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domingo, 18 de agosto de 2024

11 de agosto de 1974: La tragedia de José Falcón en Barcelona

José Falcón – civilmente, José Carlos Frita Falcão – era originario de Vila Franca de Xira, en Portugal. De acuerdo con el Cossío, se presenta en público por primera vez en Montijo, el año de 1962. Llega a ruedos españoles hasta el año de 1967 y su presentación como novillero en Las Ventas en Madrid ocurre el 19 de marzo de 1968.

José Falcón estaba inicialmente radicado en Salamanca, apoderado por Simón Carreño, quien fuera novillero en los años cuarenta, después hombre de plata a las órdenes de diestros como Joaquín Bernadó y Francisco Barrios El Turia y quien, al dejar los ruedos, se dedicó a ser veedor de toros para la familia Chopera y a apoderar toreros. Tenía cierta debilidad por los diestros lusitanos, porque en su andar por los entretelones de la fiesta, apoderó y llevó a la alternativa a toreros como Amadeo dos Anjos o Rui Bento Vasques, así como también a quien me ocupa en este momento.

José Falcón recibió la alternativa en Badajoz la víspera del día de San Juan de 1968, de manos de Paco Camino y llevando como testigo a Francisco Rivera Paquirri, cediéndosele al toro Norteño de la ganadería portuguesa de Alberto Cunhal Patricio. La confirmación en Madrid sería el 27 de 1969, cuando Vicente Punzón, en presencia de Aurelio García Higares, le entregara muleta y espada para despachar a Arrallano de la ganadería de Murteira Grave, también lusitana.

En su primera campaña como matador de toros, José Falcón toreó 17 corridas de toros y en la del año de su confirmación, sumó 26 festejos, de acuerdo con los escalafones publicados por el semanario madrileño El Ruedo

Su paso por las plazas de México

José Falcón se presentó en plazas mexicanas durante la temporada 1970 – 71. La primera plaza en la que actuó fue en la de Mérida, el 29 de noviembre de 1970, alternando con Joselito Huerta y Mario Sevilla en la lidia de toros de Santo Domingo. Le cortó una oreja al segundo toro de su lote. Su segunda tarde fue la de su confirmación de alternativa en la Plaza México, el 13 de diciembre siguiente, en la que compartiendo cartel con Joaquín Bernadó y Antonio Lomelín, se lidió un encierro de Zacatepec.

La corrida de don Daniel Muñoz salió complicada. El toro de la ceremonia se llamó Valenciano y el sexto de la corrida fue Murciano, que le pegó una cornada al confirmante, que se quedó en el ruedo hasta acabar con él. La crónica aparecida en el semanario El Ruedo de Madrid fechado el 15 de diciembre de ese 1970, entre otras cosas dice:

El diestro portugués José Falcón, quien confirmó su alternativa de manos del español Joaquín Bernadó, fue ovacionado al torear por verónicas y chicuelinas. Banderilleó entre grandes aclamaciones. Tras recibir los trastos de matar, hizo faena por derechazos y naturales, procurando sacar partido de la sosa embestida, sin lograrlo totalmente. Terminó con pinchazo y gran estocada que arrancó palmas. El sexto lo cogió aparatosamente cuando daba el segundo lance, infiriéndole una cornada... luchando contra su apoderado Simón Carreño, que trataba de impedirle que continuase la lidia, siguió en ella, realizando con la muleta faena dramática que emocionó a los espectadores. Pinchazo y gran estocada. Lo despidieron con ovación de lujo, cayendo sombreros a sus pies cuando iba camino de la enfermería...

Pundonor y vergüenza torera fue lo demostrado principalmente por José Falcón, quien llevaba, de acuerdo con los médicos, las siguientes lesiones:

Herida por asta de toro en el tercio medio, cara externa del muslo izquierdo, con una trayectoria hacia abajo de unos 15 centímetros, que llegó hasta el fémur y otra hacia arriba, de unos 20 centímetros, que interesó músculos de la región. De no presentarse complicaciones tardará en sanar veinte días. Firman los médicos Tirso Cascajares y Javier Campos Licastro.

Reaparecería hasta el día de año nuevo en Irapuato, donde sería herido de nueva cuenta, para volver a los ruedos hasta el 24 de enero de 1971 en Acapulco y de allí actuar en Autlán de la Grana, otra vez en Acapulco y cerrar su paso por nuestras plazas en Mérida el 7 de marzo de ese año. Ya no le volveríamos a ver aquí en México.

Barcelona, 11 de agosto de 1974

La corrida del 11 de agosto del 74 en Barcelona era la vigésima primera de las treinta y cinco que se ofrecieron en esa temporada en la Plaza Monumental, que en total albergó medio centenar de festejos – 15 de ellos novilladas –, de acuerdo con el recuento que hace mi amigo José Luis Cantos Torres. Se anunció a don Álvaro Domecq, quien actuaría ante un toro de Javier Pérez Tabernero y a Manolo Cortés, José Falcón y Paco Bautista para enfrentar seis toros de Hoyo de la Gitana, ganadería propiedad de los hijos de don Alipio Pérez Tabernero.

El segundo toro de la tarde se llamó Cuchareto, número 12, negro y se le anunció un peso de 506 kilos. Las crónicas dejan ver que no fue un toro fácil. De la crónica escrita por Julio Ichaso para La Vanguardia de Barcelona (13/08/74), extraigo:

Segundo, número 12, «Cuchareto», que era muy refractario a vérselas con el caballo, pero, al fin, lo hizo y recibió dos puyazos con buen empuje. Falcón tomó los palos y banderilleó con brillantez. El primer par, al cuarteo; el segundo, saliendo del estribo, y el tercero y último, ganándole la cara al bruto. Muchas palmas y salida al tercio para saludar. Brindó a la concurrencia. «Cuchareto» entraba fuerte si engaño. Elevaba mucho la cara y punteaba peligrosamente. Falcón no se afligió y le sacó buenos pases, preferentemente por la vereda derecha. Al muletear por naturales fue corneado por la pierna izquierda y pasó a la enfermería en brazos de las asistencias. Acabó con él toro Manolo Cortés de dos pinchazos y una estocada profunda. Dio la vuelta al ruedo el peón de confianza de Falcón.

José Falcón se la estaba jugando ante un toro que, como todos, tenía su lidia, pero que también iba a vender cara su muerte. En un parpadeo, lo prendió y le hundió todo el pitón derecho, según se puede deducir del parte rendido por el doctor Olivé Millet:

En el segundo toro fue intervenido el diestro José Falcón, natural da Vilafranca de Xira (Portugal), de treinta y un años de edad, afecto de una cornada de orificio de entrada en la cara antero – interna y tercio superior del muslo izquierdo, de dirección hacia arriba y adentro, que desgarra en unos diez centímetros la vena femoral, contusiona la arteria y produce grandes lesiones musculares. La herida vascular origina una copiosa hemorragia y un síndrome de anemia aguda, con shock traumático muy intenso. Se ha procedido a la ligadura extraperitoneal de la vena ilíaca externa y del cabo distal de la vena femoral. Se han transfundido tres litros de sangre y uno de plasma liofilizada. Pronóstico gravísimo. Firmado doctor Olivé Millet.

Ligadura extraperitoneal de vena ilíaca externa… Esa descripción deja ver que el pitón de Cuchareto le llegó hasta el bajo vientre al infortunado José Falcón, quien a pesar de los cuidados que le fueron prodigados, falleció ese mismo día a las once de la noche.

Las reacciones al suceso

Una de las primeras reacciones que pude localizar fue la de Simón Carreño, su apoderado, que entrevistado para el diario madrileño Pueblo (12/08/74), se lamentaba de la mala suerte de su torero:

Simón Carreño apoderaba al diestro portugués José Falcón, desde su primera novillada en España… No sé mucho más que ustedes. Me llamaron desde la enfermería de la Monumental diciéndome que su estado se agravaba por momentos. ¡Figúrense, una cornada en la femoral! «Le han puesto tres litros de sangre – me dijeron – ¡Véngase!» Salí como un rayo de Salamanca. Luego, la radio me confirmó la muerte. José se estaba muriendo a chorros; el pobre ha tenido verdadera mala suerte... Ha tenido siempre bastante mala fortuna. En los años que yo le apodero, debe haber recibido más de diez cornadas; varias de ellas de bastante gravedad. Se acercaba mucho al toro... En el archivo quedan otras cogidas y de las que pudo salir con vida. Reflejan su valentía ante el toro. Pero esta vez la cornada pudo con su fortaleza, con su juventud… Simón Carreño, su apoderado, su amigo durante más de seis años, tiene la voz emocionada y desvía constantemente la vista… Y en su cabeza bullen los años difíciles, los triunfos y las penas que han vivido juntos, las otras cornadas que le llamaron a su lado…

Por su parte, Vicente Zabala Portolés, encargado de la información taurina en el ABC de Madrid, hace las siguientes reflexiones a propósito de su muerte y de su posición en el llamado planeta de los toros:

Acaba de morir un hombre que se quedaba fuera de todas las ferias, uno de esos legionarios del toreo que no sabían de otra política taurina que la de ponerles el pecho a los toros astifinos. Cuando se le daba paso en una corrida de feria, al igual que a Dámaso Gómez, era para matar la corrida de Miura. El año pasado el portugués formó un auténtico alboroto – que no era el primero – en la feria de Bilbao con toros de la terrorífica divisa. ¿De qué le valió? Nadie puede decir que no se arrimara. Era un consumado banderillero y un muletero sobrio y seguro, invito a repasar la colección de mis crónicas (con tanta fama de duras) a quien guste. Predominaron los elogios, siempre merecidos porque el portugués era de los que se los ganaban a golpe de corazón tarde tras tarde… Una vez más nos encontramos ante la tremenda injusticia de la desigualdad. La profesión de torero está preñada de riesgos, sacrificios, hambres, sudores y gloria… Estoy seguro – eso lo saben todos los taurinos – que, en la corrida de Barcelona, a la hora de vestirse de torero, Falcón no sabía tan siquiera lo que iba a cobrar. Si le quedaban libres cuatro o cinco mil duros podía darse por satisfecho. Una miseria a cambio de una vida joven, dedicada por completo a la fiesta…

Duras las apreciaciones de Zabala, pero también llenas de claridad. José Falcón fue parte de un grupo de toreros que fueron una especie de prototipos de los que hoy se califican como especialistas, para los que no hay espacio más que en las corridas llamadas duras y solamente en ellas. No importan sus triunfos ante esos toros que nadie más quiere, porque no habrá espacio para ellos en otro tipo de corridas. De lo de los dineros, que también menciona, lo dejo al criterio de cada uno de ustedes que invierten su tiempo en leer estos pergeños.

