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domingo, 2 de enero de 2022

1º de enero de 1962. El debut de Paco Camino en México (III/IV)

Paco Camino


Despejados los asuntos sindicales pendientes, tanto entre los matadores de toros como entre los picadores y banderilleros, la empresa de el Toreo de Cuatro Caminos anunció, casi a porta gayola el derecho de apartado de su temporada. Con ese anuncio, parecía que todo estaba ya encaminado para que el ciclo de corridas de toros de la capital mexicana se diera sin sobresaltos, pero, aunque no tuviera efectos más que en la opinión pública, algunos ánimos no estaban de acuerdo con el estado de las cosas.

El hecho de que el anuncio de la temporada de Cuatro Caminos dejó ver que gravitaría en torno a la figura de Paco Camino, que había toreado 68 corridas en la temporada europea recién terminada, quedando de tercero en el escalafón detrás de Curro Girón y Diego Puerta no le pareció adecuado a más de algún influyente opinador, como es el caso de don Alfonso de Icaza Ojo, quien en su columna semanal Nuestro Comentario, aparecida en El Redondel del 7 de enero de 1962, entre otras cosas, escribió:

Hace tiempo que tenemos la creencia de que, actualmente, son mejores los toreros mexicanos que los españoles.

Y no por el hecho de haber nacido aquí – que el sitio donde se ve la luz primera nada supone en el caso – sino por la distinta manera como se desarrolla la fiesta en uno y otro país.

En México, el toreo es cosa de hombres; en España, de niños.

Aquí, para ser figura del toreo, se requiere, además de poseer cualidades especiales, dominar la profesión, lo que no se consigue, salvo casos excepcionalísimos, sino después de muchos años de práctica.

Así vemos que nuestros ases, “Calesero”, Procuna, Capetillo, Silveti, Leal o Joselito Huerta, para no citar sino a unos cuantos, llevan años y años de lidiar toros, años que les han servido para acumular conocimientos al mismo tiempo que para afinar su arte.

En España, en cambio, se improvisan ídolos a cada momento.

Y tan pronto es “primerísima figura” un jovencito de diecinueve años, como Paco Camino, que uno de veintiuno, como Diego Puerta, u otro improvisado aún, el ya famoso “El Cordobés”, que antes de tomar la alternativa, y nos atrevemos a decir que, sin ser todavía un auténtico torero, tiene ya un capital de quién sabe cuántos millones de pesetas.

Las figuras del toreo no se improvisan.

Aún los diestros especialmente precoces, como Joselito, “Armillita” y Arruza, necesitaron “cuajarse” para ascender a la primera fila.

No se nace sabiendo, ni se puede ser maestro en tauromaquia de buenas a primeras.

El toreo es cosa de hombres, tal y como se entiende en México, y no de criaturas como actualmente se estila en España...

Es decir, a juicio de uno de los principales periodistas taurinos de la época, dos de los toreros que encabezaban el escalafón europeo eran nada menos que unos improvisados, más que nada por su juventud. Y sumaba a esa infame categoría a El Cordobés, pendiente de alternativa, pero que en unos meses más, vendría a poner de cabeza a todo el entramado de la fiesta. ¿Sería que Ojo no se percató del cambio que ya se estaba produciendo o fue simplemente el hecho de no haber visto a los toreros a los que se refería?

Por su parte, Carlos León, en su crónica de la corrida del 1º de enero de hace 60 años, también arremetió contra Paco Camino, pues en su relación epistolar dirigida a Miguel Alemán Velasco, a propósito de un libro conmemorativo de la línea aérea Aeroméxico, deja este párrafo:

El torero se justifica en el ruedo y no con declaraciones a la prensa o promesas frente a los micrófonos, que luego no se cumplen ante los toros. En aquel histórico 8 de agosto de 1908, cuando los hermanos Wright volaron por vez primera sobre suelo europeo – a 10 metros de altura y sólo durante minuto y medio – fueron asediados a preguntas por los periodistas. Venciendo un taciturno silencio, Wilburg Wright se concretó a decir: el loro es el pájaro que más habla y menos vuela…

Así estaba el patio hace seis décadas. No parecía poder darse gusto a nadie.

La corrida del primer día del año 62

Se anunció un encierro de Pastejé para Alfonso Ramírez Calesero, Antonio del Olivar y el debutante Paco Camino. Las cosas se empezaron a torcer desde el inicio, pues los toros de Pastejé nada más no caminaron y dos de ellos fueron devueltos a los corrales, siendo sustituidos por uno de Piedras Negras (2º) y otro de La Laguna (4º). Acerca del encierro, el citado Carlos León, en su tribuna del Novedades, escribió:

Incierta, áspera y huidiza salió la corrida que vino de las dehesas de Ixtlahuaca, seguramente por un error, pues iban con destino al rastro de Ferrería. A mí no me sorprendieron las malas condiciones de lidia del descompuesto ganado, pues desde que Pastejé dejó de ser en cierta ocasión una ganadería de caballeros, como Don Eduardo N. Iturbide y la familia Barroso, obviamente tenía que enviar bichos resabiosos, con malas ideas y peores intenciones. Por supuesto no me equivoqué, y el encierro de hoy fue algo desastroso. De todas maneras, se supone que hay un reglamento taurino y un juez que lo aplique, pero el que también se supone que funge como autoridad, siguió violándolo. Dos toros se fueron al corral, sin haber salido antes los picadores. Seguramente eran mansos los bureles, pero había que demostrarlo y darle seriedad a la plaza de El Toreo, que no porque esté enclavada en un pueblo debe seguir siendo un circo de pachanga. Como quiera que sea, después de haber padecido ese ganado correoso y espantadizo, los toreros confirmaron la frase que ya es de ritual en los mentideros: Pastejé, ni en bisté…

La actuación de Paco Camino

Para don Alfonso de Icaza, su valoración previa pareció haberse cumplido con la actuación del torero de Camas, pues su apreciación de esta tarde, es la siguiente:

La primera impresión que tenemos del niño – torero hispano es que es habilidoso y que está muy puesto con el toro… A su primer enemigo, que huía hasta de su sombra, se empeñó en sujetarlo, y lo sujetó, con aplauso del público, pero a su segundo, que era más toreable, en lugar de pasárselo, optó por dar vueltas a su alrededor, entre pitos de la gente, que no gusta de paseos, sino del buen toreo, definido de tiempo atrás en tres palabras, que parece no conocer Paquito: parar, templar y mandar…

Por su parte, Carlos León, en la misma coloratura, opinó:

Camino se quedó en vereda… Cierto es que la corrida no fue manejable, pero el de Sevilla exageró su prudencia, confirmando las reservas y vacilaciones que ya observaba el crítico de Madrid. En pocas, en rarísimas ocasiones se pasó a los bichos con el percal o con la sarga, más cuando lo hizo fue a una distancia tan prudencial que no conmovió ni a su mozo de estoques. En cambio, colocado a la defensiva mostró una evidente habilidad, lo mismo bregando con la capichuela que al manejar la pañosa. Siempre sobre piernas, sin fijeza en las azogadas zapatillas, encorvado y habilísimo para meterse a los costillares, parece mentira que con tales trucos haya logrado de pronto conmover al público, que le celebró lo que erróneamente tomaron por potencialidad de lidiador, cuando eso tiene otro nombre exacto y preciso: ratonerismo.

Mas, si con el tercero le festejaron su ratonera facilidad para huir de los pitones y refugiarse en los cuartos traseros, con el sexto le chillaron el truquito de jugar al tiovivo y zara-gatear lo más lejos posible de las astas. Como había brindado a César Balsa, tarde se le hacía al sevillano para irse de la plaza y seguir bailando en el Jacaranda. Pero, como es bastante malito con la espada, se le cansó el brazo pinchando hasta que optó por un ignominioso espadazo en el chaleco. Total: que, si Paco es Camino, Del Olivar es carretera. O tal vez, autopista de las que pueden llegar muy lejos…

Como se ve, simplemente, para los dos cronistas citados, Paco Camino no tuvo manera de llegar a un entendimiento con su hacer delante de los toros.

El resto del festejo

Calesero fue abroncado al final de sus actuaciones, pero firmó un gran ramillete de verónicas ante el cuarto de la tarde Perdigón y Antonio del Olivar le realizó una valiente y dramática faena al quinto, Barquillero, recibiendo como premio una oreja, que fue protestada por el espadazo defectuoso con el que despachó al toro, pero fue requerido para dar dos vueltas al ruedo con mucha fuerza.

