Introducción
Es interesante acudir a fuentes no taurinas cuando se trata de reconstruir la historia de la fiesta, porque en esas fuentes cuya consulta casi siempre desdeñamos por no referirse expresamente a cosas del toro, nos encontramos con claves que pueden ilustrarnos en forma muy clara el por qué de ciertos hechos de la tauromaquia.
Tal es el caso de la obra de nuestra coterránea Beatriz Rojas Nieto - obviamente gente de toro y gallo como diría Juan Castaingts - intitulada La Destrucción de la Hacienda en Aguascalientes misma en la que con base en las evidencias documentales, desarrolla un interesante estudio sobre ese fenómeno en nuestro Estado y nos muestra, quizá sin pretenderlo, la propensión de nuestra gente hacia la fiesta de toros, pues en la obra que se menciona, nos ubica en el tiempo y en el espacio haciendas como las de El Pabellón, Cieneguilla, La Cantera, Venadero, Garabato, Chichimeco, Santa María de Gallardo y por supuesto Peñuelas.
Todos estos nombres se han visto colgados alguna vez de los carteles de las plazas de toros, especialmente de la de San Marcos identificando la crianza y el origen de los toros lidiados allí.
Los Orígenes
Es sabido que los Condes de Valenciana y también de la Casa Rul fueron los originales propietarios de la Hacienda de Cieneguilla, lugar en el que desde finales del siglo XVIII los jesuitas criaban ganado, entre el que había bastante que era apto para la lidia.
Posteriormente ya iniciado el siglo XIX, se pasó ese ganado bravo a la finca de Venadero, obteniendo renombre ambas heredades por la bravura de sus toros. Al morir don Miguel Rul, Conde de Valenciana, heredarían la propiedad sus nietos Miguel, José y Salvador, ellos apellidados Dosamantes Rul y por ser menores de edad, la administración de dichas fincas recaería en manos de su padre, don José María Dosamantes quien se dio a la tarea de mejorar el ganado allí criado, introduciendo simiente española.
José María Dosamantes fue además el constructor y primer empresario de la Plaza de Toros San Marcos misma que construyó en brevísimo tiempo a efecto de poder dar los festejos de abril de 1896. Cabe señalar que los toros lidiados en la nueva plaza, el 24 de abril de ese año, fueron del hierro de Venadero, con divisa azul y oro.
Al llegar a la mayoría de edad los hermanos Dosamantes Rul, es Miguel quien adquiere de sus hermanos la titularidad del hierro, divisa y ganado de Venadero, mismo que pacía en sus potreros desde el año de 1888, fecha en la que se le trasladó de los potreros de Cieneguilla y en 1925, el ganado pasaría a la Hacienda de Peñuelas, misma que era propiedad de la señora doña María Guadalupe Nieto y Belaunzarán, primera esposa de don Miguel.
Dos años después será la fecha en la que se lidie ganado a nombre de Peñuelas, precisamente en la San Marcos, ya que el 13 de enero de 1927, se lidiarían seis novillos de esta ganadería para el infortunado Esteban García y el valentísimo queretano Paco Gorráez. Aquí nace pues la historia de esta ganadería de Aguascalientes.
El encaste
Al trasladarse el ganado de Cieneguilla a Venadero, don Miguel Rul adquirió dos toros españoles para mejorar su sangre, siendo uno del hierro de Miura y el otro de Pérez de la Concha, es decir, uno de casta Gallardo – Cabrera y el otro Vistahermosa, pues el hierro de Pérez de la Concha es al igual en origen que el de Saltillo, derivados ambos de la porción que Pedro José Picavea de Lesaca adquirió de la sucesión del Conde de Vistahermosa.
Posteriormente ya entrado el pasado siglo, don José María Dosamantes agregó por consejo de su amigo Diego Prieto Cuatrodedos, vacas y sementales de Tepeyahualco, mismas en las que predominaba la sangre de Saltillo y agregó nueva simiente hispana con sementales de Concha y Sierra de puro origen vazqueño y nuevamente de Miura, lo que explica las historias acerca del variopinto pelaje de los originales Peñuelas, pues los agregados tlaxcaltecas también llevaban en sus venas sangre de hierros derivados, tanto del que fuera del utrerano Vicente José Vázquez, como del otrora sombrerero hispalense.
