; tirando, luego, de su débil embestida con un temple tan exquisito y exacto, que logró con ello el prodigio de que “Parrito” pasara en una y en muchas ocasiones, para eslabonar el toreo que, hoy en día, conmueve más intensamente la sensibilidad de los públicos; el toreo en redondo… ¡Oh!, los efectos de tener afición y eso indefinible, inapreciable que entre los taurinos se llama “sitio”. Porque Mariano es poseedor, en alto grado, de ambas virtudes; y con ellas, habrá de llegar muy lejos en la profesión… Es, por ahora, la inminente nueva figura de la torería nacional…Una estocada en sitio mortal. La ovación, que adquiere niveles tormentosos. Y las dos orejas y el recorrido triunfal a la arena, entre un diluvio de flores y prendas de vestir, inclusive de la condición más íntima…

Afición, oficio y poderío, tres prendas suficientes para llevar a un torero a la cima, y en ese día de San Marcos de hace 50 años, Mariano Ramos las dejó patentes en la arena de la Plaza San Marcos… Pero aún tendría más por decir en esa feria delante de los toros.

Tan bueno el toro, que Gastón Santos se bajó del caballo

El toro que abrió plaza, para rejones, decía, fue uno del ingeniero Mariano Ramírez y ante él, Gastón Santos estuvo certero con los rejones de castigo y con las banderillas y al llegar a la parte final de su lidia, en lugar de utilizar el rejón de muerte, se bajó del caballo y decidió matar pie a tierra, dadas las extraordinarias condiciones del toro de don Mariano, al que, conforme a la costumbre de entonces, no se le anunció nombre. Sigue contando don Jesús Gómez Medina:

Tras el preámbulo siempre espectacular que significó la actuación de Gastón Santos, rejoneando a la usanza portuguesa a un alegre bicho cárdeno del Ing. Mariano Ramírez, al que colocó entre otros, dos rejones en todo lo alto y un par de banderillas de excelente factura; pie a tierra toreó por alto y por pases de pecho; sufrió un achuchón y concluyó de un pinchazo y honda en lo alto, para escuchar palmas…

Un hecho inusitado, sin duda, porque si bien, los toreros a caballo echan pie a tierra cuando se les complican las cosas con el rejón de muerte, raro es el caso en el que lo hacen, evitando el uso de ese rejón.

Lo demás del festejo

Jesús Solórzano dio de cal y de arena. Ante el primero de su lote se estrelló con la debilidad que sacó y ante el quinto del concurso ordinario, Tintorero, tuvo momentos de lucimiento en el segundo tercio:

Al quinto de lidia ordinaria, “Tintorero”, lo toreó Chucho sin gran quietud. Lo mejor de su labor, los tres pares de banderillas, particularmente el tercero, zigzagueando en el cite, y el prólogo espectacular del trasteo, con pases de hinojos rematados lucidamente de pie. “Tintorero”, aunque escaso de fuerza como todos sus hermanos, tenía buen estilo, pero tampoco ante este burel se resolvió Solórzano a pisarle el terreno, a aguantarlo como el caso requería para cuajar un trasteo lucido. Por el contrario, su actuación con el acero fue muy deficiente, escuchando pitos…

Por su parte, Alfredo Leal, el triunfador de la feria del año anterior, seguía manteniéndose en esa línea abúlica que le caracterizó en muchos momentos de su dilatada trayectoria en los ruedos:

A su vez Alfredo Leal, en contraste con el entusiasmo de Mariano Ramos, con el primer piedrenegrino, “Tintorro”, que terminó aplomado, se concretó a cumplir; con facilidad, sí, pero a la vez, con frialdad suma. Un estoconazo, y Alfredo escuchó leves aplausos… A “Barba Blanca” un cárdeno claro, caribello, débil de remos, pero de buen estilo, Alfredo lo toreó a la verónica en dos tandas, superándose en la segunda y en una tanda de quietas chicuelinas que ejecutó luego… Muleta en mano, comenzó en buena forma su cometido; instrumentó varios pases de límpida factura, pero sin la emoción y el sabor que logró imprimir Mariano a cuanto llevó a cabo. Sin afición, en suma. Para concluir, un espadazo con travesía que bastó…

Todavía se vería más adelante al Príncipe del Toreo en la feria y, como todos los toreros llamados de la onza, aprovecharía la ocasión para cambiarla.

Los toros de Piedras Negras

La corrida enviada por don Raúl González, como se desprende de lo contado hasta aquí, pecó de la escasez de fuerza, aunque no de bravura:

El encierro de Piedras Negras, terciado en general, mostró la bondad de su casta, su bravura congénita. Pero, a la vez una debilidad, una carencia de fortaleza tales, que en buena parte contribuyeron a hacer, de la tradicional corrida, un festejo gris, con el paréntesis luminoso, triunfal, de la faena de Mariano Ramos a “Parrito”.