Lo que venía por delante

Paco Camino regresaría a Cuatro Caminos el día 7 de enero de 1962 y en esa tarde tendría la ocasión de hacer su declaración de intenciones. Pero de eso trataré de ocuparme el próximo domingo, si así lo tienen ustedes a bien.

domingo, 11 de octubre de 2015

Antonio del Olivar. Su alternativa a sesenta años vista

Celayense por adopción, Antonio Oliver López nació en la Mérida mexicana el 20 de octubre de 1935 y se convierte en Antonio del Olivar cuando don Francisco Madrazo y García Granados, el señor de La Punta le nombra así al comenzar a apoyar en su carrera en los ruedos, convencido de que las estéticas maneras del diestro le llevarían a caminar largo en las arenas de los redondeles.

Antonio del Olivar se distinguió por calidad al hacer el toreo y así se recuerdan de él faenas como la de su presentación como novillero en El Progreso de Guadalajara, o como la de su debut en la Plaza México el 17 de mayo de 1953, cuando cortó la oreja de Faisán de Santo Domingo. Este triunfo en particular le valió para torear en 8 de las 30 novilladas de esa temporada, llevándose la Oreja de Plata y ligar 7 festejos más el año siguiente dentro del serial del ruedo capitalino.

Marchó a España y se presentó en Sevilla el 17 de julio de 1955 alternando con José Rodríguez Soriano y Salvador Távora, dando la vuelta al ruedo tras la lidia de su segundo novillo y hace lo propio en la madrileña plaza de Las Ventas dos días después, tarde en la que también da una vuelta al ruedo. Salda la temporada con seis festejos menores (2 en Madrid, 2 en Sevilla y 2 en Barcelona) y lo que nos trae por aquí, la corrida de su alternativa, el miércoles 12 de octubre, precisamente en el ruedo venteño, recibiendo los trastos de manos de Luis Parra Parrita para pasaportar a Empalagoso, número 14, de pelo negro, de don Tomás Prieto de la Cal. Fungió como testigo de la ceremonia Alfonso Merino. Por delante lidió un novillo de Juan Cobaleda la rejoneadora Ana Beatriz Cuchet.

El recuento que hace el diario madrileño ABC sobre el festejo, firmado por X, es de la guisa siguiente:
Alternativa del mejicano Antonio del Olivar en Las Ventas... Para conmemorar la fiesta de la Raza, la empresa de la plaza de las Ventas organizó para ayer una corrida de toros con el aliciente de una alternativa y la repetición de la gentil rejoneadora Beatriz Couchet, que tan buen éxito alcanzó el día de su presentación en Madrid. Lo de la alternativa de Antonio del Olivar bien pudo ser una delicadeza en el día de la Hispanidad; pero estamos por decir que, aún sin esos alicientes, la plaza se hubiera llenado, como, en efecto, se llenó, porque el balance de esta temporada en lo que a concurrencia de espectadores se refiere, ha sido para la empresa de las Ventas, altamente satisfactorio... La corrida enviada por Tomás Prieto de la Cal estaba bien presentada. Lo que se dice una corrida «moza» que dio los siguientes pesos: primero, 515 kilos; segundo, 500; tercero, 531; cuarto, 544; quinto, 532 y el sexto, un jabonero de buena estampa, 550. En general, los toros fueron bien a los caballos, arrancando con codicia y poder, a excepción del quinto, que salió suelto a la primera vara, fue el más flojo y llegó a la muleta con escasa arrancada... Antonio del Olivar, novillero mejicano, tomó la alternativa de manos de Luis Parra «Parrita», de doctorado reciente también. Porque esta temporada ha sido de las alternativas innumerables, y así se da el caso de que muchos «padrinos» son de tan escasa antigüedad, que al comienzo de este mismo año andaban toreando como novilleros sin historia… Olivar toreó de capa con valentía, pero con poca quietud y en estas características se desarrolló la faena de muleta, con algunos intentos de torear con la izquierda, aunque lo más afortunado fue una serie de muletazos con la derecha en que se ciñó mucho y corrió bien la mano. Dejó media no mal colocada y descabelló al cuarto intento. La tardanza al descabellar hizo que los aplausos se enfriaran. Olivar los agradeció desde el tercio… En el sexto, a la valentía se unió más aguante, y como el toro metía dócilmente la cabeza, Olivar templó buenos pases con la derecha y le resultaron impecables y lucidos varios de pecho. Entró a matar un poco precipitadamente, pero agarró una buena estocada de la que dobló el de Prieto de la Cal. Hubo larga ovación, le fue concedida una oreja y los espontáneos para estas ocasiones se lo llevaron a hombros… Olivar se lleva un buen recuerdo de su alternativa y de este día de la raza...
Como podemos ver, el toreo reposado y clásico de Antonio del Olivar conquistó pronto a la afición venteña. El toro al que cortó la oreja se llamó Empalagoso, número 42, de pelo jabonero.

Otra relación más breve del hecho se publicó en el semanario El Ruedo, en su edición aparecida al día siguiente del festejo, firmada por Benjamín Bentura, Barico, quien describe así la actuación del diestro mexicano:
Antonio del Olivar: El nuevo matador de toros mejicano toreó con el capote afectado y retorcido; pero al público le gusta esa forma de veroniquear y se le aplaudió. Algo mejor manejó el capote el mejicano cuando se echó el capote a la espalda para quitar… En el toro de la alternativa, un buen bicho que no tenía fuerza, Olivar muleteó discretamente con la derecha y mató de una corta perpendicular y delantera… En el que cerró plaza, también brindado al público, Antonio del Olivar muleteó con mucho valor y no poco garbo; prodigó los muletazos de pecho y citando de espaldas y se arrimó mucho en los que dio de derecha. Mató de una entera buena, cortó la oreja y dio la vuelta al ruedo a hombros de los capitalistas.
Entre la tarde de su alternativa y el fin de la temporada española de 1957, suma 31 corridas de toros, destacando la del 28 de abril de 1957 en Las Ventas, cuando da la vuelta al ruedo tras la lidia del tercero de la tarde, que pasa a la historia por ser aquella en la que un entonces ignorado Manuel Benítez Pérez, años después célebre como El Cordobés, se tira de espontáneo. Entre el 4 y 18 de agosto de ese año actúa tres tardes seguidas en Barcelona. La primera implicó el estoquear una corrida de Miura que según las crónicas promedió 670 kilos y en la tercera, Antonio corta el rabo de Zurdito de don Felipe Bartolomé.

En México queda memoria de su faena a un toro de La Punta en El Progreso tapatío, malograda con la espada el 19 de enero de 1958; la que realizó a Andaluz de Coaxamaluca el 15 de febrero de 1959 en la Plaza México, la de Barquillero de Pastejé, la tarde de la confirmación de Paco Camino en México, la de Soy de Seda de Piedras Negras, en la que su actuación con el capote fue calificada como una apología de la verónica o la del toro Calé, de Arroyo Hondo, el día de la inauguración de la Monumental de las Playas en Tijuana.

El 4 de marzo de 1962, cuando actuaba en El Toreo de Cuatro Caminos con Juan Silveti y Fermín Murillo, recibe una cornada muy grande en la región perineal del toro Gavilán de El Rocío. La herida tuvo tres trayectorias y una de ellas de 30 centímetros de extensión, recibida al intentar un pase de pecho.

Recuperado de la cornada, Antonio del Olivar no deja de ser parte de carteles importantes, como las confirmaciones de El Viti, Joaquín Bernadó o El Cordobés, aquél que se le tirara de espontáneo algunos años antes y tiene una tarde memorable el 16 de febrero de 1964, cuando actuando con Diego Puerta y Abel Flores El Papelero, corta las dos orejas de Cantaclaro de Santa Marta, toro de regalo.

Antonio del Olivar fue Secretario General de la Asociación Nacional de Matadores de Toros y Novillos en México, de 1969 a 1975, año en el que concluyó su gestión por haberse despedido de los ruedos el 24 de diciembre de 1974, en la plaza Rodolfo Gaona de su tierra adoptiva, en una corrida en la que alternaron con él Manolo Martínez y Curro Leal en la lidia de toros del Doctor Castro.

Antonio del Olivar falleció en Celaya, Guanajuato, el 19 de noviembre de 1997.