La despedida de José Falcón

El cadáver de José Falcón fue velado en la propia enfermería de la plaza de toros. Dice la prensa de la época, que aparte de sus familiares cercanos y su esposa, estuvieron presentes toreros como Mario Cabré, Enrique Patón, Manolo Cortés, Pedro Gutiérrez Moya Niño de la Capea, Joaquín Bernadó, José Manuel Inchausti Tinín, Manuel Amaya José Luis Parada, así como el rejoneador Álvaro Domecq.

Al día siguiente se llevó a cabo la misa exequial en la propia capilla de la plaza de toros, refiriendo el ejemplar de El Ruedo salido a la venta el 20 de agosto siguiente:

En la capilla de la plaza de toros Monumental, que resultó insuficiente para recoger a los numerosos aficionados y amigos del finado, se celebró una misa de «corpore insepulto» y, a continuación, el féretro fue izado en hombros por toreros compañeros del extinto, que dieron la vuelta al ruedo, saliendo después por la puerta grande de la plaza, para ser trasladado a su última morada, en el cementerio del Sudoeste...

Así terminó el paso por este mundo de un torero que fue pura entrega y honradez en los ruedos. Que haya encontrado el descanso perpetuo.

Aviso parroquial: Los resaltados en los textos transcritos son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 16 de junio de 2024

17 de junio de 1951: Juan Silveti confirma su alternativa en Madrid

Con la oreja de Pavito
Madrid 17 de junio de 1951
Foto: Martín Santos Yubero
Juan Silveti Reynoso era hijo de torero. Su padre, quien llevaba el mismo nombre y entre otros apodos, el de El Tigre de Guanajuato, fue una destacada figura en el primer cuarto del siglo XX en los ruedos de España y de México y había recibido primero una alternativa en enero de 1916 en El Toreo, misma que debió revalidar en Barcelona el 18 de junio de ese mismo año y después confirmarla en la Plaza de la Carretera de Aragón el 8 de abril de 1917, apadrinándole Rafael Gómez El Gallo y fungiendo como testigos Castor Jaureguibeitia Cocherito de Bilbao y Pacomio Peribáñez - curiosamente asesor artístico de la presidencia esta señalada tarde -, siéndole cedido el toro Zarcillo de Salvador García de la Lama.

En este mismo sitio he expuesto algo de la vida, obra y hazañas del también llamado Juan sin Miedo, así que hoy intentaré recordar el hecho de que su hijo, siguiendo sus pasos, confirmó también su doctorado en la capital española, ahora en la Plaza de Toros de Las Ventas, aprovechando que, después de cuatro años, las relaciones taurinas entre México y España se reanudaron el 25 de febrero anterior, con la celebración de tres Corridas de la Concordia en Madrid, Barcelona y México. Precisamente Juan Silveti se presentó en cosos hispanos actuando en la capital catalana ese día. A propósito de su actuación en ese festejo, entre otras cosas, escribió Eduardo Palacio, cronista del diario La Vanguardia al relatar la corrida:

Y ahora, mi viejo y querido amigo, Juan Silveti «Tigre de Guanajuato», llamado así por tu gran valor y haber nacido en ese pueblo hace cincuenta y ocho años, o, mejor dicho, va a hacerlos el mes próximo, voy a decirte lo que fue la presentación de tu querido «cachorro». Desde luego, no tiene tu valor, bien acreditado por tus treinta cornadas, pero torea mucho mejor, es más fino con la capa y se ha apropiado este estilo de hoy que, por lo que tiene de plasticidad, gusta sobremanera a la afición de hogaño... Mi opinión sincera es que en cuanto se familiarice con el ganado de aquí, tan diferente del vuestro como tú bien sabes, honrará el apellido que paseaste con tanta bizarría por los ruedos españoles...

Esa actuación le atrajo las miradas de las empresas y pudo presentarse en Sevilla, volver a Barcelona y actuar en La Línea de la Concepción antes del día de la confirmación de su alternativa, que se daría en uno de los primeros festejos a celebrarse después de terminada la Feria de San Isidro.

La tarde de su confirmación

El festejo del domingo 17 de junio de 1951 se anunció con un encierro salmantino de Manuel Sánchez Cobaleda, encaste Vega – Villar, para Antonio Bienvenida, Manolo dos Santos y Juan Silveti, quien confirmaría la alternativa que había recibido en la Plaza México el 15 de enero de 1950, de manos de Fermín Rivera y curiosamente, fungiendo como testigo, también el Lobo Portugués.

Juan Silveti estrenó un terno que de acuerdo con la mayoría de las crónicas era de color azul turquesa y oro, aunque alguna de ellas hablan simplemente de un vestido azul y oro y se enfrentó en primer término a Pavito, número 178. De su actuación ante este toro, escribió don Luis Uriarte, firmando como El de Tanda, en la Hoja Oficial del Lunes del día siguiente al del festejo:

A Silveti, que confirmaba su alternativa, se le aplaudió, con creciente estrépito, de principio a fin de la lidia del primer toro de los de Sánchez Cobaleda. Apenas había pisado la arena "Pavito" – reseñémoslo para la historia: número 178, negro, listón, jirón, calcetero, lucero, bien armado – y ya el mejicano sacaba a relucir su arte en unas verónicas ejecutadas como los cánones mandan: parando, templando, cargando la suerte para mandar y recoger bien, que es como se debe torear. Eso es: torear. Con toreo más perfecto aún en el primer quite a la misma suerte. Después, con la muleta, otra exhibición de toreo clásico, a base de naturales y de pecho, con ambas manos, y sin que la sobriedad y justeza de la faena la perturbasen más que el mínimo adorno de alguna tocadura de pitón o algún ligero desplante, sin perder... ¿cómo diríamos?, sin perder la formalidad. Muy bien. Y sin alargar más de lo preciso – como es corriente y moliente – aquella faena de toreo largo en su ejecución, artístico en su estilo, inteligente en su concepción, pues el cornúpeta estaba ya muy quedado, una estocada casi entera, que lo derrumbó sin puntilla. Huelga decir que hubo concesión de oreja, vuelta al ruedo y ovación de las de verdad. Silveti quedaba admitido en Madrid con todos los honores... Y Silveti, finalmente, aunque muy voluntarioso, tampoco pudo sacar partido del mansurrón y también incierto sexto toro, del que se deshizo de media estocada. Se ovacionó cariñosamente al espada mejicano...

El cronista, aunque con brevedad, advirtió prontamente las buenas maneras y el fino hacer de Juan Silveti, quien pronto caló en el ánimo de la afición madrileña y terminaría siendo uno de los toreros predilectos de esa plaza.

Por su parte, Antonio Bellón, encargado de la crónica en el diario Pueblo, reflexiona lo siguiente:

La faena es justa, sobria y seria. Los naturales, los redondos y la espera, cruzado y cruzado con el toro, para los pases de pecho, arranca ovaciones y rodean la esbelta figura del torero el oro del triunfo. ¡Torero! ¡Torero!, es el run – run admirativo del público ante la faena cada vez más pausada, más torera, rematada con un acariciar de pitones para llevar al toro, agotado en los últimos muletazos tan rítmicos como los primeros, ritmo que Silveti ha impuesto a su faena, a su gran faena, porque han ido de la mano compenetrados su valor y el arte de torear. Faena tan trabada tiene rúbrica de volapié corto. El volapié sólo es posible cuando el toro no ve nada más que el cuajarón de sangre de la muleta sin prisa ni pausa que lo encela, eleva y burla. Toro bien toreado, a volapié muere. Con muerte espectacular de calambrearse las patas y rodar levantadas hacia el cielo, de donde parece bajar un tormentón de ovaciones cuando los pañuelos blancos se guardan porque la oreja, en tan noble lid ganada va a manos de Silveti – que ordena cortar la cabeza de “Pavito” –, que da la vuelta al ruedo, recoge prendas, saluda y deja un hondo rejazo en la admiración del público de Madrid…

El relator de Pueblo, repara en algunos hechos que tienen interés, como en las reacciones que el hacer de Silveti generaba en los tendidos o en el hecho de que el torero haya pedido la cabeza del toro de su confirmación para llevarla al taxidermista.

Por su parte, Manuel Sánchez del Arco Giraldillo, en la edición del ABC madrileño del martes 19 de junio, reflexiona:

Juan Silveti ha entrado con buen pie en nuestra primera plaza. Es un torero completo, seguro, con arte. No es estilista, pero tiene estilo. Creo que, por ver a Silveti, pueden darse por bien empleados todos los trabajos hechos para arreglar el pleito. Hay que contar con él; hay que verle y considerarle muy en serio. No es efectista – eso queríamos decir cuando aludíamos al estilismo – sino un torero cabal; lidiador, sobre todo. Con la capa, perfecto; con la muleta, extraordinario. Con ambas manos tiene un perfecto dominio. La posición que adoptó para el toreo al natural es de la mejor escuela. A un toro muy soso, como era aquel con el que Bienvenida le confirmó la alternativa, le sacó el máximo partido y lo mató de un gran volapié... El sexto toro, que era receloso y se vencía mucho, ratificó las posibilidades de Silveti ante la res difícil... Fie despedido con una ovación...

En un breve párrafo condensa, sin recurrir a la descripción de la actuación del diestro, la impresión que como torero dejó en esa señalada tarde.

Otras cuestiones de esa misma tarde

El propio Giraldillo hace notar la brillante actuación de Humberto San Vicente, picador mexicano de la cuadrilla de Juan Silveti, del que escribió:

No terminaremos sin recoger una nota seria: la manera de picar del mejicano San Vicente, bueno entre los mejores que hoy montan a caballo...

Y habrá que señalar que Antonio Bienvenida, el padrino de la tarde, tuvo que matar cuatro toros, los dos de su lote y los que sorteó Manolo dos Santos, herido al empezar a pasar de muleta al primero suyo, tercero de la corrida. Así era el reglamento de entonces. Saludó una larga ovación tras de dar lidia completa al segundo de la tarde.

