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domingo, 30 de junio de 2024

2 de julio de 1939: La presentación de Silverio Pérez en Lisboa

Silverio Pérez visto por
Carlos Ruano Llopis
Después de que en 1936 se terminaran las relaciones taurinas entre España y México, los toreros mexicanos no dejaron de actuar en Europa, pues las plazas de Portugal y de Francia siguieron reclamando su presencia para mejorar los carteles que ofrecían a sus respectivas aficiones. Toreros como Lorenzo Garza, Paco Gorráez, Ricardo Torres, Jesús Guerra Guerrita, Luis Castro El Soldado o Fermín Espinosa Armillita eran frecuentes actuantes en las plazas de Arles, Lunel, Bayona, Nimes, Toulouse, Lisboa, Povoa do Varzim, Vila Franca de Xira, Évora y otras de aquellas tierras en las que la tauromaquia tiene presencia. 

Esas actuaciones se producían generalmente en el verano, época en la que la actividad taurina decrece en México, principalmente por coincidir con la temporada de lluvias, tiempo de aguas decimos aquí. Por eso es que el ciclo taurino por excelencia comienza aquí a finales de octubre o inicios de noviembre y termina el mes de mayo del año siguiente. Sí, nuestras temporadas son una especie de “ejercicios montados” porque inician en un calendario y terminan en otro, pero el hecho de que donde más se concentra la actividad esté al Sur del Trópico de Cáncer, genera esas complicaciones climáticas.

Por esa razón en el año del 39 del pasado siglo, toreros como Fermín Espinosa Armillita, Luis Castro El Soldado, José González Carnicerito de México y Silverio Pérez, junto con los novilleros Manolo y Carlos Arruza se dirigieron a Portugal tras de que terminara aquí en México la temporada taurina. Francia estaba fuera de toda cuestión, puesto que con los conflictos de orden político – militar que empezaba a tener con la Alemania de Hitler, prolegómenos de la II Guerra Mundial, la actividad taurina estaba suspendida y no se reanudaría sino hasta después de terminada esa confrontación bélica.

Silverio Pérez en Europa

Antes de la actuación que este día me ocupa, El Faraón de Texcoco ya se había presentado en los ruedos de Europa. En 1935 aprovechó el verano para hacer campaña en España como novillero y he podido localizarle, aparte de su histórica presentación en la plaza de Tetuán de las Victorias, otras como la reaparición en ese mismo ruedo, y su debut en las plazas de Valencia, Barcelona, Salamanca y por supuesto, su presentación en la plaza de Las Ventas el 26 de septiembre de ese año, fecha en la que cerró su campaña por aquellas tierras. 

Así que los ruedos del otro lado del Atlántico no le eran precisamente extraños a Silverio, quien volvería a ellos en el año de 1945, ya como matador de toros a hacer una breve pero exitosa campaña en plazas como Barcelona o Burgos dejando la impronta de su calidad torera y humana en todos los sitios en los que actuó.

La corrida del 2 de julio de 1939 en Lisboa

Su presentación ante el público lusitano se dio en una corrida dentro de lo que en la época se llamó la temporada de julio en la capital portuguesa. Se anunció a los toreros a caballo Joao Branco Nuncio y José Casimiro y a los toreros a pie Fermín Espinosa Armillita Chico y Silverio Pérez para enfrentar ocho toros de la ganadería de Joaquim de Oliveira Fernandes. Inicialmente se señaló que la corrida sería con picadores, según se desprende de la siguiente información aparecida en el Diario de Lisboa fechado el 28 de junio de 1939:

El domingo por la noche, en Campo Pequeno, adornado Portugal, por el asombroso «diestro» mexicano «Armillita Chico» … «Armillita Chico» es el más completo de los toreros actuales y figura del toreo mexicano y como informamos, salió expresamente rumbo a Europa contratado por la Empresa de Campo Pequeno para torear dos corridas, despidiéndose de nuestro público, la noche del domingo, en la corrida en la que alternará con otro gran torero también mexicano: Silverio Pérez… Esa noche se lidiarán toros de la inmensa ganadería que tanto éxito consiguió en el primer festejo de esta temporada, perteneciente a don Joaquim de Oliveira Fernandes, de Évora. La bravura, nobleza, y presentación de los toros del Sr Oliveira Fernandes ha dejado un gran palmarés y se espera con gran interés la lidia de un nuevo encierro de la misma ganadería… «Armillita Chico» y Silverio Pérez actuarán con «picadores», en la lidia de cuatro toros y el resto serán toreados por los notables caballeros Joao Nuncio y José Casimiro…

Me llamó la atención que se anunciara que Armillita y Silverio actuarían con picadores, caso poco frecuente en los ruedos portugueses, pero veremos pronto que las cosas se produjeron de manera diferente.

El encierro de Joaquim de Oliveira

La corrida de Joaquim de Oliveira Fernandes estaba destinada a llamar la atención. Así, el Diario de Lisboa del último día de junio anunciaba que esa noche, se llevaría a cabo de manera pública y con entrada gratuita, el desencajonamiento de los toros en el ruedo de Campo Pequeno:

Hoy, a las 22:30 horas, en la arena de Campo Pequeno, serán desencajonados a la vista del público, que tendrá entrada libre, los toros de la acreditada ganadería del señor Joaquim Oliveira Fernandes que, pasado mañana por la noche, serán lidiados por los toreros mexicanos «ARMILLITA CHICO» y SILVERIO PÉREZ y por los notables caballeros JOAO NUNCIO y JOSÉ CASIMIRO… Las taquillas abrirán el día de hoy. Los señores abonados deberán retirar sus entradas antes de las 21:00 horas…