Este es mi recuerdo de Antonio del Olivar, un fino torero mexicano, quien es el primer torero de estas tierras que recibiera la alternativa en la madrileña plaza de Las Ventas, un día como mañana de hace sesenta años.

domingo, 18 de enero de 2015

18 de enero de 1959: Calesero y Yuca de Tequisquiapan, en El Progreso de Guadalajara

El anuncio de la corrida
Hace ya algunos años la plaza de Guadalajara era una plaza de temporada. Eran los días en los que don Ignacio García Aceves ofrecía a la afición tapatía ciclos bien definidos de corridas de toros y de novilladas – de éstas, muchas – para intentar satisfacer a una buena afición que colmaba los tendidos del hoy desaparecido coso del Hospicio. La corrida a la que me refiero este día, tenía un aliciente adicional. Se otorgaba en ella la alternativa a un torero de la tierra, a Paco Huerta, después de que realizara una interesante campaña novilleril y le apadrinaría un diestro que era de los consentidos de la afición de la Perla de Occidente, mi paisano Alfonso Ramírez, Calesero, fungiendo como testigo un torero también de fino trazo como lo era Antonio del Olivar.

El encierro a lidiarse vendría de una ganadería que iba al alza y que en El Progreso tenía un inmejorable cartel. Los toros de Tequisquiapan, criados en esos días por don Fernando de la Mora Madaleno ya habían escrito en esa ciudad historias relevantes y la intención de anunciarlos en esta oportunidad era que permitieran a los alternantes en esta tarde que continuaran con esa cadena de éxitos.

La crónica del festejo que aparece en el diario El Informador del día siguiente de la corrida, sin firma, guarda una estructura que a mi juicio debe tener toda relación de esa naturaleza, pues comienza por hacer un balance general de festejo, para pasar a analizar el comportamiento del ganado lidiado en la tarde y después entra a detallar lo que los toreros hicieron con ellos. De ella, extraigo lo que sigue.

El festejo en lo general
La mejor corrida de toros que hemos presenciado en la remozada plaza de El Progreso fue, sin lugar a dudas, la efectuada ayer, en la que el diestro tapatío, Paco Huerta recibió la alternativa de matador de toros, sirviendo como padrino Alfonso Ramírez "El Calesero", y como testigo Antonio del Olivar… La primera mitad del festejo resultó tan extraordinaria, que en el toro del doctorado cortó oreja el nuevo matador, en el segundo "El Calesero" cortó oreja y rabo, y en el tercero, Del Olivar se llevó otra oreja. En la otra mitad solo destacó la buena voluntad y el valor de los diestros alternantes…
Los toros

De la corrida de Tequisquiapan, se expresa lo siguiente, aunque se omite hacer referencia a la presencia y al trapío de los toros lidiados:
…para que el lector pueda catalogar la actuación de cada uno de los alternantes, principiaremos por mencionar las características de los toros de Tequisquiapan que se lidiaron en esta ocasión. El corrido en primer lugar fue bravo y de buen estilo, el segundo resultó de bravura extraordinaria y mereció, junto con su ganadero, una vuelta al ruedo; el tercero mansurroneó, y tuvo una lidia incierta, llegando al último tercio en condiciones nada propicias para el lucimiento, y los lidiados en cuarto, quinto y sexto lugar tuvieron más o menos las mismas características del tercero…
Una verónica de Calesero
(Apunte de Juan Medina El Artista en El Informador 19/01/59)
Como se lee de lo transcrito, don Fernando de la Mora Madaleno dio la vuelta al ruedo tras la lidia del segundo de la tarde, en compañía de Calesero.

El gran triunfo de Calesero

Como lo señala el título de esta entrada, Calesero tuvo este día una de las grandes tardes de su vida. El segundo toro de la tarde – primero de su lote – fue nombrado Yuca y según la narración del anónimo cronista de El Informador, fue un toro de vuelta al ruedo. El trianero no lo dejó ir, lo aprovechó totalmente y escribió una de las grandes páginas de su historia en los ruedos, según podemos leer:
Toreó para él y de paso lo hizo para los aficionados. Se inspiró con la bravura de su adversario y, engolosinado, ejecutó una de las mejores faenas de su vida y la más extraordinaria que ha desarrollado en esta ciudad. Inició su obra en el segundo de la tarde, al que le pegó media docena de lances a la verónica, que fueron un portento de bien torear y después que remató con torerísima media de rodillas, la música tocó en su honor y los aficionados lo aplaudieron en forma tal que lo obligaron a dar la vuelta al anillo, devolviendo prendas de vestir. Con la plaza convertida en un manicomio, ya que después de un pinturero quite, clavó superior par de banderillas al quiebro, inició su colosal faena con un muletazo cambiado, para luego engarzar formidables derechazos, extraordinarios naturales, que siempre remató con el forzado de pecho en forma impecable y entre ovaciones de la multitud, siguió ejecutando toda clase de suertes del toreo, en las que no solo se vio la elegancia y personalidad del artista, sino también el valor, la seguridad y el dominio del maestro, del que ha llegado a la cúspide de su profesión y que sabe darle a cada uno de sus rivales la lidia requerida, de acuerdo con sus condiciones… Y como mató entrando como mandan los cánones, y después de un descabello, huelga decir que los aficionados blanquearon la plaza con sus pañuelos pidiendo los máximos honores para “El Calesero” y como la autoridad no tuvo inconveniente en conceder, el triunfador dio dos vueltas al ruedo luciendo la oreja y el rabo de su enemigo, acompañándolo en su segundo recorrido el ganadero de Tequisquiapan...
Antonio del Olivar

El torero nacido en la Mérida mexicana, pero afincado desde muy joven en Celaya, exhibió una arista distinta a la que tenía acostumbrada a la afición y públicos. No fue el torero de trazo fino y maneras clásicas esa tarde, sino que contra cualquier idea preconcebida, el triunfo lo obtuvo a partir de una exhibición de valor y de jugarse la vida ante un manso. Así se vio su actuación:
Tuvo muy poca suerte en el sorteo, ya que ninguno de sus adversarios se prestó para el lucimiento, pero este joven torero, no conforme con su suerte, se puso más bravo que sus toros y, cuando éstos no quisieron embestirle, él les embistió a ellos, logrando en tales condiciones su más meritorio triunfo en esta ciudad, pues si cuando el torero alcanza el éxito con un toro bravo es digno de aplauso, cuando logra triunfar con un manso, es superior el mérito… Y precisamente el éxito de Antonio en esta ocasión fue mayor, ya que le tumbó la oreja a un manso, al que a fuerza de consentir y aguantar, y meterle la franela en el hocico, lo hizo que arrancara en varias ocasiones para endilgarle superiores muletazos, en los que corrió la mano con valor y clasicismo. Hubo naturales y derechazos de muy buena factura, pero más que nada hubo una gran voluntad por parte del torero para jugarse la cornada, y como mató de certera media estocada, los aficionados pidieron y la autoridad concedió justificadamente la oreja...
El toricantano

Paco Huerta había hecho una interesante campaña novilleril que le había llevado a presentarse en la Plaza México el 7 de septiembre del año anterior, alternando con Emilio Rodríguez y Mario Ortega en la lidia de novillos de Cerralvo. Don Ignacio García Aceves le consideró preparado para la alternativa y le programó en este cartel con dos toreros artistas. El toro de la ceremonia – primero de la tarde – se llamó Hormigón y le cortó una oreja. Su actuar ante él fue el siguiente:
Quien desde esta fecha ha quedado convertido en matador de toros, tuvo una brillante alternativa, ya que logró cortarle la oreja al toro de su doctorado… Al primero no le hizo gran cosa con el percal, seguramente porque todavía estaba en plan de novillero, pero en cuanto “El Calesero” le cedió los trastos de matador, después de la ceremonia correspondiente, el tapatío se portó como todo un matador de categoría... Sus primeros muletazos fueron tres ayudados por alto, pegado al estribo, en los que templó y mandó con seguridad y dominio, para luego seguir con una serie de naturales en los que derrochó valor y puso a los aficionados de pie para festejarlo. Siguió con varios derechazos, que prendieron más el entusiasmo entre sus paisanos, ya que en cada uno de ellos se quedó más quieto que un poste, y después de nueva serie de naturales, de pecho, ayudados por alto y derechazos, ejecutó temerario molinete que mucho le ovacionaron, para tirarse a matar y lograrlo en el segundo viaje… Los aplausos arreciaron, los pañuelos salieron a relucir, la charanga tocó en honor del nuevo matador de toros y la autoridad concedió la oreja, con la que el diestro recorrió el anillo en señal de triunfo, devolviendo prendas de vestir...
Para terminar, dos opiniones más

Respecto de la actuación de Calesero esta tarde, dijo don Ignacio García Aceves: Si Calesero saliera así todas las tardes, sería el dueño del Banco de México.

