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domingo, 22 de noviembre de 2020

Detrás de un cartel (XVI)

Una verdadera corrida de expectación…


Antes de entrar a los intríngulis de este asunto, quiero expresar mi agradecimiento al Abogado y Librero o Librero y Abogado – tanto monta, monta tanto – don Pepe Rodríguez, quien me autorizó a usar la imagen que ilustra y da motivo a esta intervención y que corresponde a la cuarta corrida de la temporada 1903 – 1904 celebrada en la antigua Plaza de Toros México que estuvo ubicada en la Calzada de la Piedad en la capital mexicana y cuyo original es pieza de su colección personal.

El vasto refranero taurino nos refiere que la corrida de expectación resulta ser corrida de decepción y como leeremos a continuación, esa cuarta corrida del serial referido, vino a confirmar la conseja encerrada en su versificación.

La temporada capitalina 1903 – 1904

El texto de historia de don Heriberto Lanfranchi nos indica que se celebró únicamente en el coso de la Calzada de la Piedad, pues la otra plaza de la Capital, la de Chapultepec, permaneció cerrada por ese periodo. Se compuso de 16 festejos entre el 1º de noviembre de 1903 y el 14 de febrero de 1904 y el elenco se integró puramente por diestros hispanos encabezados por Rafael González Machaquito que actuó una docena de tardes, seguido por el trianero Antonio Montes que lo hizo en nueve y completaron el elenco Chicuelo padre (6), Saleri (3), Faíco y Bebe Chico (2), Jarana y Silverio Chico (1). 

Los toros que se lidiaron vinieron de Piedras Negras (29), Santín (26), Tepeyahualco (23), San Diego de los Padres (13), Atenco (6), San Nicolás Peralta, antes Cazadero (6) y españoles de Conradi (2), Murube (1), Miura (1), Juan Carreros (1) y Espoz y Mina antes Carriquiri (1).

El cartel inaugural se dio con la actuación de Antonio Montes en solitario, lidiando toros de San Diego de los Padres, siendo sobresaliente José Machío Trigo.

El beneficio de Montes se llevó a cabo el 10 de enero de 1904 y el del empresario Ramón López fue el 24 de ese mes con Montes, Machaquito quien regaló un séptimo al que mató de una gran estocada, considerada la estocada de la temporada y Chicuelo padre, quienes lidiaron toros de Tepeyahualco.

La corrida del 22 de noviembre de 1903

El mano a mano entre Machaquito y Antonio Montes provocó un gran revuelo entre la afición de la capital de México, sobre todo porque el encierro que lidiarían provendría de la ganadería de Piedras Negras, una de las más prestigiadas en ese momento de la historia taurina de México. En la crónica aparecida en el diario El Imparcial del día siguiente del festejo, firmada por El Torilero, se hace la siguiente relación de los sucesos previos a la corrida:

La fiesta se anunció con bombo superlativo, se exhibieron toros si no monumentales, sí dignos de aceptación para la primera plaza del país; se empezaron disputas en los corrillos, se propalaron versiones acerca de un reto serio entre los matadores que anunciaba el cartel y en medio de tanto comentario y del afán prosaico de que se rompiese la monotonía a que estamos acostumbrados todos esperábamos un éxito en relación con ese mismo bombo, escaramuza primordial de frases y alegrías con que los aficionados se autosugestionan.

Y llegó la hora y la plaza crujió al peso de la muchedumbre ansiosa. Llenos los asientos de distinción, tendidos, lumbreras, todo estaba pletórico, como las arcas de la empresa, la que habita en la maravillosa Jauja americana de la leyenda que en un coro de deseos se canta allende los mares…

Pero una vez iniciado el festejo y en cuanto empezaron a salir los toros al ruedo, las circunstancias planteadas inicialmente cambiaron de modo radical. Y aquí apelaré de nuevo al manido refranero taurino: El hombre propone, Dios dispone, pero sale el toro y todo lo descompone…

El encierro es descrito por El Torilero como variopinto y no es de sorprendernos, faltaban unos años para que llegara a Tlaxcala la simiente de Saltillo que definiría el pelaje cárdeno de los toros de esa casa; pero por su parte Punterete, encargado de la crónica en el diario El País no repara en esa circunstancia, solamente en algunos detalla la pinta a su juicio.

El segundo de la tarde fue pasaportado por el cordobés Machaquito. Fue un toro que tomó cinco varas al decir del cronista de El Imparcial y el de El País no hace señalamiento al respecto, pero después narra lo que sigue:

Comienza “Machaquito” con un pase alto, otro de pitón a rabo, un cambiado, dos con la derecha, uno por bajo con la misma diestra, uno redondo, un ayudado, otros dos más redondos, acariciando la frente de la fiera; dos altos más para señalar un buen pinchazo. Esto exaspera más al matador, y sigue su faena con otro alto, uno redondo, otro por bajo, uno cambiado con la derecha para tirarse y señalar otro pinchazo por lo alto, superior. Palmas.

Más nervioso el chico de Córdoba, vuelve a tirarse y deja una corta y después una media en buen sitio, que bastó. El matador se coge la mano derecha y presencia la caída del toro, yéndose para la enfermería cuando la fiera rodó por la arena…

Machaquito no volvió a salir de la enfermería, dejó al antiguo sacristán de la parroquia de Santa Ana de Triana con el resto de la corrida, que a partir de ese momento se fue por el despeñadero. Antonio Montes había saludado una ovación en el que abrió plaza, el tercero se devolvió por falto de presencia, en el cuarto y en el quinto Montes se eternizó con la espada y el sexto también fue devuelto por chico.

Sigue contando Punterete:

“Machaquito”, después del quinto toro, pretendió salir a despedirse del público, llevando la diestra en cabestrillo, pero apenas asomó, fue silbado, y entró de nuevo al patio para tomar el carruaje e irse a casa. Esto es lo mejor que pudo hacer.

Merece una censura muy enérgica el ganadero por haber mandado bueyes en lugar de toros de lidia; el cartel de que gozaba la ganadería de Piedras Negras, está completamente por los suelos. Los bueyes de referencia estaban resentidos y a cada paso caían al suelo. ¿Es posible que sólo un toro haya habido en las dehesas del señor González Muñoz?

Terminada la corrida nos propusimos averiguar qué es lo que le había pasado a Rafael, pero no había certificado médico y tan solo dijo el mismo matador, que creía que estaría malo solo esta noche, es decir, de la de anoche, que para la corrida próxima estaría ya bueno.

Advertencia a la empresa: El entusiasmo del público ha decaído mucho, y la generalidad decía que, de seguir así las corridas, no volverían más, sacrificando sus aficiones por los cuernos.

En conclusión

Una corrida que despertó los mejores ánimos de la afición de la capital mexicana terminó siendo un fiasco. Era la temporada de la presentación en México de Antonio Montes, un torero que terminaría siendo un ídolo en nuestra Patria y que terminaría también aquí sus días en las astas de un toro. Machaquito estaba apenas en los inicios de su andadura como matador de toros, en una carrera a la que le quedaba todavía una década por delante y la generación de un gran legado histórico que le llevaría a ser uno de los Califas de la Tauromaquia cordobesa.

domingo, 10 de noviembre de 2019

Detrás de un cartel (XV)

La confirmación madrileña de Juan Espinosa Armillita

Colección: Biblioteca Digital de Madrid
Juan Espinosa Saucedo fue el primer Armillita en alcanzar la dignidad de matador de toros. Su recuerdo en la memoria colectiva reside como parte de la mancuerna de extraordinarios hombres de plata que formó con su hermano Zenaido en la cuadrilla de su hermano menor Fermín, integrando una de las mejores cuadrillas que ha conocido la historia del toreo, sin embargo, su paso por los ruedos como jefe de cuadrillas tiene momentos interesantes que vale la pena traer al recuerdo.

Acerca de la carrera de Juan Armillita escribió Rafael Solana Verduguillo:
Es un buen torero fundido en los moldes antiguos, pero con mucha personalidad, no tiene la finura de Ortiz ni de José Flores, ni de Cayetano González, pero tiene mucho sentido del toreo. Es valiente, se pasa los pitones cerca; apunta un gran banderillero. 
Se abre paso Juan, con la cooperación de la mala suerte de Pepe Ortiz y las disipaciones de José Flores. Tiene Armillita un numeroso grupo de partidarios... 
Juan Espinosa Armillita fue el triunfador de esa temporada chica de 1924 y a principio de la temporada formal, la última del Califa de León, recibió la alternativa de manos de éste, con todos los honores. 
Buen torero Juan Armilla, se malogró a causa de una terrible cornada que recibió en una plaza española. Se hizo banderillero, y varios años estuvo en la cuadrilla de su hermano Fermín...
Es un breve resumen de su paso por los ruedos. Por mi parte, ya hice algunos apuntes biográficos en esta ubicación y por esta oportunidad me ocuparé de la confirmación de su alternativa española en Madrid.

La alternativa hispana

Si bien Juan Espinosa había sido doctorado por Rodolfo Gaona en El Toreo de la Condesa el 30 de noviembre de 1924, con la cesión del toro Costurero de Zotoluca en presencia de Antonio Márquez, al emprender el viaje a España, esa alternativa no le fue reconocida, razón por la cual tuvo que recibirla nuevamente en Talavera de la Reina el 16 de mayo de 1925. Le apadrinó Marcial Lalanda en festejo que torearon mano a mano. El ganado anunciado fue de Justo Puente, antes Vicente Martínez, pero las crónicas del festejo indican que el toro de la ceremonia fue de la señora Viuda de Ortega. De la actuación de Armillita esa tarde, para el Heraldo de Madrid, escribió lo siguiente Federico Morena bajo el seudónimo de Chatarra:
...El toro de tu alternativa – le anunciaron – pertenece a la Viuda de Ortega. 
Ese – respondió – es un accidente sin importancia. 
Y en efecto, aunque el toro no estaba para dibujos, como suele decirse, Espinosa le tomó de capa valerosamente y ciñóse con él en varios lances a la verónica que levantaron una tempestad de aplausos. 
– ¡Viva Mejico! – se oyó decir en las graderías. 
Cambiado el tercio, Espinosa tomó las banderillas. En esta suerte, al decir de los mejicanos, no tiene rival. Dicho queda que no permitía el astado florituras. Empero le clavó Armillita un par soberbio en las mismas péndolas. Fue algo así como un pequeño anticipo que plugo al rey del arponcillo hacernos en la fecha de su alternativa. 
La característica de la faena con el trapo rojo fue el valor, un valor frío, sereno, que le permitió sortear impávido los peligros de un bruto que no era ciertamente un dechado de nobleza; pero hubo además una serie de muletazos magníficos, oro de ley de 18 kilates. 
Y cuadró el toro. Armillita perfilóse sobre corto y avanzó con deseo de matar bien. ¿Qué importa si la espada quedó vertical y unas mijitas delantera? Así lo entendió, como nosotros, el pueblo soberano, que hubo de conceder al neófito el galardón supremo; la oreja de la víctima. 
Espinosa dio la vuelta triunfal y saludó en fin, desde los medios. 
Talavera de la Reina, la ciudad hidalga, había dado al toreo, a modo de cumplida reparación, un lidiador excepcional, ya que no, como Joselito, un lidiador único...
Grata impresión causó Juan Espinosa en su presentación en ruedos españoles, haciendo válida la publicidad que le precedió en la que se le anunciaba como el heredero de Gaona y dejó desde el inicio el interés de seguirle viendo por las posibilidades que apuntaba su hacer en los ruedos.

