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domingo, 21 de julio de 2024

20 de julio de 1913: Presentación de la ganadería de Garabato en El Toreo de la Condesa

Hierro y divisa de Garabato
Al menos en el caso de Aguascalientes, en el siglo XIX y aún antes, las haciendas o fincas ganaderas tuvieron en sus hatos ganado que braveaba, aunque su finalidad productiva no fuera la crianza del toro de lidia. Aquí y en los alrededores era frecuente ver anunciados toros de las haciendas del Pabellón o de San Nicolás de la Cantera y ya en la puerta del siglo XX, se vieron anunciados en la Plaza del Buen Gusto, toros del Garabato, procedentes de la hacienda que lleva el muy taurino nombre de San Isidro Labrador, ubicada al Noroeste de la ciudad capital de Aguascalientes.

Esta finca fue en esos días propiedad de don Luis Aguilar, quien la transmitió, seguramente por herencia a su hija María, casada con don Celestino Rangel, nativo a su vez de la hacienda de Ciénega Grande. Éste último era aficionado a la fiesta de los toros y es quien da el viraje definitivo a la vocación de Garabato, derivándola ya en definitiva a la crianza del toro de lidia.

La primera novillada de concurso

En el año de 1913 una empresa a la que la prensa de la capital mexicana se refiere como Empresa Madrid, aprovecha el parón del verano para ofrecer una serie de cuatro novilladas de concurso, a las que hoy en día llamaríamos de selección en búsqueda de nuevos valores para animar una temporada de festejos menores que por lo visto no había tenido buenos resultados y buscar a quienes pudieran ser las figuras del futuro, entendiendo que la única manera de sacar toreros es poniendo a los muchachos a torear.

Así, el primero de esos festejos se anunció para el 20 de julio de 1913, con seis novillos de Garabato para Ignacio Ezpeleta Ezpeletita, José Amuedo, Sebastián Suárez Chanito, Francisco Berea Camiserito, José Carrasco Carrasquito y Manuel Ríos Jerezanito, todos debutantes, así como la ganadería, que también hacía su presentación en la capital mexicana.

Para la ocasión, don Luis Aguilar envió a la capital ocho ejemplares, que Don Calixto, en su crónica publicada en el diario El País de la capital mexicana, describe de la siguiente manera:

Primero. – Castaño tostado, grande, feo, quedadote y con su miajita de nobleza... Segundo. – Castaño obscuro, pequeño, sacudido de carnes y con aquello en la cabeza... TERCERO. – Castaño, grande, con cuernos de ciervo... al sentir el hierro, huye como alma que lleva el diablo... Al corral... Sustituto. – Castaño, bragao, albardao, corniveleto, grande y de pitones kilométricos... Cuarto. – Castaño, grande, bien criado, apretado de cuerna y nervioso... Quinto. – Muy bonito, pero manso de solemnidad, al corral... Substituto. – Castaño, grande, con unas perchas hasta allá y con pinta de manso... Sexto. – Una ardilla color castaño, feo, con cuernos en leche y pegajoso para los capotes...

Como podemos ver, el encierro de Garabato tuvo por seña el que fue de pelos bermejos o colorados en su totalidad, cuestión que era en esa época, característica del ganado criollo que braveaba. Y por el otro lado, la indefinición en el juego que dieron como cualquier ganadería en ciernes. Prudente es tener en cuenta que en aquella época se juzgaba a los toros por su comportamiento en la suerte de varas, pero se advierte de la breve descripción de Don Calixto, que algunos ejemplares fueron nobles y que en lo general el encierro estuvo bien presentado.

El juicio que hace Pata Larga en el periódico capitalino El Diario del día siguiente al del festejo acerca de la novillada de Garabato, es el siguiente:

Los toros enviados por el señor Luis Aguilar no fueron parejos en presentación, y aunque de escaso poder, cumplieron mejor que los de la “Encarnación”, que los de la famosa “Trasquila”, que los del “Pabellón”, etc… Hubo dos que volvieron al corral, uno condenado a fuego y cinco que resultaron más blandos que la mantequilla, pero bravucones para la gente de a pie, sin resabios y acudiendo al percal o al trapo rojo cuando se les presentaba por delante…

Voy a insistir, el baremo era la suerte de varas, pero actualmente quizás se diría que fueron buenos para el torero.

