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viernes, 18 de diciembre de 2020

Mi amigo Marco

Foto: Landín-Miranda
Mi primer contacto con la familia Ramírez Villalón se produjo en abril de 1993. En la Feria de San Marcos de ese año mis compadres Nicolás Rodríguez Arellano y su esposa Lucero nos presentaron a Lucía mi esposa y a mí – y perdóneseme que escriba en primera persona – con Florentino, ganadero de Real de Valladolid quien después tendría ese vínculo también con él y con su esposa Luisa. Tino es una persona con la que es imposible no conectar. De inmediato nuestra común afición a esta fiesta nos llevó a concertar otra cita, esta vez en Morelia para el entrante mes de mayo, fecha en la que su familia organizaba una corrida en el Palacio del Arte en homenaje a un singular personaje del toreo mexicano, Francisco Gómez El Zángano

Así que nos desplazamos a Morelia y allá fue donde conocí a Marco Antonio, con quien mi compadre pretendió hacerse lenguas acerca de mi habilidad de emborronar cuartillas. La verdad es que Nicolás me tuvo siempre mucha estima, quizás más de la que yo merecía. En esa ocasión Marco nos llevó a su casa en Santa María de Guido, la Hacienda de la Flor, donde tenía ya el esbozo de lo que es la Biblioteca hoy llamada Salvador García Bolio, radicada en el Centro Cultural Tres Marías y en la que resguardaba el fondo de su tío, Monseñor José Villalón Mercado y la colección de textos taurinos que tenía ya tiempo de ir formando, junto con una pinacoteca que era un lujo.

Allí me enteré de que estudió Medicina, se especializó en Cardiología, que ejerció su profesión y que tiempo después por necesidades de los negocios de la familia, tuvo que apartarse de la vocación. También confirmé lo que por noticias de la prensa se dijo, en el sentido de que, al fallecimiento de su tío, el ingeniero Mariano Ramírez, brevemente fue titular de los dos hierros que éste tuvo, el que lidiaba a su nombre y el de Montecillo, mismos que por no tener tiempo para atenderlos debidamente y mantener su bien ganado prestigio, se vio en la necesidad de enajenar. Pero eso sí, siempre llevó con orgullo en uno de sus dedos anulares un anillo con el hierro de don Mariano.

Los libros nos acercaron a Marco y a mí. Cada vez que adquiría un lote interesante para su biblioteca o que tenía noticia de que algo se publicaba por estas tierras, me llamaba por teléfono y comentábamos acerca de esas novedades, me hacía recomendaciones de la manera de como conservar los libros que tengo en mi poder y me sugería formas de adquirir obras, sobre todo aquellas que están descatalogadas o que se consideran difíciles de conseguir. Se había vuelto un gran maestro de la bibliofilia.

Un tanto, importantísimo que hay que anotar a Marco Antonio Ramírez, es la creación del primer medio taurino de comunicación digital. Él y Salvador García Bolio crean y sacan a la luz la Gaceta Taurina en el año de 1996. Quizás el formato no es precisamente el de un portal o sitio de internet, pero sí es un documento digital elaborado por y para los lectores de este medio. Decía en su cabecera todo lo que de toros es… en internet. Su primera época abarcó de agosto de 1996 a enero de 1999 y ambos me hicieron el honor de invitarme a participar en ella. Actualmente vive una segunda época que comenzó en mayo de este año que corre.

Tuve el honor de que Marco me guiara personalmente un recorrido por el Museo Taurino del Centro Cultural Tres Marías, su gran obra a favor de la cultura de la fiesta. En ese momento tenía en construcción una sala para dedicarla a obras taurinas de Pablo Picasso y me comentaba la ilusión de edificar otra para destinarla a la dinastía de los Solórzano, que tiene su punto de partida allí, en Morelia. Cada vez que conversábamos tocábamos el tema y los avances eran lentos, pero él no perdía la esperanza de lograrlo. Quizás sus sucesores puedan concluir ese proyecto pendiente.

Más no solamente dedicó Marco Antonio sus esfuerzos a la cultura de la fiesta de los toros. Estuvo involucrado en un importante número de obras sociales que tienen como fin el apoyar a aquellos que están en situaciones desventajosas. Y lo hacía de manera silenciosa, sin buscar los reflectores ni las noticias en la prensa. Llevaba así a cabo una solidaridad bien entendida, que es aquella en la que no se tiene que alardear del bien que se hace.

