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domingo, 12 de mayo de 2024

Abril de 1974: la última feria de la Plaza de Toros San Marcos (y, XII)

A manera de balance de la Feria del 74

Durante 78 años la Plaza de Toros San Marcos fue el escenario de los festejos taurinos de la Feria de San Marcos. Hace 50 años se celebró en su ruedo la última feria completa y como hemos visto en estos últimos días, no estuvo exenta de complicaciones y trastornos. Al final en los dos festejos finales del tramo originalmente anunciado, la nave se enderezó y pudo concluir, en su tramo continuo, en un aire triunfal.

Don Guillermo González Muñoz organizó al final nueve corridas de toros, una de ellas de rejones, a partir de diez matadores de toros: Manolo Martínez, Eloy Cavazos, Curro Rivera y Mariano Ramos, a cuatro tardes cada uno; Antonio Lomelín, con tres fechas; José Manuel Montes, con dos corridas y Jesús Delgadillo El Estudiante, Alfonso Ramírez Calesero Chico, Ernesto Sanromán El Queretano y Rafael Gil Rafaelillo, con una sola fecha. Los toreros a caballo fueron Gastón Santos, Pedro Louceiro, Jorge Hernández Andrés, que vinieron a una corrida y Felipe Zambrano, quien al final actuó en dos fechas.

La ganadería triunfadora del ciclo pasado, la del ingeniero Mariano Ramírez salvó sus lauros únicamente con un toro, el quinto de la primera corrida del serial, Carcelero, aprovechado debidamente por Antonio Lomelín, pero las crónicas refieren que el resto del conjunto acusó falta de raza y de fuerza. Y fuera de las cabezas del escalafón, el autor de una de las faenas que sin duda pasarán a la historia del coso de la calle de la Democracia, Rafaelillo, mostró la otra cara de la moneda y simplemente se concretó a presentarse sin estar. Total, que no siempre las vísperas anuncian al santo.

En el renglón ganadero, la queja pertinaz de los relatores de los festejos fue la poca presencia de los toros jugados en cinco de los primeros seis festejos – excluido el de rejones – y, además, el escaso juego que dieron en muchos casos. También, fue motivo de un gran escándalo la notoria invalidez de los toros de Piedras Negras anunciados para el día del santo patrono. No se pudo jugar más que la mitad de la corrida y se habló de manipulaciones y sabotajes. Al final, unos incompletos exámenes post – mortem no revelarían anomalías, por lo que ya no podremos saber qué fue lo que exactamente pasó, porque un par de días después, dos de los toros devueltos, se comportaron de manera muy distinta cuando fueron lidiados a puerta cerrada.

La parte social de lo taurino

Se afirma que en 1974 había en Aguascalientes alrededor de 10 mil hectáreas plantadas de vid y alrededor de 28 empresas vinícolas en la entidad, mismas que elaboraban algunos vinos de mesa, pero la mayor parte de la uva que se producía terminaba en las plantas destiladoras que la convertían en aguardiente y en brandy.

Eso desataba en tiempos feriales una gran competencia por presentar, en los stands de la exposición industrial, que por esos años se instalaba en la calle Venustiano Carranza, personajes destacados de todos los ámbitos, y, por supuesto, la fiesta de los toros no escapaba a esa intención. Así, el día 24 de abril, después de la corrida, una de esas empresas, ofreció a José Manuel Montes, una cena – homenaje:

Antonio Fernández y Cía., elaboradora de los productos Bobadilla 103, vinos de mesa Santa María y vinos de mesa Reserva de Productores ofrecieron una cena al nuevo doctor en tauromaquia José Manuel Montes, la misma noche en que recibió la borla de matador de toros del diestro Manolo Martínez, obteniendo un triunfo arrollador, situándose al lado de las figuras de la torería mexicana... El nuevo doctor en tauromaquia, antes de concluir el festejo agradeció con sencillas, pero muy emotivas palabras, las atenciones que le fueron brindadas, la confianza que en él depositaron sus simpatizadores, a los taurinos en general y a sus amigos, a los que consideró no haber defraudado... Entre los concurrentes al festejo se encontraban don Francisco Lazo, cronista taurino del diario ESTO, Alejandro Hernández, Francisco Gamboa, Gildardo Rosales, el matador de toros Fernando Brand, Felipe Ávila Martínez y muchísimos aficionados y seguidores del nuevo matador de toros...

No es infrecuente que se organicen reuniones para celebrar fastos taurinos, pero, por lo regular, estos tienen un cierto aire de intimidad. En estos días que me ocupan, se hacían inserciones periodísticas con profusión de imágenes, para dejar patente, primero, la presencia de la empresa en la entidad, y segundo, creo, la cantidad y la calidad de los visitantes al puesto de exposición.

Dos días después, se develó en los muros de la Plaza de Toros San Marcos una placa en honor del empresario Guillermo González Muñoz, cortesía de otra compañía vinícola, con su posterior condumio:

Don Francisco Mateos, presidente de “Pedrages y Compañía”, fue el encargado de develar en el Coso San Marcos, la placa que perpetúa el homenaje de “Brandy Gran Reserva San Marcos” a la labor que ha hecho en favor de la fiesta brava el empresario de Aguascalientes, don Guillermo González. La familia taurina se reunió en el centenario albero, para atestiguar este acto que no tiene precedente. La inscripción de la plaza descubierta ayer en la tarde reza en el siguiente tenor: “Brandy Gran Reserva San Marcos se une a la afición taurina de México, para rendir homenaje al señor Guillermo González Muñoz, empresario de esta plaza, por su extraordinaria labor en pro de la ciudad de Aguascalientes, así como por la importancia y gran proyección que a través de la fiesta de los toros ha sabido darle a la Feria de San Marcos” ... Además de la placa colocada ayer en el coso taurino, Brandy Gran Reserva San Marcos otorgó una preciosa charola de plata pura a don Guillermo González, y fue puesta a la vista de los asistentes al acto de reconocimiento al popular “Cabezón” que se llevó a cabo en la planta baja del Club de Leones... En dicho acto estuvo presente María del Carmen I, Reina de la Asociación de Charros de Aguascalientes, quien fue, acompañada de Jesús Ferrer “El Teniente” la encargada de hacer entrega de la preciosa charola al empresario homenajeado...

La placa de bronce se conserva en los muros del pasillo de acceso al tendido de sombra de la plaza y es la que refleja la imagen que ilustra este texto.

Por su parte, la Casa Pedro Domecq ofreció espacios de convivencia a Mariano Ramos y a José Antonio Picazo El Zotoluco después de que ganaron respectivamente el Escapulario de Oro y el Cristo Negro del Encino, aunque con menos difusión periodística que los dos eventos anteriores y que en ferias pasadas. 

El anuncio de una nueva plaza de toros

En el mes de marzo de 1974, el gobernador Francisco Guel Jiménez anunció la realización de una serie de grandes obras para culminar su administración. Entre ellas, se encontraba la edificación de una plaza de toros que se levantaría aprovechando la estructura de una plaza portátil que el empresario hidrocálido Víctor de los Reyes El Embajador, había cedido al Gobierno del Estado, en unos terrenos que la Federación había donado al Estado, tras del entubamiento del Arroyo del Cedazo y en los cuales durante muchos años se tuvo un relleno sanitario, por el rumbo de la colonia Las Flores.

Al efecto, el proyecto de adaptación de la portátil a plaza fija se encomendó a los arquitectos Jorge Medina Rodríguez y Cecilia Vega Ponce, en tanto la obra civil la llevarían a cabo el ingeniero Javier Macías Peña Arellano y don Jesús Urzúa, con la supervisión del arquitecto Enrique Pimentel Serrano. La plaza se terminaría en un plazo relativamente corto, de ocho meses, pues sería inaugurada en el mes de noviembre.

Así quedaba claro que la suerte estaba ya echada para la plaza San Marcos como escenario principal de los festejos taurinos en Aguascalientes. El éxito del modelo de feria implantado por don Guillermo González fue tal, que apenas en cuatro años, fue necesario tener un escenario de mayor capacidad para atender la demanda de todos aquellos que deseaban asistir a sus festejos.

Así, la historia de la Feria de San Marcos en el coso de la calle de la Democracia entraría en una pausa. Esporádicamente se darían festejos, fuera de feria en su ruedo y pasarían dieciséis años para que fuera remodelada y reacondicionada para dejarla en su actual condición. Hasta el año de 1996 volvería a su ruedo una corrida ferial y posteriormente se advertiría que puede albergar en abril las novilladas en ese ciclo, pero hace 50 años, todavía fue el centro neurálgico de la tauromaquia en América.

Aviso parroquial: Quiero agradecer a mis amigos, la Maestra Dolores García – Pimentel y al Maestro Joaquín Chávez Pérez, dedicados funcionarios del Archivo Histórico del Estado, sus gentiles atenciones durante el proceso de recolección de la información que me sirvió para preparar estos pergeños.

viernes, 26 de abril de 2024

Abril de 1974: la última feria de la Plaza de Toros San Marcos (VII)

Sexta corrida de feria: Mariano Ramos repite, llevándose el Escapulario de San Marcos

Cuando la feria se anunció, un puesto estaba vacante en la corrida del Escapulario de San Marcos. La oferta de la empresa era que se lo disputarían José Manuel Montes, quien recibiría la alternativa el 24 de abril y Jesús Delgadillo El Estudiante, con su actuación el día siguiente y el que tuviera el triunfo más resonante, ocuparía esa vacante en el cartel del sexto festejo del serial.

Ya repasamos que en la corrida del día 24, tras de la alternativa de José Manuel Montes, dada la brillante actuación que tuvo, sin esperar a los sucesos de la noche siguiente, don Guillermo González de inmediato señaló que ese puesto vacante era para el toricantano, deshaciendo la competencia inicialmente propuesta y cerrando desde entonces, el cartel del viernes 26 siguiente, que completaban Manolo Martínez, Eloy Cavazos, Antonio Lomelín, Curro Rivera y Mariano Ramos con un encierro de Las Huertas, de don Luis Javier Barroso Chávez.

El trofeo en disputa, como en los últimos años, era cedido por la Casa Pedro Domecq, que en esos ayeres hacía una extraordinaria labor de difusión de nuestra feria y de la fiesta de los toros y de la manera acostumbrada, se entregaría al torero que triunfara mediante el corte de más apéndices o en defecto de éstos, por aclamación popular.

