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domingo, 9 de noviembre de 2014

9 de noviembre de 1947: La epifanía de Manuel Capetillo

9 de noviembre de 1947
Hace unas semanas escribía aquí mismo acerca de los sobresalientes y del hecho de que en la actualidad su participación en los festejos se ha reducido a un mero trámite y que cuando han tenido que cumplir con su cometido y lo hacen con atingencia y a veces hasta con lucimiento, no reciben más recompensa que la paga convenida por estar en la plaza el día y hora convenidos, sin que se les considere en lo posterior como toreros para recibir una oportunidad de mostrar, como partes de un cartel, sus dotes artísticas.

Hoy hace 67 años que Manuel Capetillo partió plaza en la plaza El Progreso de Guadalajara casi en esas condiciones. Para ese domingo la empresa de don Ignacio García Aceves había anunciado una novillada de Lucas González Rubio que matarían mano a mano el tapatío Luis Solano y el triunfador de la Plaza México, Fernando López El Torero de Canela. Varias fueron las peripecias por las que tuvo que pasar Capetillo para salir como sobresaliente esa tarde. La versión de Fernando López sobre ese particular es así: 
A la hora del desayuno llegó el empresario a saludarles… En esta ocasión, después de los saludos y demás cortesías les expuso lo siguiente: “Durante muchos años tuve un amigo, el cual falleció hace poco tiempo. Uno de los hijos de este amigo quiere ser torero. Nunca lo hemos visto torear, pero el muchacho tiene tipo. Pensamos que siendo el cartel de mañana mano a mano, podría salir y que le permitieran hacer un quite para que nosotros lo podamos ver. La Unión de Matadores ya nos envió al sobresaliente oficial, por lo que de aceptar ustedes – era a Rodolfo y a Fernando a quien se dirigía – saldría de más. Rodolfo, con un movimiento de cabeza interrogó a Fernando, quien dijo: Por nosotros no hay inconveniente, pero quien debe autorizarlo es Luis Solano como primer espada en el cartel. En principio, yo lo acepto… Los toros de Lucas González Rubio eran grandes, gordos. El cuarto de la tarde embistió bien al capote de Fernando… Se colocó al toro para el tercer puyazo. Fernando buscó con la vista al recomendado de la empresa y con la cabeza le hizo la seña para que saltara al ruedo a hacer el quite… el muchacho ejecutó cuatro fregolinas y una revolera ¡increíbles! por lo lentas y ceñidas. El público enloqueció de entusiasmo y sorpresa, aventó todo lo que tuvo en las manos; flores y sombreros cayeron al ruedo y aplaudió a rabiar durante un par de minutos… El quinto toro no embistió tan bien como el anterior y en los quites el público empezó a pedir a gritos al sobresaliente. Fernando se acercó a Luis y le dijo: “Déjalo hacer un quite para que la gente se calme. Este toro no embiste tan claro como el otro…”. “Sí – dijo Luis – a ver que le hace a este…” Y dirigiéndose al muchacho, con una seña del brazo le indicó que hiciera el quite… Se fue al toro, este le embistió y le hizo cuatro gaoneras con las manos muy bajas, en el mismo sitio y casi sin moverse. Remató nuevamente con una revolera. ¡Todo increíble! El público enloquecido le hizo dar la vuelta al ruedo. Cuando él último toro cayó muerto… Luis y Fernando caminaron a sus automóviles viendo a ese torero – desconocido hasta unos minutos antes – a hombros de la multitud… He dejado hacer quites a varios y este es el primero que tiene con que aprovechar la oportunidad. ¿Cómo se llama?, Manuel Capetillo – contestó el mozo de espadas - oí que así le nombraban…
Como podemos leer de las palabras del Torero de Canela, el primer quite se lo concedieron a Manuel Capetillo por una especie de obligación hacia el compañero que estaba con ellos en el ruedo solamente en espera de la eventualidad de que les ocurriera un percance y el segundo, fue en alguna medida por complacer el clamor de la concurrencia, pero viendo además que el toro no era tan claro como el anterior en el que había quitado. Allí tuvieron la ocasión de apreciar que lo realizado la primera vez no fue mera casualidad, que estaban delante de un torero que tenía un promisorio futuro delante.

