Séptima corrida de feria: Cuando las aguas vuelven a su cauce… ¡La gloria de una tarde de toros!
La corrida anunciada para el 27 de abril de hace medio siglo era un mano a mano entre Manolo Martínez y Eloy Cavazos, quienes se entenderían – o tratarían de hacerlo – con un encierro de Valparaíso. Desde los corrales de la plaza se veía una mejoría en puerta. La corrida no era pareja en presentación, pero sí mejor que lo que se había visto en la semana anterior. Eso daba esperanzas de que las cosas mejoraran, porque el rumbo que iban tomando, según hemos ido leyendo en estos días, no era precisamente el que se pretendía.Hasta el tono de la crónica de don Jesús Gómez Medina es distinto. Sin dejar de señalar lo que no se ajusta a los cánones, con su prosa, intenta dejar patente la grandeza de los momentos vividos ese sábado de abril:
La diáfana tarde de abril – torera tarde de feria – se vistió de gloria y, arropadas en el nimbo luminoso que de ella surgía, caminaron en triunfo por un sendero cuajado de claveles y ofrendas y entre los jubilosos “hosannas” que brotaban de millares de enfebrecidos corazones, Manolo Martínez, Eloy Cavazos y el ganadero Valentín Rivero… ¡Admirable trilogía de vencedores, que transportaron el arte del toreo a la cúspide señalada a los elegidos! Maravillosa conjunción de torerismo y de arte en los espadas, y de aterciopelado estilo e incomparable docilidad y alegría en los bureles, para forjar con tan excepcionales elementos, la jornada de éxito rotundo, reiterado, estruendoso, que había estado ausente en el transcurso de la feria…
En una breve parrafada nos expresa el resultado de la tarde y la función que en el mismo desempeñaron cada uno de los actores de la corrida. Con este breve introito, podría entenderse que la tarde fue triunfal. Y a fe mía que lo fue, una de las grandes tardes de la historia reciente de la Plaza de Toros San Marcos.
Manolo Martínez
Esta actuación la saldó el llamado Milagro de Monterrey cortándole la oreja al primero de la tarde Saleroso y el rabo al quinto Fundador. No se salvó de un par de volteretas, una en el primero y otra en el segundo de su lote, pero eso no impidió que entregara a la afición de Aguascalientes todo su saber para forjar una importante efeméride en la historia de nuestra fiesta:
¡La gloria de una tarde de toros! ... La gloria de la tarde para ti, Manolo Martínez, en cuyo arte se funden la sobriedad y la hondura del toreo rondeño en la noble indolencia y el ritmo atemperado y entrañable de un estilo surgido del mestizaje; que manejas el capote con la acompasada elegancia con que se lleva un manto cardenalicio y que, en tu muleta, atesoras por igual la exquisitez del temple y la férrea e incontrastable solidez del acero; que no en balde naciste a la vera de la Fundidora regiomontana. Y que ayer, como para redondear tu personalidad artística, te mostraste, en dos ocasiones, como un estoqueador de perfiles clásicos… El quinto se llamó “Fundador”, como un bravo sanmateíno inmortalizado por Lorenzo el Magnífico en el antiguo Toreo… Pues bien; el “Fundador” toreado ayer por este nuevo coloso regiomontano está ya inscrito en la lista de los toros inmortales. Y esto, a despecho de que el cárdeno no tenía toda la alegría y acometividad que fueran de desearse… llegó el momento final; armóse Manolo de toda arma y, al conjuro del temple surgió la gran faena. ¡La gran faena, la faena cumbre de Manolo Martínez! ¿Para qué intentar su descripción? Baste el consignar que fue aquello la fiesta del bien torear; la demostración más cabal de que el temple, “caricia suave”, consigue hacer pasar y repetir incontables veces, a bureles al parecer despojados de toda acometividad; reaviva la bravura que yacía hundida, adormecida, en las entrañas de los astados; y ennoblece a las suertes y las vuelve más intensas y emotivas en virtud de la lentitud a la que son realizadas. Y sí a esto agregamos la ligazón, el cabal redondeamiento de las series y, además, la elegancia, el garbo con que actúa Manolo... Torear – escribió Federico M. Alcázar – torea cualquiera. Lo difícil es torear con arte. Y más difícil que torear con arte, es torear con garbo, porque el garbo es un don de los elegidos... De los elegidos, como este Manolo Martínez que, para concluir en tono mayor una faena que había transcurrido en pleno delirio, se acostó en el morrillo, al volapié neto, y dejó un estoconazo desprendido, mortal de necesidad. Tremenda ovación. Las dos orejas y el rabo. La vuelta triunfal, a paso lento. Y una segunda, en compañía del ganadero…
La tarde de Eloy Cavazos
Quien haya leído los escritos de don Jesús Gómez Medina, sabrá que Eloy Cavazos no era, precisamente, un torero de su predilección. Sin perder la ecuanimidad que debe guardar todo aquel que relata o reseña festejos taurinos, siempre encontraba la forma de dejar claro que el de la Villa de Guadalupe no era un torero que llenara sus aspiraciones como aficionado. En la crónica de este festejo deja claro que independientemente de sus apreciaciones personales, la objetividad va por principio, como enseguida lo veremos.