Es dura la conclusión final de don Jesús Gómez Medina, en el sentido de considerar que el festejo fue gris. Quizás no fue enteramente triunfal, pero el triunfo bien conquistado de Mariano Ramos, seguramente dejó bien cubierto el precio de la entrada de todos aquellos que llenaron la Plaza San Marcos el 25 de abril de hace medio siglo.

domingo, 23 de abril de 2023

Feria de San Marcos 1973. La consolidación de un proyecto (V)


Sin toro no hay fiesta posible (primera parte)

Tras de que la corrida con la que abrió el serial de hace 50 años dejara como signatura una importante tarde de Curro Rivera, se percibía animación en el ambiente. La segunda corrida sería la primera que se verificaría en horario nocturno y tenía como aliciente la presentación de Manolo Martínez, Alfredo Leal y Mariano Ramos en el ciclo. Entre otras cosas, dice la nota previa al festejo, aparecida en El Sol del Centro del día 23 de abril de 1973, día de la corrida:

La plaza de toros San Marcos se engalana nuevamente hoy, para la segunda corrida de la Feria Nacional de San Marcos y primera nocturna de la serie, presentándose un cartel que reúne grandes atractivos, al presentarse el regiomontano Manolo Martínez, alternando con Alfredo Leal y Mariano Ramos, para despachar un magnífico encierro de seis cromos de la acreditada ganadería de Valparaíso, que desde ayer fueron admirados en los corrales de la plaza… Hay animación grande por la corrida de esta noche, pues la afición local y visitante, sabe que los tres ases de la baraja taurina disputarán por igual el aplauso y la ovación que refrenden sus continuos y resonantes triunfos, sobre todo al hacer su presentación en esta extraordinaria feria taurina, elevada ya a una de las más importantes en el mundo... El tradicional y significativo sorteo, se hará a las cinco de la tarde y es de esperarse que haya suerte para todos.

Como se puede leer de la nota de prensa, los toros serían de Valparaíso, ganadería que en la época gozaba de gran predicamento entre la afición y sobre todo, entre los espadas que ocupaban las primeras posiciones en el escalafón. También resultaba atractiva la reaparición aquí de Alfredo Leal, quien era el triunfador efectivo de la feria del año anterior y que si bien, había anunciado que se iba de los ruedos, tras de materialmente bordar a Chamaco de don Jesús Cabrera la noche del 24 de abril en la misma Plaza San Marcos, desistió del intento de despedirse y continuó su andadura por los ruedos. Así pues, la mesa estaba servida para tener una interesante noche de toros.

El gozo al pozo

Los toros de don Valentín Rivero Azcárraga justificaron el aserto de don Antonio Llaguno, en el sentido de que no tuvieron palabra de honor. En la jerigonza periodística de hoy, se diría que no caminaron. La visión crítica de don Jesús Gómez Medina, cronista de El Sol del Centro, es más tajante, dura, entre otras cuestiones, reflexiona lo siguiente acerca del encierro lidiado:

...en los primeros años de este siglo un magnate zacatecano lleno de afición, don Antonio Llaguno, consiguió, merced a los buenos oficios de Ricardo Torres “Bombita”, el mandón del momento, hacerse de la espuma, de la flor de lo que pastaba en las dehesas saltillenses. Nació de esta forma la ganadería de San Mateo... Quiso, sin embargo, el destino – para la fiesta un destino aciago – que, muertos don Antonio y don Julián, quienes les sucedieron en la posesión de las porciones en las que se dividió San Mateo, otorgaran definitiva primacía a la suavidad y a la pastueñez en la embestida, con mengua de la antigua fiereza, de la primitiva bravura que singularizó y dio nombre al toro de lidia… LOS EFECTOS DE UNA TRANSFORMACIÓN… Hoy, a unos años de iniciada dicha transformación, estamos asistiendo a lo que tal vez sean los prolegómenos de la extinción total del espectáculo. Lo que antaño fue codiciosa bravura, es ahora borreguna docilidad; y la fortaleza de aquellos astados que solían poner en evidencia a quienes no poseían auténtico torerismo, se ha convertido en lánguida acometida, tan frágil y perecedera como flor de invernadero… Y si bien asentamos lo anterior por lo acaecido ayer por la noche, con los bureles de Valparaíso, puede afirmarse que, en rigor, la decadencia del ganado de lidia es de alcance general. Pese a los progresos de la genética, o quizás como fruto de un inadecuado empleo de aquella, los toros, día a día, poseen menos bravura, menos fuerza…

Lapidario es el juicio de don Jesús y aunque escrito hace hoy exactamente hace medio siglo, vale en cada idea que expresa para lo que sucede en nuestro tiempo. Lo que don Jesús plantea no se detuvo en su día y no ha cesado en sus efectos, salvo en contadas y muy honrosas excepciones.

La actuación de los diestros

Manolo Martínez se llevó la única oreja de la corrida. Se la cortó a Elector, segundo del festejo, a partir de obligarle a tomar la muleta y a pasar. La visión de Alejandro Hernández – tengo la impresión que esta crónica fue la de su presentación en El Heraldo de Aguascalientes – es la siguiente:

Manolo Martínez en su primero recibió a “Elector” con lances de sello personalista; con la muleta dio cátedra al torear sobre la mano izquierda en series plenas de arte y temple que hicieron levantarse de sus asientos a los aficionados. Con la muleta en la diestra volvió a hacer vibrar la plaza entera, haciendo que la concurrencia arrojara prendas a la arena. Al intentar un molinete resultó trompicado por “Elector”, sin consecuencias, para seguir toreando con arte, temple y poderío. Ejecutó dos veces su creación del desdén… Lamentablemente pinchó a la res para dejar después un espadazo en buen sitio, con el que el toro se entregó a las manos del puntillero. Tras una nutrida petición de oreja, le fue concedida para recorrer el anillo en una ocasión…

De lo relatado, se advierte que Manolo Martínez se tuvo que pegar un verdadero arrimón y que la oreja concedida fue de auténtico peso, habida cuenta que la cortó, aun después de haber pinchado al toro.