Y Manolo dos Santos, arrimándose como desesperado, se llevó una cornada de gravedad, según el parte rendido por el doctor Jiménez Guinea:

Manolo dos Santos sufre una herida en el tercio medio e inferior, cara interna, de la pierna izquierda, de veinte centímetros de extensión, que produce destrozos en la piel y más extensos en aponeurosis y, sobre todo, en los músculos gemelo y soleo, con una trayectoria hacia afuera, que atraviesa totalmente la pierna hasta su cura externa. Pronóstico gravísimo. – Doctor Jiménez Guinea.

Así fue como concluyó la corrida en la que se presentó en Madrid Juan Silveti, un torero que, al paso del tiempo, veríamos que se convirtió en uno de los preferidos de la afición de la Villa y Corte.

Aviso parroquial: Los resaltados en los extractos de las crónicas de Eduardo Palacio, Antonio BellónLuis Uriarte y Giraldillo son imputables únicamente a este amanuense, porque no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 14 de abril de 2024

14 de abril de 1974: Las alternativas de Frascuelo y Paco Alcalde en Barcelona

Un día como hoy de hace 50 años fue Domingo de Resurrección, fue domingo de inicio de temporada en muchas plazas de España y en esos días, cuando había toros en Barcelona, la temporada de la Monumental arrancó con una singular corrida de toros en la que Curro Romero convirtió en matadores de toros al madrileño Carlos Escolar Frascuelo y al manchego Paco Alcalde. Podrá pensarse que es extraño que en esa señalada fecha el Faraón de Camas no actuara en Sevilla, pero revisando los anuarios, puede uno darse cuenta que ese señalado domingo pasa a ser de su exclusiva hasta el año de 1981 y que en 1974, actuaron allí ante toros de María Pallarés el rejoneador Antonio Ignacio Vargas, Manuel García Palmeño y Julio Vega Marismeño

Una tarde en la que se otorgan dos alternativas no es frecuente en la historia de la fiesta. Así lo discurre Julio Ichaso, cronista del diario barcelonés La Vanguardia, quien, en el introito de su relación de esta corrida, refiere:

En lo que va de siglo se han otorgado las siguientes: el 10 de octubre de 1909, en Barcelona, La recibieron los diestros mejicanos Carlos Lombardini y Piña y Pedro López e Hinojosa, de manos de «Machaquito» y Moreno de Alcalá. El 26 de septiembre de 1918, en Madrid, con Joselito «El Gallo», como padrino se doctoraron Manuel Varé y García «Varelito» y Domingo González Mateos «Dominguín». Hasta el 12 de octubre de 1950 no se efectúa otra doble alternativa. «Cagancho» la confirió, en Valencia, a Julio Aparicio y Miguel Báez «Litri». El 1o de noviembre de 1951 tuvo lugar en Utrera (Sevilla) la misma ceremonia a favor de Juanito Doblado y Juan de Dios Pareja Obregón, de manos de «Chicuelo». De nuevo, nuestra plaza de Barcelona y durante los festejos de Nuestra Señora de la Merced, el 27 de septiembre de 1956, César Girón se las otorga a sus hermanos Rafael y Curro Girón, diestros venezolanos. La última alternativa doble que nos acordamos se refiere a Diego Cadena Torres, ecuatoriano, y Pepín Vega, los cuales, precisamente el 19 de septiembre de 1971, en el coso de La Algaba (Sevilla) recibieron los entorchados de matadores de toros de manos de «Utrerita»…

El encierro a lidiarse fue de Juan Mari Pérez Tabernero, de Matilla de los Caños, Salamanca, ganadería que actualmente lidia como Montalvo. Una corrida escasa de fuerza, que, a decir de las crónicas, condicionó en gran medida el resultado final de la corrida. Escribió Rafael Manzano para la Hoja del Lunes de la capital catalana:

El encierro de don Juan María Pérez Tabernero careció de fuerzas. El primero ya se ha dicho: cayó en la arena y allí tuvo que ser apuntillado; el segundo, llegó a la muerte con un refilonazo y dos pares de banderillas; el tercero, no aguantó más que una vara; el cuarto, una res más hecha, acusó media arrancada en el último tercio; el quinto tuvo una embestida larga, aunque punteó algo por el derecho; y, el que cerró plaza fue un pan sin sal, y también carecía de fuelle…

Y agregaría Juan Fontanet del diario Mundo Deportivo, más o menos en la misma línea de pensamiento:

…la corrida de Juan Mari Pérez Tabernero de ayer tarde en la Monumental de nuestra ciudad, primera de este ejercicio, no pudo satisfacer más que a contados espectadores, de esos que cuando un toro no puede con el rabo, y se cae y se vuelve a caer y el espada, montera en mano, solicita el cambio de tercio después un puyazo, cuando no de un leve picotazo, aplauden alborozados, sin comprender que al hacer esto, lo que hacen, en realidad, es aplaudir la inexistencia del toro. Porque si lo que salió por chiqueros es un toro, un toro de verdad, ni con vara ni con dos lleva suficiente castigo…

Y es que, dice la máxima, cuando se cae el toro, se cae la fiesta, y eso es una verdad que no se puede negar.

La alternativa de Frascuelo

El primero en recibir los trastos de Curro Romero fue Carlos Escolar Frascuelo, con la cesión del toro Desconocido, número 27. Pero lo destacado de su primera tarde como matador de toros lo tuvo con el quinto de la corrida, de nombre Gatuno, ante el que, de conformidad con lo que escribió el cronista de la Hoja del Lunes, realizó lo siguiente:

Al quinto, una res cornivuelta la saludó «Frascuelo» con dos largas cambiadas, de hinojos. Y volvió a lucirse en un quite por gaoneras. Esta vez fue premiado con palmas en las banderillas. Construyó el maestro una faena larga y voluntariosa, iniciada con tres pases ambas rodillas en la arena. Nos gustaron algunos naturales, pero siempre con el defecto de que la res le engatillase el engaño. Mató con agallas, de una hasta la bola, chispa tendida. Y como el respetable había ido con ganas de divertirse pidió la oreja concedida por el «usía». Dio la vuelta al ruedo con una cargazón de flores…

La tarde de Paco Alcalde

El torero manchego fue investido como matador de toros en el tercero de la tarde, nombrado Azuceno, número 36, pero al igual que Frascuelo, la médula de su actuación se encontraría con el toro que cerró plaza, anunciado como Leñador y del que refiere Julio Ichaso que su actuación fue:

Sexto, número 75, «Leñador». Se escobilló al rematar en tablas. Admiramos lances estupendos. Los garapullos los clavó Alcalde con gran juego de brazos, el último extraordinario, por dentro jugándose el tipo. Muchas palmas. Faena muy peculiar del manchego iniciándola con pases por la derecha, en dos tandas, a cuál más atractivas y llevando a su oponente uncido al engaño, sin perderle la cara. Olés y música. Todo lo realizó cerca, cerquísima, sin vacilaciones ni dudas. Un metisaca y, a la segunda ida hacia el morlaco, clavó la espada con una herida mortal de necesidad. Cortó una oreja y lo pasearon a hombros por la arena, al igual que a su compañero «Frascuelo»…

La tarde de Curro Romero

Las opiniones acerca de la actuación de Curro Romero son encontradas. No hay dos que coincidan en cuanto a forma ni en cuanto a fondo. La opinión de Rafael Manzano en la Hoja del Lunes es la más desarrollada, pero sin dejar de señalar que el maestro salió abroncado de la Monumental:

…confesemos que lo más artístico de la tarde a él se lo vimos: cuatro verónicas, lentas, armoniosas, con aire de sonata. Lástima que el toro, de chocolate, leche y mantequilla, careciera de fuerza. Casi sin picar y con dos pares de banderillas pasó al último tercio. Montó el maestro una faena adornada, donde destacaron algunos pases de la firma, llenos de garbo, así como algunos ayudados. Pero la res estaba completamente agotada. Y el maestro la rindió de un pinchazo y un bajonazo. Protestas. El cuarto de la tarde, una res astifina, no gustó al faraón desde que pisó la arena. Lo lanceó con la pañosa, movido. La res tomó dos varas, muy fuertes y llegó con media arrancada al último tercio. Curro Romero, se limitó a un toreo por la cara y a aventarle las moscas a su enemigo. Al que despenó de un pinchazo hondo y una estocada propinada a paso de banderillas. Bronca…

Fue Curro Romero en estado puro.

El devenir de los toricantanos

Paco Alcalde tuvo un breve espacio de gloria en las temporadas de 1975 a 1978, en las que toreó más de una cincuentena de corridas en cada una de ellas, llegando a ser una de las cabezas del escalafón, posteriormente comenzó a descender su número de actuaciones hasta que en el año de 1994, cambió el oro por la plata, habiéndose colocado en diversas cuadrillas, entre ellas, la de su sobrino Francisco Rivera Ordóñez.

Por su parte Carlos Escolar Frascuelo a la fecha se mantiene dentro del escalafón de matadores de toros, y hasta hace relativamente poco tiempo, era un infaltable en las corridas del verano madrileño, festejos en los que enfrentaba toros de los que no todos los diestros aceptan, y siempre desarrollando una tauromaquia clásica e inclinada hacia la pureza.

La corrida del día siguiente

La corrida del lunes 15 de abril, con los toros de don Lisardo Sánchez para El Viti, Niño de la Capea y Manolo Arruza, se suspendió por lluvia y quedó pospuesta para el domingo 28 de abril.


domingo, 26 de noviembre de 2023

26 de noviembre de 1977: Miguel Espinosa Armillita recibe la alternativa en Querétaro

Miguel Espinosa, el menor de los hijos varones del Maestro Armillita, después de torear un importante número de festivales al lado de su hermano Fermín y de los hijos de otros toreros, sobre todo de la Edad de Plata mexicana, empezó a vestir el terno de luces el año de 1976. Se presentó con los del castoreño el 18 de marzo de ese año en Jiquilpan, Michoacán, alternando con Javier Tapia El Cala y Miguel Munguía El Inspirado para lidiar novillos de la ganadería de su padre y unos días después toreó una segunda en San Juan de los Lagos, Jalisco.

