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lunes, 13 de diciembre de 2021

La Feria Guadalupana de 1956 (II/II)

Rafael Rodríguez, 11 de diciembre de 1956
El Toreo de Cuatro Caminos, toro de Matancillas

Anunciada la feria, el viernes 7 de diciembre se abrieron las puertas del Toreo de Cuatro Caminos para dar inicio a ese inusitado serial de festejos consecutivos e ininterrumpidos en los que participaban las principales figuras del toreo de ambos lados del mar. Ante el tirón de taquilla que se anticipaba, el doctor Alfonso Gaona, inmerso en la temporada 1956 – 57 de la Plaza México, inaugurada apenas el domingo 3 anterior, anunció que pospondría la segunda corrida de su serial semanal para no entorpecer la buena obra que se realizaba en Cuatro Caminos, aunque la historia nos enseña que quizás esa posposición era ya un síntoma de una temporada que nació enferma, pues tras del 11º festejo del apartado, la misma terminó abruptamente y la gran plaza se cerró por la friolera de 473 días, asunto del que ya me he ocupado en este sitio en esta ubicación.

La primera corrida

El resultado del primer festejo en el que alternaron Antonio Ordóñez, Joselito Huerta y José Ramón Tirado ante toros de La Punta no fue halagüeño, ni en los tendidos, ni en el ruedo. Escribe Don Dificultades para El Ruedo de Madrid:

A pesar de que dijeron que se habían agotado los boletos de las localidades generales y casi terminado las numeradas. no hubo sino media entrada. La reventa de boletos sufrió un descalabro, ya que los revendedores se quedaron con bloques enteros de billetes para la corrida...

Los toros de La Punta, de extraordinaria presentación, fueron bravos para los caballos, pero se apagaron en el tercio final y los toreros poco pudieron hacer delante de ellos.

La segunda tarde

El sábado 8 de diciembre estuvo marcado por un alto grado de sensibilidad, pues representó la reaparición de Fermín Rivera quien ante Antonio Borrero Chamaco, haría matador de toros a Fernando de los Reyes El Callao, quien, en la Plaza México, había toreado la friolera de 39 novilladas. Aquí se produjo uno de los primeros cambios en lo anunciado originalmente, porque tres de los toros de Jesús Cabrera no fueron aceptados por la autoridad y tuvieron que se reemplazados por otros tantos de San Mateo

De nuevo, José Jiménez Latapí reseña que la reventa sufrió un nuevo revés pues Contaron que se habían agotado los boletos. A pesar de ello hubo grandes claros en ambos tendidos… De este festejo también me he ocupado por estos pagos en esta ubicación.

El tercer día

Quizás se hizo vigente el refrán aquel de que la tercera es la vencida. Sin hacer menos la faena de Fernando de los Reyes de la víspera, sin premios por el defectuoso manejo del acero, en este 9 de diciembre la Feria Guadalupana alcanzó su clímax taurino y en ella Antonio Ordóñez realizó la que quizás sea la mejor faena que llevó a cabo en ruedos mexicanos. La hizo a Cascabel de San Mateo, en tarde que compartió terna con Litri y Joselito Huerta. Fue también la corrida del primer lleno. Cuenta Don Dificultades:

Cortó al bravísimo y harto difícil de templar «Cascabel», de San Mateo, las dos orejas y el rabo. Nosotros creímos, y así lo gritaba mucha gente, que le habían dado todo el toro, como se hacía en los primitivos tiempos de la Fiesta… No cabe mayor armonía, ni mejor ritmo, que es distinto a rima, que la lograda por Antonio Ordóñez, Arte puro y sobrio, toreo vertical y sereno, todo llevado a cabo en un palmo de terreno en un alarde de mando. Toreo puro: naturales, derechazos, de pecho. ayudados altos, tras haber cuajado una serie de verónicas que pusieron a la Plaza al rojo blanco de entusiasmo, y para rematar, la estocada, recibiendo, refrendada por un volapié.

El público de Méjico, que es artista por excelencia, se le entregó a Ordóñez y era de escucharse a toda la Plaza gritándole ¡torero!, y era de verse cómo más de treinta mil pañuelos se agitaban en demanda de los trofeos…

Por su parte, Carlos León, en su tribuna del extinto diario Novedades de la capital mexicana, escribió:

La epopeya de la época… con demasiada frecuencia y ligereza se habla de verónicas de antología o de faenas de lo mismo, hasta haber hecho de ese encomio una trillada frase de cajón. Pero cuando la antología es el tratado que reúne trozos selectos de lo clásico, sólo algo de un puro clasicismo como esa faena rondeña de Antonio Ordóñez puede pasar a la posteridad como una auténtica lección de preceptiva taurina para tantos aprendices de toreros… Afortunadamente, de vez en cuando surgen en la fiesta esas hazañas imperecederas, que son como una escoba que barre con tanta basura que invade los ruedos. Ante ese ejemplar de lo que es, ha sido y será la pureza, la única verdad limpia y clara de la lidia se establece, por ventura, la enorme diferencia que existe entre el bien hacer, el bien torear y todas esas imperfecciones que han desvirtuado pasajeramente el arte de la lidia…

La del día 10

Los toros de Rancho Seco salieron complicados y no dejaron espacio de maniobra a José Ramón Tirado, Chamaco y El Callao. Escribía Carlos León que lo único soportable de este festejo fue que solamente quedaban unas horas para volver a ver a Antonio Ordóñez.