Esta es la base ganadera que adquiere don Miguel Dosamantes Rul en 1924 y con la que inicia su andar como titular del hierro de Peñuelas, iniciando igualmente sus trabajos por mejorar el ganado allí criado y así veremos que una de las primeras actividades a las que se lanza es la de hacer nuevos agregados de simiente española y así adquiere un semental del hierro de Arcadio Albarrán, de nombre Paletas, número 5, de pelo negro zaino, otro del histórico hierro de don Vicente Martínez, ganadero colmenareño que inició un encaste propio al cruzar toros del Colmenar con un semental de Eduardo Ibarra llamado Diano y un tercer padre con el hierro del Marqués del Saltillo. El toro de Martínez se llamó Terciopelo, número 27, de pelo negro mulato. El toro de Albarrán era de origen Campos Varela, es decir, Murube – Ybarra – Parladé.
Por otra parte, en 1927, se agregarían cinco toros con el hierro de Campos Varela, adquiridos originalmente por los señores don Francisco y don José Madrazo y García Granados, ganaderos de La Punta para la mejora de su vacada, dichos toros los obtuvo a cambio de la propiedad de la Plaza de Toros San Marcos, que había heredado de su padre y se dio el hecho de que la retienta de los sementales la hizo Marcial Lalanda, llamado el mas grande. Posteriormente don Miguel agregaría toros de Matancillas y La Punta a sus dehesas, estos de puro origen Parladé vía Domingo Ortega y Campos Varela.
Hasta aquí podemos observar que en alguna forma se intentó mantener un equilibrio entre las sangres de Vistahermosa (Parladé, Campos Varela, Saltillo, Ibarra, etc.) y las que no son de ese origen (Vázquez, Gallardo – Cabrera, Martínez y otras), pero de nueva cuenta se hace una agregación que yo llamaría explosiva en 1928 cuando se adquiere de doña Amada Díaz Viuda de de la Torre la vacada de San Nicolás Peralta, misma que tenía orígenes de Anastasio Martín (Vistahermosa), Concha y Sierra (Vázquez), Veragua (Vázquez) y Arribas Hermanos (Colmenar). Estos ganados serían retentados en su totalidad, refiriéndose que era tal la bravura o el nervio de alguna de las vacas, que morían acalambradas al pelear con los caballos en el tentadero de la ganadería.
Con esas raíces seguiría Miguel Dosamantes Rul su andadura como ganadero de bravo durante veinte años más, pues en 1948 agregó dos toros españoles de Luis Vallejo Alba encastados en Murube y en 1950 otro semental de Ernesto Cuevas de origen Coquilla.
Estas bases ganaderas darían a Peñuelas la oportunidad de presentarse en El Toreo de la Colonia Condesa el 26 de junio de 1932, con seis novillos para José María Calderón, Liborio Ruiz y Luis Castro El Soldado, destacando en la lidia el sexto, de nombre Opalito, de pelo jabonero sucio, pero al tiempo el segundo un negro de nombre Fogoso, fue devuelto al corral por manso. Curiosamente el toro que abrió plaza, aunque anunciado a nombre de Peñuelas, llevó el hierro de Cieneguilla y fue un cárdeno bragado de nombre Niño.
De este polifacético encaste salieron toros muy bravos, recordándose la lidia que dieron Rubito, jabonero barroso, Anacleto, cárdeno bragado, Capullito de Alhelí, salinero, Pegajoso, berrendo en albahío, Calzonudo, negro, Rayito, negro, desorejado en la México por Curro Ortega y Pinturero, desorejado por Calesero en Cuatro Caminos.
También hay toros que pasan a la historia por algún otro hecho, no siempre glorioso, como el llamado Barqueño, que el 26 de abril de 1959 causó la muerte a Paco Pavón, hijo del ganadero de Rancho Seco, don Carlos Hernández, quien iba de sobresaliente en la corrida que mano a mano torearon Alfonso el de Triana y Luis Procuna en el coso Cuatrocaminero.
También cupo el honor a don Miguel Dosamantes Rul de ser el ganadero que lidiara sus toros el 5 de febrero de 1947, fecha en la que Manuel Rodríguez, Manolete, se presentó en la Plaza San Marcos alternando con Manuel Jiménez Chicuelín y Luis Procuna, en la penúltima tarde en la que actuara en México.
