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domingo, 17 de noviembre de 2024

17 de noviembre de 1963: La alternativa de Mauro Liceaga en la reinauguración de la Monumental Monterrey

Mauro Liceaga, El Queretano y José García El Charro
15 de abril de 1973
Cortesía: Francisco Tijerina
La plaza Monumental Monterrey había sido inaugurada el domingo 29 de agosto de 1937, con una corrida de toros en la que alternaron Fermín Espinosa Armillita y Lorenzo Garza ante toros de La Punta. Vestida de china poblana, la señorita Hermila Anaya realizó el despeje y las reseñas de la prensa de la época a mi alcance, señalan que el general Juan Andrew Almazán fue calurosamente ovacionado cuando se instaló en su palco de contrabarrera. Armillita le cortó el rabo a Pandereto, quinto de la tarde y por su parte, El Ave de las Tempestades se llevó la oreja del cuarto y el rabo del sexto. Lorenzo Garza salió en hombros de la multitud, no así el Maestro de maestros, que entró en la enfermería después de la vuelta del quinto, a que se le atendiera una herida en la cabeza, producto de un botellazo, seguramente dedicado por un garcista inconforme durante la vuelta después de la lidia del quinto. 

De acuerdo con la Guía de la América Taurina de Luis de Tabique, publicada en el año de 1955, tenía una capacidad de 11,500 espectadores. La plaza estaba coronada en su parte superior de sus tendidos, por una serie de palcos de madera, mismos que por el material con el que estaban construidos, algo más de un cuarto de siglo después de su estreno, seguramente tenían ya evidente deterioro y, además, por su disposición, eran de capacidad reducida. Seguramente por esa razón, quienes llevaban el coso en esos días don César Garza y don David Yamallel, representantes de Espectáculos Monterrey, S.A., decidieron suprimir esos palcos y convertirlos en localidades ordinarias, dándole a la plaza la fisonomía que actualmente tiene.

En esas condiciones se programó una feria de reinauguración con tres corridas de toros, los días 17, 20 y 24 de noviembre de 1963. La primera sería con toros de La Punta, para Juan Silveti, Juan García Mondeño y la alternativa de Mauro Liceaga; la segunda, con Alfredo Leal, el lusitano José Julio y el torero cordobés Manuel García Palmeño ante toros de Reyes Huerta y cerraría el ciclo un encierro de Mimiahuápam, de don Luis Barroso Barona, para Jesús Córdoba, Joselito Huerta y Joaquín Bernadó. Una feria breve, con carteles formados con buena imaginación y de acuerdo a lo mostrado en la prensa de ese tiempo, con encierros bien presentados.

La feria de reinauguración
Diario El Porvenir

El festejo de la reinauguración

El interés de la corrida de la reapertura de la plaza Monumental Monterrey tuvo un ingrediente adicional al implícito en el interesante cartel que era el llamado a asistir al evento y al hecho en sí mismo. Lo constituían una serie de declaraciones de Mondeño, en las que anunciaba que dejaba los ruedos y se dedicaría a la vida monástica. Entre otras cosas, declaró al Licenciado Antonio García Castillo Jarameño, lo siguiente:

Mi mayor ilusión es volver a esta tierra, porque mi pensamiento está en los corazones de todos. Pero quiero regresar, no toreando, sino bendiciendo con las sagradas palabras del Evangelio, que es la palabra más verdadera, porque es la que nunca muere…

Efectivamente, el siguiente marzo, Juan García Mondeño ingresaría al postulantado de la Orden de Predicadores (Dominicos) y tomaría los hábitos en agosto de 1964. Dejaría la vida religiosa año y medio después para reaparecer en Lisboa el 17 de marzo de 1966 y permanecer activo en los ruedos hasta 1970. Falleció en enero de 2023.

Quizás el principal atractivo del cartel de reinauguración era la alternativa de Mauro Liceaga, un torero que era parte de una de las dinastías más extensas del llamado planeta de los toros. Y llegaba a ella después de hacer una importante campaña novilleril en ruedos hispanos, presentándose y triunfando en los principales escenarios de aquellas tierras. El cierre de su temporada fue fuerte, triunfando en Jerez, en una Feria de la Vendimia que se ofreció al final del mes de septiembre, en Sevilla, en el mes de octubre donde dio dos vueltas al ruedo con petición de oreja y principalmente, en Madrid, donde cortó una oreja a un novillo de Samuel Flores, escribiéndose en el semanario El Ruedo a ese propósito lo siguiente:

El mejicano Liceaga – ¡qué recuerdos nos trae este apellido, tan de torero azteca! – lució en varios muletazos, excelentes, al quinto de la tarde. Faltó ligazón, pero hubo temple y buen estilo. Entró a matar con decisión y cobró una estocada a cambio de una cornada. Cortó la oreja. Apéndice muy merecido...

Esas eran las cartas credenciales del torero que se doctoraría en esa señalada tarde y que ante el primer toro que pisara el renovado coso, realizó lo siguiente:

Acto seguido, y ante la expectación de las 20,000 personas que llenaban la plaza; Juan Silveti cedió los trastos a Mauro Liceaga para convertirlo en el benjamín de los espadas mexicanos, atestiguando la ceremonia Juan García "Mondeño"... Después de brindar la muerte de su primer toro al público y a su padre; Liceaga se arrodilló cerrado en tablas para darle a “Africano” una tanda de escalofriantes muletazos de rodillas. Vinieron luego los ayudados por alto y los derechazos aguantando impávido el torero las acometidas de la res... Como la embestida del toro era cada vez más corta, Liceaga volvió a la carga con el toreo de rodillas, consiguiendo su propósito de entusiasmar al público, para que al dejar una estocada en todo lo alto, se le concediera una oreja, dando además la vuelta al ruedo, devolviendo prendas y recibiendo el cariño del público...

Me llama la atención el hecho de que el anónimo cronista del diario El Porvenir de Monterrey, salido al día siguiente de la corrida, aparte de describir con gran detalle la actuación del toricantano, señale como capacidad de la plaza la de 20,000 localidades. Seguramente hubo sobrecupo esa señalada tarde, pero no creo que haya llegado a tales proporciones.

Mondeño le cortó la oreja al tercero de la tarde, por una labor que llevó su sello personal:

Juan García “Mondeño” se llevó una oreja ayer tarde, galardón que ganó ante el primero de su lote, al que toreó soberbiamente de capa en sus muy personales lances... principió “Mondeño su faena para recetar al morito una tanda de estatuarios con los pies bien clavados en la arena. Vinieron luego los derechazos con el sello de la casa, rematando siempre con el forzado; naturales superiores por el temple y el aguante del torero y el colofón de su manoletina trágica y bella... Mató de una estocada hasta la yema, ligeramente caída, pero suficientemente buena para que el toro doblara y se fuera al desolladero sin uno de sus auriculares, que el público y la autoridad concedieron al misterioso torero...

Habrá que anotar para la estadística, que en el quinto de la corrida se le tiró un espontáneo a Mondeño, que fue oportunamente neutralizado por las fuerzas del orden y que en correspondencia, el torero de Puerto Real le brindó la muerte del toro a los agentes de policía comisionados en la plaza.

Por su parte, Juan Silveti apenas pudo lucir en el primer tercio con su toreo a la verónica, porque sus toros se quedaron parados. Pascual Navarro Pascualet, peón de confianza del Tigrillo, fue alcanzado al salir de un par de banderillas en el segundo de la tarde y recibió una cornada con una extensión de 15 centímetros en el muslo derecho, sin lesiones vasculares de importancia, con pronóstico de 15 días de recuperación.