El encierro de Las Huertas tuvo mucho para toreársele, no fueron toros de entra y sal – asistí a ese festejo – y así lo deja entender don Jesús Gómez Medina en el introito de su crónica cuando escribe:

Torear es dominar… Torear es el arte de imponer a la bestia la ley y la norma prescritas por el cerebro y el corazón del hombre, y hacer de aquella el coadyuvante para la realización de la obra plástica, gallarda, plena de bizarría y de emoción que es el toreo… Se podrá torear con mayor o menor grado de elegancia o de emotividad, se podrá imprimir una dosis más alta de calidad a lo que se realiza ante la medialuna, siempre pregonera de la muerte, de los pitones. Pero siempre, en su origen y en su esencia, el toreo es el arte de dominar a la astada bestia… Ahora bien, este ejercicio dramático y bello que es el toreo, y, particularmente, el toreo moderno, tiene como sus tentáculos primordiales el aguante y el temple. Y quien para y templa, manda… De aquí la preferencia de los públicos hacia el toreo reposado, de pie quieto y de ritmo preciso, ajustado más al lento diapasón de un corazón bravío que a la briosa acometida de la fiera. Y de aquí también que quien sea capaz de conjuntar, se convierta en adalid triunfador, en el héroe ante cuyo pedestal se vuelca la admiración colectiva…

Y a partir de esa concepción de lo que es el toreo, observa en adelante, como se construyeron dos situaciones, una de triunfo y otra que se quedó a las puertas, como enseguida veremos.

La gran noche de Mariano Ramos

Mariano Ramos se llevó por segundo año consecutivo el Escapulario de San Marcos. Y lo conquistó pudiéndole al toro que le tocó en suerte, Perfumado, para después torearlo a placer. Así nos lo describe don Jesús:

“Perfumado” fue un toro muy bien cortado, fino, caído y apretadillo de pitones. Muy en tipo murubeño. Tras una breve intervención de la peonería, Mariano Ramos salió a enfrentársele: un lance para sujetar y acto seguido, la lección de toreo a la verónica, aguantando, con mando y con temple, con ligazón, para concluir con media de gallardo trazo. Un puyazo, recargando; y, al librar, el joven astro de la torería mexicana echó las manos abajo, abierto el compás, en tres lánguidos lances al natural, recreándose en ver que los pitones de “Perfumado” le pasaban cerca, muy cerca. Más, ¿qué importaba esto último, si el burel iba prendido y seguía como embrujado el lento movimiento del percal? ¿Si iba dominado, en suma? ...El de Las Huertas, siendo bravo, no era fácil: tenía raza, temperamento. ¡Ah!; pero frente a él estaba un torero que, muleta y estoque en mano, fue estructurando un trasteo en el que, sobre los cimientos inamovibles del aguante, del temple y del mando, florecieron también la brillantez, la emoción y la variedad. Trincherazos escultóricos; las tandas de derechazos formando apretado y lucido ramillete; los naturales, algunos de los cuales tuvieron un ritmo a tal grado perezoso que parecían no concluir nunca. Y la bizarría de los remates, el toque espectacular del toreo de adorno y el detalle de torero con cabeza, toreando por alto para refrescar al enemigo... Al remate de una serie de muletazos en los medios, igualó “Perfumado”. Fue entonces Mariano por el estoque mortal – ¿por qué muchos de los toreros de hogaño no acostumbran llevar siempre el acero de veras? –; cuando regresó al toro, éste había cambiado, comenzó a avisarse, a ponerse receloso y su matador a pasar apuros para lograr que cuadrara. Por último, un pinchazo y un horrendo metisaca dieron cuenta del bravo “Perfumado”. Por esta circunstancia, Mariano Ramos perdió unos apéndices que, prácticamente, eran ya suyos; más no la ovación estruendosa mientras recorría en triunfo el ruedo...

Poder primero, para torear después… Suena sencilla la fórmula, pero pocos son los que tienen la manera de resolver esa ecuación. A fe mía que Mariano Ramos ha sido uno de los pocos toreros de los últimos tiempos que ha sabido hacerlo, y bien.

José Manuel Montes sorteó otro toro que, dirían las publicrónicas de hogaño, se dejó, pero veremos que solamente pareció hacerlo, como veremos:

El sexto, “Vencedor”, permitió que Montes lo toreara aseadamente a la verónica. Vino luego un herradero horrendo mientras actuaban los montados; más, ya fuese porque la ración de acero lo asentó o porque José Manuel le echó coraje y reciedumbre a cuatro toreros doblones rematados rodilla en tierra, es lo cierto que “Vencedor”, en cuanto Montes lo aguantó y lo llevó bien prendido, templado, en el refajo, pasó una y muchas veces en el toreo en redondo, logrando con ello, calentar de firme a los aficionados que aclamaban su decisión y el sabor y la longitud – y desde luego, el aguante, el temple y el mando –, que José Manuel imprimía a su actuación… Hubo en los medios, un cambio por la espalda sensacional por lo ceñido y por lo mucho que aguantó el espada. Pero sobrevino un achuchón con la consiguiente voltereta y el oportunísimo quite de Cavazos; con el incidente, Montes perdió la serenidad y el rumbo y de allí en adelante todo transcurrió entre sustos y movimiento de pinreles. Y con el estoque, una pena, hasta llevarse un aviso, no obstante que se empleó la máxima tolerancia antes de ordenarlo. En suma: que a José Manuel Montes le brotó el verdor cuando a punto se hallaba de escalar la cima triunfal…

Montes perdió los terrenos primero, fue achuchado y después terminó por perder los papeles… Y como atinadamente escribió don Jesús Gómez Medina, acusó el verdor en el momento menos indicado.

El resto de la corrida

Manolo Martínez abrevió ante un marmolillo que no auguró nada, desde su salida; por su parte, Eloy Cavazos se mostró tesonero frente a otro toro parado, pero una gran estocada haciéndolo él todo le valió dar una vuelta al ruedo.

Antonio Lomelín tuvo un brillante segundo tercio destacando el segundo par, de poder a poder, pero allí se le acabó la cuerda al toro y Curro Rivera se llevó el hueso del encierro, al que fue difícil picar, y como se cambiara el tercio y su piquero Julio Acosta insistiera en hacerle sangre, fue multado desde el palco. La gente se metió con ambos.

Arrastrado el sexto, sin necesidad de consulta, don Edmundo Fausto Zorrilla entregó a Mariano Ramos el trofeo en disputa, siendo levantado en hombros por los entusiastas, quienes lo pasearon alrededor del redondel. Y para concluir, un apunte de don Jesús que valía entonces y también es bueno hoy y siempre:

“Un entradón, el quinto de la serie. Y dos sustos mayúsculos para la multitud de turistas que atestan el callejón… ¿Hasta cuándo durará esta anomalía, Adolfo de la Serna?”

Como podemos ver, la codiciada localidad de callejón ha estado atestada hoy y siempre. Han ocurrido accidentes en ella. Ojalá no se produzca allí nunca una real desgracia.

sábado, 20 de abril de 2024

Abril de 1974: la última feria de la Plaza de Toros San Marcos (I)

La Feria de San Marcos del año 74 se anunció con un par de festejos menos que la del año anterior. Constaría lo ofrecido por don Guillermo González Muñoz de nueve corridas de toros y una novillada, a celebrarse entre los días 21 de abril y 5 de mayo, dándose de forma ininterrumpida los primeros ocho, siendo nocturnos los de los días 22, 23, 24, 25 y 26 de abril y vespertinos los demás. La novillada de triunfadores fue la que cerró el ciclo. Los carteles anunciados fueron los siguientes:

Domingo 21 de abril, 5 de la tarde. Toros del ingeniero Mariano Ramírez para Eloy Cavazos, Antonio Lomelín y Curro Rivera.

Lunes 22 de abril, 9 de la noche. Toros de El Rocío para los caballeros en plaza Gastón Santos, Pedro Louceiro, Felipe Zambrano y Jorge Hernández Andrés

Martes 23 de abril, 9 de la noche. Toros de Gustavo Álvarez y hermanos para Manolo Martínez, Eloy Cavazos y Mariano Ramos.

Miércoles 24 de abril, 9 de la noche. Toros de Suárez del Real para Manolo Martínez, Mariano Ramos y José Manuel Montes, quien recibió la alternativa.

Jueves 25 de abril, 9 de la noche. Toros de Piedras Negras para Jesús Delgadillo El Estudiante, Antonio Lomelín y Curro Rivera.

Viernes 26 de abril, 9 de la noche. Toros de Las Huertas, para Manolo Martínez, Eloy Cavazos, Antonio Lomelín, Curro RiveraMariano Ramos y quien resultara triunfador entre Jesús Delgadillo El Estudiante y José Manuel Montes. En la corrida se disputaba el Escapulario de Oro de San Marcos.

Sábado 27 de abril, 5 de la tarde. Toros de Valparaíso, para Manolo Martínez y Eloy Cavazos, mano a mano.

Domingo 28 de abril, 5 de la tarde. Toros de don Jesús Cabrera, para Curro Rivera y Mariano Ramos, mano a mano.

Miércoles 1º de mayo, 5 de la tarde. 6 toros de don Guadalupe Medina y uno de Mariano Ramírez, para el rejoneador Felipe Zambrano, Alfonso Ramírez Calesero Chico, Ernesto San Román El Queretano y Rafael Gil Rafaelillo

Domingo 5 de mayo, 5 de la tarde, tradicional novillada de feria. Novillos de Garabato para Alfredo Gómez El Brillante, Rafael Íñiguez El Rivereño y José Antonio Picazo El Zotoluco. Se disputaban el Cristo Negro del Encino.

Uno de los atractivos novedosos del serial era la inclusión por vez primera en nuestra feria de una corrida de rejones, la segunda del ciclo, a celebrarse el lunes 22 de abril por la noche, en la que Gastón Santos, Pedro Louceiro, Felipe Zambrano y Jorge Hernández Andrés intentarían dejar patente la importancia del llamado Arte de Marialva y la posibilidad de que tuviera un espacio propio dentro de ferias y temporadas en nuestras plazas, como lo había obtenido ya en las europeas y que en casi todas las ferias y temporadas llevaba la Corrida del Arte del Rejoneo con un importante éxito. El experimento tardó en arraigar en nuestra tierra, pero ya tiene un sitio entre la afición mexicana.