La quinta de la feria, con aperitivo boxístico

Los toros anunciados eran de Matancillas y se enfrentarían a ellos Rafael Rodríguez, Litri y Antonio Ordóñez. Heriberto Lanfranchi consigna en su Historia que tres de los toros sacaron el hierro de La Punta y que la corrida tuvo una inmejorable presentación.

Antes de iniciar el festejo, celebrado a plaza llena, se produjo en los tendidos de la plaza un bochornoso incidente, pues Carlos Arruza, objeto de las invectivas y pullas del cáustico cronista Carlos León, fue a buscarlo a su localidad y lo agredió. En la edición del diario Novedades, en el que publicaba sus crónicas el periodista, apareció al día siguiente del festejo, la siguiente nota, que entre otras cosas decía:

Alevosa agresión de Arruza a nuestro cronista Carlos León. – Nuestro crítico taurino Carlos León fue objeto, ayer, antes de iniciarse la quinta corrida de la Feria Guadalupana, en la Plaza de El Toreo, de una alevosa agresión por parte del ex torero Carlos Arruza, quien de manera premeditada y ventajosa golpeó al periodista que estaba cumpliendo su misión profesional.

El agresor, por lo visto, siente deseos de verse de nuevo en letras de molde y en hechos sucedidos dentro de un coso taurino, en lugar de comprender, puesto que pasó algunos arios como actor y tuvo tiempo de ello, que no hay nada menos ajustado a lo recto, que emplear el pobre argumento de la fuerza…

La agresión de que ha sido víctima nuestro compañero Carlos León, cronista que no ha vivido ni vive del medio conforme gustaría a muchos, es más censurable, más digna de repulsa, por esa misma razón. La pluma de Carlos León, libre siempre, pues no se ha dejado mediatizar por “cañonazos” de calibre alguno, por ello mismo merece el mayor respeto…

En lo que interesa, Antonio Ordóñez volvió a mostrar su calidad y categoría y cortó una oreja a Canciller, sexto del festejo, actuación que para El Ruedo de Madrid, resumió de esta manera Don Dificultades:

La entrada fué casi un lleno… Antonio Ordóñez... En su segundo, que a todo el mundo le parecía complicado, el torero de Ronda lo miró fácil y le cuajó un faenón de los suyos, pleno de imperial elegancia, templando de maravilla y ligando. Todo ello en un palmo de terreno, en medio de los gritos jubilosos de los aficionados, y coronó aquello con una gran estocada. Cortó oreja, y nosotros salimos admirados de cómo cambió Ordóñez al público, que ya estaba hosco, y lo hizo entusiasmarse basta donde más. Antonio se cortó un dedo del pie derecho con el estoque y pasó a la enfermería…

El fin de fiesta, la Corrida Guadalupana

Para el día de la Virgen de Guadalupe se anunció originalmente a Litri, Antonio Ordóñez, Joselito Huerta, José Ramón Tirado, Chamaco y El Callao con los toros de Las Huertas, anunciados en la publicidad como de Luis Javier Barroso, ganadería casi debutante, pues apenas había lidiado su primera corrida el 10 de agosto anterior en Monterrey en un cartel formado por Alfonso Ramírez Calesero, Luis Procuna y Jesús Córdoba, quien les cortó cuatro orejas y un rabo.

Al final, Antonio Ordóñez no compareció a esta que sería su cuarta actuación del ciclo, a consecuencia de la herida que se produjo con el estoque en la víspera y le sustituyó Rafael Rodríguez, que salió como primer espada de la corrida, en la que se disputaba la Rosa Guadalupana. Los toros de Las Huertas fueron complicados y al final de cuentas, lo único brillante fue el prólogo del festejo, según Don Dificultades:

Un lleno total. Desfile de reinas en lujosos Cadillacs. Paseo de cuadrillas llevando a charros ricamente vestidos y a una charrita empuñando el estandarte guadalupano. Ambiente de día grande. Entusiasmo sin límites...