La confirmación en Madrid

La revalidación de la alternativa de Talavera se programó para el 20 de septiembre de ese 1925. Le apadrinaría Serafín Vigiola Torquito y sería segundo espada José Roger Valencia. El encierro que se anunció era de Florentino Sotomayor, de Córdoba. Al final solamente se lidiaron cinco de los inicialmente anunciados, puesto que uno de ellos se inutilizó en los corrales, siendo sustituido por uno de José Bueno, antes Albaserrada, que fue el que abrió el festejo y que se nombró Rebozado.

Varias son las crónicas del festejo que localicé y que detallan una lucida actuación de Juan Espinosa en esa señalada fecha. En primer término cito la que publicó el diario madrileño el Heraldo del día siguiente al del festejo, firmada por Ángel Caamaño El Barquero, que en lo medular dice:
Armillita. – Por ser la primera vez que le hemos visto ante los toros, cae dentro de nuestro sistema de no juzgar definitivamente por la primera exhibición. Vimos, sin embargo, en él cosas tan estimables, que aunque no repita merecen ser consignadas. Ellas son: vista para enmendarse capoteando a bueyes inciertos como el primero; dominio absoluto y grandioso del asunto banderilleril, demostrado con todas las excelencias en el primer par al cornúpeto que rompió plaza, y en el inmensísimo que clavó al último; inteligencia para medir las faenas de muleta (breves ambas, la una por mansedumbre de uno de los enemigos y la otra por acabamiento del otro) y decisión al meter el brazo de la espada. 
Quien hace todo eso, y en ello pone maneras y no se acobarda ni se duele en lances como el que le ocasionó el toro sexto, y, en fin, pisa tranquilamente la arena sin hacerse un lío ni ofrecer una vacilación, no es lógico emparejarle con la diosa casualidad. Al tiempo confiamos la afirmativa o la negativa. Esperemos pues...
La versión de quien firma como Rafael en el ejemplar de La Libertad aparecido el 22 de septiembre siguiente, es en el sentido que sigue:
El mejicano Armillita es de los pocos que ha venido a España modestamente, sin fantasías ni reclamos a la americana, para someterse al fallo del público y recibir su placet. Tomó la alternativa en Méjico de manos de Gaona, y luego, más respetuoso que muchos toreros nacionales con los prestigios de la plaza de Madrid, vino a que el público español rubricara su doctorado en la más importante de todas sus plazas, y aceptó para ello una corrida dura y difícil como suelen ser las del ganadero cordobés D. Florentino Sotomayor. Todas estas consideraciones debió tenerlas el público en cuenta, porque al hacer el paseo fue saludado el mejicano con cariñosas palmas de simpatía, que debieron quitarle el miedo, si es que lo tenía, a esa severidad que la leyenda adjudica a los aficionados madrileños. 
No fue la alternativa de Armillita todo lo brillante que hubiera podido ser, dadas las buenas condiciones que apuntó el muchacho; pero lo que no tuvo de brillantez ganó de efectividad para los efectos de comprobar la capacidad taurina del nuevo doctor. Luchando con toros difíciles, con el aire, que soplaba fuerte, y con ese natural azoramiento que producen todas las ceremonias, por sencillas que sean, logró Armillita ser ovacionado y dar la vuelta al ruedo después de la muerte del primer toro, un marrajo de D. José Bueno, grande y difícil, y ser aplaudido también en la muerte del que cerró plaza, así como en cuantos quites tuvo ocasión de hacer. 
Párrafo aparte merece su labor como banderillero. En la corrida del domingo demostró Armillita que si como torero es, después de Gaona, de lo mejor que ha venido de Méjico, con las banderillas puede emparejarse con aquel. Los tres pares que clavó al primer toro, uno de poder a poder, otro de frente y otro por los terrenos de dentro, fueron tres pares de maestro por la ejecución, el valor y la seguridad que demostró, ya que el toro no era una pera en dulce ni mucho menos...
En el sentido de que Juan Armillita demostró ser un avezado banderillero, también se pronunciaron Corinto y Plata en La Voz, Federico M. Alcázar en El Imparcial, César Jalón Clarito en El Liberal y M. Reverte en el ABC.

El encierro

La corrida a lidiarse no era de las consideradas fáciles. Como podremos leer a continuación, enfrentar los de Sotomayor tenía su dificultad añadida. Como ejemplo, recurro a la apreciación de Clarito, que para El Liberal del 22 de septiembre escribió:
Como ocurre más de una vez con las corridas «pregonadas», la de Sotomayor, que llevaba en los prados de la empresa desde el mes de abril, resultó punto menos que inofensiva. Sólo salió a la plaza un toro verdaderamente manso y de lidia peligrosa, por lo que se defendía y acechaba el momento de «hacer carne», y para eso no pertenecía a la vacada cordobesa; era un sobrero de D. José Bueno, que sustituyó a un inútil y que rompió plaza por respetar la absurda costumbre de que también con los sobreros se considere el turno de antigüedad... 
El Sr. Sotomayor ha encastado sus reses, hasta hace poco de media sangre miureña, con Parladé. Buen andaluz, hablará de las excelencias de los Miura ganaderos; pero luego, a la chita callando, irá «echando abajo» todo lo que en su vacada conserve las características de Miura, guardándose y reforzando lo que trascienda a Ibarra...
En ese año de 1925 Juan Espinosa inició su camino como matador de toros, mismo que andaría hasta el año de 1933, cuando cambiaría el oro por la plata y se integraría a la cuadrilla de su hermano Fermín, misma en la que permanecería casi hasta el final de su carrera.

Vuelvo a traer aquí algo que ya había citado y que escribió el biógrafo del Maestro Fermín, don Mariano Alberto Rodríguez, acerca de Juan Espinosa Armillita:
...Juan tenía el toreo en la cabeza y fue un eficaz peón de brega. Con los toros difíciles el capote de Juan fue látigo y tralla para domeñarlos, quitarles resabios, toreando sin enseñarles malas ideas. Solía cambiar los toros de tercio con el capote a dos manos, moviéndolo rítmicamente mientras se movía hacia atrás. En el sitio en que lo quería su matador entraba el capote de Zenaido y cortaba el viaje del toro. La colocación de aquella pareja de Juan – Zenaido fue única…
Juan Espinosa falleció en la Ciudad de México el 24 de mayo de 1964.

Aviso parroquial: Los subrayados en los textos transcritos son imputables exclusivamente a este amanunense, pues no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 13 de octubre de 2019

Detrás de un cartel (XIV)

Rafael Osorno

Civilmente llamado Melchor Osorno Cuéllar, nació en la Ciudad de México el 6 de enero de 1919. Era hijo del concertino de la orquesta del Teatro Principal y si bien su destino estaba en el andar por las veredas del arte, no sería en los escenarios de los teatros o en los fosos de las orquestas donde se expresaría, sino que las arenas de los ruedos vendrían a ser el sitio en el cual dejaría la huella de su creación artística.

Se presentó como novillero en El Toreo de la Condesa el 8 de junio de 1941, alternando con Carlos Vera Cañitas y Felipe González en la lidia de novillos queretanos de Xajay. Haría la transición a la Plaza México y actuaría por primera vez en la nueva plaza de toros en la vigesimosegunda novillada dada en su ruedo y de la temporada de 1946 – que constó de 40 festejos – el 11 de septiembre de ese año, alternando con Vicente Vega Gitanillo Chico y Félix Briones en la lidia de novillos de Carlos Cuevas. Esa tarde las cosas no se le dieron bien a Rafael y tuvo que regalar un séptimo novillo, sin resultados reseñables.

El cartel

Para el 29 de junio de 1945 y en celebración de la fiesta de San Pedro y San Pablo, la empresa de la Plaza de Toros de Madrid anunció una novillada en la que se lidiaría un encierro de doña Concepción de la Concha y Sierra por José Ortega Gallito; Rafael Osorno, de México y Cayetano Ordóñez Niño de la Palma, de Sevilla. Los dos últimos, nuevos en esa plaza.

Al final de cuentas se lidiaron solamente cinco de los novillos originalmente anunciados, pues el cuarto fue sustituido por uno de Fonseca. La actuación de Rafael Osorno no fue triunfal. En primer término recurro a la breve relación que de ella hace Manuel Sánchez del Arco Giraldillo, en el ABC de Madrid del día siguiente al de la novillada y señala lo siguiente:
Se lidiaron cinco novillos de Concha y Sierra que tomaron 16 varas por dos caídas, y uno de Fonseca, el lidiado en cuarto lugar, que recibió tres varas. Fue una corrida terciadita. Lo peor de ella, la vista defectuosa de los toros primero, quinto y sexto. 
Presidió el Sr. Plaza, y el sol hizo una ancha brecha en los tendidos castigados por él. No obstante, hubo por allí algunos héroes... 
El mejicano Osorno, que banderilleó con más voluntad que lucimiento, destacó en su faena al toro tercero. Nos parece muy entendido en el manejo de la muleta. Le aplaudieron mucho en el toro mencionado, y en el último, cumplió. Los matadores animaron los quites.
Giraldillo parece conceder a Osorno el beneficio de la duda al reseñar que fue aplaudido en sus intervenciones, aunque sin estruendo triunfal.

