José Miguel Arroyo, Joselito, reaparecía en Aguascalientes después de que en 1989 resultara ser el triunfador de la feria de ese calendario y recibiera una cornada de un imponente toro de la ganadería de Claudio Huerta, en una tarde en la que la épica se hizo presente en la arena de la Plaza Monumental Aguascalientes y el madrileño, junto con David Silveti y César Pastor nos dieron una de las tardes de toros que son de las más destacadas en su historia.
La víspera del festejo se entregó a Joselito el trofeo que lo acreditaba como el mejor matador del serial del 89, entrega que había quedado pendiente dada la herida que el diestro sufrió en el 29 de abril de ese calendario en la corrida a la que antes me refería. El festejo era esperado con avidez, porque se anunciaba como alternantes del diestro de Madrid a dos toreros de la tierra, a Miguel Espinosa Armillita Chico y a Héctor de Granada, quienes enfrentarían un encierro del hierro de don Fernando de la Mora registrado a nombre de su esposa.
La crónica escrita para El Sol del Centro por don Jesús Gómez Medina nos revela lo siguiente acerca del resultado de esta corrida:
El toreo, como nos dice el Evangelio que ocurre en el reino celestial, posee diversas moradas destinadas cada una de ellas a distintos ocupantes. Existe, así, la morada de los triunfadores, de aquellos a los que la diosa Fortuna ha convertido en favoritos y que por ello caminan por el planeta de los toros nimbados con el aura de la idolatría popular.
Pero también está la morada de los segundones, aquellos que a través de una dilatada serie de acciones, quizás al cabo de muchos años, tan solo han podido disfrutar de una parte minúscula del gigantesco pastel del éxito.
Y que decir del recinto ocupado por los fracasados, aquellos a los que la adversidad, flagelándolos constantemente, terminó por despojar de todo entusiasmo, convirtiendo en receptáculo de amargura eso que antaño fuera manantial incesante de ambición y optimismo…
Pues al diseñarse el edificio que regiría la tauromaquia, el artífice, el arquitecto, o lo que Ustedes deseen llamarle, reservó otro espacio o morada para los humildes de la fiesta, para los modestos y, sin embargo, no por ello los menos importantes de los personajes que participan en la realización del espectáculo, tales como torileros, monosabios, puntilleros…
La historia del toreo registra los nombres de algunos de los pertenecientes a este último grupo, bien haya sido por su actuación en general o por algún hecho en especial, que conquistaron tal honor; así, al torilero de la vieja plaza de Madrid que se llamaba Carlos Albarrán, apodado ‘El Buñolero’, que desempeñó tal función durante más de sesenta años y mereció que Luis Carmena Millán le dedicara un poema.
En la Ciudad de México han sido célebres Ramón Medina, torilero del viejo Toreo; entre los monosabios Simón Cárdenas y como puntillero, Macario Castelán ‘Gallinito’…
Pues bien: ayer al llegar a su fin el festejo de feria, las puertas de la morada dedicada a las personas más modestas del espectáculo se abrieron de par en par para dar paso a un nuevo ocupante que aspiraba a tal lugar por legítimo derecho de conquista por la vía del éxito, con el beneplácito de la afición de Aguascalientes. ¿Su nombre? Jesús Gutiérrez ‘El Callos’.
‘El Callos’, sí, que cuando estaba a punto de concluir y había doblado el sexto y último toro, puso fin a la vida de éste y dio al ‘esaborío’ un remate pletórico de torerismo, rematando a ‘Buen Mozo’, que tal era el nombre del bicho, con espectacular y certero puntillazo a la ballestilla. Esto es: lanzando la puntilla, haciéndola entrar en el cerviguillo del burel, que quedó fulminado.
Y los aficionados, los que van a la plaza a disfrutar de las diferentes incidencias de la lidia y no tan solo a brindar a la salud de esto o de aquello, irrumpieron instantáneamente en una cálida, rotunda ovación.
¡Enhorabuena Jesús Gutiérrez ‘El Callos’!…
Como se puede apreciar, a pesar de la oreja cortada por Joselito – entre los compases de Las Golondrinas según denota la misma crónica – el detalle más torero de la tarde estuvo a cargo del puntillero y es el que fue el motivo a recordar por el cronista. En declaración posterior para el mismo diario, José Miguel Arroyo se quejaba de que la espada le había emborronado sus mejores trasteos durante ese serial.
A Joselito ya no le hemos vuelto a ver por aquí, pero a don Jesús Gutiérrez El Callos le tenemos todavía apuntillando con arte y seguridad a los toros, y que sea por muchos años.