Mostrando entradas con la etiqueta Antonio Toscano. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Antonio Toscano. Mostrar todas las entradas

domingo, 7 de diciembre de 2025

7 de diciembre de 1947: Carlos Arruza y Zorrito de La Punta en El Toreo de Cuatro Caminos

Carlos Arruza
Visto por Carlos Ruano Llopis

La primera temporada en forma de la Plaza México fue la 1946 – 47, y con el coso ya propiedad de don Moisés Cossío, el encargado de organizarla fue don Antonio Algara, quien pronto tuvo diferencias con el propietario y no concluyó el ciclo al frente de los asuntos del coso, que fueron concluidos por el señor Fernando Hernández Bravo, con la asesoría de Lorenzo Garza. Para el siguiente ciclo, el 1947 – 48, tomó en arrendamiento la plaza don Tomás Valles Vivar, quien en agosto de 1946 había terminado su encargo como Diputado Federal por el primer distrito electoral del Estado de Chihuahua y probablemente buscaba posicionarse para la próxima elección de gobernador de su estado natal, manteniendo su presencia en el ambiente taurino en el imaginario colectivo.

Por otra parte, se anunció que el 23 de noviembre de 1947 se inauguraría el nuevo Toreo de Cuatro Caminos, edificado a partir de la estructura de la plaza que estuvo en la colonia Condesa y que se derribó iniciado ya el año 1946, y que después de ese festejo de apertura se ofrecería a la afición una temporada de corridas en toda forma. A cargo de esa plaza estaba nada menos que el nombrado Antonio Algara, quien fue el encargado también de organizar el último ciclo de toros en el Toreo de la Condesa.

Escribe Daniel Medina de la Serna:

La antigua plaza El Toreo de la Condesa había sido desmantelada, su terreno algún día lo iba a ocupar El Palacio de Hierro y su armazón fue transportado, para ser levantado de nuevo en Cuatro Caminos, en la jurisdicción del Estado de México, a unos cuantos metros afuera del Distrito Federal buscando conveniencias fiscales... Antonio Algara, que al parecer tenía cierta aversión a la plaza de la Ciudad de los Deportes, dejó la gerencia de ésta en manos del político chihuahuense Tomás Valles para irse a la del Nuevo Toreo o Toreo de Cuatro Caminos... y para conseguir toreros se fue a España, con la idea de hacer gestiones para arreglar lo del rompimiento, lo que no consiguió pero regresó con los contratos de Carlos Arruza, Carlos Vera "Cañitas", Fermín Rivera, Antonio Velázquez, Antonio Toscano y los de los portugueses Diamantino Vizeu y Manolo dos Santos; al volver a México se apalabró con “Armillita”, Garza, Silverio, “El Soldado”, Jorge Medina y “Joselillo”. Tomás Valles, en cambio, que se quedó aquí, no había hecho gestiones ni había tenido tratos con ninguno de estos toreros; así que para su temporada solo tenía lo que a Algara no le había interesado... La única figura con que contaba el norteño era Luis Procuna...

Tomás Valles pagó el noviciado en esta su primera incursión en la organización de festejos taurinos, y sobre todo, porque tendría que enfrentar a un hombre muy avezado en estas lides, como lo era Tono Algara, quien tenía un largo trecho ya recorrido en esa actividad y además el conocimiento de las distintas personalidades de los diestros con los que tenía que tratar.

La segunda corrida de la temporada 1947 – 48 en Cuatro Caminos

Tras de la corrida inaugural, que poco más que la efeméride dejó para la historia, se hizo un receso de una semana, para dar paso a la temporada de festejos consecutivos, que sumarían un total de quince, entre ese 7 de diciembre de 1947 y el domingo 14 de marzo de 1948. 

Ese festejo primero, anunciado como segundo de la temporada, se compuso con un encierro de La Punta, para Fermín Rivera, Carlos Arruza y Antonio Toscano. Al final de cuentas, solamente se lidiaron cinco de los toros de la ganadería titular, porque el primer toro de la tarde se partió un pitón al rematar de salida en un burladero y debió ser sustituido por uno de Pastejé.