La reacción al anuncio y la polémica desatada

La afición local y también la foránea que visitaba entonces Aguascalientes al reclamo de los festejos taurinos de abril, aceptó de buen grado el anuncio de la empresa de la Plaza San Marcos, y en el entorno nuestro, sobre todo, por la inclusión de dos toreros de la tierra, el trianero Jesús Delgadillo El Estudiante, quien tenía ya algunos calendarios de no actuar en nuestros festejos feriales y José Manuel Montes, triunfador de las últimas temporadas novilleriles dadas en el mismo coso de la calle de la Democracia y quien recibiría la alternativa la noche del 24 de abril. 

Pero, por otra parte, se comenzó a criticar públicamente la manera de llevar algunos aspectos de los festejos. En la edición del 19 de abril de 1974 del diario El Sol del Centro, don Jesús Gómez Medina, a la sazón Juez de Plaza, entre otras cuestiones escribe:

...en efecto, de poco tiempo a esta parte, los festejos taurinos se vienen convirtiendo en algo así como en verbena o concierto populachero. Y lo más grave del caso es que los principales causantes de esta degeneración – ¿podría titulársele de otra manera? – son los propios lidiadores. Los toreros que, seguramente por no contar en su bagaje artístico don recursos de mejor especie para provocar el entusiasmo popular, apelan al fácil recurso de pedir, apenas iniciada su labor muleteril, los acordes de la música vernácula, del corrido de moda; que ya, en estos tiempos, hasta el castizo pasodoble está entrando en desuso... Sería hasta en fecha reciente cuando la mediocridad repetimos, de algunos lidiadores, iniciaron la transformación de las faenas muleteriles en conciertos verbeneros, en los que la ingenuidad, por no decirlo más enérgicamente, de los espectadores, vibra al estruendo del “Corrido del Norte”, del de San Luis Potosí, de “Jesusita en Chihuahua”, de “¡Ay que rechulo es Puebla!”, de “Zacazonapan” y de otras producciones musicales de parecido jaez...

Y es que, conforme al Reglamento vigente en la época, la actuación de la Banda Municipal quedaba a juicio de su director – en ese entonces, don Fernando Soto García – y se había vuelto un verdadero desorden el asunto de la música en las faenas, tocándose cualquier cosa, no nada más pasodobles. Así, el 20 de abril siguiente, en inserción pagada, el recientemente formado Círculo Taurino de Aguascalientes, presidido por el ingeniero Jorge López Yáñez, hizo una serie de peticiones a autoridades y empresa, de las que destaco tres de sus puntos:

4º. – A los matadores de toros, de quienes esperamos la mayor entrega y seriedad en su actuación, queremos hacerles notar que no toleramos que, para encubrir la falta de arte o de brillantez en sus faenas, sean ellos mismos los que soliciten la intervención de la música, lo que está totalmente fuera de la tradición taurina.

5º. – Al juez de plaza, que vele por el cumplimiento del reglamento taurino vigente, auxiliándose del cuerpo técnico que el mismo previene.

6º. – De la afición hidrocálida esperamos que, dentro de los límites del mayor entusiasmo, sepa guardar la dignidad y compostura, así como el ineludible respeto para los elementos que participan en el espectáculo, y que, al ser oportuno, demande el otorgamiento de los trofeos para los matadores, en la forma tradicional: haciendo ondear el clásico pañuelo blanco...

Como se puede ver, la peña de aficionados presidida por El Vago López Yáñez no pedía nada fuera de su sitio, simplemente esperaba que se respetara el reglamento vigente y que quienes pagamos un boleto por ir a la plaza, colaboráramos ajustando nuestra conducta a lo que marcan las inveteradas tradiciones de esta fiesta.

Pero, independientemente de la justeza de las peticiones del Círculo Taurino, al día siguiente, en el diario El Heraldo de Aguascalientes, replicó el llamado Grupo de los Cinco, integrado por Héctor de Granada – ya para esas fechas gerente operativo de la empresa de la San Marcos –, Gabriel Salazar, Paco Muro, Mario Rentería y José Luis Ornelas, grupo que emprendió la loable aventura de ponerse a dar novilladas en la misma plaza, antes de que don Guillermo González la adquiriera, en busca de sacar algún torero de esta tierra. Allí surgieron Jesús Ávila, Pepe Caro, Mauricio Lavat, Armando Mora, Juan Palomo, Alfredo Muñoz y muy significadamente el que recibiría la alternativa el día 24 de abril.

La réplica de Los Cinco fue en el sentido de que el Círculo Taurino no tenía derecho ni autoridad para opinar porque no había hecho nada en bien de la fiesta, en tanto que ellos sí habían organizado novilladas y dado oportunidades a más de veinte novilleros. Por ello, en defensa del aficionado que se ha adaptado a la actualidad y que paga su boleto, afirmaron, si éste desea que toque la música, la banda debe tocar.

En los hechos, recuerdo que la ejecución de obras ajenas a la fiesta decayó en esa feria del 74. La única que no se pudo – ni se ha podido – desterrar del pentagrama del ensamble que ameniza los festejos taurinos en Aguascalientes, es una conocida obra del chileno Juan S. Garrido, la que, por coherencia y salud mental propia, no menciono aquí por su título. Pero sí, en las plazas de toros la música ha de ser única y exclusivamente el pasodoble.

Barruntando una nueva época

En la citada columna de don Jesús Gómez Medina, también se dejaba una especie de aviso de lo que estaba por venir:

Se dice ahora que el viejo circo está a punto de desaparecer; que la que hoy principia va a ser la última de su dilatado historial. ¿Será verdad? ¿Quién lo sabe? ... Pero, ocurra esto o no, lo positivo es que, cuando sus añosos portones se cierren tras el último espectador, adentro quedará el recuerdo y el perfume de muchas gestas del toreo, de tantas proezas taurinas, de incontables tardes de toros en que los aficionados, ahítos de emociones, testificaron, sí, que esta es la más hermosa de todas las fiestas...

No le faltaba razón a lo expresado por don Jesús. La feria del 74 fue la última que se celebró en la plaza de la calle de la Democracia, pero afortunadamente sigue en pie y siendo escenario de la fiesta.

La feria de hace 50 años dejó mucho para recordar. En los próximos días trataré de ir recordando lo que sucedió en cada uno de los festejos que la formaron, y en los que se dieron triunfos de importancia, pero también hechos que no dieron, en su día, precisamente lustre a nuestro serial.  

viernes, 5 de mayo de 2023

Feria de San Marcos 1973. La consolidación de un proyecto (XIII)

En la extraordinaria, Eloy Cavazos se alza con el triunfo

En el anuncio de los carteles de la feria del 73, don Guillermo González Muñoz había dejado dos fechas descubiertas, el viernes 27 de abril y el sábado 5 de mayo. Ya tuvimos la ocasión de ver que el año anterior aprovechó el día de la Batalla de Puebla para dar una corrida de tintes históricos, con un gran encierro de La Punta y en esta oportunidad, seguramente esperando el desarrollo de los festejos pactados inicialmente, buscaría la manera de aprovechar esos huecos del calendario para ofertar a la afición algún festejo de carácter realmente extraordinario, si los hechos así se terciaban.

La primera fecha no ocurrió nada, pero el sábado 28 de abril, en El Sol del Centro, aparecía la siguiente información firmada por Everardo Brand Partida, encargado de la información taurina de ese diario:

Consciente del éxito que ha logrado, en todos los órdenes, la feria taurina que actualmente se celebra, y que forma parte del programa de festejos de la Feria Nacional de San Marcos, el empresario del Coso local, señor Guillermo González, informó ayer a este diario que se alargará a 11 festejos y existe la posibilidad – muy probable ésta – de que se den 12 corridas de toros, en lugar de las 10 programadas... Reflexionando detenidamente en ello, y tras de ajustar fechas y detalles con los apoderados de los cuatro toreros, se formó ya una excelente combinación, que se dará precisamente el sábado 5 de mayo, consistente en un mano a mano entre el pequeño pero enorme torero regiomontano Eloy Cavazos y el diestro potosino Francisco “Curro” Rivera, quienes lidiarán un primoroso encierro de la ganadería triunfadora, del ingeniero Mariano Ramírez... Un mano a mano para la historia: Manolo – Mariano. Son los dos toreros que han hecho furor en el Coso San Marcos, en la presente feria, el fino y poderoso diestro regiomontano Manolo Martínez y la nueva revelación, la esperanza de la juventud torera de México, Mariano Ramos, y es éste, ni más ni menos, el cartel que se pretende montar para la corrida del viernes 4 de mayo por la noche… En principio, comentó ayer Guillermo González, los apoderados de ambos diestros, y ellos en lo particular, se muestran encantados ante la posibilidad del mano a mano. La fecha, afortunadamente no la tienen comprometida con ninguna otra empresa, y es factible, casi un hecho, que se dará la confrontación de Manolo Martínez y Mariano Ramos, la noche del 4 de mayo próximo…

En la nota se comentaba que, para esa hipotética corrida de la noche del viernes 4 de mayo, se reseñaba un encierro de Torrecilla. Al final de cuentas, ese festejo quedó así, solamente como hipótesis, porque no se pudo cerrar la combinación. En retrospectiva, diré que después del petardo pegado por los toros de don José Antonio Llaguno el 28 de abril anterior, era difícil que pudieran haber llevado gente a la plaza, independientemente del cartel de toreros que los enfrentaran, así que solamente se celebró la corrida del sábado 5, a la que tuve la fortuna de asistir, en un digamos, ecosistema, en el que estaban mi padre, el químico Teodoro Jesús Martín González, don Antonio Ramírez González, don Isidoro Cárdenas Carranza y algunos otros aficionados de los de antes, con los que pude apreciar un festejo que, confirmaba la taurinidad de esta tierra.

El encierro del ingeniero Mariano Ramírez

Las corridas son de toros, y para juzgar lo que en el ruedo sucede, hay que empezar por valorar lo que sale por la puerta de toriles. Mi recuerdo es de una corrida bien presentada, con edad y que dio buen juego. Lo que relata don Jesús Gómez Medina en su crónica publicada al día siguiente en El Sol del Centro, es en el tenor siguiente:

Cuando los toros son toros, como lo fueron, sin duda de ninguna especie, los seis que ayer se lidiaron con la divisa de la ganadería del Ing. Mariano Ramírez… Seis toros, seis, que, amén de tener edad, prestancia y trapío de toros, fueron, en buena parte, partícipes y colaboradores en los éxitos logrados por los dos matadores en pugna… Seis toros, seis, de los cuales, tres, al menos, fueron el prototipo de cuanta nobleza y claro estilo puede ostentar un toro de lidia… Seis toros, seis; de los cuales el primero y el quinto merecieron los honores del arrastre lento; y que, en conjunto, operaron el inusitado prodigio de que los espectadores, embriagados de la emoción que imprime al espectáculo la presencia del toro – toro, mostrábanse reacios a abandonar los tendidos, inclusive cuando el sexto burel ya había sido conducido al destazadero…

Días atrás intenté escribir sobre la redondez de las tardes de toros. Pues bien, cuando el toro sale al ruedo, y el torero que lo enfrenta le da la lidia que le corresponde, con seguridad, la tarde resulta ser redonda. No es tan secreto el asunto.

