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domingo, 22 de junio de 2025

10 de junio de 1971: Reaparece en los ruedos Luis Miguel Dominguín

El 31 de mayo de 1970 se produjo un catastrófico sismo en el Perú, que pasó a la historia como el Sismo de Ancash, que causó el fallecimiento de 70 u 80 mil personas, la desaparición de unas 20 mil y alrededor de 400 mil lesionados. Fue, indudablemente una tragedia de extraordinarias proporciones que produjo la movilización de todas las diferentes agrupaciones de personas y de instituciones para intentar remediar, en lo posible, las carencias que generó ese fenómeno de la naturaleza.

El toreo, siempre solidario

Para el final de la temporada madrileña de ese año de 1970, se anunció la celebración de un festival taurino a beneficio de las obras de reconstrucción de los daños causados por el sismo en el Perú. Inicialmente se manejó que el cartel de toreros sería una terna formada por Antonio Bienvenida, Luis Miguel Dominguín y Manuel Benítez El Cordobés. El anuncio final se produjo con la fecha del sábado 10 de octubre de ese mismo año, con un mano a mano entre Antonio Bienvenida y Luis Miguel Dominguín, quienes enfrentarían seis novillos de Juan Mari Pérez Tabernero Montalvo. Creo interesante resaltar lo siguiente de ese festejo:

Al gesto de torear en Madrid unieron los dos diestros la honradez de hacerlo ante novillos – toros (ligeramente despuntados), que tuvieron más de toros que de novillos. Peso, edad, genio... En fin, nada de becerras festivaleras. Toros de pareja lámina y desigual comportamiento, lo que permitió a Antonio y a Luis Miguel lucir sus largas facultades de lidiadores, buscando en cada uno de ellos, los lances más oportunos, las suertes de más feliz ejecución...

Nada de becerras festivaleras..., señaló Andrés Travesí en su crónica del ABC madrileño, resaltando de la actuación de los maestros en el retiro – todavía – la eficacia con la que se condujeron y que motivó que, aunque el festejo fue largo – dice la crónica que duró dos horas y cuarto – que se los llevaran en hombros por la calle de Alcalá.

Ese ganado que ellos seguramente escogieron para el festival de Madrid me sugiere que, como se cuenta en las varias biografías que se han publicado ambos toreros se preparaban ese año 70 para reaparecer el siguiente calendario, pero ya vestidos de luces, en las plazas de España. Escribe don Carlos Abella en su libro Luis Miguel Dominguín a corazón abierto:

Luis Miguel decidió volver a los toros en 1970, y fiel a su trayectoria, se encerró durante el invierno para perder los kilos ganados en las «farras» y en los saraos de los últimos diez años, aunque durante ellos había procurado torear en el campo becerros y toros de su propia ganadería, comprada en 1960 a Dª Piedad Figueroa, y a los que ha marcado con un hierro que hace honor a su personalidad: los toros de Luis Miguel lucirán en el brazuelo el Nº 1.

Así pues, el festival de Madrid y el que torearían tanto don Antonio Bienvenida, como Dominguín en Huelva el lunes siguiente, a beneficio de la Hermandad del Rocío, con Litri, Chamaco, Diego Puerta y Paco Camino ante novillos del Marqués de Albayda, eran parte de una preparación, a esas alturas del calendario, intensiva, para romper a torear en la siguiente temporada.

La reaparición en Palma de Gran Canaria

Antonio Bienvenida había reaparecido en Madrid, en la Feria de San Isidro el día 30 de mayo de 1971, mientras que Luis Miguel Dominguín postergó la suya para cuando la temporada estuviera algo más avanzada y en una plaza de menor responsabilidad. Así, arregló con Octavio Martínez Nacional, diestro retirado y empresario de la Palma de Gran Canaria, volver a los ruedos en ese escenario de veraneo. El cartel que se formó para la ocasión, a celebrarse el jueves 10 de junio de ese año – Jueves de Corpus – fue con Antonio Bienvenida, Luis Miguel Dominguín y Miguel Márquez, quienes lidiarían un encierro de Samuel Flores, del que al final, solamente se corrieron cinco toros, pues el sexto fue sustituido por un sobrero de Soto de la Fuente. La tarde fue ventosa y eso condicionó el resultado de la corrida. Escribió Jerónimo Aguilar, corresponsal del semanario madrileño El Ruedo:

