Sin embargo, la finca de Matancillas, contigua a la de La Punta, sería el lugar en donde ésta última fraguaría su grandeza. Don Francisco Madrazo Solórzano, en su obra El Color de la Divisa, narra lo siguiente:
La historia de nuestra casa... principió en un tentadero realizado en la finca de Matancillas, en el potrero de las Cacalotas, en una plaza construida de piedra sobre unas viejas tapias de calicanto.
Era el mes de noviembre de 1921, y se celebraba una tienta de las vacas primitivas. Mi padre invitó a su gran amigo, Juan Belmonte García – que por entonces hacía su segunda campaña en cosos mexicanos – a torear unas terneras.
El trianero permaneció durante toda la faena sentado en los tejadillos de la plaza. No bajó ni una sola vez a darle un capotazo a las vacas, que toreaban – como podían – amigos íntimos de la casa: Tono Algara, Luis Vidrio y Pepe Cobián, auxiliados por el matador hidrocálido Rodolfo Rodarte.
Al terminar el tentadero, durante la comida de cordero al pastor, servido a pleno campo, Juan le dijo a mi padre: “Mire Paco, si usted es ganadero sólo por divertirse, lo que tiene está bien. Pero si usted quiere ser de verdad un criador de toros bravos y competir con los de su país sin desdoro, mate todo lo que hoy tiene. Venga a España, que yo con mucho gusto sabré aconsejarle en lo que compre, para que, con eso, y al cabo de un largo tiempo, pueda usted enorgullecerse de La Punta. Yo conozco, y soy muy buen amigo de varios ganaderos de lo mejor, que estarán dispuestos a venderle una punta de vacas escogidas y toros padres seleccionados por tienta y reata, de lo más selecto de sus piaras. Piénselo bien, y cuando usted lo decida, avíseme. Estaré, como siempre, dispuesto a servirle lo mejor que me sea posible...
Y es que, en esos años, la actual finca de La Punta no existía, pues se empezó a construir hasta 1927 y entonces las pruebas del ganado de lidia, originario primero de San Nicolás Peralta con toros padres de Parladé y Saltillo y después, procedente de San Mateo, se hacían precisamente en Matancillas, en la plaza levantada allí a ese efecto. Pocos años después, Matancillas iniciaría su andadura con nombre propio por los ruedos de México.
La 14ª novillada de la temporada 1926
El día de la Asunción de 1926 se celebraría la 14ª novillada del ciclo correspondiente a ese calendario. Se anunció la presentación de la ganadería de Matancillas – como fracción de La Punta – con un encierro para Julián Rodarte, Edmundo Maldonado Tato y la revelación Fermín Espinosa Armillita Chico. La publicidad anunciadora del festejo en el semanario Toros y Deportes, señalaba que la sangre de la ganadería era cruza española de Parladé, cuestión que luego veremos, resulta algo inexacta.
Los toros de La Punta, después de la importación de la simiente parladeña, se distinguieron, la mayor parte de su tiempo, por ser negros. Esa uniformidad en su capa produjo en don Francisco Madrazo Solórzano, una cierta fascinación por los toros de pintas diversas – raras, les llama él – y en su ya citada obra, hace este apuntamiento:
En los viejos libros de la casa vienen las fichas de dos novillos jaboneros. “Garrapato”, Nº 44 y “Palomito”, Nº 49, ambos hijos del toro de Parladé, con vacas de San Nicolás Peralta. El primero de ellos, lidiado por Fermín Espinosa “Armillita”, – novillero – en El Toreo de la Condesa, el 15 de agosto de 1926; y el segundo, regalado por mi padre a su gran amigo y aficionado práctico, don Luis Vidrio… El lote primitivo se mandó matar íntegro, y no volvimos a tener “pintas raras” en La Punta...
Es decir, el encierro de la presentación de Matancillas en El Toreo no era de origen Parladé puro, don Paco menciona al novillo jabonero número 44 y más adelante veremos que Verduguillo hará referencia a otro colorado ojo de perdiz, también del lote de Armillita. Y tiene su lógica, apenas hacía poco más de un año que el ganado adquirido por medio de Juan Belmonte, de Campos Varela, había llegado a La Punta, por lo que era materialmente imposible que estuviera en posibilidad de lidiar, aunque fuera una novillada de ese origen en tan breve tiempo.