Una segunda crónica que encontré es la que está firmada por A en el diario deportivo Gol de la capital española, del día siguiente al del festejo y es de la siguiente guisa:
La novillada tendía en sí un hálito de irresistible simpatía. El hijo del Niño de la Palma – qué larga y enrevesada denominación – venía al ruedo de Madrid a confirmarse como posible continuador de un nombre. De un nombre que no se cayó de la boca ni del pensamiento de los espectadores en tanto discurría la lidia de cinco novillos de la Viuda y uno de Fonseca. Era el nombre famoso que llenará un día el ámbito taurino de popularidad generosa y de pura y emotiva leyenda... 
Debutaba con el Niño de la Palma el novillero mejicano Rafael Osorno. Veterano de los ruedos, buen lidiador, llegaba a Madrid con el marchamo de haber sido un día ídolo de la afición mejicana para caer después en el más franco y desolador olvido. 
De salida por esta definitiva recuperación no tuvo éxito. Se quedó en ese tono opaco que caracteriza todo lo medio, y su fracaso no se hizo esperar. La indiferencia con que le vio el público y, lo que es peor, el silencio respetuoso con que fue despedido, dicen bien a las claras lo poco que queda por esperar de este nuevo valor mejicano. 
Discreto y frío con el capote, vulgar como banderillero y poco decidido a quedarse quieto con la muleta, sólo le salvaba su signo como estoqueador. Y éste que es fundamentalmente negativo. Por eso, el paso de Osorno por Madrid no quedó grabado más que por una deferencia de nuestro público, insatisfecho siempre en cuanto a toda curiosidad se refiere. 
Así como Gallito logró distraer a ramalazos y el Niño de la Palma dejó entrever positivas esperanzas, Osorno anuló todo crédito de espera. Quedó definitivamente juzgado. 
Los cinco novillos de la Viuda de Concha y Sierra y el de Fonseca constituyeron una corrida muy a tono con la terna de novilleros. Corrida para triunfar plenamente...
El juicio de A es lapidario y no le concede nada a Rafael Osorno. Lo considera uno más de los muchos que han pasado por Madrid.

Mañico de Matancillas

¿Pero quién ha sido en realidad Rafael Osorno?

Rafael Osorno no es el fantasma que parecen describir las dos crónicas arriba transcritas. En su historia tiene el haber escrito alguna de las páginas más grandes de la historia del Toreo de la Condesa y quizás también, de la historia moderna del toreo en México.

Ese hecho ocurrió el 30 de agosto de 1942, cuando para lidiar novillos de Matancillas, fue acartelado con Rutilo Morales y Luis Briones. Esa tarde le correspondió en el sorteo el novillo llamado Mañico, al que le realizó la que, durante muchos años, fue considerada la mejor faena realizada por un novillero en las plazas de la capital mexicana. El psiquiatra Enrique Guarner fue testigo de esa faena y en un artículo publicado en el desaparecido diario Novedades de la Ciudad de México el 15 de mayo del año 2000, recuenta lo siguiente:
El domingo 30 de agosto de 1942, se lidiaron en El Toreo de la Condesa, novillos de Matancillas. El cartel estuvo integrado por Luis Briones, Rutilo Morales y Rafael Osorno. El quinto se llamó “Mañico”, siendo negro zaíno y cómodo de pitones. Rafael Osorno le desplegó el capote ligando media docena de verónicas. Vino luego un fantástico quite por chicuelinas, y en el segundo tercio, tres magníficos pares de banderillas que fueron de menos a más. Con la muleta, Rafael, que vestía de azul y plata, realizó un portento de faena, donde se produjeron pases de todas las marcas que transformaron la plaza en un manicomio con los espectadores gritando sin cesar. A pesar de tres pinchazos y entera en lo alto, se le concedieron las orejas y el rabo, dando hasta cinco vueltas al ruedo...
Por su parte, Guillermo Ernesto Padilla, en su Historia de la Plaza El Toreo hace la siguiente remembranza:
Osorno dio la nota de aquella y de muchas temporadas con una maravillosa faena al incomparable “Mañico”, faena reputada como la mejor realizada por un novillero en aquel ruedo. Fue algo portentoso. A los pases por alto escultóricos siguieron las series de pases naturales, prodigio de elegancia y clasicismo, los derechazos de incomparable belleza y el de pecho izquierdista como un monumento. Cuando el astado dobló, después de varios pinchazos y una estocada honda, los ámbitos del coso se estremecieron al grito consagrador de ¡torero! ¡torero! ¡torero! mientras el maravilloso muletero recorría la arena sobre un mar de prendas y con la oreja del imponderable “Mañico”. Después vendría la multitudinaria salida en hombros...
En ambas relaciones hay disparidad en cuanto a los apéndices concedidos por la faena, pero la esencia, el hecho de que la gente que la presenció perdió los papeles ante la magnitud de la obra realizada, es coincidente. Y hasta estos días, cuando se habla de una gran obra de un novillero, se alude a Osorno con Mañico, a Procuna con Barbián, a El Callao con Cuadrillero, a Solórzano con Bellotero, o a José Antonio Ramírez con Pelotero, pero Rafael Osorno siempre está a la cabeza de esa lista.

Y el aire legendario de Rafael con Mañico empezó temprano. En 1945, preparando su temporada española, el 5 de abril, apareció esta inserción sin firma en el ABC de Madrid:

Rafael Osorno o la evocación de “Chicuelo” 
Después de evocar la faena más grande de las realizadas en Méjico por Manuel Jiménez “Chicuelo”, en la plaza de El Toreo, un periódico mejicano saca a colación lo efectuado por Rafael Osorno recientemente en la misma plaza y dice: “Hace apenas unos domingos, la plaza de toros El Toreo se estremeció nuevamente hasta sus cimientos. La arena se cubrió de prendas de vestir, de flores, de sombreros, de todo lo arrojable que los espectadores tenían en sus manos. Estábamos viendo realizarse nuevamente el milagro de la gracia, el clasicismo en el arte del toreo; esta vez, como la anterior, era un torero de pequeña estatura, espigadito, de andar menudito y rostro infantil. Por un momento nos pareció estar soñando; nos pareció volver mentalmente diecisiete años atrás y veíamos a la misma figura girar lentamente; al toro ir y venir, metido materialmente en los vuelos del mágico engaño. El rostro del artista, sin inmutarse. Los pies, sembrados en la ocre arena, moviéndose tenuemente y sólo lo necesario para que la figura quedara asentada en el terreno preciso para continuar aquella serie de muletazos perfectos y ligados, en los que el conjunto del toro y artista formaba imágenes de belleza inconmensurable; imágenes como aquellas que trazaron para la fiesta esos derroteros de belleza estética que ahora tiene. Rafael Osorno, con el toro “Mañico” de Matancillas, escribió un capítulo entero del arte de bien torear, de torear con arte. 
Se habla ya de otorgar la alternativa a este diestro, que en tan solo dos años se ha colocado en la cima más alta del escalafón novilleril contemporáneo. Osorno, de novillero, es el que mejor papel ha hecho, no sólo ante el toro, sino con el mismo público, que ya ha mostrado la marcada preferencia que tiene para este joven artista, al que ya se le han afiliado numerosos partidarios, que forman legión y que constituirán, cuando el muchacho se doctore, un poderoso partido, que llevará a su héroe hasta las cimas elevadas a que la perfección que ha alcanzado dentro de su arte le ha hecho merecedor”. 
A primeros de abril llegará a España Rafael Osorno, y poco hemos de tardar en ver la confirmación de lo que de él dice la Prensa mejicana.
Inserción en el ABC de Madrid 05/04/1945
Rafael Osorno no pudo escalar la cumbre porque se esperó de él lo realizado con Mañico en cada toro que enfrentó. Cambió el oro por la plata e ingresó en la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros en el año de 1948, despidiéndose de los ruedos el 27 de agosto de 1978 en la Plaza México, en una novillada que torearon Alfonso Hernández El Algabeño, Félix Briones hijo y Gerardo Nuño El Calesa alternando en la lidia de novillos de Santoyo.

Rafael Osorno falleció en la Ciudad de México el 13 de octubre de 1984.

domingo, 4 de agosto de 2019

Detrás de un cartel (XII)

Antonio Toscano es un torero que poco resuena en los anales de la historia a pesar de que en su tránsito por los ruedos tuvo jornadas brillantes. Aunque Alfredo Marquerie, crítico de El Ruedo lo describe como alto y desgarbadote, de lo que he podido leer en la prensa de su trayectoria, hoy le conceptuaríamos como un torero de pellizco, de esos que hacen las cosas con finura.

Nació en la Guadalajara mexicana el 14 de enero de 1918. Se presentó como novillero en el Toreo de la Condesa el 27 de abril de 1941, para enfrentar novillos de Santín alternando con Ángel Procuna y Manuel Gutiérrez Espartero. En su ciudad natal, debutó el 12 de abril de 1942, formando terna con Nacho Pérez que también se presentaba y Juan Estrada, para lidiar novillos hidrocálidos de Peñuelas. Ese año del 42, don Nacho le vio posibilidades y lo programó tres tardes más, en las que compartió cartel con toreros como el infortunado Félix Guzmán, Luis Procuna o Gregorio García

Marcha a España en el año de 1945 una vez arregladas las relaciones taurinas hispano – mexicanas y logra presentarse en Madrid el jueves 10 de mayo de ese año, alternando con Rafael Llorente y José Catalán en la lidia de novillos de Pérez de la Concha y de su actuación escribió Giraldillo que su presentación hizo concebir grandes esperanzas… Tanto diría yo, que le repitieron en la fecha que me motiva a escribir estas líneas.

Para el domingo 5 de agosto de ese mismo 1945 se anunciaron novillos – desecho de tienta y defectuosos – de José María de Soto para Antonio Toscano, Manolo Navarro y Luis Álvarez Andaluz. Un festejo que como veremos enseguida, fue accidentado y en el que, la diosa fortuna estuvo del lado de Antonio Toscano.