El fuerte viento reinante ha roto las ilusiones de cuantos acudimos a ver la reaparición de Luis Miguel «Dominguín»... Con lluvia se puede torear, con frío y calor, también; con viento, no. Es el mayor enemigo de la Fiesta nacional... Esto es lo que ha ocurrido esta tarde en la que tan sólo el joven diestro Miguel Márquez, por sus especiales condiciones físicas – su poca estatura le permite torear con el capote muy recogido o con muleta pequeña –, ha podido triunfar rotundamente... Si la tarde hubiera sido apacible, tenemos la seguridad de que el festejo habría hecho historia... Y no es que Luis Miguel nos haya defraudado, ni mucho menos; pero no le hemos podido ver en todo su esplendor... Ahora bien, sí que hemos podido ver a un Luis Miguel seguro, tranquilo, dominador, con esas mismas características que un día le situaron a la cabeza de la torería... No hemos asistido a un éxito de clamor de Luis Miguel «Dominguín», por causa del viento, como hemos repetido, pero sí a la efeméride de su reaparición y a poder comprobar que el maestro está en plenitud de facultades y podrá dar grandes tardes de toros. Y Dios quiera que sea por mucho tiempo...

Recibió una oreja del primer toro de su lote y saludó desde el tercio en su segundo. Pero su presencia y sobre todo, el vestido de luces que estrenaba, era parte del atractivo de la tarde. Sigue escribiendo el corresponsal de El Ruedo:

¡Ah! El terno de Luis Miguel. Mucho se ha hablado de que iba a constituir una innovación grande. Desde el tendido nos ha parecido un traje precioso, liviano en las hombreras y, especialmente, en los bajos de la taleguilla, donde se aprietan los machos. Si es cierto que resulta mucho más cómodo para el torero que se han venido usando hasta ahora no hay pero que podamos oponerle, pues no rompe la ortodoxia de los trajes de luces...

Eran los vestidos de diseño picassiano que tenían la particularidad de ser más livianos que los convencionales. Se habla también que, en esa fecha, partió plaza con un capote de paseo que llevaba motivos dibujados por el poeta Rafael Alberti, pero eso, la prensa no lo refleja por razones comprensibles.

Antonio Bienvenida, quien también reaparecía en el coso de la Palma, cortó una oreja al toro que abrió la corrida y Miguel Márquez le cortó el rabo al tercero del encierro. La entrada apenas alcanzó, señalan los cronistas, la mitad del aforo del coso.  Así pues, sin ser una tarde de grandes triunfos, quedó señalada en la historia, como aquella que representó el último regreso a los ruedos de Luis Miguel Dominguín.

El devenir de ese retorno

La temporada de 1971 le representó a Luis Miguel 40 corridas de toros, en plazas de mediana responsabilidad, pues a excepción de las de Barcelona y San Sebastián, los demás cosos en los que actuó fueron de menor compromiso. En ese ciclo le dio la alternativa a José Mari Manzanares y al francés Roberto Piles

También regresó a México, donde toreó cuatro tardes entre el 10 y el 17 de octubre, en Monterrey, Guadalajara (2) y Tijuana, quedándose contratado para reaparecer en la Plaza México el 16 de enero de 1972, pero una fractura sufrida en una mano en Lima, lo mantuvo en el dique seco hasta después de las Fallas de Valencia, por lo que esa reaparición ya no se produjo.

Al año siguiente torearía 34 en España y 4 en Francia, pero ampliaría su presencia en plazas de importancia al acudir a las ferias de Bilbao y Santander y reaparecería en Madrid – Carabanchel – el 9 de julio de ese año, alternando con Curro Romero y Eloy Cavazos.

Y terminaría su andar por los ruedos en 1973 con 45 corridas en España, iría a las ferias de Valencia y de Sevilla y reaparecería en la plaza de Las Ventas el 9 de junio, nada menos que en la Corrida de la Beneficencia, alternando con El Viti y José Antonio Campuzano, quien confirmaba la alternativa, enfrentando la terna toros de Manuel Arranz.

El 23 de septiembre de ese 1973, en la apertura de la Feria de la Merced de Barcelona, toreó vestido de luces por última vez en su vida. Alternó con Francisco Ruiz Miguel y Julio Robles en la lidia de toros de Sepúlveda. Fue una tarde lluviosa, en la que el público no se mostró agradado con lo que le realizó a sus toros. 