El triunfo de Armillita
Rafael Solana Verduguillo, tituló su crónica publicada en su tribuna del Toros y Deportes salido a los puestos el día 17 siguiente: Triunfó Fermín el Sabio. Lo grande ese día, lo realizó ante el segundo de la tarde, del que relata:
Voy a ocuparme en primer lugar de la labor de Espinosa, porque fue el amo de la situación esta tarde. En segundo lugar, apareció un becerrote crecidito, castaño, ojo de perdiz, y con dos buenos pitones… el coahuilense logró quedarse con el animalito, y soltó una, dos, tres, cuatro verónicas estupendas, conservando los pies quietos y juntos, mandando únicamente con los brazos y pasándose por la barriga hasta el último pelo de la cola. Nos pusimos de pie, y ovacionamos esos cuatro lances maravillosos; vinieron después dos verónicas más, solamente buenas, luego un farol regular, y un recorte ceñido y vistoso…
“Armillita” encontró a su primer enemigo barbeando las tablas y con pocas ganas de pelea. Buscó al de “Matancillas” en el terreno que éste eligió; allí le dio un muletazo por alto, dos ayudados por bajo, obligando y consintiendo mucho para que el morito no se marchara. Un ayudado por bajo más, y el de costado con la derecha, aprovechando el viaje. Esto causa alboroto en las galerías, y, naturalmente, la escena se repite; sólo que esta vez el toro se va con la música a otra parte. Ya lo esperábamos.
En la zona de toriles, se desarrolla ahora la escena. “Armillita” que conoce las querencias muy bien y por eso digo que sabe mucho de estas cosas, se mete en el terreno enemigo; ahí pesan los toros. Dos ayudados por bajo, y después un natural con la zurda, corriendo muy bien la mano, otro igual, pasándose los pitones horrorosamente cerca, y el tercero nos pone los pelos de punta porque vemos como el maestrito ha tirado del toro, y se lo ha pasado por delante con la velocidad de un galápago. Así.
El toro sigue peleando en su querencia, y el torero sigue metido en ese peligroso terreno, porque sabe que ahí es donde las dan y las toman. Otra serie de tres naturales, soberbios, torerísimos. La cuadratura se logra, Fermín entra derecho, y sepulta la mitad del estoque en el mismo hoyo de las agujas; segundos después, el toro cae sin puntilla.
La concurrencia se pone de pie y aclama al maestro; y aparecen los albos pañuelos pidiendo la oreja, que el regidor Rochín concede. Nueva ovación y petición de la otra oreja. Y otra ovación más, y ahora es el rabo lo que exige la afición para el torero triunfador. Dos vueltas al ruedo, salida a los medios. ¡El delirio! ¡Bravo “Armillita”!
El devenir de Matancillas
Los hermanos Madrazo comenzaron a lidiar los productos del ganado de origen Parladé que importaron a partir del año de 1927, cuando se obtiene el cartel para la ganadería de La Punta tras de lidiar una corrida completa en El Toreo de la Condesa, el 23 de enero, para Chicuelo, Emilio Méndez y Marcial Lalanda.
Matancillas dejaría de ser fracción de La Punta en 1942. Tendría ya su propio hierro y divisa. Cuenta doña María Luisa Solórzano:
Los hermanos Madrazo escogieron la divisa color oro, gris y rojo, y el hierro es como una flor de lis con círculo. Cuando formaron la ganadería de Matancillas, en 1942, escogieron el mismo hierro, pero sin el círculo, y los colores verde y negro para la divisa…
Y así, Matancillas, ya con hierro y divisa propios, la ganadería predilecta de Conchita Cintrón – en 1939, mató con Jesús Solórzano y Alberto Balderas, la camada completa – presentó su primera corrida de toros en El Toreo de la Condesa el 10 de enero de 1943, para el nombrado Rey del Temple, Lorenzo Garza y Carlos Arruza.
Mucho se afirmó que en Matancillas se dejaban las vacas que no superaban los exigentes criterios de selección de don Francisco y don José C. Madrazo, pero que tampoco merecían ser desechadas. Yo agregaría que quizás también iban allí aquellas que, habiendo superado la prueba, no eran absolutamente negras, al igual que los machos que tentados con el caballo, superaban la prueba, pero no la de la negrura o que allí se ensayaban cruces entre familias antes de establecerlos en La Punta.
Nombres ilustres de toros de Matancillas son entre otros Cirilo, aquel toro con el que el Faraón Silverio dijera más de una vez, que hizo la mejor faena de su vida; Mañico, el novillo que fue cima y sima para Rafael Osorno; Tepiqueño, un novillo que encumbró a Finito en Guadalajara, o Solimán, otro novillo que nos mostró los espléndidos alcances de Jesús Solórzano aquí en Aguascalientes.
Aproximadamente en 1958 los caminos de La Punta y Matancillas comenzaron a separarse. Esta última quedó en la titularidad exclusiva de don José C. Madrazo, quien la conservó hasta el año de 1967 y al salir de la familia de sus fundadores, varió su base genética. Sin embargo, durante noventa y cinco años ya, su nombre ha estado presente en las principales plazas y ferias de México y de la América taurina durante una buena parte de ese casi ya un siglo.