Los toros originalmente anunciados eran de Pastejé, pero por el problema de la fiebre aftosa, estos no pudieron pasar a Aguascalientes y así se vio salir de los toriles a Lucerillo, que correspondió a Procuna y se fue sin el rabo al destazadero, Pajarito, que perdió igualmente su apéndice caudal para Chicuelín y Espadachín, toro con el que el Monstruo de Córdoba la armó en el ruedo sanmarqueño perdiendo las orejas por fallar con la espada.
Será en 1974, que don Miguel Dosamantes Rul decida variar el rumbo de su vacada y así agrega dos sementales de Jesús Cabrera, puro San Mateo y será su viuda, la siempre recordada doña Raquel González quien agregue a la ganadería otros toros de Javier Garfias en 1979 y Valparaíso, en 1980. Después se ha continuado con los añadidos, principalmente de la familia Garfias en sus distintas denominaciones, pero se conservan algunas líneas de sangre puras de lo original de la ganadería.
Una corrida que marcó la transición en esta ganadería, ha sido la lidiada en la Plaza Monumental Aguascalientes en el año de 1977, una corrida bien comida, de hermosa presencia que fue lidiada por Fabián Ruiz, Guillermo Montero y Armando Mora, destacando el sexto, que se llamó Rubio, premiado con la vuelta al ruedo y que permitió al trianero Mora lucirse aún evidenciando falta de sitio.
A guisa de conclusión
La historia de Peñuelas está ligada a la de nuestra Ciudad y de su Plaza de Toros San Marcos pues sus orígenes convergen en el mismo punto de partida que es la afición que tuvieron los señores Condes de Valenciana y don José María Dosamantes, constituyéndose pues en los iniciadores de una tradición que a mucha honra, es de Aguascalientes y de su gente, lo que nos debe llenar de orgullo, pues como nuestra Ciudad, en lo taurino, muy pocas.
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sábado, 11 de abril de 2009
Peñuelas. Una ganadería de Aguascalientes
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domingo, 28 de diciembre de 2008
La simiente de Veragua en México (I)
Es una verdad incontestable que la simiente española predominante en México es el de Vistahermosa proveniente del Marqués del Saltillo, la que cruzada principalmente con el ganado criollo que demostró aptitudes para ser lidiado, en los casos de San Mateo y Piedras Negras, ha producido un par de encastes bien definidos en los que predominan las características de los toros saltilleros, pero con acentos propios que les dan una carta de naturalidad propia.
No obstante, el hecho de que esos encastes sean mayoritarios, no excluye que se haya intentado mejorar la cabaña brava mexicana con simiente de orígenes diversos y así, en algún otro comentario he señalado mi idea de que en San Mateo, un toro de Palha jugó un papel que a la luz de la historia resulta fundamental y que en Piedras Negras, toros de Miura, Concha y Sierra y Veragua también sirvieron para cimentar las bases sobre las cuales los ganados de Saltillo serían la expresión mayoritaria de esa vacada fundacional.
Ante la abrumadora mayoría de la presencia de la sangre de Saltillo, resulta de gran interés conocer qué influencia tienen o tuvieron otras expresiones genéticas del ganado de lidia en nuestro campo bravo y es quizás la vertiente que más atractivo representa es la veragüeña, por lo variopinto de sus toros.
La tienta pública de sementales
Una práctica que se vio con frecuencia en el último tramo del siglo XIX fue la inclusión en corridas de toros, de la lidia de toros que estaban destinados a ser sementales en diversas ganaderías. La historia nos revela varios casos en los que un determinado toro solamente era picado y banderilleado y después vuelto a los corrales a ser curado, porque sería destinado a semental en una determinada ganadería.
Hay datos de toros de Pérez de la Concha, de Miura, de Valentín Collantes, llevado a la Hacienda de Bocas en San Luis Potosí, de Eduardo Ybarra y de tres toros del Duque de Veragua probados en estas condiciones en la Plaza de Colón de la Ciudad de México, el primero, el 2 de marzo de 1890, el segundo llamado Lamparillo, el 13 de abril de ese mismo año, que murió en los corrales de la plaza por los excesos de los picadores y el tercero, digamos tentado el 20 de abril, llamado Amapolo, al que para evitar lo sucedido con el anterior, solo se le señalaron los puyazos.
