Hace diez días que los purpurados de esta Fiesta se reunieron con la titular del Ministerio de Cultura de España, la señora Ángeles González – Sinde, confesa aficionada a los toros, pero que en ese señalado último día de septiembre, se preocupó por pintar su raya, como decimos aquí en México y dejar claro, tanto a los visitantes a los que se dijo que recibió – no hay testimonio gráfico de ello – como a la opinión pública, que su gusto por la Fiesta es una cosa y su trabajo es otra. Por ello, no permitió a sus augustos visitantes ni el ser acompañados por el ganadero y abogado Javier Araúz de Robles, aduciendo que de llevar los diestros asesor, el Ministerio tendría derecho a ello también – como si de litigio se tratara, lo que habla de la poca claridad de las intenciones de la señora Ministra – y tampoco les cumplió su íntimo deseo de llevarse a casa y para la posteridad, una instantánea que perpetuara el momento de ese extraordinario esfuerzo que hacían en pro de la Fiesta.
Ya apuntaba aquí mismo hace unas semanas que esa reunión tendría un final carente de resultados y que a lo más, generaría un declaración de buenas intenciones, pero ningún resultado concreto y así fue. Al final, se generó un documento que ni siquiera ocupó un folio completo en el que, se reitera la posición del señor Rodríguez Zapatero en cuanto a evitar la politización de los asuntos de la Fiesta – como si no lo estuvieran ya –, y el señalamiento al fracaso de cualquier otro intento de mejorar la actual situación, cuando se propone la creación de un grupo de expertos que analice la situación actual de la Fiesta. Decía el general Álvaro Obregón, en su día Presidente de esta República, si quieres que a algo se lo lleve la chingada, encomiéndaselo a una comisión… Seguramente la Ministra entiende los efectos nocivos de esos grupos de expertos y los toreros, llamados por Paco Cañamero del G – 7, entraron al trapo sin chistar y sin medir los efectos negativos que eso producirá, porque al final, no es más que una maniobra dilatoria.
Me parece que la realidad de esa visita de café y pastas con la señora González – Sinde es que ella sabía que la fracción parlamentaria del Partido Popular presentaría días después en el Senado la iniciativa para que la Fiesta fuera declarada Bien de Interés Cultural y cómo en el caso se trata de que todo lo que venga de la oposición no prospere, ella tenía instrucciones de su superioridad de no resolver nada y de no aparecer en nada, de forma tal que sus dichos, argumentos o incluso, su imagen, no pudiera ser utilizada en el debate parlamentario correspondiente y en algún momento, poner en crisis la negativa de su partido (PSOE), a secundar la moción del PP.
Lo triste de todo esto es que, el tiempo sigue su inexorable marcha, los toreros, sobre todo, los purpurados, siguen buscando que los asuntos del toreo pasen del Ministerio del Interior al de Cultura y aunque las razones que dan en algunos casos tienen peso, en otros, mueven a risa, como la de alguno de ellos, que esgrimió como motivo para ese cambio de atribuciones el hecho de que desde el del Interior les tienen cosidos a multas. Hasta donde mi entender alcanza, la única forma de evitar una multa, es cumpliendo con la normatividad correspondiente y si no se hace así, podrá ser Cultura, Sanidad o cualquier otro Ministerio el que aplique la sanción económica que corresponda. Pero en fin, cada quien tendrá sus propias motivaciones para pedir el cambio.
Hace unos días un amigo y colega, criador de reses de lidia, me hacía notar otro detalle en este enredo. Ninguna moción, legislativa o judicial va a progresar si no es consensuada con todas o con la mayoría de las fuerzas políticas representadas en las cámaras, pues de no hacerse de esa manera, la propuesta de una de ellas sin el apoyo de las demás, está condenada al fracaso. Así fue como la presentación de Pío García Escudero resultó ser una especie de suicidio político calculado, pues de antemano tenía conocimiento de que los votos de su formación no le eran suficientes para ganar la partida.
Entonces, ¿cuál puede ser la solución? Yo insistiría en primer lugar, en que se debe litigar en contra de los afanes prohibicionistas como el de Cataluña. Algunas Asociaciones de Aficionados ya han recurrido al Defensor del Pueblo para intentar que se deje sin efecto la legislación que impedirá la celebración de festejos taurinos a partir del año 2012. Un amigo madrileño me dice que en Barcelona sobre todo, la afición es poca y yo le replico, que aún siendo poca la afición allí, no es saludable ni política, ni taurinamente el dejar subsistente un precedente como ese. Lo que debe existir es la opción de que el que quiera ir a los toros, que vaya y el que no, pues que se quede en su casa o en el fútbol.
La otra cuestión es en el sentido de buscar un verdadero interlocutor por parte de los sectores que tengan interés en la Fiesta, porque hasta ahora, la interlocución se ha llevado a cabo – y aquí reconozco a la Ministra González – Sinde, el hecho de haber advertido esa situación – de manera fragmentada y guiada por intereses sectarios, es decir, como decimos aquí en México, cada quien quiere llevar el agua a su cántaro, sin importarle qué sucede con el resto del entramado. El problema está en encontrar a ese interlocutor que pueda hablar con conocimiento de causa y de forma equilibrada y desinteresada por todos, la afición incluida. ¿Estará Diógenes dispuesto a prestar su lámpara?
Una luz que se ve al fondo del túnel es el que el Premio Nobel de Literatura fue otorgado a Mario Vargas Llosa, uno de los pocos intelectuales de este mundo que no se avergüenzan de proclamar su afición a esta Fiesta. Hasta ahora, nadie ha cuestionado el otorgamiento de la presea por su afición a los toros, pero seguramente dentro de poco será señalado por ello. Me pregunto: ¿podría Vargas Llosa – o alguien con credenciales similares – ser ese interlocutor por el que preguntaba yo líneas arriba?