Por su parte, la Plaza México interrumpió su temporada por, se dijo, la necesidad de realizar unas obras en el ruedo, pero la prensa del momento, afirmaba que la realidad era que las exiguas entradas parecían desanimar al titular de la nueva empresa.

Carlos Arruza y Zorrito de La Punta

Los toros de La Punta y el sustituto de Pastejé fueron complicados, por ser mansos y algunos, además, por sacar genio. Eso impidió, en general, el lucimiento por parte de los diestros. Pero siempre queda la vía de la épica, de la epopeya. Y con Zorrito, el quinto de la tarde, Carlos Arruza quiso demostrar por qué era en ese momento la principal figura del toreo mexicana en el mundo. Así describió su actuación esa tarde Ricardo Colín Flamenquillo para el semanario La Fiesta:

Gracias pues, Carlos Arruza por esta tarde inolvidable, y por haber vuelto inmediatamente, a situar la fiesta que nosotros amamos con los cinco sentidos, en la línea recta, sencilla, escueta y varonil en la que la dejó el inolvidable desparecido. ¡Muchas gracias! Dobló el quinto toro – el del escándalo triunfal e imborrable –, y Carlos Arruza, ajeno al ambiente exterior, siguió en su propia y admirable lucha. Con el acero que acababan de extraer del poderoso morrillo golpeó dos veces los belfos del enemigo, difícil y encastado, mascullando su rabia de torero que logra el éxito derribando las murallas de lo imposible. Había planeado contra el destino encarnado en aquel burel, a todas luces impropio para la gran faena, y lo había vencido al fin, heroicamente, tumbándolo a sus plantas como fulminado por un rayo. Mientras México entero se le entregaba gritando ¡Torero! ¡Torero! Le trajeron las dos orejas, pero el público sintió, entendió más que entendió el homenaje era exiguo para la hazaña y obligó al joven e inexperto Juez de Plaza a que diese la orden de que un subalterno se adentrase en el destazadero para reaparecer con el rabo en la mano y entregárselo al extraordinario lidiador, que recorría ya el anillo al compás redoblado de una de esas ovaciones que se graban para siempre en el recuerdo. El toro entero le podrían haber dado y aun se antojaría pequeño el premio. No solo por lo realizado con él, sino por todo lo que ello traía aparejado. Es esta una de las ocasiones en las que el crítico se resiste a reproducir las proezas que sus ojos captaron sobre el círculo mágico del redondel, porque las palabras no son el material – al menos en sus manos aún crispadas por la fiebre del aplauso –, capaces de pintar la grandeza del espectáculo. Se siente, pero no se canta, jamás, en toda su dramática hermosura, el crispante espectáculo de una tempestad. Así sucede cuando meditamos en la fuerza positivamente ciclónica de la faena de Carlos Arruza al quinto astado de La punta, bautizado en las dehesas con el nombre de “Zorrito” y al cual no pudo torear a gusto con el capote, ni banderillearlo como él sabe, a excepción hecha del segundo cuarteo, por la difícil lidia que iba ya desarrollando. A la muleta llegó el burel hecho un garlito. Tardo y probón en la embestida, y congestionado de la vista. Era el toro de la faena de trámite, al que la gente, quizás, hasta agradece, que se le despache después de unos cuantos muletazos de pitón a pitón, con una estocada habilidosa. Y fue por ello, justamente, que surgió lo maravilloso e inesperado al pararse Arruza en el tercio para dibujar tres ayudados por alto de incopiable sencillez, precursores de lo sobrenatural. Aquel situarse en terrenos que humanamente se antojaría imposible pisar, para obligar al peligroso enemigo a pasar con lentitud en torno a la cintura en naturales inverosímiles, cuantas veces le vino en gana, sujeto al imperioso mandato de su torerísima voluntad. Y luego, la estocada, sin trampa ni cartón y la apoteosis que situó la tarde del domingo 7 de diciembre de 1947 entre las más destacadas efemérides de la tauromaquia...

La relación de Flamenquillo refleja, sin duda, que, desde el punto de vista del escribidor, se percibió esa sensación de peligro que genera el enfrentar a un toro que sale con la disposición de entregar a un precio alto su existencia. Y también, que se percibió que el torero, poniendo la inteligencia y el valor por delante, se impuso a las reacciones de fuerza e instinto del toro, hasta llegar a dominarlo totalmente, subyugando a la concurrencia, quizás no tanto por la excelsa y sutil belleza de lo allí creado, sino por la verdad que se apreció en el hacer de Arruza.