Los números de la feria

Con tres tardes estuvieron: Antonio Ordóñez quien en la tercera cortó el rabo a Cascabel de San Mateo y en la quinta, una oreja a Canciller de Matancillas; Joselito Huerta quien en la tercera se llevó la oreja de Llaverito de San Mateo; José Ramón Tirado; Antonio Borrero Chamaco, con una oreja en la segunda, la de Abejorro de San Mateo, Fernando de los Reyes El Callao, que sin orejas, hizo una gran faena a Gordito de Jesús Cabrera, el segundo de su lote la tarde de su alternativa y Miguel Báez Litri, que se llevó la oreja de Coplero de San Mateo en la memorable tercera tarde del ciclo. Con dos tardes fue Rafael Rodríguez y con una sola, Fermín Rivera que el día de su reaparición le cortó las dos orejas a Los 21 de Jesús Cabrera.

En el renglón ganadero La Punta y San Mateo lidiaron 9 toros cada una, Rancho Seco y Las Huertas 6 y Jesús Cabrera y Matancillas, 3 de cada ganadería. Aclaro que, en el caso de Matancillas, el único que señala que su encierro venía remendado con tres toros con el hierro de La Punta, es don Heriberto Lanfranchi.

La Rosa Guadalupana

Este trofeo estuvo en disputa en la corrida del 12 de diciembre. Las circunstancias en el ruedo impidieron que fuera adjudicado. En alguna forma, el Patronato pensó en concederlo al triunfador numérico del serial, que en el caso sería el rondeño Antonio Ordóñez, pero en el festejo en el cual se celebró el éxito de la feria, ocurrió el siguiente hecho que quien firmó como Pepe Luis, corresponsal de la agencia United Press, en nota aparecida en el diario El Siglo de Torreón el día 24 de diciembre de 1956, se narra así:

MAGNIFICENCIA. – La Comisión Organizadora de la llamada Feria obsequió con un banquete a ganaderos y toreros. En él ocurrió algo inesperado. Antonio Ordóñez pidió, en nombre de los toreros españoles la “Rosa de Oro”. ¿Para quién? Para un Maestro del Toreo que culminó su larga y gloriosa existencia en una magistral faena en las corridas guadalupanas. Para Fermín Rivera. A nadie se le había ocurrido idea tan sencilla y adecuada. Y en el momento final del banquete se entregó al Maestro de San Luis el trofeo más bello que puede obtener un torero mexicano. Realizó Antonio Ordóñez la más maravillosa faena, en la cual no solo puso la sublimidad del arte, sino algo más: el alma…

Así, quedó, creo, justamente adjudicado un trofeo que después cobraría carta de naturalidad en una corrida que sería fija en el calendario taurino mexicano.

Epílogo

Mi amigo Horacio Reiba refiere que a posteriori hubo rebumbio por las cuestiones dinerarias de la feria. Que las cuentas nada más no le cuadraron a Tono Algara. Pero también se demostró la viabilidad de este tipo de ferias y así en Cuatro Caminos se volvió a programar una en noviembre y diciembre de 1964, de 8 corridas con El Cordobés y Paco Camino como ejes del serial; en 1967, dos de ellas, una en julio de 4 festejos, con Manuel Capetillo, Finito y Manolo Martínez en el centro de ella disputándose el Azteca de Oro y otra en noviembre y diciembre, también de 4 corridas, con Capetillo, Joselito Huerta y Manolo Martínez como atractivos principales y la de 1968, de 9 corridas, de las que nada más se dieron 8 – se canceló la del 12 de diciembre por lesión de Manolo Martínez en Quito –, encabezadas por Diego Puerta, Manolo Martínez, Eloy Cavazos, Curro Rivera y Palomo Linares y también con un Azteca de Oro en disputa. La última corrida de esta feria, el 29 de diciembre, sería la del cierre del Toreo de Cuatro Caminos para la fiesta de los toros hasta el 15 de octubre de 1994.

Al final, sería en el año de 1971, en Aguascalientes, donde el concepto de feria que se presentó en México en diciembre de 1956, terminara por cobrar carta de naturalidad y pregunto: ¿en detrimento de las plazas de temporada?

domingo, 3 de noviembre de 2019

Óscar Hernández Duque, médico de toreros

Autógrafo de Paco Malgesto
dedicado a la esposa del médico
Hoy en día están en la mira de la afición los médicos que atienden a los toreros. Las graves heridas sufridas en las plazas de Madrid y Zaragoza por Gonzalo Caballero y Mariano de la Viña ponen en valor el invaluable servicio que los facultativos hacen a los hombres que se juegan la vida delante de los toros y al conjunto de la fiesta en general.