La tercera novillada de su carrera fue su presentación ante la afición de la ciudad en que nació, Aguascalientes, el domingo 18 de abril, en el festejo que ese año abría la Feria de San Marcos, disputando el trofeo del Cristo Negro del Encino, junto con Pepe Luis Vázquez hijo, Alfredo Gómez El Brillante, Carlos Liceaga, Juan Miranda y Pedro Loredo, ante un encierro de San Manuel.

Era una apuesta arriesgada, venir a abrir una de las ferias más importantes de América y matando un solo novillo, pero al final, lo resolvió con suficiencia y cautivando a la afición que se reunió en la plaza Monumental Aguascalientes, llevándose a su casa el trofeo en disputa, mismo que le entregó al final de la novillada Alfonso Ramírez Calesero.

Esa temporada torearía una veintena de festejos aquí en México y para 1977 marchó a hacer campaña en ruedos europeos, actuando en plazas de primer orden como Barcelona, Sevilla, Valencia o Pamplona. De su presentación en Barcelona, el 27 de marzo, escribió Julio Ichaso para La Vanguardia:

Es hijo del espada azteca Fermín Espinosa «Armillita», tan conocido y aplaudido en nuestras plazas. Se presenta Miguel, en Barcelona... Como dato curioso diremos que «Armillita chico» actúa en Barcelona precisamente en la fecha que su padre Fermín tomara la alternativa aquí, hace cuarenta y nueve años y dos días, para ser exactos... Miguel tomó las banderillas con buena ejecución y estilo. Muchas palmas... Brindó a Manolo Mateo, el decano de los reporteros gráficos taurinos. Muletazos con agobiante y artística lentitud. Aplausos y música. Lo muleteó por los dos lados... ovaciones... Entró a herir con facilidad, pero la espada enseñaba la puntita. Volvió con dos estoconazos más, concediéndole la oreja, despidiéndole con aplausos, así como a sus compañeros de terna y paseo a hombros por los «capitalistas»...

El jueves 9 de junio de ese 1977, actuó en el último festejo que se dio en la hoy extinta plaza de Las Arenas, también en la Ciudad Condal, junto con José Manuel Dominguín y Tomás Campuzano, ante novillos de Antonia Laa Sánchez.

El 6 de julio de ese mismo año, abrió la Feria de San Fermín en Pamplona, en un cartel en el que participaron los rejoneadores Álvaro Domecq y Joao Moura ante toros de Ramón Sánchez y a pie Miguel alternó con José Luis Palomar ante novillos de Diego Romero. A propósito de ese festejo, relató Vicente Zabala Portolés para el ABC madrileño:

He disfrutado hoy en Pamplona con la felicidad del viejo Armillita, que ha visto cómo su hijo triunfaba en una tarde plena de aciertos. El chiquillo (es un auténtico niño) me parece un estupendo remedo de lo que dicen que fue su padre. Le funciona la cabeza. Torea variado con capote, banderillas y muleta. Le veo talento y decisión para resolver problemas... El nuevo Armillita es torero de escuela. Su padre le ha enseñado el oficio. Se aprecian mil detalles, hasta en la resurrección del molinete con la izquierda y el saber estar en la plaza. Todo lo quiere hacer bien, aunque no siempre lo consiga. Junta las zapatillas para banderillear. Esto es muy difícil y meritorio. Tiene un montón de detalles importantes, que le pueden conducir a ese camino de ver cómo la dinastía azteca de los Armillitas se prolonga por lo menos una generación más. Hubo petición de oreja y vuelta en el primero. Cortó la oreja del sexto en medio del diluvio. Ahora a esperar. Hay que verle más veces. Nada de precipitaciones ni campanas al vuelo, pero el manito tiene muchas cosas de las que agradan al buen aficionado...

Esa fue en general, la impresión que Miguel Armillita causó en su paso por los ruedos de Europa en su campaña novilleril, que cerró con 35 festejos toreados y que, planteado su regreso a México, era con la finalidad de recibir la alternativa al inicio de la temporada mexicana.

La alternativa de Armillita Chico

La primera corrida de la Feria de Navidad de 1977 que ofrecía la empresa de la plaza Santa María de Querétaro, a celebrarse el sábado 26 de noviembre, se componía con ocho toros de don Javier Garfias para Manolo Martínez, Eloy Cavazos, José Mari Manzanares y Miguel Espinosa Armillita, quien recibiría la alternativa.

La crónica del festejo aparecida en el diario El Informador de Guadalajara, fue firmada por Luis Soleares, seudónimo de don Carlos Loret de Mola Mediz, quien dijo del toricantano:

Armillita Chico, Miguel Espinosa, de blanco y oro, recibió al primero de la tarde, “Arlequín”, de 515 kilos, con verónicas de muy buen corte que recordaron a las de su padre el maestro grande. El burel, de buen peso y magnífico trapío, como toda la corrida, acude bien para dos cuarteos con cites en el estribo. El tercero le resulta superior. Brinda el toro de la alternativa a su padre, Fermín, quien está entre barreras. Lleva a su enemigo a los medios, con trincherazos y firmas. Hay derechazos y cinco buenos naturales. Como el toro ya no pasa, lo cierra en tablas y le saca algunos naturales más. Luego medios pases y tres pinchazos, antes de una estocada entera...

Ante el octavo de la función, nombrado Solitario, el cronista le apunta nuevamente lucimiento en el segundo tercio y con la muleta en la mano izquierda, ante un toro que se quedó parado, concluyendo acerca de su actuación lo siguiente:

El público lo despidió con aplausos. Miguel Espinosa tiene el corte de su padre y su inteligencia para entender a los toros. Se augura que será un buen matador...

El resto de la corrida

Manolo Martínez, se llevó tres orejas en la espuerta; Eloy Cavazos le cortó las orejas y el rabo al primero de su lote y el sexto de la tarde, Aladino, número 37, con 478 kilos de peso, fue indultado, concediéndosele las orejas y el rabo simbólicos. Por las protestas de la concurrencia, se negó a dar la vuelta al ruedo, misma que dio en solitario el ganadero don Javier Garfias acompañado por dos de sus nietos. Por su parte, José Mari Manzanares le cortó las orejas y el rabo a Cobrador, cuarto de la corrida y primero de su lote.

En suma, una corrida que fue triunfal e histórica, pues en ella inició su andar por los ruedos como matador de alternativa un torero que durante casi tres décadas figuró en el primer plano de la fiesta en el mundo.

Concluyendo

De las narraciones transcritas podemos ver que en esas primeras tardes se nos describía a un torero más variado, que todavía se encargaba de cubrir el segundo tercio y que, con la muleta, empezaba a barruntar lo que sería el fuerte de su actuar en la cima de su carrera: el toreo al natural.

Miguel Armillita se despidió de los ruedos en Aguascalientes el 1o de mayo de 2005 y regresaría, testimonialmente, una sola tarde, la del 6 de diciembre de 2009, a la Plaza México, a confirmarle la alternativa a Cayetano Rivera Ordóñez.

Falleció en Aguascalientes el día 5 de noviembre de 2017.

domingo, 1 de octubre de 2023

30 de septiembre de 1965: una espléndida tarde de Joselito Huerta en Madrid

En 1962, don Livinio Stuyck intenta dar un giro a la programación taurina de Las Ventas y crea un breve ciclo de final de temporada al que denomina Feria de Otoño, que en esa primera edición constó de tres corridas de toros. Al año siguiente el abono lo dividiría entre dos corridas y dos novilladas y ofrecería cinco festejos para el calendario de 1965. La idea del creador de la Feria de San Isidro no fue muy bien recibida por la crítica de la época. Dice Antonio Díaz – Cañabate:

¿Qué les ha pasado a las mujeres, que se han quedado en casa? ¡No les gustaba el cartel, no son partidarias de estas corridas otoñales, que con el absurdo nombre de Feria se ha empeñado en organizar la empresa contra el viento y la marea de los toreros, que no quieren ni venir a ella? ¿Para qué esta inoportuna Feria? ¿Para ganar unas pesetas? Pues sólo va a ganar la enemiga y la inquina de los sufridos abonados, a los que se obliga a sacar, a regañadientes, las localidades de cinco corridas sin el menor interés...

Por su parte, el controvertido Manuel Lozano Sevilla, opina al respecto:

Indudablemente esta feria de otoño está hecha un poco a contrapelo: los ases no han querido contratarse por lo avanzado de la época, lo que significa que los carteles carezcan de interés, o de garra, como ahora se dice, y el público se retrae. ¡Para que luego digan algunos «inocentes» que no es cierto que los toreros de postín se nieguen a torear en Madrid! Sí, si... Por eso en esta feria de otoño no figuran ni Antonio Ordóñez, ni «el Viti», ni «el Cordobés», ni los muy poquitos que les siguen en méritos…

Son dos puntos de vista que van en una misma dirección, en el sentido de que la Feria de Otoño parecía no tener razón de ser. El del cronista del ABC parte de la idea de que la empresa solamente busca un beneficio económico a partir de la venta del abono y el del que fuera taquígrafo personal del entonces Jefe del Estado, aparecida en el diario La Vanguardia de Barcelona, va por la idea de que los toreros de la parte alta del escalafón no gustan de comparecer en la Villa y Corte. Como sea, en esos días, esa feria no tenía un espacio propio y definido.

Vendría a ser hasta entrados los años ochenta, cuando Manolo Chopera entró a dirigir los destinos de Las Ventas, que la Feria de Otoño cobrara entidad e interés propios, convirtiéndose, como lo es hasta hoy, en uno de los verdaderos acontecimientos del cierre de la temporada taurina en España. 

La temporada 1965 de Joselito Huerta

Abrió su campaña europea en Sevilla, plaza en la que una década antes había recibido la alternativa. El 27 de abril tuvo una buena tarde ante un muy buen encierro de Celestino Cuadri, que saldó con una vuelta al ruedo tras una sentida petición de oreja. Después actuó en plazas como Valencia, Madrid, donde el 20 de mayo cortó una oreja a los toros de Baltasar Ibán que le tocaron en suerte; en Pamplona, en una tarde en la que su entonada actuación y la de José Fuentes, forzaron a Antonio Ordóñez a obsequiar el sobrero; Málaga y, San Sebastián entre las plazas más destacadas, sumando en total 25 actuaciones en ruedos europeos.