Inicia la crónica de Giraldillo, aparecida en el ABC de Madrid del 7 de agosto siguiente al del festejo, con esta reflexión:
Novillos fogueados ...Y no era preciso hallarse en posesión de don profético para asegurarlo con éxito desde el día en que se fijó el cartel. De los cinco novillos que se jugaron pertenecientes a la vacada de Soto (López Plata), tres fueron fogueados, y el sexto lo hubiera sido también, a no volver a los corrales... ¿Cabe mayor proporción de mansos? El primero, que tomó cuatro varas, derribando a los jinetes en tres de ellas, dio mala lidia a la gente de a pie. Únicamente el torillo cuarto fue pasable. Y con estos mansos se presentaron tres novilleros de categoría. Tan de categoría y de interés para los aficionados, que se registró una entrada muy buena a pesar del calor y del insoportable bochorno. Ni Toscano, ni Manolo Navarro, ni Luis Andaluz podían ignorar que habían de vérselas con ganado de poca casta. Ni ellos, ni sus apoderados. Venían a correr un albur, que se presentía desfavorable, y lo corrieron. Yo se lo elogio. Sobre todas las reservas habituales pusieron el deseo de torear en Madrid. Séales esto alabado y agradecido, y tómeseles como descargo...
Por su parte, don Luis Uriarte, firmando como El de Tanda, en La Hoja del Lunes del día siguiente del festejo, hace la siguiente crítica:
De los cinco novillos de Soto, tres fueron fogueados. ¡Un éxito para el ganadero! Únicamente el cuarto cumplió en varas, pese a su flojedad de facultades – tomó dos y no admitió más que un par de banderillas –, y se dejó torear. Los demás, los otros cuatro, fueron broncos, huían hasta de su sombra y se defendían reculando y corneando con la incertidumbre y el traicionero instinto de los toros mansos, mansos, mansos... Por manso fue sustituido el sexto. ¿Con arreglo a qué reglamento? De sentar este funesto precedente, si de una corrida de seis toros salieran mansos los seis, habría que disponer de seis sobreros. Esto sería lo justificado si el reglamento lo dispusiera así; pero como no es así... Los toros mansos tienen su lidia…
Las crónicas del festejo me causaron cierta perplejidad al hablar de banderillas de fuego, pero la realidad es que investigando sobre el tema vine a enterarme que es hasta el año de 1950 que se sustituyen por las viudas, entonces, debió ser deprimente el espectáculo de ver a la mitad del encierro calentado por los cohetones en el segundo tercio y para más inri, ver a otro novillo devuelto por su manifiesta mansedumbre.

Los fogueados se los repartieron Manolo Navarro en el segundo y quinto lugar – lo que deja claro que a veces sí hay quinto malo – y Andaluz Chico con el tercero, pero además él vio al sexto devuelto y enfrentó al sustituto de Juan José Cruz que fue también una prenda.

El triunfo de Toscano

El cuarto de la tarde fue el único que se dejó hacer cosas y a partir de lo leído, Antonio Toscano se las hizo y le cortó la oreja. El de Tanda, le vio así:
A Toscano le correspondió el único novillo que se dejaba torear, y el mejicano lo aprovechó de la mejor manera posible. Hubo en su faena tranquilidad, aguante, compostura y hechuras de buen estilo. Si de algo se le podría tachar, es de haberse prolongado en su buen deseo de redondear el éxito. Así, le ocurrió que el novillo, tan flojo que no admitió más que dos varas y un par de banderillas, se le quedó a las dos docenas de pases, y a poco le estropea el triunfo. Se basó éste en los pases en redondo, en los ayudados y en algunos naturales, ejecutados con quietud, con prestancia y con decisión. Cortó la oreja y dio la vuelta al ruedo. Fue lo único, aparte algunos lances de capa de Navarro, que tuvo color y sabor de arte taurino en esta novillada, que duró, para aburrimiento de los espectadores, dos horas y media bien contadas. ¡Y con más de treinta grados a la sombra!...
Por su parte, Manuel Sánchez del Arco, Giraldillo entendió de esta manera su actuación:
Toscano brindó al público y comenzó la faena con dos pases por alto, muy quietos y elegantes, que elegante es este mejicano en el juego de muleta. Rompieron los olés entusiásticos y la faena se centró en unos soberbios pases en redondo. Tuvimos tres naturales y de nuevo surgió el muleteo en redondo, cerca, perfectos, medidos, con juego de toreo al natural. Seguían los olés la faena, que tuvo ligeras variantes sobre lo referido, y Toscano dio un pinchazo, para repetir después de unos pases buenos, con una estocada que mató sin puntilla. Tanto ha gustado la faena del mejicano, que le dieron la oreja, acompañada por una ovación larga…
Terminado el festejo, Antonio Toscano fue entrevistado por F. Mendo para el semanario El Ruedo, y estas fueron las impresiones del torero:
Como el hombre cortó una oreja, se le traslucía su contento a través del sudor vertido por todos los poros de su piel.
- Ese toro – el del trofeo – fue el de mejor embestida, aunque no anduviera desprovisto de sosería. Por su falta de alegría vino durante la lidia muy a menos. Por esta causa no pudo ser ni muy extensa ni muy vistosa mi faena de muleta. En los últimos pases hube de ayudarle con muletazos por bajo para hacer pasar a un novillo cuya fuerza se iba por momentos.
¿Contento amigo Toscano?
- Muchísimo, por haber conseguido cortar mi primera oreja en Madrid, que hace la octava desorejada en España. Y muy reconocido al público de la Plaza Monumental por las atenciones dispensadas, no solo hoy, sino también en la tarde de mi debut.
- Para terminar, ¿qué le pareció su primer enemigo?
- Pues que llegó a mis dominios con mucha fuerza, embistiendo mal y poniendo siempre de manifiesto sus ansias de coger. Era uno de esos toros que pareciendo bueno a los ojos del público, hace andar de cabeza a los que están en el ruedo...
Antonio Toscano
Foto: El Ruedo (08/08/1945)
Sin duda el torero mantenía los pies en la tierra. Eso le valió recibir la alternativa el 7 de abril siguiente en Barcelona, de manos de Domingo Ortega y llevando a Luis Miguel Dominguín como testigo. El toro de la cesión fue Rojillo de Atanasio Fernández.

Antonio Toscano falleció en la Ciudad de México el 26 de enero de 1993.

Así que esa es la historia detrás del cartel. Una historia que sin duda, merece ser contada.

Retales de información de la fecha

Muchos toreros mexicanos hacían campaña en ruedos españoles. De la prensa de esos días, extraigo lo siguiente:

El domingo 5, Carlos Arruza corta un rabo en Vitoria alternando con Domingo Ortega y Parrita. Toros de Luis Ramos (5) y uno de Cobaleda (5°)

El lunes 6, también en Vitoria, con toros de Antonio Pérez, Manolete reaparece alternando con Arruza y Pepín Martín Vázquez. Manolete corta 2 orejas del 4º, Arruza, 2 orejas del 5º.

En Santander, el domingo 5, Silverio Pérez escucha ovaciones, Manolo Escudero cumplió, Pepín Martín Vázquez corta una oreja y El Choni escucha ovaciones. Toros de Molero (6) y Villamarta (2).

En La Coruña. Toros de Gabriel González (1 rejones) y Conde de la Corte (6). Conchita Cintrón, vuelta al ruedo. Armillita, 2 vueltas al ruedo. Pepe Luis Vázquez, 2 orejas. Luis Miguel Dominguín, rabo.

Estella. Toros de Pérez de la Concha (4). Cañitas y Julián Marín, oreja cada uno.

Barcelona. Novillos de Manuel González (6) y Bernardo Escudero (2) Ricardo Balderas 2 orejas, Manuel Perea Boni, Alfredo Fauró, oreja y Lorenzo Pascual Belmonteño. Carnicerito de México y Arturo Álvarez Vizcaíno se encontraban en el tendido.

Barcelona. Lorenzo Garza sufre una recaída en su recuperación de la cornada sufrida el 31 de julio anterior. Presentó fiebre y tuvo que ser intervenido nuevamente por el doctor Olivé Gumá. Continúa el estado de gravedad.

domingo, 31 de agosto de 2014

Detrás de un cartel (XI)

El cartel con historia
La historia detrás del cartel que hoy les presento tiene, a más de las propias de las de cada uno de los anuncios de festejos taurinos, una característica especial, pues la tarde del 2 de septiembre de 1945, en la Plaza de Las Ventas se reunieron para actuar dos novilleros mexicanos. No era, ni es frecuente ver en un mismo cartel a dos espadas extranjeros – de la misma nacionalidad – en plazas de España o México y en aquellos días en los que, apenas se reiniciaba el intercambio entre nuestras torerías, quizás era aún más complicado ver un festejo en esas condiciones.

La empresa madrileña anunció para ese domingo a los mexicanos Ricardo Balderas y Eduardo Liceaga, quienes harían cuarteta con Pedro de la Casa Morenito de Talavera y el debutante Manuel Perea Boni. El encierro a lidiar originalmente sería de doña Concepción de la Concha y Sierra, aunque el corrido en séptimo lugar fue devuelto a los corrales por su manifiesta debilidad y sustituido por uno de doña María Sánchez, de Terrones.

Los novillos lidiados

La relación que hace quien firma como El de Tanda, en la Hoja del Lunes del día siguiente al del festejo comienza por señalar con detalle el comportamiento del ganado que se lidió, en el sentido siguiente:
Lo mejor que queda de la ganadería de Concha y Sierra – diríase acaso con más exactitud que lo único – es la sonoridad eufónica del nombre, ¡Concha y Sierra! Pero de la buena casta que labró el prestigio de ese nombre, ¡ay!, queda ya muy poco... Y no es que los novillos de ayer fuesen tan malos como los de otras veces, pero tampoco tuvieron nada de buenos. Pues si bien es verdad que no adolecieron de invencibles dificultades ni de peligrosas condiciones, también lo es que ninguno embistió con franqueza, sino a medias arrancadas; que algunos de ellos gazapeaban por su falta de ganas de embestir, defecto tan molesto para los toreros, y que alguno, como el quinto, a más de mansurronear más de la cuenta, punteaba y achuchaba con ansias de coger. El de María Sánchez, de Terrones, que sustituyó al que salió al de Concha y Sierra que salió en séptimo lugar, fue pequeño, pero bravo y noble, aunque al final también se puso un tanto gazapón...
A partir de esos mimbres tendría que construirse el festejo, que redundó en el corte de una oreja para Eduardo Liceaga y en una aclamada actuación del debutante Boni, pero sin mucho más que contar.