Y por su parte, el ganadero Francisco Madrazo Solórzano remató: Cuando los artistas se enfadan y les sale un toro a su modo, cuidado con ellos, porque no perdonan…   

domingo, 27 de octubre de 2013

Detrás de un cartel (X)

El cartel con historia
Tras de la conclusión de la Feria de San Isidro de 1956 – de solamente 10 festejos – y previo a la celebración de la Corrida de la Beneficencia de ese año – formada con los triunfadores del serial del santo patrono, no montada de antemano, como hoy se acostumbra – para el domingo 3 de junio se ofreció a la afición madrileña un festejo en el que los toros a lidiarse provenían de la ganadería de los hermanos Escudero Calvo y se encargarían de lidiarlos el sevillano Antonio Vázquez, el venezolano César Faraco y el mexicano Antonio del Olivar. Por delante iría la rejoneadora Ana Beatriz Cuchet, con un novillo de Clemente Tassara.

De las relaciones que he podido obtener, veo que la corrida tuvo muchas aristas de interés para el aficionado. Pero en este caso vale desmenuzarlas, porque reflejan situaciones que a más de medio siglo de distancia no son nuevas y se siguen produciendo, como podremos leer a continuación.

José María del Rey Caballero Selipe, en el diario ABC de Madrid del 5 de junio de 1956 hace la siguiente reflexión acerca de los toros lidiados:

¿Dónde están los ases?... Podíamos haber estampado diversos títulos, todos directamente relacionados con el trapío y la fuerza de los toros, que reclamaron los comentarios básicos de la corrida, pero se nos vino al teclado de la máquina la interrogante que figura en la cabeza y que, naturalmente, no resulta, ni mucho menos, ajena a la estampa y el respeto de las reses de los señores Escudero Calvo que, de entrada, merecen, por la presentación de su ganado, una ovación cerrada de todos cuantos, en los presentes tiempos de blandenguería, no olvidan que la fiesta taurina, pese al almíbar con que se la desnaturaliza, es espectáculo recio, gallardo y viril… señalemos que los toros de Escudero tomaron veinticinco varas, a más de algún refilonazo, y proporcionaron diez caídas, casi todas ellas violentas y de peligro. Los piqueros pasaron una jornada laboriosa y comprometida, y es justo, ya que en otras ocasiones nos dan motivo de censura, subrayar que varios de los varilargueros actuaron con animosa perseverancia…
Por su parte, Luis Uriarte Don Luis, en la Hoja del Lunes del día siguiente al del festejo, reflexiona lo siguiente sobre los antes Albaserrada:
Una corrida a la antigua... ¡Vaya toros los de Escudero Calvo lidiados ayer en Las Ventas! Dentro del tipo de los albaserradas – predominando el gris de los cárdenos, dos más claros y dos entrepelados, junto a dos negros –, seis toros magníficamente presentados, con romana, con pitones, con los pelos de la edad en la cara, con cuajo de toros hechos por entero, a la antigua… Toros, además, con casta y mucho poder, con el poder que hoy supones el derribar algunos de ellos hasta tres y cuatro veces a los acorazados jamelgos, conmoviendo con su estrepitosa pelea al respetable, que aplaudió durante el primer tercio y en el arrastre…
Como podemos ver, ayer como hoy, el toro existe. El problema es que solamente se le aparece a quienes son los menos afortunados.

Respecto de la actuación de los toreros, Selipe señala lo siguiente:
Vaya seguidamente un caluroso elogio, igualmente previo, a los diestros que pecharon con una corrida que a muchos resultaría espantable, y quede también para los tres jefes de cuadrillas la estimación, valedera para todas las suertes que ejecutaron, de las circunstancias en que salieron a enfrentarse con la dura papeleta. Mientras los toreros de más campanillas, por frisar ya la veintena de espectáculos, se encuentran, teóricamente en condiciones para hacer frente a las pruebas más difíciles, que rehúyen, de los matadores que actuaron el domingo, no habrá llegado uno a torear tres festejos, uno habrá participado en un par y el tercero aún no se había vestido de luces esta temporada, y para más justa ponderación del gesto no está de más recordar que dos de los espadas han visto rasgar sus carnes por cornadas de suma gravedad… Creemos que la Empresa brindará a cada uno de estos tres espadas ocasión de más propicias posibilidades…
En tanto, Don Luis dice acerca de ese mismo tema lo que sigue:
…con esos “tíos” – ¿cómo no? – se las entendieron, y se las entendieron bastante bien, que conste por anticipado, tres muchachos modestos, sin otras pretensiones que las muy legítimas de triunfar y abrirse paso en el toreo…
Un escuderocalvo romaneando y el picador aguantando
Foto: Agencia Cifra (Hoja del Lunes, 04/06/1956)
El torero de San Bernardo, Antonio Vázquez parece ser que al final resultó ser el mejor librado de la terna. En el primero de su lote dio la vuelta al ruedo y en el segundo armó una faena que rozó, por las descripciones que contienen las crónicas consultadas, los límites de la importancia. La narración que de ella hace Don Luis es de la siguiente guisa:
La forma en que llevó la lidia de su segundo toro, especialmente desde el principio al fin, cuidándolo, mimándolo, para que no se viniese abajo y se le estropeara, no está al alcance de cualquiera y acredita a un diestro de que así se le deba y se le pueda considerar. En estos matices de la lidia se fija poco el público, pero en la crítica está el resaltarlos por su meritorio valor intrínseco. La faena del sevillano con este toro fue sencillamente magnífica, sobresaliendo los redondos sobre la mano derecha mandones y templados, los naturales con la izquierda, ceñidos y arrogantes, los de pecho como remate de las series, las giraldillas como adorno del conjunto. Una faena, de añadidura, ligada con la más sobria justeza, exacta, sin un pase de más, sin un pase de menos. Así lo entendieron los espectadores, que le jalearon a todo lo largo de su desarrollo. Si la estocada no hubiera llegado después de tres pinchazos, el toro no se hubiera ido sin alguna oreja al desolladero. ¡Por vida del estoque!...
Tuvo que matar además al quinto, por percance de César Faraco, quien tras de la muerte del segundo de la tarde, también dio la vuelta al anillo. La versión de Selipe acerca de su actuación en ese toro, es la siguiente:
César Faraco, que se había apretado en su turno del primero, veroniqueó con ajuste por el lado izquierdo al segundo de la tarde, en el que hizo un quite valiente. Ante los toriles comenzó la faena, tratando de corregir la querencia del bicho hacia la puerta de salida, y, cuando lo consiguió, muleteó el de Venezuela con pundonor para lograr el asenso del respetable, que aplaudió pases altos y redondos de estimable factura y naturales muy voluntariosos; César entro a herir de dentro afuera; la segunda vez también atacó recto aunque en ninguna de las dos acertó a ahondar el acero, lo que alcanzó en el tercer viaje, del que resultó un estoconazo contrario…
César Faraco fue trasladado al Sanatorio de Toreros para ser atendido por el doctor Jiménez Guinea de contusiones múltiples y conmoción cerebral misma que fue calificada de pronóstico reservado, pero que le impedía continuar la lidia.

Y por lo que refiere a la actuación de Antonio del Olivar, ambas crónicas coinciden en que saludó dos ovaciones. La versión de Don Luis sobre su actuación, es esta:
Otro valiente: Antonio del Olivar. Se lo jugó casi todo en un quite con el capote a la espalda con su primer toro, que se aplomó a las primeras de cambio, y acabó de jugárselo en la faena de muleta, dispuesto, como sus compañeros, a no desentonar en el heroico trance que representaba contender con tan serios enemigos. Algunos pases en redondo, sobre todo, le resultaron soberbios. Le faltó al muleteo cierta ligazón, y acaso por ello no lució el conjunto lo debido. Tras un pinchazo y una estocada corta, no acertó con el descabello hasta el sexto golpe, y la calificación definitiva se quedó en una ovación… Al sexto lo veroniqueó, muy bien, lo muleteó con la misma valentía que al anterior, y, tras una estocada, tampoco acertó con el descabello hasta el séptimo intento, por lo que las palmas sonaron en atención a los merecimientos de la faena y a la voluntad y valentía que el mejicano puso en agradar a la concurrencia…
La rejoneadora Ana Beatriz Cuchet dio la vuelta al ruedo tras de que el sobresaliente diera fin al novillo que le tocara en suerte.