Quizás esta fue la temporada más redonda de las que realizó El León de Tetela por aquellas tierras, porque pudo dejar por sentada su madurez como torero y la realidad de su poderío ante los toros en una temporada en la que la atención de la afición y de los públicos estaba dirigida a otras cuestiones menos sustanciosas.

La corrida del 30 de septiembre de 1965

Era el festejo de apertura de la entonces vilipendiada Feria de Otoño. Se anunció un encierro de toros murubeños de don Félix Cameno García de la Higuera para Antonio Chenel Antoñete, Joselito Huerta y José Luis Barrero. Antoñete volvía por una tercera tarde en la temporada venteña después de que el 8 de agosto anterior, le cortara dos orejas a un toro de ese mismo hierro, en una corrida que teóricamente, era la última que torearía, porque después de ella, se pasaría a las filas de los de plata. Por su parte, el salmantino Barrero, que adquirió predicamento como novillero sin presentarse en Las Ventas, intentaba relanzarse en esta oportunidad.

Joselito Huerta enfrentó al segundo y al quinto del festejo y ante dos toros de condiciones que hoy calificaríamos de “complicadas”, solventó una actuación que fue más allá de la dignidad. Antonio Díaz – Cañabate, en su crónica para el ABC madrileño, destaca:

Joselito Huerta consiguió con la muleta hacer embestir al segundo, que era manso. Mansedumbre demostrada a las claras en el primer tercio. Le obligó, le embarcó con mando, que es lo que necesitaba el toro... El quinto llegó a la muleta tan quedado como el segundo... Huerta, a fuerza de porfiarle, obtuvo los pases, que fueron necesariamente cortos, porque el toro no acompañaba el viaje del torero. En un molinete, Huerta se cayó, y se alejó de la cara del toro rodando por la arena, rodamiento que gusta mucho a la gente, que le aplaudió con calor... Y en vista de eso dio la vuelta al ruedo...

Por su parte, el ya invocado Manuel Lozano Sevilla, en lo que publicó en La Vanguardia de Barcelona, reflexionó:

También ha estado lucido toda la tarde el mejicano Joselito Huerta. Para mi gusto el mejor torero que actualmente existe en su país. Toreó artísticamente con el capote; hizo un soberbio quite por gaoneras en el primero de la tarde, ovacionado fuertemente, y sus faenas fueron toreras, con pases de muy buen son, llevando toreadísimos a sus enemigos. Y el público lo agradeció ovacionándole, porque todo lo que se realiza con verdaderos toros tiene mucha más importancia que lo que se hace con becerros. Mató con decisión, señalando dos inedias estocadas en la yema, la segunda precedida de un pinchazo en buen sitio, y el torero dio la vuelta al ruedo al finalizar su labor en ambos toros, con petición de oreja...

Y en la Hoja del Lunes aparecida el 4 de octubre siguiente, con el resumen general de la feria, Isidro Amorós Don Justo, se refiere a su actuación de la siguiente manera:

Huerta estuvo tesonero, peleón. Al primero, un manso que huía hasta de su sombra, le sacó muletazos sueltos. No hubo conjunción; sí estimable pundonor. Como en el quinto, un carifosco grande, de mucho respeto, al que castigaron de forma demoledora en cuatro varas. Traserísimas; tan cruentas como perjudiciales. Valiente el mejicano, promovió el entusiasmo al estimarse su entrega. Lástima que abuse del toreo horizontal. Media espada en cada toro; la primera, en su sitio, pero saliendo perseguido y desarmado al ejecutar la suerte, y la segunda, alargando el brazo, luego de haber pinchado en hueso. Así finiquitó el azteca a sus enemigos…

Aunque hay inconsistencia en el recuento del reconocimiento popular a la actuación de Joselito Huerta, el recuento anual que hace el semanario madrileño El Ruedo, consigna justamente lo que describe Lozano Sevilla, vuelta al ruedo en el primero de su lote y otra vuelta al ruedo tras petición en el quinto de la tarde.

La tarde de Antoñete

No puedo soslayar que el triunfador del festejo fue Antoñete, quien, como decía líneas arriba, el 8 de agosto anterior, había salido a torear a Las Ventas, con la finalidad de arramblar unas pesetas para comprarse unos vestidos de plata, porque estaba decidido a pasarse a las filas de los banderilleros. Ese domingo, tarde de la confirmación de Pepe Osuna, le cortó las dos orejas al segundo toro de su lote de don Félix Cameno y afortunadamente para él y para la fiesta, tuvo ocasión de replantearse su carrera.

En esta tarde otoñal, se encontró a Mancheguito, el único toro del que las crónicas consignan nombre, al que le cortó una oreja. Un toro del que apuró la última gota de su casta y en el que todos los alternantes, en el tercio de quites, pudieron catar su bravura. Escribe Don Justo:

…Toro, como también es frecuente oír, bueno para el torero. ¡Tan bueno! Hasta hubo un buen tercio de quites. Antoñete por verónicas, puso en marcha la sonería del toreo bueno. Joselito Huerta, finísimo, cambiándose el capote por la espalda. Barrero, por chicuelinas, muy quieto. ¡Si sería bueno “Mancheguito”! ¡Si tendría “son”! Siguió con “son” en el último tercio, y Antoñete comenzó la faena con tres muletazos por alto, echando la pierna para adelante, de mucho empaque; perfecto el engarce con el de pecho… Ahí radicó el mérito del torero, que desde ese momento se puso por encima del toro. Gran mérito el de coger el temple e imponer su mando para que los pases bien iniciados no se frustraran, para hacerlos más largos. Mejores, por la izquierda. Naturales de verdad, cargando la suerte, sin apoyos antinaturales del estoque y retorcimientos. ¡Qué bien! Como al entrar a matar, con estilo de estoqueador...

De lo que he podido leer, esa tarde resultó ser algo así como el ensayo general de la faena del ensabanado de Osborne, que tendría lugar en mayo del año siguiente. Pero esa historia y otras, algún día trataré de contarlas por aquí.

El valor de estos acontecimientos

1965 fue el año de las 111 corridas de El Cordobés, afición y públicos estaban más pendientes de enterarse si El Mechudo se atrevería a romper la marca que Juan Belmonte dejó sentada desde 1919 que del toreo puro y duro que se verificaba en los redondeles. Y así, el 3 de octubre de 1965, en jornada doble, a mañana y tarde, Manuel Benítez sumó los dos festejos que le sirvieron para dejar como un mero antecedente lo que el Pasmo de Triana consiguió en la era de los trenes de vapor. Lo hizo por la mañana en Segovia y por la tarde en Toledo, a plaza llena en ambos sitios, no obstante las quejas de la afición lugareña que se lamentaba de los incrementos superiores al diez por ciento en los precios ordinarios de las entradas, por entrar a esos festejos.

También fue el año en el que, los toreros se perdieron el respeto en el ruedo y en Aranjuez, el 1º de mayo, El Cordobés y Paco Camino se liaron a bofetadas por un quite realizado a destiempo. En esa tarde, tratando de meter paz, el toricantano Vicente Punzón, le brindó el sexto a ambos contendientes. Todo el mundo se acuerda del rifirrafe entre las dos figuras, pero pocos recuerdan el pacifista gesto del toledano Punzón, quien intentó devolver al festejo la cordura y la seriedad que nunca debió perder.

Por último, el 13 de julio, El Cordobés toreó por última vez en Pamplona, en medio de una bronca de inenarrables proporciones. Al salir de la plaza se sacudió el polvo de las zapatillas y juró no volver allí, lo que cumplió. Años después, cuando novillero, su hijo Manuel Díaz se presentó allí y le hicieron pagar las cuentas pendientes de su padre. Tampoco ha vuelto a torear a aquellas tierras.

Así estaba el planeta de los toros hace 58 años. La estrella de El Cordobés encandilaba a muchos, pero en los momentos oportunos, el buen toreo resplandecía y ponía las cosas en su sitio.

domingo, 2 de octubre de 2022

Joaquín Bernadó y seis miuras en la Monumental de Barcelona

El anuncio de la corrida
La Vanguardia
Cuando se empezó a delinear la actual temporada, que está en sus últimos estertores, se anunció que este año 2022 habría un par de corridas en las que un diestro enfrentaría, en solitario, seis toros de Miura. La historia del toreo nos deja en sus páginas la seguridad de que esa es una hazaña que no se repite con frecuencia. Tanto así, que desde la fundación de la vacada hace ya 180 años, apenas rebasan una docena los festejos de esa naturaleza. 

Manuel Fuentes Bocanegra, Rafael Molina Lagartijo, Luis Mazzantini, José Gómez Ortega Gallito, Antonio Chenel Antoñete, Juan Antonio Ruiz Espartaco, Juan José Padilla, Javier Castaño y Antonio Ferrera – dos veces –, entre los matadores de toros y el novillero Antonio Moreno Moreno de Alcalá, son esos toreros que entre 1873 y 2022 han intentado y culminado algo que justamente puede ser considerado una gesta.

También se encuentra entre la lista de los toreros de alternativa el de Santa Coloma de Gramanet, Joaquín Bernadó, quien el domingo 3 de septiembre de 1972, se enfrentó en solitario – con el intermedio ecuestre de don Manuel Vidrié – a seis toros de la finca de Zahariche. Este particular asunto es el que me trae con Ustedes en esta oportunidad.

Un antecedente necesario

Como antecedente, es prudente recordar que el 5 de septiembre de 1971, en Barcelona, se lidió una corrida de Miura. El cartel de toreros lo formaron Joaquín Bernadó, Santiago López y Antonio José Galán, quien se alzó como triunfador del festejo. Tras de cumplir el compromiso, Joaquín Bernadó pidió a la empresa, para sí otra corrida de ese hierro, para matarla en solitario, en ese mismo calendario.

Pedro Balañá y el torero catalán llegaron a un acuerdo para una fecha en ese mismo 1971. Así lo cuenta José Luis Cantos Torres:

La encerrona... fue un reto personal que se impuso a sí mismo... pero por incumplimiento de la empresa Balañá, no cuajó... su postura fue contundente, no volver a torear en Barcelona hasta que la empresa cumpliera con lo ofrecido...

