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domingo, 27 de octubre de 2024

24 de octubre de 1924: Con una dura corrida de San Mateo, se presenta Valencia II en el Toreo de la Condesa

La temporada 1924 – 25 en el Toreo de la Condesa estaba destinada a ser histórica, pues fue la de la despedida de los ruedos de Rodolfo Gaona, uno de los más grandes toreros que ha dado México y también uno de los más importantes de la historia universal de esta fiesta. Aunque el Califa de León cargaría con el peso del ciclo, la empresa formada por José del Rivero y el doctor Luna buscó conformar un elenco adecuado para revestir el acontecimiento que cerraría esa señalada temporada. Escribe Rafael Solana Verduguillo:

Llegó el Dr. Luna a Madrid dispuesto a ver corridas antes de hablar con ningún apoderado. Asistió a casi todas las ferias importantes, comenzando por la de Valencia y acabando por la de San Sebastián. Y pensó que entre todos los toreros que había visto, sólo tres podían interesar a los aficionados mexicanos... El primero que contrató fue “Chicuelo”; era entonces Manolo Jiménez el artista por excelencia... En Madrid, el más aplaudido era un torero paisano, muy buen banderillero, poderoso con la muleta, Se llamaba Antonio Márquez. También lo contrató el doctor Luna... a este Márquez le disputaba todas las tardes las ovaciones otro madrileño, un muchacho chaparrón, cuyo nombre era Victoriano Roger y lo apodaban “Valencia II”, o bien el “Chato Valencia”... era muy valiente y se pasaba los pitones muy cerca lo mismo al torear con el capote que con la muleta, y tenía una media verónica que no se había vuelto a ver desde Belmonte. Su hermano José ya estaba contratado, y así consideró el doctor que con los “Valencias”, Márquez y “Chicuelo”, ya tendría Gaona para divertirse...

A los toreros hispanos que menciona en su libro Solana, se sumaron Mariano Montes, José García Alcalareño, Antonio Sánchez, Gregorio Garrido y Rafael Rubio Rodalito, quienes tendrían como contrapartes nacionales, aparte del ya nombrado Gaona, a Luis Freg, Joselito Flores, Arcadio Ramírez Reverte Mexicano, quien se despedía de los ruedos, José Ramírez Gaonita y Juan Espinosa Armillita, que recibiría la alternativa.

En esas condiciones se presentaba a la afición una temporada que se esperaba fuera memorable en muchos de sus aspectos y la puerta de inicio a una nueva etapa de la historia de la tauromaquia en este lado del mar.

La tercera corrida de la temporada 24 – 25 

Para el domingo 24 de octubre de 1924 se anunció un singular cartel, con toros de San Mateo para los madrileños José Roger Valencia I y Victoriano Roger Valencia II, quien se presentaba en la capital mexicana, mano a mano. Quizás para la afición los toros de San Mateo representaban el principal atractivo en el anuncio, por ser ya producto de la simiente de Saltillo importada por los hermanos Antonio y Julián Llaguno algo más de tres lustros antes. En cuanto a los toreros, Valencia I ya era conocido de la afición capitalina, porque se había presentado la temporada anterior y era reconocido como un torero valiente y pundonoroso, pero su hermano Victoriano representaba una incógnita que solamente se conocía por las relaciones contenidas en la prensa taurina de la época. 

Y sin embargo, la plaza se llenó, en su crónica aparecida en El Universal Taurino del 27 de octubre siguiente, el propio Verduguillo refiere lo siguiente:

Por primera vez hemos visto esta temporada los tendidos rebosantes de aficionados. El anuncio de Valencia II, en fraternal competencia con su hermano mayor, bastó para que la gente acudiera en masa a presenciar las proezas de los matadores, hijos de aquel célebre. banderillero de grata memoria… En sombra no cabía la gente. Y en sol, el graderío estaba totalmente ocupado, sin hacerse necesario subir a las azoteas. Fue un lleno, pero no un llenazo… La empresa ha dado una nota simpática, no alterando los precios, tratándose como se trató de un cartel mucho más costoso que el de domingos anteriores. Así han demostrado los señores Luna y Rivero que, aunque tanto ellos como sus socios han entrado en el negocio para ganar y no para perder dinero, no les ciega la ambición. La presentación de Valencia II, torero mucho más caro que Luis Freg y Mariano Montes debió suponer un pequeño aumento en los precios de entrada. Sin embargo, fueron los mismos. Mi enhorabuena a todos los que desembolsan la pastilla para adquirir el billete…