La reflexión final que puedo obtener de esta remembranza es que nada nuevo hay bajo el sol. Las corridas de verdaderos toros siguen criándose en el campo y estarán en la plaza para aquellos que no están bendecidos por la fortuna y tal parece que así ha sido desde hace mucho tiempo. La historia que aquí les recuerdo así parece demostrarlo. 

domingo, 19 de agosto de 2012

Un picador de vuelta al ruedo. Sixto Vázquez (II/II)


La actuación de Sixto Vázquez vista por el ilustrador
del diario madrileño Informaciones (10/08/1955)
Hace una semana decía que la unanimidad quedó patente en las diversas versiones periodísticas que registraron los sucesos ocurridos en la plaza de Las Ventas el domingo 31 de julio de 1955. Manuel Sánchez del Arco Giraldillo, encargado de la crónica taurina en el ABC madrileño, relata así los hechos sucedidos esa tarde:

El cuarto, a pesar de meter el hocico entre las patas y tardear, se arrancó al fin con alegre ímpetu, rabo en alto, codicioso. “Canastillo”, número 7, entró también cinco veces al caballo, proporcionando el tercio más bello de la corrida. Y el público, inteligente, probó que en Madrid se sabe ver toros; que no se ha perdido el gusto por la suerte de varas, que es la fundamental del arte. El picador mejicano Sixto Vázquez – que vino a España con Miguel Ángel y ahora actúa a las órdenes de Jaime Bravo – triunfó en la patria de los Calderones, Trigos, Badila y Agujeta. Lo celebramos como propio, lo incorporamos a los representantes de la mejor escuela española. Y se le premió – ¡caso insólito! – con una vuelta al ruedo. Entre nuestros piqueros los hay de categoría, pero no brillan. Creen que deben estar a la orden incondicional del espada y ser ellos los primeros matadores, los encargados de aniquilar a las reses... Las ovaciones que premiaron los cinco puyazos que clavó en todo lo alto Sixto Vázquez, montando con garbo de rejoneador y encarándose con el buen novillo de Ortega en rectitud y vaciando con arte, deben estimular a nuestros picadores. El nombre del piquero mejicano puede anunciarse con letras gruesas en los carteles. El matador que le lleve – si continúa picando como el domingo lo hizo en Madrid – tiene hecha la mejor propaganda. Algo así como cuando “Guerrita” iba de banderillero. ¿Qué exageramos? Nada de eso. Aún nos parece soñar. Sixto Vázquez, mejicano, resucitó la bella suerte de picar... Esto fue lo mejor de la corrida. Esto y la alegría valerosa con que Jaime Bravo se desenvolvió... Pero Jaime no halló sitio ni forma a la hora de matar y consiguió no más, que ovación y vuelta al ruedo... Fue entonces cuando marchó a buscar a su compatriota subordinado Sixto Vázquez y con él dio la vuelta al ruedo... La plaza, casi llena…

La opinión de Sánchez del Arco nos deja muy clara la diferencia de criterios que se expresaron en cuanto al juego de los toros, en especial en lo que a este Canastillo, cuarto de la tarde, se refiere y que fue con el que el varilarguero de Uruapan quedó inscrito para siempre en la historia de la fiesta. La crónica completa la pueden leer aquí.

No obstante, alguno se preocupó por intentar minimizar el triunfo de Sixto Vázquez, tal fue el caso de Curro Castañares, quien en el diario Ya de Madrid, publicado el martes 2 de agosto de 1955, al hacer referencia a la actuación de Sixto Vázquez y a otro hecho protagonizado por Jaime Bravo, escribe lo que sigue:

...¡Nada nuevo señores!
Al salir de la plaza, los comentarios se polarizaban en torno a dos sucesos ocurridos en la plaza y que algunos espectadores reputaban de casos nunca vistos en el ruedo... Uno de estos sucesos era que al entrar a matar por cuarta vez Jaime Bravo a su segundo bicho, tiró la muleta y entró a matar con la zurda abierta a guisa de engaño. Bueno; pues no es caso nuevo. Es antiquísimo. Y hace veinte años, en el coso madrileño, lo hicieron dos espadas, también mejicanos… El Soldado y Lorenzo Garza... El otro suceso, lo más sorprendente de la novillada toda, fue la vuelta al ruedo del picador azteca Sixto Vázquez, tras el arrastre del cuarto de la tarde, magníficamente picado por él mismo... El matador mismo, Jaime Bravo, le sacó a los medios entre estrepitosos aplausos. Tampoco este caso es nuevo. Otro mejicano, Carlos Arruza, hace tres años, en la feria de la Merced, de Barcelona, sacó en el ruedo monumental entre grandes aplausos a su picador de confianza, cuyo viaje de Méjico le costó muchos miles de duros. ¡Nada hay nuevo bajo el sol!...

Aquí creo necesario hacer un apuntamiento a la segunda afirmación de Castañares. Arruza, que reaparecía en Barcelona, toreó 2 corridas en La Merced de 1952 y en ambas toros de Urquijo. El 27 de septiembre con Aparicio y Jumillano y 28 de septiembre, en la despedida de Parrita de la afición barcelonesa y la alternativa de César Girón. Las crónicas que pude leer en La Vanguardia y en El Mundo Deportivo no reflejan ningún honor especial a su picador Alfonso Tarzán Alvírez. Además, el primer diario de los mencionados en nota del 26 de septiembre anterior, relata la llegada a Barcelona del Ciclón Mexicano acompañado de su esposa, el banderillero Ricardo Aguilar Chicopollo y el citado varilarguero, que era un fijo en su cuadrilla en cuanta plaza toreó vestido de luces.

La parte de la crónica publicada en el número 580 del semanario madrileño El Ruedo, aparecido el 4 de agosto de 1955 a la que inicialmente tuve acceso, aparece sin la firma de su autor, no obstante, el bibliófilo mexicano Daniel Medina de la Serna asegura que es obra de Benjamín Bentura Barico y en la misma se resaltan los valores de la suerte de varas y la manera en la que Sixto Vázquez la ejecutó ese domingo de toros en Las Ventas:

Lo ocurrido merece que echemos las campanas a vuelo. ¿Ustedes ha visto picar irreprochablemente alguna vez? ¿Sospechaban ustedes, después de ver tanta calamidad en el primer tercio, que puede ser artístico el hecho de picar reses bravas? Sí, amigos, sí. Ahí está Sixto Vázquez, que picó al novillo «Canastillo», de Ortega, para demostrarlo. Sixto Vázquez, que merece, como en sus tiempos de subalterno consiguió «Guerrita», que su nombre se anuncie en los carteles en letras del mismo tamaño que las empleadas para dar los nombres de los espadas… Arte brillante este menester de picar cuando se realiza como lo hace Sixto Vázquez. No es cosa fácil, aunque lo parezca a los no aficionados. La primera condición precisa para picar como él es saber montar muy bien a caballo. La segunda, tener el valor suficiente para prescindir de los «monos», y la tercera, conocer a fondo los secretos de la profesión. ¡Poca cosa!... El picador que pretenda parecerse a Sixto Vázquez en este arte se coloca frente al astado, y, sin ayuda de nadie, hace que el caballo avance en derechura hacia su enemigo. Si estima que el burel va a tardar en arrancarse, procura alegrarlo levantando la vara, paralela al suelo, para que el bicho la vea, y hasta empinándose repetidamente sobre los estribos para que el astado responda a lo que, al parecer, es una provocación; pero si, a pesar de todo esto, el toro no se arranca, hay que procurar que lo haga toreando a caballo, en un gallardo juego de arranque y retroceso que no puede ser puro capricho del jinete, sino medida justa y perfecta que lleve rápidamente a la consecución del fin propuesto: la arrancada del toro. Una vez conseguida, no es lícito, o, por lo menos, no debería serlo, esperar a que la fiera meta la cabeza en el peto, para entonces, impunemente, clavar la garrocha a mansalva. Sixto Vázquez hace cosa muy distinta: clava la puya cuando el burel está en su jurisdicción, antes de que llegue a cornear el peto, y detiene, en lo posible, la acometida. Luego, sin rectificar ni taparle al bicho la salida, pone a prueba la potencia de su brazo en pugna con la fuerza bruta de su enemigo, para terminar la suerte tirando las bridas hacia su izquierda, mientras empuja con la puya hacia su derecha al toro. Así lo hizo por tres veces, en el novillo «Canastillo» el magnífico jinete, el gran picador Sixto Vázquez… La suerte de varas, hundida por la mediocridad de la inmensa mayoría de quienes la practican, ha sido reivindicada por ese picador mejicano que trajo a Madrid Jaime Bravo… Tres varas, tres ovaciones; dos saludos castoreño en mano, otra ovación – con parte del público en pie – al retirarse, y, una vez arrastrado el novillo, una vuelta al ruedo… ¿Quién dijo que no interesa ya la suerte de varas? Cuando es un arte, interesa, emociona y entusiasma… Al lado de lo que hizo el picador Vázquez, el resto de lo ocurrido en la novillada del domingo, o tuvo poca importancia o careció de ella en lo absoluto...

La sección de esa relación, que es la referida a la actuación de Sixto Vázquez, la pueden leer en esta ubicación.