Hoy quiero recordar a un médico que, por los azares de la vida, post – mortem, resulta ser parte de mi familia. Pero su tránsito por la fiesta no deja de ser trascendente. Gracias a su labor, muchos toreros pudieron seguir adelante con su andadura por los ruedos y muchos otros, sin pasar por lo que K – Hito llamara el taller de las reparaciones, tuvieron la oportunidad de iniciar una carrera dentro del llamado planeta de los toros, porque a más de ser médico, fue un gran ser humano.

El doctor Hernández Duque

Óscar Hernández Duque nació en Aguascalientes el 16 de julio de 1908, fue hijo de Atanasio Hernández Duque y Librada Medina. Estudió medicina en la Facultad de la entonces Universidad Nacional de México concluyendo sus estudios en el año de 1936 y desde su temprana juventud se aficionó a la fiesta de los toros, integrándose a uno de los primeros círculos taurinos de esta capital, el Rodolfo Gaona.

Casa en noviembre de 1938 con la señorita Isabel Jaramillo Mayagoitia y casi al tiempo asume la jefatura de los servicios médicos de la Plaza de Toros San Marcos, misma que dejaría hasta el año de 1968 mismo en el que falleció. Independientemente de sus funciones en el servicio de plaza, el médico Hernández Duque ejerció además como Presidente de la Cruz Roja, Médico de la empresa Productos de Maíz, Director del Sanatorio La Esperanza y se dedicó a la docencia en el Instituto de Ciencias (hoy Universidad Autónoma de Aguascalientes), llegando a ser Rector del mismo.

Algunos momentos de su paso por las plazas

La profesión del médico de plaza es complicada. Me consta porque mi padre lo fue. Don Óscar tuvo además en sus manos la integridad y la vida de los toreros en los días en los que los antibióticos eran bienes primero inexistentes y después escasos. Los heridos dependían de la habilidad y del profundo sentido de la asepsia del médico que los atendía para evitar primero, una infección que podría ser mortal y después, esperar una intervención adecuada a las condiciones de la herida sufrida, para poder retornar a la actividad en un tiempo razonable.

Óscar Hernández Duque es uno de esos médicos que se tuvo que enfrentar a la otra muerte en el ruedo. El 1º de enero de 1940 toreaban en la Plaza de Toros San Marcos a caballo Conchita Cintrón, Jesús Solórzano y Alberto Balderas reses de Matancillas. El sobresaliente era el novillero hidrocálido Juan Gallo. En el quinto toro de la tarde, El Rey del Temple permitió al sobresaliente hacer un quite. Al iniciarlo, el toro lo prendió por la entrepierna y al soltarlo el toro de inmediato se observó que brotaba un chorro intermitente de sangre. Fue llevado a la enfermería. Tras de la primera intervención fue trasladado a la Cruz Roja donde se continuó la lucha por su existencia.

Juan Gallo falleció a las 9:45 horas del día seis de enero de ese 1940. El parte facultativo firmado por don Óscar decía:
...ayer a las nueve horas con cuarenta y cinco minutos falleció por herida por cuerno de toro en muslo derecho, toxemia, con destrozo de femoral, en la Cruz Roja el señor Juan Gallo, soltero, mexicano, de veintinueve años de edad…
También tuvo la necesidad de atender a toreros como Ricardo Balderas, Rafael Rodríguez, al norteamericano Rocky Moody quien años después perdiera una pierna a causa de una cornada, a Calesero, a Gregorio García, a Raúl García y a Pepe Luis Vázquez mexicano entre otros.

Y todo esto lo hacía de una manera curiosa. La infraestructura hospitalaria en Aguascalientes era escasa en esos entonces. Como él y doña Isabel no tuvieron hijos, en su casa de la calle Pedro Parga número 122, adaptó una de las habitaciones para atender allí a los toreros heridos después de haberlos intervenido hasta su total restablecimiento.

Su reputación ante los medios

José Jiménez Latapí Don Dificultades, escribió esto acerca del doctor Hernández Duque y de los médicos de su tiempo y que a fe mía, vale aún para los de hoy:
…diremos que lo único que no da olor a letrina en la fiesta de los toros es el servicio médico de plaza, y de fuera de ella; el servicio médico a los toreros, a la gente del toro… Lo único que se ha salvado de la porquería es eso, el servicio médico de la plaza, que siempre tiende la mano franca y abierta al rico y al pobre; al vencido y al vencedor. Ahí, en donde está el palco o el burladero de los santos laicos, se detiene la ola de inmundicia que cada día más trata de ahogar a esta fiesta tradicional y racial que es la de los toros… ¡Los médicos de plaza! ¡Quién ha sido capaz de llevar la cuenta de la gente salvada por ellos? El actual servicio, jefaturado por Rojo de la Vega e Ibarra tiene ya más de siete lustros dando servicio, desde que un empresario, hombre cabal, con sentido humano, que es ya casi divino por lo escaso, lo nombró. Me refiero al ex – empresario Dr. Jesús Luna Echeagaray. La roja figura de don Pepe y la magra de don Javier tienen ya todo ese tiempo en la plaza… A ellos, a Rojo y a Ibarra, representando a todos los médicos de plaza de la República les queremos rendir el homenaje antes dicho… al santo Mota Velasco y Pérez Lete en Guadalajara; a Gaspar Rubio en Morelia; a Hernández Duque en Aguascalientes; a don Pepe Contreras en la blanca Mérida… Y a los que no lo son y sin embargo de ello, llevados por su afición, por su amor a la fiesta y a la profesión médica operan y curan de enfermedades no profesionales no solo a los toreros, sino a la gente del toro… 
Como se puede ver, desde hace casi seis décadas, se reconocía la vocación del médico del servicio de plaza, que va más allá del mero servicio profesional, que implica el entregarse en cuerpo y alma al beneficio de aquellos que se someten a la atención de quienes prestan esa clase de servicios.