Los tiempos eran otros. Los precios de acceso a la plaza estaban fijados de antemano y no se hacían diferencias entre unos toreros y otros para exprimir a la afición, sino que se le consentía y se procuraba asegurar el lleno. Y se conseguía.

Los toros de San Mateo

Esta tarde no fue precisamente una de triunfo para la divisa rosa y blanco. De seis toros que se anunciaron, salieron al final nueve de los toriles. Fueron devueltos a los corrales el primero Peluquero, por manso; el primero bis, Peregrino por la misma causa. El cuarto Fortuna fue condenado a banderillas negras, pero refiere la crónica citada: Béjar ordena que se le pongan banderillas de fuego. Pero don Antonio Llaguno, que como he dicho antes, no persigue los duros, sino el prestigio de su vacada, manda que por su cuenta salga otro toro más... El cuarto bis nombrado Canta Claro sí tuvo que sufrir las banderillas de fuego, al igual que Peligroso el quinto de la corrida. Únicamente generó reconocimiento para su criador el primero tris, Mala Sombra por el cual don Antonio Llaguno recibió una fortísima ovación.

En alguna forma se trató de justificar ese mal juego de los toros por, dice Rafael Solana en su crónica, un distinguido aficionado cuyo nombre no es forzoso mencionar, en el siguiente sentido:

Tenemos que andar constantemente a salto de mata; no sabemos ya dónde esconder los toros. Los echamos un día en un potrero y al día siguiente nos vemos obligados a sacarlos porque los agraristas y otros “istas” meten el desorden, y la seguridad de las reses está en peligro… No quiero decirle las que pasamos en los tiempos de la revolución. Aquello fue horrible... Como que hubo día en que tuvimos que encerrar los toros en un corral pequeño, donde aperas podían moverse… Todos estos movimientos y estas andanzas, dan por resultado que los toros se estropeen, y que cuando salen a la plaza no den el juego que la afición tiene el derecho de esperar de ellos, ya que son de pura sangre española…

Allí queda la justificación no pedida acerca del pésimo juego de esa corrida, que en esos días resultaría ser un hecho inusitado.

Los hermanos Valencia

José Roger Valencia I reafirmó las condiciones que se le conocieron desde la temporada anterior. Tanto así que al salir al primero de la corrida tuvo que ser llevado a la enfermería por un fuerte golpe que le propinó el toro antes de ser devuelto a los corrales. Regresaría a finiquitar a los otros dos de su lote. Esperanza Arellano, a quien después conoceríamos por su seudónimo de Verónica, reflexionó lo siguiente acerca de su actuación:

Mi admiración fue grande y sincera, cuando vi a José salir de la enfermería después de la cogida que sufrió en el primer toro, y destaparse por verónicas y gaoneras estatuarias. Pero mi admiración se tradujo en entusiasmo indescriptible cuando el madrileño armó el escándalo de la tarde después de sufrir otra emocionante cogida en el tercer toro. Ahí José fue el torero macho para el que las caricias del enemigo son un motivo más para derrochar el valor y la vergüenza por quintales; ahí José nos hizo sentir toda la fuerza, toda la potencialidad viril de la fiesta brava, cuando con el rostro ensangrentado, las ropas en desorden y con la serenidad que sólo proporciona el valor positivo, toreó a la fiera sabiamente, dominándola, para más tarde hundirla el estoque en las entrañas… ¡Bravo, José, eso es tener el corazón bien plantado y lo demás son tonterías! ¡Ah, si todos los toros hubiesen sido como el tercero, qué tarde, qué gran tarde, nos hubieran dado los hermanos Valencia!

