Y el ciclo 1973 – 74 en la plaza más grande del mundo no sería la excepción para él, no obstante que fue uno en el que se produjeron hechos que marcaron la historia del escenario y de nuestra fiesta. Esa temporada fue la de faenas como las de Jesús Solórzano a Fedayín de Torrecilla; la del Niño de la Capea a Alegrías de Reyes Huerta; la de Luis Procuna a Caporal de Mariano Ramírez; o la de Jaime Rangel a Mapache de El Rocío. Y en cuanto a la cuota de sangre, trascendió grandemente la cornada que Borrachón de San Mateo le infirió a Manolo Martínez en la décimo tercera corrida de ese ciclo.
La quinta corrida de la temporada 1973 – 74
Para el domingo 6 de enero de 1974, se anunció un encierro de José Julián Llaguno para Manolo Martínez, José Mari Manzanares y Mariano Ramos. El tercer espada de ese domingo había cortado una oreja de mucho peso dos domingos antes a un toro de San Mateo. Por su parte, Manolo Martínez, regresaba después de haberse dejado un toro vivo en la segunda corrida de la temporada y para el alicantino era su presentación en el ciclo.
Mariano Ramos salió a revientacalderas esa tarde. Le cortó una oreja a Durangueño, el primero de su lote y forzó las cosas para que Manolo Martínez se tuviera que emplear ante el cuarto y salir al final con dos discutidas orejas en las manos. El sexto de la corrida se llamó Abarrotero y se le anunció un peso de 492 kilos en la tablilla. La crónica de Ernesto Navarrete Don Neto para la Agencia France Presse (AFP), publicada al día siguiente de la corrida en el diario El Siglo de Torreón, cuenta lo siguiente sobre la actuación del torero – charro:
La de hoy fue la tarde de consagración de Mariano Ramos, sobre el ruedo del magno embudo de Insurgentes. Su faena al toro “Abarrotero” de la ganadería de don José Julián Llaguno, pasa a la historia entre las más bellas y mejor construidas que recordamos haber visto en esta plaza… El toro tuvo clase, embestida ideal que entusiasmó al público que acabó solicitando en forma unánime e imperiosa el indulto. Concedido éste, para Mariano fueron las dos orejas y el rabo simbólicos, para añadirlos a la oreja, cortada por faena de enorme mérito al tercero de la tarde. Y así culminó una corrida, la quinta de la temporada, en un clima de entusiasmo que rayó en la locura… Fue una tarde de toros con mucho que comentar, fue pasar por el tamiz de la crítica para orientación de un público tantas veces despistado por falta de sereno análisis… Por ejemplo, se nos antojó pequeño el reconocimiento de la labor torera de Mariano en el tercer toro, con un solo apéndice, y cuando un poco después, con extraordinaria largueza, como regalo de día de reyes, a Manolo Martínez el usía le entregara dos orejas sin justificación alguna… El primer toro del lote de Mariano tuvo sentido y peligro. Sólo pisando tan firme en el ruedo como lo está haciendo este nuevo astro mayor de la torería azteca se podía sacarle los muletazos reviviendo el milagro bíblico de extraer agua de una roca. En cada pase se jugó Ramos la epidermis, imponiendo el mando y el torerismo de su muleta en un quehacer torero saturado de emoción y maestría… Y así al toro difícil, Mariano lo dominó con su muleta garra, ya podrán ustedes imaginar la que formó con el de embestida ideal que cerró plaza… Decimos que Mariano Ramos bordó el toreo, lo hizo con el capote en verónicas y en un espectacular quite por chicuelinas, para volcarse en una faena en la que se abrió el mágico abanico de los pases en redondo, con temple y mando o la gallarda teoría clásica del natural… Luego, a media faena, cuando se había emborrachado de bien torear, vino la pincelada garbosa de los ayudados, lo mismo por alto que por abajo. En su momento, concedido el indulto, los trofeos simbólicos y la vuelta al ruedo a hombros, en un clima de auténtica apoteosis…
Extensa es la narración de Don Neto, pero al mismo tiempo describe con claridad lo sucedido en esa particular faena y el ambiente que privaba en la plaza esa tarde, que, seguramente, terminó por cimentar a Mariano Ramos como una importante figura del toreo mexicano.
