Mariano Ramos se lleva el Escapulario de San Marcos
Hace unos días conversaba a la distancia con Carlos Hernández González, el entrañable Pavón y a propósito de la novillada de preferia ya comentada por estos andurriales, me decía que se extrañaba la presencia de la Casa Domecq en los toros y de los certámenes que organizaba en las principales ferias y temporadas de nuestro país. No tuve más que asentir y reconocer que en estos tiempos que corren, las grandes empresas que antaño se ufanaban por patrocinar a la fiesta de los toros, hoy se refugian en un acomodaticio concepto que titulan publicidad responsable, que les impide relacionarse por esa vía con la tauromaquia, independientemente de que, en lo económico, puedan signar jugosos contratos con las empresas taurinas, para comercializar, en exclusiva, sus productos dentro de las plazas. Como se ve, juegan con una moneda que tiene dos caras y siempre que la tiran al aire, cae hacia arriba, la que les da el triunfo a ellos.Y es que tanto el trofeo novilleril del Cristo Negro del Encino, como el Escapulario de San Marcos para los matadores de alternativa y en un inicio, dos trofeos a designar por un jurado nombrado ex – profeso, para el triunfador de la feria y el mejor encierro, consistentes en aquella época, en esculturas del maestro Humberto Peraza, eran parte del Certamen Taurino Domecq, que al paso de los años y de la introducción cultural de ideas que no corresponden a nuestra manera de concebir la existencia, se fue diluyendo hasta desaparecer completamente. Hoy en día, son los colectivos de aficionados, quienes, con sus propios medios, reconocen a los triunfadores, sin apoyo o patrocinio de ninguna de esas grandes firmas comerciales, que “en lo oscurito”, siguen medrando con la fiesta.
La corrida del toro de 1973
Se empezaba a generar como tradición en las ferias con el formato como la que se instauraba en Aguascalientes, que los toreros se contrataran por un determinado número de tardes, mas la corrida del toro, un festejo en el que, en disputa de un trofeo, actuaban seis matadores, una especie de beneficio de la empresa. Era una tarde en la que el lleno estaba casi asegurado, pues mucha gente acudía a la plaza para ver, por un solo boleto, a seis de las principales figuras anunciadas en el serial.
En el caso de Aguascalientes, durante muchos años tuvo un incentivo importante, porque el Escapulario de San Marcos era una pieza de oro macizo que la casa vitivinícola arriba citada, ponía en disputa y tenía, aparte del valor propiamente taurino, un valor económico considerable, por ello es que ese cartel era una especie de festejo de triunfadores, aunque se anunciara desde antes de arrancar la feria y los toreros en ella, en realidad se disputaban las palmas, el trofeo y el triunfo.
Posteriormente esa corrida se aprovechó con fines de beneficencia, y no creo estar equivocado que el incentivo en esos casos, sería algún medio para obtener deducciones fiscales, porque los carteles seguían llevando los nombres más destacados del momento taurino. En los últimos tiempos, se propuso la celebración de la Corrida de la Oreja de Oro, a beneficio de la Asociación de Matadores, pero desvirtuando su inicial propósito, que era el de acartelar a los triunfadores de una temporada, para convertirla en apenas una corrida de la oportunidad.
Pues bien, hace 50 años se anunció un encierro de Las Huertas, ganadería de don Luis Javier Barroso, que iba al alza en ese momento, para que la lidiaran Manolo Espinosa Armillita, Manolo Martínez, Jesús Solórzano, Antonio Lomelín, Curro Rivera y Mariano Ramos y esa tarde del domingo 29 de abril, la Plaza San Marcos se llenó hasta en la azotea del tendido de sombra.
El encierro de Las Huertas
A propósito del encierro enviado por don Luis Javier Barroso, titular del hierro de Las Huertas, don Jesús Gómez Medina escribió:
Astados con el respeto adecuado a un festejo de matadores de toros; inclusive hubo uno, el quinto, que, al salir de los chiqueros, arrancó una exclamación unánime de los aficionados; así era de impresionante su catadura… Más, además de respeto, los toros tuvieron bravura y encima buen estilo, exceptuando el mismo quinto ya mencionado… Fue, en suma, la de Las Huertas una corrida con la que los matadores anduvieron cómodos, desahogados y en plan torero; características que los taurófilos supieron estimar cumplidamente… Tan solo una tacha mostraron casi todos los bichos: su escasa fuerza de patas. ¿Deficiencia congénita? ¿Falta de la adecuada alimentación o, quizás, del terreno necesario para que los toros, con el ir y venir, vigoricen sus músculos...?