La actuación de los diestros

Al final del festejo se libraron de la quema Ezpeletita, Amuedo y Chanito, quienes fueron los que mostraron menos limitaciones ante los astados. Un jurado cuya integración no se reveló en las crónicas, los seleccionó para participar en el tercer festejo junto con los tres triunfadores del que se celebraría el domingo 27 de julio. Pelongo, escribiendo para El Imparcial, expresa:

El jurado acordó su voto a “Ezpeletita”, Amuedo y “Chanito” para que después de la corrida del domingo próximo, en que torearán en competencia tres matadores mexicanos, compitan a su vez con los que queden victoriosos... El fallo del jurado fue acogido con general beneplácito, pero por la noche, uno de los novilleros no agraciado con el voto, decía en un corrillo de toreros: "No hay justicia, a mí se me debía haber seleccionado; pero, ¿Cómo va a ser justiciero un jurado en que están un escritor festivo, que todo lo toma a guasa, y en el que no faltaba... ni el Judas del apostolado?

Por su parte, el ya citado Pata Larga, en El Diario, refiere:

De los seis matadores de novillos que tomaron parte en el concurso, los que sobresalieron fueron “Ezpeletita” y “Chanito”, resultando una completa nulidad el “Camiserito”, que fue bautizado por el público como “El Chancleta”, por haber tirado una zapatilla al ser perseguido por uno de los “jaquetones” del “Garabato” y más que nulidades “Carrasquito” y “Jerezanito” ...

Esos festejos de selección a veces resultan ser una verdadera lotería, pero también, a veces, no hay otro método mejor para dar oportunidades a toreros principiantes.

El devenir de los toreros

Ezpeletita, gaditano, recibió una alternativa en Puebla, de manos de Reverte Mexicano. Sus hijas Pilar y Paquita fueron bailaoras de flamenco formando un cuadro conocido como Las Canasteras de Triana. José Amuedo, también de Cádiz, recibió la alternativa el 3 de junio de 1923 en Tarragona, de manos de Saleri II y con José Flores Camará de testigo, con toros de Peña y Rico. Y, Sebastián Suárez Chanito, de la Isla de San Fernando, recibió la alternativa en México, mano a mano con Vicente Pastor el 4 de enero de 1914 y la confirmó en Madrid al año siguiente de manos de Juan Silveti.

De Camiserito, Carrasquito, y Jerezanito, no encontré información que indicara que caminaron largo por el llamado planeta de los toros.

Garabato

A partir del año 1932 se hace cargo de la ganadería don Celestino Rangel Aguilar conocido como El Tato Rangel, quien fue un personaje llamativo y pintoresco en nuestra fiesta. Vestía siempre el traje de charro y llevaba, como debe ser, una pistola al cinto, a la que festivamente, don Arturo Muñoz La Chicha, nombraba Doña Genoveva. Él fue quien se encargó de empadrar y seleccionar los ganados llegados de Malpaso al final de la década de los veinte, cuando esa ganadería zacatecana se liquidó y pasó en su mayoría a la propiedad del general Anacleto López, pero que también llegó en parte a Aguascalientes vía Garabato; y también a lo que posteriormente sería Santa Rosa de Lima, lo originalmente llamado Albarrada propiedad de Eduardo Margeli y Antonio Casillas, después Armillita Hermanos y a lo que fue del coronel Pablo Baranda.

Esos ganados traían cruces con toros de Saltillo, Murube, Concha y Sierra, Veragua y Otaolarruchi. Una mezcla a la que mínimamente podemos calificar como explosiva. La labor de selección tenía que ser muy escrupulosa y precisa para obtener productos adecuados, por lo que comenzó a hacer cruces con toros padres de San Mateo y Piedras Negras.