El testigo

Mal está que uno hable en primera persona, sobre todo cuando se trata de asuntos propios. Pero en esto que nos ocupa, hay razón para hacerlo. Mi padre fue el médico personal de don Óscar Hernández Duque quien falleció el 14 de septiembre de 1968 y fue también quien recogió el testigo en la jefatura de los servicios médicos de la Plaza de Toros San Marcos, donde permaneció un par de años a cargo.

En conclusión

El médico de plaza no es solamente un profesional especializado. Es una persona que transmite ánimo e ilusión a quienes salen al ruedo a jugarse la vida y representan con su mera presencia en su contraburladero, un sentimiento de seguridad en el sentido de que si las cosas se tuercen, allí estarán ellos para tratar de llevarlas a buen puerto.

En alguna oportunidad, por razón de un cargo público que ocupé, le dije a un amigo y condiscípulo torero espero no tener que servirte y él me contestó que esa es exactamente la respuesta que los médicos de las plazas les dan cuando les saludan en los patios de cuadrillas, pero me decía, resulta siempre un gran alivio saber que allí están, siempre a la orden.

Nota aclaratoria 1. - Transcripción del autógrafo de la imagen: “Con todo mi respeto para la esposa de un Médico, Médico de toreros y por eso un hombre casi superior. Paco Malgesto. 1945”

Nota aclaratoria 2. - Los subrayados en el texto de Don Dificultades son obra de este amanuense, pues no aparecen así en su versión original.

sábado, 10 de octubre de 2009

Joselillo (I/III)

El próximo miércoles se cumplen 62 años de la muerte de Laurentino José López Rodríguez, Joselillo. Aquí les presento un repaso de la vida y del breve paso por los ruedos de este verdadero fenómeno de la novillería, organizado a partir de una conferencia que se me invitó a impartir dentro de la Semana Cultural Taurina de la Academia Taurina Municipal de Aguascalientes, en agosto de 2002.



De Nocedo de Curueño a Gijón

Laurentino José López Rodríguez fue originario de Nocedo de Curueño, provincia de León, lugar que como Aguascalientes, se distingue por las calientes aguas que brotan de su suelo, en las estribaciones de la cordillera Cantábrica, más o menos a la mitad del camino entre León y Oviedo, el lugar en el que la piel de toro inicia su encuentro con el mar.

En el año de 1924, José Luis, el mayor de los nueve hermanos López Rodríguez, marcha a México y en 1932, a la muerte de su madre, solicita a su padre que le envíe a uno de sus hermanos para que le haga compañía y le ayude a proveer al hogar familiar. El elegido por su padre, don Victoriano López es el menor, Laurentino José, que nacido el 12 de julio de 1925, es apodado a esa corta edad El Vivo y el 24 de junio de ese año, es puesto a bordo del Cristóbal Colón, para hacer el viaje de Gijón a Veracruz, iniciando el camino que quince años después, terminaría en el ruedo de la plaza de toros más grande del mundo.

En México

Al llegar a la otrora región más transparente del aire, tras el paso del verano, que sirvió a Laurentino para conocer la ciudad y ambientarse en ella, es inscrito en el colegio Cervantes, pues la pretensión de José Luis era que su hermano menor tuviera las oportunidades que no estuvieron a su disposición. No obstante esos buenos deseos, la realización personal de El Vivo no estaría entre libros y cuadernos. Terminó su instrucción primaria más por la exigencia de su hermano mayor, que por convicción. Con aptitudes para el dibujo, sus preceptores escolares sugirieron que se enrolara en una academia de artes plásticas. Por su parte José Luis pretendía que Tino estudiara una carrera comercial, misma que le daría las armas necesarias para bastarse a sí mismo. La respuesta de su hermano menor a esas insinuaciones fue tajante: Yo seré millonario sin trabajar y mucho menos, sin estudiar…

Primero el fútbol y a partir de su asistencia a una corrida de toros en 1942, los toros fueron el tema de la lectura y de la conversación de Laurentino, quien confesó a su amigo Aurelio García su deseo de hacerse torero. Orientados por otros maletillas, llegan a una finca ganadera conocida como El Pedregal, propiedad del señor Jerónimo Merchand, en las inmediaciones de la Villa de San Ángel. Allí, por algo más de diez pesos, le echaban vacas de media casta a quienes querían torear, amenizando sus hazañas con uno o varios pasodobles reproducidos por un fonógrafo de la época.