Por otra parte, Joaquín Bernadó le contó a su biógrafo Juan González Soto lo siguiente:

...por la corrida de toros de Miura vino eso... me dijo que sí, y luego no me lo cumplió. Y yo ya lo había anunciado a la prensa que iba a matar los seis suyos y el que quedó mal fui yo... La función fue la siguiente: me prometió una fecha de la que luego se desdijo. Y esa fecha la ocupó Luis Miguel Dominguín. En aquel momento Pedro Balañá apoderaba a Luis Miguel. ¡Esa era la cosa! Pedro Balañá puso a Luis Miguel Dominguín y me apartó a mí cuando, desde el principio, y tenía esa fecha apalabrada y negociada, prometida y asegurada...

Seguía diciendo Bernadó que ni Pedro Balañá, ni él mismo estaban en condiciones de mantener pleitos con nadie, razón por la cual llegaron a una resolución y se programó el enfrentamiento con los toros de Miura para el domingo 3 de septiembre de 1972, prácticamente un año después de que el torero hubiera matado una corrida de la misma procedencia en esa misma plaza.

Solo ante seis de Miura

Para 1972, apenas media docena de toreros se habían encontrado en solitario con esos toros. Y entre ellos, solamente Gallito había podido cortarles orejas, en esa legendaria corrida de Valencia, enfrentada a reclamo de la afición, que le había visto lidiar el solo a seis del Marqués de Guadalest. En esos días, Joaquín Bernadó sería el séptimo torero en acometer una gesta de esa naturaleza y le tocó una tarde lluviosa, que evitó la concurrencia a los tendidos de muchos aficionados. Cuenta Julio Ichaso, en su breve crónica publicada en La Vanguardia de Barcelona, el martes 5 de ese septiembre:

No estaba la tarde, muy entonada, para la brillantez de los festejos taurinos. Llovió al principio de la función, aunque con mesura, pero del «sirimiri» norteño se pasó a la lluvia continuada, molesta en grado superlativo, para los lidiadores y para el público. La falta de luminosidad no ayudó mucho al espectáculo. Le ovacionaron mucho a Bernadó, después del paseíllo… No se puede echar a barato el plausible gesto de «Quimet» de lidiar seis miuras, seis, él solito. Se puede calificar de una auténtica hombrada artística pues es un hierro al que muchos lidiadores lo marginan, o dicho más claramente, lo dejan de lado para enfrentarse con divisas más suaves, manejables y pastueñas, aparentemente…

Bernadó recordó siempre con gusto que el cronista de La Vanguardia se refiriera a él como Quimet, cariñoso diminutivo del nombre Joaquín, en catalán, pues consideró que esa era la prueba del cariño de la afición de su tierra.

Al final de cuentas Joaquín Bernadó saldó su actuación con vuelta al ruedo, dos orejas, palmas, división de opiniones, pitos y vuelta al ruedo. La mejor parte de su tarde fue como se puede ver, con el segundo, llamado Lanudo y del que, en su día, el ya nombrado Julio Ichaso, narró lo que sigue:

Segundo, con unos puñales prominentes y afilados, pero muy trotoncete. Recibió tres varas y un picotazo. El sobresaliente Jiménez Márquez realizó un gran quite. La res flojeaba de la pata derecha. Faena de corte bernadorista sin omitir unos naturales de clamor; más unos muletazos de calidad por su atracción perfilista. Finiquitó la serie con el obligado de pecho. Ovaciones. Mató muy bien, entrando sin vacilaciones. Le concedieron las dos orejas, con una vuelta clamorosa por el ruedo…

Quizás la pieza que mejor aplaude la hazaña de Joaquín Bernadó es la aparecida en la Hoja del Lunes de Madrid, que lleva una más desarrollada crónica del corresponsal R. Huertas, dictada por teléfono, según reza la nota y de la que extraigo:

…hay que destacar que esta gesta ha sido realizada ante una auténtica corrida de toros y no con un encierro preparado para el éxito de una figura. Las seis reses de la divisa verde y grana han sido como copia de aquellas viejas estampas de La Lidia. Altos como mulos, con la lámina característica de la casa, afiladas y pavorosas defensas, edad, fuerza, faltos de casta y con los defectos de la vacada acusados, ninguno ha sido apto para el lucimiento, si bien los dos primeros toros, de embestida al final un tanto noble, dieran ocasión para que Bernadó nos ofreciera las exquisiteces de su muleta…

Al final del festejo, contra lo que pudiera deducirse hasta aquí, Joaquín Bernadó no fue sacado en hombros de la Monumental. Pero sí pudo dar un par de aclamadas vueltas al ruedo acompañado de su cuadrilla. Y terminó con el vestido negro y plata que sacó en la ocasión, sin una mancha. Sigue diciendo R. Huertas:

Así se fue Joaquín Bernadó. Entre palmas y limpio, igual que inició el paseíllo, salvo las medias, ya que hubo de actuar descalzo a partir de la salida del tercer toro a causa de la lluvia, que desde ese momento se hizo intensa y puso difícil el ruedo…

El intermedio de la corrida

El caballero en plaza Manuel Vidrié actuó entre los toros tercero y cuarto, ante un astado portugués de Ernesto Louro Fernández de Castro. En retrospectiva, eso no resultó del agrado de Bernadó, que contó a González Soto:

En la corrida de los miuras también estuvo el rejoneador Manuel Vidrié. Rejoneó un toro entre el tercero y cuarto míos. Se supone que lo hizo para que yo descansara. Ese tipo de inventos... Yo hubiera preferido que Manuel rejoneara antes de que yo empezara con el primero. Para mí fue peor como se hizo. Lo mejor hubiera sido que yo toreara los seis toros seguidos, sin interrupción...

La difusión de una gesta

Interesante es ver a esta distancia de los hechos, que salvo la breve crónica de La Vanguardia, la información relativa a esta corrida se limitó casi a meras gacetillas, como se puede ver en las páginas de El Ruedo o en el diario Mundo Deportivo, también de la Ciudad Condal, en el que Juan Fontanet le dedicó un brevísimo espacio, pero que alcanzó a reflexionar lo siguiente:

Matar seis toros no constituye nada nuevo, pues lo han hecho otros muchos diestros; pero, en general, sólo los tenidos por largos, en el sentido de completos, de dominadores con repertorio amplio, que incluía el segundo tercio. No puede decirse que Bernadó figura entre ellos. Lo insólito, en el caso del diestro catalán, es haberlo hecho con toros, y toros de verdad, no de mentirijillas procedentes de una vacada en la que la historia y la leyenda se dan la mano, lo que, indudablemente, agranda el gesto. Gesto que debió de ser debidamente estimado, por cuanto la plaza, a pesar del mal tiempo, registró una entrada tan buena que nos hizo pensar que de haberlo hecho bueno pudo muy bien haberse llenado…

Aparte de la importante actuación del espada catalán, las relaciones destacan la lucida tarde del banderillero Herrerita y del sobresaliente Rafael Jiménez Márquez, murciano afincado en Barcelona, quien quizás como premio a su participación en este festejo, recibió en la misma plaza la alternativa el 15 de octubre siguiente. Sería su única actuación como matador de toros, puesto que casi de inmediato trocó el oro por la plata, escalafón en el que se desempeñó hasta bien entrados los años 80.

En conclusión

Joaquín Bernadó ha sido quizás, el torero catalán que más ha dejado escrito para la historia de esta fiesta. Es también, a estos días, el torero español que más ha actuado en México a partir del último tercio del siglo XX. Sin ser un legionario, tuvo el oficio y la clase para enfrentar todo tipo de encierros y encastes, la prueba, en estos hechos que hoy intento contar. Joaquín Bernadó es uno de esos toreros que, al hablar de clase reunida con oficio, hay que mencionar siempre en primer lugar.

domingo, 25 de septiembre de 2022

Hoy hace 56 años: la alternativa de Jesús Solórzano en Barcelona

El anuncio de la alternativa
Diario La Vanguardia de Barcelona
Ya me había ocupado por estas páginas de relatar la llegada a los ruedos y el ascenso de quienes fueron llamados Los tres cachorros por don Jesús Gómez Medina en su tribuna de El Sol del Centro, cuando se presentaron en la plaza de toros San Marcos de Aguascalientes precisamente Jesús Solórzano, Alfonso Ramírez Calesero Chico y Manolo Espinosa Armillita. Esa tarde se produjo en el mes de octubre de 1964, después de que los hijos de Armillita y El Rey del Temple, hicieran una breve gira por Sudamérica para actuar en Lima y en Bogotá.

Para la temporada de 1965, Jesús Solórzano decidió hacer campaña en ruedos hispanos. Comenzó ya en casi en el verano y entre el 29 de junio y el 19 de septiembre se vistió de luces siete tardes – Algeciras, Sanlúcar de Barrameda, La Línea de la Concepción, Ayamonte, Jerez de la Frontera y Valencia – compartiendo carteles con José Luis Teruel El Pepe, Sebastián Palomo Linares, Agapito Sánchez Bejarano y Rafael Astola, entre los nombres que han trascendido a la historia.

Fue un comienzo medido por parte de Jesús, quien el 18 de octubre de 1964 cortó el rabo al novillo Bellotero de Santo Domingo en la Plaza México. Para el año de 1966, tuvo como principales alternantes en ruedos hispanos a Pedrín Benjumea, Gabriel de la Casa, José Rivera Riverita y Ricardo de Fabra, pero sus actuaciones se extendieron ya a plazas de mayor categoría, pues actuó en Zaragoza, Madrid – 2 veces –, San Sebastián, Barcelona, Almería y Cieza. En la Monumental de Barcelona se quedó con 5 de los novillos de Manuel Álvarez Gómez y hermanos, por herida de sus alternantes. Esa noche le cortó las dos orejas al quinto de la sesión. Julio Ichaso escribió a propósito de ese festejo, lo siguiente, en La Vanguardia de la capital catalana:

...en el quinto... alcanzó un gran éxito al son de la música y de las aclamaciones del concurso; esta estupenda faena fue premiada con las dos orejas, con reiterada petición del rabo y dos vueltas al ruedo entre el entusiasmo general de la concurrencia; al sexto y último de la noche lo liquidó con media estocada en su sitio. Le dieron la vuelta al ruedo a hombros y así lo sacaron por la puerta de la Monumental... Buena presentación, seguida de un alentador triunfe. Felicitamos al nuevo en esta plaza y a su padre, el notable matador de. toros, hace años retirado, Chucho Solórzano, por la actuación de su hijo Jesús...