El triunfo de Eloy Cavazos

Eloy Cavazos enfrentó esa tarde a Bellotero, Barbero y a Caporal, nombre este último que se repite en varias tardes gloriosas de la ganadería del ingeniero Mariano Ramírez. Pues bien, a ese quinto toro de la tarde – el que nunca es malo – el torero de la Villa de Guadalupe le cortó las orejas y el rabo. Así lo relató en su día don Jesús Gómez Medina:

Y triunfó en el quinto, “Caporal”, un cárdeno listón, apretado de cornamenta, al que Cavazos, previa labor de brega para sujetar, toreó pintureramente para concluir con un recorte superiorísimo, aprovechando la dócil, alegre y clara embestida de "Caporal". El puyazo de rigor, y un quite por chicuelinas del propio Eloy, ceñidas, brillantes, avaladas con un remate que, en realidad, le resultó dibujado… “Caporal” fue nobilísimo y alegre hasta el final. Y Cavazos aprovechó lo anterior para torear en forma espectacular y lucida, con una y otra mano, entre el beneplácito de la clientela; aprovechando cumplidamente la nobilísima condición del astado y adornándose en su oportunidad, frente al entusiasmo colectivo… El estoconazo espectacular y de efectos inmediatos. La ovación que estalla tumultuosa y los pañuelos que demandan, a porfía, todos los apéndices, que le son entregados a Eloy Cavazos mientras recorría el ruedo en compañía del Ing. Mariano Ramírez y de Guillermo González; a la vez que los despojos del estupendo “Caporal” eran paseados lentamente en torno a la barrera…

Así, Eloy Cavazos cortaba su segundo rabo en el serial a un segundo toro de la ganadería de don Mariano, que también era premiado con la vuelta al ruedo, alzándose sin margen para la duda, como el triunfador de la feria y defendiendo su sitial de figura del toreo.

Curro Rivera destaca con el cuarto de la corrida

Curro Rivera se enfrentó por su orden a Farolero, Tabernero y Sanmarqueño. Es precisamente ante el segundo de los nombrados, ante el que tuvo la actuación más lograda en la tarde. Sigue contando don Jesús Gómez Medina:

A “Tabernero”, un cárdeno claro, Curro lo toreó de capa vistosamente, aunque enmendándose de un lance al siguiente. El propio Curro cubrió el segundo tercio, destacando, de sus tres pares, el segundo: un cuarteo en todo lo alto… “Tabernero” llegó al final de sus días bravo, revolviéndose pronto. De primera intención, Rivera lo toreó superiormente por derechazos, largos, templados, con mando y quietud, a los que agregó el remate clásico y sabroso del pase de pecho… Nuevo toreo derechista, precursor de un intento malogrado de toreo al natural; adornos, pases altos girando y de molinete; todo esto con el mérito irrefutable de llevarlo a cabo frente a un toro. Y para concluir, un pinchazo en una banderilla y el estoconazo mortal. Ovación. La oreja, la vuelta al ruedo y el saludo final desde los medios…

En conclusión

Las tardes de toros redondas dejan de lado los partidarismos y tienen la particularidad de poner a todo mundo de acuerdo. Como narra don Jesús Gómez Medina en su crónica, después de arrastrado el último toro, nos costaba salir de la plaza. También, se respiraba un aire justiciero, porque el recorrido triunfal alrededor del anillo, no solamente lo hizo el diestro triunfador, sino que lo compartieron su alternante, el ganadero y el empresario, es decir, todos aquellos que tuvieron parte en los hechos motivo del éxito. Hoy eso sucede cada vez menos y cuando ocurre o no se acepta en los tendidos o no se entiende, siendo que ese es uno de los síntomas notorios de la grandeza de esta fiesta.

Aviso parroquial: Los resaltados en los textos transcritos son obra imputable exclusivamente a este amanuense, porque no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 30 de abril de 2023

Feria de San Marcos 1973. La consolidación de un proyecto (XI)

Triunfal cierre de feria para Antonio Lomelín y Mariano Ramos


La octava corrida del serial de hace medio siglo se celebró la noche del lunes 30 de abril. Aunque al final se lidiaron toros de tres hierros distintos, originalmente se anunció un encierro del Doctor Labastida para Antonio Lomelín, Mario Sevilla y Mariano Ramos, siendo el cierre de la participación en la feria del torero de Acapulco, que cerraba su tercera actuación, en tanto que el charro de La Viga, completaba su cuarta presentación, esta última, por la vía de la sustitución pues originalmente la fecha era de Francisco Ruiz Miguel, quien se cayó de nuestra feria, al ser contratado de última hora para actuar en la de Sevilla.

Decía que se lidiaron toros de tres hierros diferentes y es que, de las crónicas del festejo, se aprecia que el primero que saltó a la arena fue uno de Torrecilla, pues el del encierro titular murió en los chiqueros y al final, Mario Sevilla regaló otro de Valparaíso, completándose así el número de ganaderías que se lidiaron en ese festejo nocturno, el último a celebrarse en ese horario durante el ciclo que me ocupa en esta oportunidad.

Antonio Lomelín se alza con un triunfo

En sus dos actuaciones anteriores Antonio Lomelín tuvo algunos momentos de lucimiento, dejando claro que estaba ya totalmente repuesto de aquella cornada que Querendón, de Mimiahuápam le había inferido poco más de un año antes, pero el factor de la falta de pujanza en los toros que el sorteo le deparó, impidió el redondeo de alguna faena, quedando, para el recuerdo, algunos detalles con las telas y sobre todo, su espectacular manera de oficiar en el segundo tercio.

En esta tarde del 30 de abril del 73, Lomelín salió a por todas. Así lo contó en su día don Jesús Gómez Medina:

Desde el primer momento; desde que salió a vérselas con el burel de Torrecilla lidiado en sustitución de uno del encierro del Dr. Labastida que murió en los chiqueros, el de Acapulco dio prueba patente de que venía por el triunfo… se quedó quieto en los lances iniciales; encendió el fuego emotivo mediante un quite por gaoneras ceñidísimo… con la franela, se hizo del burel mediante una tanda de trincherillas con garbo, con arte, para tirar luego del aplomado astado y pasárselo por la pechera en una y varias tandas de templadísimos derechazos, con aguante, con ajuste, con emoción… media estocada y descabello al segundo golpe. Ovación y vuelta al ruedo… El cuarto, “Gallito”, de salida remató en el burladero de matadores. A guisa de bienvenida. Lomelín se quedó quieto en los lances iniciales, a los que añadió una serie de chicuelinas más que estatuarias, estáticas, en los propios medios, arrancando una ovación… un formidable tercio de banderillas. Porque fueron tres pares en los que Lomelín hizo derroche de gallardía, de arrojo y de destreza, saliendo inclusive rebotado y con la taleguilla rota del segundo, al que añadió, en cuanto le repararon el flux, otro espectacular par; determinante todo esto de que Lomelín hubiese tenido que saludar, emocionado, desde el tercio, entre las aclamaciones de los espectadores… Y para remate, una faena meritoria en extremo, pisándole el terreno y aguantando a un toro aplomado, al que hizo pasar mediante el prodigio del temple y a la que puso término, previa labor de aliño para cuadrar al burel y liquidarlo con un estoconazo a un tiempo, llegando con la mano al pelo y descabello al tercer golpe. Gran ovación. Una oreja y la vuelta entre aclamaciones, flores y prendas de vestir, concluida toreramente en los medios del redondel…

Antonio Lomelín también dejó claro que pedía paso. La historia nos deja claro que lo tendría más complicado, que los toros le pasarían caras facturas a cubrir, pero también que él no se arredraría y que, aprovechando las oportunidades adecuadas, se pondría en el sitio de privilegio que le correspondía. En esta oportunidad dejó su signatura en nuestra plaza y se aseguró volver a ella con asiduidad.

El batiente cierre de feria de Mariano Ramos

Mariano Ramos iba a triunfo por tarde en el San Marcos de 1973. Sin barruntar siquiera cual sería el techo de su hacer ante los toros, y sin sentirse apabullado por los blasones de sus alternantes, salió a darle a los toros que le tocaron en suerte la lidia que requerían y sobre todo, a conectar con los tendidos, activos estos, que se supone son esenciales en toda figura del toreo.

La noche de su cierre de compromiso en la feria de hace medio siglo, no tuvo precisamente toros a modo, de acuerdo con la narración de don Jesús Gómez Medina, la faena que realizó al primero de su lote, fue totalmente obra suya:

“Marquesito”, el tercero, salió con una alegría que no mostraron sus hermanos; sin embargo, Mariano Ramos no se acomodó al torearlo de capa… El puyazo de rigor y más tarde, frente a un bicho aplomado, reservó, la gran faena, ¿qué digo?: el faenón de Mariano, quien, a base de aguante, de llegar con admirable serenidad hasta la cara, de estar siempre allí, sin titubeos ni desfallecimientos, consiguió, con la virtud del temple, supremo definidor de los grandes toreros y de las grandes faenas, realizar una de altísimos y brillantes quilates. Los derechazos, por su dimensión inusitada, por el mando, por la tersa y pulida trayectoria del engaño, por la exactitud en el remate de capa pase y la trabazón con el siguiente, hasta integrar varias series en las que, asimismo, campeó el ajuste y la emoción, causaron la euforia, la explosión colectiva en el graderío. ¡Era aquella la lección admirable de un joven maestro del toreo!, cuyo arte está avalado con dos características de inapreciable valía: el aguante y el ritmo; un ritmo, un temple exquisito, que dio pábulo a aquellos pases por abajo y de pecho, en los que el torero tiró del astado con lentitud tal, que se antojaba inverosímil… Entre el desbordamiento de entusiasmo, un pinchazo en lo duro. Y, acto seguido, tres cuartos de acero que hicieron doblar al burel. Estrepitosa ovación; la oreja, la vuelta al ruedo y saludo desde los medios para el flamante astro en que salió convertido de esta feria, Mariano Ramos…

De nuevo fue la espada la que le privó de obtener más trofeos, pero la relación del cronista deja claro que la faena tuvo estructura, que el torero se tuvo que meter en terrenos que se consideran comprometidos y que tuvo que obligar al toro, que, como relata don Jesús, se aplomó, se quedó parado.