También adquirió uno de los eslabones perdidos de la historia genética de la ganadería mexicana, un toro de los herederos de Vicente Martínez que originalmente importó don Miguel Dosamantes Rul para Peñuelas, un negro mulato, número 27, llamado Terciopelo. Le contó Calesero al doctor Alfonso Pérez Romo:

Mi hermano Jesús era entonces empresario de la Plaza de Toros San Marcos y había pensado para mi despedida novilleril un mano a mano con Juan Estrada. Por aquel entonces, Juan Estrada y yo éramos la pareja más interesante de la baraja en México. Fuimos a Garabato a ver la novillada, propiedad del ganadero Celestino Rangel “Tato”; aquellos animales eran el primer producto de un semental de don Vicente Martínez que trajo de España don Miguel Dosamantes, y que después de padrearlo unos años en Peñuelas, se lo vendió al “Tato”...

Esa es una gota más que hizo a Garabato una ganadería única, por la indudable mezcla de sangres que llevó.

Una reforma agraria mal entendida redujo casi a la nada la superficie territorial en la que se podían criar los toros de Garabato. Durante muchos años el Tato Rangel tuvo que arrendar subrepticiamente a los ejidatarios las tierras que le fueron expropiadas para seguir criando sus toros.

Pese a ello, Garabato logró presentarse en la Plaza México con una novillada el domingo el 3 de junio de 1973, misma que lidiaron Adolfo Guzmán, José Manuel Montes y Artemio Becerril en el segundo festejo de ese ciclo novilleril, apenas unos meses después de que El Tato Rangel falleciera y que su hija Rosalinda se encargara de los destinos de la ganadería. 

Al paso del tiempo, otros hierros de la región adquirieron actualidad y por ello, su presencia en los carteles dejó de ser frecuente, tanto que más de un autor la señala en sus obras como extinta. Sin embargo, hoy en día se reconstruye la base ganadera de Garabato a partir de simiente de Puerta Grande – antes ingeniero Mariano Ramírez – y está a cargo de esa tarea el joven abogado Hiram Íñiguez Rangel, que ya representa a la quinta generación de criadores de ganado de lidia en la hacienda de San Isidro Labrador, por más señas Garabato, en Aguascalientes, México.

domingo, 5 de abril de 2020

Hoy hace un siglo: Confirma su alternativa en Madrid Ignacio Sánchez Mejías

Confirmación de Ignacio Sánchez Mejías
Ignacio Sánchez Mejías estaba destinado a ser un personaje histórico por sí mismo. Desde que decidió ser torero su vida se envolvió en una historia rocambolesca que valía ser contada. En 1908 se subió como polizón al vapor Manuel Calvo junto con Enrique Ortega Cuco para venir a México y aquí ambos, intentar hacer carrera en los ruedos.

Ambos fueron detenidos en Nueva York, confundidos con unos anarquistas buscados por la justicia y una vez que se aclaró su identidad y situación, Aurelio Sánchez Mejías, hermano mayor de Ignacio, que inicialmente llegó a nuestro país al cuidado de los encierros españoles que se lidiaban en las plazas de la capital mexicana y que en ese momento estaba al cargo del recién inaugurado Toreo de la Condesa, ofreció los avales necesarios para que Ignacio y El Cuco pudieran continuar su viaje hasta territorio nacional.

Así Ignacio iniciaría su carrera en los ruedos en Morelia, como banderillero en el año de 1910 y ya como novillero lo haría en la capital mexicana al año siguiente. Seguiría alternando sus actuaciones como jefe de cuadrilla y como subalterno y en esta faceta actuaría a las órdenes de Fermín Muñoz Corchaíto, Cástor Jaureguibeitia Cocherito de Bilbao y Rafael González Machaquito.

Debutaría en Madrid como novillero en 1913 y el 21 de junio de ese año durante una actuación en Sevilla sería gravemente herido, lo que lo hace replantearse su futuro en los ruedos, por lo que en 1915 retoma los vestidos de plata y actúa a las órdenes de Juan Belmonte y Rafael Gómez El Gallo. De 1916 a 1918 formará parte de la cuadrilla de Gallito.

Recibe la alternativa el 16 de marzo de 1919 en Barcelona, de manos de Gallito y llevando como testigo a Juan Belmonte, el toro de la cesión se llamó Buñolero y fue de los Herederos de Vicente Martínez.

