Maximino Ávila Camacho |
El personaje
A partir de la mitad de la década de los treinta del siglo pasado y por la siguiente década, Maximino Ávila Camacho se convertiría en el factótum de las cosas de los toros en este país. A partir de la ruptura de las relaciones entre las torerías de España y México y la consiguiente salida de Domingo González Mateos Dominguín de México y de la muerte de Eduardo Margeli, se convirtió en el principal accionista de El Toreo, S.A., y con eso tenía el gobierno de la fiesta en la Capital de la República y por vía de consecuencia, el destino de lo que sucedería en el resto de ella.
Por las fechas de los sucesos que enseguida intentaré bosquejar, es por esas mismas fechas que el general Ávila Camacho decidió convertirse en criador de toros de lidia. El par de crónicas que relatan su breve paso por las plazas como tal, refieren su ganadería como veracruzana, lo que me hace pensar que la aventura la llevó a cabo en el rancho La Soledad, ubicado en la municipalidad de Martínez de la Torre, Veracruz, si bien no de su propiedad – era de su hermano Manuel – sí estaba vinculado a su familia.
No hay tampoco precisión en cuanto a la simiente con la que formó su vacada. Pero hay información digna de crédito, en este caso dentro de la obra de Luis Niño de Rivera, Sangre de Llaguno, que, en un determinado momento de su aventura, don Maximino se acercó a San Mateo y que don Antonio Llaguno, inteligentemente, le cedió algunos elementos para mejorar su hato:
…el 21 de diciembre de 1940, cuatro meses antes de tan triste debut, que por cierto también se convirtió en despedida, puesto que nunca más volvió a lidiar sus toros en El Toreo, compró 15 vacas de procedencia San Mateo a Antonio Llaguno. Tres de ellas de la camada de 1936 y las doce restantes de la de 1937. El lote era de buena calidad, derivada de tres ejemplares que tenían nota Más buena, otras tres Buena y las otras nueve, nota Regular.
En los siguientes cuatro años, don Antonio siguió colaborando con Ávila Camacho para mejorar su ganadería. El 14 de agosto de 1942, le regaló un toro de origen San Mateo número 20 P37, negro bragado, de nota Más bueno. Al año siguiente le obsequió dos erales más, nacidos en 1941: el 28 S41, mulato bragado, y el 45 S41, cárdeno bragado coletero, ambos con nota Regular. Y para cerrar el apoyo con broche de oro, el qe de agosto de 1944 le remitió un toro de la rama Saltillo, el Platillero 5 S 41, nieto del 42 Viejo, por conducto del Cominito 35 O36, y de la Platillera 82 D33, de pelo negro bragado y Regular de nota…
Afirma Niño de Rivera que no había entre don Antonio y el general amistad alguna, que todo esto fue una operación de conveniencia, como alguna anterior – con el general Dámaso Cárdenas – y otras posteriores, con políticos de influencia nacional o regional que podrían asegurarle a él y a su hermano y por añadidura a los demás criadores de toros de lidia, los necesarios certificados de inafectabilidad ganadera, que les aseguraría la tenencia más o menos tranquila de la tierra para el manejo y crianza de sus ganados.
La presentación de El Rodeo
Maximino Ávila Camacho decidió anunciar su ganadería como El Rodeo y escogió para presentarla una fecha entonces señalada en el calendario taurino de la capital mexicana: la Corrida de Covadonga, que por razones del calendario taurino se celebraría el 23 de marzo de 1941, tiene, junto con las demás celebraciones relativas sus orígenes en nuestro país en las dos últimas décadas del siglo XIX, según nos cuenta la profesora María del Mar Gutiérrez Domínguez:
…mientras que en origen la celebración se caracterizó por una impronta religiosa y militar, que mantendría durante los años siguientes, cabe destacar la noción del alzamiento de don Pelayo como detonante de la primera independencia hispánica, que es lo que otorga a la Reconquista una singularidad propia en el contexto mexicano. Además, la Batalla de Covadonga estableció diálogos con otras efemérides como el grito de Dolores, el 15 de septiembre, y la Batalla de Chapultepec, el 13 de septiembre, donde sin duda la cercanía entre las celebraciones enriqueció el uso político de la Reconquista en México…
Es decir, el festejo tenía su significación y el cartel de toros y toreros tenía que ser de tronío. Para esa fecha se anunció a Fermín Espinosa Armillita y Lorenzo Garza mano a mano con los toros del general Ávila Camacho. El resultado fue desastroso. La prensa local que pude consultar – El Informador de Guadalajara y El Siglo de Torreón – guardan piadoso silencio acerca del resultado de la corrida. Pero en los libros de referencia, encontré dos breves versiones sobre esos sucesos. La primera es la de Guillermo Ernesto Padilla, en su obra monumental sobre la plaza de El Toreo y es del tenor siguiente:
En la Corrida de Covadonga, celebrada el domingo 23 de marzo, hizo su debut la ganadería de El Rodeo, propiedad del Gral. Maximino Ávila Camacho. El pésimo estilo de las ilidiables reses, convirtió el postinero festejo en un desastroso espectáculo.