Eduardo Liceaga

La actuación de Liceaga confirmaba lo que se había visto de él el domingo anterior, cuando se mostró como un torero conocedor de su oficio, poseedor de una gran clase y que impactaba a cuanta afición tenía la ocasión de verle en el ruedo. Manuel Sánchez del Arco, Giraldillo, en el ABC madrileño del 4 de septiembre de 1945 cuenta lo siguiente acerca de su actuación:
El que salió en tercer lugar para Eduardo Liceaga fue un toro trotón, que saltó la barrera. Cumplió con los caballos y el mejicano tomó las banderillas para, cuadrando muy bien, meter dos pares y medio a toro parado. Hubo palmas justificadas. Después de sufrir unas coladas y achuchones por el lado derecho, Liceaga, tan inteligente como fino artista, dominó y se situó en buen terreno, ligando unos pases, entre los que sobresalieron unos cambiados por delante, y el público se entusiasmó. Valeroso, con mucho aguante, debiéndose todo al esfuerzo del torero, Liceaga empalmó una gran faena que hizo vibrar al público. Entró con rectitud, uniéndose tanto en el embroque, que sufrió un pitonazo en la ingle derecha, con rotura de la taleguilla. Consiguió una gran estocada que echó a rodar al toro y le dieron la oreja, ovacionándosele con entusiasmo. Fue retirado el toro séptimo y salió un sobrero de Terrones. Liceaga lo toreó de capa, con mucho arte y en quites él y Balderas fueron aplaudidos. Tomó las banderillas Eduardo y cambió un gran par. Cuarteó bien el segundo, y luego, con una guapeza extraordinaria, dejando llegar al toro, que entraba al paso y dudando, y además con la cabeza descompuesta, quebró formidablemente. La gente se puso en pie y ovacionó a Liceaga largamente. En este ambiente favorable, brindó la faena al público y la abrió con tres pases de rodillas aguantando mucho. Fue arrollado al fin y el mejicano supo hacerse el quite con la muleta. Luego realizó una faena en tres partes, muy lucida, entre ovaciones constantes, destacando adornos y toreo al natural. Al encuentro, mató de media estocada perpendicular. Hubo ovación y vuelta al ruedo...
Por su parte, Benjamín Bentura, Barico, en El Ruedo del 6 de septiembre siguiente al festejo, por su parte, reflexiona lo que sigue:
En nuestro comentario de la pasada semana dimos la opinión que merecía el mejicano Eduardo Liceaga. Seguimos creyendo lo mismo. Liceaga es un gran novillero. Nos gustó más en el primer novillo, un bicho de Concha y Sierra al que había que torear muy bien, que en el becerrillo de Terrones que comprometió muchas veces a Liceaga. Este bicho era, si se le hubiera dado la lidia adecuada, para armar un alboroto; pero se le toreó inadecuadamente, y por ello no dio reposo al matador, que anduvo en muchos momentos, aunque en todos valiente. En el tercero, Liceaga convenció al público. Mereció la oreja. Sigue, pues, en alto el pabellón de Eduardo Liceaga...
Ricardo Balderas

Por su parte, Ricardo Balderas sufrió las consecuencias de la mansedumbre del ganado andaluz y solamente pudo dejar constancia de su oficio, según leemos de la opinión de El de Tanda:
Balderas se mostró decidido y enterado, principalmente en su segundo novillo. A este le corrió muy bien la mano en algunos pases en redondo y lo despachó de una estocada contraria, entrando con ganas de matar. Se le aplaudió. También arrancó fuertes aplausos en un quite de frente por detrás al novillo de Terrones…
En su apuntada crónica, Giraldillo le vio así:
Ricardo Balderas halló primeramente un torillo con “leña” en la cabeza, que punteaba. Cuando se apretaba en un precioso quite por chicuelinas, fue enganchado y quedó prendido unos instantes. Cuando el mejicano se zafó, remató con valiente vistosidad y fue aplaudido. El animal que se quedaba y corneaba mucho, no permitió faena. Hubo unos medios pases y Balderas lo despachó de media estocada al encuentro. El segundo suyo, que era un toro, saltó la valla por el tendido 9 y produjo pánico entre los mozos de estoque y toreros que por allí descansan. Pegaron fuerte a este toro en tres puyazos y vino a parar en probón. Balderas toreó, primero por delante y luego se ajustó con el bicho en unos pases superiores, muy de torero, rematados con arte y mató de una estocada buena. Hubo palmas y saludos…
En una versión más colorida y de conjunto, Alfredo Marquerie, en el ejemplar de El Ruedo ya mencionado, menciona lo siguiente en su sección titulada Banderillas de fuego:
Balderas es un torero, grande de tamaño, dominador y seguro. No tuvo suerte con el lote de “lisiados” pero en todo momento pisó fuerte en la plaza, con pisada maciza, de las que conmueven los cimientos... Liceaga, que tiene nombre de médico (fíjense qué bien suena: ¡doctor Liceaga al teléfono!), fue el torero fino y valiente de otras veces y además nos dio un susto tremendo cuando una cornada le rasgó la taleguilla y el pedazo arrancado cayó como un cuajarón...
Detrás del cartel

Detrás del cartel, la nota manuscrita
acerca de las cuadrillas que actuaron
El hecho es que materialmente, el cartel cuya historia hoy les presento, tiene una anotación manuscrita – debo creer que lo hizo su primer poseedor – con relación a las cuadrillas que actuaron esa tarde. 

Los picadores anunciados eran los siguientes: José de la Haba (Zurito) y Antonio Hidalgo (Patricio); Rafael Barrera (Barrerita) y Valentín Alcázar (Moyano); Antonio Marín (Farnesio) y Francisco Caro; Francisco Zaragoza (Trueno) y Luis Gómez (Paje). Picadores de reserva: José Toribio (El Banquero), Gregorio Oter (Goyito) y León Villa (Villita).

Y los banderilleros: Francisco Serrano, Emilio Ortega (Orteguita) y Rafael de la Casa; Agustín Quintana, Vicente Cárdenas (Maera de Méjico) y Agustín Díaz; Manuel Fuentes Bejarano, José Villalón y Antonio González; Faustino Vigiola (Torquito), Isidro Ballesteros y Ángel Iglesias.

Pues bien, la anotación a la que hago referencia tiene que ver con una circunstancia de la que no se ocuparía ni la más minuciosa de las crónicas y es en el sentido siguiente:
En sustitución de los picadores Moyano, Trueno, Paje,  Banquero, Goyito y Villita, actuaron José Atienza, Francisco Vázquez (Payán), Manuel Silvestre (Salitas), Floro Atienza, Antonio Sampedro (Artillero II) y Vicente Llorente. Autorizado José del Campo. En lugar de los banderilleros Serrano, La Casa, González y Ángel Iglesias, actuaron José Paradas, Mariano Moreno (Chavito), Cayetano Leal (Pepe Hillo) y Manuel Iglesias.
Ricardo Balderas recibiría la alternativa el 8 de septiembre de 1946 en Bayona, de manos de Fermín Rivera y actuando como testigo Calesero. Eduardo Liceaga moriría a causa de la cornada que le infiriera el novillo Jaranero de Concha y Sierra en la plaza gaditana de San Roque el 18 de agosto de 1946, unas semanas antes de su proyectada alternativa en la Feria de San Miguel en Sevilla.

Así queda completa la historia – materialmente – detrás de este singular cartel, que representa una de 15 tardes en las que dos toreros mexicanos se vieron anunciados el mismo día en la plaza de toros de Las Ventas de Madrid, asunto del que ya me he ocupado en esta Aldea en este otro lugar.

domingo, 27 de octubre de 2013

Detrás de un cartel (X)

El cartel con historia
Tras de la conclusión de la Feria de San Isidro de 1956 – de solamente 10 festejos – y previo a la celebración de la Corrida de la Beneficencia de ese año – formada con los triunfadores del serial del santo patrono, no montada de antemano, como hoy se acostumbra – para el domingo 3 de junio se ofreció a la afición madrileña un festejo en el que los toros a lidiarse provenían de la ganadería de los hermanos Escudero Calvo y se encargarían de lidiarlos el sevillano Antonio Vázquez, el venezolano César Faraco y el mexicano Antonio del Olivar. Por delante iría la rejoneadora Ana Beatriz Cuchet, con un novillo de Clemente Tassara.

De las relaciones que he podido obtener, veo que la corrida tuvo muchas aristas de interés para el aficionado. Pero en este caso vale desmenuzarlas, porque reflejan situaciones que a más de medio siglo de distancia no son nuevas y se siguen produciendo, como podremos leer a continuación.

José María del Rey Caballero Selipe, en el diario ABC de Madrid del 5 de junio de 1956 hace la siguiente reflexión acerca de los toros lidiados:

¿Dónde están los ases?... Podíamos haber estampado diversos títulos, todos directamente relacionados con el trapío y la fuerza de los toros, que reclamaron los comentarios básicos de la corrida, pero se nos vino al teclado de la máquina la interrogante que figura en la cabeza y que, naturalmente, no resulta, ni mucho menos, ajena a la estampa y el respeto de las reses de los señores Escudero Calvo que, de entrada, merecen, por la presentación de su ganado, una ovación cerrada de todos cuantos, en los presentes tiempos de blandenguería, no olvidan que la fiesta taurina, pese al almíbar con que se la desnaturaliza, es espectáculo recio, gallardo y viril… señalemos que los toros de Escudero tomaron veinticinco varas, a más de algún refilonazo, y proporcionaron diez caídas, casi todas ellas violentas y de peligro. Los piqueros pasaron una jornada laboriosa y comprometida, y es justo, ya que en otras ocasiones nos dan motivo de censura, subrayar que varios de los varilargueros actuaron con animosa perseverancia…
Por su parte, Luis Uriarte Don Luis, en la Hoja del Lunes del día siguiente al del festejo, reflexiona lo siguiente sobre los antes Albaserrada:
Una corrida a la antigua... ¡Vaya toros los de Escudero Calvo lidiados ayer en Las Ventas! Dentro del tipo de los albaserradas – predominando el gris de los cárdenos, dos más claros y dos entrepelados, junto a dos negros –, seis toros magníficamente presentados, con romana, con pitones, con los pelos de la edad en la cara, con cuajo de toros hechos por entero, a la antigua… Toros, además, con casta y mucho poder, con el poder que hoy supones el derribar algunos de ellos hasta tres y cuatro veces a los acorazados jamelgos, conmoviendo con su estrepitosa pelea al respetable, que aplaudió durante el primer tercio y en el arrastre…
Como podemos ver, ayer como hoy, el toro existe. El problema es que solamente se le aparece a quienes son los menos afortunados.