Lo que no precisan los anales, es el destino que se dio a esos tres toros veragüeños, aunque visto el estado de la cabaña brava mexicana, pudo ser para cualquiera de las ganaderías existentes en ese momento.
San Nicolás Peralta
Esta ganadería adopta esta denominación en 1903, cuando la adquiere don Ignacio de la Torre y Mier, yerno del entonces Presidente de la República, Porfirio Díaz. La vacada se había fundado en 1794 por Raimundo Quintanar en la Hacienda del Contadero, con vacas criollas y dos toros andaluces de procedencia indeterminada.
A mediados del siglo XIX, su nuevo propietario, Manuel de la Peña la anunciaba como Cazadero y con la base de la anterior, agregó 5 sementales españoles. Dos de Anastasio Martín y uno de Miura, Arribas Hermanos y Concha y Sierra, mismos que puso con lotes de cuarenta vacas cada uno y en 1897, agregó un toro de Saltillo que fue tentado públicamente en la Plaza de Bucareli el día 4 de abril de ese año y que tomó 11 puyazos y mató 6 caballos.
Posteriormente ya en propiedad del señor De la Torre y Mier, se vuelve a agregar simiente de Anastasio Martín y del Duque de Veragua. Se afirma que entre 1903 y 1920, llegó a importar alrededor de 40 toros de esta última procedencia para sus vacas, muchos de los cuales, tras el estallido de la Revolución que inició el 20 de noviembre de 1910, fueron lidiados en las plazas de la Capital del País, como en los casos siguientes:
Entre 1911 y 1923, se mataron principalmente en la plaza de El Toreo, 58 toros del Duque de Veragua, de los cuales la mayoría padrearon en la Hacienda de Santa Catarina, en las cercanías de Toluca, Estado de México, lugar en el que pastaban los toros que en las plazas lucían la divisa con los colores azul y caña.
El destino de los ganados nicolaítas
Siendo la Revolución de 1910 de un fondo eminentemente agrario y habiendo fallecido Ignacio de la Torre y Mier en 1918 después de haber pasado casi 5 años en prisión por causas políticas, resultaba lógico que su viuda se deshiciera de la vacada, por lo que el ejecutor testamentario de De la Torre, Julio Herrera, comienza a encontrar interesados en adquirir esos ganados aptos para la lidia, logrando distribuirlos en cuatro grandes fracciones, ubicadas en las ganaderías de La Punta, Xajay, Peñuelas y Jalpa.
La Punta
A un par de meses del óbito del ganadero de San Nicolás Peralta llega a La Punta, propiedad de los hermanos Francisco y José C. Madrazo y García Granados un lote de vacas de ese origen, sin que se precise por don Francisco Madrazo Solórzano la cantidad de ellas, pero fueron destinadas a dos toros uno el número 23 de Parladé, Pinchasapos y otro de Saltillo el número 18, Finezas, ambos adquiridos por intermedio de Ignacio Sánchez Mejías.
Xajay
Una segunda fracción del ganado fue adquirida por el propio ejecutor testamentario Julio Herrera, que casado con la señora Concepción Perrusquía en segundas nupcias de esta, entre 1918 y 1920, llevan a la Hacienda de Xajay, en los límites de Querétaro e Hidalgo, igualmente un estimable lote de vacas de San Nicolás, las que son cruzadas con dos toros de Piedras Negras, quedando desde 1923 la ganadería a cargo de los hermanos Jorge y Edmundo Guerrero Perrusquía, hijos del primer matrimonio de doña Concepción.
En 1925 se agregan vacas y sementales de Parladé y Campos Varela, que llegaron a México en el mismo embarque que la simiente destinada a La Punta, aunque se mantuvo una selecta punta de vacas de lo de San Nicolás Peralta, lo que permitía lidiar ocasionalmente toros sueltos o encierros completos de toros con características plenamente vazqueñas, como la corrida de los jaboneros de Xajay del 26 de marzo de 1944, que mataron mano a mano Armillita y El Soldado en El Toreo de la Condesa.
Peñuelas
La fracción más estimable del ganado de San Nicolás Peralta llegó al Estado de Aguascalientes. El total de cabezas de ganado fue de 273, pues don Miguel Dosamantes Rul recibió 115 vacas de vientre, 19 eralas, 21 erales, 40 toros entre 5 y 8 años, 29 utreros, 47 crías sin herrar y 2 sementales el Cilindrero número 14 cárdeno bragado y el Gallareto número 34, berrendo en negro.