Pero Manuel Capetillo también contó su versión de estos hechos. Lo hizo en un libro titulado Manuel Capetillo. Más allá de la leyenda, en el que narra su paso por los ruedos y por los escenarios. Al referirse a esta particular tarde de toros, dice lo que sigue:
Me enteré de que la empresa de Guadalajara organizaría una serie de novilladas, en una de las cuales – el doce de octubre de mil novecientos cuarenta y siete – estaba anunciado un mano a mano entre Luis Solano y Fernando López, con toros de Lucas González Rubio… Yo conocía bien a Luis Solano, por lo que me planté frente a él – la decisión se la echaba a la gente, ya que no me dejaban hacerlo ante los toros – y le pedí que me dejara hacer un quite, uno solo, en uno de sus toros. Me dijo que estaba de acuerdo, pero necesitaba consultar con el empresario, don Ignacio García Aceves… A los pocos días vino la respuesta: “Imposible, el sobresaliente de la corrida ya está puesto y se llama el ‘Niño de la Rosa’”… Pero, ya que había convencido a Luis Solano de que me dejara hacer un quite, no podía conformarme e insistí personalmente con el empresario. Que me dejara hacer un quite, nada más un quite, aunque no saliera como sobresaliente. ¿Por qué no?... “Pues porque no se puede, porque no se hace nunca y porque lo impide el Reglamento. Sólo el delegado de la Unión de Matadores podría autorizar tal excepción”, me respondió don Nacho García Aceves… “¿Y quién es el tal delegado?”… “Un señor que se llama Ángel Martínez”… “¿Si lo convenzo a él estará usted de acuerdo?”… “Está bien, te doy la oportunidad… Aunque don Nacho ha de haber pensado que no convencería al delegado, ya encarrilado en eso de los convencimientos – que es casi como ligar los naturales –, el último fue lo de menos… “El torero está de acuerdo. El empresario está de acuerdo. Usted, como delegado, no puede estar en desacuerdo, ¿verdad? Sería una grosería con ellos”, le dije… “No, pues no. Siendo que todos están de acuerdo, adelante”, me contestó… Ya sólo faltaba lo más importante: conseguir un traje de luces, porque no tenía ninguno, ni dinero para alquilarlo y mucho menos para comprarlo. Y sin traje de luces, es obvio, no podía partir plaza… Me vi en la necesidad de recurrir a Eleuterio Rodríguez que era... nada menos que puntillero. Ya se podrá suponer el estado en que estaba su traje, el único con que contaba, por lo demás. Pero el estado del traje era lo de menos. El verdadero problema era la estatura de Eleuterio: francamente chaparro. Ante mí, que cargo con un metro ochenta y dos centímetros encima… La taleguilla me llegaba a las rodillas, así que las medias me ocupaban la mitad de las piernas. Las mangas de la chaquetilla apenas si me cubrían los codos. Resultaba francamente ridículo… Al llegar a la plaza oí los primeros gritos de burla: “Ese es un payaso, mira cómo le queda el traje… Eh, tú, payaso, qué vienes a hacer aquí… Pareces un chapulín vestido de luces”… La novillada transcurría en forma normal – y sin nada relevante – hasta que salió el tercer toro, en el que Fernando López me permitió que hiciera el quite, mi tan esperado quite – que, por lo demás, había ensayado todos los días, desde hacía años, ante un toro imaginario… Fui hacia el picador y en el momento en que intenté echarme el capote a la espalda, sucedió lo inevitable, como en una película cómica: la chaquetilla por poco se me cae de lo mal que me quedaba y tuve que detenerme – y poner el capote en la arena – para acomodarla, con lo cual provoqué una nueva carcajada de la gente… Por fin hice el quite que tanto esperaba y mi vida dio un giro de ciento ochenta grados. Todo adquirió sentido. Mi decisión, a pesar de la muerte de mis admirados toreros… Fueron cuatro gaoneras y una revolera en las que no me moví un ápice y ni siquiera parpadeé… La plaza se volvió un manicomio y los sombreros alfombraron el ruedo… Salió el siguiente toro, que correspondía a Luis Solano, y apenas lo sacaron del caballo, empezaron los gritos: “¡El sobresaliente, el sobresaliente!”… Ni siquiera sabían cómo me llamaba… Y a Solano no le quedó más remedio que dejarme hacer un quite también… Ahora fueron fregolinas – otro de mis quites predilectos –, que me salieron aun mejor que las gaoneras… Al rematarlo, otra vuelta al ruedo y los gritos, ya descarados: “¡Torero, torero!”… Al final de la corrida la gente bajó al ruedo y me cargaron a hombros. ¡Tres horas me llevaron a hombros por las calles de Guadalajara, por los dos quites que había hecho! ¿Habrá otro torero que pueda jactarse de cosa parecida? Y sin siquiera conocer mi nombre, porque los únicos gritos que oía eran los de: “¡Viva el sobresaliente!...
La esencia de una y otra versión es la misma, aunque el torero confunde la fecha – él la sitúa en el 12 de octubre de 1947 y en realidad fue casi un mes después – y difiere también en la manera en la que fue aceptado como segundo sobresaliente esa tarde. Quiero pensar que al escribir la obra, lo hizo “de memoria” y por ello la contradicción en cuanto a las fechas.