Mariano Ramos, de acuerdo con el recuento inicial de don Jesús Gómez Medina, sorteó al toro de mejores condiciones de la corrida, a Gamito, tercero de la corrida. Dice el cronista de El Sol del Centro:

“Gamito”, el tercero, cárdeno, salpicado, coletero y caribello, Mariano Ramos se estiró toreando por verónicas entre una ovación. Gran puyazo del Zotoluco, que dejó al de Valparaíso en condiciones propicias para que Mariano cuajara un trasteo lucido, brillante, en ocasiones emotivo, que logró su punto de culminación en dos pases de pecho admirables por como tiró del toro pausadamente, aguantando a pie quieto la embestida. Mas sus desaciertos con el acero – dos pinchazos, una estocada atravesada y media trasera – limitaron su éxito a la vuelta al ruedo entre aplausos generales.

Quien no tuvo ni suerte y por lo leído, ni voluntad, fue Alfredo Leal, quien en palabras del citado cronista de El Sol del Centro, tuvo una reaparición deslucida:

Aunque en realidad para Alfredo Leal el sorteo le asignó dos mansos de tomo y lomo, también es cierto que Alfredo vióse un tanto frío, indolente, a través de su actuación. Lo que hizo en uno y otro enemigo, no amerita reseñarse; salvo sus desaciertos con la espada en el primero, cuando a punto estuvo de recibir un aviso. A propósito, los impacientes deberían ver el cartel donde se anotala hora exacta en que principia en cada caso el tercio final. Al cuarto, en cambio, lo despachó pronto…”

Como se ve, a pesar de un par de episodios brevemente brillantes, el tedio fue el signo del segundo festejo de la Feria del 73.

Para terminar (por hoy)

Seguía reflexionando don Jesús Gómez Medina:

Nada de extraño, pues, que el espectáculo se torne con frecuencia tan anodino y tedioso como resultó la corrida de anoche, de la que, casi con pinzas, tan solo podemos exceptuar a un astado por haber tenido algo más de acometividad: el tercero. Los cinco restantes fueron otros tantos mansos; y si Manolo Martínez logró redondear un buen trasteo con el segundo y si Mariano Ramos hizo lo propio en el siguiente, todo ello fue fruto, especialmente, del tesón y del torerismo de uno y de otro... Y es que, despojado el toro de lidia de lo que fue su característica primordial y definitiva: la bravura, ¿qué queda de él? ¿Y cómo subsistirá, asimismo, el espectáculo taurino al extinguirse aquella?

La pregunta final de don Jesús es una de esas de difícil respuesta. Medio siglo después, nos la seguimos haciendo y nos seguimos viendo incapaces de responderla.

Aviso parroquial: Los resaltados en los textos transcritos son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 5 de marzo de 2023

3 de marzo de 1963: Alfredo Leal corta un rabo en El Toreo de Cuatro Caminos

Ya había apuntado por aquí, para más señas, el pasado 18 de diciembre, al rememorar la confirmación de alternativa de Mondeño, que el ciclo de festejos mayores 1962 – 63 se dio a plaza partida. La primera docena de festejos se celebró en la Plaza México, más que nada, creo, por las cuestiones que regulan el llamado derecho de apartado, que exigen precisamente ese número de tardes para sacarlo a la venta. Después de esa última corrida, verificada el 24 de febrero de 1963, con toros de La Laguna para Humberto Moro, Joselito Huerta y Curro Romero que confirmaba su alternativa, al domingo siguiente, la fiesta se trasladó a Naucalpan, al coso de Cuatro Caminos.

El elenco de toreros anunciado para el serial de siete fechas que se dieron entre el 3 de marzo y el 7 de abril de 1963 en El Toreo se formó con los mexicanos Manuel Capetillo, Juan Silveti, Joselito Huerta, Alfredo Leal, Antonio del Olivar, Luis Procuna, José Ramón Tirado, Víctor Huerta, y Morenito, los hispanos Paco Camino, El Viti, Joaquín Bernadó, Diego Puerta y Curro Romero, y el lusitano José Julio y en el renglón ganadero se presentaron encierros o toros sueltos de Coaxamalucan, Tequisquiapan, Mimiahuápam. Jesús Cabrera, Pastejé, Santo Domingo, Mariano Ramírez, La Laguna, La Punta, Torrecilla, Las Huertas, José Julián Llaguno, Reyes Huerta y Valparaíso.