Por su parte, el debutante Valencia II tuvo una presentación que dejó espacio para que se le quisiera volver a ver. Le tocaron los huesos del encierro y resolvió con atingencia. Así lo calificó la citada Verónica:

Hay que verlo con el toro boyante, con el que se hace gala de arte y “jechuras” y con el toro difícil con el que hay que hacer derroche de conocimientos y acopio de habilidades. Entonces podremos juzgar a conciencia y sin temor a posibles equivocaciones. Antes, no. Por esto, no externaré mis opiniones definitivas sobre el diestro de Madrid. Me limitaré a decir que por simples detalles Victoriano me parece un torero verdad que desconoce el truco y las artimañas. Que presumo, por lo que vi hacerle con el capote que tarde llegará en la que nos vuelva locos al torear de capa a un toro que embista franco y, sobre todo, pronto. Si con toros como los de San Mateo, Valencia II dio el parón verdad, no sé qué hará con toros... que no sean los de San Mateo... ¿Me han entendido? … Y no queriendo entrar en más detalles, diré, para terminar, que Victoriano estuvo valientísimo, conocedor y habilidoso, con los toros que, en suerte, (¡vaya suerte!) le tocaron…

Al final de cuentas, los toreros fueron los que salvaron una tarde que por las condiciones de los toros estaba destinada a irse por el despeñadero. Y es que, todos los toros tienen lidia, su lidia.

Lo que el futuro deparaba

La anunciada despedida de Rodolfo Gaona dejaba una importante interrogación en el ambiente taurino mexicano. Algo más de un mes después de esta corrida, el Califa le daría la alternativa a Juan Espinosa Armillita, a quien muchos consideraban que podría ser el sucesor del torero de León de los Aldama. Pero también en el mismo ciclo se produciría, en el siguiente febrero, un acontecimiento en el ruedo de El Toreo, que representaría un giro histórico en la manera en la que se hacía el toreo, cuando Lapicero de San Mateo y Chicuelo se encontraron en esa arena.

Allí quedó demostrado que la historia del toreo está en constante movimiento, la conclusión de una de sus etapas siempre será el prólogo de la siguiente. Por eso la fiesta se ha extendido en el tiempo hasta nuestros días.


domingo, 11 de abril de 2021

12 de abril de 1936: Ricardo Torres confirma su alternativa en Madrid

Ricardo Torres
Aguascalientes Cª 1937
Colección: Isidoro Cárdenas Carranza
La temporada madrileña de 1935 se cerró con la actuación de dos toreros mexicanos. La última corrida se dio el 20 de octubre y en ella actuaron José Amorós, Jesús Solórzano y Gitanillo de Triana ante toros de Demetrio y Ricardo Ayala y la última novillada se dio una semana después, cuando ante tres novillos de Juan Sánchez de Terrones y tres de los nombrados hermanos Ayala (3º, 4º y 5º), se presentaron Miguel Cirujeda, Jesús González El Indio y Ricardo Gutiérrez Navas. Nuestro paisano El Indio, cortó última oreja del ciclo al segundo de la tarde.

Al año siguiente sería Jesús González quien abriría la temporada de toros en Las Ventas, al actuar en el primer festejo del calendario el 8 de marzo, alternando con Cayetano de la Torre Morateño y José Vera Niño del Barrio en la lidia de novillos de Celso Cruz del Castillo. Después le seguiría Paco Hidalgo, que debutaría allí el Domingo de Ramos, 5 de abril, alternando con Enriqueta Palmeño, Daniel Luca de Tena y Mariano García y el tercer torero mexicano y único matador de toros en actuar en ese calendario en el ruedo venteño, sería precisamente quien me ocupa en estas líneas, el hidalguense Ricardo Torres.