Respecto de la actuación de los toreros, Selipe señala lo siguiente:
Vaya seguidamente un caluroso elogio, igualmente previo, a los diestros que pecharon con una corrida que a muchos resultaría espantable, y quede también para los tres jefes de cuadrillas la estimación, valedera para todas las suertes que ejecutaron, de las circunstancias en que salieron a enfrentarse con la dura papeleta. Mientras los toreros de más campanillas, por frisar ya la veintena de espectáculos, se encuentran, teóricamente en condiciones para hacer frente a las pruebas más difíciles, que rehúyen, de los matadores que actuaron el domingo, no habrá llegado uno a torear tres festejos, uno habrá participado en un par y el tercero aún no se había vestido de luces esta temporada, y para más justa ponderación del gesto no está de más recordar que dos de los espadas han visto rasgar sus carnes por cornadas de suma gravedad… Creemos que la Empresa brindará a cada uno de estos tres espadas ocasión de más propicias posibilidades…
En tanto, Don Luis dice acerca de ese mismo tema lo que sigue:
…con esos “tíos” – ¿cómo no? – se las entendieron, y se las entendieron bastante bien, que conste por anticipado, tres muchachos modestos, sin otras pretensiones que las muy legítimas de triunfar y abrirse paso en el toreo…
Un escuderocalvo romaneando y el picador aguantando
Foto: Agencia Cifra (Hoja del Lunes, 04/06/1956)
El torero de San Bernardo, Antonio Vázquez parece ser que al final resultó ser el mejor librado de la terna. En el primero de su lote dio la vuelta al ruedo y en el segundo armó una faena que rozó, por las descripciones que contienen las crónicas consultadas, los límites de la importancia. La narración que de ella hace Don Luis es de la siguiente guisa:
La forma en que llevó la lidia de su segundo toro, especialmente desde el principio al fin, cuidándolo, mimándolo, para que no se viniese abajo y se le estropeara, no está al alcance de cualquiera y acredita a un diestro de que así se le deba y se le pueda considerar. En estos matices de la lidia se fija poco el público, pero en la crítica está el resaltarlos por su meritorio valor intrínseco. La faena del sevillano con este toro fue sencillamente magnífica, sobresaliendo los redondos sobre la mano derecha mandones y templados, los naturales con la izquierda, ceñidos y arrogantes, los de pecho como remate de las series, las giraldillas como adorno del conjunto. Una faena, de añadidura, ligada con la más sobria justeza, exacta, sin un pase de más, sin un pase de menos. Así lo entendieron los espectadores, que le jalearon a todo lo largo de su desarrollo. Si la estocada no hubiera llegado después de tres pinchazos, el toro no se hubiera ido sin alguna oreja al desolladero. ¡Por vida del estoque!...
Tuvo que matar además al quinto, por percance de César Faraco, quien tras de la muerte del segundo de la tarde, también dio la vuelta al anillo. La versión de Selipe acerca de su actuación en ese toro, es la siguiente:
César Faraco, que se había apretado en su turno del primero, veroniqueó con ajuste por el lado izquierdo al segundo de la tarde, en el que hizo un quite valiente. Ante los toriles comenzó la faena, tratando de corregir la querencia del bicho hacia la puerta de salida, y, cuando lo consiguió, muleteó el de Venezuela con pundonor para lograr el asenso del respetable, que aplaudió pases altos y redondos de estimable factura y naturales muy voluntariosos; César entro a herir de dentro afuera; la segunda vez también atacó recto aunque en ninguna de las dos acertó a ahondar el acero, lo que alcanzó en el tercer viaje, del que resultó un estoconazo contrario…
César Faraco fue trasladado al Sanatorio de Toreros para ser atendido por el doctor Jiménez Guinea de contusiones múltiples y conmoción cerebral misma que fue calificada de pronóstico reservado, pero que le impedía continuar la lidia.

Y por lo que refiere a la actuación de Antonio del Olivar, ambas crónicas coinciden en que saludó dos ovaciones. La versión de Don Luis sobre su actuación, es esta:
Otro valiente: Antonio del Olivar. Se lo jugó casi todo en un quite con el capote a la espalda con su primer toro, que se aplomó a las primeras de cambio, y acabó de jugárselo en la faena de muleta, dispuesto, como sus compañeros, a no desentonar en el heroico trance que representaba contender con tan serios enemigos. Algunos pases en redondo, sobre todo, le resultaron soberbios. Le faltó al muleteo cierta ligazón, y acaso por ello no lució el conjunto lo debido. Tras un pinchazo y una estocada corta, no acertó con el descabello hasta el sexto golpe, y la calificación definitiva se quedó en una ovación… Al sexto lo veroniqueó, muy bien, lo muleteó con la misma valentía que al anterior, y, tras una estocada, tampoco acertó con el descabello hasta el séptimo intento, por lo que las palmas sonaron en atención a los merecimientos de la faena y a la voluntad y valentía que el mejicano puso en agradar a la concurrencia…
La rejoneadora Ana Beatriz Cuchet dio la vuelta al ruedo tras de que el sobresaliente diera fin al novillo que le tocara en suerte.

La reflexión final que puedo obtener de esta remembranza es que nada nuevo hay bajo el sol. Las corridas de verdaderos toros siguen criándose en el campo y estarán en la plaza para aquellos que no están bendecidos por la fortuna y tal parece que así ha sido desde hace mucho tiempo. La historia que aquí les recuerdo así parece demostrarlo. 

domingo, 14 de julio de 2013

Detrás de un cartel (IX)

El cartel de la
remembranza
José Ramón Tirado había debutado en la Plaza México en septiembre de 1950. Su divisa fue el valor a toda prueba y un toreo pirotécnico, en el que lucía su dominio de lo que muchos consideran suertes accesorias y que combinadas con la exposición con la que las ejecutaba, involucraban de inmediato a los públicos en su quehacer en el ruedo, independientemente de que los aficionados más ortodoxos reconocieran su gran valentía, pero no quedaran muy conformes con sus procedimientos.

Tirado, de la mano de El Pipo

Apoderado por Rafael Sánchez El Pipo, llegó a España en 1956 y acerca de esa relación entre el torero de Mazatlán y su peculiar apoderado, Javier Manzano cuenta lo que sigue:
Su primera peripecia, añagaza y osadía la perpetró a finales de los 50 con el mexicano José Ramón Tirado a quien para darle a conocer en España le inventó la siguiente historia contada por él mismo: "iba a llegar Franco de un viaje y llamé a Tirado para que sacase un billete de avión para ese mismo día pero que no viajase. En el aeropuerto estaba toda la prensa esperando al Caudillo y yo a través de un fotógrafo amigo hice correr el rumor de que el torero que llegaba ese día no lo haría porque se había tirado del avión. Al momento todos los periodistas estaban a mi alrededor y yo inventando la historia; al día siguiente todo el mundo conocía a Tirado. Pero no me quedé ahí sino que la seguí alimentando y un par de días después me inventé que un barco había rescatado al torero en alta mar y que aquello era un milagro. Tirado volvió a llenar páginas de periódicos y revistas, y esa temporada todo el mundo quería verle torear...
En ese ambiente se presenta en Madrid el 8 de julio de 1956. Los novillos fueron 5 de Atanasio Fernández y uno de El Pizarral de Casatejada. Sus alternantes Fermín Murillo y Paco Pita y le cortó la oreja al primero de su lote, lo que le aseguró ser repetido el siguiente jueves, en esta ocasión alternando con Pepe Cáceres y Victoriano Valencia y lidiando de nueva cuenta novillos de Atanasio Fernández

Hace 57 años

Esta última tarde cortó una oreja al sexto y dejó las cosas listas para que el domingo 15 volviera a actuar en Las Ventas, esta vez alternando con Pepe Cáceres y Juan Jiménez El Trianero para dar cuenta de un encierro de Garro y Díaz Guerra procedencia José Bueno (hoy la ganadería es la de Laurentino Carrascosa y se ha decantado por el encaste Domecq).