La confirmación de la alternativa

La confirmación se programó para la Corrida de la Beneficencia del año de 1920. En ese calendario se verificaría el día 5 de abril, lunes, precisamente después de la corrida de apertura de temporada, misma que se verificaría el domingo 4 anterior.

Para el festejo, que todavía en esos días era a beneficio de los hospitales de la capital de España, se anunció, a Gallito como padrino de la ceremonia de confirmación y a Juan Belmonte y a Manuel Varé Varelito como testigos de ella, enfrentando la cuarteta, un encierro de ocho toros de los Herederos de Vicente Martínez.

El encierro lidiado

Alejandro Pérez Lugín Don Pío, en la crónica que escribió para el diario madrileño La Libertad, expresa lo siguiente acerca de los toros lidiados esa tarde:
“...Si es difícil enviar una corrida de las corrientes de «a seis», en que haya semejanza total de caracteres, ya que igualdad es imposible, calculen sus señorías lo que sucederá con una serie de ocho. 
Pues ayer la hubo en la buena, en la excelentísima crianza de los toros de Martínez, y en la bondad de su carácter. Y aunque, como es natural, los hubo con sus más y con sus menos de bravura, en conjunto, y por lo que toca a su pelea con las plazas montada, que es la que sirve, pese a las teorías modernistas, para calificar a los toros, merece la corrida de Martínez el calificativo de muy buena, Voluntad para acometer a los jinetes y nobleza para los infantes fue la nota característica de esta corrida que satisfizo mucho a todos...
Es decir, los ganaderos del Colmenar lograron acabalar una corrida de presencia y juego adecuado al acontecimiento para el que fue presentada. Además, deja entrever que ya se ponía en cuestión si la suerte de varas era en realidad la medida para calificar la bravura de los toros o no.

El triunfo del confirmante

Es César Jalón Clarito, cronista de El Liberal, hizo al día siguiente del festejo, el siguiente relato:
“Sánchez Mejías — decía un íntimo del diestro — se ha hecho matador de toros por su hijito. Es un nene simpático y precoz, que cuando su padre se iba a banderillear en la cuadrilla de su cuñado Joselito y se despedía diciendo: 
— «Ea, con Dio; que me voy a torear», el pequeñuelo oponía: «Papá, no torea. Torea «tiito». Y como Ignacio tiene mucho amor propio... 
Yo me he hecho matador de toros — refería otro día el diestro — porque tengo afición y porque creo que tengo valor y porque he dado con una escuela de toreo en la que la que pienso practicar. Esta escuela tiene como principio el de que «torear es arrimarse» y como fin... como fin el talonario de cheques o el de las recetas...  
¿Practicó en esa escuela Sánchez Mejías todo el año pasado en las plazas de provincias? El público esperaba la respuesta ayer. Y de ahí el silencio expectante que se hizo en la plaza ai aparecer en el ruedo el primero de los toros de Martínez, un berrendo, buen mozo, gordo y bien criado... 
El diestro se hizo presente a la res en el tercio, y dio el cambio de rodillas... Después, veroniqueó... Las masas guardaron silencio. 
El berrendo era bravo y derribó en la primera vara con estrépito; cayó el piquero entre las astas y la cabalgadura y el astado embistió recogiendo y apretando al hombre contra la bestia. Sé inició en este punto la emoción y continuó en el quite de Ignacio, que llevó a la res embebida en la tela, y con gran serenidad y templanza, la hizo pasar una y otra vez por tan cerca de sí que el berrendo debió babearle los alamares del chaleco... «Allí» ya sonó la primera ovación...  
Dos pares clavó el hombre, llegando de frente, decidido hasta la cara y uno de dentro a fuera... Y la muchedumbre siguió su labor con tal atención y deleite, que dos aeroplanos que en las alturas simulaban una maravillosa pareja de aviones, pasaron desapercibidos. 
Llegó el de Martínez al último tercio bravo y noble. Sánchez Mejías lo hizo llevar a las tablas. Se sentó en el estribo, por bajo de la barrera del 10. Y ofreció la muleta al bruto a dos dedos de sus hocicos... 
Tres apretadísimos pases allí, en el mismo estribo, sin moverse el hombre más que lo suficiente para dar gracia a la suerte, hicieron prorrumpir en ¡olés! y aplausos a la concurrencia. 
Pero aun fueron mejores, a mi juicio, dos estupendos pases, uno de ellos de pecho, que me hicieron pensar en el aforismo del diestro: ¡Torear es arrimarse!... Y sí que lo es. Arrimarse bien, claro está. Con serenidad, para no descomponer la figura y para dar templanza a los movimientos. 
Cuando se arrostra el peligro desde tan cerca y con tal tranquilidad, el que no es «artista» de por sí, lo parece. 
Y lo de torear cerca y tranquilo no se redujo a la lidia de ese magnífico ejemplar; se extendió a los tercios de quites en los otros toros y culminó en unos apretados muletazos al toro que cerró plaza. 
¡Ovaciones y vuelta triunfal, en la plaza de Madrid, un día de lleno rebosante, con un público que espera de uñas y que ha pagado a diez duros la localidad!... 
¡Oye, tú, pequeño Sánchez Mejías, ¿te parece que digamos que ha toreado tu papá?...
El resto del festejo