La descripción de los sucesos del desencajonamiento de los ocho toros verificado la víspera en el ruedo de Campo Pequeno, entre otras cosas cuenta lo siguiente:

La empresa de Campo Pequeno abrió ayer sus puertas para que el público viese el desencajonamiento de los toros. El público llenó la plaza y salió entusiasmado con la fina presentación de los ocho toros que «ARMILLITA CHICO», SILVERIO PEREZ, JOAO BRANCO NUNCIO y JOSE CASIMIRO lidiarán mañana en la gran corrida nocturna, dedicada a los «equipos» que, en la tarde, disputarán el encuentro Lisboa – Sevilla… Toros bien criados, finos y bien armados, dando, por la manera en la que salieron de los cajones, los mejores indicios de casta y de bravura… La corrida dará inicio a las 22:15 horas para dar tiempo a que los entusiastas del «football» puedan asistir…

El festejo y su resultado

La crónica de la corrida aparecida al día siguiente del festejo, firmada por F, es brevísima, más concentrada en la actuación de los cavaleiros que en la de los toreros a pie, según podremos leer enseguida:

Con buena entrada se realizó ayer por la noche en Campo Pequeno una corrida para la cual, el Sr. Joaquim de Oliveira Fernandes envió ocho toros grandes y con nervio. Tan grandes y con tanto nervio que la lidia de los cuatro en puntas que salieron para los espadas, fue muy perjudicada por la falta de picadores… Fuera de algunos «encontronazos» de los toros, extraordinariamente veloces con los caballos, los caballeros triunfaron. Joao Nuncio, después de haber resuelto con brillantez las dificultades que le presentó el primero, tiró, como él lo sabe, de todo su arte en su segundo cuyas «ganas de pelea» hubieran permitido algunos pases de muleta. José Casimiro toreó con alegría y rapidez, siendo también justamente aplaudido… Los mexicanos «Armillita Chico» y Silverio Pérez no pudieron sacar gran partido de los toros, por no tener con ellos a sus «cuadrillas» … El segundo, lleno de ganas de triunfar, y sin esa apatía y desinterés que dan los coches caros y el dinero en los bancos, buscó hacerse de cartel, demostrando ya sea con la capa o con la muleta, que es un torero fino y valiente. En cuanto a «Armillita Chico», estuvo hecho un gran banderillero... Y, ya que hablamos de fiesta: ¿Leyeron lo que declaró Marcial Lalanda, como titular del Sindicato de Toreros? Dijo que «las corridas de toros ya no son un espectáculo cruel porque, entre otras medidas, ahora se inyecta morfina a los caballos». Ahora, como muchos toreros ya consumen «estupefacientes», sólo queda inyectar a los toros para que el espectáculo se vuelva completamente «estúpido». No hablamos del público…

De las breves líneas dedicadas a su actuación, se observa que la actuación de Silverio Pérez causó buena impresión en la crítica y en la afición de la capital de Portugal, lo que le valió volver pronto a la plaza de Campo Pequeno el 27 de julio siguiente, para actuar en un festival a beneficio de los empleados del comercio de Lisboa, en un cartel formado con los rejoneadores Joao Branco Nuncio, José Casimiro, Fernando Salgueiro y Vasco Jardim, y los espadas Armillita Chico y el novillero Carlos Arruza, con novillos de Claudio Moura, antes Viuda de Soler.

Escribió Guillermo H. Cantú:

La etapa taurina de Silverio en Portugal no ha sido suficientemente valorada, como si por el hecho de no matar a los fuertes y grandes toros lusitanos, lo que los toreros realizan con ellos careciera de mérito… Las poblaciones de Lisboa, Oporto, Nazareth, Villa Franca de Xira y otras más, atestiguaron los avances y evolución del texcocano, en una serie de triunfos consecutivos que pocos mexicanos han obtenido en aquellas tierras…

El hecho de que los toros no mueran a estoque en los ruedos portugueses luego nos induce a pensar que lo que se hace ante ellos tiene menos mérito que cuando se hace ante los toros que mueren en el ruedo. Sin embargo, también tendemos a soslayar que en los festejos a la portuguesa no hay picadores, que el toro llega casi entero al tercio final, y poder con ellos, tiene un mérito indiscutible.

Es por ello que lo realizado por los toreros a pie que allá se presentan y en particular en la tarde relatada por Silverio Pérez tiene una gran importancia. Es por eso que recuerdo este día su presentación en la plaza de Campo Pequeno.

domingo, 19 de diciembre de 2021

19 de diciembre de 1971: Paquirri y Girasol de Jesús Cabrera

Paquirri, triunfante
Paquirri entró pronto en el ánimo de la afición de la Plaza México. Desde la tarde de su confirmación de alternativa se mostró como un torero que no rehuía la pelea y aún a resultas de terminar herido, se jugó la vida para salir con las dos orejas de Caporal, el segundo del lote de José Julián Llaguno que sorteó en las manos, asunto del que ya me he ocupado en esta ubicación. En la tarde de su reaparición, volvió a triunfar con otro Caporal, este ahora del ingeniero Mariano Ramírez, al que también le cortó las orejas, tarde de la que se habló ya aquí.

Eso aseguró que volvería para la siguiente temporada grande, ya no como novedad, sino como figura del toreo y así se le acarteló. Para la cuarta fecha del serial, se anunció un encierro de don Jesús Cabrera y para enfrentarlo, al nombrado Francisco Rivera Paquirri, Eloy Cavazos y Jesús Solórzano. No creo que sea necesario señalar que la Plaza México se llenó hasta el reloj, con la esperanza de los aficionados de ver una importante tarde de toros.