Marco ha sido un hombre sencillo que supo disfrutar de la vida. Todavía recuerdo aquel 23 de abril de 1996, reunidos en la casa en la que vivo, con Tino su hermano y su esposa, Nicolás y Lucero, el coronel Chávez, abuelo de Fernando Ochoa, mi otro compadre Isidoro Cárdenas y Rosi su esposa y el Maestro Jesús Córdoba y su esposa. Íbamos a comer allí para después ir a la presentación del libro que el Centro Taurino México España había publicado por el centenario de la Plaza de Toros San Marcos. Nos dispusimos en el comedor y Marco, el coronel y el Maestro Córdoba sigilosamente se mudaron a la mesa de la cocina, porque allí las tortillas estarían más calientes… Maniobra inteligente de los tres.

La última vez que vi a Marco Antonio en persona fue en Madrid, en la Feria de Otoño del año 2018, el viernes 28 de septiembre, justamente en el puesto de libros que se pone en los bajos de la Plaza de Las Ventas – ¿dónde más podría ser? – sabía que estaba allí, pero ese tiempo para él no era de toros, sino de ópera y de teatro. Me confesó que el bombo de Simón Casas le intrigó y le llevó a la plaza y allí nos encontramos y conversamos. Después tuvimos algunas conversaciones telefónicas hasta que la mañana del jueves me encontré con la noticia.

Pues ya Marco y Nicolás están reunidos otra vez. Seguramente discutiendo si el toro Tejón de su tío Mariano que inmortalizara Alfredo Leal en Cuatro Caminos era o no de vuelta al ruedo. Hoy me he quedado un poco huérfano de amistad. 

Transmito desde aquí nuestra sincera solidaridad en este momento de tristeza a Enrique y a Tino, sus hermanos y a Valentina y a Rafael, sus hijos. Me consta que es complicado asumir una pérdida así, pero la única solución que tienen es aprender a seguir viviendo con ella.

Por mi parte digo: ¡Te voy a extrañar mucho Marco!

domingo, 21 de junio de 2009

21 de junio de 1988: Se inaugura en Morelia El Palacio del Arte


Mi primer encuentro con el Palacio del Arte fue en el año de 1993, en el mes de mayo, para atestiguar una corrida de toros que la familia Ramírez Villalón organizó en homenaje y beneficio de un singular personaje del ambiente taurino mexicano, Francisco Gómez El Zángano, quien caído en un estado de discapacidad a causa de una cornada, estaba pasando una larga tarde de esas que los toreros prefieren olvidar. Aún recuerdo el sentido brindis que David Silveti le hizo, reconociéndole que él y muchos de sus pares no estarían en los ruedos de su ayuda y hasta de su complicidad, pues le decía El Rey en ese breve parlamento: …muchas veces me escapé de mi casa contigo Zanganito, para ir a torear a las escondidas…

En esa oportunidad, el Arquitecto Eduardo Florentino Ramírez Villalón, titular de la ganadería de Real de Valladolid, que como siempre, fue un extraordinario anfitrión para la ocasión, me contó a grandes rasgos la adquisición de la plaza portátil La Guadalupana, que funcionó de manera semi – fija en el Estado de Puebla, su traslado a Morelia y las principales vicisitudes para su conversión en un escenario definitivo. Quizás uno de las más grandes, resultó ser la deficiente circunferencia del ruedo, misma que causó alguna problemática que los ingenieros se encargaron atingentemente de resolver.

Un año tomó la transformación de la nómada en sedentaria y para el 11 de junio de 1988, se pudo llevar a cabo la prueba del funcionamiento de las instalaciones, con un festival taurino en el que mano a mano, dos alcaldes dejarían constancia de que el lugar estaba listo para abrirse al público. Se trató de un muy taurino encuentro entre el Valladolid hispano y el Valladolid de México, hoy llamado Morelia, en honor del más preclaro de sus hijos, don José María Morelos y Pavón, uno de los artífices de nuestra independencia.

Así, don Tomás Rodríguez alcalde de Valladolid, España y don Germán Ireta Presidente Municipal (Alcalde) de Morelia, Michoacán, México, enfrentaron sendos novillos de Campo Alegre, en una tarde en la que ambos demostraron su buena afición y quedó claro que el escenario estaba listo para comenzar a escribir su historia con las puertas abiertas a la sociedad moreliana y a la de todo el mundo.

Hoy hace 21 años

De esa forma, el 21 de junio de 1988, Monseñor Estanislao Alcaraz y Figueroa, Arzobispo de Michoacán, bendijo las instalaciones y seguramente reclamó para sí el mismo privilegio que su homólogo, don Luis María Martínez en su día, jocundamente pidió respecto de la Plaza México, en el sentido de que se hiciera constar en los anales, de que la primera vuelta al ruedo allí dada, fue la suya.

