Manuel Gutiérrez Espartero |
Manuel Gutiérrez Sánchez, quien el 10 de febrero de este año hubiera cumplido cien años de edad, fue conocido en los ruedos de España y México como El Espartero o Espartero – en los ruedos hispanos se le anunciaba con frecuencia como Espartero de México – a secas y es el suyo uno de esos casos que trascienden al aspecto meramente histórico de la fiesta y también van lo que va más allá de la mera estadística o la anécdota, según intentaré contarles enseguida.
Espartero se presentó como novillero en El Toreo de la Condesa el 21 de mayo de 1933 y a partir de entonces desarrolló una larga carrera en el escalafón menor, principalmente por las plazas del Norte de la República, que le llevó a obtener la alternativa que da motivo a esta entrada.
La corrida fue programada para el domingo 28 de julio de 1940, eligiéndose para la ocasión un encierro de la ganadería tlaxcalteca de Santiago Garibay. El padrino de la ceremonia sería El Tigre de Guanajuato Juan Silveti, quien reaparecía en los ruedos de México después de una década de ausencia de ellos y fungiría como testigo el muletero de Singuilucan, Heriberto García. La nota de prensa previa al festejo señala lo siguiente:
Juan Silveti “El Tigre de Guanajuato”, una de las más grandes glorias del toreo mexicano, se presentará en la plaza “Torreón” el próximo domingo, al lado de Heriberto García, el muletero cumbre de todas las épocas y de “El Espartero” quien recibirá la alternativa, lidiando 6 grandes toros de la ganadería de Santiago Garibay de Tlaxcala… Silveti, indudablemente uno de los toreros que más grandes triunfos ha alcanzado en su carrera, no ha permitido que el tiempo doblegue su valor y la pureza de su estilo de lidiador macho y ahora, al lado de Heriberto y “El Espartero”, tratará de revivir aquellos inolvidables triunfos que en México y España dieron lugar a las más grandes alabanzas y formaran los triunfos más completos de torero alguno… Los toros se encuentran ya en los corrales de la plaza y han sido admirados por los aficionados. Se trata de un lote grande, con poder y presentados inmejorablemente. La nueva ganadería acusa sangre y es de esperarse que su presentación en esta plaza constituya el definitivo renglón de fama para el futuro.
Sin duda, el atractivo del cartel era el legendario diestro que toreaba en su campaña de reaparición ante los aficionados mexicanos, no obstante que llevaba ya veinticuatro años de alternativa y varias cornadas muy graves, y aunque se podía suponer con validez que no se encontraba en su mejor forma, el gran Meco no dejaba de ser un aliciente en cualquier cartel que encabezaba. Por otra parte, también resultaba un atractivo adicional el hecho de que el escalafón de matadores de toros se vería incrementado por un nuevo valor en la persona de Manuel Gutiérrez.
Al final de los hechos la corrida, de acuerdo con la crónica que de ella se escribió, fue una de esas que quedan para el recuerdo y Silveti fue parte esencial de ese éxito, según leemos en la crónica de Puyazo, publicada en el diario El Siglo de Torreón al día siguiente del festejo:
Silveti fue ayer el mismo que aplaudimos en los tiempos de la trilogía que formaban Gaona y el trianero Belmonte. Reapareció poseído de inspiración y de un valor seco, dándonos en compañía de Heriberto y “El Espartero” una gran corrida en que se lidiaron seis bichos bien armados, grandes y fuertes… Debido quizás a la tirante situación pecuniaria, a los dos millares de laguneros que como excursionistas salieron ayer a la capital, a la presentación de una corrida desconocida, cuyo ganado con su sola presencia podía demostrar al más neófito que se trataba de una ganadería de la más pura sangre brava, pelo brillante, pezuña corta y finísimo corte y largo y sedoso rabo, o por lo que quieran y gusten, la verdad es que el público no correspondió en esta ocasión. ¿Causas?... las que ustedes gusten… “Barrabás” una catedral con cuernos, marcada con el número 80, con algo así como 400 kilos en la canal, negro listón, es el dedicado para doctorar a Manuel Gutiérrez “El Espartero” el que abre plaza… Apenas es corrido por Alfredo Aguilar, ya tenemos a Manuel quien