Los toros de don Jesús Cabrera

En los prolegómenos de su prolija crónica, Carlos León, en su tribuna del extinto diario Novedades de la Ciudad de México, acerca de los toros lidiados, en epístola dirigida a don Ernesto Fernández Hurtado, director del Banco de México en esas calendas, escribió:

Pues también habló usted, estimado don Ernesto, de que en las arcas del banco a su cargo hay reservas crecientes. Ello, siendo tranquilizador, no colma las esperanzas de los aficionados, que no solamente queremos que las reservas crezcan – como creció el sustituto del quinto el domingo anterior – sino que también acaben de crecer los toros del lote que se lidia. Y eso que el jefe de espectáculos se apellida “Del Toro”. Que, si se llega a apellidar “Becerril”, estaríamos definitivamente perdidos.

No dudamos que los toros de don Jesús Cabrera tenían edad. Tantas veces habían venido a la México, para ser rechazados y regresar a sus potreros, que ya eran clientes habituales de los corrales y hasta la empresa les obsequiaba calendarios. Pero mire usted: nosotros, los que poco entendemos de asuntos financieros, hemos oído que la onza Troy equivale a 35 granos de oro. Y que un grano equivale a 53 miligramos. Por tanto, si la apariencia del toro como tal se logra a base de granearlo y si don Jesús Cabrera, como hombre rico y espléndido que es, ha de granear a sus reses con áureos granos, ahora nos explicamos por qué a cada uno de sus bureles lo hayan pesado en miligramos y no en kilogramos, como hacen otros ganaderos que no pueden permitirse tan dispendiosos hijos. Y de allí esos dijes que envió hoy. De oro macho, pero dijes…

Paquirri y Girasol

La médula de la tarde llegaría durante la lidia del cuarto toro del festejo, nombrado Girasol por su criador. Carlos León, en la ya mencionada crónica, entre otras cosas, escribió: 

Y el torero, el gran torero, brilló esplendoroso con “Girasol”, el cuarto del encierro. No voy a negar que era terciado. Pero más lo fue, hace muchos ayeres, aquel “Dentista” de San Mateo con el que Manuel Jiménez, el sevillano “Chicuelo”, cuajó aquel faenón inmortal que no se olvidará nunca. Porque cuando se hace el toreo tan estupendamente realizado, lo terciado de un toro no va a empequeñecer por contagio, la grandeza de lo bien logrado.

Ya con las banderillas – para que Mauro Liceaga se quede para siempre encerrado en un clóset y no vuelva ni a mencionar lo que es clavar los palos –, el de Barbate había puesto la plaza de cabeza dando una cátedra emotiva de lo que es la verdad en el segundo tercio. Y con el ambiente a su favor, con un público rendido y entregado ante tanta majeza, el de Cádiz brindó a los que le chillaban, para que de una vez enmudecieran. Y si volvieron a abrir la boca ya fue para gritarle: ¡Torero!

¡Y qué clase de torero! Un faenón con las más caras esencias de la escuela rondeña, citando de frente, templando de verdad y no arrastrando telones, con la elegancia de la verticalidad y sin retorcerse como charamusca, ejemplarizando lo que es el bien torear en medio de la locura colectiva de quienes ya habían olvidado, por adorar falsos ídolos, de lo que es un torero de los pies a la cabeza. Citando siempre en la suerte de recibir, el andaluz pinchó tres veces antes de consumar la estocada recibiendo. Y cortó una oreja y dio dos vueltas al ruedo y aún fue a saludar a los medios en una apoteosis de consagración, después de haber realizado – y lo afirmamos desde ahora – la que será, sin duda, la faena cumbre de la temporada...

En su propia crónica deja claro que Eloy Cavazos triunfó en toda la línea, pues le cortó las dos orejas al primero de su lote y el rabo a Ranchero, quinto del festejo, y que Jesús Solórzano se sacó la espina con un toro de regalo después de verse displicente con su lote ordinario.

La pertinencia de una mención

En el cuerpo de la descripción de la actuación de Paquirri ante Girasol, Carlos León afirma con contundencia: Ya con las banderillas – para que Mauro Liceaga se quede para siempre encerrado en un clóset y no vuelva ni a mencionar lo que es clavar los palos –, el de Barbate había puesto la plaza de cabeza… El contexto de esa afirmación resulta ser harto interesante. 

El domingo 28 de noviembre anterior, Paquirri había alternado con Mauro Liceaga y Manolo Martínez en la lidia de toros de José Julián Llaguno. Las crónicas de agencia que pude encontrar, reflejan lo siguiente acerca de un pasaje de esa corrida:

Mauro Liceaga fue ovacionado en verónicas. Banderilleó entre aplausos, destacando su primer par. El toro llegó con poca fuerza a la muleta y Liceaga hizo faena empeñosa. Pinchazo, estocada. Silencio… Al cuarto lo recibió con un cambio a porta gayola comprometido Invitó a banderillear al español Paquirri y tuvo un detalle censurable, pues cuando el toro iba arrancado para el diestro gaditano, Liceaga se movió cortándole el viaje en forma ventajista que puso en situación comprometida a su compañero. Liceaga banderilleó sin lucimiento. Faena valentona ante un toro de muy corta arrancaba al que se empeñó en citar a recibir, resultando enganchado e ingresando en la enfermería con cornada en el tercio superior del muslo derecho. Manolo Martínez terminó con el toro de una estocada… Cuando iba a dar la vuelta al ruedo (tras la lidia del 3º), Liceaga, en un detalle de poco compañerismo, salió andando hacia la puerta de toriles ante el asombro del diestro español, que se conformó con agradecer desde el tercio...