El futuro de Mauro Liceaga

El porvenir de Mauro Liceaga parecía promisorio, tanto que estaba anunciado como parte del elenco de la temporada 1963 – 64 de el Toreo de Cuatro Caminos, en ese calendario en el que el ciclo de corridas de toros de la capital mexicana se ofreció a plaza partida y que tenía como cabeza de cartel a Manuel Benítez El Cordobés.

Pero apenas tres meses después de su alternativa, en la misma plaza de Monterrey, un toro de Santa Marta le daría una gravísima cornada en el vientre que lo tuvo parado bastante tiempo. Eso no le impidió ser parte de carteles importantes, como el de su confirmación de alternativa en la Plaza México el 14 de febrero de 1965 con Rafael Rodríguez y El Cordobés; el de la confirmación de Manolo Martínez en ese mismo ruedo, con Mondeño o en las presentaciones de Paquirri en diversas plazas de nuestra República.

Otra cornada, esta en Guadalajara, el 15 de febrero de 1970, por un toro de El Rocío, terminaron por ralentizar el andar por los ruedos de un torero que estaba llamado a ser una importante carta de la baraja taurina mexicana. 

Mauro Liceaga falleció el día de San José de 2017.

Aviso parroquial: Agradezco a mi Patrón Francisco Tijerina Elguezabal el que me haya facilitado el acceso a las páginas del diario El Porvenir de Monterrey, así como la información proporcionada para entender los cambios realizados a la plaza Monumental para efectos de su reinauguración.

domingo, 10 de octubre de 2021

10 de octubre de 1965. Joel Téllez El Silverio recibe la alternativa en Palma de Mallorca

El Silverio en Las Ventas
Archivo Santos Yubero
Madrid 1964
A inicios del año de 1959 comenzó a sonar por los medios de información de la fiesta el apodo de un novillero de Monterrey que parecía usurpado de una gran figura de la tauromaquia mundial. Le llamaban El Silverio y no por su hacer en el ruedo, sino porque físicamente guardaba parecido con el Faraón de Texcoco. Se había presentado en la Monumental de su tierra y pronto se acomodó en el gusto de sus paisanos junto con Fernando de la Peña, Abraham Saucedo y Julio Garza, toreando entre los cuatro el grueso de los festejos menores de ese calendario.

El año siguiente visitaron la llamada capital industrial de México otros novilleros como Mauro Liceaga, Guillermo Sandoval, Víctor Huerta o Carlos Peña Peñita, quienes animaron el ambiente allí. Es importante hacer notar que, en esa etapa temporal, en Monterrey se daban más novilladas que corridas de toros y que los encierros que en ellas se lidiaban, eran casi todos de ganaderías de la región. Es en ese 1960 que se presenta en Guadalajara, logrando actuar en El Progreso en seis tardes ese calendario.

En 1961 El Silverio llega a la Plaza México, presentándose allí el 16 julio, para alternar con Jesús de Anda y Guillermo Sandoval en la lidia de novillos de la Viuda de Miguel Franco. Su primer novillo se llamó Charro. Actuaría en 6 festejos en la capital ese año, combinando sus presentaciones allí con las dos que hizo en Guadalajara, destacando la del 19 de noviembre, en la que cortó el rabo al novillo Maragato de Peñuelas y las cinco de Monterrey, además de otras en plazas como Puebla o Nogales. 

Entre 1962 y 1963 sumaría otras 26 novilladas en las plazas México, El Progreso y Monumental de Monterrey, compartiendo cartel con los punteros de la novillería mexicana como los ya nombrados Fernando de la Peña, Mauro Liceaga, Guillermo Sandoval, Américo Garza Romerita, Martín Bolaños, Víctor Huerta, Gabino Aguilar o Jesús Solórzano. En total en ese lustro, sumaría alrededor de unas sesenta novilladas en plazas de México.

A propósito de su hacer en los ruedos, escribió Daniel Medina de la Serna:

Un novillero con bastantes cualidades era Joel Téllez… Tuvo un buen debut, pues tenía clase y hondura, sin dejar de tener buena técnica… Era un torero que manejaba muy bien el capote…

A la conquista de España

Para el año de 1964, El Silverio tenía puesta la mira en los ruedos hispanos. Consideró, junto con quienes llevaban su carrera, que estaba en el punto de desarrollo profesional adecuado para emprender una campaña novilleril allá y recibir una alternativa con fuerza en una plaza de importancia. Aunque desde varios años antes, se le mencionaba como candidato a hacer la travesía, como se puede apreciar de esta entrevista realizada al doctor Alfonso Gaona por Francisco Narbona y publicada en el número de El Ruedo, aparecido en Madrid el 19 de octubre de 1961:

¿Qué toreros mejicanos pueden interesar aquí?

Bueno... Hay muchos, ¿sabe? Están los consagrados... Todos ellos están en buen momento. Luego han surgido otros que se han situado en pocos meses a la cabeza del escalafón...

Y entre los novilleros, ¿hay muchos nombres carteleros?

También. Están Mauro Liceaga (primo de los otros toreros de ese apellido), Martín Bolaños, Sandoval, Diosdado, «El Silverio», Luciano Contreras...

Esa primera campaña constó de once festejos y comenzó tarde, porque al estarse preparando en el campo salmantino, sufrió una voltereta y la fractura de uno de los huesos del brazo derecho, por lo que no pudo presentarse sino hasta el 7 de junio en el Puerto de Santa María. Destacaron sus actuaciones en Córdoba, Haro, Barcelona, Málaga y las dos en Madrid.

A propósito de la tarde de su debut en Las Ventas, Alfonso Navalón escribió para El Ruedo de Madrid, en su número del 11 de agosto de 1964, lo siguiente:

Debutaba «El Silverio», novillero mejicano, que dibujó un quite por chicuelinas, portento de lentitud y armonía. Un bello cuadro de arte que dejó en la tarde monótona el perfume de lo auténtico. Volvió el mejicano a torear con excelente corte de capote a sus dos novillos. Luego las dos faenas se perdieron entre las destempladas arrancadas de los moruchos. Pero cuajó unos derechazos cadenciosos y con buen temple. Matando se queda en la cara...

Otros novilleros mexicanos que actuaron en aquellas plazas en ese año fueron Jesús Delgadillo El EstudianteJuan Anguiano, Juan de Dios Salazar y Antonio Sánchez Porteño.

En 1965 sus actuaciones en el escalafón de novilleros fueron menos, apenas seis. Destacan las de Palma de Mallorca, Zaragoza, San Sebastián y Requena. Los otros mexicanos aspirantes a la alternativa fueron Manolo Espinosa Armillita, Raúl Contreras Finito, Juan de Dios Salazar, Jesús Solórzano y Mario de la Borbolla.

Cerca del cierre de la temporada se anunció que El Silverio recibiría el grado de matador de toros. Sería el 10 de octubre en el Coliseo Balear de Palma de Mallorca. Sería su padrino el ecijano Jaime Ostos y fungiría como testigo el chiclanero Emilio Oliva. Por delante iría el caballero de la Puebla del Río, Rafael Peralta. Para el efecto se prepararon tres toros de Manuel Francisco Garzón, dos de Sepúlveda de Yeltes y uno de los herederos de María Montalvo para la lidia ordinaria y un novillo de Bernardino Giménez Indarte para el rejoneador.