Al principio no se decidía, pero cuando lo hizo, Laurentino se tiró al ruedo y clavando los pies en la arena citó a la vaca. Ésta se arrancó y él, quieto como un poste, aguantó la acometida y cuando la vaca llegó a su jurisdicción, dejó caer los brazos para marcar una verónica, esbozando por primera vez la manera de torear que tantas pasiones levantaría después en las plazas de toros. Quiso repetir el lance, pero fue empitonado, recibiendo una paliza de órdago.

En el invierno de 1944, Laurentino José López Rodríguez vistió por primera vez un terno de luces. Salió como sobresaliente en una novillada que en Tepeji del Río daban Juan Vela y Javier Mejía. Esa tarde solamente partió plaza, pues confesaría después a Aurelio García que el ambiente vivido esa tarde le causó mucho miedo, por lo que no hubo poder humano que lo sacara del burladero en el que se refugió, más como nos lo enseña la historia, ese sentimiento de Laurentino no alcanzaría a dominarle.

Nace Joselillo

Aurelio García era originario de Álvaro Obregón, Tabasco. En ella vivió sus primeros años y aprovechando las relaciones dejadas por su familia en aquél lugar, convence a las Autoridades Municipales y a la Junta de Mejoras Materiales de que una manera de allegar recursos para financiar sus proyectos, era la organización de festejos taurinos. Contando ya con el beneplácito de las autoridades obregonenses, organiza una cuadrilla en la que participarían Antonio Márquez, Javier Mejía y Roberto Vázquez, que junto con Laurentino y Aurelio se repartirían la calidad de matadores en esa gira por el sureste mexicano.

Llegó el momento de anunciar los festejos y advirtieron que el nombre de Laurentino no era muy afortunado en los carteles, por lo que se buscó la manera de anunciarle. Al final de cuentas, los aventureros decidieron prescindir de su primer nombre y del apellido paterno, para quedar como José Rodríguez. Una vez acordado que así se le anunciaría, Antonio Márquez propuso que se le apodara Joselillo, aceptándolo el torero. En ese momento nació para la eternidad, la manera en la que nuestro personaje sería conocido.

Los triunfos en Álvaro Obregón llevaron a la cuadrilla a actuar en Villahermosa. Allí alternaron con Emiliano Vega y Paco Herros. Entre las cuadrillas iba el banderillero Manuel González Pinocho, quien pronto advirtió que en Joselillo podría haber una figura del toreo.

Don Dificultades



Pinocho por un lado y Aurelio García por el otro, presentaron a Joselillo con el personaje que sería definitorio en la breve existencia de éste. Se trata de José Jiménez Latapí, periodista y apoderado de toreros y ganaderías, vecino de la ya mítica calle del Pino y conocido en el ambiente como Don Dificultades o como El Ogro del Pino, quien advirtió de inmediato la planta torera de Laurentino, efectivamente parecía torero y también se percató de la facilidad que tenía para cautivar a quienes le rodeaban.

Tras de un tiempo, El Ogro consideró que Laurentino ya había asimilado la teoría predicada en la calle de El Pino, por lo que le llevó a la ganadería de Santín, propiedad de Juan de Dios Barbabosa y que él representaba, para verlo ponerla en práctica. Ante las vacas, Joselillo demostró que era capaz de quedarse completamente quieto, haciendo el toreo con un emocionante juego de brazos y de muñecas. Ante la evidencia, Don Difi se convenció que estaba delante de un verdadero fenómeno.

Corre ya el año de 1945 y don José decide que ya es tiempo de ver a Joselillo delante del toro. Pacta con Guillermo Martínez El Pilón la presentación en la placita de Puente de Vigas para el día 3 de abril de ese año y repite los días 10, 17 y 24 de ese mismo mes. Esas actuaciones le permitieron afiliarse a la Unión Mexicana de Matadores de Toros y Novillos, pues por esas calendas se exigía que los aspirantes a novillero presentaran cuando menos tres programas de actuaciones con picadores.

