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domingo, 25 de octubre de 2020

En el centenario de Carlos Arruza (XIV)

Carlos Arruza, el solidario. España (II)

Monumento a Manolete
Foto: Justojosemm - Cordobapedia
La tenacidad de un proyecto

José Luis Sánchez Garrido, quien firmaba sus escritos como José Luis de Córdoba, casi al día siguiente de que los restos de Manolete fueran depositados en el cementerio de Córdoba, se empeñó en conseguir que lo que es conocido como la gran familia taurina se uniera en torno al proyecto de erigir un monumento en honor al que después sería proclamado IV Califa de esa ciudad.

Para recaudar los recursos necesarios recurrió a toreros, empresarios, apoderados y amigos del torero caído, así como al público en general. Llegó a poder organizar un festival taurino en 1949 y logró reunir una modesta cantidad de dinero con esa finalidad, pero llegó el día que la captación de recursos cesó. Así lo contó al semanario madrileño El Ruedo de el 30 de agosto de 1951:

…hace cuatro años de la muerte de «Manolete». Quiere decir esto que la suscripción no fue un éxito precisamente. Si reparamos las listas de donantes observaremos que faltan en ellas nombres que de ninguna forma debieran faltar. Nombres de toreros, por ejemplo.

Y de empresarios, y de ganaderos. De muchos de los que hicieron fortuna a la sombra gigantesca de «Manolete». No nos interesa puntualizar. Dense todos por aludidos... Y si repasamos – nosotros lo hemos hecho – la abundante correspondencia recibida, percibiremos el contraste de modestas personas – simples aficionados y aun mujeres de aldea, que ni tan siquiera vieron torear a «Manolete –, que tienen frases alentadoras para el proyecto del monumento e incluyen en la carta dos cincuenta pesetas en sellos de correo para la suscripción...

La suscripción, pues, engrosada con algunos miles de pesetas, producto de un festival celebrado en Córdoba, quedó no cerrada, muerta, en el año 1949.

Lo recaudado ingresó en el Banco de España y allí está todavía. En este momento asciende con toda exactitud a 180,971,20 pesetas. A esta cantidad hay que agregar las 25.000 pesetas consignadas en presupuesto, en su día, por el Municipio cordobés para dicho fin. Lo que suma un total de 205,971,20 pesetas, que no es, ni con mucho, suficiente para llevar a cabo la realización del monumento que «Manolete» merece...

Arruza recoge el guante

Enterado de tal situación, es que Carlos Arruza recoge el guante y reúne a toreros mexicanos y españoles para la realización de una de esas corridas que don Pedro Balañá llamaba monstruo allí, en la Plaza de los Tejares de Córdoba. Así lo cuenta Sánchez Garrido en información publicada en El Ruedo del 11 de agosto de 1951:

…Muchos han dicho que esta corrida, para su mayor rendimiento económico, debería haberse organizado en otra Plaza de mayor cabida que el coso cordobés... – decimos a Carlos –. Y responde: Contra ese parecer, yo estimo que el monumento a «Manolete» deben levantarlo esencialmente los cordobeses, sin despreciar el deseo de colaboración de otras regiones. Pero la primera piedra debía y tenía que salir de esta ciudad, madre del torero...

Todo el ambiente taurino de España estaba tan deseoso como yo de que esta corrida llegara a ser un hecho. Parece que él nombre de «Manolete» tiene aún poder suficiente para congregar todas las voluntades: ganaderos, toreros, empresarios, aficionados...

¿Quiere decirnos el cartel definitivo?

Se lidiarán diez toros; el primero por el duque de Pinohermoso a caballo, y los restantes en lidia ordinaria por los matadores Carlos Arruza, «Parrita», Martorell, Capetillo, Silveti, «Calerito», Aparicio, Liceaga y «Lagartijo». Ha habido que prescindir – con gran sentimiento por nuestra parte – de otros muchos y muy valiosos ofrecimientos. Además, el personal de cuadrilla actuará también de una forma desinteresada.

¿Y los toros?

Han de lidiarse por orden de antigüedad. Contamos con estos diez: Duque de Pinohermoso, Felipe Bartolomé, conde de la Corte, Galache, Alipio Pérez, Arturo Sánchez Cobaleda, Juan Belmonte, Carlos Arruza, Marceliano Rodríguez y José de la Cova...

Arruza y Capetillo fueron heridos en las actuaciones con las que cerraron su temporada española en Jerez y Albacete. De hecho, el primer pronóstico que se dio de la herida de Capetillo fue de muy grave, sin embargo, después de ser intervenido, resultó ser nada más grave, según la clasificación que hacen los médicos allá y ambos toreros estuvieron en condiciones de actuar.

Un prólogo fúnebre

El 15 de octubre de ese 1951 se trasladaron, en una intimidad hermética, los restos de Manolete al mausoleo que ocupan en definitiva, pues por lo intempestivo de su fallecimiento, fue inhumado en uno que cedieron en préstamo los hermanos Manuel y Baldomero Sánchez de Puerta. La narración de José Luis de Córdoba en El Ruedo del 25 de octubre de 1951 es de esta guisa:

Un acto sencillo y emocionante se celebró en Córdoba el pasado día 15 de octubre. Nosotros, en trabajo anterior, lo anunciamos, inconcretamente, porque aún estaba la fecha por determinar. No fue un acto público. Si así hubiera sido, se hubiese desbordado Córdoba entera en el cementerio de Nuestra Señora de la Salud. Por ello, a las doce en punto del mencionado día, la necrópolis estaba sola, silente. De Madrid llegó expresamente el que fue apoderado de «Manolete», José Flores, «Camará». Y de Jerez, sus íntimos don Álvaro Domecq y don Manuel Sánchez Dalp. Con ellos concurrieron el alcalde de Córdoba… Guillermo, el que fué mozo de estoques de «Manolete»; los dueños del panteón en que provisionalmente se depositaron los restos, don Baldomero y don Manuel Sánchez de Puerta, y el cronista que firma... Varios familiares de Manuel Rodríguez presenciaron también el acto: doña Ángela, hermana de «Manolete», y los hermanos políticos don Federico Soria Casanova, don Julio Delgado y don Rafael Torres Liñeros…

Algunas notas sobre la corrida

La corrida se celebró con algunos cambios. El primero es que por alguna razón que no pude confirmar, Juan Silveti salió del cartel y su lugar lo ocupó el texcocano Jorge Medina y se agregó al mismo Rafael Vega de los Reyes Gitanillo de Triana que no estaba anunciado originalmente. Acerca de esto último, se explica lo siguiente en El Ruedo del mismo 25 de octubre de 1951:

…sólo dejó de actuar Juan Silveti, de Méjico, para ser sustituido por el también azteca Jorge Medina. El toro de don José de la Cova figuraba como sobrero en el primitivo cartel, más la víspera de la fiesta se acordó que fuera estoqueado en primer lugar de lidia ordinaria por el espada «Gitanillo de Triana»…

Se ha afirmado que Gitanillo sustituyó a Calerito, pero es que en la reseña del festejo de El Ruedo no se dio cuenta de su actuación, subsanándose esta omisión hasta el número del primero de noviembre siguiente, cuando se hace la relación correspondiente y consta también en las crónicas de Antonio Olmedo Don Fabricio del ABC de Sevilla del 23 de octubre de ese año, o en la de la agencia CIFRA aparecida en La Vanguardia de Barcelona de esa última fecha.

El resultado del festejo

Al final de la corrida, celebrada el domingo 21 de octubre de ese 1951, Gitanillo y Martorell habían cortado una oreja, Arruza, Parrita, Capetillo, Calerito y Aparicio, las orejas y el rabo de su respectivo toro y Liceaga, Medina y Rafaelito Lagartijo, así como el Duque de Pinohermoso que descordó a su toro, fueron ovacionados. Los momentos más emotivos de la tarde se produjeron aun así, tras la lidia del octavo, cuando Julio Aparicio sacó a dar la vuelta al ruedo a todos los alternantes y a los subalternos que desinteresadamente actuaron en ese festejo y que en tono de apoteosis recorrieron la circunferencia.

El segundo gran momento se produjo cuando Rafael Soria Lagartijo brindó el undécimo de la tarde a Carlos Arruza, que recibió en ese momento la ovación más grande de la sesión, en reconocimiento a su labor de conjunción de esfuerzos y voluntades para lograr la erección del monumento que hoy está en la Plaza de los Condes de Priego, frente a la Iglesia de Santa Marina de Aguas Santas. Concluido el festejo, fue Arruza el que salió en hombros de la plaza, para cerrar el círculo del reconocimiento.

Las cuentas de la corrida

En el número de El Ruedo de el 8 de noviembre de 1951, José Luis Sánchez Garrido presentaba los números del exitoso festejo. Señalaba que la partida de gastos amparaba la cantidad de 68,837.85 pesetas, debidas a impresión de programas y boletería, acuñación de medallas para los diestros actuantes, transporte de toros y traslado de mayorales y que el ingreso neto de taquilla importó la suma de 811,765.75 pesetas, por lo que, sumada esta cantidad a las recaudadas con anterioridad, la campaña para la erección del monumento contaba ya con 1’022,736.95 pesetas para destinarse a ese fin. 

Queda claro así que la intervención de Arruza fue decisiva y exitosa en este asunto.

Para terminar

Escribe Don Fabricio en el ABC sevillano:

18 de abril de 1945. También fue en el ruedo de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, probadero de gallardías. Carlos Arruza, llegado de Méjico el año anterior, caía como un aerolito en las plazas españolas. Si a Manolete le llamaron el “monstruo”, a él le titulaban el “ciclón”: dos potencias. Aquella tarde los colosos coincidieron, diremos mejor, chocaron sobre el dorado albero del Arenal sevillano, y los toros rompieron las taleguillas de Manolete y Arruza. Se había iniciado una batalla dura, brutal quizás, pero precisamente porque las respectivas hombrías de Manolete y Arruza eran cabales sin tacha, la lucha se humanizó poco a poco y, a la postre, quedó superada en noble competencia, de la que nació una leal amistad, cuyos cimientos fraguaron en mutua y sincera admiración, sellada en oportunidad memorable con un abrazo fraterno. Y Manolete y Arruza, unidos, pero acuciados por idéntico e indeclinable afán de superación, dieron a la fiesta un auge cumbreño.

El domingo Arruza era patrocinador y actor en la magna corrida que Córdoba había organizado en homenaje a la memoria de Manolete. A requerimiento del torero azteca, participaron los matadores de toros mejicanos que entre nosotros quedan. Honra singular merece el gesto, correspondiente a aquel otro que Sevilla tuvo que devolver a Méjico, el cuerpo de un modesto lidiador caído en la plaza de San Roque. Como dijo García Sanchis en su elocuente preámbulo, la Fiesta Nacional no reconoce fronteras entre España y la Nueva España: Méjico ilustre. La inexcusable colaboración de los toreros cordobeses y la de los lidiadores nacionales más estrechamente vinculados a la cátedra del maestro caído merece también especial encomio...

Así ha sido Carlos Arruza, un dechado de hombría, de amistad y de solidaridad con aquellos que la requerían…

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