El primer rabo otorgado en Cuatro Caminos

La misma crónica de Ricardo Colín deja entrever que la faena de Carlos Arruza dejó en los tendidos y en el palco de la Autoridad un cierto estado de estupefacción, superado primero por la concurrencia y al final por el Juez de Plaza – de joven e inexperto lo califica el cronista – se mandó traer del destazadero el rabo del punteño, ya cuando Arruza daba la vuelta al ruedo, entre el regocijo de todos. Era el primer rabo que se otorgaba en la nueva plaza y detrás de él se otorgarían apenas otros 35 en toda su historia. Carlos Arruza se llevaría tres de esos, uno más al domingo siguiente y otro varios años después, ya como torero de a caballo.

El resto de la corrida

De acuerdo con la crónica de la agencia France Presse (AFP), el resto de la corrida tuvo el siguiente resultado:

Fermín Rivera el primer espada, inició con una faena variada a base de derecha con pases de todas marcas, muy artista, aunque no llegando a tener grande emotividad en su toreo... en su segundo fue mejor la faena con más hondura torera, pero entrando mal al matar, no la coronó... Antonio Toscano cargó con el hueso y con la mala suerte. A su primer toro manso, hizo todo lo posible por aguantarlo y al matar cobró un golletazo que le fue pitado. A su segundo y último de la tarde, otro mansurrón, tampoco logró nada Toscano, solo el ponerse pesado con el estoque y volver a oír pitos...

Como se puede ver, el mal juego de los toros condicionó el resultado general de la corrida, solamente la entrega de Arruza, fue lo que salvó la tarde.

Corolario cooperativo

Al final de cuentas, las fuerzas vivas no se podían permitir el naufragio de la Plaza México. Con sus pausas, se dieron en ella 17 corridas en esa temporada y actuaron en ella toreros del elenco de El Toreo como Antonio Velázquez, Fermín Rivera, Carlos Arruza, Silverio Pérez, Alfonso Ramírez Calesero, Ricardo Torres y Jorge Medina, así como Luis Procuna, originalmente contratado para Insurgentes, también se presentó en El Toreo. No por nada, la Plaza México era y es, la plaza de toros más importante del país.

Aviso parroquial: Los resaltados en la crónica de Flamenquillo son obra imputable exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en su respectivo original.

domingo, 4 de agosto de 2019

Detrás de un cartel (XII)

Antonio Toscano es un torero que poco resuena en los anales de la historia a pesar de que en su tránsito por los ruedos tuvo jornadas brillantes. Aunque Alfredo Marquerie, crítico de El Ruedo lo describe como alto y desgarbadote, de lo que he podido leer en la prensa de su trayectoria, hoy le conceptuaríamos como un torero de pellizco, de esos que hacen las cosas con finura.

Nació en la Guadalajara mexicana el 14 de enero de 1918. Se presentó como novillero en el Toreo de la Condesa el 27 de abril de 1941, para enfrentar novillos de Santín alternando con Ángel Procuna y Manuel Gutiérrez Espartero. En su ciudad natal, debutó el 12 de abril de 1942, formando terna con Nacho Pérez que también se presentaba y Juan Estrada, para lidiar novillos hidrocálidos de Peñuelas. Ese año del 42, don Nacho le vio posibilidades y lo programó tres tardes más, en las que compartió cartel con toreros como el infortunado Félix Guzmán, Luis Procuna o Gregorio García

Marcha a España en el año de 1945 una vez arregladas las relaciones taurinas hispano – mexicanas y logra presentarse en Madrid el jueves 10 de mayo de ese año, alternando con Rafael Llorente y José Catalán en la lidia de novillos de Pérez de la Concha y de su actuación escribió Giraldillo que su presentación hizo concebir grandes esperanzas… Tanto diría yo, que le repitieron en la fecha que me motiva a escribir estas líneas.

Para el domingo 5 de agosto de ese mismo 1945 se anunciaron novillos – desecho de tienta y defectuosos – de José María de Soto para Antonio Toscano, Manolo Navarro y Luis Álvarez Andaluz. Un festejo que como veremos enseguida, fue accidentado y en el que, la diosa fortuna estuvo del lado de Antonio Toscano.