Cumplimentados los ceremoniales propios de nuestras tradiciones religiosas, correspondió al Ingeniero Luis Martínez Villicaña, Gobernador del Estado, declarar formalmente inaugurado el Palacio del Arte, nombrado así a sugerencia de quien fuera durante muchos años su Gerente, el buen amigo Gabriel Rosales, imponiéndose su sugerencia a otras más reduccionistas, como la del también gran amigo Claudio Esquivel, que pedía que tuviera un nombre exclusivo de plaza de toros, limitando desde su denominación la multifuncionalidad a la que el escenario está destinado.


Concluidas las ceremonias, se pasó al espectáculo de la señora Pilar Rioja, primera dama de la danza española, que abrevara en las fuentes de Regla Ortega, de Ángel Pericet y de El Estampío, logrando crear una expresión propia al fusionar la danza tradicional de su tierra con la clásica y la moderna. Confiesa Marco Antonio Ramírez que a esas fechas, solo conocía a Pilar Rioja de oídas, pero que a instancias del escultor José Luis Padilla Retana, taurinamente El Seminarista, fue que se decidió a presentarla y con un éxito tal, que una escultura monumental suya es la que anuncia la presencia del Palacio en la plaza que se ubica en su exterior.

El origen de la idea

¿De dónde nace esta idea? Habrá que remontarse a unas cinco o seis décadas atrás, cuando los hermanos Enrique, Víctor Manuel y Mariano Ramírez Miguel inician una aventura ganadera en Encarnación de Díaz, Jalisco. Con simiente de Pastejé fundan la ganadería de San Antonio, para más o menos una década después, enajenar esa base genética en su totalidad a su paisano don Gustavo Álvarez y adquirir una importante fracción de la ganadería tlaxcalteca de Zotoluca, con la que cobraría gran importancia la vacada, anunciada en los carteles como la del Ingeniero Mariano Ramírez, aunque esa es otra historia, que debe y merece ser contada con la debida amplitud y en otro tiempo y espacio.

Ese vínculo ganadero liga a la familia Ramírez Villalón con la fiesta de manera indisoluble y así, en 1985, el doctor Marco Antonio Ramírez Villalón, en apoyo al entonces Gobernador de Michoacán, organiza una corrida de toros a beneficio del Sistema DIF Estatal (la Beneficencia Pública).

Cuenta Marco que el resultado económico del festejo no fue precisamente el esperado, pero que le quedó la idea de volver a intentar la experiencia, aunque en otras condiciones. Refiere también que contó siempre con el apoyo de su padre, el licenciado Enrique Ramírez Miguel, uno de los más activos emprendedores que he conocido y afirma que si la del Palacio no es la que más le redituó, sí es la que más le divirtió y eso en los negocios, a lo mejor es un resultado mucho mejor que el económico en muchos casos.

Algunos fastos notables

La primera corrida de toros se da en su ruedo la tarde del 9 de julio de 1988. Toros de Jesús Cabrera, propiedad de don José Velázquez Pérez para Guillermo Capetillo, Jorge Gutiérrez y Javier Bernaldo.

El primer toro que se lidió en el Palacio fue Purépecha, número 17 y pesó 494 kilos, le correspondió lidiarlo a Guillermo Capetillo. La primera oreja fue cortada por Jorge Gutiérrez a Cafetero, la propia tarde inaugural. Esa misma tarde se produjo la primera salida en hombros, para el diestro queretano Javier Bernaldo que se llevó las dos orejas del tercero de la tarde, Aguacatero, nombrado así en honor de los frutos tradicionales de Uruapan.

Para Alfredo Lomelí fue el primer rabo, cortado al novillo Tabernero de Campo Alegre, el 23 de julio de 1989, aunque el primero que se paseó por ese redondel fue por Arturo Gilio, uno que le tiraron del tendido y que le costó una fuerte sanción económica. La primera alternativa fue para un fino torero de Morelia, Teodoro Gómez, el 15 de diciembre de 1990. Su padrino Miguel Espinosa Armillita, le cedió al toro Buena Suerte, número 3, de la ganadería michoacana de Campo Alegre, ante el testimonio de Paco Doddoli. El toricantano se alzó como triunfador de la tarde al cortar las dos orejas del toro de la ceremonia.


También el Palacio del Arte representó la Omega para algunos conspicuos personajes de la fiesta. En la década de los setenta se habló con insistencia de un torero que parecía tomar el testigo dejado por el gran Jesús Solórzano, el inconmensurable artista moreliano. El Inspirado llamaban a Miguel Munguía, quien hacía el toreo con una gran finura. Es el suyo uno de esos casos que nos dejan con la miel en los labios, porque por alguna desconocida razón, a pesar de la calidad de su toreo, nunca se fraguó la figura que nos anunciaba. Es en este ruedo donde mata a Cariñoso, número 63 de don Aurelio Franco, el último toro de su vida, el 12 de diciembre de 1989, muy poco tiempo antes de adelantarse en el viaje que no tiene regreso.