En una nota aparecida en El Redondel del mismo día de la confirmación del Faraón de Camas, que ya he citado en parte, se adelantaba lo siguiente:

La empresa ofreció dar doce corridas, y la de hoy fue precisamente la duodécima, no prolongándose la temporada por incosteabilidad… Además de los toreros anunciados, se contrató a Luis Procuna, a Juan Silveti, a Jorge Aguilar, a José Ramón Tirado, a Joaquín Bernadó, a Curro Romero, que se presentó hoy… Así pues, con mejores perspectivas para la empresa, se pasa a la plaza El Toreo desde el próximo domingo, abriendo un derecho de apartado para un mínimo de seis corridas, que podrían ser muchas más y para las cuales se cuenta con todos los toreros que han actuado en la México con los cuatro triunfadores a la cabeza: Capetillo, Joselito Huerta, Paco Camino y Diego Puerta, para combinar carteles que satisfagan ampliamente a la afición… Tenemos noticias de que, dentro de ocho días, actuarán Paco Camino y Joselito Huerta, con un tercero, con lo que el lleno está previamente asegurado…

Y con la anticipación reglamentaria, como lo anticipó la nota de prensa del domingo anterior, efectivamente el cartel inaugural se formó con un encierro de don Jesús Cabrera para Alfredo Leal, Joselito Huerta y Paco Camino, quienes consiguieron un importante lleno en la plaza de Cuatro Caminos

La corrida inaugural del Toreo de Cuatro Caminos

La corrida fue accidentada. Los toros de Cabrera no tuvieron ese día el trapío suficiente para agradar a la concurrencia y fueron protestados de continuo y para más INRI, el tercero de la tarde, primero del lote de Paco Camino, llamado Tragabuches, se despitorró al estrellarse contra el estribo de la silla del picador en su primer viaje hacia los montados y fue devuelto y sustituido por otro de la misma ganadería, el que según la crónica de Ojo, con más edad al parecer, y bien puesto de cuerna... Ya había molestia por la poca presencia de los primeros dos toros, sin importar el tesón que puso Joselito Huerta para tratar de agradar a la parroquia.

La corrida siguió por el despeñadero. Quizás el momento crítico fue durante la lidia del cuarto, donde el ya citado don Alfonso de Icaza señala que el Juez de Plaza aguantó la bronca y mantuvo en el ruedo a otro toro carente de trapío y que El Príncipe del Toreo se empeñó en torearlo, por lo que a la mitad del trasteo la concurrencia, en son de chunga, comenzó a sacar pañuelos pidiéndole las orejas. 

Joselito Huerta tuvo momentos de lucimiento ante el quinto Curro Puya, luciendo con la capa y logrando sujetar a un toro que tendía a buscar el abrigo de los machihembrados tableros de Cuatro Caminos. En la labor de recoger y sujetar se le fue caminando el tiempo y la concurrencia de los tendidos empezó a impacientarse y las opiniones a dividirse. 

Paco Camino, tras de que el primero de su lote tuvo que ser sustituido, no las tuvo todas consigo. Pero le esperaban tardes mejores en los días siguientes y en ese mismo ruedo.

El séptimo de la tarde

Alfredo Leal anunció el regalo de un toro, sin que la crónica de Ojo precise el momento. El obsequio se llamó Carpintero, procedía de Pastejé y era de pelo negro. La actuación del Príncipe ante este toro fue descrita así por el invocado cronista de El Redondel:

Leal lo recoge con la capa y entre las verónicas que le propina tres que le resultan de recibo y le valen palmas… Una vara recargando, que dura eternidades y cambio de tercio a petición del donante… Cumplen los banderilleros y la plaza entera aplaude a Joselito Huerta, que anuncia a su vez que va a regalar un toro… Brinda Alfredo e inicia su faena con dos magníficos pases en el estribo. La continúa con otro de rodillas, también valentísimo y la sigue con dos magníficos derechazos, rematando con un soberbio pase de pecho. Ovación general… Alfredo se crece, se agiganta y liga muletazos superiores de toda superioridad, entre ovaciones y dianas continuas. Sus naturales, ligados a la perfección, tienen precioso remate con un pase de pecho que ni dibujado… Más naturales y otro de pecho monumental, para seguir con un adorno muy torero y varios derechazos estatuarios. Da un afarolado, sigue con uno de pecho y da unas manoletinas ceñidísimas que caldean aún más el ambiente. Entra a herir en derechura; se vuelca sobre el morrillo de la res y deja una estocada hasta el puño que sospechamos de defectuosa dirección a juzgar por la premura con que sus peones extraen el arma. El toro queda de todas maneras anonadado, pero no dobla, estallando la plaza de entusiasmo cuando se entrega, para que lo pare el puntillero; se amorcilla la res que por fin se entrega al punto de que miles de pañuelos flamean en los tendidos, pidiendo para Alfredo Leal los máximos honores, Le concede la autoridad las dos orejas y el rabo, pero el público protesta éste. Leal lo tira y da la vuelta al ruedo mostrando orgulloso los dos apéndices auriculares del bravo astado de Pastejé, a quien se conceden los honores del arrastre lento…

Como lo deja bien patente don Alfonso de Icaza, la concurrencia hizo a Leal tirar el rabo por considerar que la autoridad se excedió en la concesión del trofeo, pero para la estadística, fue el número 27 de los 36 allí concedidos. Joselito Huerta regalaría esa misma tarde otro toro de Pastejé, pero no tendría suerte con él.