Inicia la crónica de Giraldillo, aparecida en el ABC de Madrid del 7 de agosto siguiente al del festejo, con esta reflexión:
Novillos fogueados ...Y no era preciso hallarse en posesión de don profético para asegurarlo con éxito desde el día en que se fijó el cartel. De los cinco novillos que se jugaron pertenecientes a la vacada de Soto (López Plata), tres fueron fogueados, y el sexto lo hubiera sido también, a no volver a los corrales... ¿Cabe mayor proporción de mansos? El primero, que tomó cuatro varas, derribando a los jinetes en tres de ellas, dio mala lidia a la gente de a pie. Únicamente el torillo cuarto fue pasable. Y con estos mansos se presentaron tres novilleros de categoría. Tan de categoría y de interés para los aficionados, que se registró una entrada muy buena a pesar del calor y del insoportable bochorno. Ni Toscano, ni Manolo Navarro, ni Luis Andaluz podían ignorar que habían de vérselas con ganado de poca casta. Ni ellos, ni sus apoderados. Venían a correr un albur, que se presentía desfavorable, y lo corrieron. Yo se lo elogio. Sobre todas las reservas habituales pusieron el deseo de torear en Madrid. Séales esto alabado y agradecido, y tómeseles como descargo...
Por su parte, don Luis Uriarte, firmando como El de Tanda, en La Hoja del Lunes del día siguiente del festejo, hace la siguiente crítica:
De los cinco novillos de Soto, tres fueron fogueados. ¡Un éxito para el ganadero! Únicamente el cuarto cumplió en varas, pese a su flojedad de facultades – tomó dos y no admitió más que un par de banderillas –, y se dejó torear. Los demás, los otros cuatro, fueron broncos, huían hasta de su sombra y se defendían reculando y corneando con la incertidumbre y el traicionero instinto de los toros mansos, mansos, mansos... Por manso fue sustituido el sexto. ¿Con arreglo a qué reglamento? De sentar este funesto precedente, si de una corrida de seis toros salieran mansos los seis, habría que disponer de seis sobreros. Esto sería lo justificado si el reglamento lo dispusiera así; pero como no es así... Los toros mansos tienen su lidia…
Las crónicas del festejo me causaron cierta perplejidad al hablar de banderillas de fuego, pero la realidad es que investigando sobre el tema vine a enterarme que es hasta el año de 1950 que se sustituyen por las viudas, entonces, debió ser deprimente el espectáculo de ver a la mitad del encierro calentado por los cohetones en el segundo tercio y para más inri, ver a otro novillo devuelto por su manifiesta mansedumbre.

Los fogueados se los repartieron Manolo Navarro en el segundo y quinto lugar – lo que deja claro que a veces sí hay quinto malo – y Andaluz Chico con el tercero, pero además él vio al sexto devuelto y enfrentó al sustituto de Juan José Cruz que fue también una prenda.