La presencia de Mauro Liceaga, un torero de dinastía, que no lograba levantar cabeza desde que recibió una grave cornada penetrante de vientre en Monterrey en 1964, llegó a esa corrida con una sola consigna, la de fastidiar al torero de Barbate. Así lo cuenta Guillermo H. Cantú en Manolo Martínez. Un demonio de pasión:

Manolo, el torso desnudo, descansando en la cama días antes de la corrida. Forma habitual de despachar y de dirigir a su “corte”, compuesta además de sus ayudantes formales por cinco o seis corifeos asiduos y uno que otro más fino, a los que interpela abruptamente:

- A ver, ¿cómo está esa onda? ¿Recuerdan lo que sabe hacer “Paquirri”?

- Sí matador, es muy buen banderillero – alguien le contesta. Se luce mucho, tiene facultades, es un as del segundo tercio.

- A ver, compadre – se dirige Manolo a su apoderado –, échate para acá a Maurito (Liceaga), que venga inmediatamente…

- Vas a torear la corrida del próximo domingo – le anuncia Manolo, en pleno ejercicio del mando de la fiesta – pero, Maurito – le advierte preciso – a clavar banderillas por derecho. Me picas al andaluz. Invítalo a banderillear contigo.

- Con mucho gusto, Manolo. Hay que ponerlo en orden, ¿verdad?

- De eso se trata – contesta el de la batuta.

El siguiente domingo en la Monumental Plaza México Mauro Liceaga es un portento. Le da todas las ventajas al toro, pone los palos de poder a poder, deja en todo lo alto los pares, yendo por derecho, impecable, insuperable. Esa es su misión. “Paquirri” se descontrola. El último par que intenta, a invitación de Mauro, lo clava dividido: un garapullo en el lomo del morlaco y otro en la arena. El dardo del amedrentamiento psicológico da en el corazón del torero, que entre otras cosas no puede usar las banderillas que acostumbraba llevar por su cuenta. Pero Francisco Rivera es un gran profesional avezado al combate y no es fácil bajarle su nivel. Hace una faena riñonuda y vibrante en su presentación y, creciéndose al reto, mata de una estocada recibiendo. Gran ovación, con el entusiasmo de la gente al máximo. El regiomontano ofrece a su vez una lección completa de arte y maestría y estoque en mano a la altura de los ojos mata recibiendo ¡a sus dos toros! Nunca más se volvería a saber en la México del aguerrido diestro ojiverde, hasta que un toro le cegó la vida en Pozo Blanco... (Págs. 187 – 188)

Como pueden apreciar, la versión sesgada y chauvinista de Cantú pretende presentar esa tarde como una de un gran triunfo de Mauro Liceaga y Manolo Martínez y la retirada de nuestros ruedos de Paquirri, cuando en realidad, Mauro se fue al hule con una cornada, pues mezcló su servilismo con pundonor y se llevó una cornada, en tanto que el de Monterrey, aunque cortó una protestada oreja, terminó su tarde con música… de viento, en medio de una gran bronca.

La realidad de los hechos es que Manolo Martínez no pudo nunca someter a Paquirri a sus designios o imponerse con amplitud a él dentro del ruedo. Desde la tarde del 9 de agosto de 1970, cuando se encontraron por primera vez en Barcelona, hasta la del 19 de abril de 1978 en Sevilla, cuando se vieron en un ruedo por última vez, el gaditano se le fue por delante en casi todas y cada una de las veinticinco tardes en las que alternaron. Y en este caso, Manolo Martínez tenía muy fresca la herida del 28 de febrero de ese 1971, cuando en El Progreso de Guadalajara, Francisco Rivera le cortó cuatro orejas y dos rabos a toros de San Mateo, en festejo que toreó mano a mano con el regiomontano, quien salió apenas con una oreja protestada en las manos.

Quizás por esas cuestiones nos quedamos sin ver con más frecuencia en México a Paquirri, un torero que, con sus particularidades, resulta ser uno de los principales que ha tenido España en la segunda mitad del siglo XX.

Aviso parroquial: Los resaltados en el texto de la crónica de agencia y en el texto de Guillermo H. Cantú, son imputables en exclusiva a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 17 de octubre de 2021

18 de octubre de 1931. Muere Carmelo Pérez en Madrid

Carmelo Pérez
Cª 1920 Foto: Casasola
Carmelo Pérez
había recibido una de las cornadas más terroríficas que registra la historia del toreo el 17 de noviembre de 1929 en El Toreo de la Condesa, cuando Michín, de San Diego de los Padres, sexto de un festejo en el que alternó con Antonio Márquez y Pepe Ortiz le prendió en los primeros escarceos de la lidia y le envió a la enfermería, de donde las noticias que salían eran contradictorias y casi todas de tono funesto. De eso ya me he ocupado por esta Aldea aquí y aquí.

La oportuna intervención de los médicos Javier Ibarra, José Rojo de la Vega y Carlos Herrera Garduño salvaron la vida de Carmelo, pero en una situación en la que la medicina carecía de los avances que hoy tiene, la ausencia de equipos de diagnóstico y de antibióticos, convirtieron en un verdadero via crucis la recuperación del torero de Texcoco. A ese propósito, cuenta Guillermo H. Cantú:

Al despertar de la anestesia, Carmelo constató una cosa: el infierno no habían sido las cornadas tremendas de “Michín”, sino la penosísima, lenta e incompleta recuperación que en esos instantes se iniciaba… En 1929 aún no existía la penicilina ni otros antibióticos, la fístula de la espalda hubo de ser controlada con métodos prolongados como dolorosos. Una a una, las costillas del costado derecho de Carmelo fueron extirpadas… No fue únicamente tener que respirar con un solo pulmón, ni cargar el resto de su ya corta vida apósitos de algodón para dar volumen a aquél medio torso disimulado y supurante… sino además “un sufrimiento todavía mayor y para el que Carmelo necesitó echar mano de toda su hombría y de toda su fuerza de voluntad: desacostumbrarse a la droga, a la morfina, a base de la cual había vivido medio año”. ¡Y también lo logró! …

Los médicos que le atendían, advirtieron a Carmelo que era necesario guardar reposo absoluto para completar su recuperación y permitir en un futuro la reparación de la fístula que se generó a causa de la cirugía a la que se le sometió para reparar las heridas de la cornada. Pero el torero tenía otros planes al parecer, y en cuanto sintió las fuerzas suficientes se puso a prepararse para reaparecer, haciendo ejercicio para recuperar la condición física y haciendo toreo de salón.