Por esas fechas tanto Aurelio García, como Antonio Márquez hicieron su presentación en los Jueves Taurinos que en El Toreo daba Antonio Algara. Por intermedio de Aurelio, Tono invitó a Joselillo a presentarse en esas novilladas de oportunidad, de las que había surgido Luis Procuna. El Ogro no aceptó la oferta, pues decía: O tenemos un triunfo de clamor o un fracaso estrepitoso…

La gloria, antesala de la muerte

Para iniciar 1946, Joselillo realiza otra gira por el Sureste, actuando principalmente en Tabasco y Campeche, destacando sus actuaciones de los días 14 y 29 de abril. Regresa a México a la mitad de mayo y se entera de que su apoderado, José Jiménez Latapí le había ajustado su presentación en la recién inaugurada Plaza México.

El cartel anunciado para el 25 de agosto de 1946 se componía con ocho novillos de Chinampas, propiedad del Dr. Manuel Cortina Rivas, vecino de Ojuelos, Jalisco, formada con pura sangre de La Punta y Matancillas, ganadería que hacía su presentación en la Capital, para ser lidiados y muertos a estoque por Manuel Jiménez Chicuelín, Pepe Luis Vázquez, Fidel Rosalem Rosalito y José Rodríguez Joselillo, que hacía su presentación en esa plaza.

La tarde fue lluviosa y la entrada no fue lo buena que se esperaba, no obstante que Chicuelín y Pepe Luis eran los triunfadores de lo que iba de la temporada. Ante el cuarto de la tarde, Joselillo realiza el toreo que él intuía y corta el rabo de Campero. Sin importar el clima, ni las constantes interrupciones del festejo para componer el ruedo, la gente que asistió se queda hasta el final de su actuación.

Tras la euforia del primer triunfo, no tardaron en aparecer las voces de aquellos a los que nada les parece bien. El primer punto de apoyo que tuvieron, fue el de la nacionalidad de Joselillo. Hasta sus propios paisanos le hostilizaban por considerar que era un rojo transterrado – se decía que era uno de los niños de Morelia – y por otra parte, también La Porra se encargó de hacerle amarga la existencia en el ruedo de Insurgentes.

Por si algo faltara, trascendió el diferendo de Don Difi con la empresa, a cargo de Miguel Simón, acerca de los dineros que consideraba debía percibir su torero. Joselillo recibió setecientos pesos por su presentación en la México. Tras el triunfo, Jiménez Latapí exigió diez mil por novillada, lo que incomodó al sobrino de Don Neguib. Después de un publicitado estira y afloja, se convino en ocho mil quinientos pesos por novillada, suma bastante fuerte para la época.

Reaparece el miércoles 4 de septiembre y actúa los días 6, 8, 15 y 29 de ese mes; el 6, 13, 20 y 27 de octubre y el 3 de noviembre se presenta en Guadalajara para alternar con el texcocano Jorge Medina y Javier Gómez en la lidia de novillos de Santín. Laurentino quedó inédito esa tarde, pues al salir al quite en el que abrió plaza, se llevó una cornada de doce centímetros. Se escapa de la enfermería y el segundo de su lote, quinto de la tarde, le infiere otra de dieciocho centímetros, ambas en la pierna derecha. Entrevistado al recuperarse de las heridas, se le preguntó por qué no se quedó adentro desde la primera cornada, a lo que respondió: La plaza está llena y yo no puedo defraudar a ese público que ha venido a verme.

El ritmo que llevaba era vertiginoso.

1947, un año de imposible olvido

Tras la convalecencia, que aprovechó para recibir junto a Manolete el trofeo al novillero triunfador de la temporada, Joselillo regresa a Guadalajara, actuando en la calle del Hospicio el 12 de enero de 1947, con poca fortuna y el día 26 siguiente, en la disputa de un Estoque de Plata junto con Paco Rodríguez, Pepe Luis Vázquez y Luis Solano. Los novillos fueron de Matancillas.

De esta última tarde, Paco Madrazo refiere que por fin se pudo ver a Joselillo en Guadalajara, quien cortó la oreja a Rondeño, cuarto de la tarde y se llevó el trofeo en disputa. Continuó su campaña por la provincia mexicana y el 5 de febrero actuó en Morelia, después fue a Mérida y a Campeche, dejando en esas plazas su carta de presentación.

Tras de que Manolete terminara su campaña en Mérida, sobrevino otra ruptura de las relaciones taurinas entre España y México. A partir de esa situación, se le impidió actuar a Joselillo, aduciendo que su nacionalidad era española. Lo que ignoraban los que a toda costa querían acabar con él, era que a principios de ese año, la Secretaría de Relaciones Exteriores le había otorgado la carta de nacionalidad mexicana.