Jalpa
Una última fracción de vacas y el semental Centello, número 18, negro bragado de San Nicolás Peralta fue a manos de don Antonio Algara en 1925 para su ganadería que originalmente se denominó Jalpa, por estar ubicada en la hacienda del mismo nombre en el Estado de Guanajuato y que posteriormente cedería los colores negro y amarillo de su divisa a la de Pastejé, que formaron en sociedad el propio Tono Algara y don Eduardo N. Iturbide, con saltilleras de San Diego de los Padres y toros de Murube, aunque se dejó, como en el caso de Xajay, una punta selecta de las vacas de San Nicolás, lo que se reflejó en la presencia frecuente de toros berrendos en esa ganadería.
San José de Buenavista
En 1925 en Xajay se dio un golpe de timón hacia lo de Parladé y Campos Varela, reduciéndose drásticamente la base de origen veragüeño de la ganadería. Por esos días, un ganadero guanajuatense, don José Francisco Aranda, había adquirido también algunos ganados de San Nicolás Peralta – quizás influenciado por su vecino Tono Algara – y después entre 1930 y 1940, adquirió vacas en Peñuelas y cuatro sementales de Xajay, dos de pelo negro y dos jaboneros, todo este pie de simiente, descendiente de los ganados que en su día fueran propiedad de Ignacio de la Torre y Mier.
La ganadería duró bajo la dirección de don José Francisco Aranda hasta el año de 1952, fecha en la que asume su manejo su hijo don José Alberto Aranda Díaz Infante, quien la condujo hasta este año 2008 en el que falleció, después de 56 años de conducir los destinos del hierro matriz de San José de Buenavista y el de La Cuatralva, que es el segundo de la casa y que representa el nombre de la finca donde pacen los variopintos ganados de los Aranda.
Aparte de las particularidades cromáticas, los toros de San José de Buenavista tienen otras, como el hecho de que el hierro se marca en el costillar del lado izquierdo y el número en el lado derecho; a los machos, se les hace doble señal de sangre, el zarcillo en la oreja izquierda y la corbata, de abajo hacia arriba en la badana y a las hembras aparte de esas dos señales se les hace un corte o dos en la papada, según sean buenas o muy buenas en la tienta. Independientemente de ello, es una de las pocas ganaderías en México que marcan a fuego en el palomilla el guarismo del año del nacimiento, puesto que aquí no es obligatorio hacerlo.
Remate
Esta es, a muy grandes rasgos, la presencia de la simiente de Veragua en México. Como podemos ver, la sangre del Duque prácticamente no existe en pureza en estas tierras dado que no se trajeron más que toros padres para perpetuarla y de los antecedentes examinados, se puede advertir que el manejo de ella fue bastante caótico, perviviendo más que nada el fenotipo veragüeño, aunque en el fondo, mezclado con diversas otras líneas de sangre brava.
He de aclarar también que lo que aquí expreso es el panorama anterior a 1993, pues en ese año se reanudaron las importaciones de ganado de lidia de España y entre lo que se trajo de aquellas tierras llegó una cuota importante de ganado de origen Domecq, que tiene entre sus bases precisamente la ganadería que en su día fuera la del Duque de Veragua y que mantiene, aunque sea en un mínimo porcentaje, goterones de esa sangre.
Mis fuentes
Las fuentes que consulté para armar este relato que peca por su falta de brevedad son los libros: Nuestro Toro, de Eduardo Castillo García, editado por la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia; Historia del Toro Bravo Mexicano y La Fiesta Brava en México y España 1519 – 1969 de Heriberto Lanfranchi; El Toro de Lidia en México, de Agustín Linares; El Color de la Divisa, de Francisco Madrazo Solórzano; Hierros y Encastes del Toro de Lidia, de Filiberto Mira; Historia de la Plaza El Toreo 1929 – 1946, de Guillermo E. Padilla; Historia del Toreo en México, de Nicolás Rangel y Efemérides Taurinas Mexicanas, de Luis Ruiz Quiroz. Además, me fueron de utilidad dos extensos reportajes, uno publicado en Campo Bravo número 6, correspondiente a noviembre de 1997 y firmado por Rodolfo Vázquez sobre la ganadería de Xajay y el otro, publicado en 6 Toros 6 número 386, correspondiente al 20 de noviembre de 2001, firmado por Juan Antonio de Labra, sobre la ganadería de San José de Buenavista.