Lo demás que traería esa temporada

Aunque se disputaría una Oreja de Oro que quedaría desierta, en el ciclo se tendrían tardes de gran calado con faenas como las de Diego Puerta a Limoncito y a Soñador de Valparaíso,  la de Santiago Martín El Viti a Marismeño de Tequisquiapan, o las Paco Camino a Catrín de Pastejé, toro de regalo la noche de la mencionada Oreja de Oro y días después las realizadas a los ya históricos berrendos de Santo Domingo.

También habría tardes aciagas, como la de Luis Procuna con Ojitos de Mimiahuápam, que se le fue vivo sin siquiera haber intentado tirarse a matar, o la de Curro Romero el siguiente domingo cuando armó la marimorena en sus dos toros e incluso fue multado por doblarse y encajar el estoque en los ijares del toro al rematar la suerte en su segundo. 

Esa fue la inauguración de una temporada de hace seis décadas, la que seguramente tendrá material para seguir contando aquí en las siguientes semanas.

domingo, 15 de enero de 2023

13 de enero de 1963: Diego Puerta corta cuatro orejas en su segunda tarde en la México


Hace seis décadas se vivía un profundo ambiente en México dentro de la fiesta de los toros. Se podía hablar y escribir libremente acerca del tema, con el respeto de quienes no tenían afición por ella y la reciprocidad de los que sí eran aficionados. Fueron días en los que una tradición casi religiosa, era el dedicar la tarde del domingo a asistir a la plaza de toros. No es mi imaginación la que construye esa afirmación. Al abrir la crónica del festejo que hoy me tiene aquí, don Alfonso de Icaza Ojo, en su semanario El Redondel, hace el siguiente aserto:

Cero y van seis los llenazos que se han venido sucediendo en esta temporada… El público se alborota por una u otra causa: acude presurosamente al coso; colma su cupo; se divierte a sus anchas y sale comentando los resultados de la corrida, que le sirven de conversación durante toda la semana… En otras palabras, más breves desde luego: México está metido en toros…

Hoy el ambiente social se inunda de los comentarios que organizadamente – muy bien organizada – vierten en contra de la fiesta en sí y en contra de quienes tenemos afición por ella, grupos de personas con intenciones nada claras y evidentemente, con un financiamiento que roza las lindes de lo inconfesable. En estos días, ser aficionado a la fiesta de los toros resulta ser una especie de estigma que nos convierte, ante los ojos de algunos, en verdaderos parias.

Por otra parte, habrá que reconocer que en aquellas calendas, quienes llevaban los asuntos de los toros, parecieron tener mejores intenciones y mucha más imaginación que los de hogaño. La oferta que transmitían al público para invitarlo a asistir a las plazas era intrínsecamente atractiva, pocas dudas se tenían sobre la asistencia a los festejos, porque los carteles ofertados destacaron, en su mayoría por su redondez.

Así se construyó una sólida afición que tenía, insisto, casi de una manera religiosa, el gusto por asistir a las plazas. Hoy ante cualquier anuncio, casi siempre hay una señal en los carteles que nos pone a dudar sobre asistir o no. ¿Recuperaremos alguno de estos días ese interés que parece cosa de tiempos idos?

La sexta corrida de la temporada 62 – 63 

El doctor Alfonso Gaona aprovechaba las cartas que tenía contratadas y las barajaba con destreza a partir de los resultados que los diestros iban generando en sus actuaciones, de modo tal que domingo a domingo, tuviera un reclamo convincente para seguir haciendo a la afición presentarse en las taquillas primero y en la plaza después. El día de año nuevo había confirmado su alternativa un jovencito sevillano llamado Diego Puerta y en esa tarde materialmente se echó a la bolsa al cónclave de la capital mexicana. Así, un par de domingos después, lo repitió y lo arropó con dos toreros mexicanos de distintas hechuras, pero de gran atractivo: Alfredo Leal y José Ramón Tirado. Para ese redondo cartel de toreros, puso un encierro de Tequisquiapan, ganadería queretana que estaba en la punta de la ola.

A pesar del reciente triunfo de Diego Puerta, la concurrencia se abrió más hacia sus paisanos. Escribe de nueva cuenta Ojo, en el número de El Redondel salido el 13 de enero de 1963, día de la corrida a la que me refiero:

Hoy se lidian seis de la prestigiada ganadería de Tequisquiapan, propiedad de don Fernando de la Mora, y están encargados de despacharlos Alfredo Leal, José Ramón Tirado y Diego Puerta… Hay palmas a la hora del paseo, pero menos entusiastas que otras veces. ¿Por qué? Al fin se aplaude a Alfredo Leal, que saluda desde el tercio...

El llamado Príncipe del Toreo se llevó la ovación de apertura y sería prácticamente la única que conquistaría en la tarde, pero el corolario aquí, es que la afición mexicana arropaba e impulsaba a sus paisanos toreros.