El diario El Informador de Guadalajara del día siguiente del festejo, tiene una crónica que no lleva firma, pero que por la época, puedo atribuirla a su cronista titular, Enrique Aceves Latiguillo, quien dijo lo siguiente de la actuación de Capetillo:
Temeridades suicidas de Luis Solano, toreo enterado y fino de Fernando López, dos destellos de oro del sobresaliente Manuel Capetillo que merecerán párrafo de matador y cuatro bravos toros de González Rubio, fue lo que vimos ayer en la tarde. En forma rápida, una hora cuarenta minutos de corrida, llena de emociones y magníficos destellos, a pesar de no haberse consumado una faena ni cortado alguna oreja... Por tercer enemigo tuvo Solano a “Muñeco”, negro bragado y calcetero, número 39, otro ejemplar tan bueno o superior al que le tocó en primer término. Hubo gran tercio de quites, gaoneras Solano, navarras a su estilo, Fernando López, torerísimo y el segundo “quite de oro” de Manuel Capetillo, chicuelinas suaves y por abajo... “Zancudo” número 5, fue el segundo de López. Hizo magnífica salida y Fernando le da varias verónicas aguantando a ley. Buen tercio de quites, chicuelinas Fernando, gaoneras Solano y en seguida se presenta el descubrimiento de la tarde, el sobresaliente Manuel Capetillo, con otras gaoneras de escándalo... MANUEL CAPETILLO. Un sobresaliente que debe sobresalir en la crónica. Le fueron suficientes dos quites, para convencer a la concurrencia que ayer surgió un torero, jalisciense por añadidura… El primer quite se lo cedió Fernando López en el cuarto de la tarde y fue por gaoneras, vaya forma de ejecutarlas y parar en el lance, la ovación no se hizo esperar y de las grandes… El segundo quite se lo dio Luis Solano en su tercer toro, el quinto de la tarde y este fue por chicuelinas, suaves y por abajo, un quite de oro que hubiera firmado Pepe Ortiz… Para muestra un botón y estos fueron dos y de perlas del más fino oriente. Capetillo salió en hombros, la afición lo pide, para verlo ya completo en una novillada. En el joven, que no es un adolescente, hay cuerpo, figura y al parecer una muñeca para jugar el engaño ante el toro, que puede resultar toda una revelación. No sería muy remoto asegurar, que en la arena de El Progreso se encontró ayer regado un diamante… Al menos esta impresión se llevó ayer el numeroso público que asistió a la novillada.
A la semana siguiente
Manuel Capetillo se ganó a pulso, con dos quites, su inclusión en la novillada del siguiente domingo. Alternaría con Luis Solano y Santiago Vega en la lidia de novillos de Corlomé. Para ello, pidió al empresario García Aceves lo siguiente:
Al día siguiente, como era de esperarse, me mandó llamar el empresario… “Muy bien, Manuel, siempre supe que ibas a triunfar” – me dijo don Nacho, algo que a partir de ese momento me repitieron todos los que antes dudaron de mí –. “Has dado el primer paso. El primer pasito, vamos a llamarlo. Ahora hay que dar un paso en verdad, para lo cual ya te estoy anunciando para el próximo domingo”… “Muchas gracias, don Nacho. Un solo favor”… “El que quieras”… “Présteme un traje de luces digno. Ya usted oyó las burlas que me hicieron por haber usado el traje de Eleuterio. Está muy chaparro él, o yo muy alto, no sé”… Sonrió ampliamente y le dio una fumada a su puro… “No te preocupes. A partir de este momento tendrás todo lo que necesites...
La crónica de ese festejo del 16 de noviembre de 1947 vuelve a ensalzar su el fino toreo de capa de Manuel Capetillo, señala que es un regular muletero y que necesita aprender a matar los toros, pues el segundo de su lote se le fue vivo a los corrales. Nadie podía suponer que durante casi las siguientes tres décadas, Manuel Capetillo sería conocido como El Mejor Muletero del Mundo y que al evolucionar su manera de hacer el toreo, lo que lo sacó del ostracismo, su toreo de capa, pasaría a ser un mero recuerdo.