Así, logra volver a presentarse en El Toreo de la Condesa el 4 de enero de 1931, alternando con Luis Freg y Manolo Bienvenida ante toros de La Laguna. En esa campaña actuaría otras cuatro fechas, los días 11 y 18 de enero y el 8 y el 22 de febrero, fecha esta, que representaría su última actuación en la capital mexicana. Ya tenía en mente viajar a España, decía él, para hacerse ropa de torear y conocer aquellas tierras.

Pero antes, el 15 de febrero, en Guadalajara, alternando con Juan Espinosa Armillita y José Olivera Pepete, realizó una faena por naturales al quinto de la tarde, de Zacatepec, que en la versión de quien firmó como Tío Castuera en el diario El Informador de Guadalajara del día siguiente del festejo, fue de la siguiente guisa:

El lugar de honor lo ocupó un toro que hizo honor a la ganadería: el toro de seda, el que se ha llevado la palma de nobleza y bravura... Era cárdeno, entrepelado y ostentaba en sus lomos el número 44... Su faena portentosa es la siguiente. Tres ayudados por abajo, un natural, luego otro, otro y otro que hacen que el público se ponga de pie para aplaudir. Cambia de mano la flámula y luego vienen cinco naturales más, girando suavemente sobre los talones para quedar colocado en una nueva suerte. El delirio viene, y para saborear más la faena intercala uno de costado... tres naturales más, uno de costado y como si no bastara el sinnúmero de pases naturales, nos brinda la oportunidad de verlo embarrarse el toro en la cintura cual se tratara de sedosa paja. Cuatro naturales dados durmiéndose el matador en la cara del burel, cinco más... “Ya esto es torear como en la gloria”, decían al unísono los espectadores estupefactos... Viene para rubricar la muerte de su toro una estocada que tumba sin puntilla. El público pidió las orejas y el rabo...

La realidad, de acuerdo con Cantú, es que Carmelo tenía la idea de ir a confirmar su alternativa en Madrid y hacer una campaña en forma por aquellas plazas, encargándose de sus asuntos allá don Domingo González Mateos Dominguín. Enterados sus médicos de su intención de viajar, le volvieron a recomendar reposo y sobre todo el evitar que se sometiera a alguna cirugía de la fístula del tórax, pues las complicaciones posoperatorias previsibles, serían fatales.

La alternativa en Toledo

Las alternativas recibidas en México no fueron reconocidas en España durante muchos años, así que los toreros mexicanos y en general, quienes las recibían aquí, tenían que volver a hacerlo en una plaza de allá para poder actuar como matadores de toros. La de Carmelo Pérez se programó para el 6 de junio de ese 1931, en Toledo. Era la tradicional Corrida del Corpus. Originalmente estaba puesto como su padrino Gitanillo de Triana, pero el 31 de mayo anterior Fandanguero de Graciliano Pérez Tabernero acabó a plazo con su vida en Madrid y se contrató para sustituirle a Manuel Jiménez Chicuelo. El testigo sería un torero de la tierra llamado Domingo Ortega. Los toros fueron del Conde de Antillón antes de Ildefonso Sánchez Rico, de origen Contreras.

El encierro al final no se lidió completo. Uno de los toros, el que sería primero de la tarde, murió en los corrales y fue sustituido por uno de Terrones – nombrado Presidente –, del mismo origen – los Sánchez Rico eran descendientes del ganadero salmantino, don Juan Sánchez de Terrones – y hago esta aclaración porque en la obra de Cantú se repite con insistencia la presencia de encierros parchados cuando de la actuación de toreros mexicanos en España se trata, como una mala jugada de los taurinos de allá. No hubo tomate en la sustitución del toro, ni fue del agarradero el sustituto, las cosas, como son.

Esa tarde, aparte de incompleto, el juego de los toros dejó que desear. Al tercero se le condenó a banderillas de fuego. La actuación de Carmelo fue vista así por Recorte, cronista del diario La Libertad de Madrid, aparecido al día siguiente de la corrida:

El alternativado Carmelo Pérez no estuvo muy afortunado en el reparto, y de aquí que el resultado de su actuación no respondiese a lo que nos habían prometido sus mentores y nuestros compañeros del país de Moctezuma. Quizá la diferencia de temperamento en el ganado, unido al desentrenamiento que motivó una convalecencia de cerca de un año, a consecuencia de una gravísima cornada que recibió, y por añadidura el desconocimiento del carácter de nuestro público. Influyese en cierto apocamiento, azoramiento o preocupación que observamos en el nuevo matador… Sin embargo, le vimos ceñirse extraordinariamente con el capote y templar, ejecutando algo así como aquel lance que se denominó el «puente trágico», y en esto fue ovacionado… Luego, con la muleta, estuvo demasiado breve en el toro de la alternativa; dos muletazos tan solo, porque vio el mejicano que el enemigo no estaba para adornos. Al sexto, que ofrecía peligro por el lado derecho, le dio tres soberbios muletazos de pecho por el lado izquierdo, «haciendo la estatua». Matando estuvo muy breve también…