Ya fuera de los ruedos, pero ligado a la fiesta en todos sentidos, un singular personaje que al mediar el pasado siglo tuvo la osadía de tomar la alternativa sin haber pisado como novillero la Plaza México fue uno de los encargados de cimentar el prestigio de el Palacio del Arte como escenario taurino. Guillermo Carvajal El Chicharrín fungió como Juez de Plaza (Presidente) los últimos años de su existencia, guiando con acierto las funciones y dejando ver que el criterio de la capacidad para clasificar una plaza de toros como de primera categoría es falaz, pues esa primera categoría se adquiere con el remate de los carteles y la seriedad de los festejos que en ella se dan, lo que siempre procuró y consiguió el matador Carvajal.

El Palacio del Arte nace con la idea de fomentar precisamente el arte en Michoacán. En lo taurino, se abre como espacio de expresión para los toreros de la tierra y así vemos que han llegado a la alternativa tras forjarse en su ruedo, aparte del ya recordado Teodoro Gómez, Jacobo Hernández, Ricardo Rosas, Jesús Luján, Cirilo Bernal, Pepe López, José Retana, Alfonso Hernández El Pali y entre los que hoy día más actividad tienen, se encuentran Omar Villaseñor y Fernando Ochoa y todos ellos en su tiempo y en su circunstancia han hecho concebir grandes esperanzas a la afición de Michoacán y a la de todo México.

Pero la actividad no se circunscribe a lo local, pues pocas plazas del mundo pueden recopilar en sus anales la presencia de todos los principales de su tiempo. Así podemos contar que ha sido punto de encuentro de toreros de la talla de Eloy Cavazos, Enrique Ponce, Jorge Gutiérrez, Julián López El Juli, Miguel Espinosa Armillita, Pablo Hermoso de Mendoza, David Silveti, Sebastián Castella, sin faltar ninguno de los que en su tiempo gozan del reconocimiento de la afición como figuras del toreo.

Más que una plaza de toros

Decir que el Palacio del Arte es solamente un centro de espectáculos sería una falacia, pues no se limita a los circulares muros que delimitan su escenario. Su noción va más allá de lo que es un sitio en el que se realizan eventos masivos. La idea completa es la de una Fundación Cultural. Así, alrededor del Palacio, gravitan la Biblioteca José Villalón Mercado, con un fondo taurino que rebasa con facilidad los ocho mil ejemplares; la Pinacoteca del propio Palacio que tiene lo más selecto de la obra de pintores como Carlos Ruano Llopis y Pancho Flores las cumbres de la pintura taurina del pasado siglo.

También el Palacio del Arte resulta ser el precursor de la información taurina en la Internet. Cito a continuación a María Verónica de Haro de San Mateo, quien en la comunicación que dirigió al VII Congreso Nacional de Periodismo Digital celebrado en Huesca, España, en marzo de 2006, titulada 10 Años de Información Taurina en Internet. Un Nuevo Modelo de Periodismo Taurino, expresó lo siguiente:

El primer intento de revista taurina electrónica lo encontramos en Gaceta Taurina (http://www.bibliotoro.com/gaceta.htm). Editada exclusivamente en y para los usuarios de la Red, nacía por empeño del Centro Cultural Palacio del Arte de Morelia (Michoacán, México) en agosto de 1996. Dirigida por el bibliófilo Salvador García Bolio apareció mensualmente hasta enero de 1999 con el objetivo de de divulgar, promocionar, enaltecer y preservar “lo que Las Corridas de Toros o Fiesta Brava, son”.

En realidad, su tosco diseño respondía al propio de una revista en papel elaborada casi artesanalmente y su contenido relataba, casi en exclusiva, la actualidad taurina azteca salpicada por algún acontecimiento internacional de repercusión para la afición de este país. Pero con todo, en Gaceta Taurina está el germen de las páginas y portales taurinos que posteriormente, y muy poco a poco, vieron la luz.



Es decir, hace aproximadamente una docena de años, el Palacio del Arte descubrió honrosamente, desde México, el potencial de la red de redes, para difundir la información taurina. Hoy mantiene la primera biblioteca taurina virtual en la Internet, en la que tiene a la disposición de la afición diversa información relativa al propio escenario, como de la Biblioteca, entre ella, el catálogo de la misma digitalizado y accesible para su consulta

Tratar de resumir en unas breves líneas veintiún años de historia no es una tarea sencilla, pero lo importante en esta fecha, es el recordar en esta fecha, que la apertura al mundo de los toros del Palacio del Arte es un evento que merece ser recordado y tenido en cuenta como uno de los trascendentes de la Historia de la Fiesta de los Toros en el México contemporáneo. Desde aquí reitero mi enhorabuena a la familia Ramírez Villalón por la creación de tan importante espacio de expresión artística y taurina.

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