Los triunfadores de la tarde fueron el caballero en plaza que cortó las dos orejas del que le tocó en suerte y Joel Téllez El Silverio, que cortó la oreja al toro de su alternativa y que fue al final de cuentas la única de la tarde para los toreros de a pie. La relación del festejo, enviada por el corresponsal del semanario El Ruedo, y aparecida en el número del 12 de octubre siguiente, cuenta lo que sigue:

Tomó la alternativa de manos de Jaime Ostos el novillero mejicano El Silverio, quien después de un escaso número de novilladas ha pasado al escalafón superior por decisión personal con vistas a los contratos de su patria. Con el toro de la ceremonia estuvo valiente y después de una estocada le concedieron la oreja. En el último bien pudo repetir el premio, de no haberle fallado el estoque; pero necesitó cuatro pinchazos y todo quedó en palmas…

Como se ve, a pesar del poco comedimiento del corresponsal del semanario madrileño, El Silverio dejó la puerta grande entreabierta la tarde de su alternativa.

El regreso a México

De vuelta a suelo patrio, se presenta el 13 febrero 1966 en El Toreo de Cuatro Caminos. Lo hace en un cartel importante en el papel, pues alterna con Luis Procuna, César Girón y Paco Pallarés, con un encierro de Matancillas. Al final de cuentas la tarde se torció, sopló viento de principio a fin, los toros sacaron muchas complicaciones y el que mejor librado salió fue Girón, que apenas dio una vuelta al ruedo.

Su presentación en Monterrey sería el 15 mayo, pero no en la plaza Monumental, sino en el Lienzo Charro, donde con motivo de la Exposición Agrícola y Ganadera se dio una corrida de toros en la que alternaron los rejoneadores Felipe y Evaristo Zambrano y a pie Felipe Rosas y El Silverio mano a mano ante un encierro de Santoyo. La presentación en la plaza Monumental se dio hasta el 5 de septiembre alternando con Finito y Eloy Cavazos. Los toros fueron de Santa Martha y Finito regaló uno de Mimiahuápam.

Confirmaría su alternativa en la Plaza México el 10 marzo de 1968, apadrinándole Mauro Liceaga, y siendo testigo Antonio Lomelín con una corrida de Zotoluca. Acerca de esta tarde, Daniel Medina de la Serna refiere que a pesar del poco sitio que mostró, le realizó una buena faena a Gladiador, 5º de una tarde de mucho viento y polvo, lo que le valió regresar al siguiente año.

Regresó a la gran plaza el 9 febrero 1969, en un cartel que formó junto con el rejoneador Gastón Santos, Joaquín Bernadó y Raúl García. Los toros fueron de Mariano Ramírez, uno de La Laguna para rejones y otro de Peñuelas que regaló El Silverio.

Don Neto, en su crónica escrita para la agencia AFP y aparecida en el diario El Informador de Guadalajara el 10 de febrero de 1969, reflexionó:

“El Silverio” que no había estado muy bien en su primero, en el que fue cogido dramáticamente, quedando con el terno destrozado, pero sin herida alguna, toreó bien con el capote y mucho mejor con la muleta en su segundo… Hubo pases de gran clase, temple y valor, la faena fue corta, pero la calidad del joven diestro fue mucha. Ovación final… En su afán de alcanzar el triunfo total, regaló un manso, bronco, difícil y peligroso ejemplar de Peñuelas con el que se mostró valiente, voluntarioso, enterado, siendo despedido con fuerte ovación...

La temporada final

La última campaña en la que El Silverio vistió de luces fue la de 1972, toreó seis festejos en Monterrey, Villa Acuña, Caxuxi, Ciudad Acuña, Torreón y Cadereyta, esta última, una corrida nocturna verificada el 16 de septiembre, en la que mano a mano con Roberto Ortiz El Fotógrafo, enfrentaron cuatro toros de La Ronda. En este festejo Joel Téllez cortó la única oreja de la noche y la última de su trayectoria vestido de luces.

Hoy con este repaso por su trayectoria recuerdo el aniversario 56 de su alternativa. 

Aviso Parroquial: Agradezco a mi Patrón don Francisco Tijerina el auxilio prestado para verificar algunos datos aquí expresados. Y también a Sergio Peraza, por la misma clase de apoyo. Los resaltados en el texto de Alfonso Navalón, son obra imputable exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en su respectivo original.

domingo, 14 de marzo de 2021

Félix Briones. A 50 años de su despedida de los ruedos

Desprendiendo el añadido a Félix Briones
Imagen: Manolo Saucedo
Cortesía: Francisco Tijerina
El anuncio de la despedida de los ruedos de Félix Briones el 14 de marzo de 1971 en Monterrey, motivó la reflexión de lo que fue su paso por los ruedos, en los que estaba activo desde el inicio de la década de los cuarenta y en la que, ya en la capital de la República, fue compañero de quinta de novilleros como Luis Procuna, Gregorio García o Eduardo Liceaga en la época en la que actuó en el Toreo de la Condesa, plaza en la que se presentó el 6 de junio de 1943 o Fernando López El Torero de Canela, Joselillo o Pepe Luis Vázquez (mexicano), de su tiempo ya de la Plaza México, donde debutó el 23 de junio de 1946 y siendo ya uno de los triunfadores de ese ciclo, salió proyectado hacia la alternativa.

Fue doctorado por Lorenzo Garza en la desaparecida plaza de el Coliseo en su ciudad natal, Monterrey, el 24 de noviembre de 1946, en festejo mano a mano, lidiándose toros de la ganadería del propio padrino. El toro de la ceremonia se llamó Reinero. Poco más de un mes después, el 29 de diciembre de ese mismo 1946, confirmaría en la Plaza México, de manos del propio Magnífico y testificando Jaime Marco El Choni, también confirmante, siéndole cedido a Félix el toro Huerfanito de Zotoluca. Esa tarde pudo cortar orejas, pero la espada se lo impidió.

Félix Briones fue uno de los diestros emergentes – junto con Chicuelín, El Ahijado del Matadero, Guerrita o Vizcaíno – que apoyó Manolete en sus campañas mexicanas y así, alternó con el Monstruo de Córdoba y Luciano Contreras en Mérida, el 22 de diciembre de 1946, para lidiar toros yucatecos de Sinkeuel.

Un trofeo presidencial

El jueves 6 de junio de 1947, se celebró la 19ª corrida de la temporada 1946 – 47 en la Plaza México, organizada por un patronato pro construcción de escuelas en el entonces Distrito Federal, encabezado por los señores Pablo B. Ochoa y Fernando Reyes Spíndola. En dicha corrida, se disputaría el Trofeo Presidencial Cigarrera de Oro, cedido por el entonces Presidente de la República, Miguel Alemán Valdés y el Secretario de Educación Pública, Manuel Gual Vidal – ¡qué tiempos aquellos, cuando a los gobernantes no les daba prurito patrocinar trofeos taurinos! –.

El cartel de ese festejo extraordinario se integró con Fermín Espinosa Armillita, Lorenzo Garza, Luis Castro El Soldado, Fermín Rivera y Alfonso Ramírez Calesero, lidiando todos un encierro de La Punta. El sexto de la tarde se llamó Gamito y en una tarde en la que ninguno de los diestros actuantes obtuvo trofeos, Félix Briones realizó una destacada y valerosa faena, que le valió la obtención del trofeo, que le fue entregado por los dirigentes del patronato.