Mario Sevilla

En la feria del año anterior, Mario Sevilla había dejado un buen sabor de boca en la afición de Aguascalientes. Le cortó una oreja a uno de los toros de don Valentín Rivero el día que se presentó en ella Curro Rivera y dio vueltas al ruedo con el ganadero y el empresario don Guillermo González Muñoz. En la corrida del Escapulario, ya no estuvo tan bien con un toro más complicado. Pero esa primera actuación le valió regresar para el calendario siguiente, en esta tarde que trato de presentarles y en la que, a decir de don Jesús Gómez Medina, poco o nada dejó para recordar:

Emparedado entre dos toreros triunfadores y plenamente embalados, la actuación de Mario Sevilla resultó más insulsa, más deslucida. Poco, muy poco plausible hubo en su labor, pese a que, buscando el desquite, regaló un séptimo astado, de Valparaíso, mansurrón, pero manejable.

Y seguramente que así fue, porque en esta feria de 1973, varios toreros actuaron en ella por última vez, y Mario Sevilla es uno de esos diestros que ya no volvimos a ver por aquí vestidos de luces.

Aviso parroquial: Los resaltados en los textos transcritos son obra imputable exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.


miércoles, 26 de abril de 2023

Feria de San Marcos 1973. La consolidación de un proyecto (VIII)


La gran tarde (noche) de Manolo Martínez

Para la quinta corrida de la feria del 73, a celebrarse la noche del jueves 26 de abril, don Guillermo González Muñoz acarteló a Alfredo Leal, quien cerraba su actuación final en el ciclo; Manolo Espinosa Armillita, que debutaba en el serial; y, a Manolo Martínez, que hacía su segunda comparecencia para enfrentar un encierro de Suárez del Real. Esa noche era, especialmente para Alfredo Leal, quien fuera el gran triunfador de la feria anterior, la oportunidad de justificar ante la afición de Aguascalientes su inclusión en los carteles del serial, habida cuenta de que en las dos tardes anteriores había pasado prácticamente inadvertido. 

Ya la tarde del día de San Marcos, Alfredo Leal había dejado algún apunte de la gran clase que siempre atesoró. Pero no logró conmover a los tendidos, por lo que, especialmente para él, esa corrida con la que cerraba su participación en la Feria de San Marcos de 1973, era de un importante compromiso.

Los toros de Suárez del Real

El punto de partida de cualquier festejo exitoso es el ganado que se vaya a lidiar en él. En esta oportunidad, el éxito del festejo no derivó precisamente de la calidad de los toros de Suárez del Real, sino del tesón, la voluntad y el arte de los toreros que los enfrentaron. Escribió don Jesús Gómez Medina acerca del encierro corrido esa noche:

Sin presentar problemas, sin ser ni de lejos unos “pregonaos”, los seis astados que integraron el lote lidiado ayer, mostraron un descastamiento rayano en la mansedumbre, cuando no fueron totalmente mansos… Sin malas ideas, eso sí; con una docilidad borreguna, pero sin pizca de acometividad. Hubo uno, el quinto, rotundamente manso… Un encierro terciado, en suma, que permitió que a tres de ellos le cortaran orejas; si bien el mérito de esto fue exclusivamente de sus respectivos matadores…

La gran noche de Manolo Martínez

Manolo Martínez cortó tres orejas en esa noche, y no sería exagerado decir que se las arrancó a los toros que le tocaron en suerte. Ya dejó establecido el cronista que fueron quizás justos de presencia, pero de esos que no transmiten al tendido, a los que, para emocionar, el torero tiene que hacerlo todo. De la narración de don Jesús Gómez Medina de las faenas de Manolo Martínez, entresaco lo que sigue:

…cuando el torero, aunándolos al sitio y a la calidad, exhibe el celo, el afán de triunfo, la rotunda determinación de conservar, a todo trance, un lugar de antiguo suyo dentro del escalafón taurino, como un príncipe celoso de mantener la integridad y la limpieza de sus blasones, entonces, amigo lector, se producen actuaciones y faenas como las que ayer realizó Manolo Martínez: dechados y ejemplo de lo que debe entenderse por realizar el toreo – el buen toreo, el toreo de la mejor ley – a despecho de las condiciones negativas de los bureles y por encima de los factores adversos que representan la mansedumbre y el descastamiento…

Temple en la muleta, para llevar a son, el ritmo ora intenso, ora perezoso y lánguido de una mano con poderío, la acometida violenta o parsimoniosa del astado. Temple en el espíritu, para llegar hasta la propia jeta del burel, para cruzarse con él al máximo, rebasando esa linde espectacularmente emotiva que suponen el terreno del toro y el del torero.

¿Terrenos del toro? ¿Terrenos del torero? ... ¡Ah!; cuando éste manda, toda la dilatada superficie del ruedo es suya; cuando ocurre lo contrario, el lidiador no está a salvo ni en el burladero. Definición belmontina ésta, que, como todas las del “Pasmo de Triana”, encierra una profunda filosofía.

De idéntica procedencia belmontina es otra sentencia, que ayer recordábamos mientras éramos testigos de la actuación del regiomontano: “el toreo es una caricia suave”. ¿Acaso ni tiene algo de cariciosa insinuación la forma que Manolo emplea para enseñar a embestir a los bureles, incitándolos en una especie de jugueteo, llevándolos suavemente prendidos en el engaño, para despertar en esta forma la antigua bravura agotada por torpes manipulaciones?

El toreo, ¡caricia suave! ... Porque, una vez metido en la muleta, con qué parsimonia tira del astado, obligándolo, forzándolo a embestir una y multitud de veces; encelando su marchita fiereza con la voz, con la roja sarga, con el cuerpo, ¡con todo! ¡Y qué tersura la de los pases con la derecha, qué lánguida templanza en los naturales, qué señorío y cuánto sabor en los de pecho!

Y, además, la hierática elegancia de los molinetes y la pincelada majestuosa del pase del desdén; una suerte que Manolo Martínez no inventó, ciertamente; pero a la que imprime la augusta majestuosidad de los monarcas del antiguo Oriente.

Y todo esto, insistimos – y aquí radica, quizás, el mayor mérito de la labor de Manolo – a contrapelo con la mansedumbre de sus dos enemigos; a los que, tras de haberles extraído un partido inimaginado, entre el entusiasmo del pópulo, liquidó, al tercero con media estocada a toro desigualado y descabello al segundo golpe; y al sexto, con un estoconazo definitivo, valedero para la obtención de ambos apéndices auriculares; con vueltas al ruedo entre ovaciones y música en ambas ocasiones, especialmente a la muerte del último astado…

Creo que no hay mucho margen para el comentario, salvo dejar patente que la narración de don Jesús sería aplicable a una importante cantidad de festejos de estos tiempos que corren, en los que el descastamiento del toro es ya regla y no excepción.

El brillante fin de compromiso de Alfredo Leal

El Príncipe del Toreo, decía al inicio, había tenido un paso casi fantasmagórico por la feria en sus dos primeras actuaciones. Esos altibajos le caracterizaron en su dilatada carrera por los ruedos, pero en la época en la que surgió, la afición sabía esperar a los toreros de su cuerda, pues en la tarde y en la plaza menos imaginada, recuperaban el paso perdido y reencontraban la senda de los triunfos. Así le sucedió la noche del 26 de abril del 73, y así lo contó don Jesús Gómez Medina:

En rigor, pese a haber actuado, con anterioridad en dos ocasiones, fue hasta ayer, en el quinto festejo de la feria, cuando asistimos a la reaparición del arte principesco de Alfredo Leal… Porque al primero de Suárez del Real, lo toreó de capa, por verónicas y chicuelinas, con la sobria y erguida elegancia que suele imprimir a su toreo Alfredo; para más tarde, con la franela, realizar una faena tan pausadamente señorial, tan límpida, con un temple tan exacto, tan exquisito, que consiguió con todo ello enardecer a los espectadores... Luego el burel vino a menos; pero, en el momento definitivo – en la suerte suprema – Leal se perfiló parsimonioso y sereno, como lo haría Mazzantini; y, una vez fijado el burel, se fue tras el acero, recto y decidido, como un “Frascuelo”; con tal determinación, ciñéndose a tal grado, que sacó la taleguilla rota arriba de la rodilla izquierda … ¡Una estocada, un estoconazo que está pintando para la de la feria! Ovación, oreja ganada a ley con el acero, y la vuelta al ruedo…

Manolo Espinosa Armillita

La noche no fue propicia para Manolo Armillita. Las crónicas de los dos diarios locales son coincidentes en que se le vio falto de sitio y por ende, desconfiado, con una actitud muy distinta a la de dos años antes, cuando le disputó de tú a tú el Escapulario de San Marcos a Manolo Martínez y prácticamente se lo arrebató de las manos. Sigue contando el cronista:

En parangón con sus alternantes, en Manolo Espinosa es evidente la falta de sitio. T esta carencia engendra, como primer efecto, la falta de confianza, la inseguridad en el lidiador… De aquí que su labor de ayer haya sido tan desangelada, tan gris. Hay un mundo de distancia de aquel Manolo Espinosa que hace dos años ganó, en buena lid, con brillantísima actuación, el trofeo de la feria, sacándoselo prácticamente del bolsillo a Manolo Martínez, y el torero que ayer, aunque trató de hacerlo, fue incapaz de llevar la emoción y el interés a los tendidos… Y es que el arte del toreo es un arte exigente, que requiere de quienes lo cultivan, una entrega total y constante…

Y así fue como se produjo otro festejo nocturno en la Plaza de Toros San Marcos. Cabría resaltar que las crónicas reseñan la presencia de personajes como don Pedro Vargas y don Antonio Ariza, brindados respectivamente por Alfredo Leal y Manolo Espinosa. Los toros de nuestra feria ya atraían visitantes de renombre.


martes, 25 de abril de 2023

Feria de San Marcos 1973. La consolidación de un proyecto (VII)

El día de San Marcos, surge una nueva figura

Mariano Ramos se había revelado ya ante nuestra afición, desde el anterior abril, en la única tarde en la que actuó, como un torero de poderío y de posibilidades y en la noche de la antevíspera, pudo dejar constancia de que sería en este serial hidrocálido donde saldría definitivamente lanzado a la cabeza del escalafón y de las preferencias de la afición, a partir de hacer un toreo sobrio, dominador y que le buscaba las posibilidades a todos los toros que le salían por la puerta de toriles. Era un caso de esos que se dan muy de cuando en cuando, pues no había para él un toro a contraestilo, pues a todos les encontraba la faena que llevaban dentro, a poco que se movieran.