No obstante, el hecho de que esos encastes sean mayoritarios, no excluye que se haya intentado mejorar la cabaña brava mexicana con simiente de orígenes diversos y así, en algún otro comentario he señalado mi idea de que en San Mateo, un toro de Palha jugó un papel que a la luz de la historia resulta fundamental y que en Piedras Negras, toros de Miura, Concha y Sierra y Veragua también sirvieron para cimentar las bases sobre las cuales los ganados de Saltillo serían la expresión mayoritaria de esa vacada fundacional.
Ante la abrumadora mayoría de la presencia de la sangre de Saltillo, resulta de gran interés conocer qué influencia tienen o tuvieron otras expresiones genéticas del ganado de lidia en nuestro campo bravo y es quizás la vertiente que más atractivo representa es la veragüeña, por lo variopinto de sus toros.
La tienta pública de sementales
Una práctica que se vio con frecuencia en el último tramo del siglo XIX fue la inclusión en corridas de toros, de la lidia de toros que estaban destinados a ser sementales en diversas ganaderías. La historia nos revela varios casos en los que un determinado toro solamente era picado y banderilleado y después vuelto a los corrales a ser curado, porque sería destinado a semental en una determinada ganadería.
Hay datos de toros de Pérez de la Concha, de Miura, de Valentín Collantes, llevado a la Hacienda de Bocas en San Luis Potosí, de Eduardo Ybarra y de tres toros del Duque de Veragua probados en estas condiciones en la Plaza de Colón de la Ciudad de México, el primero, el 2 de marzo de 1890, el segundo llamado Lamparillo, el 13 de abril de ese mismo año, que murió en los corrales de la plaza por los excesos de los picadores y el tercero, digamos tentado el 20 de abril, llamado Amapolo, al que para evitar lo sucedido con el anterior, solo se le señalaron los puyazos.
Lo que no precisan los anales, es el destino que se dio a esos tres toros veragüeños, aunque visto el estado de la cabaña brava mexicana, pudo ser para cualquiera de las ganaderías existentes en ese momento.
San Nicolás Peralta
Esta ganadería adopta esta denominación en 1903, cuando la adquiere don Ignacio de la Torre y Mier, yerno del entonces Presidente de la República, Porfirio Díaz. La vacada se había fundado en 1794 por Raimundo Quintanar en la Hacienda del Contadero, con vacas criollas y dos toros andaluces de procedencia indeterminada.
A mediados del siglo XIX, su nuevo propietario, Manuel de la Peña la anunciaba como Cazadero y con la base de la anterior, agregó 5 sementales españoles. Dos de Anastasio Martín y uno de Miura, Arribas Hermanos y Concha y Sierra, mismos que puso con lotes de cuarenta vacas cada uno y en 1897, agregó un toro de Saltillo que fue tentado públicamente en la Plaza de Bucareli el día 4 de abril de ese año y que tomó 11 puyazos y mató 6 caballos.
Posteriormente ya en propiedad del señor De la Torre y Mier, se vuelve a agregar simiente de Anastasio Martín y del Duque de Veragua. Se afirma que entre 1903 y 1920, llegó a importar alrededor de 40 toros de esta última procedencia para sus vacas, muchos de los cuales, tras el estallido de la Revolución que inició el 20 de noviembre de 1910, fueron lidiados en las plazas de la Capital del País, como en los casos siguientes:
5 de febrero de 1911. El Toreo, 6 toros de Veragua para Antonio Fuentes, Rodolfo Gaona y José Morales Ostioncito. Se anunció que los toros habían sido sementales de San Nicolás Peralta.
17 de septiembre de 1911. 3 toros de Veragua y 3 de Anastasio Martín para Francisco Bonal Bonarillo, que dio la alternativa a Merced Gómez con uno de los del Duque y a Alfonso Zambrano, con uno de los de Anastasio Martín. Igual se anunció que habían padreado en San Nicolás.