El gran triunfo de Diego Puerta

En esta tarde de hace seis décadas, Diego Puerta asegundó lo realizado en su tarde de confirmación. Salió en hombros de la plaza con cuatro orejas en la espuerta, tarea que refleja, en la opinión externada por Ojo el día de la confirmación del diestro del barrio de San Bernardo, en cuanto al valor de las orejas en la capital mexicana: …para obtener un apéndice en la plaza “México” hay que hacer cosas extraordinarias…

El primero de su lote se llamó Tortolito y fue negro con bragas. No fue un toro de esos de entra y sal. Más bien tuvo sus complicaciones, puesto que prácticamente al salir del segundo puyazo – con tumbo de latiguillo y toda la cosa – se dedicó a gazapear y a meter en conflictos a los encargados del segundo tercio. Carlos León, desde su tribuna del diario Novedades, en crónica epistolar dirigida a la actriz mexicana Dolores del Río, reflexiona lo siguiente:

…mérito tuvo su primera labor muleteril con “Tortolito”, pues la res no tenía la candorosa ingenuidad de la xochimilca María Candelaria. Mas, como el chavalillo sevillano es un pecho honrado de corazón gigante, le cuajó un trasteo cumbre que valió un Potosí, enhebrando los naturales y los derechazos como quien va ensartando perlas para hacer un collar. Y con media estocada que valía lo que el diamante del rajá de Borneo, tuvo para ser premiado con el primer par de orejas…

La opinión de Carlos León es puntillosa y ditirámbica, pero ilustrativa también. Deja ver que Diego Puerta se impuso a un toro dificultoso y salió adelante en su empeño, llevándose ambas orejas, mismas que paseó en triunfo en varias vueltas al ruedo.

El sexto de la corrida se llamó Bandolero, negro listón. Tampoco fue un dechado de cualidades el toro, pero tenía delante suficiente torero como para ser aprovechado en aras de otro trasteo triunfal. Escribe quien firmó como Juan de Dios, en calidad de corresponsal del semanario madrileño El Ruedo, salido el 24 de enero siguiente:

…Cuando llegó a la muleta, «Bandolero» aún levantaba la de «pensar»; Diego se dobla con él. Y aquí, amigos, instrumenta unos ayudados por bajo que podrían haber servido de modelo para la escultura del pase más bello que se pudiera esculpir. Eficacia y, al mismo tiempo, «un son con cadencia por soleares», que hace que los cuarenta y seis mil espectadores de la Plaza Monumental Méjico se enardezcan y la corrida vuelva otra vez a alcanzar el alto nivel que en el tercer toro tuvo. De aquí para arriba, encelando a su enemigo, corrigiendo sus defectos, enseñándole a embestir, y con todo ello consiguiendo una de las faenas más completas que en ruedo alguno se hayan podido presenciar. Cante grande por soleares y alegrías, tientos, veridales, serranas, martinetes y unas «tarantas» cantados con la muleta en la derecha, que conmocionan en «frenesí» a todo el respetable. Todo fue bueno, pero, vuelvo a insistir, según mi modesto entender, los cadenciosos pases en redondo que dio a «Bandolero» fueron superiores… Cuando Diego hace rodar al «bandido» con media delantera (por esto perdió el rabo), le traen las dos orejas, y los entusiastas se echan al ruedo para así pasearlo por él y sacarlo por la puerta grande…

Resume así esta tarde Carlos León:

En esta tarde luminosa, Diego Puerta ha estado positivamente diamantino: duro, persistente, inquebrantable. Fue firmeza y luz, como cristal de roca. Y en forma tan tremenda se arrimó a sus enemigos, que la amatista de su terno acabó fundida en la sangre de pichón del rubí de los morrillos... Y fue que, en sus dos esplendorosas faenas – dos señoras faenas – Diego resultó un artífice que atendió al consejo de Calderón de la Barca: “Todos vuestros pesares, señoras, cúbranse con joyas y aderezos”. Y de esa labor de filigrana, se encargó el orfebre sevillano... Porque así resultó aquello, Lolita. No fueron dos trasteos de desnuda y sobria belleza, sino adornados en forma preciosista con la orfebrería luminosa de la escuela sevillana...

No creo poder agregar algo más a esta tarde que fue de epopeya para el inconmensurable Diego Puerta.

El resto de la corrida

Alfredo Leal, anticipaba yo, no tuvo una tarde merecedora de ser recordada. Los toreros de su cuerda a veces salen destemplados a la plaza y difícilmente encuentran la manera de abandonar ese estado. Podría decirse que a pesar de la ovación tras el paseíllo, terminó por pasar de puntitas por el ruedo de Insurgentes.

Por su parte, José Ramón Tirado tuvo de cal y de arena. Le tocó el mejor toro de la corrida y ahora sí, según a quien se lea, estuvo a la altura o simplemente lo dejó ir. A pesar de las cuatro orejas cortadas por Diego Puerta, la cabeza de la crónica de don Alfonso de Icaza se dedica precisamente a la actuación del diestro mazatleco, pero si leemos al corresponsal de El Ruedo o en Novedades a Carlos León, podríamos entender que Tirado solamente apuntó, pero se abstuvo de disparar. Jardinero, ese quinto toro de la tarde, fue premiado con el arrastre lento, pero se fue al destazadero con las orejas en su sitio. 

La trascendencia de estos hechos

No sería esta la última tarde en la que Diego Puerta se destacara con triunfos en nuestras plazas. De hecho, estaba enfilado a ser parte de algunos eventos taurinos que pasarían con lustre a la historia patria del toreo, estableciéndose como un diestro del gusto de la afición mexicana y correspondiendo él siempre, con su inagotable entrega.