La corrida del 25 de abril de 1973 se componía con la actuación del caballero en plaza Gastón Santos y en la lidia ordinaria, Alfredo Leal, Jesús Solórzano y el nombrado Mariano Ramos. La prensa divulgó que los siete toros a lidiarse serían de la prócer ganadería tlaxcalteca de Piedras Negras, aunque el desenvolvimiento de los hechos revelaría que los toros para los toreros de a pie efectivamente fueron de la ganadería anunciada y que el toro de rejones al final de cuentas llevaba el hierro del ingeniero Mariano Ramírez.

Mariano Ramos y Parrito de Piedras Negras

El tercero de lidia ordinaria y cuarto del festejo se llamó Parrito, y con él, Mariano Ramos escribió la página más brillante de la tarde y una de las más importantes de todo el serial. Fue, de conformidad con las crónicas, una faena lograda a partir de exponer y de porfiar. Así lo relató don Jesús Gómez Medina desde su cátedra de El Sol del Centro:

Mariano Ramos es un torero con celo, con afán de triunfo, con afición, en suma; y sobre tales cimientos el joven diestro logró erigir la sólida trabazón de una faena en la que el aguante, el dominio y el bien torear – pues torear, nunca será ocioso repetirlo, es parar, templar y mandar – desembocaron en la explosión de entusiasmo que enmarcó la gran faena de “Parrito” … Pues la gran faena fue esta, prototipo de entrega, sí, pero a la vez, del más cumplido torerismo; admirable por la forma de consentir, de aguantar a pie quieto y con el pitón en el muslo cuando no enfilando hacia el pecho, al agotado piedrenegrino; tirando, luego, de su débil embestida con un temple tan exquisito y exacto, que logró con ello el prodigio de que “Parrito” pasara en una y en muchas ocasiones, para eslabonar el toreo que, hoy en día, conmueve más intensamente la sensibilidad de los públicos; el toreo en redondo… ¡Oh!, los efectos de tener afición y eso indefinible, inapreciable que entre los taurinos se llama “sitio”. Porque Mariano es poseedor, en alto grado, de ambas virtudes; y con ellas, habrá de llegar muy lejos en la profesión… Es, por ahora, la inminente nueva figura de la torería nacional…Una estocada en sitio mortal. La ovación, que adquiere niveles tormentosos. Y las dos orejas y el recorrido triunfal a la arena, entre un diluvio de flores y prendas de vestir, inclusive de la condición más íntima…

Afición, oficio y poderío, tres prendas suficientes para llevar a un torero a la cima, y en ese día de San Marcos de hace 50 años, Mariano Ramos las dejó patentes en la arena de la Plaza San Marcos… Pero aún tendría más por decir en esa feria delante de los toros.

Tan bueno el toro, que Gastón Santos se bajó del caballo

El toro que abrió plaza, para rejones, decía, fue uno del ingeniero Mariano Ramírez y ante él, Gastón Santos estuvo certero con los rejones de castigo y con las banderillas y al llegar a la parte final de su lidia, en lugar de utilizar el rejón de muerte, se bajó del caballo y decidió matar pie a tierra, dadas las extraordinarias condiciones del toro de don Mariano, al que, conforme a la costumbre de entonces, no se le anunció nombre. Sigue contando don Jesús Gómez Medina:

Tras el preámbulo siempre espectacular que significó la actuación de Gastón Santos, rejoneando a la usanza portuguesa a un alegre bicho cárdeno del Ing. Mariano Ramírez, al que colocó entre otros, dos rejones en todo lo alto y un par de banderillas de excelente factura; pie a tierra toreó por alto y por pases de pecho; sufrió un achuchón y concluyó de un pinchazo y honda en lo alto, para escuchar palmas…

Un hecho inusitado, sin duda, porque si bien, los toreros a caballo echan pie a tierra cuando se les complican las cosas con el rejón de muerte, raro es el caso en el que lo hacen, evitando el uso de ese rejón.

Lo demás del festejo

Jesús Solórzano dio de cal y de arena. Ante el primero de su lote se estrelló con la debilidad que sacó y ante el quinto del concurso ordinario, Tintorero, tuvo momentos de lucimiento en el segundo tercio:

Al quinto de lidia ordinaria, “Tintorero”, lo toreó Chucho sin gran quietud. Lo mejor de su labor, los tres pares de banderillas, particularmente el tercero, zigzagueando en el cite, y el prólogo espectacular del trasteo, con pases de hinojos rematados lucidamente de pie. “Tintorero”, aunque escaso de fuerza como todos sus hermanos, tenía buen estilo, pero tampoco ante este burel se resolvió Solórzano a pisarle el terreno, a aguantarlo como el caso requería para cuajar un trasteo lucido. Por el contrario, su actuación con el acero fue muy deficiente, escuchando pitos…

Por su parte, Alfredo Leal, el triunfador de la feria del año anterior, seguía manteniéndose en esa línea abúlica que le caracterizó en muchos momentos de su dilatada trayectoria en los ruedos:

A su vez Alfredo Leal, en contraste con el entusiasmo de Mariano Ramos, con el primer piedrenegrino, “Tintorro”, que terminó aplomado, se concretó a cumplir; con facilidad, sí, pero a la vez, con frialdad suma. Un estoconazo, y Alfredo escuchó leves aplausos… A “Barba Blanca” un cárdeno claro, caribello, débil de remos, pero de buen estilo, Alfredo lo toreó a la verónica en dos tandas, superándose en la segunda y en una tanda de quietas chicuelinas que ejecutó luego… Muleta en mano, comenzó en buena forma su cometido; instrumentó varios pases de límpida factura, pero sin la emoción y el sabor que logró imprimir Mariano a cuanto llevó a cabo. Sin afición, en suma. Para concluir, un espadazo con travesía que bastó…

Todavía se vería más adelante al Príncipe del Toreo en la feria y, como todos los toreros llamados de la onza, aprovecharía la ocasión para cambiarla.

Los toros de Piedras Negras

La corrida enviada por don Raúl González, como se desprende de lo contado hasta aquí, pecó de la escasez de fuerza, aunque no de bravura:

El encierro de Piedras Negras, terciado en general, mostró la bondad de su casta, su bravura congénita. Pero, a la vez una debilidad, una carencia de fortaleza tales, que en buena parte contribuyeron a hacer, de la tradicional corrida, un festejo gris, con el paréntesis luminoso, triunfal, de la faena de Mariano Ramos a “Parrito”.

Es dura la conclusión final de don Jesús Gómez Medina, en el sentido de considerar que el festejo fue gris. Quizás no fue enteramente triunfal, pero el triunfo bien conquistado de Mariano Ramos, seguramente dejó bien cubierto el precio de la entrada de todos aquellos que llenaron la Plaza San Marcos el 25 de abril de hace medio siglo.

lunes, 24 de abril de 2023

Feria de San Marcos 1973. La consolidación de un proyecto (VI)


Sin toro no hay fiesta posible (segunda parte)

La información previa a la crónica del festejo no se centra en promocionar la corrida del 24 de abril. El Sol del Centro reproduce la columna de Francisco Lazo que en la fecha también apareció en el diario deportivo Esto de la capital mexicana, misma en la que el tema medular es la visita que hizo a Chichimeco, la finca del maestro Armillita, misma en la que anunció que se iría a España para llevar allá a su hijo Fermín a hacer algo de campo, en vía de preparación para iniciar su carrera como novillero:

...el maestro de Saltillo nos dijo que será el domingo próximo cuando se marche a España para ver unas corridas de la feria de Sevilla, luego las de Madrid. “Las de aquí no me las voy a perder – manifestó –. Hay carteles buenos de veras...”. ¿Y cuándo suelta usted a Fermincito?, le preguntamos. Y el maestro respondió: “Ahora me lo llevo a España. Allá toreará en algunas ganaderías. Y si les puede a aquellos cómo a los de acá; este mismo año se vestirá de luces...”. Ya hemos dicho que Fermincito ha mostrado cualidades excepcionales y parece ser que en él hay una figura grande del toreo. Esperamos vivir para comprobarlo...

Fermín Espinosa hijo se presentaría como novillero en León, Guanajuato el 30 de diciembre de ese 1973 y haría una breve campaña española entre julio y septiembre de ese año, actuando en plazas de importancia como Bilbao y Valencia en España o Dax, en Francia.

El deshonor de la palabra de los toros

Ese 24 de abril de 1973, se anunció un encierro de don Jesús Cabrera para Eloy Cavazos, Antonio Lomelín y Curro Rivera, en la presentación de este último en la feria. De nueva cuenta los toros titulares volvieron a dejar que desear. Relata don Jesús Gómez Medina:

Como el gran clásico español del siglo XVI, para reseñar lo que fue anoche, la lidia de los seis primeros astados, bastaría con repetir la tan conocida frase: “Decíamos ayer...”.

Pues al igual que la víspera, habíamos asistido al desfile de un sexteto de bureles desprovistos de acometividad, tan sosos, tan reacios a embestir, tan mansos, en suma, que podrían constituir, a la verdad, la antítesis, la negación del verdadero toro de lidia…

El reenvío que hace don Jesús a su crónica del festejo de la víspera es en obvio de repeticiones. El año anterior, los toros que enviaron respectivamente don Valentín Rivero y don Jesús Cabrera fueron la materia que permitió escribir páginas de gran brillantez de aquel serial abrileño. Un calendario después, mostraron la otra cara de la moneda.

La noche salvada por un toro de regalo

La corrida, segunda nocturna de la feria, iba por el desfiladero, hasta que Eloy Cavazos, en una acción – o arrebato – poco frecuente en su forma de conducirse en los ruedos, decidió anunciar a la concurrencia que regalaría un toro. Ese toro de regalo fue Caperuzo, número 87, de la ganadería del ingeniero Mariano Ramírez.