domingo, 1 de junio de 2014

El sobresaliente

Álvaro de la Calle, entre Antonio Ferrera y Javier Castaño
Gijón, agosto de 2013 (Foto: diario La Razón)
En torno del asunto tratado aquí la pasada semana, amigos me hicieron una serie de cuestionamientos acerca la pertinencia de que en los festejos taurinos hubiera permanentemente presente una especie de torero sustituto que pudiera permitir la terminación de esos espectáculos en los que, heridos o impedidos físicamente de continuar en la lidia los espadas anunciados, pudiera terminarlos. Las dudas vinieron del hecho de que en alguna de las efemérides recordadas un torero vestido de paisano salió del callejón para finiquitar al toro que se quedaba en el ruedo o en otra, que otro diestro bajaba del tendido y se ofrecía a terminar con la corrida, sin obtener el permiso de Usía para hacerlo.


Algunos conceptos

Ese torero sustituto sobre el que se me preguntó en la calle y en el trabajo, tiene nombre propio en la jerga y la historia del toreo. Se llama sobresaliente. La primera mención que se hace de él es en la Tauromaquia de Pepe - Illo y es referida a los picadores de reserva. Según los diccionarios que obran en mi poder, su función es la que sigue:
“Diestro anunciado en algunas corridas por si resultan lesionados los espadas; en la actualidad es un novillero, mientras que antes era un banderillero aventajado…” (José Carlos de Torres, Diccionario del Arte de los Toros)

“Diestro, antes por lo general banderillero y hoy novillero, que se anuncia en algunas corridas, para, en caso de inutilizarse los espadas anunciados, sustituirles. Actúa en todas las corridas en las que actúa un solo espada o dos diestros; o bien ayudando al rejoneador…” (Luis Nieto Manjón, Diccionario Ilustrado de Términos Taurinos)
Ambas definiciones hacen referencia primero, al banderillero, que De Torres califica de aventajado y que nos lleva – a mi juicio – a un concepto teórico adicional, que es el de media o medio espada, que según este mismo autor es un torero que no había recibido la alternativa, que por lo regular estoqueaba el último – o los dos últimos – toro de la corrida. Se le anunciaba como tal en los carteles y además llevaba plaza de banderillero en la cuadrilla de su maestro.

Aclaro después, que los dos conceptos transcritos están construidos a partir del Reglamento Nacional español del 15 de marzo de 1962.

Es decir, de antiguo y sin distinción del número de actuantes en una corrida de toros, se podía contar con un espada sustituto en caso de imposibilidad del o los anunciados de continuar en la lidia, aunque hoy en día la presencia de ese sobresaliente es limitada a los casos en los que las regulaciones de la fiesta así lo disponen.

Las reglamentaciones 

El Reglamento de los Espectáculos Taurinos de España (BOE del 2 de  marzo de 1996), previene entre otras cuestiones; que cuando se anuncien festejos en los que actúen uno o dos espadas, habrá un sobresaliente que será un profesional en activo que corresponda a la categoría del espectáculo, es decir, se abandona aquella restricción en el sentido de que sería novillero y en corridas de toros necesariamente será matador de toros y en las de novillos, pertenecerá a esta categoría. (Artículo 28). Aquí cabría preguntarse si el calificativo categoría implica también la taurina y no solamente la escalafonaria.

Ese sobresaliente tendrá el deber de dar muerte a todos los toros que resten si los toreros anunciados se inutilizan durante la lidia. Si el sobresaliente a su vez queda imposibilitado, se dará por terminado el espectáculo. (Artículo 68)

La normativa española no impide la presencia de más sobresalientes en un festejo y en alguna ocasión se ha dado el caso de que un par de ellos han estado disponibles en una actuación en solitario en Madrid.

Los reglamentos mexicanos son variopintos. Coinciden con la normativa hispana en el sentido de que el sobresaliente deberá corresponder – en principio – a la categoría del festejo y así, deberán concurrir matadores de toros con matadores de toros y novilleros con novilleros, aunque hay algunos matices que vale la pena resaltar.