Edito: Esta misma mañana, Paco Abad, en su Aula Taurina de Granada, publica ahora sí, completa, la crónica de El Ruedo y me aclara que efectivamente está firmada por Barico. La pueden leer en esta ubicación.

Como se puede desprender de la lectura de las crónicas transcritas hasta aquí, los criterios se vuelven diversos únicamente cuando se hace relación al juego de los toros. La gama de opiniones es amplia, pues oscila entre los extremos que consisten en la mansedumbre declarada por Don Luis en la Hoja del Lunes, hasta la alegre bravura precedida de alguna duda que nos relata Giraldillo en el ABC madrileño y entre esos confines, hay varios matices intermedios. Resulta difícil hacer un juicio acerca del comportamiento de un toro a partir de la mera lectura, pero el hecho de que Canastillo haya acudido tres veces al caballo y haya peleado en ellas, refleja algún grado de bravura.

No fue obra de la casualidad

Una semana después Sixto Vázquez toreaba en El Puerto de Santa María con su matador Jaime Bravo. De nuevo volvía a tener una sobresaliente actuación y de nuevo recorría el anillo acompañando a su matador. De esta ocasión se afirma que se le llegó a conceder una oreja por su actuación, lo que raya en la exageración. Transcribo completa la crónica aparecida en el ABC de Sevilla del 9 de agosto de 1955, en la que se cuenta con brevedad, pero con concisión lo sucedido en El Puerto el domingo anterior:

Puerto de Santa María 7. – Novillos de Marqués de Villamarta. - Jaime Bravo, faena ovacionada para una entera y descabello. (Ovación, petición de oreja y vuelta). El picador Sixto Vázquez da también la vuelta. El segundo lo brinda el diestro a Sixto y hace una faena que es ovacionada. Media estocada. (Ovación, dos orejas, rabo y dos vueltas acompañado del picador). Joaquín Bernadó, faena que se ovaciona para media que basta. (Ovación, dos orejas y vuelta). A su segundo, faena con pases de todas las marcas para un entera que basta. (Ovación, dos orejas, rabo y dos vueltas en unión del mayoral y de los otros dos diestros. El toro es ovacionado en el arrastre). Juan Antonio Romero, bien con los palos. Inicia la faena sentado en una silla. Da pases de todas las marcas para una entera. (Ovación, dos orejas, rabo y dos vueltas). Al que cierra plaza, faena muy buena para una entera que basta. (Ovación, dos orejas, rabo y vuelta). Los tres toreros salen a hombros. – CIFRA.

Como podemos ver, lo informado por el corresponsal de la agencia CIFRA y publicado en la versión hispalense del diario ABC en ningún momento refiere que Sixto Vázquez haya sido galardonado con una oreja. La crónica la pueden leer en su fuente original aquí.

Y después de lo sucedido en El Puerto, a los cuatro días, en Las Arenas de Barcelona Sixto Vázquez, ahora a las órdenes de Antonio del Olivar, volvió a tener una nueva tarde de triunfo, según lo relató en su día para La Vanguardia, Eduardo Palacio:

…Con una entrada más que superior, tuvo efecto ayer en las Arenas la novillada anunciada, cuyo cartel componíanlo seis reses salmantinas, con divisa verde y encarnada, de la ganadería de don Ignacio Sánchez y Sánchez, para los diestros Gregorio Sánchez y los debutantes Antonio del Olivar, de Méjico, y Ángel Jiménez «Chicuelo III». Pues bien, a los seis minutos de terminar el paseíllo de cuadrillas, al veroniquear Gregorio Sánchez el primer buey de la jornada, que se vencía claramente del lado derecho, fue prendido y derribado de mala manera el diestro, al que se trasladó a la enfermería, al parecer, con una cornada en el bajo vientre. Quedó, pues la corrida en un forzoso mano a mano entre los debutantes ya mentados, quienes, aunque pusieron en su cometido una gran voluntad y no poco valor, no lograron más que, en contados momentos, animar el espectáculo... Los seis novillos jugados, unos más y otros menos, fueron mansos, si bien tenían arrobas, no estaban mal encornados y, por lo menos dos, el lidiado en tercer puesto y el soltado en quinto lugar, sirvieron para que «Aldeano» mostrase sus excelentes condiciones de picador en el primero, y el varilarguero mejicano Sixto Vázquez, que tan gran alboroto promovió en Madrid tardes pasadas, demostrase en Barcelona que aquel éxito no fue casualidad. Es, en efecto, un gran jinete y un soberano piquero. Fue muy justa, por tanto, la clamorosa ovación que escuchó, en las Arenas, al clavar dos soberanos puyazos en dicho quinto toro...

La versión íntegra de esta crónica pueden leerla en esta ubicación.

Concluyendo

Sixto Vázquez ejerció el noble arte de picar toros durante treinta y seis años. El domingo 8 de abril de 1984, en la 12ª novillada de la temporada de ese calendario en la Plaza México, en la que para lidiar novillos de Tepetzala, alternaron Alberto Ortega, Manolo García y Alberto Galindo El Geno, terminaría su tiempo de lucir el castoreño. Tras del arrastre de Faisanero, quinto de la tarde y último toro que picó en su vida, se anunció su despedida de los ruedos y para no perder la costumbre, dio una aclamada vuelta al ruedo en la plaza de toros más grande del mundo. 

Sobre este hecho, recomiendo leer un interesante reportaje de José Luis Suárez - Guanes publicado el 10 de abril de ese 1984 en el ABC de Madrid, a propósito del adiós del picador uruapense. Lo pueden ubicar aquí.

Para entonces, su hermano Israel había seguido su mismo camino, su hijo Mario – anunciándose como El Politécnico, por ser estudiante del Instituto Politécnico Nacional – intentó ser matador de toros y su sobrino David también se caló el castoreño para ser un prestigiado varilarguero, continuando con la dinastía de los Vázquez de Uruapan en los ruedos de México y el mundo.

Sixto Vázquez falleció en la Ciudad de México el 6 de agosto de 1995.

El día de mañana aparecerá en esta misma bitácora un anexo gráfico relacionado a este tema, mismo que es posible gracias al doctor Rafael Cabrera Bonet, quien a partir de la consulta que le hice y que relaté en la entrada anterior, localizó en el archivo de don Félix Campos Carranza, en su día Presidente de la plaza de Las Ventas y que ahora tiene en su posesión algunos documentos que me permitieron redondear estas líneas. Con mi gratitud, don Rafael.

Aclaración pertinente: Los subrayados en las crónicas transcritas, son imputables únicamente a este amanuense.

domingo, 12 de agosto de 2012

Un picador de vuelta al ruedo: Sixto Vázquez (I/II)


A toro pasado…

Sixto Vázquez visto por Antonio
Casero
(ABC, Madrid 02/08/1955)
El último día de julio se cumplieron 57 años de que Sixto Vázquez, picador de toros mexicano, fuera premiado con la vuelta al ruedo en la plaza de toros de Madrid. El hecho ocurrió en la novillada del postrer domingo de ese julio de 1955, en la que para dar cuenta de un encierro de Domingo Ortega, fueron acartelados el granadino Rafael Mariscal, el debutante bilbaíno Enrique Orive y el mexicano Jaime Bravo que sería quien llevara en su cuadrilla al torero de a caballo que me motiva a escribir estas líneas.

Llego con retraso a recordar la efeméride, pero creo que además de rememorar ese fasto, vale abundar en otros aspectos de la vida en los ruedos del torero michoacano, quien llevó a planos muy altos el nombre de México con su quehacer en los ruedos.

Sixto Vázquez Rocha

Es originario de Uruapan, Michoacán, lugar en el que nació el 3 de enero de 1916. Tanto Cossío, como Ángel Villatoro señalan que su padre, Eutimio, fue banderillero y picador de toros, por lo que a partir de eso puedo afirmar que desde su infancia vivió ligado a la fiesta y a su ambiente. Desde 1935 se integra a una cuadrilla que presentaba un espectáculo que combinaba el llamado deporte nacional – la charrería – con la tauromaquia, iniciando allí su paso como matador de novillos.

Se presenta en El Toreo de la Condesa el jueves 1º de mayo de 1941, en una novillada extraordinaria acartelado con Saúl Guaso, Felipe Escobedo, Luis Molinar y Rutilo Morales – ni Guillermo E. Padilla, ni Heriberto Lanfranchi en su obras históricas consignan el nombre del sexto alternante y procedencia del ganado – y es ovacionado al retirarse a la enfermería, pues fue herido por su novillo. Esa actuación le ganó dos presentaciones más ese año, también en jueves, los días 23 de octubre, cuando alternó con Tanis Estrada, Eusebio Ortega Villalta, José Gomar, Guillermo Romero y Alejandro Jiménez y su actuación le permitió repetir el siguiente domingo en el cartel final de la temporada alternando con Miguel González El Temerario y Paco Rodríguez en la lidia de novillos de Sayavedra.