Así es como se cerró la carrera en los ruedos de uno de los toreros más carismáticos que la historia reciente del toreo ha conocido.

domingo, 5 de enero de 2025

5 de enero de 1930: Cagancho y Tirano de La Laguna

La decimosegunda corrida de la temporada 1929 – 30 en el Toreo de la Condesa se programó para el domingo 5 de enero de 1930, con un mano a mano entre los diestros hispanos Antonio Márquez y Joaquín Rodríguez Cagancho ante toros de La Laguna. Venía a ser una especie de reedición del que se verificó, forzadamente, el 24 de noviembre del año anterior, cuando el madrileño, apodado en algún tiempo como el Belmonte Rubio, tuvo que sustituir apresuradamente a Carmelo Pérez, quien había sido anunciado desde la semana anterior, junto con la corrida de su alternativa, en la que sufrió la cornada que al paso del tiempo vendría a cortarle su breve existencia.

Ya había planteado la semana anterior el elenco que la empresa formada por Benjamín Chato Padilla, Fernando Romero García y nada menos que don Rodolfo Gaona presentó a la afición de la capital mexicana. Las cartas más fuertes de los toreros hispanos eran sin duda, Márquez, Cagancho y Félix Rodríguez, los tres apoderados por don Domingo González Mateos Dominguín. Respecto de la relación de Cagancho y el patriarca de la casa Dominguín, escribe don Carlos Abella:

...en 1926 descubre a un torero que él cree – con fundamento –, de leyenda: Joaquín Rodríguez “Cagancho”. “Adiviné en él – le confiesa a Alfredo R. Antigüedad – un torero de público y me encargué de dirigirle, firmándole en el año de 1927 un contrato de exclusiva”. Esta exclusiva duró cuatro años y fueron los mejores de la genial trayectoria del gitano de los ojos verdes...

Justamente bajo el amparo de esa exclusiva es que Cagancho llegó a México en esa oportunidad, para enamorar a nuestros públicos y para enamorarse él de nuestra tierra. Por su parte, Antonio Márquez vendría a demostrar su calidad como figura de los ruedos y, en algún momento, a destapar, según cuenta el doctor Guarner, una de las cloacas de la prensa taurina de aquellos días.

Un presidente en los toros

La pasada semana también señalaba que la corrida del 10 de diciembre de 1929 se dio entre un aguacero y que Lanfranchi señalaba que se debió suspender, pero el historiador no menciona un hecho significativo que cambió el curso de esa historia. Relata Verduguillo:

La entrada fue fulastre y el tiempo malísimo, poco antes de la corrida cayó un aguacero. El juez quería suspender, la empresa quería que se suspendiera... Sólo había unos cuantos espectadores que ocupaban sus lugares y daban gritos pidiendo que la corrida se diese... A pesar de que la empresa hubiera querido que no se diera la corrida, el juez no se atrevía a suspenderla... estaba “mosca” mirando a un espectador que no se movía de su barrera de primera fila... Un solo espectador... pero un espectador que pesaba mucho: era el presidente de la República, el licenciado don Emilio Portes Gil, que valientemente, como un aficionado de hueso colorado, se estaba mojando y dando un ejemplo... Finalmente el juez de plaza decidió mandar alguien a preguntar al señor presidente qué era lo que él deseaba que se hiciese. Y don Emilio Portes Gil, que en ese momento no obraba como el primer magistrado del país, sino simplemente como un aficionado de primera fila... sugirió que la corrida se diese... Y la corrida se dio... ¡no faltaba más! Lo había sugerido un aficionado cuyos deseos eran órdenes...

Así eran esos días en los cuales no se vivía una pública hipocresía hoy eufemísticamente llamada corrección política. El presidente Portes Gil, por lo visto, asistía con asiduidad a los festejos en el Toreo de la Condesa, porque este 5 de enero de 1930, volvió a estar presente en su barrera, para presenciar, ahora sí, una tarde de toros que pasaría a la historia.

Para las personas públicas de estos tiempos, resulta cuando menos complicado el comportarse de esta manera, porque sujetos a un escrutinio público que cuando menos es cruel, no pueden externar sus aficiones y gustos, por el temor de incomodar a algunos, generalmente, los más intolerantes.