En un reglamento de diciembre de 1907, para el Estado de Querétaro – ya sin vigencia –, se establecía una función más amplia para el sobresaliente pues aparte del deber de sustituir a los espadas que se inutilizaran, se le imponía el de realizar las suertes que el espada o la empresa le indicaran. (Artículo 77)

El reglamento de la municipalidad de Guadalajara señala que el sobresaliente en corridas de toros deberá ser un matador de toros con cartel reconocido en plazas como la México, el Nuevo Progreso de Guadalajara u otras de igual categoría…, lo que me induce a pensar que el sobresaliente en corridas de toros debe tener confirmada su alternativa en la Plaza México. (Artículo 76)

El que se aplica en las plazas de toros del Estado de México, se exigen dos sobresalientes para las corridas de un solo matador y para las corridas de dos matadores enfrentando ocho toros. Aquí se mantiene aquello de que es indispensable ser matador de novillos, con cartel reconocido en plazas de primera categoría… (Artículo 81)

En Aguascalientes, hay distinciones. Si la corrida es de un solo matador habrá dos sobresalientes, uno matador de toros y otro novillero. Si es de dos matadores, bastará con que sea novillero. Agrega el Código Municipal: en todo caso los novilleros que actúen como sobresalientes, deberán haber actuado en una plaza de primera categoría... (Artículo 1486). En la práctica, en las corridas de toros, los sobresalientes que actúan son siempre matadores de toros.

Como podemos ver, la regla general es que habrá posibilidad de sustituir a los espadas anunciados en carteles de uno o dos espadas únicamente y en todos los demás casos, de quedar inutilizada la totalidad de los diestros anunciados, el festejo terminará en el momento en el que el último de ellos quede imposibilitado de continuar en la brega.

Historias de sobresalientes

El torero que ejerce de sobresaliente tiene una posición más que secundaria. Se viste de luces, hace el paseo y de no permitírsele hacer un quite o poner banderillas – si se especializa en ello – quedará relegado a esperar la mala hora de sus compañeros de profesión para entrar en acción y cumplir su cometido. En México se recurre generalmente a toreros del lugar en el que los festejos se celebran, pero en España hace tiempo que varios matadores de toros se han convertido en algo así como especialistas en fungir como sobresaliente de espadas en los carteles de más tronío.

Uno de los sobresalientes que en los últimos tiempos cobró notoriedad es David Saleri quien el 3 de octubre de 2008 concluyó con la corrida en la que Miguel Ángel Perera se enfrentó en solitario con seis toros en Madrid. Las crónicas refieren que ese sexto toro fue fiero y el torero lo despachó con dignidad y recibiendo por retribución el silencio de quienes permanecieron en la plaza tras el ingreso del extremeño en la enfermería.

Torero de guardia, le llama Javier Caballero en un reportaje, en el que hace notar la contradicción del calificativo de la función del torero – sobresaliente – con el hecho de que su actividad pasa por lo general desapercibida. En esa ocasión Saleri afirmó:
En dos ocasiones Saleri se ha topado con esa carambola. La primera vez ocurrió en la feria de Olivenza, en Badajoz, en 2001. Pedrito de Portugal es cogido en el segundo toro. El de Linares tiene por delante cinco astados a los que mandar al desolladero. Templando ganas y nervios, cumplió con la papeleta, mas sin gloria. Tuvo que esperar siete años para acaso atisbar la gloria de nuevo entre dos pitones. Aconteció en Madrid, en el marco de la Feria de Otoño de 2008. Comparecía en solitario el pacense Miguel Ángel Perera, que fue corneado en el quinto morlaco. Frente a 20.000 espectadores, y con la sangre del diestro regando el ruedo, David tuvo que pasaportar al sexto. Escuchó silencio tras un aviso. Las crónicas no relatan nada memorable de su actuación. «El tendido 7 [el más exigente, fundamentalistas taurinos, dicen] comprendió las dificultades de aquel toro. Ni siquiera en aquel momento pude confirmar mi alternativa, sin padrino ni testigos y con un matador en la enfermería. Cuando actúa un sobresaliente, el ambiente se vuelve nefasto y enrarecido. La gente ha ido a ver a una máxima figura y se encuentra con un chico al que apenas conoce. Hay una gran consternación, en el ruedo y en el tendido, porque hay un hombre herido. Superar todo eso es muy complicado. Y encima piden que rayes a gran altura... » Los emolumentos de los mejores espadas pueden superar los 300.000 euros por corrida. Las sobras a las que se refiere el linarense son los 3.200 euros que cobra por estar de guardia. «De ahí tienes que descontar el desplazamiento, la manutención, el alojamiento y pagar a tu mozo de espadas. No tengo ni apoderado. Al final, te quedan unos 2.000 euros limpios. Y si vas a una plaza portátil o de tercera, ganas alrededor de 1.200. Además, como los modestos toreamos poco, hay que matar antes un toro a puerta cerrada para estar entrenado y eso hay que pagarlo... »
El otro caso notable es el de Álvaro de la Calle, que también ha enfocado su carrera en los ruedos a ejercer como sobresaliente a falta de otro tipo de oportunidades para torear. Él se enfrentó a su destino en una fecha más reciente, en Gijón, en agosto de 2013, cuando Antonio Ferrera y Javier Castaño se fueron a la enfermería tras la lidia del tercero de la tarde y él tuvo que matar al cuarto de La Quinta – el primer toro que mataba vestido de luces en una plaza desde 2010 – y le cortó una oreja. 