Planteada la situación a la Unión, en asamblea, se decidió apoyar la propuesta de Jesús Guerra Guerrita, a la sazón Secretario General de la agrupación, en el sentido de que todos aquellos toreros españoles que hubieran adquirido la nacionalidad mexicana antes de la ruptura del convenio, podrían actuar sin problema alguno. Al enterarse del acuerdo, el 11 de marzo, Joselillo dirigió la siguiente comunicación a la Unión:

El acuerdo tomado en la última asamblea de nuestra Agrupación, en que se trató mi posición de la misma con motivo de la ruptura del Convenio Taurino Hispano – Mexicano, ha sido para mi una gran satisfacción que no puede expresarse con palabras y también un lazo de gratitud que ata para siempre mi reconocimiento y cariño a todos los compañeros de profesión que en forma tan espontánea y unánime votaron a favor mío.

Desde niño he vivido en México, en México me estoy haciendo torero y en esta bendita tierra están mis afectos, mis ilusiones y mis esperanzas.

El año pasado, cuando nadie podía sospechar que estuvieran en peligro de romperse o de interrumpirse siquiera las relaciones taurinas hispano – mexicanas, por propia convicción, no por amor al interés, sino por amor a este país donde no me considero un extraño, sino el más humilde e insignificante de sus hijos, solicité mi carta de naturalización en la Secretaría de Relaciones Exteriores, la cual hice llegar a ustedes en su oportunidad. Soy, pues, mexicano; si no por nacimiento, si por amor a México, por estar identificado con sus costumbres, su gente y sus cosas. Así lo he manifestado, no ahora, sino siempre, cuando soñaba con llegar a torear y cuando nadie sospechaba que se tuviera en cuenta la nacionalidad para vestir el traje de luces. Mis sentimientos mexicanistas, mis documentos de nacionalización como mexicano, confirman en todo lo antes expuesto ante el justo criterio de ese H. Comité Ejecutivo.

La forma espontánea y unánime con la que la Asamblea de la Unión Mexicana de Matadores de Toros y Novillos tomó el acuerdo de autorizar mis actuaciones ilimitadamente en las plazas de toros del país por considerarse, porque lo soy, ciudadano mexicano con derechos y obligaciones, me hace un honor que sabré estimar y corresponder dignamente, en el ruedo como torero y en todos los actos de mi vida como hombre.

Ruego a ese H. Comité Ejecutivo se sirva recibir la más honda y sincera expresión de mi reconocimiento por el acuerdo a que me refiero, gratitud para todos y cada uno de mis compañeros y para la Unión Mexicana de Matadores de Toros y Novillos, a la cual me honro en pertenecer, muy orgullosamente.

Gracias como torero y como hombre. Y gracias, también, como ciudadano mexicano, por el reconocimiento de mis derechos.

Soy de ustedes afectísimo compañero.
(José Ramón Garmabella, Joselillo. Vida y Tragedia de una Leyenda, México, 1993, Págs. 111 y 112)


Dadas las cosas de esa manera, Joselillo no vuelve a actuar sino hasta el primero del mayo en Monterrey y el 18 del mismo mes en Tampico.

Por esas fechas se anuncia también su contratación para la temporada de novilladas que comenzaba en la plaza más grande del mundo. A partir del hecho de que Joselillo la llenaba cada vez que se presentaba, Don Dificultades consigue que los honorarios de su torero sean cubiertos a partir de un porcentaje del producto de las entradas, en contra de lo que pretendía el nuevo empresario, Tomás Valles, que era el pagarle quince mil pesos por actuación.

El chihuahuense Valles no se quedaría con la espina clavada. Pronto reaccionó y dejó correr en los medios la versión de que para satisfacer la desmedida e injusta ambición del novillero, estaba obligado a subir los precios de entrada a la plaza. Ese anuncio provocó la ira de los públicos, que a la menor provocación le echaban en cara su origen español y le exigían como si se tratara de una figura cuajada, sin reparar en que al inicio de lo que sería su última temporada capitalina, apenas llevaba toreadas unas quince novilladas con ganado de casta.

La temporada de 1947 constó de veintisiete novilladas y Laurentino actuó en seis de ellas, siendo víctima de una saña brutal desde los tendidos. Eso se refleja en sus resultados, que no son muy halagadores. El primero de junio se le va vivo el segundo de la tarde y siete días después, un novillo de Carlos Cuevas le manda al taller de las reparaciones por casi dos meses. Es en esa convalecencia que Joselillo hace la siguiente reflexión a su hermano José Luis:

Todos tienen derecho a opinar según sus gustos y no es posible que una sola persona, un torero en este caso, pueda satisfacer todas las opiniones. Si muchos van a la plaza a meterse conmigo, tal vez no lo hagan por maldad sino porque su gusto en el toreo difiere con lo que soy y lo que puedo dar. Aunque, eso sí, deberían tener presente que les doy cuanto tengo y que jamás he escatimado esfuerzo alguno para dárselos… (Garmabella, Op. Cit., Pág. 125)

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