Ante Caperuzo, Eloy Cavazos realizó, en palabras de don Jesús Gómez Medina, lo siguiente:

Salió pues “Caperuzo”, y como por ensalmo la escena se modificó radicalmente: el tedio, el aburrimiento que a esas alturas habíanse enseñoreado de los tendidos, desaparecieron como por encanto; y la alegría y la acometividad del toro, a su estilo de claro linaje, a su bravura, en suma, aunóse el torero cascabelero, siempre espectacular, en ocasiones zaragatero, pero realizado siempre en la proximidad de los pitones por Eloy Cavazos, y la escena se transformó radicalmente… Resurgieron entusiasmos que parecían definitivamente dormidos; la plaza se inundó de luz y de calor; el tedio y la languidez que habíase apoderado de todos los circunstantes, convirtióse en clamor, en fuego, en cálido comentario que a estas horas corre, entre el golpeteo de los dados y el grito bravío de las cantadoras, por todos los rincones de la Feria… ¡“Caperuzo”, con su bravura, operó el prodigio...! … En el toreo, hoy y siempre, lo primero será la bravura del astado. Y cuando ésta va aparejada al buen estilo, a la docilidad y alegría, asistimos a espectáculos de la brillantez de que anoche protagonizaron Eloy Cavazos, el de la Villa de Guadalupe y “Caperuzo”, el burel del Ing. Mariano Ramírez; y que culminó en la concesión de ambas orejas y el rabo para Eloy, en el arrastre lento para los despojos de “Caperuzo” y en los recorridos triunfales que, una y otra vez realizaron el torero, el ganadero y el empresario Guillermo González, entre el júbilo de un público que, pese a lo avanzado de la noche, resistíase a abandonar los tendidos...

El toro, se afirma, pone a todo el mundo en su sitio. Y cuando es debidamente aprovechado, también permite que se aprecie la grandeza de la fiesta y se aquilate, en su real medida el peso específico de cada uno de los factores que hacen posible la realización del espectáculo. Así quedó demostrado después de que Caperuzo se mostrara bravo y noble en una noche que se iba encaminando, irremisiblemente, parecía, al despeñadero.

El resto del festejo

Antonio Lomelín cortó una oreja esa noche, y más que cortarla, se la arrancó al segundo de la noche. Escribió don Jesús Gómez Medina:

Antonio Lomelín, en sus dos turnos, mostró en múltiples ocasiones, las características que le llevan a hacer el bien torear, con estridencias que no siempre resultan oportunas. A su primero lo toreó de capa y particularmente de muleta con lucimiento y calidad en la ejecución de los lances y de los pases; lo banderilleó, además, en forma lucida, y lo estoqueó en forma superior, haciéndose acreedor, por esto solo, a la obtención de la oreja y a la vuelta al ruedo…

Curro Rivera, por su parte, se llevó el lote más complicado de un mal encierro y también tuvo que enfrentarse a la malquerencia de un grupo de reventadores que lo hostilizaban al menor titubeo, sigue relatando el cronista de El Sol del Centro:

Toda la decisión y el torerismo innegables de Curro estrelláronse casi siempre ante las condiciones de sus adversarios. El primero, manso y con peligro, que, en varias ocasiones, ya al banderillear como al torear de muleta, le puso los pitones en el pecho. Además, tuvo siempre en su contra la hostilidad de un sector de espectadores, incapaces, al parecer, de aquilatar lo que fue una faena como la realizada el domingo por Curro con “Cartujo” … Al último, al que a base de tesón y de aguante consiguió meter en la muleta para cuajarle meritísimas series de pases en redondo, tuvo Curro la desgracia de pincharlo mucho y mal, inclusive de atravesarlo, amén de que el garapullo de una banderilla lo hirió en la mano derecha, dificultando con ello su labor final, hasta escuchar el aviso…

Un evento inesperado vino a cambiar el curso de un festejo que parecía quedarse con la imborrable marca del tedio en su historia. Esa circunstancia inesperada – por infrecuente – también vino a encaminar por otras vías el rumbo de la feria, como veremos en los siguientes días.


domingo, 23 de abril de 2023

Feria de San Marcos 1973. La consolidación de un proyecto (V)


Sin toro no hay fiesta posible (primera parte)

Tras de que la corrida con la que abrió el serial de hace 50 años dejara como signatura una importante tarde de Curro Rivera, se percibía animación en el ambiente. La segunda corrida sería la primera que se verificaría en horario nocturno y tenía como aliciente la presentación de Manolo Martínez, Alfredo Leal y Mariano Ramos en el ciclo. Entre otras cosas, dice la nota previa al festejo, aparecida en El Sol del Centro del día 23 de abril de 1973, día de la corrida:

La plaza de toros San Marcos se engalana nuevamente hoy, para la segunda corrida de la Feria Nacional de San Marcos y primera nocturna de la serie, presentándose un cartel que reúne grandes atractivos, al presentarse el regiomontano Manolo Martínez, alternando con Alfredo Leal y Mariano Ramos, para despachar un magnífico encierro de seis cromos de la acreditada ganadería de Valparaíso, que desde ayer fueron admirados en los corrales de la plaza… Hay animación grande por la corrida de esta noche, pues la afición local y visitante, sabe que los tres ases de la baraja taurina disputarán por igual el aplauso y la ovación que refrenden sus continuos y resonantes triunfos, sobre todo al hacer su presentación en esta extraordinaria feria taurina, elevada ya a una de las más importantes en el mundo... El tradicional y significativo sorteo, se hará a las cinco de la tarde y es de esperarse que haya suerte para todos.

Como se puede leer de la nota de prensa, los toros serían de Valparaíso, ganadería que en la época gozaba de gran predicamento entre la afición y sobre todo, entre los espadas que ocupaban las primeras posiciones en el escalafón. También resultaba atractiva la reaparición aquí de Alfredo Leal, quien era el triunfador efectivo de la feria del año anterior y que si bien, había anunciado que se iba de los ruedos, tras de materialmente bordar a Chamaco de don Jesús Cabrera la noche del 24 de abril en la misma Plaza San Marcos, desistió del intento de despedirse y continuó su andadura por los ruedos. Así pues, la mesa estaba servida para tener una interesante noche de toros.

El gozo al pozo

Los toros de don Valentín Rivero Azcárraga justificaron el aserto de don Antonio Llaguno, en el sentido de que no tuvieron palabra de honor. En la jerigonza periodística de hoy, se diría que no caminaron. La visión crítica de don Jesús Gómez Medina, cronista de El Sol del Centro, es más tajante, dura, entre otras cuestiones, reflexiona lo siguiente acerca del encierro lidiado:

...en los primeros años de este siglo un magnate zacatecano lleno de afición, don Antonio Llaguno, consiguió, merced a los buenos oficios de Ricardo Torres “Bombita”, el mandón del momento, hacerse de la espuma, de la flor de lo que pastaba en las dehesas saltillenses. Nació de esta forma la ganadería de San Mateo... Quiso, sin embargo, el destino – para la fiesta un destino aciago – que, muertos don Antonio y don Julián, quienes les sucedieron en la posesión de las porciones en las que se dividió San Mateo, otorgaran definitiva primacía a la suavidad y a la pastueñez en la embestida, con mengua de la antigua fiereza, de la primitiva bravura que singularizó y dio nombre al toro de lidia… LOS EFECTOS DE UNA TRANSFORMACIÓN… Hoy, a unos años de iniciada dicha transformación, estamos asistiendo a lo que tal vez sean los prolegómenos de la extinción total del espectáculo. Lo que antaño fue codiciosa bravura, es ahora borreguna docilidad; y la fortaleza de aquellos astados que solían poner en evidencia a quienes no poseían auténtico torerismo, se ha convertido en lánguida acometida, tan frágil y perecedera como flor de invernadero… Y si bien asentamos lo anterior por lo acaecido ayer por la noche, con los bureles de Valparaíso, puede afirmarse que, en rigor, la decadencia del ganado de lidia es de alcance general. Pese a los progresos de la genética, o quizás como fruto de un inadecuado empleo de aquella, los toros, día a día, poseen menos bravura, menos fuerza…

Lapidario es el juicio de don Jesús y aunque escrito hace hoy exactamente hace medio siglo, vale en cada idea que expresa para lo que sucede en nuestro tiempo. Lo que don Jesús plantea no se detuvo en su día y no ha cesado en sus efectos, salvo en contadas y muy honrosas excepciones.

La actuación de los diestros

Manolo Martínez se llevó la única oreja de la corrida. Se la cortó a Elector, segundo del festejo, a partir de obligarle a tomar la muleta y a pasar. La visión de Alejandro Hernández – tengo la impresión que esta crónica fue la de su presentación en El Heraldo de Aguascalientes – es la siguiente:

Manolo Martínez en su primero recibió a “Elector” con lances de sello personalista; con la muleta dio cátedra al torear sobre la mano izquierda en series plenas de arte y temple que hicieron levantarse de sus asientos a los aficionados. Con la muleta en la diestra volvió a hacer vibrar la plaza entera, haciendo que la concurrencia arrojara prendas a la arena. Al intentar un molinete resultó trompicado por “Elector”, sin consecuencias, para seguir toreando con arte, temple y poderío. Ejecutó dos veces su creación del desdén… Lamentablemente pinchó a la res para dejar después un espadazo en buen sitio, con el que el toro se entregó a las manos del puntillero. Tras una nutrida petición de oreja, le fue concedida para recorrer el anillo en una ocasión…

De lo relatado, se advierte que Manolo Martínez se tuvo que pegar un verdadero arrimón y que la oreja concedida fue de auténtico peso, habida cuenta que la cortó, aun después de haber pinchado al toro.

Mariano Ramos, de acuerdo con el recuento inicial de don Jesús Gómez Medina, sorteó al toro de mejores condiciones de la corrida, a Gamito, tercero de la corrida. Dice el cronista de El Sol del Centro:

“Gamito”, el tercero, cárdeno, salpicado, coletero y caribello, Mariano Ramos se estiró toreando por verónicas entre una ovación. Gran puyazo del Zotoluco, que dejó al de Valparaíso en condiciones propicias para que Mariano cuajara un trasteo lucido, brillante, en ocasiones emotivo, que logró su punto de culminación en dos pases de pecho admirables por como tiró del toro pausadamente, aguantando a pie quieto la embestida. Mas sus desaciertos con el acero – dos pinchazos, una estocada atravesada y media trasera – limitaron su éxito a la vuelta al ruedo entre aplausos generales.