El ambiente previo

Félix Briones – como su hermano Luis – fue un torero muy querido en Monterrey. La prensa de la época refleja el buen ánimo que producía su anuncio de dejar de vestir el terno de luces y así se desprende de esta nota previa aparecida en el diario El Porvenir de esa ciudad, de un par de días anteriores a la corrida:

Ha despertado expectación entre los aficionados regiomontanos el cartel del domingo en la Monumental Monterrey, en el cual Félix Briones habrá de decir adiós a la profesión de torero. Precisamente el hecho de que el pundonoroso diestro local cierre con su actuación del domingo su brillante trayectoria en los ruedos, hará que mucha gente acuda al coso para ver a quien supo ganarse la admiración de los públicos taurinos de México y Sudamérica, con actuaciones sensacionales, en la que nunca impuso condiciones y salió siempre a dar la pelea a todos los alternantes, desde el más encumbrado hasta el más modesto…

Y quienes vieron y vivieron los triunfos y sinsabores del peregrinar de Félix desde su época de novillero hasta la tarde que Lorenzo “El Magnífico” lo hizo matador de toros en el desaparecido Coliseo, estarán deseando que llegue el momento de verle asomar por el portón de cuadrillas, listo a dar la pelea a Joaquín Bernadó y a Mauro Liceaga, últimos alternantes que tendrá Félix en su vida profesional…

Había ilusión por ver al torero de la tierra torear su última tarde…

La tarde del adiós

Vestido de rosa y oro partió plaza Félix Briones, iba a la izquierda del paseo, con Joaquín Bernadó a la derecha y entre ellos, otro torero de dinastía, Mauro Liceaga. En los toriles les aguardaban seis buenos mozos de don Eliezer Gómez, ganadería neoleonesa que se unía al acontecimiento para despedir al torero de la tierra. Al final de los hechos, Félix Briones se pudo ir en aire de triunfo. Arrollando, como era su divisa. La relación que hizo en su día Antonio Córdova para el diario El Porvenir de Monterrey, entre otras cosas cuenta esto:

…“Doblecolo”, se llamó el primero de la tarde, al que Félix recibió con lances de tanteo, pero luego le fijó los pies en varias series de verónicas cargando la suerte, incluso le hizo un torerísimo quite por chicuelinas. Y aunque Félix tomó los palos y dejó excepcional par de cortas, el toro vino a menos, es decir, se agotó pronto, y Félix tuvo que aliñar, matando de una estocada un tanto desprendida. 

Con “Fierroesponja”, el otro de su lote, Félix salió decidido a dar el todo por el todo, y lo recibió en el centro de la plaza con faroles de rodillas y lances estupendos, cargando la suerte. Siguió en plan triunfal con una faena en la que hubo derechazos extraordinarios, naturales soberbios, en la que toro y torero fundieron en una sola la figura, y cuando mató de magnífica estocada, la autoridad no vaciló en concederle las orejas y el rabo, mis colegas los cronistas regiomontanos, no tuvimos empacho alguno en alzarlo a hombros y pasearlo por el ruedo, sobre todo después de que Félix Gerardo, su hijo, le desprendió el simbólico añadido, dando fin a una página de gloria dentro de la fiesta taurina…

Félix Briones fue cargado en hombros por los cronistas taurinos de Monterrey y por el comediante Gaspar Henaine Capulina, después de que su hijo Félix Gerardo, que pocos años después sería uno de los destacados novilleros que le dieron la pelea al fenómeno que fue Rodolfo Rodríguez El Pana le despojara del añadido. Sigue contando Antonio Córdova:

…Emotivo el momento en el cual Félix Gerardo, su hijo, le desprendió el añadido dando por terminada toda una vida dedicada a la profesión de torero, y más emotivo aún, el momento en el cual “Pablote”, Arturo García, Memo Guerra y Gaspar Henaine “Capulina” le cargamos a hombros como fiel reconocimiento a lo que Félix hizo en su larga trayectoria dentro de la fiesta…

Para redondear la tarde, Joaquín Bernadó salió al tercio en su primero y dio dos vueltas en el quinto, tras de que se le negara la oreja que fue insistentemente pedida y Mauro Liceaga dio la vuelta tras la lidia del tercero y le cortó la oreja al sexto, lo que permitió culminar una tarde en la que Félix Briones tuvo la despedida que pudo soñar, arropado por la gente de su tierra y triunfando. No muchos toreros tienen esa suerte.

Así pues, ese domingo 14 de marzo de hace medio siglo, se cerró un gran volumen de historia taurina que representaba la carrera del torero de Monterrey.

El ganado que se lidió

La ganadería de don Eliezer Gómez González se fundó en el año de 1933 y se asentó en el rancho Las Bravas del municipio de Cadereyta, Nuevo León. El pie de simiente, de acuerdo con don Heriberto Lanfranchi fue de vacas de Jalpa y Xajay y sementales de Zacatepec. A partir de 1948, la dirigió don Eliezer Gómez Sada, por el fallecimiento de su fundador y en 1976 fue enajenada a Valdemar Saucedo Galindo. Su divisa era con los colores blanco y negro.

Una estampa torera

Bien es sabido que la tauromaquia de Félix Briones estaba fundada en el valor. Pero no era un valor exento del oficio bien aprendido. Del conocimiento de los terrenos y de la colocación. Recojo, de la crónica que, firmada a nombre de Carlos Fernández Valdemoro en el ejemplar de “La Lidia” del 25 de agosto de 1944, el después José Alameda, relata una escena ocurrida en la novillada del 20 de agosto de 1944 en el Toreo de la Condesa. Se lidiaban novillos de Ajuluapan para Félix Briones, Leopoldo Gamboa y Raúl Iglesias y nos cuenta:

...veroniqueó Briones también con mucho valor y, luego, al hacer el primer quite por orticinas, – que han vuelto a estar en boga desde que Luis Procuna las resucitó en la corrida de la Oreja de Oro – resultó cogido y aparatosamente volteado. Se levantó y quiso repetir los lances, demostrando con ello más carácter que malicia, pues el novillo no era ciertamente propio para tales adornos… A la muerte llegó el novillo con acusada querencia hacia las tablas, y aún más allá de ellas. Y saltó al callejón, cuando Félix brindaba ya su muerte. Estaba el novillo decidido a evitarla y apenas lo sacaban de entre barreras, volvía a internarse. Abrieron por fin los monosabios la puerta del callejón que está ante la puerta de cuadrillas y allí se quedó aquerenciado el toro. Félix Briones hizo cuanto pudo para sacarlo, y aprovechó una arrancada para sacarlo hacia las afueras, logrando dejar una estocada un tanto pasada. Saltó el novillo, ya herido, al callejón y allí murió, mientras el público premiaba la voluntad y la decisión de Félix con nutridos aplausos…

Es decir, sabía torear y sabía estar en su sitio . En suma, Félix Briones sabía ser torero, en el ruedo… y fuera de él.

Félix Briones falleció en León, Guanajuato, el 11 de julio del año 2011.

Es por eso que, en este día, que se cumple medio siglo de su despedida de los redondeles, le recuerdo con respeto y admiración.