El triunfo de Toscano

El cuarto de la tarde fue el único que se dejó hacer cosas y a partir de lo leído, Antonio Toscano se las hizo y le cortó la oreja. El de Tanda, le vio así:
A Toscano le correspondió el único novillo que se dejaba torear, y el mejicano lo aprovechó de la mejor manera posible. Hubo en su faena tranquilidad, aguante, compostura y hechuras de buen estilo. Si de algo se le podría tachar, es de haberse prolongado en su buen deseo de redondear el éxito. Así, le ocurrió que el novillo, tan flojo que no admitió más que dos varas y un par de banderillas, se le quedó a las dos docenas de pases, y a poco le estropea el triunfo. Se basó éste en los pases en redondo, en los ayudados y en algunos naturales, ejecutados con quietud, con prestancia y con decisión. Cortó la oreja y dio la vuelta al ruedo. Fue lo único, aparte algunos lances de capa de Navarro, que tuvo color y sabor de arte taurino en esta novillada, que duró, para aburrimiento de los espectadores, dos horas y media bien contadas. ¡Y con más de treinta grados a la sombra!...
Por su parte, Manuel Sánchez del Arco, Giraldillo entendió de esta manera su actuación:
Toscano brindó al público y comenzó la faena con dos pases por alto, muy quietos y elegantes, que elegante es este mejicano en el juego de muleta. Rompieron los olés entusiásticos y la faena se centró en unos soberbios pases en redondo. Tuvimos tres naturales y de nuevo surgió el muleteo en redondo, cerca, perfectos, medidos, con juego de toreo al natural. Seguían los olés la faena, que tuvo ligeras variantes sobre lo referido, y Toscano dio un pinchazo, para repetir después de unos pases buenos, con una estocada que mató sin puntilla. Tanto ha gustado la faena del mejicano, que le dieron la oreja, acompañada por una ovación larga…
Terminado el festejo, Antonio Toscano fue entrevistado por F. Mendo para el semanario El Ruedo, y estas fueron las impresiones del torero:
Como el hombre cortó una oreja, se le traslucía su contento a través del sudor vertido por todos los poros de su piel.
- Ese toro – el del trofeo – fue el de mejor embestida, aunque no anduviera desprovisto de sosería. Por su falta de alegría vino durante la lidia muy a menos. Por esta causa no pudo ser ni muy extensa ni muy vistosa mi faena de muleta. En los últimos pases hube de ayudarle con muletazos por bajo para hacer pasar a un novillo cuya fuerza se iba por momentos.
¿Contento amigo Toscano?
- Muchísimo, por haber conseguido cortar mi primera oreja en Madrid, que hace la octava desorejada en España. Y muy reconocido al público de la Plaza Monumental por las atenciones dispensadas, no solo hoy, sino también en la tarde de mi debut.
- Para terminar, ¿qué le pareció su primer enemigo?
- Pues que llegó a mis dominios con mucha fuerza, embistiendo mal y poniendo siempre de manifiesto sus ansias de coger. Era uno de esos toros que pareciendo bueno a los ojos del público, hace andar de cabeza a los que están en el ruedo...
Antonio Toscano
Foto: El Ruedo (08/08/1945)
Sin duda el torero mantenía los pies en la tierra. Eso le valió recibir la alternativa el 7 de abril siguiente en Barcelona, de manos de Domingo Ortega y llevando a Luis Miguel Dominguín como testigo. El toro de la cesión fue Rojillo de Atanasio Fernández.

Antonio Toscano falleció en la Ciudad de México el 26 de enero de 1993.

Así que esa es la historia detrás del cartel. Una historia que sin duda, merece ser contada.

Retales de información de la fecha

Muchos toreros mexicanos hacían campaña en ruedos españoles. De la prensa de esos días, extraigo lo siguiente:

El domingo 5, Carlos Arruza corta un rabo en Vitoria alternando con Domingo Ortega y Parrita. Toros de Luis Ramos (5) y uno de Cobaleda (5°)

El lunes 6, también en Vitoria, con toros de Antonio Pérez, Manolete reaparece alternando con Arruza y Pepín Martín Vázquez. Manolete corta 2 orejas del 4º, Arruza, 2 orejas del 5º.

En Santander, el domingo 5, Silverio Pérez escucha ovaciones, Manolo Escudero cumplió, Pepín Martín Vázquez corta una oreja y El Choni escucha ovaciones. Toros de Molero (6) y Villamarta (2).

En La Coruña. Toros de Gabriel González (1 rejones) y Conde de la Corte (6). Conchita Cintrón, vuelta al ruedo. Armillita, 2 vueltas al ruedo. Pepe Luis Vázquez, 2 orejas. Luis Miguel Dominguín, rabo.

Estella. Toros de Pérez de la Concha (4). Cañitas y Julián Marín, oreja cada uno.

Barcelona. Novillos de Manuel González (6) y Bernardo Escudero (2) Ricardo Balderas 2 orejas, Manuel Perea Boni, Alfredo Fauró, oreja y Lorenzo Pascual Belmonteño. Carnicerito de México y Arturo Álvarez Vizcaíno se encontraban en el tendido.

Barcelona. Lorenzo Garza sufre una recaída en su recuperación de la cornada sufrida el 31 de julio anterior. Presentó fiebre y tuvo que ser intervenido nuevamente por el doctor Olivé Gumá. Continúa el estado de gravedad.

Aldeanos