En esa tercera ocasión José Ramón Tirado abriría la puerta grande de la plaza de Madrid y de acuerdo con las crónicas que pude localizar, lo hizo a base de redaños y de carisma. En primer término está la apreciación de don Luis Uriarte Don Luis, en la Hoja de Lunes del día siguiente al festejo, de la que extraigo lo que sigue:
Dos orejas al mejicano Tirado en Madrid. Valor atómico... El valor de que hace alarde el mejicano José Ramón Tirado es más que heroico, más que temerario, más que brutal; es un valor de locura, que tendríamos por inconsciente si ello no fuera lo consciente en la fiesta de toros – como si se tratara de la guerra – de un torero que quiere ser torero. Dada la época en que vivimos, nada lo calificaría mejor que decir que es un valor atómico. Hasta por la impávida tranquilidad con que lo derrocha el mejicano en cuestión... Saltemos, para seguir con lo mejor de lo bueno e hilvanar con lo que decíamos del valor de Tirado, al tercer novillo. Un bravo ejemplar, como casi todos los lidiados, con excepción del sexto, de Garro y Díaz Guerra, quienes se apuntaron un nuevo y muy estimable éxito. El mejicano lo había lanceado a la verónica y quitado por chicuelinas con su reconocida valentía. El primer muletazos lo dio, según acostumbra, sacándose al enemigo por la espalda. Después, en los redondos sobre la derecha, en los naturales sobre la izquierda – con el mismo aguante de sus anteriores actuaciones, pero más erguido y con más temple – y en los de adorno de frente, de costadillo, de espaldas y hasta de coronilla, dicho sea sin exageración, puesto que en uno de ellos cayó, empitonado, cabeza abajo, compuso un faenón que se jaleó con inusitado estrépito, entre un entusiasmo elevado al cubo del paroxismo. Y como de contera se volcara sobre el morrillo para clavar una estocada que puso el punto y raya del matador a la emocionante labor del torero, las dos orejas se le concedieron sin discrepancias y la ensordecedora ovación no se interrumpió mas que al final de la vuelta al ruedo, en breves instantes de respiro, para volver a tronar mientras el triunfador saludaba nuevamente desde el tercio. Pocas veces hemos visto en una plaza de toros un mayor y más increíble desprecio del peligro... Así quedó plantado en lo más alto el pabellón taurino del mejicano, ya que lo del sexto novillo no cuenta, por ser absolutamente cierto que el morlaco, manso, bronco y peligroso, no se prestaba a más que a la faena de aliño con que Tirado lo preparó para quitárselo de enmedio con dos pinchazos, media estocada y un descabello. Se le aplaudió en reconocimiento de la dificultad del trance...
La segunda es la aparecida en el diario madrileño ABC, firmada por José María del Rey Caballero Selipe. quien según Joaquín Vidal era, un ejemplo permanente de dignidad en el ejercicio de la profesión para cuantos nos dedicamos a este oficio... y retomo de lo escrito por él, lo que sigue:
Sangre vivaz. Se llenó la plaza, sin duda porque el cartel reunió aliciente, y, sobre todo, orque el mejicano Tirado, que en él figuró, había despertado, por sus temeridades de días anteriores, el interés de la gente... Los Sres. Garro y Díaz Guerra, que por la presentación de su ganado cumplieron con las exigencias de la plaza madrileña, por la bravura de sus reses, gustaron el aplauso del graderío, que vio como los novillos, con temperamento inextinguible, mantuvieron codicia y bríos para la pelea con los montados, y empuje sostenido para el cite de los engaños: es posible que los lidiadores estimasen excesiva la acometividad de los astados, pero los aficionados se recrean en el juego que las reses desarrollan, sin apagamiento, durante su vida en la arena. La excepción al conjunto, merecedor de buena nota para los criadores, la constituyó el novillo lidiado en último lugar... Entre todas las reses recibieron veintiún puyazos, y a alguna, como la corrida en cuarto lugar, el castigo le resultó insuficiente... El mejicano Tirado, que se recreó al ceñirse por chicuelinas en un quite al primero y con el capote a la espalda en otra intervención ante el segundo novillo, se apretó en el lanceo al tercero, aunque no cumplió los tiempos de la verónica, si bien se ajustó en su sucesión y en la media de remate; despertó la emoción de la galería en un quite temerario por chicuelinas, con cierre de revolera, y desarrolló una labor abierta, con cite en los medios y salida de la res al variarla con displicente asomo de la franela por la espalda, y continuada con agobio de terrenos y correlativo sobresalto del graderío, progresivamente entusiasmado a mediad que el muletero, en los redondos, en multitud de pases de espaldas, en otros de rodillas, en afarolados y en molinetes, acertaba a mover los resortes más sensibles de la masa, que cuando el azteca, con sentido de la proporción, arrancó oportunamente a matar, y lo hizo de una estocada hasta las cintas en el primer envite, solicitó los trofeos con tal frenesí, que la presudencia hubo de otorgarlos al máximo... Unos entusiastas alzaron a hombros a Tirado y pese a disconformidades, ruidosamente manifestadas, se lo llevaron... por la puerta grande. Valdría la pena defender la tan ponderada seriedad de la plaza de Madrid...
Tirado y Pepe Cáceres en la óptica
de Antonio Casero (ABC, Madrid
17 de julio de 1956)
Como lo ven, de las relaciones escritas de Don Luis, y de Selipe, se advierte el reconocimiento sin cortapisas al valor del torero mazatleco, aunque de la opinión de ambos se desprenda que no convienen totalmente en los procedimientos que usaba ante los toros. No obstante, la tarde que aquí me ocupa José Ramón Tirado salió en hombros de Las Ventas y sumó algo que al paso de los años se vuelve cada vez más complicado de replicar, pues en una semana toreó tres veces allí y cortó cuatro orejas de los novillos que enfrentó.

Otras informaciones de la prensa de esos días

La prensa de la fecha hablaba además del homenaje que se hizo a Nicanor Villalta en Zaragoza y en el que se lidiaron novillos de Moreno Yagüe y en el mismo, toreó el propio Villalta que cortó una oreja; también cortaron una oreja Domingo Ortega, Julián Marín y Jumillano, en tanto Antonio Vázquez fue ovacionado y Marcos de Celis se llevó las 2 orejas de su novillo. Al final del festejo, el alcalde de Creta, Teruel, le entregó a Villalta una placa con el título de hijo predilecto... También relata que el novillero de Arles, Pierre Schull fue herido de gravedad en Carabanchel, en tanto que Joselito Huerta, en la corrida final de la feria de Pamplona cortó el rabo al segundo de su lote (6º), en tarde en la que alternó con Antonio Bienvenida, Paco Mendes y el rejoneador Ángel Peralta en la lidia de toros del Vizconde de Garci – Grande, y Gallardo (3º). También consigna que Gregorio Sánchez fue herido en La Línea de la Concepción al enfrentar toros de José Villar alternando con Dámaso Gómez y Chicuelo II. Por otra parte, deja constancia de que Chamaco cortó 4 orejas y rabo y Carlos Saldaña 3 y rabo en Barcelona cuando alternaban con Rafaelito Chicuelo en la lidia de novillos de Antonio Urquijo. Cierran estos retales lo sucedido en San Sebastián, donde Paco Pita resultó lesionado en un ojo, en tanto que Fermín Murillo cortó una oreja y Sergio Díaz fue ovacionado al lidiar novillos de Escudero Calvo.

José Ramón Tirado
Tirado recibió la alternativa en Mérida, España el 12 de octubre de ese mismo año, apadrinándole Litri y llevando el testimonio de Antonio Ordóñez. El toro de la ceremonia se llamó Cuellolargo y fue de Manuel González. La confirmó en la Plaza México el 13 de enero siguiente, recibiendo otra vez los trastos de manos de Litri y siendo el testigo el Güero Miguel Ángel y el toro Remador de La Laguna el de la cesión.

En el San Isidro de 1957 El Pipo le consiguió tres tardes y en la primera, el 10 de mayo, confirmó su alternativa extremeña de manos de Julio Aparicio y fungiendo como testigo Antoñete. El toro cedido fue Medianejo de Eusebia Galache. Tirado ya no pudo repetir los exitos de su temporada novilleril y este paso isidril fue el último que hizo por la plaza madrileña.


José Ramón Tirado falleció en Ontario, California, Estados Unidos, el 27 de marzo de 2010.

domingo, 30 de junio de 2013

Detrás de un cartel (VIII)

Cartel de la corrida del 7
de febrero de 1909
La temporada 1908 – 1909 en el Toreo de la Condesa se sostuvo en toreros como Rafael El Gallo, Manuel Mejías Bienvenida, Antonio Boto Regaterín, el señor Curro Martín Vázquez y Morenito de Algeciras entre los hispanos más destacados y por primera vez en la historia de esa plaza – breve, apenas tenía dos años en funcionamiento – ofrecía en su elenco a dos toreros mexicanos que habían confirmado su alternativa en Madrid: Vicente Segura y Rodolfo Gaona, quienes serían un atractivo adicional para los carteles de la empresa que dirigía José del Rivero.

Aparte, en esa misma temporada se escribirían varios hitos de la historia de ese coso, pues el 24 de enero de 1909 se dio el primer mano a mano en el que los diestros eran mexicanos y días después, el 14 de febrero, se concedería la primera alternativa en su ruedo, la que Rafael Gómez, entonces Gallito, le concedió a su hermano Fernando – el destinatario del pasodoble Gallito – al cederle los trastos para dar muerte al toro Inglés de Piedras Negras, en presencia de Rodolfo Gaona.

La corrida del 7 de febrero se anunció a partir de un encierro compuesto por toros de Tepeyahualco y  Piedras Negras para El Gallo, Vicente Segura y Rodolfo Gaona y a más de un siglo de distancia, tiene muchos matices que vale la pena observar. Para el caso, encontré tres crónicas en los diarios de la Ciudad de México. La más prolija y detallada es la que escribió Miguel Necoechea Latiguillo para El Imparcial; luego, con más brevedad, pero con sustancia, están las de Luis G. Malváez Don Prudencio, para El País y la de K. CH. T. para La Iberia.

Controversia por el ganado

El primer detalle que abordan las tres crónicas revisadas es el análisis del ganado lidiado. La opinión de Don Prudencio es así:
…bueno será que la autoridad competente ponga el remedio, así como que exija al señor Veterinario e Inspector de Diversiones cumplan con su obligación, pues domingo a domingo se sueltan algunos chotos, con lo que se engaña al público, puesto que los carteles rezan que se lidiarán toros, y por consiguiente soltar becerros es engañar al público… Los toros de Tepeyahualco lidiados en tercero y cuarto lugares, aunque no catedrales, sí fueron aceptables en cuanto a presentación y ambos cumplieron sin sobresalir… Los propietarios de Piedras Negras enviaron toros de todas edades, habiendo algunos becerros que ni por asomo llenaban los requisitos que para el ganado exige el mártir reglamento. ¿Qué dice de esto el veterinario?...
Por su parte K.CH.T. deja entrever que no todos los toros tenían las condiciones para ser lidiados en la primera plaza de México y se expresa en este sentido:
Hubo toros muy bravos y muy nobles, con la edad reglamentaria, y dos toreros artistas, que hicieron filigranas con sus capas y en la candente arena del anchuroso circo nos ofrecieron con su valor y con su arte, todas las bellezas del hermoso y viril espectáculo español… Piedras Negras y Tepeyahualco enviaron toros de empuje, de poder y de extrema bravura; los de aquella ganadería hicieron una pelea franca en todos los tercios y sólo los de Tepeyahualco llegaron un tanto inciertos a rendir el pellejo…
Latiguillo por su parte, elogia la presencia de los toros, la que considera inmaculada, dejando su testimonio en estos términos:
El ganadero, o por mejor decir, los ganaderos, pues han conquistado ayer una ovación, medio ruidosa y envidiable, con que las multitudes han premiado ampliamente sus afanes por hacerse criadores de verdaderos toros de lidia… Pelo liso y brillante, astas finísimas y bien colocadas, pezuñas pequeñas y redondas, la cola barriendo la arena, y en cuanto a la edad, paréceme que cada uno traía como pasaporte su fe de bautismo, expedida hace cinco años allá en la dehesa, donde el aire reverbera entre los altos pastos…
Como podemos ver, hay extremos en los relatos, desde el que habla de chotos indignos, hasta el que asegura que el ganado lidiado era cinqueño. A la vuelta de tantos años, es difícil constatar quien era el que expresaba la verdad ocurrida. El cronista de mayor trascendencia histórica de los tres que me sirven de fuente, es sin duda Latiguillo, pero he de decir que su visión optimista del festejo que da pie a que yo meta los míos ahora, me produce alguna desconfianza. No obstante, no hay más cera que la que arde y con estos mimbres habrá que sacar esto adelante.