lo saluda con dos lances, saliendo desarmado. Silveti da 2 lances y el burel salta al callejón en dos ocasiones. Toma de los de aúpa 4 caricias en cambio de dos caídas. Alfredo Aguilar pone par y medio y Pineda uno, todos a la media vuelta… Juan Silveti cede los trastos toricidas a Manuel Gutiérrez “Espartero” y lo despide con un abrazo que merece los honores de aplausos y diana… Manuel, de bugambilia y oro da tres pases distanciado, para previo un pinchazo dejar una con alivio que bastó. Aplausos… Resumen: El público satisfecho ya que se puede considerar que fue una gran tarde de toros de las que no suelen verse ya ni una vez al año… De los diestros, a fuer de ser sinceros, debemos decir que nadie esperaba que Juan Silveti estuviera en tan buenas condiciones físicas y que aún se arrima como los bravos. Heriberto un tanto apático en su primero, en el 5o se sacó la espina, ya que hizo la mejor faena de la tarde, en cuanto al nuevo matador, Manuel Gutiérrez “Espartero”, lo que le faltó de suerte en el de la alternativa, le sobró en el que cerró plaza… Bregando “Yucateco” y “Gaonita” y banderilleando, “Yucateco” y “Morenito”. De los del castoreño, los hermanos Carmona. Y es una lástima que por culpa del pésimo servicio de plaza, fuera muerto un caballo por el cuarto toro, lo que no hubiera sucedido tal vez si ahí hubiera estado Simplicio, cuya ausencia se ha notado últimamente. El ganado magnífico en general, sobresaliendo los lidiados en quinto, sexto y segundo lugares, sobre todo este último, uno de mis predilectos que recibió CINCO VARAS EN REGLA sin volver la cara. Vaya mi aplauso sincero al Sr. Santiago Garibay, cuya fama dejó bien sentada en esta su presentación en tierras laguneras de su magnífico ganado de lidia…
Quiero reparar en la narración que se hace de la primera faena de muleta de Juan Sin Miedo. Es un recuento de las suertes que realizó el torero y que es como sigue:
“Espartero” retorna los trastos toricidas al “Meco” quien brinda a sus cuates, los del tendido cálido y tras uno por abajo, uno de rodillas, uno de rodillas por abajo, un alto, uno de costado, un alto, dos de costado, dos por abajo, uno de pitón a pitón, un doblón, uno de costado espeluznante, para una desprendida que partió la herradura… Ovación, oreja, vuelta al ruedo, música y obsequio de todo el tendido cálido que ha recorrido la montera del guanajuatense…
Es la descripción de una tauromaquia añeja, ya por esas fechas condenada al desuso, pero que todavía estaba vigente en la memoria de la afición de esas calendas y por lo tanto, era capaz de apreciarla, de degustarla y de justipreciarla.
Una tarde madrileña de Espartero |
Decía al titular esta entrada que esta alternativa era la primera que recibía Manuel Gutiérrez Espartero y efectivamente, así fue. Poco más de un año después, el 24 de agosto de 1941, en Ciudad Juárez, Lorenzo Garza le haría una segunda cesión de trastos, con toros de la ganadería de San Mateo, para doctorarle por segunda ocasión. Una tercera alternativa, el 5 de octubre de 1941, tendría lugar en el mismo Torreón, Coahuila, cuando el mismo Lorenzo Garza cediera a Espartero el toro Saltillero, de Atenco. Este último doctorado lo confirmó Manuel Gutiérrez en El Toreo de la Condesa – allí se le anunció como el ahijado de Garza – el 7 de diciembre de ese 1941, apadrinándole otra vez El Ave de las Tempestades en la cesión del toro Perdigón de San Mateo y en Madrid el 15 de agosto de 1945, siendo su padrino Mario Cabré y fungiendo como testigos Rafael Ponce Rafaelillo y el mexicano Andrés Blando, quien también confirmó su alternativa. El toro de la ceremonia fue Azafranero de los Hermanos Hidalgo.
Posteriormente Espartero renunciaría a esa última alternativa y volvería a torear como novillero, para recibir los trastos por sexta ocasión – cuatro alternativas y dos confirmaciones – esta vez el 11 de octubre de 1959, en Mérida, Yucatán, donde Alfonso Ramírez Calesero, en presencia de Luis Procuna, le volvió a investir como matador de toros.
Manuel Gutiérrez Sánchez Espartero, un caso singular en la historia del toreo, falleció el 20 de diciembre de 1997, a los 83 años de edad, a causa de un accidente de tráfico.