Como decía al principio, hoy nos lo pensamos para asistir a los toros, en aquellos días era difícil privarse de ir. Algo y alguien tienen que revolucionar el estado de cosas que actualmente vivimos, pues es la única manera en la que la fiesta tendrá futuro. 

domingo, 8 de mayo de 2022

La Feria de San Marcos hace medio siglo (y XII)

La feria de 1972 en resumen

La corrida de toros – extraordinaria por donde se le vea – que cerró el ciclo de San Marcos de 1972, se celebró el 5 de mayo. La fiesta entraría en un periodo digamos, de hibernación, pues las actividades en la Plaza de Toros San Marcos se reanudarían hasta el mes de octubre, cuando se celebró la X Convención Internacional de Peñas Taurinas y Aficionados Prácticos entre los días 8 y 15 de ese mes, con una serie de festivales en los que participaron distinguidos aficionados practicantes en el ruedo como Ángel Talamantes El Exquisito, Jaime Femat, Luis López Campa, Lalo Azcué, Paul Armand, Jesús Arroyo, el doctor Manuel Hernández Muro, el ingeniero Valente Arellano, Pepe López Hurtado – quien después se haría matador de toros –,  Guillermo Torres Landa y otros muchos que ahora escapan a mi memoria.

Los festejos formales regresarían la noche del 12 de octubre, inaugurando la temporada 1972 – 73, con una corrida de toros en la que se presentaría la ganadería de Zacatepec en nuestra plaza, para que la enfrentaran Antonio Lomelín, Curro Rivera y Mariano Ramos. Después del banquete ferial, era un buen inicio de campaña para preparar la feria del siguiente calendario.

Lo que se podía esperar para 1973

Después de que en el último cuarto de siglo se promediaran tres festejos por Feria de San Marcos, en 1971 don Guillermo González Muñoz creció la oferta a seis corridas y dos novilladas y el año que ahora me ocupa – y espero que a Ustedes también – se cumplieron ocho corridas y una novillada, festejos que sumados a la corrida verificada en el mes de enero y a las novilladas de la temporada regular, consiguieron que en Aguascalientes se dieran entre junio de 1971 y mayo de 1972, treinta y un festejos, algo verdaderamente inusitado en estas tierras.

En una entrevista publicada el 11 de abril en El Sol del Centro, realizada por Agustín Morales Padilla, en esos días redactor del diario decano de esta capital, el empresario reflexionaba:

¿No estás desalentado por los problemas que has enfrentado para integrar los carteles próximos?

Guillermo se acomoda en el mullido sillón ejecutivo, fija la mirada en el reportero y expresa:

“Esto ha sido un acicate. Los problemas nunca me han arredrado y ésta no podía ser la excepción. Inclusiva, puedo ratificar mi declaración reciente, de que, en 1973, nuestra empresa dará, durante la Feria de San Marcos, un total de 10 corridas”.

¿Con qué objeto es todo esto?

“Mi actividad de empresario taurino presupone un espíritu de superación, en bien de la fiesta brava. Esta es la tercera temporada en que manejo la plaza local y me cabe la satisfacción de que, en tanto que en el lapso 70 – 71 se dieron 24 festejos (18 novilladas y 6 corridas); en la 71 – 72 fueron presentados 30 festejos (22 novilladas y 8 corridas)”...

“Otro dato revelador de la magnitud de nuestro esfuerzo, es que el coso San Marcos es el que da mayor número de festejos, en el mundo, durante una feria, atrás, apenas, de los de San Isidro (Madrid) y Sevilla, España”.

Debo aclarar aquí, que don Guillermo habla de 30 festejos, pues todavía no se anunciaba ni celebraba la corrida del 5 de mayo a la que aludía al inicio de estas líneas. También, en una entrevista diversa, concedida a Everardo Brand Partida, el empresario deja entrever que quizás, la feria siguiente ya se daría en una plaza nueva:

La charla subía en información, y el entusiasmo de Guillermo se dibujaba en su rostro, al seguir diciendo que, para 1973 tendremos mucha mayor experiencia, y posiblemente contaremos con una plaza mucho mayor, que consecuentemente nos permitirá montar un número más grande de festejos y contratar, como ha sido siempre nuestra mete y obligación para con el público, a los toreros que más gustan en la actualidad, en sí, a las primerísimas figuras del toreo mexicano y algunas españolas…

Como podemos ver en retrospectiva, por una parte, el modelo de feria que implantó don Guillermo González Muñoz ya había cobrado carta de naturalidad y por la otra, el reclamo de la afición y de los públicos por asistir a la plaza, hacía necesaria la edificación de otra plaza de toros, dada la imposibilidad material de ampliar el cupo de la San Marcos.

Algunos números del serial

Ya había dejado dicho por aquí que esta feria de 1972 fue la feria de Alfredo Leal. Dos tardes – noches en realidad – toreó y en ambas se alzó como rotundo triunfador, realizando dos importantes faenas a Lupillo de Las Huertas en la segunda y a Chamaco de Jesús Cabrera en la sexta del serial. Se aseguró por la empresa y por el Príncipe del Toreo que esta era su despedida de los redondeles, pero la forma en la que se entendió con los toros lo llevó a reconsiderar y seguir adelante con su carrera. Regresaría en 1973 y volvería a firmar una tarde importante en las tres en las que se presentó.