12 de enero de 1913. El Toreo, 6 toros de Veragua para Rafael González Machaquito, Arcadio Ramírez Reverte Mexicano y Merced Gómez. Igual se anunció que se trataba de sementales desechados de San Nicolás Peralta. Asistió a la corrida el Presidente de la República Francisco I. Madero. Reverte Mexicano se negó a matar a los dos últimos y cuando fue encarcelado por ello, bajó del tendido Serafín Vigiola Torquito, quien se quitó la americana, pidió unas zapatillas y concluyó lucidamente con el festejo.
11 de enero de 1914. El Toreo, 3 toros de Veragua y 3 de Zotoluca para Rodolfo Gaona, Vicente Pastor y Manolo Martín Vázquez. Asistió al festejo el presidente usurpador Victoriano Huerta.
8 de agosto de 1915. El Toreo, 6 novillos de Veragua para Cayetano González y Miguel Gallardo El Diablito. Este festejo destaca porque en esta época estaba vigente la prohibición decretada por Venustiano Carranza, paradójicamente tío abuelo de quien medio siglo después se levantaría como el mandón de la fiesta en México, Manolo Martínez.
12 de marzo de 1922. El Toreo, 6 toros de Veragua, Juan Silveti e Ignacio Sánchez Mejías.
Entre 1911 y 1923, se mataron principalmente en la plaza de El Toreo, 58 toros del Duque de Veragua, de los cuales la mayoría padrearon en la Hacienda de Santa Catarina, en las cercanías de Toluca, Estado de México, lugar en el que pastaban los toros que en las plazas lucían la divisa con los colores azul y caña.
El destino de los ganados nicolaítas
Siendo la Revolución de 1910 de un fondo eminentemente agrario y habiendo fallecido Ignacio de la Torre y Mier en 1918 después de haber pasado casi 5 años en prisión por causas políticas, resultaba lógico que su viuda se deshiciera de la vacada, por lo que el ejecutor testamentario de De la Torre, Julio Herrera, comienza a encontrar interesados en adquirir esos ganados aptos para la lidia, logrando distribuirlos en cuatro grandes fracciones, ubicadas en las ganaderías de La Punta, Xajay, Peñuelas y Jalpa.
La Punta
A un par de meses del óbito del ganadero de San Nicolás Peralta llega a La Punta, propiedad de los hermanos Francisco y José C. Madrazo y García Granados un lote de vacas de ese origen, sin que se precise por don Francisco Madrazo Solórzano la cantidad de ellas, pero fueron destinadas a dos toros uno el número 23 de Parladé, Pinchasapos y otro de Saltillo el número 18, Finezas, ambos adquiridos por intermedio de Ignacio Sánchez Mejías.
Xajay
Una segunda fracción del ganado fue adquirida por el propio ejecutor testamentario Julio Herrera, que casado con la señora Concepción Perrusquía en segundas nupcias de esta, entre 1918 y 1920, llevan a la Hacienda de Xajay, en los límites de Querétaro e Hidalgo, igualmente un estimable lote de vacas de San Nicolás, las que son cruzadas con dos toros de Piedras Negras, quedando desde 1923 la ganadería a cargo de los hermanos Jorge y Edmundo Guerrero Perrusquía, hijos del primer matrimonio de doña Concepción.
En 1925 se agregan vacas y sementales de Parladé y Campos Varela, que llegaron a México en el mismo embarque que la simiente destinada a La Punta, aunque se mantuvo una selecta punta de vacas de lo de San Nicolás Peralta, lo que permitía lidiar ocasionalmente toros sueltos o encierros completos de toros con características plenamente vazqueñas, como la corrida de los jaboneros de Xajay del 26 de marzo de 1944, que mataron mano a mano Armillita y El Soldado en El Toreo de la Condesa.
Peñuelas
La fracción más estimable del ganado de San Nicolás Peralta llegó al Estado de Aguascalientes. El total de cabezas de ganado fue de 273, pues don Miguel Dosamantes Rul recibió 115 vacas de vientre, 19 eralas, 21 erales, 40 toros entre 5 y 8 años, 29 utreros, 47 crías sin herrar y 2 sementales el Cilindrero número 14 cárdeno bragado y el Gallareto número 34, berrendo en negro.