Mariano Ramos reitera su intención de ser figura
Decía al inicio que Mariano Ramos fue quien se llevó el Escapulario. Ya había hecho su declaración de intenciones la noche del lunes 23 y la tarde del día de San Marcos, día este último, en el que desorejó a un toro de Piedras Negras. Pues bien, en el festejo que hoy me ocupa, se enfrentó al sexto de la corrida y don Jesús Gómez Medina escribió lo siguiente en su crónica para El Sol del Centro, a propósito de su actuación de esa tarde:
Para el joven as del toreo mexicano fue “Candidato”, otro burel de buen estilo, si bien terminó aplomado. Con el percal, lances de diversa factura, con los pies juntos, abierto el compás o realizados a modo de mandil… Y con la franela, imponiéndose al agotamiento de “Candidato”, Mariano, tesonero, valiente por sobre toda ponderación, pero, además, con una seguridad y un sitio y un mando admirables, cuajó una faena que tuvo periodos de gran brillantez y emotividad; que colmó los entusiasmos populares; y que, por último, cuando Ramos se fue sobre el morrillo de “Candidato”, recto, decidido, en entrega total, y dejó el acero en todo lo alto; aunque luego “Candidato” se amorcilló, requiriendo del descabello al segundo intento; albearon los tendidos y, al hacerse acreedor a las dos orejas, Mariano Ramos, a la vez, se convirtió en el triunfador del festejo, ganador, asimismo, del Escapulario San Marcos, entre las ovaciones del respetable…
El cronista, a la vez Juez de Plaza, le concedió al llamado Torero Charro, las dos orejas después de haber finiquitado a su toro al segundo golpe de descabello. Esa es una señal importante de la magnitud de la faena de Mariano Ramos al toro de Las Huertas, misma que le valió para que por aclamación popular – así se adjudicaba ese trofeo – se le premiara con el Escapulario en disputa.
El resto de la corrida
Manolo Martínez le cortó una oreja al segundo de la tarde. Una oreja que al final del día no le resultó suficiente para llevarse el premio del festejo. Así fue su labor:
Se la cortó, en buena lid, a “Cantaclaro”, al que lanceó al natural yendo de menos a más en cuanto a lucimiento; adornóse luego haciendo la chicuelina en forma estatuaria, personalísima y remató con señorío. Un puyazo, y el de Las Huertas dobló los remos. Así llegó al trance final: muy suave, apurado de facultades, pero excelente de estilo. Y Manolo lo aprovechó cumplidamente para torearlo en redondo, con una y otra mano, con temple, con largueza en los naturales y derechazos; molinetes exactos, escultóricos; el del desdén, repetido con idéntico alarde de señorío y torerismo; el adorno espectacular del toreo con el engaño por la espalda y, para culminar, media en lo alto, que hizo pupa a “Cantaclaro”. Ovación; una oreja ganada en buena forma, y la vuelta al ruedo entre ovación general…
Otra faena destacada, aunque fuera de más a menos, fue la de Jesús Solórzano, de la que don Jesús nos cuenta:
“Talismán”, el tercero. Chucho Solórzano lo toreó por verónicas de clásica instrumentación; abierto el compás y a la vez, con temple, con ritmo, rematadas con media estatuaria. Tras el puyazo de rigor, un quite, el único de la tarde, por gaoneras de límpido trazo y con ajuste… A instancias del respetable, tomó los garapullos Chucho para cuajar el periodo más brillante, tal vez, de su labor. Fue el primero un par desigual; mejoró sensiblemente en la realización y colocación en el cuarteo que vino luego y que arrancó una sonora ovación; para concluir con un paresazo de perfiles extraordinarios: salió de las tablas sesgando por fuera, para quebrar en falso y al relance, en la cara y cuadrando superiormente ante los pitacos, igualó los garapullos en todo lo alto, ante el clamor unánime de los espectadores, que, de pie, aclamaban al magnífico rehiletero… La faena ya no tuvo idéntico nivel: la inició Chucho de hinojos, sufriendo un achuchón; y de pie toreó con la derecha en repetidas series, con limpieza, sí, aunque sin la emoción que fuera de desearse y que se hubiese producido si Chucho se aprieta más con "Talismán". Tres pinchazos y una entera, desprendida, dieron cuenta del de Las Huertas. Y, entre palmas generales, Solórzano dio la vuelta al ruedo…
Antonio Lomelín se lució en el segundo tercio con el cuarto, que se apagó pronto y Manolo Armillita y Curro Rivera no tuvieron mucha tela de donde cortar, por lo que solamente pudieron cumplir con decoro en su actuación.