La primera corrida de 1936

Se anunció como primer festejo mayor para ese Domingo de Resurrección de 1936, una corrida de ocho toros de los hermanos Luis y José Pallarés para Victoriano Roger Valencia II, José Amorós, Pepe Gallardo y el mexicano Ricardo Torres que confirmaría su alternativa. La tarde fue lluviosa y el ambiente en las tribunas estaba crispado porque la empresa suprimió el abono y emitió unos carnets de aficionado que no terminaron de convencer a los tenedores y que al día siguiente serían suprimidos, regresando al sistema anterior, según cuenta en su tribuna del ABC madrileño don Gregorio Corrochano:

Este año nos encontramos con una novedad: no se abre abono. La empresa, buscando sin duda una solución o una sustitución a la reserva de localidades, ideó el «carnet», que tiene analogía con lo que en Méjico llaman «derecho de apartado». El ensayo no cayó bien por lo visto en la opinión y se han anulado los «carnets». Pero no se abre abono. Y ahora va a surgir otra dificultad. Si no se abre abono ¿qué fórmula van a dar para la reserva de localidades abonadas?

El encierro cordobés de los hermanos Pallarés, a decir del citado don Gregorio fue serio:

Se lidiaron toros de Pallarés, bien presentados y con sus años completos. Decimos con sus años completos, porque con los toros ocurre lo contrario que suele acontecer con las mujeres: los toros se ponen años; o se los ponen los que quieren hacerles pasar por toros. Pero con sus años y todo, la corrida fue magnífica para los toreros. De los ocho, los seis primeros no hay quien los mejore en nobleza, en buen estilo de embestir. El séptimo tuvo más peligro, porque había que llegarle mucho y cuando arrancaba, lo hacía con fuerza y seguido. El octavo no se le pudo ver porque se lidió tan mal, que el toro no sabía a qué capote acudir...

Ricardo Torres confirmaba la alternativa que había recibido en Barcelona el 16 de septiembre de 1934 y que ya había confirmado en El Toreo el 2 de diciembre de ese mismo año. Lo haría con Esparragueño, que así se llamaba el primero de la corrida que me ocupa en este momento. Tuvo una actuación interesante. Quien hizo la crónica para la Hoja Oficial del Lunes, aparecida al día siguiente de la corrida – no está firmada – entre otras cuestiones relata lo siguiente:

Los cuatro matadores, con afición, con conciencia de su saber, con voluntad decidida, tuvieron gestos que dieron consistencia y calor de corrida grande a esta primera del año... Los inició Ricardo Torres al veroniquear, ceñidísimo, pero suave y lento, a su primero en una serie de lances superiores, al que siguieron otros, en el primer quite, de verdadero torero... Y luego tres pares de banderillas buenos, a cargo del nuevo matador de toros, con alegre preparación y ejecución perfecta, a los que siguió – después de recibir los trastos de manos de Valencia – una faena reposada, tranquila, fina, elegante, con gusto y ciencia. Ricardo Torres corrió la mano una y otra vez por alto y de pecho, parado, erguido, sacando la muleta por la penca del rabo del enemigo, y luego con la izquierda, desafiando, consintiendo, aguantando de verdad, consiguió dos naturales perfectos en los que tuvo que adelantar el engaño y tirar de él para que el toro pasase. Terminó la faena con un pinchazo y media, y el nuevo matador oyó una ovación grande y saludó desde los medios...

Por su parte, el que firma como López Cansinos, en el diario madrileño Ahora, escribe esto:

Empecemos por el recipiendario, que, después de todo, fue el protagonista del primer episodio de la corrida. El diestro mejicano – buen novillero en sus anteriores actuaciones en Madrid y con posibilidades de ser un buen torero en su nueva categoría – toreó con el capote al bicho que rompió plaza con mucho valor y finura y repitió estas muestras de buen estilo en el primer quite. Tomó banderillas y con excelentes maneras clavó dos pares y medio que arrancaron justas ovaciones. Brindó al público después del ceremonial doctorado y empezó con dos pases por alto soberbios, seguidos de un natural, aguantando el viaje lento del animal que estaba muy quedado. Continuó con otros pases altos pasándose todo el toro por delante, pero como el de Pallarés no hacía por el engaño, tuvo que abreviar la brillante faena. Tras un pinchazo en lo alto metió media superior que tiró al enemigo patas arriba. Fue ovacionadísimo el nuevo matador y tuvo que salir a saludar al tercio…

Como podemos ver, Ricardo Torres tuvo una confirmación de alternativa que le podría permitir la obtención de posteriores actuaciones en otras plazas españolas, pero primero, el conflicto generado por la dirigencia de los toreros españoles apenas un mes después y posteriormente la Guerra Civil, interrumpieron el camino que apenas había empezado a andar.