Jalpa
Una última fracción de vacas y el semental Centello, número 18, negro bragado de San Nicolás Peralta fue a manos de don Antonio Algara en 1925 para su ganadería que originalmente se denominó Jalpa, por estar ubicada en la hacienda del mismo nombre en el Estado de Guanajuato y que posteriormente cedería los colores negro y amarillo de su divisa a la de Pastejé, que formaron en sociedad el propio Tono Algara y don Eduardo N. Iturbide, con saltilleras de San Diego de los Padres y toros de Murube, aunque se dejó, como en el caso de Xajay, una punta selecta de las vacas de San Nicolás, lo que se reflejó en la presencia frecuente de toros berrendos en esa ganadería.
San José de Buenavista
En 1925 en Xajay se dio un golpe de timón hacia lo de Parladé y Campos Varela, reduciéndose drásticamente la base de origen veragüeño de la ganadería. Por esos días, un ganadero guanajuatense, don José Francisco Aranda, había adquirido también algunos ganados de San Nicolás Peralta – quizás influenciado por su vecino Tono Algara – y después entre 1930 y 1940, adquirió vacas en Peñuelas y cuatro sementales de Xajay, dos de pelo negro y dos jaboneros, todo este pie de simiente, descendiente de los ganados que en su día fueran propiedad de Ignacio de la Torre y Mier.
La ganadería duró bajo la dirección de don José Francisco Aranda hasta el año de 1952, fecha en la que asume su manejo su hijo don José Alberto Aranda Díaz Infante, quien la condujo hasta este año 2008 en el que falleció, después de 56 años de conducir los destinos del hierro matriz de San José de Buenavista y el de La Cuatralva, que es el segundo de la casa y que representa el nombre de la finca donde pacen los variopintos ganados de los Aranda.
Aparte de las particularidades cromáticas, los toros de San José de Buenavista tienen otras, como el hecho de que el hierro se marca en el costillar del lado izquierdo y el número en el lado derecho; a los machos, se les hace doble señal de sangre, el zarcillo en la oreja izquierda y la corbata, de abajo hacia arriba en la badana y a las hembras aparte de esas dos señales se les hace un corte o dos en la papada, según sean buenas o muy buenas en la tienta. Independientemente de ello, es una de las pocas ganaderías en México que marcan a fuego en el palomilla el guarismo del año del nacimiento, puesto que aquí no es obligatorio hacerlo.
Remate
Esta es, a muy grandes rasgos, la presencia de la simiente de Veragua en México. Como podemos ver, la sangre del Duque prácticamente no existe en pureza en estas tierras dado que no se trajeron más que toros padres para perpetuarla y de los antecedentes examinados, se puede advertir que el manejo de ella fue bastante caótico, perviviendo más que nada el fenotipo veragüeño, aunque en el fondo, mezclado con diversas otras líneas de sangre brava.
He de aclarar también que lo que aquí expreso es el panorama anterior a 1993, pues en ese año se reanudaron las importaciones de ganado de lidia de España y entre lo que se trajo de aquellas tierras llegó una cuota importante de ganado de origen Domecq, que tiene entre sus bases precisamente la ganadería que en su día fuera la del Duque de Veragua y que mantiene, aunque sea en un mínimo porcentaje, goterones de esa sangre.
Mis fuentes
Las fuentes que consulté para armar este relato que peca por su falta de brevedad son los libros: Nuestro Toro, de Eduardo Castillo García, editado por la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia; Historia del Toro Bravo Mexicano y La Fiesta Brava en México y España 1519 – 1969 de Heriberto Lanfranchi; El Toro de Lidia en México, de Agustín Linares; El Color de la Divisa, de Francisco Madrazo Solórzano; Hierros y Encastes del Toro de Lidia, de Filiberto Mira; Historia de la Plaza El Toreo 1929 – 1946, de Guillermo E. Padilla; Historia del Toreo en México, de Nicolás Rangel y Efemérides Taurinas Mexicanas, de Luis Ruiz Quiroz. Además, me fueron de utilidad dos extensos reportajes, uno publicado en Campo Bravo número 6, correspondiente a noviembre de 1997 y firmado por Rodolfo Vázquez sobre la ganadería de Xajay y el otro, publicado en 6 Toros 6 número 386, correspondiente al 20 de noviembre de 2001, firmado por Juan Antonio de Labra, sobre la ganadería de San José de Buenavista.
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