Aviso Parroquial: De nueva cuenta y como en todos los casos que tienen que ver con asuntos de la llamada Sultana del Norte, agradezco a mi Patrón, don Francisco Tijerina, el haberme proporcionado los materiales para garabatear estas líneas. Asimismo, advierto que los resaltados en los textos transcritos son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 21 de febrero de 2021

20 de febrero de 1966: Lorenzo Garza se despide de los ruedos en su plaza de Monterrey

El anuncio de la despedida
Diario El Porvenir
Todo principio tiene un final. Algo más de treinta y cinco años después, Lorenzo Garza, el torero que consideró que uno de los ingredientes para ser figura del toreo era saber dividir decidió dejar de vestir el terno de luces. Quedaban atrás aquellas ilusiones que cultivó siendo un muchacho, cuando en una peluquería de su barrio leyó, seguramente en un ejemplar de Toros y Deportes, que Rodolfo Gaona cobraba cuatro mil pesos – en oro – por corrida.

También quedaba para la historia aquella tarde en la que, entrenando de salón ya en El Toreo de la Condesa, se le acercó Adolfo Aguirre El Conejo y le preguntó si era capaz de hacerle lo mismo a los toros y ante su respuesta afirmativa, lo anunció para el siguiente domingo, el 3 de mayo de 1931, con Jesús González El Indio y Antonio Popoca, para lidiar novillos de La Punta. Fue tal la premura de su anuncio, que su nombre apareció en los carteles como Lázaro Garza.

Se volvió un agradable recuerdo el viaje a España, con un puñado de pesetas en la bolsa, su hospedaje en el gran Hotel México de Santander y su feliz y providencial encuentro con don Eduardo Pagés, que casi de inmediato lo puso a torear en aquellas tierras y lo ayudó a salir adelante hasta llegar a recibir la alternativa de manos de Juan Belmonte e iniciar la andadura que lo llevó a ser una de las grandes figuras históricas del toreo.

Todo principio tiene un final y don Lorenzo lo decidió para esta fecha, en su tierra, ante sus paisanos que siempre lo apoyaron.

Los prolegómenos de la despedida

Cuenta Alejandro Arredondo, en Lorenzo Garza, El Ave de las Tempestades, lo siguiente:

“El Magnífico” regresó a los ruedos por última ocasión a los 58 años de edad con un jugoso contrato por tres corridas con la empresa de Leodegario Hernández Campos, la alternativa del joven maestro, una corrida en León y finalmente la despedida de nuevo en Monterrey, para no volver nunca más a vestir de luces…

Lorenzo Garza, de acuerdo a los recuentos estadísticos de don Luis Ruiz Quiroz toreó ese 1966, la de León el 19 de enero con Joselito Huerta, José Fuentes y Manolo Martínez con toros de Mimiahuápam en la que se alzó como el triunfador al cortar la oreja del quinto de la tarde y la de su despedida en Monterrey.

El 22 de enero de ese 1966, días después de su triunfo en León, la agencia Informex, en nota publicada en el diario El Siglo de Torreón, anunciaba ya la despedida del Califa, en estos términos:

México, 21 de enero. – (Informex). – Lorenzo Garza, el veterano espada mexicano anunció que su despedida definitiva de los ruedos tendrá lugar el día 6 de febrero en la plaza de Monterrey, que es su ciudad natal.

En tal fecha alternará con Joselito Huerta y Raúl Contreras “Finito”. La supervivencia del genial muletero regiomontano en el arte que le dio fama ha sido increíble.

Muy cerca de los 60 años de edad, es capaz todavía de lograr hazañas como las de ayer en la plaza de León, donde fue el máximo triunfador, alternando con tres toreros jóvenes que están en su mejor momento.

Lorenzo Garza era uno de los últimos bastiones de la Edad de Oro del toreo mexicano que estaba en activo, pues tras de la tarde que hoy me ocupa, de ella quedarían activos solamente Alfonso Ramírez Calesero, quien en campaña de despedida torearía hasta 1968 y Luis Procuna que tendría su última tarde hasta 1974.

Lorenzo Garza había hecho pausas en su carrera en varias ocasiones antes de esta última tarde. Así, toreó por última vez el 30 de junio de 1943 en Barcelona, con Carlos Arruza y Jaime Marco El Choni con toros de Marceliano Rodríguez, para reaparecer hasta el 20 de noviembre de 1946 en Irapuato, alternando con Manolete y Luciano Contreras, consciente de su responsabilidad de figura que tenía que salir a dar la pelea al Monstruo de Córdoba

Volvió a dejar de torear el 16 de octubre de 1949, en Palmira, Colombia, con alternando con Morenito de Valencia y Félix Briones en la lidia de toros de José Estela. Reapareció el 20 de abril de 1958 en Ciudad Juárez acartelado con Juan Silveti y Jaime Bolaños y toros de Jesús Cabrera, toreando 6 corridas ese año, otras 5 en 1959, 6 en 1960 y 3 en 1961. No toreó en 1962 y 63 y toreó 2 corridas cada uno de los años 1964, 65 y 66. En total en su carrera, sumó nada más 331 festejos toreados.

La tarde de la despedida

Al final de cuentas y a pesar de las noticias previas, don Leodegario Hernández confeccionó un interesante cartel para arropar la despedida de la gran figura. Le acompañaría uno de las figuras emergentes del momento, Raúl Contreras Finito y cerraría la tercia un torero español, de Salamanca, que también era de alternativa reciente Paco Pallarés y que se malograría después a causa del toro negro de la carretera. Los toros serían de José Julián Llaguno, ganadería que gozaba de un excelente momento.

Lorenzo Garza se fue en olor de triunfo, con las orejas y el rabo del último toro que mató en las manos. La crónica de Antonio Córdova, en el diario El Porvenir, de Monterrey, del día siguiente del festejo, entre otras cosas, nos cuenta:

“Joyero” se llamó el cuarto de la tarde. Un joyero de mucha categoría, pues trajo consigo toda la gama de la orfebrería taurina presentada en ese estuche de lujo que se llama Lorenzo Garza.

La exhibición dio principio con una tanda de verónicas de oro que, el señor de Monterrey remató con media verónica rodilla en tierra y, no conforme con ello, volver a prender al de José Julián para llevarlo de los tercios a los medios con 3 lances colosales y media verónica de ensueño.

Pero lo más rico de la exposición vino en cuanto Lorenzo tomó la muleta en sus manos, para ir bordando como gemas valiosísimas un trasteo con naturales garcistas que no volveremos a ver, derechazos de maravilla, y sus medios pases con la derecha que fueron el aderezo a su obra maestra.

El toque final fue esa media estocada en el hoyo de las agujas, con la cual tuvo “Joyero” para entregarse al cachetero, y al grito de ¡Torero! ¡Torero!, se le entregaran las orejas y el rabo del toro de José Julián a Dn. Lorenzo que, aclamado por la multitud dio tres vueltas al ruedo con la arena tapizada de sombreros y prendas de vestir. Un triunfo grandioso para quien ha sabido honrar durante toda su trayectoria taurina el terno de luces…

Una tarde triunfal, pues Paco Pallarés cortó tres orejas a los toros de su lote y Finito con la parte dura del encierro le cortó una al tercero, con petición de la segunda, no concedida, lo que generó una gran bronca a quien presidía el festejo.

En suma, Lorenzo Garza se fue de los ruedos ejemplificando la grandeza de la fiesta, la que siempre fue su bandera.

En el diario El Norte, también de Monterrey, en una publicación sin firma, pero que puedo atribuir a don Ángel Giacomán – esa era su tribuna – se le pedía a don Lorenzo lo siguiente:

... ‘No te vayas Lorenzo’, diría don Alfonso Junco recordando el tiempo ido, que fundió en su cerebro prodigio aquellos versos, que al fin pudieron describir la grandeza del torero, que sembró pasiones y ahora cosecha cariño y admiración.