La gloria de la tarde para ti, Eloy Cavazos, que ayer dejaste facilonas pinturerías y te revelaste, para nuestro asombro y nuestra delicia, como un torero de dimensiones en verdad extraordinarias, al realizar un toreo macizo, rotundo, hecho de quietud, de templanza y mando, del que nos habías dado ya un anticipo en tu actuación del pasado 23 de diciembre, y que ayer culminó en tus faenas al estupendo “Rumboso” y al sexto, “Abrileño”, en las que tu arte, despojado de iridiscencias cascabeleras, adquirió la intensidad, el señorío y la limpidez de aquello que pudiera constituir un dechado de bien torear… Eloy Cavazos, volvemos a decirlo, dejó de ser ayer el torero que busca el aplauso fácil y se transformó ante nuestros deslumbrados ojos, en un señor torero... Eloy Cavazos; un artista todo sensibilidad, volcó en cada pase el caudal emotivo de su corazón y saturó la plaza, ya no con la superficial alegría del torero cascabelero, sino con la entrañable verdad del arte auténtico, del toreo verdad, del toreo eterno...
Paradójicamente, fallos con la espada nada más permitieron a Eloy Cavazos cortar el rabo de Rumboso, que hizo cuarto, en lo que resultó ser una corrida dispareja en presencia, pero extraordinaria corrida en cuanto a juego, enviada por don Valentín Rivero Azcárraga.
Los toros de Valparaíso
Sin toros no puede haber fiesta. De los apuntes anteriores ya se puede advertir que una corrida de buen origen y mejor selección estrecha los efectos del azar en el resultado de un festejo taurino. Escribió don Jesús a este propósito:
Y la gloria de la tarde para usted, don Valentín Rivero, en cuyos bureles alentó ayer, de nuevo, la sangre prócer que hiciera la gloria y fuera el origen de tantas preclaras ganaderías; que en la dócil bravura de los seis bichos que llevaron su señal, se incubó la singular brillantez de esta tarde llamada a hacer historia; y cuya perspicacia y pupila de criador de reses bravas se pusieron de relieve al pugnar, contra el parecer de los apoderados, por la inclusión del ya ilustre “Rumboso”, dentro del lote que habría de ser lidiado…
Qué importante es la opinión del criador en la formación de los lotes que se han de lidiar en un festejo. De primera mano, don Jesús Gómez Medina conoció que los apoderados de los diestros actuantes – José Chafik y Rafael Báez – pretendían dejar fuera a Rumboso, quiero pensar que para dejar en su lugar a un toro más recortado y agradable a la vista de sus poderdantes. Al final, el criterio del ganadero, que es quien sabe lo que lleva a las plazas, fue lo que se impuso y Eloy Cavazos, que fue quien se lo llevó en el sorteo, sacó el premio mayor.
Pareceres divergentes
Alejandro Hernández, en el Heraldo de Aguascalientes, consideró que la concesión de trofeos fue algo exagerada, al inicio de su crónica, escribió:
Cuatro orejas y 2 rabos, los que debieron ser cinco orejas, fue el resultado del mano a mano en el que alternaron Manolo Martínez y Eloy Cavazos, lidiando la corrida de don Valentín Rivero, quien, como gran triunfador, dio en dos ocasiones y con cada torero, la vuelta al ruedo, además de haberse premiado a uno de sus toros con otra vuelta...
Parte del interés de todo esto, es que cada quien puede tener y sostener su opinión. Quizás la concesión de ambos rabos le pareció excesiva a Alejandro por la forma en la que los toreros manejaron la espada, pero al final, el juez supremo, la afición, estuvo conforme.
En conclusión
La nave parecía enderezarse, después de la tempestad vivida en los tres festejos anteriores. Esta tarde de toros – porque el festejo fue vespertino – dejó en claro que esta fiesta es grandeza, y que nada más hay que respetar sus valores fundamentales y sus principios, para que aquella resplandezca.
Aviso parroquial: Este amanuense se plagió, evidentemente, parte del subtítulo de esta entrada, de la crónica del festejo escrita por don Jesús Gómez Medina. A confesión de parte, relevo de prueba.