Una cirugía a destiempo y el final

Después de la corrida de Toledo, Carmelo Pérez decidió ponerse en las manos del renombrado cirujano Jacinto Segovia para intentar librarse de la fístula torácica que tanto le molestaba. Ello a pesar de que ya desde antes de salir de México se había advertido que era una cirugía de muy alto riesgo. Pocos se enteraron de la intervención. Refiere Cantú que David Liceaga le contó que pasó un día por el sanatorio del doctor Crespo a interesarse por el estado de salud de Gitanillo de Triana y que allí se le informó que el que iba en franca mejoría era un paisano suyo el que tenía nombre de mujer… 

Salido del hospital comenzó el proceso de recuperación, advertido de nuevo de que el reposo absoluto era importantísimo para salir adelante. Pero un espíritu indómito como el de Carmelo Pérez no sabría mantenerse quieto. En cuanto pudo, salió a pasear por las calles de Madrid, comenzó a hacer vida social, incluso, llegó a conocer a Federico García Lorca – afirmaba el Negro Muñoz – y añoraba recuperarse plenamente para poder volver a México y retomar las cosas donde las había dejado pendientes.

Recurro de nuevo a la versión de Cantú:

El 15 de septiembre, como todo mexicano en el extranjero que se respete, Carmelo asistió a la Embajada de México para conmemorar la Independencia y dar “El grito” junto con sus compatriotas… La “siguieron” toda la noche… Regresaron a la pensión de la Carrera de San Jerónimo, donde vivía, pasadas las seis de la mañana, entonando con la guitarra los nostálgicos versos de “Canción Mixteca”: “Qué lejos estoy del suelo donde he nacido…”… Se metió en la cama para recuperarse de lo que parecía un fuerte resfriado, y durante 30 largos días rumió su última cita con el dolor y la frustración… entre una respiración que se iba haciendo más dificultosa y unos recuerdos cada vez menos claros, su vida se fue apagando…

La prensa de Madrid se ocupó con alguna profusión del hecho, aunque casi todos los diarios que pude consultar reproducen el mismo boletín de prensa. La nota que me parece más lograda es la de La Libertad, salida el 20 de octubre siguiente, que entre otras cosas cuenta:

El domingo, a la una de la tarde, le visitó, como de costumbre, el doctor Rozabal, que se había encargado de su asistencia, y le encontró con bastante fiebre.

Carmelo dijo al doctor que pasaba muy malos ratos y que sólo descansaba cuando se le aplicaba alguna inyección de morfina. Rogó al médico que diera la orden oportuna para que le aplicaran otras. El doctor Rozabal le contestó que su ayudante quedaría encargado de aplicarlo el calmante pedido. Entonces Carmelo, al ver que el doctor se marchaba, le dijo a su mozo de estoques:

«Raspa», acompaña al «doctorcito» hasta la puerta.

Cuando el «Raspa» volvió al lado de Carmelo, éste había muerto...

El siguiente paso sería el traslado de los restos de Carmelo a su lugar de reposo definitivo. Problemas, principalmente quizás de índole económica, dilataban – y quizás imposibilitaban – el traslado a la Ciudad de México. Los toreros mexicanos allá en España, en trance de regresar a enfrentar sus campañas en ruedos nacionales, no contaban con los recursos líquidos para afrontar un asunto de esa naturaleza, pero providencialmente, el Papa Negro, don Manuel Mejías Bienvenida, salió al quite. Así se publicó en El Heraldo de Madrid del 22 de octubre de ese 1931:

Un rasgo del Papa Negro

Los parientes del infortunado diestro Carmelo Pérez enviaron un cablegrama en el que exponían su deseo de que los restos del lidiador fuesen enviados a Méjico, su país natal. Anunciaban la remisión de los fondos necesarios; pero transcurrían las horas y el dinero no llegaba. Y como para la operación de embalsamamiento y otros gastos se precisaba una suma importante, los amigos del torero, ante la imposibilidad de sufragarlos, renunciaron a satisfacer los naturales deseos de la familia de Carmelo. Don Manuel Mejías, padre de los matadores de toros Manolo y Pepe Bienvenida, tuvo noticia de lo que ocurría e inmediatamente se puso en relación con D. Román Mercelian, apoderado del diestro fallecido, y le facilitó diez mil pesetas, que era la cantidad que se precisaba para trasladar a Méjico el cadáver de Carmelo Pérez.

El rasgo de Bienvenida, padre, ha sido muy elogiado por la afición y los toreros.

Así fue como los restos de Carmelo Pérez pudieron salir a México el 1º de noviembre para regresar a reposar a la tierra que lo vio nacer. Fue inhumado el día 13 de ese mismo mes.

domingo, 15 de abril de 2012

19 de abril de 1978: Manolo Martínez hace su presentación en Sevilla


Manolo Martínez y sus campañas españolas

El anuncio de la presentación de Manolo
Martínez
(ABC de Sevilla 19/04/78)
Tras de una exitosa campaña en ruedos europeos durante el año de 1969 en la que se acercó al medio centenar de corridas, Manolo Martínez retornó a ellos al año siguiente con la intención de confirmar su alternativa en Madrid y de actuar con categoría en las principales plazas de España y Francia. De nuevo apoderado por Manolo Chopera, se le arregló una campaña en la que podría alternar actuaciones en ambos lados del Atlántico, pues su presencia en las ferias de México era también medular. Al final de cuentas esa temporada en los ruedos hispanos y franceses no tuvo la intensidad de la anterior. Los factores a los que se atribuyen esos resultados son muchos y variados, de acuerdo con la óptica que se aplique al análisis que se haga de ellos. La versión que Guillermo H. Cantú, en su obra Manolo Martínez, un demonio de pasión expresa sobre el particular es la siguiente:


Manolo toreó en su primer temporada 48 corridas, cortó 60 orejas y 5 rabos y dio 15 vueltas al ruedo, recibiendo a cambio 3 cornadas graves... pero no “arrasó”. Para arrasar hubiera tenido que quedarse a vivir en España y “tragar”, tragar mucho antes de vencer todos los obstáculos, en especial los de fuera del ruedo. A las casas taurinas españolas no les gustan los mandones ni por asomo, ni siquiera los de casa, que son más difíciles de sacudirse porque son de ahí, no tienen a dónde ir y resulta muy complicado correrlos... Tan pronto se dio cuenta de que su famoso apoderado en España, “Chopera”, lo estaba usando para atender sus diferencias con la empresa de Madrid, los demás “detalles” le colmaron el plato y sin más optó por concluir su campaña, cortando orejas y rabo en Ondara y nada en Bilbao, que fue la última actuación...
Desde esa tarde en Bilbao, que fue la del 18 de agosto de 1970 – con 12 tardes en ruedos hispanos y 2 en Francia –, Manolo Martínez no volvería a torear en un ruedo español sino hasta el 20 de octubre de 1974, a Marbella, a actuar en un mano a mano con Paco Camino, matando toros de Carlos Núñez, una corrida celebrada a la media noche para que pudiera ser vista desde este lado del mar por la televisión por la tarde y que al final de cuentas, resultó en un petardo televisivo de una – literal – proporción mundial.

Manolo Martínez y Sevilla

En los años de 1969 y 1970 Manolo Martínez no actuó en la Maestranza sevillana en ninguna de las dos ferias que allí se ofrecen – abril y San Miguel –, así como tampoco en alguna de las otras fechas señaladas en las que allí se ofrecen corridas de toros dentro o fuera del abono de la temporada de esa histórica plaza de toros.

De nuevo es la versión de Guillermo H. Cantú, pero ahora en su libro Visiones y fantasmas del toreo, la que intenta explicar la presentación de Manolo Martínez en ese ruedo y que coincidentemente resulta en su última actuación en plazas españolas:

...algunos años después, cuando Manolo revisó su carnet de actuaciones y descubrió que jamás había pisado el albero de la maestranza de Sevilla, una increíble laguna en su “curriculum”. De inmediato tomó la determinación de “palomear” el famoso templo, Al menos fue de esta manera como lo tomó la prensa española: “El torero millonario de Monterrey, vino a satisfacer un capricho”, publicaron, como si fuera un sacerdote rebelde que en gesto devoto decide celebrar misa en San Pedro y la Curia Romana se apresura a asignarle hora... Paco Camino asistió como aficionado a esa corrida. Bien sabía Paco qué clase de torero estaba pisando esa arena dorada...
El previo de la corrida (ABC de Sevilla 19/04/78)
Ignoro a esta fecha sí bastaría el capricho de Manolo Martínez para presentarse allí, pero sabiendo el modo de ser de don Diodoro Canorea, tengo la fundada sospecha de que no sería así. Algún interés debió revestir el torero para que le llevara en una de las fechas señaladas de esa Feria de Abril sevillana.

La corrida del 19 de abril de 1978

El festejo que se anunció para esa presentación de Manolo Martínez – sexto de feria y noveno del abono – fue con toros de los Herederos de Carlos Núñez para Manolo Martínez, Francisco Rivera Paquirri y José Mari Manzanares. Los toreros vistieron, según las crónicas, respectivamente de azul pavo y oro, azul celeste y oro y grana y oro.

De la crónica de Joaquín Caro Romero, aparecida en el diario ABC de Sevilla el día 20 de abril de 1978, extraigo lo siguiente, que relata el paso del torero de Monterrey por el albero maestrante:

El encierro de Herederos de Carlos Núñez tuvo boyantía y nobleza sobradas. Cuatro toros, como se suele decir, «sirvieron». De moderado trapío y escasa fuerza. El lote de Paquirri fue extraordinario. Indudablemente, el mejor. Los corridos en cuarto y sexto lugares tomaron dos varas. Los otros, una, y ya tuvieron bastante... El mejicano Martínez era «nuevo en esta plaza». Y pasó prácticamente desapercibido. Lo que no pasó desapercibido fue su muleta grande, que no es lo mismo que decir gran muleta. Cuando andaba liado con el cuarto sonó una voz desde la grada que decía al torero: «¡Métele tijera a esa muleta!» Martínez no aprovechó la suavidad de su primero, que metía divinamente la cabeza en el engaño. No obstante, consiguió un par de tandas de naturales y derechazos limpios e irreprochables. Dejó mucho que desear en sus dos oponentes. Tres pinchazos sin soltar y media muy delantera al que abrió plaza y estocada entera al cuarto...
Los toros que enfrentó Manolo Martínez llevaron por nombre «Afectísimo», número 22, mulato chorreado listón, con 500 kilos de peso y «Vilano», número 109, mulato listón, con 533 kilos y este resultó ser el último toro que mató en España el diestro de Monterrey.