Fueron sus compañeros de quinta toreros de la talla de Luis Procuna, Félix Guzmán, Rafael Osorno, Cañitas y Manuel Gutiérrez Espartero entre los más destacados.

Regresaría entre las filas de los toreros de a pie al año siguiente y tan temprano como el 29 de enero de 1942 – jueves – alternó con Antonio Toscano y Luis Molinar en la lidia de novillos de Quiriceo, derrochando valor y cerró su paso por el ruedo de la Colonia Condesa el 18 de junio de ese mismo año alternando con Enrique Medina y Rutilo Morales cortando una oreja. Sixto Vázquez fue uno de los novilleros que alcanzaron a hacer la transición hacia la Plaza México y actuó en ella una tarde; fue la del 28 de julio de 1946, cuando para lidiar novillos de Piedras Negras alternó con Félix Briones y Rafael Martín Vázquez.

Es quizás a partir de esa fecha – contaba ya con treinta años de edad – que decide pasar a las filas de los toreros de a caballo, tras de una actuación que no le proyectó a la posibilidad de recibir la alternativa, pues a partir de 1948 es ya miembro de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros.

Madrid, 31 de julio de 1955

Sixto Vázquez se va a España en 1955 formando parte de la cuadrilla del Güero Miguel Ángel García, pero pronto en esa temporada se verá varado, pues el 2 de mayo su matador será gravemente herido en la plaza de Sevilla por un novillo de don Felipe Bartolomé. Una cornada de esas que en el momento hizo temer por su vida – de la que ya escribí aquí en otro espacio – y que a la larga, quedó demostrado que terminó con su carrera en los ruedos y fue también en alguna medida, la causante de su prematura muerte.

Sixto Vázquez picando al 4° de la tarde
del 31/07/1955 (Foto El Ruedo, cortesía
El Desjarrete de Acho)
Por esa razón pasa a formar parte de las cuadrillas de Jaime Bravo – principalmente – y de Antonio del Olivar y es con el primero, con el que vivirá el trascendente hecho para él como torero y por qué no, para la historia del toreo, dado que, hasta donde mi entender alcanza, lo que logró ese domingo 31 de julio de 1955, no se ha vuelto a repetir en el ruedo de la plaza de Las Ventas de Madrid.

He podido recopilar varias relaciones del suceso y creo de interés y de justicia el dar espacio aquí a varias de ellas, sobre todo, por lo que a mí me parece la extraordinaria coincidencia que guardan sobre la actuación de Sixto Vázquez. Veremos adelante que difieren sobre todo, al juzgar la condición del cuarto novillo de la tarde, que es en el que se produjo el hecho, hoy legendario, pero en la realización del torero michoacano, no hay división de opiniones.

Comienzo con la que me resulta la más novedosa, aparecida en la Hoja del Lunes de Madrid, del día siguiente al festejo. Y afirmo que es novedosa, porque fuera de los libros que he leído y que tengo conocimiento que escribió, no sabía que don Luis Uriarte Don Luis también escribía crónica, ignorancia de la que me sacó el doctor Rafael Cabrera Bonet, a quien agradezco su orientación a ese respecto:

Un picador da la vuelta al ruedo en Madrid
Un picador de toros
Don Luis
¿Ven ustedes como es bonita la suerte de varas? ¿Ven cómo todas las suertes del toreo son bonitas cuando se ejecutan bien? ¿Ven en definitiva, cómo en estos casos se pone en evidencia que la gente entiende de toros como por intuición, de un modo instintivo, y sabe apreciar lo que es bueno aunque no lo haya paladeado nunca? Porque ayer vimos picar clásicamente en la plaza de Las Ventas, y nos unimos en el aplauso, tan unánime como estruendoso, los que ya vamos siendo viejos aficionados, y hemos conocido la suerte de varas todavía en cierto esplendor, y los nuevos o de esta época, en la que la mayoría de ellos no han tenido la ocasión de presenciar lo que es un puyazo con arreglo a los cánones taurinos… El acontecimiento – que de tal categoría se nos antoja el hecho – surgió en el cuarto novillo. No era bravo, ni con mucho, el pupilo de Domingo Ortega, que echaba el hocico al suelo y escarbaba en la arena, lo cual “no es de bravura señal buena”. El picador mejicano Sixto Vázquez estaba de turno y sólo verle adelantarse al cite ya levantó en parte de los graderíos un murmullo de expectación. ¿Qué era aquello? El jinete solo, en la rectitud del toro, citando guapamente y con alegría de artista, sin permitir que ni un monosabio agarrase las riendas del caballo ni lo tocase con la vara, sino retirados a bastante prudencial distancia. ¿No es saber montar a caballo lo primero que necesita un picador? Era bonito, bonito ver al jinete evolucionar de un lado a otro, para colocar, él solito, al toro en suerte; verle citar levantando el brazo de la vara y aún irguiéndose y botando sobre la silla para alegrar al morlaco, y verle, en suma, cuando conseguía provocar la arrancada, echar la vara, bien cogida por el centro, ni larga ni corta, como requería la distancia a que citaba, y clavar la puya con seguridad y firmeza, no en los riñones – que es donde ahora se clava para destrozar a los toros –, sino en el morrillo – que es donde debe clavarse para ahormarles la cabeza y dejarlos en buenas condiciones para el resto de la lidia –. ¡Ah! Y como buen artista de su especialidad profesional, manejar las riendas con la mano izquierda – como la derecha para castigar con brazo fuerte –, no hacia su derecha, para tapar la salida del toro, en busca de la fementida “carioca”, sino hacia su izquierda, en clásico estilo de marcar la salida por donde y como es debido para quedar nuevamente en suerte. Así por tres veces consecutivas él solito – insistimos en repetirlo – y con gallardía y prestancia de gran picador de toros. Tres ovaciones acogieron cada una de sus tres hazañas, y otra ovación clamorosa le acompañó hasta que se retiró por la puerta de caballos. Después, cuando Jaime Bravo acabó con el novillo, el público reclamó la presencia en el ruedo de Sixto Vázquez y le hizo dar la vuelta al ruedo entre una nueva ovación… ¿Cuánto tiempo hacía que no habíamos visto este soberbio espectáculo? ¡Qué no haya quien diga que no es bonita, ni siquiera necesaria la suerte de varas! Lo que no lo es, ahí está la prueba, es que no haya picadores que no sepan ejecutarla ni apenas montar a caballo. Como si dijéramos que no es bonito el toreo porque no hubiera toreros que supieran hacerlo. Entonces negaríamos hasta la belleza y la verdad pura del arte de lidiar toros... Justifiquemos la crónica: a tal picador, tal honor. También la gente subalterna tiene su corazoncito...

Una segunda versión es la que firma Federo Faroles y que apareció publicada el 2 de agosto en La Vanguardia de Barcelona y que en lo medular señala:

¡A LA PLAZA! ¡A LA PLAZA...!
PÉSIMA NOVILLADA
…Los seis astados, de bonita lámina y desarrollada cornamenta, dieron aceptable juego en el tercio de varas y embistieron con nobleza a los de a pie, aunque casi siempre fueran desperdiciadas sus cualidades por la pésima lidia que recibieron. Una excepción hubo en la tarde, concretamente en el cuarto novillo... El protagonista de la excepción es mejicano de nacionalidad y picador de profesión. Se llama Sixto Vázquez. Puso tres varas al cuarto novillo, ovacionadas largamente, y se vio obligado a dar la vuelta al ruedo en cuanto el diestro de «tanda» terminó con su enemigo. Las tres varas fueron tres lecciones de bien picar. Es decir, de citar al toro con la voz, con la cabalgadura, con la puya... Alejando a los monosabios, dando la salida al novillo por la cara del caballo, sin hacer «cariocas» ni acometer perforaciones excesivas. Bien por Sixto Vázquez, picador mejicano y buen picador…

La unanimidad hasta ahora es impecable. Se destaca el hecho de que Sixto Vázquez sea un gran jinete – hecho que se hace evidente al no requerir que los monosabios le auxilien para mover al caballo o para colocarlo –, luego, el hecho de que pique en lo alto con la finalidad de permitir a su matador el debido lucimiento en el tercio final y no caído o trasero para inutilizar al toro y sobre todo, la forma de usar la mano izquierda con la rienda para marcar al toro el fin de la suerte cuando ya se ha picado, sin barrenar y sin aprovechar el que el toro esté metido en el peto. En suma, se describe con claridad la forma clásica en la que la suerte de picar debe ser ejecutada.