Acerca de su presentación en Madrid, entre otras cosas, don Antonio Díaz – Cañabate escribió:

El novillo acusó su escasa fuerza en la muleta. Tenía voluntad, pero embestía tardo y había que obligarle para que siguiera la muleta, y esto es precisamente lo que hizo Solórzano, hijo de «Chucho» Solórzano, el fino y elegante torero mejicano que recordamos con toda admiración. Su hijo tiene, por lo que le vimos, algo que ahora se manosea y se cotiza mucho: personalidad. Pero no una personalidad basada en detalles adjetivos al toreo, sino personalidad toreando, haciendo el buen toreo...

Pese a que al apodado Cañas por sus pares, no le parecía bien el toreo que llegaba del otro lado del mar, tuvo que reconocer que uno de los activos importantísimos de Jesús Solórzano, era tener una acentuada personalidad.

La alternativa de Jesús

Como había sido muy frecuente, la plaza de Barcelona fue la elegida para que el hijo del Rey del Temple recibiera la alternativa. La historia nos demuestra que las plazas que regentaba don Pedro Balañá Espinós, fueron, o la puerta de entrada o el punto de arranque de las carreras de muchos toreros mexicanos y honrando esa inveterada costumbre, anunció en los carteles de la Feria de la Merced de 1966, precisamente en la tarde que cerraba el ciclo, la alternativa de Jesús Solórzano, quien fue acartelado con Jaime Ostos en calidad de padrino y Fermín Murillo, que estaba en campaña de despedida como testigo, y a caballo, don Álvaro Domecq. Los toros serían de Atanasio Fernández. El diario La Vanguardia, después de relatar la corrida inicial del ciclo, celebrada el domingo 18 de septiembre, donde Antonio Bienvenida se despidió de la afición barcelonesa, actuando junto a Miguel Mateo Miguelín y Manuel Cano El Pireo frente a toros de don Alipio Pérez Tabernero, anunció lo siguiente:

La segunda función tendrá efecto mañana jueves, con ganado de don Antonio Garde para los diestros Paco Camino, «El Cordobés» y «Paquirri». La tercera consistirá en otra corrida, el sábado, día de la Merced, con reses de don José Benítez Cubero. Intervendrán los matadores Diego Puerta, «Mondeño» y José Fuentes, y en la cuarta, y última, actuará el rejoneador don Álvaro Domecq y, en la lidia ordinaria los espadas Jaime Ostos, Fermín Murillo y el mejicano Jesús Solórzano, que tomará la alternativa con toros de la vacada de don Atanasio Fernández. Todas las funciones comenzarán a las cinco y media de la tarde…

El toro de su alternativa se llamó Rayito, de acuerdo con las crónicas periodísticas de la época. La narración de Eduardo Palacio Valdés, en La Vanguardia, entre otras cuestiones relata:

El diestro azteca veroniqueó guapamente el toro que rompió plaza, negro, listón, con 503 kilogramos en los lomos y de nombre «Rayito». Consistió su quite en unas «chicuelinas», también ovacionadas, y empuñando los rehiletes, dejó un buen par, de frente, luego un solo palo y finalmente un gran par arrancando desde el estribo. Y cuando eran las cinco y cuarenta de la tarde, el bravo ecijano Jaime Ostos lo armó matador de toros, en presencia del baturro Fermín Murillo. La faena de muleta, amenizada por la música, así se desarrolló: Tres pases de tanteo, cuatro naturales, un molinete de rodillas, seis naturales, una arrucina, siete naturales y un molinete de rodillas. Dos pinchazos, una buena estocada y un descabello al tercer viaje, le proporcionaron una ovación, que agradeció desde los medios, En el sexto veroniqueó bien, y a petición del público tomó los garapullos, de los que clavó dos pares y medio, obligándosele a saludar. A la concurrencia ofrendó este franeril trabajo: Cuatro pases por bajo, cinco naturales, uno de pecho, tres naturales y un molinete. Arreó una estocada entera y algo torcida, y se le despidió con aplausos...

De acuerdo con lo que escribió en su día Palacio Valdés, se puede deducir que aún, sin obtención de trofeos, Jesús Solórzano tuvo una actuación destacada en esa tarde histórica para él, sobre todo, si se tiene en cuenta que el encierro no fue precisamente de dulce, según lo describe Rafael Manzano, corresponsal de el semanario madrileño El Ruedo:

Se celebró la cuarta y última corrida de la fiesta de la Merced. Don Atanasio Fernández envió del campo charro un encierro gordo, cornalón, muy dentro de la línea de los toros de la antigua usanza. No han tenido fuerzas con los caballos – ninguno derribó –, pero todos tomaron más de las varas reglamentarias y llegaron muy duros a la muerte...

Esa impresión la ratifica en su columna feriante Barrera de sombra, del diario La Vanguardia del 27 de septiembre siguiente, Julio Ichaso hace la siguiente apreciación de color:

Cable a Méjico, Distrito Federal: «Chucho Solórzano» (padre de Jesús Solórzano). Texto: «Al tomar mi alternativa de matador de toros, te mando un fuerte abrazo. Jesús». Un toro (el primero) por el pitón izquierdo: un angelito; por el derecho: un auténtico barrabás... La tenaz onda mortífera de los capotes, no le ayudó a doblar...»

De vuelta en México

El 19 de febrero del siguiente 1967, confirmaría su alternativa en la Plaza México, ante el toro Zapatero de Santo Domingo, apadrinándole Manuel Capetillo y siendo testigo Antonio Chenel Antoñete, en un festejo en el que los toros potosinos se encargaron de echar a perder la tarde, sobresaliendo únicamente las buenas maneras del confirmante, que esa ocasión vistió el casi mandatorio vestido blanco con bordados en oro.

Hace 56 años, en resumen

Jesús Solórzano y Alfonso Ramírez Calesero Chico fueron los únicos novilleros mexicanos que actuaron en ruedos hispanos. Por los matadores de toros, estuvieron Jesús Córdoba (13 corridas, 2 orejas), Jesús Delgadillo El Estudiante (9 corridas, 14 orejas), Raúl García (5 corridas, 1 oreja), Raúl Contreras Finito (4 corridas, 1 oreja y 1 cornada) y Fernando de la Peña (3 festejos).

Así fueron las cosas hace 56 años, cuando todavía había toros por La Merced en Barcelona.

domingo, 26 de junio de 2022

En el centenario de Antonio Bienvenida

16 de octubre de 1966. Antonio Bienvenida se despide de los ruedos en Madrid

Monumento a Antonio Bienvenida
Luis Sanguino - Plaza de Toros de Las Ventas
Antonio Mejías Jiménez, el séptimo torero que llevó el sobrenombre de Bienvenida - nombre del pueblo extremeño de origen de la familia -, nació en Caracas, Venezuela, el 25 de junio de 1922. Eso fue, diría un buen amigo mío, un mero accidente demográfico, porque el último gran Bienvenida vivió y creció como sevillano y para mejor recuerdo suyo, es el arquetipo del torero de Madrid

Recibió la alternativa en la plaza de Las Ventas el 9 de julio de 1942 de manos de su hermano Pepe, mano a mano, ante una corrida de Miura. Los libros de la historia reflejan que el toro con el que se convirtió en matador de toros, se llamó Cabileño, aunque en fechas más recientes, en el ensayo biográfico que está publicado en el portal de la Real Academia de la Historia, el escritor José Luis Ramón afirma que ese toro se llamó Rosquerito. Quizás el nombre de ese toro no sea tan trascendente, como el hecho de que estando programada la corrida para el 2 de julio anterior, al no aprobarse completa la corrida de Miura con la que se les anunció, se negaron a actuar tanto él como su hermano Pepe y fueron puestos a disposición del gobierno civil, eufemismo de la época que indicaba que ambos diestros fueron ingresados en prisión.

La guerra contra el afeitado

Una década después, Antonio Bienvenida encabezaría una lucha que en estos tiempos que corren es otra vez urgente. En 1952 denunció públicamente que las astas de los toros que enfrentaban los que encabezaban el escalafón estaban manipuladas. Escribe Ángel González Abad en el ABC madrileño:

Bienvenida había declarado en ABC que «no estaba dispuesto más que a torear toros en puntas, o no torear, me retiro y en paz… la culpa es de todos menos de los empresarios. De los toreros por comodidad en la ausencia de peligro, de los ganaderos porque se dejan llevar de los que pueden imponerse, y del público que se deja engañar… Pueden anunciarse las corridas diciendo el estado de los pitones, o embolados como en Portugal, lo que no puede hacerse en ningún caso es torear becerrotes desmochados y considerarse matadores de toros», apuntillaba, a la vez que reconocía que el camino emprendido iba a ser de espinas… Las declaraciones de Antonio Bienvenida incendiaron el invierno hasta el punto de que los ganaderos pidieron una reunión con el director general de Seguridad para abordar el asunto. El 27 de noviembre, el general Hierro recibió a una representación de los criadores de toros, que expresaron su deseo de que los astados se lidiaran con sus puntas, sin el «afeitado que les daña y convierte la Fiesta en un remedo de lo que debería ser» …

Para apuntalar sus asertos, Antonio Bienvenida acepta torear la corrida del Montepío de Toreros en Madrid, enfrentando un muy serio encierro del Conde de la Corte. Eso ocurrió el 12 de octubre de 1952, cuando junto con Juan Silveti y Manolo Carmona abrieron de par en par la llamada puerta de Madrid, demostrando que, al toro ofensivo y entero, también se le podían cortar orejas. Aún con ese triunfo debidamente documentado, el hijo del Papa Negro enfrentaría un poco disimulado veto de empresas, ganaderos y toreros, quienes en lo posible evitaron encontrarse con Antonio en alguna plaza.

Dos corridas en solitario el mismo día

Antonio Bienvenida había matado seis toros en Madrid por primera vez el 21 de septiembre de 1947 y repitió la gesta el 30 de mayo de 1954 y el 3 de julio de 1955. En la primera, la del Montepío del 47, ante toros de Antonio Pérez de San Fernando, se llevó cuatro orejas en el esportón y en la segunda, se lleva dos orejas de los toros de Graciliano Pérez Tabernero. La tercera, la saldó también con un par de orejas de los toros de Francisco Galache seleccionados para la ocasión. 