El resto del festejo

Valencia II dio la vuelta al ruedo tras despachar al segundo, fue silenciado en el quinto y volvió a dar la vuelta en el séptimo que mató por Pepe Gallardo; José Amorós: silencio en el tercero y vuelta tras la muerte del sexto; Pepe Gallardo: cortó las 2 orejas al cuarto, Rompelindo y fue gravemente herido por el séptimo que tenía el curioso nombre de Manta al hombro. Por su parte, Ricardo Torres, tras la muerte del que cerró plaza, escuchó palmas al retirarse.

El parte médico rendido acerca del percance sufrido por Pepe Gallardo, sin firma en los diarios, pero que me arriesgo a atribuir al doctor Jacinto Segovia, dice lo siguiente:

Durante la lidia del séptimo toro ha ingresado en esta enfermería el diestro José Gallardo, quien sufre una herida por asta de toro, situada en la cara posterior, tercio medio del muslo izquierdo, de unos veinte centímetros de trayectoria y que lesiona piel, tejido celular subcutáneo, músculos bíceps y semitendinoso, contusionando el nervio ciático mayor, acompañado de abundante hemorragia procedente de las ramas de la femoral profunda. Pronóstico grave.

Dramatis personae

Victoriano Roger Valencia II. Murió asesinado en la carretera de Hortaleza el 18 de diciembre de ese 1936 – fusilado dicen otros – a causa de su afiliación falangista y de su belicoso deseo de hacer ostentación de ella en todo lugar, incluso en las plazas de toros.

José Amorós. Las cornadas y la guerra civil truncaron su carrera. Toreó la Corrida de la Victoria en Las Ventas el 24 de mayo de 1939. Cambió el oro por la plata a partir de 1944 y actuó en cuadrillas de diestros como Gitanillo de Triana, Antonio Bienvenida o Rovira. Cuando dejó los ruedos fue asesor de la presidencia en Las Ventas. Falleció el 15 de julio de 1997.

Pepe Gallardo. Siguió toreando intermitentemente después de la Guerra Civil. En 1942 toreó con Manolete en San Fernando, al año siguiente volvió a Las Ventas y al final del calendario dejó de torear. Se dedicó a ayudar a un muchacho de Barbate llamado Antonio Rivera, quien después sería el padre de Riverita y de Paquirri. Falleció en Cádiz el 1º de abril de 1988.

El devenir de Ricardo Torres

Mañana lunes se cumplen 85 años de que Ricardo Torres resultara ser el último torero mexicano en actuar en la plaza de Madrid, como decía, a causa de un rompimiento de relaciones y entenderes entre las torerías de España y México y de la Guerra Civil Española. Sería hasta el 18 de julio de 1944, cuando volvería a hollar esa arena un torero mexicano y tocaría a Carlos Arruza presentarse allí para, precisamente, confirmar su alternativa. 

Ricardo Torres, heredero de las enseñanzas de Ojitos por la vía de Samuel Solís, continuó su carrera en México y durante la imposibilidad de actuar en España, lo siguió haciendo en Portugal y Francia, haciéndolo en la Plaza México por última ocasión el 6 de marzo de 1949, alternando con Lorenzo Garza y Luis Procuna y en esa ocasión cortó la oreja al toro Africano de Pastejé.

Posteriormente participó en la formación como toreros de sus sobrinos Jaime y Manolo Rangel, ambos matadores de toros. Ricardo Torres falleció el 3 de agosto de 1953 a consecuencia de un accidente automovilístico sufrido 5 días antes en las inmediaciones de Matamoros, Tamaulipas.

Sirvan estos párrafos para recordar a este gran – pero altamente incomprendido por la historia – torero mexicano.

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