‘No te vayas Lorenzo’, y sabemos que no te irás, porque quedará para siempre en la mente, tu personalidad incomparable, el sello de tu pase natural inigualable, y al igual que entonces, aún siembras pasiones de matices tan diferentes que te han hecho inmortal...

Ya quedaba solamente paso para la nostalgia, para el recuerdo, para la memoria. Lorenzo Garza seguiría en los ruedos, pues torearía algunos festivales selectos a beneficio de causas nobles, pero la competencia que implica ir vestido de seda y alamares había llegado a su punto y final. Una época había terminado. Y terminó con grandeza, con la grandeza que corresponde tanto a la fiesta de los toros, como al personaje que en este caso la representa.

Aviso parroquial: Agradezco a mi Patrón, don Francisco Tijerina, haberme proporcionado los materiales provenientes del diario El Porvenir de Monterrey, pues de no ser así, no hubiera podido armar esto. Igualmente, el resaltado en la crónica de Antonio Córdova es imputable exclusivamente a este amanuense, pues no obra así en su respectivo original.

lunes, 21 de octubre de 2019

Re – crónica de un petardo consumado… a 45 años vista (II/II)

Manolo Martínez
Después del fárrago que les receté ayer, retomo lo iniciado con algo de lo que escribió acerca del festejo quien firmó como Don Antonio, para el semanario El Ruedo, en su ejemplar aparecido el 22 de octubre de 1974:
…Tuve ocasión de comprobar que mi decisión de no ir a Marbella había sido acertada. Parece que en estos montajes televisivos vía satélite los organizadores piensan que somos nosotros, los aficionados, quienes estamos en la luna y que todo es lícito para sus fines comerciales. Ya lo pude comprobar en la primera corrida «universal» difundida hace años desde la plaza de Jaén. Esta ha venido a ser la segunda estocada transoceánica dada al buen nombre de la Fiesta. Y no me gusta asistir al espectáculo de ver cómo se dan todas las bazas al enemigo, cómo los aficionados pierden toda razón para seguir siéndolo, cómo se arrastran no siete torillos deficientes y deplorables, sino siete harapos desgarrados de lo que debiera ser el manto regio de la corrida de toros... 
Paco Camino anduvo vacilante, incierto, dubitativo toda la noche. Los planos en que nos mostraban más cercano su rostro siempre eran con la mirada puesta en lo que otros tenían que decidir... Apuntó algún detalle de su clase... pero como los toros no tenían claridad, ni fuerza, ni presencia, la cosa quedó deslucida en sus cuatro... Camino se largó de la plaza abochornado y molesto, mientras por los micrófonos internacionales, vía satélite, gritaba llamándole Pepe Alameda: «¡Paco... Paco... Espera... Paco...!»... 
Manolo Martínez nos recordó – ¡y cómo no! – al de hace pocos años en su primera temporada en España. Tampoco fue favorecido por el ganado, pero sí por el señor presidente que le concedió la oreja del segundo cuando nadie se la pedía. Esto es así hasta el extremo de que las cámaras de TV hurtaron el plano del público y los pañuelos mientras Alameda no pudo dejar de traslucir su sorpresa al decir: «¡Le han dado la oreja a Manolo Martínez...!».
¡Eso sí! Nos enteramos a conciencia de lo que era un «martinete». Y de lo gran torero que Manolo Martínez es... en Méjico...
Al final de cuentas, Paco Camino y Manolo Martínez cortaron una misericordiosa oreja cada uno, aparentemente no pedidas por la concurrencia. Triste saldo para tanto boato previo.

Una versión edulcorada del festejo

Encontré en las páginas del diario mexicano El Siglo de Torreón del 21 de octubre de 1974, la siguiente reseña, remitida por la United Press International (UPI) y que dejo aquí a la letra:
Manolo Martínez cortó oreja y Paco Camino rehusó otra 
Marbella, (España), (UPI). – El éxito artístico de la corrida celebrada anoche en la Plaza “Nueva Andalucía” en la que Paco Camino y el mexicano Manolo Martínez lidiaron toros de los Herederos de Carlos Núñez, no respondió a la expectación que había despertado. 
Los toros, en general bien presentados, fueron difíciles para los diestros, por las escasas fuerzas. Los más manejables fueron el primero, segundo, quinto y el sobrero. El tercero, después de un puyazo y un par de banderillas rodó por la arena y hubo de ser apuntillado.
Camino sacó buena faena al primero con tandas de derechazos y naturales y terminó de estocada desprendida. Petición de oreja y saludos. No pudo hacer nada en el tercero que se tumbó y fue apuntillado. En el quinto sobresalieron tres series de naturales y el de pecho para pinchazo y media desprendida. Oreja que el diestro rehusó. En el sobrero sacó superiores tandas de naturales y derechazos, entre los olés del público. Mató de dos pinchazos y estocada, petición de oreja. 
Martínez, que vestía traje negro y oro, faena reposada y amena en el segundo, en la que sobresalieron naturales, derechazos y martinetes. Citó en la suerte contraria y dejó más de media que fue suficiente. Oreja y vuelta. Comenzó bien con el cuarto, pero se le coló y optó por abreviar dejando cuatro pinchazos y casi media. 
En el sexto faena muy torera que refrendó de estocada caída y delantera, palmas. 
Martínez quiso regalar un toro, pero no se lo permitieron. 
Preguntado sobre qué le había parecido el festejo, dijo que: “me siento muy disgustado. La corrida ha sido fatal, de poca casta”.
En ese tenor se informó a la afición mexicana que no tuvo la oportunidad de ver el festejo.

Alguna cuestión previa a destiempo

En el primer ejemplar de El Ruedo citado, se hace un resumen de lo que implicó el festejo en su organización, haciendo ver que al menos en el costo de los honorarios de los toreros, fue en su día, el más caro de la historia. Me llama la atención que esa publicación haga notar que lo que hipotéticamente cobró Paco Camino importó el doble de lo que se llevó Manolo Martínez. Lo publicado es lo siguiente:
La corrida del día 20 en Marbella
Plaza: Andalucía la Nueva
Localidad: Marbella
Clase del festejo: Corrida de toros.
Hora: Corrida nocturna.
Toreros: Paco Camino, de España y Manolo Martínez, de Méjico, mano a mano.
Toros: De Herederos de Carlos Núñez o Joaquín Buendía.
Honorario de los toreros: Según contrato, a convenir. Según informaciones dignas de crédito, diez millones de pesetas, Paco Camino y cinco millones de pesetas, Manolo Martínez.
Divulgación: Transmitida por T.V. color a España, Méjico y países taurinos de habla española.
Organización: «Televisa» cadena de la televisión mejicana.
Es de destacar que antes del anuncio formal de la corrida, existía la posibilidad de que los toros a lidiar fueran de don Joaquín Buendía, de encaste Santa Coloma, pero al final los organizadores y quizás también, los toreros, se decantaron por el encierro de Núñez.