Quien no tuvo ni suerte y por lo leído, ni voluntad, fue Alfredo Leal, quien en palabras del citado cronista de El Sol del Centro, tuvo una reaparición deslucida:

Aunque en realidad para Alfredo Leal el sorteo le asignó dos mansos de tomo y lomo, también es cierto que Alfredo vióse un tanto frío, indolente, a través de su actuación. Lo que hizo en uno y otro enemigo, no amerita reseñarse; salvo sus desaciertos con la espada en el primero, cuando a punto estuvo de recibir un aviso. A propósito, los impacientes deberían ver el cartel donde se anotala hora exacta en que principia en cada caso el tercio final. Al cuarto, en cambio, lo despachó pronto…”

Como se ve, a pesar de un par de episodios brevemente brillantes, el tedio fue el signo del segundo festejo de la Feria del 73.

Para terminar (por hoy)

Seguía reflexionando don Jesús Gómez Medina:

Nada de extraño, pues, que el espectáculo se torne con frecuencia tan anodino y tedioso como resultó la corrida de anoche, de la que, casi con pinzas, tan solo podemos exceptuar a un astado por haber tenido algo más de acometividad: el tercero. Los cinco restantes fueron otros tantos mansos; y si Manolo Martínez logró redondear un buen trasteo con el segundo y si Mariano Ramos hizo lo propio en el siguiente, todo ello fue fruto, especialmente, del tesón y del torerismo de uno y de otro... Y es que, despojado el toro de lidia de lo que fue su característica primordial y definitiva: la bravura, ¿qué queda de él? ¿Y cómo subsistirá, asimismo, el espectáculo taurino al extinguirse aquella?

La pregunta final de don Jesús es una de esas de difícil respuesta. Medio siglo después, nos la seguimos haciendo y nos seguimos viendo incapaces de responderla.

Aviso parroquial: Los resaltados en los textos transcritos son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

sábado, 22 de abril de 2023

Feria de San Marcos 1973. La consolidación de un proyecto (IV)

Curro Rivera es el que hace el toreo el día de la alternativa de Vito Cavazos

El primer toro de la Feria de San Marcos del 73 fue uno de alternativa. El suceso también tendría un dejo de novedad en nuestro ciclo abrileño, pues si bien en el pasado reciente del coso de la calle de la Democracia se habían celebrado dos ceremonias de investidura de matadores de toros – la del lusitano Óscar Rosmano el 29 de noviembre de 1970 y la de Armando Mora el 28 de marzo de 1971 –, la última que se había celebrado en un festejo sanmarqueño había tenido lugar el 1º de mayo de 1960, cuando Luis Briones hizo matador de toros al trianero Rubén Salazar en presencia del michoacano Joselito Torres.

La información previa al festejo, publicada en el diario El Sol del Centro en la víspera, refleja la expectación que producía el serial y en sí el cartel inaugural, tanto por la reaparición de Eloy Cavazos y Curro Rivera, triunfadores de fechas anteriores, como por la novedad que revestía el investir en la Feria a un nuevo matador de toros, en este caso, David Vito Cavazos. De esa nota, entresaco lo siguiente:

Reaparecen Eloy y Curro y se doctora “Vito” Cavazos. A guisa de preámbulo de lo que será esta Feria, ya el cartel inicial incluye la actuación de dos de las tres máximas figuras del toreo nacional: Eloy Cavazos, el sensacional pequeño y gran torero de Monterrey; Curro Rivera, el autor de la que fue, indiscutiblemente, la mejor faena en la pasada temporada metropolitana... Y al lado de ambos, compartiendo responsabilidades y disfrutando también, desde hoy, de idéntica jerarquía, “Vito” Cavazos, que en esta primera corrida alcanza la meta codiciada por cuantos en un día vistieron por vez primera el traje de torear: la alternativa, el doctorado...

Yo asistí a esta corrida. Mis recuerdos se limitan principalmente a los seis toros que se lidiaron en ese festejo al que fui llevado por mi padre. El toro de la ceremonia – un negro listón, al que recuerdo con mucha cara y arrobas – volteó la cara al primer picador y le comenté a mi padre que el toro era manso. En cuanto se colocó de nuevo al toro, este se arrancó de largo, recargando fuerte y metiendo los riñones, propinando un tumbo al piquero y, lo que es más, recuerdo que repitió la escena en la siguiente vara. Cuando todo esto sucedió, mi padre me dijo: Allí está tu manso, fíjate bien en ese toro, que es muy bravo, porque va a pasar mucho tiempo para que veas otro igual... Al final de la corrida tuve la oportunidad de conocer y felicitar personalmente al ingeniero Mariano Ramírez, el ganadero de la tarde, quien se encontraba conversando con los matadores retirados Rafael Rodríguez y Humberto Moro y el empresario Guillermo González entre otras personas. No recuerdo la respuesta que me dio don Mariano, pero sí percibí que en ese momento era un hombre inmensamente feliz.

Curro Rivera y Cartujo

Para este serial don Jesús Gómez Medina había vuelto a ocupar su cátedra en El Sol del Centro, combinando esa actividad con la Presidencia de los festejos taurinos en la Plaza San Marcos y de su narración de la corrida se desprende con más detalle y precisión lo siguiente:

¡Torear bien!... ¡Torear con arte!... Torear, en suma, como ayer lo hizo con el nobilísimo “Cartujo” del Ing. Mariano Ramírez, Currito Rivera. Feliz conjunción del burel dechado de alegría y excelente estilo, con el torero – torero, con el torero artista.

¡Oh! aquellos naturales cadenciosos, de dilatada trayectoria, ligados a la perfección en el último sitio y culminados, según la ley de toreo rondeño, con el pase de pecho ejecutado al mismo ritmo caricioso de los muletazos precedentes.

Especialmente en la segunda de las dichas series pareció culminar la plasticidad, la hondura y el bien torear. Negreaban las pisadas de “Cartujo” en torno del torero, transformado en epicentro que giraba levemente sobre las plantas, mientras que de su muleta brotaban, como rojas amapolas, la milagrería de aquellos pases naturales, flor de clasicismo, sí; pero nimbados a la vez con la luz iridiscente de un arte juvenil, radioso, alegre...

El toreo es liturgia y rito; pero, también, gallardo desplante, bizarría y alarde jocundo y triunfal.

Más tarde, con la diestra, idéntico derroche de torerismo y de belleza en los derechazos, en los pases circulares, en los molinetes; en toda la gama, en suma, de bien torear a que daba pie la nobleza sin límite y la aterciopelada embestida de “Cartujo”.

A estas alturas, prácticamente las orejas y el rabo estaban ya en las manos de Currito; más precipitóse un tanto éste, llevado sin duda del deseo de acabar cuanto antes; y aunque se fue en corto y por derecho, particularmente la segunda ocasión, pinchó dos veces antes de sepultar hondo el acero, en sitio un tanto trasero... se esfumaron los apéndices; más los aficionados, embriagados todavía de emoción taurina, hicieron a Curro Rivera objeto de una cálida, estentórea ovación, mientras los despojos de “Cartujo” habían desaparecido sin recibir en homenaje de que eran merecedores...

Eloy y Vito Cavazos

Don Jesús califica la actuación de Eloy Cavazos como integrada por una media faena, la realizada a su primero, de la que dice:

Un puyazo fuerte, con tumbo, aceptó el cárdeno "Cantaclaro" – tocayo del inmortalizado por Silverio, la tarde en que debutó Manolete –. El burel, al parecer, resintióse del encuentro con el piquero, pues a partir de entonces, comenzó a aflojar los remos. Eloy, a su vez, aprovechó el lapso inicial del trasteo para instrumentar su toreo alegre, espectacular; no siempre ortodoxo, pero que "llega" intensamente a los espectadores, que jalearon fuerte sus derechazos, ya abriendo el compás o bien a pies juntos. Estocada honda, el toro que dobla y vuelta al ruedo para el reinero...

Acerca de David, el toricantano, que vistió de azul turquesa y oro, dice que su tarde fue deslucida, aunque en su descargo puedo decir que me parece que el cronista lo juzgó con dureza. El toro de la alternativa se llamó Esclavino y fue de pelo negro listón.

El encierro de don Mariano Ramírez

El toro es el eje de esta fiesta. Cuando está en su sitio, las hazañas de los lidiadores cobran especial importancia y la afición en los tendidos percibe mejor el desarrollo del hacer artístico de los toreros. Al final de estas remembranzas, veremos que uno de los triunfadores del serial sería, por mérito propio, el ingeniero Mariano Ramírez Miguel. Sobre los toros lidiados esta tarde, don Jesús Gómez Medina reflexionó:

Nobilísimo de estilo, bien presentado, con un gran astado, el quinto; tal fue el lote enviado para esta primera corrida por el Ing. Mariano Ramírez... Pese a que algunos bureles mostraron cierta debilidad de remos, la corrida, en conjunto, constituyó un éxito para tan entusiasta ganadero, que mereció de la afición un reconocimiento que aquella no le dio, pero que, desde estas columnas, le rendimos con toda justicia. ¡Enhorabuena, ingeniero!

Las explicaciones del juez de plaza

De la misma crónica de la corrida y a partir del hecho de que el ya citado don Jesús Gómez Medina – ya decía, al mismo tiempo juez de los festejos – estimó en ella que el quinto de la tarde, Cartujo, merecía premio a sus despojos y de otro hecho ocurrido al final de la lidia del cuarto de la tarde, en el sentido de que Alberto Ortiz El Chaval de Orizaba, banderillero de la cuadrilla de Eloy Cavazos ahondara una espada para precipitar la muerte del toro, transcribo lo siguiente:

Se impone concluir esta reseña con algunas consideraciones de carácter netamente personal: ¿por qué el que esto escribe, al actuar como Juez de Plaza, no ordenó los honores que merecían los despojos del estupendo “Cartujo”? ¿Y también por qué no hubo sanción alguna para el Chaval de Orizaba?

En el primer caso, visto el desenlace poco feliz de la gran faena de Curro Rivera y conociendo la índole de los aficionados, juzgué que, al tributar un homenaje al astado, aquellos interpretarían que con éste queríase decir que el torero no supo estar a la altura del toro; lo que era inexacto y, por tanto, resultaría injusto.

En cuanto a la falta de sanción para el Chaval de Orizaba, que estas líneas sirvan de aviso a él mismo y a otros subalternos, a efecto de que, en los posteriores festejos se abstengan de realizar actos tan rotundamente antitaurinos como el llevado a cabo por dicho banderillero...

Así transcurrió esa primera corrida de feria de hace medio siglo. Mañana nos veremos por aquí de nuevo, con algunos recuerdos de la continuación de la feria.

Aviso parroquial: Hace algo más de una década publiqué en este mismo sitio una primera versión de estas líneas, consultable aquí.

Aldeanos