Gallito realizó una de sus obras más acabadas en Madrid con el cuarto de la corrida. Juan Belmonte, refieren las crónicas, se vio desganado y Varelito sorprendió a la afición con su habilidad estoqueadora. En suma, fue una gran tarde de toros.

El hilo del destino

Los cuatro diestros que actuaron en Madrid hace un siglo terminaron sus días en un halo de tragedia. Gallito, Varelito y Sánchez Mejías serían víctimas de las astas de los toros y Juan Belmonte, aquél de quien sentenció Guerrita que lo sería y que había que darse prisa si quería vérsele torear, terminó con su vida con su propia mano. 

Sin embargo, antes de llegar a la conclusión terrenal de todo ser humano, tuvieron sus días de sol y de gloria, como la tarde que he intentado relatarles.

sábado, 11 de abril de 2009

Peñuelas. Una ganadería de Aguascalientes

Introducción


Es interesante acudir a fuentes no taurinas cuando se trata de reconstruir la historia de la fiesta, porque en esas fuentes cuya consulta casi siempre desdeñamos por no referirse expresamente a cosas del toro, nos encontramos con claves que pueden ilustrarnos en forma muy clara el por qué de ciertos hechos de la tauromaquia.


Tal es el caso de la obra de nuestra coterránea Beatriz Rojas Nieto - obviamente gente de toro y gallo como diría Juan Castaingts - intitulada La Destrucción de la Hacienda en Aguascalientes misma en la que con base en las evidencias documentales, desarrolla un interesante estudio sobre ese fenómeno en nuestro Estado y nos muestra, quizá sin pretenderlo, la propensión de nuestra gente hacia la fiesta de toros, pues en la obra que se menciona, nos ubica en el tiempo y en el espacio haciendas como las de El Pabellón, Cieneguilla, La Cantera, Venadero, Garabato, Chichimeco, Santa María de Gallardo y por supuesto Peñuelas.


Todos estos nombres se han visto colgados alguna vez de los carteles de las plazas de toros, especialmente de la de San Marcos identificando la crianza y el origen de los toros lidiados allí.


Los Orígenes


Es sabido que los Condes de Valenciana y también de la Casa Rul fueron los originales propietarios de la Hacienda de Cieneguilla, lugar en el que desde finales del siglo XVIII los jesuitas criaban ganado, entre el que había bastante que era apto para la lidia.


Posteriormente ya iniciado el siglo XIX, se pasó ese ganado bravo a la finca de Venadero, obteniendo renombre ambas heredades por la bravura de sus toros. Al morir don Miguel Rul, Conde de Valenciana, heredarían la propiedad sus nietos Miguel, José y Salvador, ellos apellidados Dosamantes Rul y por ser menores de edad, la administración de dichas fincas recaería en manos de su padre, don José María Dosamantes quien se dio a la tarea de mejorar el ganado allí criado, introduciendo simiente española.


José María Dosamantes fue además el constructor y primer empresario de la Plaza de Toros San Marcos misma que construyó en brevísimo tiempo a efecto de poder dar los festejos de abril de 1896. Cabe señalar que los toros lidiados en la nueva plaza, el 24 de abril de ese año, fueron del hierro de Venadero, con divisa azul y oro.