Curro Rivera, quien se convirtió, por los desencuentros crematísticos entre la empresa, Joselito Huerta, Manolo Martínez y Eloy Cavazos, en el eje y sostén de esta feria del 72, tuvo un paso agridulce por la San Marcos. Si bien tuvo una faena importante ante Bambuco de Valparaíso, a partir de su actuación en solitario el día 23 de abril, las cosas se deslizaron hacia abajo y terminó entre una auténtica división de pareceres en los tendidos de la plaza. También sería de los que volvería al año siguiente.

Antonio Lomelín cortó una oreja a Abrileño II en la segunda del ciclo y otra en la corrida del día 25 a un toro del ingeniero Mariano Ramírez que le valió ser galardonado con el Escapulario de Oro de San Marcos. También le tendríamos aquí el año de 1973 en nuestra feria. Adrián Romero le cortó dos orejas a un toro de regalo, de Valparaíso en la cuarta de feria y en el mismo festejo Mario Sevilla se llevó otra de Bolero, aunque dejó la impresión de que estuvo por debajo de las posibilidades que el toro ofrecía. Mario Sevilla volvería al año siguiente, Adrián Romero, no.

La última oreja de la feria la cortó Fabián Ruiz a Candilejo de La Punta, el toro más pesado que se ha lidiado en una plaza mexicana en toda la historia del toreo nacional. También, las crónicas consideraron que Candilejo no fue enteramente aprovechado y que se premió más el arrojo y valor del diestro hidrocálido. Escribió Everardo Brand Partida en El Sol del Centro:

Imponente el astado, y cuando Fabián se enfrentó con él, los olés se dejaron escuchar, pero sin ninguna justificación, si acaso el valor del torero al pararse frente al toro. Porque, como lo decíamos anteriormente, el hidrocálido no toreó, fueron mantazos por aquí, otros más allá, unos intentos de torear por chicuelinas... pero nada, y el público todo se lo tomaba a bien, porque se enfrentó al toro más grande… y pese a todo, afloraron muchos pañuelos en los tendidos, por lo que el Juez otorgó la única oreja de la tarde, una oreja que bien podemos señalar que fue cobrada por el impresionismo y el valor del hidrocálido, al enfrentarse al toro más pesado que se ha lidiado en plazas mexicanas.

Agregaría, en cuanto a las corridas se refiere, que Jesús Solórzano realizó una entonada faena a un toro de regalo de Las Huertas la noche del 21 de abril y que el 5 de mayo dio una vuelta al ruedo por su labor ante Enanito de La Punta, así como lo hizo ese día también Joaquín Bernadó por su hacer ante Lagrimoso. Por su parte a Rafael Gil Rafaelillo, las prisas del público le escamotearon una bien ganada oreja a Majareta de Suárez del Real, último de la noche del día 20, pues por salir corriendo a la variedad del Palenque, no se preocuparon por pedirla.

En cuanto a la novillada del primero de mayo, la disputa por el Cristo Negro del Encino se centró entre Arturo Magaña y José Antonio Ramírez El Capitán. Al final de cuentas, este último fue el que la afición eligió con su aplauso – cuestionable sistema – como el ganador del trofeo, que se disputó en una novillada accidentada en la que el propio Magaña, Pepe Luis Sánchez y don Alfonso Pedroza La Gripa ingresaron a la enfermería heridos de alguna consideración por unos complicados novillos de La Punta corridos esa tarde.

Los galardonados

La Casa Pedro Domecq puso en disputa dos trofeos, consistentes en unas estatuillas de bronce realizadas por Raymundo Cobo. Se premiaría al triunfador de la feria y al mejor encierro en ella lidiado. Habrá que apuntar aquí que la premiación se realizó la noche del 25 de abril, fecha en la que aún no había sido siquiera anunciada la corrida del 5 de mayo, razón por la cual, se declaró que el mejor encierro corrido hasta ese momento, fue el de Valparaíso, la tarde del sábado 22 de abril.

En cuanto al triunfador de la feria, ninguna duda cupo de que el trofeo era para Alfredo Leal, que, en teoría, con esa redonda y rotunda actuación ponía punto y final a una trascendente carrera desarrollada en los principales ruedos del mundo.

Nombres que ya no escuchamos

Las notas, columnas y crónicas nos hablan de personajes como Fermín Rivera, Ángel Procuna, Manuel Contreras Zacatecas, Abraham Ortega, Enrique Vargas, Jesús Arroyo, don Alfonso Pedroza La Gripa o don Luis Castro El Soldado, todos asistentes a algunos de los festejos del serial y que todavía pudieron apreciar la transición de la manera de ofrecer toros a una que es la que impera en la actualidad.

Ese año de consolidación de nuestra feria la vendría a convertir en una de las más destacadas, pero también cobraría su cuota, porque muchas fechas tradicionales como el 15 de agosto, el 16 de septiembre, el 20 de noviembre, los días de Navidad o del Año Nuevo, se perdieron como fechas para los toros. Todo o casi todo se concentra en dos o tres semanas que transcurren entre abril y mayo. ¿Es ventajoso que sea así?

Así pues, aquí dejo este resumen, apretado, de lo que representó la Feria de San Marcos en su arista taurina hace 50 años, que representó la consolidación de un modelo que sería de observancia casi obligatoria en todas las plazas de importancia en México.

Aldeanos