Pero aún hay más sobre este tema. Lo dejo para la próxima semana en la que espero concluir con lo hoy iniciado.

Aclaración pertinente: Los subrayados en las crónicas transcritas son imputables exclusivamente a este amanuense.

domingo, 29 de abril de 2012

Tal día como hoy. 1962: Humberto Moro y Antonio del Olivar triunfan en la quinta y última de Feria


La quinta y última corrida de la feria de 1962 traía de nueva cuenta a Manolo dos Santos – reaparecido el año anterior – junto con el sensacional muletero de Linares, Humberto Moro y el fino torero celayense Antonio del Olivar. Ellos se enfrentarían a un encierro de la ganadería aguascalentense de Peñuelas, que en los calendarios anteriores habían tenido tardes triunfales para su propietario, don Miguel Dosamantes Rul y eran del agrado de los toreros.

Al final del festejo, los toreros mexicanos, Humberto Moro y Antonio del Olivar fueron los que sacaron el mejor resultado de la tarde. Manolo dos Santos pasó de puntillas por nuestra Feria y como lo leímos el día de ayer, en el siguiente serial de San Marcos, anunciaría a nuestra afición su decisión de despedirse de nosotros.

Los momentos destacados

Don Jesús Gómez Medina, cronista titular de El Sol del Centro destaca de esa tarde los siguientes momentos:

...Moro logró un éxito de consideración al pasar de muleta al corrido en el sitio de honor. Un bicho con suavidad y nobleza, con un lado izquierdo magnífico. Además, el más hecho, el de mejor tipo entre los seis... Unos pasecillos para fijar al burel, y el engaño a la siniestra. Y el pase natural, resurgiendo en todo su esplendor. ¡Con ritmo, con cadencia, con quietud y con mando! Las aclamaciones del pópulo corean cada muletazo; pero, inesperadamente el de Peñuelas toma las de Villadiego y la serie queda sin rematar... Pero aquellos naturales fueron de tal calidad y sabor, tuvieron tanta brillantez y señorío – ¡los mejores de la Feria! – que, cuando el linarense, tras un pinchazo, puso al de Peñuelas en manos del aprendiz de jifero mediante una estocada ligeramente desprendida, la ovación se repitió con fuerza y, previo otorgamiento de la oreja, Humberto Moro recorrió el ruedo en triunfo... En conjunto, la actuación de Antonio del Olivar fue la más completa, la más lúcida de la jornada. Con una determinación y un valor realmente singulares; y acusando un sitio y un torerismo también notables, del Olivar llevó a cabo dos faenas igualmente meritorias. Más brillante, más dilatada y emotiva, la del sexto; el bicho tenía bravura y fuerza en sus acometidas, y como del Olivar lo aguantaba a pie firme, y con limpieza y ritmo se lo pasó por la mismísima faja repetidas veces en muletazos en redondo con la derecha, o bien en los de trinchera, en los de pecho de gran plasticidad y dramatismo, y en los firmazos con los que puso fin a las diversas series, la emoción de los espectadores acabó por desbordarse y, pese al pinchazo, cuando coronó su lucido y meritísimo trasteo con una estocada delanterilla, entre grandes aclamaciones, Antonio del Olivar fue izado en hombros y paseado de esta manera por el ruedo, llevando en la diestra la oreja del de Peñuelas... Antes, al concluir la faena del tercero, el poderdante del “Cachorro de Querétaro” había visto premiada su labor con la vuelta a la arena... Rotundamente gris resultó la actuación del artista lusitano. Abrumado por la sosería de sus antagonistas, Manolo a decir verdad, muy poco logró de plausible. Lo mejor, su brevedad para saldar el compromiso...

Así transcurrió este festejo final de Feria, una que resultó ser en su día, junto con la de 1960, la más extensa en cuanto a número de corridas hasta antes de la adopción del modelo actual, implantado en 1971 por don Guillermo González Muñoz.

El festejo de hoy. 4ª corrida de feria: 6 de Teófilo Gómez para Eulalio López Zotoluco, Sebastián Castella y Juan Pablo Sánchez.

domingo, 25 de enero de 2009

Hoy hace medio siglo (II): Antonio del Olivar confirma en México


La segunda corrida de la temporada 1959 de la Plaza México fue también una confirmación de alternativa. Esa tarde, Manuel Capetillo le cedió a Antonio del Olivar los trastos para dar muerte a Viajero de Pastejé, en la presencia de Curro Ortega. La corrida se saldó con el triunfo del confirmante, que se llevó la oreja de Aragonés, el toro que cerró plaza.

Celayense por adopción, Antonio Oliver López nació en la Mérida mexicana el 20 de octubre de 1935 y se convierte en Antonio del Olivar cuando don Francisco Madrazo y García Granados, el señor de La Punta le nombra así al comenzar a apoyar en su carrera en los ruedos, convencido de que las estéticas maneras del diestro le llevarían a caminar largo en las arenas de los redondeles.


Antonio del Olivar se distinguió por calidad al hacer el toreo y así se recuerdan de él faenas como la de su presentación como novillero en El Progreso de Guadalajara, o como la de su debut en la Plaza México, cuando cortó la oreja de Faisán de Santo Domingo. Este triunfo en particular le valió para torear en 8 de las 30 novilladas de esa temporada, llevándose la Oreja de Plata y en 7 el año siguiente dentro del serial del ruedo capitalino.


Marcha a España y se presenta en Las Ventas el 19 de junio de 1955, tarde en la que da una vuelta al ruedo. Salda la temporada con seis festejos menores (2 en Madrid, 2 en Sevilla y 2 en Barcelona) y la corrida de su alternativa, el 12 de octubre, precisamente en el ruedo venteño, recibiendo los trastos de manos de Luis Parra Parrita para pasaportar a Empalagoso, número 14, de don Tomás Prieto de la Cal. Fungió como testigo de la ceremonia Alfonso Merino y el toricantano se llevó la oreja del sexto de la tarde.


Entre la tarde de su alternativa y el fin de la temporada española de 1957, suma 31 corridas de toros, destacando la del 28 de abril de 1957 en Las Ventas, cuando da la vuelta al ruedo tras la lidia del tercero de la tarde, que pasa a la historia por ser aquella en la que un entonces ignorado Manuel Benítez Pérez, años después célebre como El Cordobés, se tira de espontáneo. Entre el 4 y 18 de agosto de ese año actúa tres tardes seguidas en Barcelona. La primera implicó el estoquear una corrida de Miura que según las crónicas promedió 670 kilos y en la tercera, Antonio corta el rabo de Zurdito de don Felipe Bartolomé.


En México queda memoria de su faena a un toro de La Punta en El Progreso tapatío, malograda con la espada el 19 de enero de 1958; la que realizó a Andaluz de Coaxamaluca el 15 de febrero de 1959 en la Plaza México, la de Barquillero de Pastejé, la tarde de la confirmación de Paco Camino en México, la de Soy de Seda de Piedras Negras, en la que su actuación con el capote fue calificada como una apología de la verónica o la del toro Calé, de Arroyo Hondo, el día de la inauguración de la Monumental de las Playas en Tijuana.

El 4 de marzo de 1962, cuando actuaba en el Toreo de Cuatro Caminos con Juan Silveti y Fermín Murillo, recibe una cornada muy grande en la región perineal del toro Gavilán de El Rocío. La herida tuvo tres trayectorias y una de ellas de 30 centímetros de extensión, recibida al intentar un pase de pecho.


Recuperado de la cornada, Antonio del Olivar no deja de ser parte de carteles importantes, como las confirmaciones de El Viti, Joaquín Bernadó o El Cordobés, aquél que se le tirara de espontáneo algunos años antes y tiene una tarde memorable el 16 de febrero de 1964, cuando actuando con Diego Puerta y Abel Flores El Papelero, corta las dos orejas de Cantaclaro de Santa Marta, toro de regalo.


Antonio del Olivar fue Secretario General de la Asociación Nacional de Matadores de Toros y Novillos en México, de 1969 a 1975, año en el que concluyó su gestión por haberse despedido de los ruedos el 24 de diciembre de 1974, en la plaza Rodolfo Gaona de su tierra adoptiva, en una corrida en la que alternaron con él Manolo Martínez y Curro Leal en la lidia de toros del Doctor Castro.

Este es mi recuerdo de Antonio del Olivar, un fino torero mexicano, en el cincuentenario de su confirmación de alternativa y que es el primer torero de estas tierras que recibiera la alternativa en la madrileña plaza de Las Ventas.

Post - scriptum: Agradezco a Callao la aportación de algunas de las imágenes que ilustran este texto.

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