Al llegar a la mayoría de edad los hermanos Dosamantes Rul, es Miguel quien adquiere de sus hermanos la titularidad del hierro, divisa y ganado de Venadero, mismo que pacía en sus potreros desde el año de 1888, fecha en la que se le trasladó de los potreros de Cieneguilla y en 1925, el ganado pasaría a la Hacienda de Peñuelas, misma que era propiedad de la señora doña María Guadalupe Nieto y Belaunzarán, primera esposa de don Miguel.


Dos años después será la fecha en la que se lidie ganado a nombre de Peñuelas, precisamente en la San Marcos, ya que el 13 de enero de 1927, se lidiarían seis novillos de esta ganadería para el infortunado Esteban García y el valentísimo queretano Paco Gorráez. Aquí nace pues la historia de esta ganadería de Aguascalientes.


El encaste


Al trasladarse el ganado de Cieneguilla a Venadero, don Miguel Rul adquirió dos toros españoles para mejorar su sangre, siendo uno del hierro de Miura y el otro de Pérez de la Concha, es decir, uno de casta Gallardo – Cabrera y el otro Vistahermosa, pues el hierro de Pérez de la Concha es al igual en origen que el de Saltillo, derivados ambos de la porción que Pedro José Picavea de Lesaca adquirió de la sucesión del Conde de Vistahermosa.


Posteriormente ya entrado el pasado siglo, don José María Dosamantes agregó por consejo de su amigo Diego Prieto Cuatrodedos, vacas y sementales de Tepeyahualco, mismas en las que predominaba la sangre de Saltillo y agregó nueva simiente hispana con sementales de Concha y Sierra de puro origen vazqueño y nuevamente de Miura, lo que explica las historias acerca del variopinto pelaje de los originales Peñuelas, pues los agregados tlaxcaltecas también llevaban en sus venas sangre de hierros derivados, tanto del que fuera del utrerano Vicente José Vázquez, como del otrora sombrerero hispalense.


Esta es la base ganadera que adquiere don Miguel Dosamantes Rul en 1924 y con la que inicia su andar como titular del hierro de Peñuelas, iniciando igualmente sus trabajos por mejorar el ganado allí criado y así veremos que una de las primeras actividades a las que se lanza es la de hacer nuevos agregados de simiente española y así adquiere un semental del hierro de Arcadio Albarrán, de nombre Paletas, número 5, de pelo negro zaino, otro del histórico hierro de don Vicente Martínez, ganadero colmenareño que inició un encaste propio al cruzar toros del Colmenar con un semental de Eduardo Ibarra llamado Diano y un tercer padre con el hierro del Marqués del Saltillo. El toro de Martínez se llamó Terciopelo, número 27, de pelo negro mulato. El toro de Albarrán era de origen Campos Varela, es decir, Murube – Ybarra – Parladé.


Por otra parte, en 1927, se agregarían cinco toros con el hierro de Campos Varela, adquiridos originalmente por los señores don Francisco y don José Madrazo y García Granados, ganaderos de La Punta para la mejora de su vacada, dichos toros los obtuvo a cambio de la propiedad de la Plaza de Toros San Marcos, que había heredado de su padre y se dio el hecho de que la retienta de los sementales la hizo Marcial Lalanda, llamado el mas grande. Posteriormente don Miguel agregaría toros de Matancillas y La Punta a sus dehesas, estos de puro origen Parladé vía Domingo Ortega y Campos Varela.


Hasta aquí podemos observar que en alguna forma se intentó mantener un equilibrio entre las sangres de Vistahermosa (Parladé, Campos Varela, Saltillo, Ibarra, etc.) y las que no son de ese origen (Vázquez, Gallardo – Cabrera, Martínez y otras), pero de nueva cuenta se hace una agregación que yo llamaría explosiva en 1928 cuando se adquiere de doña Amada Díaz Viuda de de la Torre la vacada de San Nicolás Peralta, misma que tenía orígenes de Anastasio Martín (Vistahermosa), Concha y Sierra (Vázquez), Veragua (Vázquez) y Arribas Hermanos (Colmenar). Estos ganados serían retentados en su totalidad, refiriéndose que era tal la bravura o el nervio de alguna de las vacas, que morían acalambradas al pelear con los caballos en el tentadero de la ganadería.