Comentarios a – posteriori

Quien firmó como Uno del Uno, en la columna titulada Chilindrinas toreras, en el número de El Ruedo aparecido el 22 de octubre de 1974, escribió lo siguiente a propósito de este accidentado festejo:
Martínez a «desagusto» 
En otro lugar de este número damos cuenta de los antecedentes, opiniones y resultados de la «irrespetuosa» – por  llamarla de algún modo fino – corrida de Marbella. De entre la mucha cháchara, para despistar, que escuchamos por los micrófonos, nos llamaron la atención dos pequeñeces. Y las dos, referentes a Manolo Martínez, el torero mejicano. 
La primera: que el diestro dijo que estaba «desagusto» con la corrida. Lo cual, si algún tiempo fue vocablo en uso – lo cual habría que consultar –, hace tiempo arcaico que dejó de serlo. Y lo correcto hubiera sido decir «disgusto». 
Como estábamos a disgusto cuantos sentíamos tantas y tan seguidas faltas de respeto al público internacional, tanto agravio para la Fiesta, tanta falta de amor propio en los toreros, tanta vergüenza ajena al escuchar como Pepe Alameda – el comentarista mejicano – trataba de hacernos ver blanco lo negro (mi receptor no captó otro cromatismo) o confundir los colores para quienes veían la corrida en toda su gama de matices. 
La segunda: Martínez afirmó que la corrida había salido mala (de acuerdo) y falta de casta (en desacuerdo). La corrida salió escasa, floja, inválida y mansa. Pero, ¿sin casta? Martínez tiene confundidos los conceptos. Una cosa es la mansedumbre y otra la casta. Casta es eso que hizo que Manolo Martínez estuviera bailando al son de los toros casi toda la noche y en un momento de verdadero apuro en el cuarto. ¿Comprende «mano»?
Las consecuencias de la catástrofe de Marbella tuvieron brazos largos. En el ABC de Sevilla del 30 de noviembre de 1974, apareció publicada la siguiente información:
Madrid, 29. – La Junta Nacional Sindical Taurina ha hecho saber, respecto a la dimisión de Gregorio Sánchez de sus cargos, motivada por el resultado artístico de la corrida de Marbella, televisada a España e Iberoamérica, que, aun respetando la decisión del diestro, no es cometido de dicho organismo garantizar la calidad artística de aquel festejo. 
El diestro Gregorio Sánchez ha presentado la dimisión de sus cargos de vocal y tesorero de la Junta directiva de la Agrupación de Matadores de Toros y del cargo de vocal que, con dicha representación tenía en la Junta Nacional. – Cifra.

Efectivamente, como dice la nota transcrita, las agrupaciones taurinas no tenían la responsabilidad de garantizar el resultado artístico de la corrida, pero, visto lo relatado hasta aquí, sí tenían la de vigilar que se respetara, dentro de unos mínimos aceptables, el decoro de la fiesta, cosa que definitivamente no se hizo.

Por último

La plaza de toros Nueva Andalucía es una de tercera categoría. Inaugurada en 1968, tenía un público más bien turístico, así que no era dable esperar un espectáculo de gran categoría en un escenario de esa naturaleza, por mucho que se fuera a televisar urbi et orbi.

La idea inicial de don Jaime de Haro, de poner a torear juntos a Paco Camino y Manolo Martínez en México, se cristalizó hasta 1977 y permaneció hasta 1978, año en el que el llamado Niño Sabio de Camas se despidió de los ruedos en México.

Lo que demostró esa corrida, es que con ciertas restricciones, los toros y la televisión pueden convivir, sirviéndose los unos de la otra y viceversa para fomentar la afición y generar recursos que la hagan viable en muchos casos.

Agradezco de nueva cuenta a mi amigo Francisco Tijerina el haberme facilitado la información aparecida el diario regiomontano El Porvenir citada en estas líneas.

domingo, 29 de septiembre de 2019

Una fotografía con historia (V)

Monterrey. 16 de diciembre de 1962, triunfos grandes de Jesús Córdoba y Mondeño

La independencia del empresario

Jesús Córdoba, Raúl García y Mondeño
Plaza Monumental Monterrey 16/XII/1962
Colección: Francisco Tijerina
En los años sesenta del siglo pasado – y bastantes más que siguieron –, el empresario taurino era un hombre de negocios unidimensional. Su función era la de arreglarse con ganaderos para comprar toros y con toreros para contratarlos y así organizar festejos taurinos. En ese orden de ideas el sistema funcionaba de manera organizada y cada determinado tiempo los escalafones de toreros se renovaban y en el campo surgían nuevas vacadas que seguían haciendo honor a la renombrada calidad del toro de lidia mexicano. 

Hoy en día, las cosas han cambiado y el empresario lo es todo. Apodera toreros, tiene ganaderías y la propiedad de las plazas y el sistema más que avanzar, parece ir en reversa. ¿Qué es lo que no funciona en esa multidimensionalidad? Explicaciones hay muchas, algunas tienen una buena dosis de sentido, otras, simplemente no resisten el más mínimo análisis. Estos son los tiempos que vivimos hoy en nuestra afición a la fiesta. Y no es que nos quedemos mirando el retrovisor, sino que los resultados del ayer eran más halagüeños que los de hoy.

En 1962 era empresario de la Plaza Monumental Monterrey don César Garza. Uno de esos de una sola dimensión, era empresario nada más. Y en esa actividad, durante ese calendario ofreció a su afición catorce corridas de toros. Llevó a la plaza que regentaba – por estricto orden de aparición – a toreros como Alfredo Leal, Antonio del Olivar, Humberto Moro, Jesús Córdoba, Antonio Velázquez, Luis Procuna, Juan Silveti, Manuel Capetillo, Jorge El Ranchero Aguilar, Jaime Rangel o Raúl García entre los nacionales y a Paco Camino, Fermín Murillo, Luis Segura y Mondeño entre los del otro lado del mar.

Tardes memorables tuvo ese año de 1962, como la del día 14 de enero, con un gran triunfo de Alfredo Leal ante toros de Santacilia; siete días después, los que se llevaron el gato al agua fueron Antonio del Olivar y el madrileño Luis Segura con toros de La Punta; el primero de julio la tarde fue para el linarense Humberto Moro y Joselito Huerta, que enfrentaron un encierro de Las Huertas; luego, el 2 de septiembre, Raúl García, ante sus paisanos triunfó con el ganado de Pedro Castorena y el 2 de diciembre, en el penúltimo festejo del calendario, serían Manuel Capetillo y Mondeño los llamados al éxito con un encierro también de La Punta.

Pero don César no era solo empresario de corridas de toros y entreveradas con los festejos mayores, nunca faltaban las novilladas que en el calendario que me ocupa tuvieron la presencia de toreros jóvenes como Joel Téllez El Silverio, Mauro Liceaga, el de Reynosa Tito Palacios y Gabino Aguilar entre los más destacados punteros de la novillería de esa temporada.

La forma de hacer del empresario independiente daba rédito a la fiesta y la historia es testigo de ello. Por ello mi recuerdo a la manera de hacer de un empresario independiente que supo hacer temporada en su plaza.

La historia de la fotografía

Para el 16 de diciembre de 1962 don César Garza programó una corrida de toros con un encierro de Las Huertas – el segundo que se lidiaba en el año – para Jesús Córdoba, Raúl García y Juan García Mondeño. El primero de los encierros de Luis Javier Barroso que se lidió, más o menos medio año antes, permitió el triunfo de los toreros y con la combinación que ahora presentada, era un buen atractivo para la afición.

