Cuando se anunció la salida del primer toro de regalo en la segunda corrida de la temporada 2011 – 2012 de la Plaza México, la tarde/noche del pasado 13 de noviembre, al conocerse el nombre que el ganadero José Marrón Cajiga había asignado al toro para la ocasión – Carterista –, Heriberto Murrieta, quien comentaba la corrida para la televisión, inmediatamente sacó a recuerdo una fotografía de don Jenaro Olivares que – materialmente – dio la vuelta al mundo. Es esa imagen, obtenida precisamente en la Plaza México, la que da pie para que en esta oportunidad meta yo los míos.
El día 2 de abril de 1950 se celebro la corrida de la Oreja de Oro, a beneficio de la entonces Unión Mexicana de Matadores y Novilleros. El cartel se formó con toros de Zotoluca para Fermín Rivera, Silverio Pérez, Antonio Velázquez, Luis Procuna, Raúl Ochoa Rovira y Rafael Rodríguez. El festejo, de acuerdo con las crónicas, fue uno de esos que resultan torcidos desde su inicio, pues el encierro fue escaso de trapío y su juego dejó bastante que desear.
La relación del festejo que la agencia informativa remitió al diario El Informador de Guadalajara y que apareció publicada al día siguiente al de la corrida, señala que la disputa del trofeo dorado quedó entre Antonio Velázquez y Rafael Rodríguez. De la crónica, extraigo lo siguiente:
Las opiniones se dividieron a la hora de otorgar la oreja de oro entre Antonio Velázquez y Rafael Rodríguez. Ambos hicieron lidia completa a sus respectivos toros, pero con poca suerte con el pincho. Velázquez necesitó dos pinchazos y dos medias desprendidas para terminar con su enemigo y Rodríguez de tres pinchazos, una honda que traspasa y un descabello… Desde el primer tercio ambos matadores se distinguieron en sus quites, tal vez de mayor valor los de Rodríguez, pues tuvo que luchar contra el aire. Las faenas fueron ambas a cual más de valientes y emotivas, Por lo que las opiniones mucho se dividieron al otorgar la oreja al final de la corrida y en vista de que no se hizo una opinión unánime, ni siquiera una franca mayoría a favor de alguno de los dos diestros, los directivos de la Unión, en voto de calidad, dieron la oreja de oro a Antonio Velázquez, lo que disgustó a los partidarios de Rodríguez…
Al final, Corazón de León se llevó el trofeo y los partidarios del Volcán de Aguascalientes se lanzaron al ruedo para llevárselo en volandas. Quien lo cargó sobre sus hombros fue otro hidrocálido, un estudiante de segundo año de Ingeniería Civil, Jorge López Yáñez, que inició la vuelta al ruedo con el torero a cuestas y un buen contingente de aficionados y seguidores detrás de él. En ese trayecto es cuando la lente de la cámara de don Jenaro Olivares captó la escena que dio la vuelta al mundo.
La historia de la imagen
La fotografía de Olivares publicada en LIFE el 1 de mayo de 1950 |
Como se puede observar en la imagen que encabeza este texto, Jorge López Yáñez, apodado El Vago, vestido con una camisa a cuadros y un saco o americana, carga al torero y lleva la vista al frente, con una expresión de cierto júbilo o satisfacción, en tanto que a su izquierda un jovencito que lleva un overol y un gorro tejido aclama emocionado al diestro y por la derecha, un chiquillo aprovecha la distracción del costalero para con habilidad, extraer la billetera – cartera le llamamos en México – del que con el paso del tiempo sería el Ingeniero López Yáñez. Un poco más a la derecha, un agente de policía, voltea exactamente hacia el otro lado de donde los hechos suceden, pensando quizás que a él le pagan por cuidar el orden, no el desórden…
Esa fotografía, entiendo, se publicó originalmente en una revista de la Ciudad de México, llamada Hoy.
La vuelta al mundo
Una vez aparecida en Hoy, la obra de Jenaro Olivares apareció en la revista LIFE en los Estados Unidos en un par de ocasiones. La primera de ellas fue en la página 31 del número correspondiente al 1º de mayo de 1950 y se le calificó como la fotografía de la semana. El pie de la publicación de la imagen en esa ocasión decía lo siguiente:
Carterista en acción. El público ovacionaba ruidosamente cuando Rafael Rodríguez, con el terno ensangrentado, era sacado en hombros de la plaza de toros México. Pero cuando esta fotografía apareció en la revista “Hoy”, dejó de lado al matador, para comentar al “habilidoso carterista” sustrayendo una billetera, mientras que a su lado, “abstraído totalmente”, se encontraba un policía uniformado, “tal y como sucede todos los días, en todos los rumbos de la ciudad”, proclamaba “Hoy” con tristeza.
La imagen se llevó de nueva cuenta a las páginas del semanario norteamericano. En esta oportunidad al número aparecido el 2 de abril de 1951, cuando en la página 124, se hizo el siguiente análisis de ella:
Qué hay en una fotografía...
Cuando la mayor parte de las personas vieron esta fotografía, hicieron una doble apreciación. En una primera oportunidad, todo lo que vieron fue al matador herido. Después, desparramaron la vista por el resto de la imagen y sonriendo, gozaron con lo que veían.
¿Pudo cualquiera, estando parado a la altura del codo del fotógrafo haber visto la rápida y furtiva acción del carterista? Probablemente no. El observador pudo mirar, más no ver el incidente significativo entre los gritos de la multitud. ¿Por qué? Porque en un momento de excitación, no vemos las cosas con claridad. ¿Qué novia ve su propia boda con claridad? ¿Cuántos testigos de un accidente pueden coincidir con sus versiones sobre lo ocurrido?
Un evento cualquiera se observa mejor en imágenes que cuando ocurre. En una fotografía podemos estudiar todos los hechos y detalles con calma y sin apasionamiento y percibir objetos que hubiéramos pasado por alto sí hubiéramos estado allí.
En LIFE, 2 de abril de 1951 |
En esta segunda ocasión, más que meramente describir la imagen, se entra a la actividad del fotógrafo, a la manera en la que captura las imágenes y a su posición dentro del momento que imprime – en el caso comentado – en la película, así como el hecho de que a – posteriori, una buena foto nos permite conocer mejor un hecho, aún habiéndolo vivido.
Para terminar presento esta reflexión que hace la maestra Rebeca Monroy Nasr acerca de esta fotografía, de la que aparte de su calidad, resalta su oportunidad, aún demostrando un evidente desconocimiento de lo que es la fiesta y la manera de hacer fotografía en ella, porque conociendo la obra y el profesionalismo de don Jenaro Olivares, me resulta inverosímil que haya perdido la faena, únicamente para realizar la fotografía que ella comenta y que es la que da lugar a esta entrada:
Paradigmática resulta la imagen de Jenaro Olivares cuando capturó con su cámara el momento climático en que un fanático lleva en los hombros al torero Rafael Rodríguez a dar la vuelta al ruedo, sin importarle que hubiese perdido la faena. Olivares sucumbe en entusiasmo mientras un ladronzuelo toma hábilmente su cartera, ahí frente a la nariz de un policía distraído, y otras escenas que se entrecruzan en el momento decisivo de esta fotografía bruegueliana…