Anuncio publicado en El Ruedo
Para el 16 de junio de 1960 Antonio Bienvenida intenta una misión que en esos días parecía única, matar él solo dos corridas de toros el mismo día y en misma plaza. Así, al mediodía, por cuarta ocasión, enfrentaría seis toros andaluces de Concha y Sierra, Felipe Bartolomé, Joaquín Buendía, María Montalvo, Herederos de Flores Albarrán y Fermín Bohórquez. Para la noche de la misma fecha, se anunció con toros salmantinos de Graciliano Pérez Tabernero, Alipio Pérez Tabernero Sanchón, Eusebia Galache, Antonio Pérez de San Fernando, Barcial y Vizconde de Garci Grande

Los primeros seis los despacho en un ambiente apenas discreto. En la segunda solamente pudo matar los tres primeros de la corrida, pues empezó a sufrir calambres en las piernas que según diagnóstico del servicio médico de la plaza, no le permitían continuar en la lidia, por ello los tres últimos fueron despachados el sobresaliente, Antonio Mahillo. Bienvenida oyó palmas en sus tres toros; mientras que Mahillo dio la vuelta en el último.

El adiós, nuevamente en solitario

Para el 16 de octubre de 1966 se anunció que la 37ª corrida de toros de la temporada sería el marco de la despedida de los ruedos de Antonio Bienvenida, quien solo, se enfrentaría por su orden a seis toros de Carlos Urquijo de Federico, Casimiro y Graciliano Pérez Tabernero, El Pizarral de Casatejada, Herederos de María Montalvo, Salvador Guardiola, y otro de El Pizarral de Casatejada. Antonio Bienvenida le cortaría una oreja al de Graciliano y las dos al de Guardiola. Escribe Adolfo Bollaín en El Ruedo del 25 de junio siguiente:

La última lección… Ya fue algo la elección de ganaderías. Ninguno de los toros llevaba en su morillo alguna de las divisas mimadas y apetecidas por las figuras de hoy. Puede hacerse un recuento de toda la temporada – de varias temporadas – para saber cuántos son los toros de Urquijo, de Graciliano, de Montalvo, de Guardiola y del Pizarral que se lidian en las Ferias importantes de toda España. Antonio Bienvenida no quiso aliviarse con borregos y eligió toros para enfrentarse con ellos. No acumuló kilos que asfixian, y escogió edad, trapío, casta y nervio. Y consiguió que no hubiera ninguna res de un solo puyazo y de un solo par, y que ninguno se cayese, y que ninguno llegase a la muleta con la cabeza baja, con el hocico en el suelo, con la lengua fuera, cansado, parado, sin voluntad ni fuerzas para moverse... Todos embestían – unos con más genio; otros, con menos –, porque no se agotaron... y porque Antonio les citaba a todos desde el sitio en que hay que citar: ni lejos, llamándoles inútilmente, ni de cerca, ahogándoles excesivamente. Antonio estuvo en su sitio, como ha estado siempre. Ni cites a distancia, ni palos en el hocico. Ni saltos, ni aspavientos. Nada antitorero. Todo torerísimo. Todo natural. Todo sencillo. Todo suave…

Y sin opacar el acontecimiento, esa tarde sucedió un hecho inusitado en la plaza de Las Ventas. Sonó la música en el tercio de banderillas para Antonio Bienvenida durante la lidia del sexto. Cuenta José María del Rey Caballero Selipe, en su crónica publicada en la Hoja del Lunes siguiente al de la corrida:

Muy alegre en varas fue el sexto y último toro, que acabaría por apagarse en el tercio de muleta. Antonio lució en dos verónicas rematadas con media en el primer quite y llevó la res al caballo por chicuelinas coronadas con vistoso recorte, También fue premiado en su quite el sobresaliente. Bienvenida prendió un par fácil, brindó el segundo a la banda de música, que dejó oír sus sones como fondo del segundo par, de poder a poder, ganando el torero, por destreza, la cara de la res, y del tercero, en el que Bienvenida llegó preciso a la reunión. Brindó el diestro a su hermano Pepe y seguidamente, en el centro del ruedo, la faena tuvo variedad y soltura y el muletero compensó con arte el decaimiento de la res, que nada puso de su parte a la hora de la suerte suprema, que tuvo Antonio que repetir tres veces para cerrar con el descabello, una vez más, acertado…

En el número de El Ruedo aparecido el 18 de junio siguiente, el acontecimiento se narró de la siguiente forma:

El hecho histórico se produjo durante la lidia del quinto toro, del hierro de los círculos concéntricos de María Montalvo, y – en parte – fue provocado por el propio diestro, que brindó el par de banderillas que iba a clavar a la banda, y ésta, con gentileza que nadie discutió, correspondió al brindis con los alegres compases de «El gato montés»; por lo visto, no estaba preparada para el lance y no había ensayado el pasodoble de «Antonio Bienvenida», que hubiera sido el indicado… Tal vez el propio torero meditó sobre la trascendencia de su gesto – que ha roto con una negativa tradición de tristes silencios en la plaza de Madrid –, y cuando el público, durante la subsiguiente faena pedía «¡Música!», fue el propio Antonio quien, en la cara del toro, hizo señas de que no se accediese al grito que cundía por el tendido… ¡Pero la música había ya sonado! Y, por tanto, la tradición del silencio – como la llama don Adolfo Bollaín – cayó por los suelos…

El final del festejo y lo que vendría después

Manuel Lozano Sevilla, cronista oficial de la televisión española y taquígrafo personal del entonces Jefe del Estado, describe con brevedad, pero también de manera concisa, lo que sucedió después de que rodara el sexto toro de la histórica corrida en su crónica publicada en el diario La Vanguardia de Barcelona el 18 de junio de ese 1966:

Salta al ruedo Pepe «Bienvenida» y entre la emoción del público corta la coleta a Antonio, que es objeto de una ovación verdaderamente clamorosa. «Bienvenida», seguidamente, corta a su vez la coleta a los peones Guillermo Martín, Peinado y Checa, que también se retiran esta tarde. Aunque el diestro se resiste de veras, el público entusiasta que se ha lanzado al ruedo lo carga a hombros y de esta guisa lo saca por la puerta grande, entre ovaciones estruendosas… Y esta fue la despedida de vuestro torero, queridos y nunca olvidados maestros «Curro Meloja» y Felipe Sassone. Lástima grande que no lo hubierais podido contemplar, pues estoy seguro de que vuestras crónicas de tan gran suceso tauromáquico hubieran sido maravillosas…

Y agrega Manuel Lozano un hecho que no trasciende en las demás relaciones del festejo, en el sentido de que Antonio Bienvenida pidió que le echaran el sobrero:

¡Ah!, como nota final, digamos que Antonio después de arrastrado el sexto, solicitó de la presidencia que le echaran el sobrero. Acertadamente, a nuestro juicio, no se accedió a la petición. Ya está bien haber despachado seis toros en tarde de despedida…

Antonio Bienvenida concluyó la campaña de 1966 con 48 corridas toreadas y 21 orejas cortadas. Fue el año en el que Paco Camino encabezó el escalafón con 94 tardes. Por los nuestros, actuaron en plazas europeas Jesús Córdoba, Jesús Delgadillo El Estudiante, Raúl García, Raúl Contreras Finito, Fernando de la Peña y Jesús Solórzano.

El arquetipo del torero de Madrid

Escribe Paco Aguado:

Sin sobrepasar casi nunca los 30 contratos por temporada, el cuarto de los hermanos Bienvenida no llegó a ser una figura de gran tirón taquillero, sino que basó su trayectoria en la plaza de Madrid, donde protagonizó hasta seis actuaciones en solitario dictando, con su extenso conocimiento del toro y de la lidia, auténticas lecciones de la más asolerada tauromaquia con el beneplácito de una afición que le idolatró

La idea de Paco Aguado queda materializada en las once salidas en hombros que tuvo Antonio Bienvenida por la Puerta Grande de la plaza de Las Ventas. La pureza clásica de su hacer ante los toros le consiguió el respeto, y, diría, hasta el afecto de la verdadera afición madrileña.

Más bien fue un hasta luego

La tarde de 1966 tuvo intención de definitividad, pero como le contó Rafael Rodríguez a Conchita Cintrón, el hambre de miedo y la sed de toros negros le llevaron a regresar a los ruedos, primero, en un festival de 1970 junto a Luis Miguel Dominguín y al año siguiente, romper a torear vestido de luces otra vez. Se mantuvo en activo hasta el 5 de octubre de 1974, fecha en la que alternó con Curro Romero y Rafael de Paula ante cinco toros de Fermín Bohórquez y uno de Juan Mari Pérez Tabernero (2º) en la plaza de Carabanchel. Ese día brindó el segundo toro de su lote a su hermano Ángel Luis y ya no volvió a torear festejos formales.

El 4 de octubre de 1975 sufrió un accidente mortal en la finca Puerta Verde de doña Amelia Pérez Tabernero, donde tentaba ayudando a su sobrino Miguel, que pretendía ser torero. Cuenta Álvaro Rodríguez del Moral:

…el 4 de octubre de 1975 participaba junto a sus sobrinos y su hermano Ángel Luis en una tienta en la finca Puerta Verde, de la ganadera Amelia Pérez Tabernero. Había lidiado una becerra llamada ‘Conocida’ que ya había sido devuelta al campo. Cuando se dio puerta a la siguiente vaca, la anterior irrumpió inesperadamente en la placita campera volteando a Antonio, que se encontraba de espaldas. Cayó sobre su cuello y se destrozó las vértebras. Tres días después moría en Madrid. Su absurda muerte, el impresionante duelo, permanecen instalados en el imaginario popular de toda una generación. Antonio Bienvenida sigue siendo un modelo de naturalidad y torería eterna. Su aura crece con el tiempo…

Así cerró Antonio Bienvenida uno de los más importantes volúmenes de la historia contemporánea del toreo, quien el día de ayer hubiera cumplido cien años de edad. Por ese motivo recuerdo este interesante pasaje de su rica trayectoria en los ruedos.

Aviso parroquial: Los resaltados en los textos citados son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

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