A propósito de las crónicas revisadas, diré que me llama la atención que todas comienzan por analizar al ganado lidiado en cuanto a su presencia y juego y enseguida pasan a dejarnos saber la manera en la que se condujeron los varilargueros y dejan para el final la narración de los hechos de los matadores. Quién te ha visto y quién te ve…, hoy se deja para un apartado final – la ficha – algún breve juicio sobre el toro, con mucho énfasis en el peso que dio al llegar a la plaza. Sin duda, la narrativa de la fiesta sale perdiendo con esa nefasta costumbre.

También controversia por la actuación de Vicente Segura

Tanto Don Prudencio, como K. CH. T. coinciden en que la actuación del torero de Pachuca fue desastrosa. En una de las cabezas de su crónica, el primero de los nombrados dice: Segura a la altura del barro…; el segundo resume la actuación del pachuqueño así:
El diestro de Pachuca tuvo una mala tarde. Poco lucido estuvo con el capote y el gesto siniestro de la jindama se dibujó en su rostro al muletear a su segundo toro, en el que había tela para dibujar, pintar, calar, etc., pero el millonario equivocó la faena y dejó dormida la muleta, entre tanto, las «nanas» «Pulga» y «Pepín», descompusieron al torito que murió en manos de Vicente de una estocada baja. ¿Con las banderillas? Si el capote y la muleta no lucen manejadas por el pachuqueño, mucho menos lucen los garapullos. Puso un par medianejo, entrando y saliendo regular. En su abono: toreó con dos primeras figuras del toreo, sin llegar él todavía ni a la mitad del camino. Apláudale el público su afán de alternar con buenos toreros…
En cambio, Latiguillo se deshace en elogios para quien sería después General del Ejército Mexicano y afirma:
Vicente Segura adelanta, adelanta a ojos vistos. Su toreo se hace más afiligranado, su conocimiento de las condiciones de los toros es más perfecto, y su manera de arrancarse a matar se hace más verdad cada día, y eso que tirios y troyanos le han reconocido a este diestro una decisión admirable para meterse entre los pitones, buscando el morrillo con el estoque… En quites estuvo, como siempre, muy oportuno, y los remató con holgura y elegancia. La buena voluntad del diestro pachuqueño ha quedado ayer demostrada de una manera patente cuando cogió banderillas. Hasta la fecha, Segura no había banderilleado toros, y ayer, cuando el público se lo pidió, el espada, sin andarse con repulgos, cogió los palos y demostró habilidad…
Vicente Segura es reconocido históricamente como uno de los grandes estoqueadores que México ha dado a la Fiesta, pero su habilidad con los aceros fue cuestionada así por Don Prudencio:
Una vez más el millonario toreador, nos demostró que se ha equivocado redondamente al elegir como profesión el toreo, el cual, por lo visto, no le entra en la cabeza, y que lo de seguro estoqueador, ha sido sólo un mito, una fábula que él con demasiada candidez se ha creído. ¿Estoqueador seguro? Puede ser, pues en la corrida de autos aseguró a sus enemigos sin fastidiarnos, sí señor. ¡Pero cómo los aseguró! Yéndose descaradamente a los bajos y no de otra manera, perfilándose fuera del pitón derecho y abandonando el planeta aún antes de tocar con la espada la piel de los toretes que le cupieron en suerte. ¡Excelente matador!...
Al final y con el balance de la historia, no me queda más que creer que en extremo, esta tarde fue una de las malas para Vicente Segura, quien en ruedos españoles y mexicanos dejó leyenda de torero valiente y de un extraordinario estoqueador.

Los hitos de Gaona

Apenas ocho meses antes, Rodolfo Gaona había confirmado su alternativa en Madrid. Sus habilidades eran ya conocidas aquí por su paso y desarrollo como torero en la Cuadrilla Juvenil Mexicana que formara Saturnino Frutos Ojitos, llevando como espada principal al de León de los Aldamas. Esos antecedentes le aligeraron las cargas que toda presentación genera a un torero. 

En esta tarde cortaría, según la relación de Latiguillo, una oreja al primero de su lote. De su crónica extraigo lo que sigue:
Gaona se ha revelado ayer, y parodiando una «becqueriana» del Bajío diré: «Ayer lo vide entre los toros…». No cabe duda que hay toro y torero de verdad y para rato. Bullicioso, animado, ganoso de palmas y ansioso de pelea, el diestro leonés toreó a su primero con tres verónicas petronianas, un farol y tres de frente por detrás, engendradas y rematadas con muchísima guapeza. De éstas sólo él sabe el secreto. El público, que está pendiente de lo que hace este muchacho, le aplaude con ruidosas ovaciones al rematar cada uno de sus lances, y al final le tocan música, muy merecidamente… El leonés se aprovecha perfectamente de las condiciones del toro y hace una faena de las que ponen de pie. Sus pases ayudados no tienen desperdicio y son magistrales, por lo tranquilos y ceñidos, sus pases de pecho. Realmente mientras Gaona trastea a su adversario, puede apreciarse toda la elegancia innata que imprime a todas las suertes que ejecuta y que viene a ser el sello de personalidad, con que visa cada uno de sus arrestos… Cuadrado el toro, y en la suerte natural, entra Gaona sin vacilaciones, por derecho, vaciando divinamente y colocando el estoque hasta lo rojo en la mitad del morrillo. Una estocada con todas estas condiciones, tiene que ser de rápido efecto, y así sucede, doblando el toro momentos después de herido y cobrando Rodolfo una gran ovación mientras da la vuelta al ruedo… De la ovación que se le tributó al torero mexicano, se puede juzgar, con decir que se le cortó la oreja al bicho y se le concedió al leonés como el galardón supremo y merecidísimo…
¿La presentación en sociedad de la gaonera?

De lo transcrito deseo hacer notar una parte, la que dice: …el diestro leonés toreó a su primero con tres verónicas petronianas, un farol y tres de frente por detrás, engendradas y rematadas con muchísima guapeza…

Generalmente se admite como fecha de estreno de la gaonera por su autor en El Toreo, la del 23 de enero de 1910, festejo en el que ante toros del Marqués del Saltillo actuaron mano a mano Tomás Alarcón Mazzantinito y Rodolfo Gaona. Se afirma que como matador de toros, El Califa la realizó por primera vez allí ante el toro Pinalito, cuarto de la tarde. Así lo sostiene Horacio Reiba Alcalino y afirma la existencia de alguna noticia de que la ejecutó como novillero en Monterrey, en 1906. Por su parte, don Luis Ruiz Quiroz señala que también como novillero integrante de la Cuadrilla Juvenil, la había realizado ya en el coso de La Condesa el 10 de septiembre de 1907, cuando para lidiar novillos de Atenco y Piedras Negras, fue acartelado con Antonio Ortega.

La realidad es que Latiguillo advierte que ejecutó en este día el lance de frente por detrás, nombre histórico de la suerte, igual como lo hizo en su día Dulzuras, al narrar la corrida del 28 de marzo de 1910, en la plaza de la Carretera de Aragón para el ABC madrileño, cuando ejecutó la suerte ante el toro Sardinito tercero de los de Benjumea jugados esa tarde, en la que alternó con Vicente Pastor y Gallito.

Ya sabemos que la definitiva denominación de la suerte la estableció Don Pío, quien independientemente del antecedente histórico de la suerte, consideró que por la manera tan personal en la que Gaona la ejecutó, debía llamarse gaonera y así es como ha llegado hasta nuestros días.

El Gallo

Donde las crónicas coinciden, es en que la actuación del entonces Gallito fue redonda. Sobre ella afirma K. CH. T.:
Actuaron «Gallito», Segura y Gaona. El primero llegó al ruedo ganoso de aplausos y con sus vistosos lances supo arrancarlos en buena ley; con la muleta trasteó con inteligencia y pupila, y las faenas de sus tres toros fueron muy aplaudidas. En quites entró con oportunidad y se mostró muy buen compañero. Al entrar por uvas no se desvió de la recta y estuvo certero con el estoque…
Toritos de regalo

La función que me ocupa fue extensa, pues en ella se lidiaron nueve toros, los seis de lidia ordinaria y otros tres de regalo. A los cronistas invocados eso les produjo también sentimientos encontrados. En El Imparcial, Latiguillo alaba lo que considera la generosidad de la empresa y los toreros:
Y como apenas ha pasado una hora y cuarto de que empezó la corrida, al momento en que es arrastrado el sexto toro, y como la empresa de «El Toreo» es empresa que no se para en gollerías del toro más o menos para dar gusto al público, hete aquí que el público pide un toro más, que la empresa lo regala de buen grado… [Vicente Segura…] A su vez, hace gala de desprendimiento y de deseos, y regala un toro que ocupa el octavo lugar… En su último toro, que fue el «criminal» aquél de la fea lidia y peores instintos, Rodolfo trasteó con precauciones…
Por su parte, Don Prudencio en El País señala.
Por condescendencia del señor concejal que presidió ayer la corrida, se lidiaron nueve toros, o sean tres más de los anunciados, con lo cual se infringe el Reglamento en vigor, que claramente dice que no podrán lidiarse más toros que los anunciados, y sobre este particular bueno será que la autoridad competente ponga el remedio…

La gaonera, por Rodolfo Gaona
Ya podemos ver que la manía de regalar toros no es enfermedad de estos tiempos, sino que ya hace más de un siglo que se convirtió en inveterata consuetudo… ¿Será por eso que los tres cronistas consultados concluyen en que el festejo – 18ª del ciclo – fue el mejor de esa temporada a esa fecha?

Así vemos que cada cartel, aparte de anunciarnos o recordarnos la celebración de un festejo, nos puede revelar también la manera en la que la Fiesta era vivida en esos días. Lo que intenté contarles aquí, es la historia detrás del cartel y del estado de las cosas de los toros en esos días. Espero que pese a su extensión, la encuentren de interés.

Nota primera: Si alguien desea obtener la transcripción íntegra de las crónicas invocadas aquí, puede solicitármelas mediante algún comentario aquí mismo, o por correo electrónico.

Nota segunda: El resaltado en la crónica de Latiguillo no existe en su versión original, es imputable exclusivamente a este amanuense.

Aldeanos