Fermín Espinosa, con la garra de su muleta, pudo hallarles alguna lidia a aquellos infumables bichos.
Lorenzo, con la cornada aún sangrante, la moral deshecha e insólitamente abatido, dejó ir vivo a “Charifas”, su primero, entre improperios y cojinazos. En sus otros dos astados, sin posibilidades de éxito, se dejó arrastrar por la fatalidad…
La segunda nos la proporciona don Heriberto Lanfranchi y es de esta guisa:
23 de marzo de 1941. – 17ª corrida (Corrida de Covadonga): Fermín Espinosa “Armillita” y Lorenzo Garza con 6 toros de El Rodeo. Desafortunada presentación de la ganadería, que sólo mandó un toro aceptable, y desastrosa actuación de Lorenzo Garza, que fue ruidosamente abroncado en sus tres toros y se dejó vivo al segundo de ellos…
Por su parte, con varias imprecisiones, Luis Niño de Rivera escribe lo siguiente:
El decimoséptimo festejo de la temporada 1940 – 1941, que tuvo lugar el domingo 23 de marzo de 1941, se celebró la corrida de Covadonga, con un mano a mano entre las dos luminarias del toreo Fermín Espinosa “Armillita chico” y Lorenzo Garza. Nada más y nada menos. En ese festejo fue que se le ocurrió a don Maximino debutar como ganadero, con seis bueyes de El Rodeo.
Como pudo el maestro Armilla despachó los tres marrajos que le correspondieron en suerte. Lorenzo, por su parte, que no pasaba por uno de sus mejores momentos, sufrió a más no poder con el primero de su lote, segundo de la tarde, de nombre Charifas. Fue tan desastroso el toro y el desempeño del regiomontano que acabó Charifas regresando vivo al corral. Ya para cerrar plaza, la bronca era tan grande que el ruedo se encontraba tapizado de cojines. Cuando dobló el sexto, el público enardecido se lanzó al ruedo, cubrió al moribundo toro de Maximino con los cojines y le prendió fuego. Querían rostizar lo que quedaba de tan evidente mansedumbre.
Para colmo de males, el señor general no asistió al debut de su ganadería por encontrarse fuera de la Ciudad de México ese día, Por ello, únicamente se limitó a ver la crónica que hizo de la corrida Fernando Marcos, que fue mucho más famoso por sus narraciones y conocimientos de futbol que de toros. Indignado por los comentarios de Marcos, el señor ministro mandó llamar al cronista a su despacho para recriminarlo por haber hablado tan mal de su corrida. Conociendo a don Maximino, Fernando anticipó que la entrevista sería por lo menos muy difícil, si no es que grave, así que llevó consigo la película de la corrida. Cuando la reprimenda del general había llegado a su punto más álgido, Marcos se concretó a preguntarle si por casualidad había visto la corrida. El ministro respondió que no, que se encontraba de viaje. Fernando le volvió a preguntar: “¿Le gustaría verla? Traigo aquí la película”. Afortunadamente le entró la curiosidad al ganadero y aceptó que le pasara la película. Apenas habían llegado al tercer toro cuando Maximino interrumpió la transmisión, y dijo: “Es suficiente Marcos, puede retirarse…”
Más adelante se podrá advertir cuales son las imprecisiones y confusiones en las que incurre Luis Niño de Rivera en la narración que hace.
Dada la extensión que van cobrando estos apuntes, concluiré con ellos el día de mañana.