La polémica sobre el indulto de Abarrotero
Las crónicas del festejo y la información taurina de los siguientes días, cuestionaron con fuerza el indulto de Abarrotero. La postura unánime de los opinadores era en el sentido de que el toro fue bueno para el torero, pero que no merecía la gracia del indulto. La versión más inmediata es la de la citada crónica de Don Neto, que especialmente sobre este particular manifiesta:
¿Fue un toro para indulto? A nuestro juicio, decididamente no. En el toro de lidia cuenta el buen estilo, pero mucho más la bravura, la auténtica fiereza, de la que es piedra de toque la suerte de varas. La pelea de “Abarrotero” fue blanda e inclusive saltó una vez al callejón. El juez de plaza tenía toda la razón al ordenar que Mariano lo estoquease y sí se doblegó fue por la masiva petición de un público entusiasta pero desorientado de mucho tiempo acá en calibrar las virtudes del personaje central de la bella fiesta...
Dice el cronista que el toro fue blando con los caballos y que saltó una vez al callejón. Agrega que el indulto fue concedido por la presión de un público desorientadamente entusiasmado que no supo valorar debidamente las condiciones del astado.
Por su parte, Daniel Medina de la Serna cita otras dos opiniones en el mismo sentido. La primera es la de Juan Pellicer López, el juez de plaza que concedió la gracia a Abarrotero, expresada en entrevista al diario Esto y es en el sentido siguiente:
Debo repetir que, en mi criterio, el toro no merecía el indulto por todo lo expuesto (floja pelea con los caballos, salir suelto, etc.). Sólo que la unanimidad con que el público pidió la vida del toro me hizo acceder... Además, comenzaban a surgir brotes de indisciplina...
Agrega el entonces juez de plaza como causales del despropósito la unanimidad de la petición, pese a la evidencia de la falta de méritos y una especie de responsabilidad suya, de mantener la tranquilidad pública, por aquello de los brotes de indisciplina que afirma, empezaban a producirse entre la concurrencia.
La segunda opinión citada por Medina de la Serna es la de don Manuel García Santos, publicada en El Sol de México, en el que hace una especie de post – scriptum a su crónica aparecida en el mismo diario:
Como no anoté (en la crónica) que el indulto de “Abarrotero” fue una cosa sentimental y tenía por objeto que el nobilísimo toro muriera tranquilo, pastando en la dehesa, ¡se lo había merecido!, pero... de eso a destinarlo a la reproducción... va un abismo…
La opinión de García Santos resulta un interesante corolario de las dos anteriores y explica mejor la causa del indulto, que fue realmente una reacción sentimental de la concurrencia a un toro que se dejó hacer y nada más, pero sin ser verdaderamente bravo.
Daniel Medina de la Serna encadena ese indulto con otro anterior, en el ciclo de novilladas, otorgado el 11 de noviembre anterior cuando Carlos Serrano El Voluntario se encontró con Campanero de Las Huertas:
Mariano Ramos, a la chita callando, debutó (3ª) cortando una oreja; a los quince días, tras una gran faena a “Abarrotero”, que fue indultado, le simuló la suerte de matar, como si en el Toreo, con mayúscula, se valieran otras cosas que no sean las auténticas. Dicho indulto, como sucedió con el novillo de “El Voluntario”, lo fue por el público, sin el convencimiento del juez… Y como el miedo no anda en burro, “Juanito” optó por lo fácil y cometió la misma pifia que su contralapache Pérez y Fuentes unas semanas antes, sentando un lamentable antecedente al que se han acogido algunos jueces sin carácter ni redaños…
Al final de cuentas se buscó la manera de limitar la cantidad y asegurar la calidad en el indulto de los toros. Una medida que se tomó fue la de eliminar la concesión de apéndices simbólicos. Primero fue en la Plaza México y después las plazas de mayor importancia en México fueron secundando esa disposición reglamentaria. De esa forma, los toreros procuran irse tras de la espada para salir con los apéndices en la mano. No es lo mismo la crónica que hable de que una corrida se saldó con un par de vueltas al ruedo, que, con un par de orejas en las manos, y es que, a veces, para ciertos efectos, los apéndices no son meros retazos de toro.
La temporada capitalina que estaba en curso hace medio siglo tuvo muchas cotas altas. De algunas me he ocupado ya por estas páginas virtuales. De otras, seguramente en fechas siguientes, habrá espacio para seguirlas comentando.