La crónica que me sirve para hilar estos recuerdos apareció en el diario El Porvenir, de Monterrey, al día siguiente del festejo. La escribió Antonio Córdova. No hace juicio sobre la entrada al festejo, pero quiero suponer que fue un lleno. El triunfo en apéndices fue para el Maestro Córdoba y Mondeño realizó una faena importante al sexto de la tarde. Raúl García tuvo que lidiar con el hueso del encierro.

Jesús Córdoba y Perlito

El toro que abrió plaza se llamó Perlito. De la labor del Joven Maestro, Antonio Córdova escribió:
¡Las campanas de León sonaron a triunfo! Sí señor, que hasta allí donde la vida no vale nada llegó el estruendo del triunfo clamoroso que obtuvo el joven maestro Jesús Córdoba; que esculpió con la finura de su arte dos faenas primorosas a otros tantos astados de Las Huertas, y no se vaya a pensar que los pupilos del Chacho Barroso que le tocaron en suerte eran dos peritas en dulce, lo que pasa es que dichos astados se encontraron con un TORERO que tiene este año, por el sitio que merece dentro de la afición. 
“Perlito” se llamó el primero de la tarde, y con él, Jesús arrancó los primeros olés de la jornada, al dibujar cinco primorosos lances a la verónica – que todavía hay toreros que la dan ¡qué caray!, y el de León es uno de ellos – que fueron un dechado de perfección: fueron solo cinco lances, pero qué diéramos los aficionados por ver aunque sea esa cantidad en cada tarde. 
Chucho Córdova (sic) es el torero mexicano cuyo arte se funde en el crisol de la plasticidad y la clase y por ello en su turno en quites repitió la dosis de toreo al natural con la capichuela, para bordar nuevamente el lance a la verónica. 
Que Córdova (sic) es un maestro, nadie lo duda: menos aún después de verlo doblar tan toreramente con su enemigo para fijarlo en el engaño y luego correrle la mano derecha en varias tandas, adornándose en todo momento y dejando sobre el ruedo de la Plaza Monterrey el aroma suave, limpio y puro de su toreo clásico y bello. 
Su labor fue completa, por eso intercaló en su trasteo el toreo preciosista y los pases de adorno que contrastaron a veces con la verdad de sus manoletinas y la entrega total en sus pases de costado. 
La faena del leonés derechista, porque por ahí quiso el toro que se le lidiara; pero qué manera de correr la mano de Córdova (sic), sobre todo en los muchos muletazos de vuelta entera que hubo en la faena. Y como colofón digno a su torerísima labor, Chucho Córdova (sic) dejó una estocada perfecta en el hoyo de las agujas, que fue suficiente para que el de Las Huertas rodara patas arriba, y la plaza se nevara de pañuelos blancos pidiendo los trofeos para este purista del toreo que se llama Jesús Córdova (sic); que con las dos orejas de su enemigo dio otras tantas vueltas al ruedo, recibiendo la aclamación del público… 
Era la corrida número 315 de las 372 que toreó en su carrera el Maestro Córdoba y sin abdicar a su concepto, volvió a dejar en la arena regiomontana su rúbrica artística.

Mondeño y su fallo a espadas

Juan García Mondeño venía a refrendar un triunfo que había conquistado dos semanas antes. El aire ascético que imprimía a su toreo impactaba a quienes lo presenciaban y calaba hondo en los tendidos. El sexto de la tarde fue otro de los toros de Las Huertas que facilitaron el toreo que impacta en las masas y el de Puerto Real aprovechó esas condiciones para reiterar sus cualidades. Antonio Córdova lo describe así:
España debe sentirse orgullosa de contar con un torero como “Mondeño”, sobre todo, por la vergüenza y el pundonor que hay en el ruedo cuando el torero de Puerto Real está en él.
Ayer no se lograron los faenones del día de su presentación, pero “Mondeño” volvió a electrizar a la afición regiomontana con la litúrgica belleza de su toreo y nuevamente al grito de ¡Torero, Torero!, debió llegar hasta Monda, el pueblecito donde nació el magistral diestro que se cuenta entre las siete maravillas de España.
Nada logró hacer el de Monda con la capa en su segundo – bueno, aparentemente – porque logró sujetarlo y fijarlo en el engaño, para luego con la muleta enloquecer a la multitud con su toreo señorial y único, más todavía, porque el pundonoroso torero español le pisó sus propios terrenos a la res para obligarla a embestir, estando a punto de recibir una cornada al ser zarandeado peligrosamente por el astado.
Y nuevamente imperó en el ruedo de la Plaza Monterrey el toreo de “Mondeño”, nuevamente surgieron de su maravillosa muleta los derechazos de mística belleza, rematados toreramente con el forzado, para que de todas las gargantas surgiera como una sola voz el grito de ¡Torero!, mientras allá en las alturas la banda de la plaza dirigida por Dn. Bernardo y Armando Garza, perfumaba el ambiente con un pasodoble torero, tan torero como el que estaba en el ruedo.
Con qué liturgia hace el toreo “Mondeño”, cómo honra el terno de luces y cómo respeta al público que llena las plazas este torero; sacerdote pagano que oficia en las plazas de toros convertidas en templos de la tarde.
Ayer volvió a no tener fortuna con la espada, y mire que en el primer viaje se fue en corto y por derecho dejando más de medio estoque, que desgraciadamente no surtió los efectos deseados; cómo nos hubiera gustado verlo con las orejas de su enemigo en sus manos, porque cuando se torea como “Mondeño” lo hizo ayer en su segundo toro, los apéndices son imprescindibles. ¡Lástima de verdad! Pero a la gente no le importó si “Mondeño” no mató a su toro en el primer viaje y lo aclamó de nuevo obligándolo a dar la vuelta al ruedo; qué torero está el tío, no cabe duda…
Las orejas se cortan con la espada, que en esta oportunidad no le fue propicia a Juan García. No obstante la impronta dejada por su hacer ante el toro caló hondo ante la afición congregada en la Monumental Monterrey, que lo acogió como suyo.

Retales de la prensa de ese día

La prensa mexicana de esa fecha consignaba entre otras estos resultados de festejos y noticias:

En Torreón, Alfredo Leal, división y silencio; Antonio del Olivar, 3 orejas y rabo y Enrique Vera, abroncado en ambos. Toros de La Ventilla.

En la Plaza México, Antonio Velázquez, silencio y herido; Humberto Moro, ovación, silencio, pitos en el cuarto que mató por Velázquez y silencio en el sexto que mató por Camino. Paco Camino que confirmó, oreja protestada y herido en el sexto. Toros de José Julián Llaguno.

En Guadalajara, Calesero, vuelta y pitos; Manuel Capetillo, pitos y vuelta; Juan Silveti, silencio y silencio. Toros de San Mateo. Al finalizar el festejo se anunció la novillada del Estoque de Plata para el día de Navidad con Mauro Liceaga, Gabino Aguilar, Ángel Flores y Juan Clemente, con novillos de Santo Domingo.

Rematando

Esta es la historia de la fotografía. No es un reflejo fijo de un momento de una tarde determinada, sino una ventana que nos lleva a ver los sucesos de una tarde de toros. En esta oportunidad se trata de la visión de una tarde triunfal de una época ya ida, cuando las cosas de los toros eran menos convulsas que hoy en día y quizás por ello, sus resultados eran más tangibles.

Con mi gratitud

A mi amigo Francisco Tijerina, que me facilitó la fotografía, así como la crónica de Antonio Córdova que dan pie a que yo meta los míos. Sin esas facilidades, esto no quedaría escrito. ¡Un abrazo Patrón!

Aldeanos