Por su parte, Vicente Zabala Portolés, en la edición madrileña del mismo diario ABC, publicó lo siguiente:

El mejicano Manolo Martínez vino a Sevilla a cumplir un capricho: torear en esta plaza. Era una ilusión que, al parecer, Manolo Chopera le ha concedido como un regalo de Reyes. El ídolo de Méjico muleteó vulgar, sin rematar los pases y sin sentimiento a su primero y no se acopló con el otro. Queda muy  poco de aquél torero que en Bilbao se dejó romper las carnes con un toro de Osborne. Ahora ya es mucho más millonario que entonces. La vida del regiomontano está resuelta. Se ha dado un gustazo a costa de quitar un puesto a un torero español o a un mejicano con más entusiasmo. Hay quien se compra un yate. Martínez ha preferido el lujo de matar dos toros de Carlos Núñez en plena feria de Sevilla. Ya puede poner el cartel en su rancho azteca. Parece que se trataba de eso. Pues adiós, manito, ya nos vemos...
Al final del festejo, Paquirri cortó dos orejas protestadas al quinto de la tarde y Manzanares una al tercero de la tarde. El subalterno de la cuadrilla de Manolo Martínez, Chucho Morales, saludó desde el tercio.

Un último comentario al margen

En la crónica del festejo de dos días después, Joaquín Caro Romero relata lo siguiente:

En la corrida de ayer no se alteró, menos mal, el orden de antigüedad de los matadores como en la del pasado miércoles, donde Francisco Rivera «Paquirri», y no Manolo Martínez, era quien debía encabezar la terna.  Pepe Guerra Montilla, nieto del glorioso Rafael Guerra y bibliotecario del Círculo Taurino de Córdoba, me envía un amabilísimo telegrama, del que informo con mucho gusto a los aficionados. En efecto, al espada de Barbate le correspondía, por diferencia de seis meses de antigüedad en el doctorado (tomó la alternativa en Barcelona el 11 de agosto de 1966), haber lidiado el lote del mejicano (que recibió el grado en la Monumental de Méjico el 12 de febrero de 1967). Siento que Pepe Guerra no me haya avisado antes, pues yo no había caído en la cuenta. Y, al parecer, los confeccionadores de dicho cartel y acaso tampoco los propios diestros involucrados tampoco...
Reportaje gráfico de la corrida
ABC de Sevilla (20/04/78)
Craso error el del nieto de Guerrita y el de Caro Romero, al publicarlo. Manolo Martínez recibió la alternativa en Monterrey el 7 de noviembre de 1965 y esa alternativa era válida para todos los efectos conducentes y la fecha que se menciona en la crónica que cito, es la de la confirmación de su alternativa regiomontana en la monumental mexicana.

En pocas palabras, en verdad parece que en esa ocasión, para Manolo no había manera de quedar bien. No obstante, esta es la historia de su paso por Sevilla y su Feria de Abril, coincidentemente, como apunto, su última actuación en un ruedo de España y de Europa.

martes, 13 de enero de 2009

Un demonio de pasión…


Discutido siempre, pueden escribirse libros enteros sobre la personalidad de quien es evidentemente, el torero mexicano más importante del último medio siglo. Como humano y dentro del ruedo, ha sido un ser de marcados contrastes, de luces y de sombras, que lograba cautivar, en su favor o en su contra, a todos los que le rodeaban.

La disciplina de luchar consigo mismo, apuntalado por el subyacente recuerdo de la severidad – eficacia de su padre y el rigor terminativo de su hermano Gerardo, germinaron en una práctica de continuo perfeccionamiento y autocrítica.


De lo que menciona Guillermo H. Cantú se puede desprender una interesante descripción de lo que fue la forja de la personalidad de Manolo, criado en un ambiente en que su padre, militar de carrera, impuso una disciplina cuasi – castrense en el hogar. Debido a la avanzada edad del padre del torero, sería su hermano mayor, Gerardo, ganadero de reses bravas, quien se haría cargo de culminar la formación de su hermano menor, rigiéndose siempre por la disciplina heredada del hogar paterno.

La capacidad de autocrítica a que se refiere Cantú, sería al final de cuentas la llave del éxito de Manolo Martínez, pues le daría la capacidad de superar los fracasos y de asimilar los triunfos, permitiéndole siempre mantener el interés de los aficionados, que se mantenían siempre pendientes de sus baches y de la enmienda de éstos, situación que el torero comprendía como el origen de su capacidad creadora en el ruedo, tal y como se lo confesó a su biógrafo, Guillermo H. Cantú en su obra Manolo Martínez. Un Demonio de Pasión:

No vayas jamás a un psicólogo, porque te nivela, te quita los desequilibrios. Te hace mediocre, normal, es decir, parecido a los otros. Uno debe permanecer así, con sus ansias y contradicciones, para mantener intacto el coraje y la creación viva.


Los desequilibrios de los artistas se encuentran siempre presentes en la historia del arte. Es mas, me atrevería a afirmar que quienes más destacan en ella, son esos seres que tienen el privilegio de tener una personalidad atormentada. Sin esos tormentos interiores, quizás no hubiéramos tenido la oportunidad de disfrutar la obra pictórica de un Van Gogh, o la música de Beethoven o los inolvidables versos de Manuel Acuña. Y agregaría yo aquí, que los triunfos mas grandes de Manolo, tampoco hubieran sido posibles si no fuera por sus propios conflictos internos, los que hacía aflorar y resolvía con un trapo rojo en las manos, burlando las embestidas de la muerte, posicionada en las astas de un toro.

En suma, la personalidad de un torero como Manolo Martínez viene a ser lo que al fin y al cabo, le distingue de los demás toreros y esa particular manera de ser le permitió ser el eje y el baluarte de la fiesta de toros en México durante muchos, muchos años.

Post - scriptum: Esto lo debí poner aquí hace tres días, en el aniversario 63 del nacimiento de Manolo Martínez Ancira y además, porque así lo ofrecí a Javier, de Toro, Torero y Afición. Entonces, esta es mi aportación sobre lo que creo resulta ser la personalidad de tan discutido torero, quien sin duda mandó en la Fiesta en México, durante prácticamente cinco lustros. Ojalá les resulte interesante…

Aldeanos