A ese propósito, el torero castellano manifestó en una entrevista posterior a su triunfo:
«...desde entonces no había toreado prácticamente nada salvo algún que otro festival suelto. Lo que sí que había habido durante este tiempo era una dura  preparación física y mental para que cuando llegara el momento pudiera aprovecharlo... El toro me permitió interpretar el toreo dentro de ese concepto castellano y serio que me caracteriza... me ha dado el aliento necesario para seguir luchando de cara al futuro... Espero que éste de Gijón me sirva para relanzar mi carrera. Y es que no me cabe la menor duda de que si rompiera, por mi concepto no sería de muchas tardes durante la temporada, pero sí de dejar huella honda entre los aficionados...»
La nómina de diestros que en España ejercen esta dura faceta del toreo es larga. Entre los históricos están Antonio Mahíllo, Pedro Santamaría, Abelardo Granada, Antonio Briceño o Pascual Mezquita y entre los que se ven en los carteles hogaño en esa función están Miguel Ángel Sánchez, Alejandro Castro, José García o Enrique Martínez Chapurra. Reitero que en México se recurre a diestros locales, no especializados en la función, que al igual que los antenombrados, coinciden en la falta de contratos para actuar en festejos como cabeza de cartel.

El día de un sobresaliente

En esta ubicación pueden ver un vídeo, producido por Televisión Española en 2008, en el que se describe el día de un sobresaliente. El protagonista es Álvaro de la Calle.

¿De espectáculo a mero trámite?

Creo que a nadie le queda duda de que el atractivo de una corrida de un solo espada o de mano a mano son los anunciados en el cartel. Pero el hecho de que por los avatares de la lidia – recordemos la sentencia de Frascuelo –, se vayan a la enfermería y la terminación de la corrida quede en manos del o los sobresalientes, no implica necesariamente desde mi punto de vista que la actuación de éstos sea un mero trámite.

Los factores de la suerte y del politiqueo en el medio taurino determinan en mucho el progreso y el avance de la carrera de un torero y en muchos de los casos sus aptitudes poco tienen que ver en el sitio que ocupa en su escalafón.

Quizás una solución de justicia estaría en dar una mejor distribución de oportunidades en las ferias y temporadas a diestros con escaso número de actuaciones. Que los auto proclamados figuras permitieran la inclusión de toreros con posibilidades en sus carteles y de esa manera, tener sobresalientes con interés en los casos necesarios.

Porque no olvidemos que lo que parece ser un mero trámite para algunos, puede resultar en un triunfo que les saque del anonimato y les lance a una carrera de triunfos, como sucedió a Manuel Capetillo, y para otros, se puede traducir en verdadera tragedia, tal y como nos lo cuentan magistralmente, de este lado del mar, Carlos Pavón respecto de lo sucedido hace 55 años en El Toreo de Cuatro Caminos a su hermano Paco y allende el Atlántico Pedro Del Cerro, en su blog Dominguillos, acerca del cornalón que se llevó en estas lides Julián de Mata.

Edito: Agradezco a Octavio Lara que me haya recordado también la tragedia del sobresaliente mexicano Paco Pavón en el desaparecido Toreo de Cuatro Caminos, el 26 de abril de hace 55 años. Subsanada queda la involuntaria omisión, causada por la traicionera memoria.

Aldeanos