Cagancho y Tirano

El culmen de la tarde se presentó ante el cuarto de la corrida llamado Tirano por don Wiliulfo González, mismo que, de acuerdo con la crónica de Martín Galas en El Taurino, fue el más rematado del encierro y ante él, el torero de la calle del Evangelista, salió decidido a armar una gran escandalera.

Joaquín Rodríguez Ortega brindó su faena al tenor español Miguel Fleta y entre otras cosas, realizó lo siguiente:

Inicia con tres estatuarios pases altos y uno de pecho, continuó con tres naturales con la derecha, suaves, corriendo la mano y ligándolos de maravilla. Se pasó la franela a la izquierda y tornó a torear por naturales, terminando, después del tercero, con un forzado de pecho. Y le vimos dos pases de la firma, torerísimos, un ayudado por abajo, quedándose en los pitones de la bestia, un alto y un molinete lento y pinturero, dos de la firma, enormes, y un afarolado, tan ceñido, que el burel lo trompicó y estuvo a punto de llevárselo prendido en un pitón. Volvió “Cagancho” a la carga y derrochó gracia en sus pases únicos, despreciando al burel que iba donde el torero quería, mientras éste se quedaba viendo a los espectadores, sin cuidarse de los pitones, que le rozaban el terno... Engolosinado por los aplausos y a petición de algunos espectadores que querían seguir saboreando la miel purísima de aquella faena enorme, “Cagancho” la prolongó más de lo debido, en nuestro concepto, porque el animal estaba agotándose. Y como todo tiene final en esta vida, Joaquín puso término a su brillante trasteo con una estocada entera, en todo lo alto, que mató sin puntilla... hubo ovación clamorosa, dianas repetidas y la obligación de dar dos vueltas al anillo y de saludar desde los medios, después de que tiró a los tendidos las dos orejas y el rabo de “Tirano”, con el que conquistó uno de sus más grandes y legítimos triunfos...

El sexto de la tarde Recaudero, fue brindado por Cagancho al presidente Portes Gil, y su faena fue de aliño ante un toro reparado de la vista, con el que además, estuvo pesado con la espada.

La tarde de Antonio Márquez

El diestro madrileño fue otro de los toreros que no gozaron de la preferencia de los redactores de El Taurino. Se advierte de la relación que Edmundo Fernández de MendozaMartín Galas, hace de su actuación ante el tercero de la tarde, Murciélago, al que también le cortó el rabo. 

Fue, de conformidad con el cronista, un toro boyante, repetidor, noble, al que otros toreros que nombra en su recuento, le hubieran realizado una faena histórica, más Antonio Márquez no estuvo a la altura del lagunero, del que afirma el cronista no sabía para qué le pusieron los pitones en la sesera...

Antonio Márquez, por su parte, brindó al presidente de la República al quinto de la corrida y tercero de su lote Boletero, ante el cual, de acuerdo con el cronista, estuvo desconfiado y acabó de un golletazo.

En la sección editorial de El Taurino, aparecida en el número correspondiente al 19 de enero de 1930, se lee lo siguiente:

De los toreros que formaron la plana mayor facultativa, pocos, muy pocos son los que han conseguido permanecer en el pedestal en el que, por causas que no es preciso examinar, se hallaban colocados... Antonio Márquez, con su monótona maestría, con esa marrullería de viejo lidiador, ha paseado su figura por el ruedo de la Condesa, sin que la afición tenga por qué recordarlo con agrado...

Así era la estima que ese semanario le profesaba al torero de Madrid.

Para concluir

Cagancho seguía sumando triunfos confirmando lo que Dominguín había advertido en él, que era un torero de públicos, es decir, que llegaba con facilidad a los tendidos – por la causa que fuera –, y terminó siendo el triunfador de esa temporada que se quedó sin la presencia de toreros como Armillita, Freg y algunos otros diestros que pudieron darle más consistencia a sus carteles. Y también comenzó a arraigarse en él quizás la idea de que aquí era su sitio, porque al final de cuentas, Cagancho se quedó con nosotros, pa’ los restos.

Aviso parroquial: Los resaltados en los textos transcritos son imputables exclusivamente a este amanuense, por no obrar así en sus respectivos originales.

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