Con esas raíces seguiría Miguel Dosamantes Rul su andadura como ganadero de bravo durante veinte años más, pues en 1948 agregó dos toros españoles de Luis Vallejo Alba encastados en Murube y en 1950 otro semental de Ernesto Cuevas de origen Coquilla.


Estas bases ganaderas darían a Peñuelas la oportunidad de presentarse en El Toreo de la Colonia Condesa el 26 de junio de 1932, con seis novillos para José María Calderón, Liborio Ruiz y Luis Castro El Soldado, destacando en la lidia el sexto, de nombre Opalito, de pelo jabonero sucio, pero al tiempo el segundo un negro de nombre Fogoso, fue devuelto al corral por manso. Curiosamente el toro que abrió plaza, aunque anunciado a nombre de Peñuelas, llevó el hierro de Cieneguilla y fue un cárdeno bragado de nombre Niño.


De este polifacético encaste salieron toros muy bravos, recordándose la lidia que dieron Rubito, jabonero barroso, Anacleto, cárdeno bragado, Capullito de Alhelí, salinero, Pegajoso, berrendo en albahío, Calzonudo, negro, Rayito, negro, desorejado en la México por Curro Ortega y Pinturero, desorejado por Calesero en Cuatro Caminos.


También hay toros que pasan a la historia por algún otro hecho, no siempre glorioso, como el llamado Barqueño, que el 26 de abril de 1959 causó la muerte a Paco Pavón, hijo del ganadero de Rancho Seco, don Carlos Hernández, quien iba de sobresaliente en la corrida que mano a mano torearon Alfonso el de Triana y Luis Procuna en el coso Cuatrocaminero.


También cupo el honor a don Miguel Dosamantes Rul de ser el ganadero que lidiara sus toros el 5 de febrero de 1947, fecha en la que Manuel Rodríguez, Manolete, se presentó en la Plaza San Marcos alternando con Manuel Jiménez Chicuelín y Luis Procuna, en la penúltima tarde en la que actuara en México.


Los toros originalmente anunciados eran de Pastejé, pero por el problema de la fiebre aftosa, estos no pudieron pasar a Aguascalientes y así se vio salir de los toriles a Lucerillo, que correspondió a Procuna y se fue sin el rabo al destazadero, Pajarito, que perdió igualmente su apéndice caudal para Chicuelín y Espadachín, toro con el que el Monstruo de Córdoba la armó en el ruedo sanmarqueño perdiendo las orejas por fallar con la espada.


Será en 1974, que don Miguel Dosamantes Rul decida variar el rumbo de su vacada y así agrega dos sementales de Jesús Cabrera, puro San Mateo y será su viuda, la siempre recordada doña Raquel González quien agregue a la ganadería otros toros de Javier Garfias en 1979 y Valparaíso, en 1980. Después se ha continuado con los añadidos, principalmente de la familia Garfias en sus distintas denominaciones, pero se conservan algunas líneas de sangre puras de lo original de la ganadería.


Una corrida que marcó la transición en esta ganadería, ha sido la lidiada en la Plaza Monumental Aguascalientes en el año de 1977, una corrida bien comida, de hermosa presencia que fue lidiada por Fabián Ruiz, Guillermo Montero y Armando Mora, destacando el sexto, que se llamó Rubio, premiado con la vuelta al ruedo y que permitió al trianero Mora lucirse aún evidenciando falta de sitio.


A guisa de conclusión


La historia de Peñuelas está ligada a la de nuestra Ciudad y de su Plaza de Toros San Marcos pues sus orígenes convergen en el mismo punto de partida que es la afición que tuvieron los señores Condes de Valenciana y don José María Dosamantes, constituyéndose pues en los iniciadores de una tradición que a mucha honra, es de Aguascalientes y de su gente, lo que nos debe llenar de orgullo, pues como nuestra Ciudad, en lo taurino, muy pocas.

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