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domingo, 19 de octubre de 2025

La otoñada taurina en Aguascalientes (III)

Nuestra ciudad festeja sus primeros 425 años con un lujoso festival taurino

El 22 de octubre de 1575 se autorizó la Cédula de Fundación de la Villa de Nuestra Señora de la Asunción de las Aguas Calientes, lo que hoy es la ciudad de Aguascalientes. El asentamiento humano en el lugar es de data anterior y los historiadores y los paleógrafos cuestionan si el texto del documento se refiere a Nuestra Señora de la Asunción o de la Ascensión, pero a estas alturas de la historia, la primera advocación es la que se ha quedado en el imaginario colectivo y en los anales escritos con posterioridad.

En el año de 1975 se festejaron los primeros 400 años de la expedición de tal cédula y es a partir de entonces que se conmemora anualmente tal aniversario y que como parte de esas conmemoraciones o celebraciones, se llevan a cabo festejos taurinos en fechas que, históricamente, no eran frecuentes en nuestro Aguascalientes, porque como ya lo había apuntado anteriormente, los toros de nuestro otoño, se daban normalmente en los alrededores del veinte de noviembre, para conmemorar el inicio de la Revolución de 1910.

En el año 2000, Aguascalientes celebraba 425 años de la expedición del documento que la tenía por jurídicamente fundada y en la arista taurina, se programaron dos festejos, un festival taurino benéfico que se verificaría precisamente el día del aniversario y una corrida de toros que se llevaría a cabo el domingo 29 de octubre siguiente.

Los prolegómenos de un festival

El entonces alcalde de la ciudad Luis Armando Reynoso Femat anunció a los medios que para celebrar ese 425 Aniversario de la fundación de nuestra ciudad, el domingo 22 de octubre se celebraría un rumboso festival taurino hispano mexicano, a beneficio del Fondo de Combate a la Pobreza, en el que actuarían los diestros retirados Manolo Espinosa Armillita, Dámaso González, Mariano Ramos, José Ortega Cano, Guillermo Capetillo y Jesulín de Ubrique, quienes enfrentarían un encierro de El Colmenar, propiedad del ingeniero Gerardo Martínez Ancira.

Algunas críticas surgieron en la prensa, por no incluirse en el cartel a alguno de los diestros locales para completar el cartel, pero el mismo al menos en el papel, resultaba redondo. El jueves anterior al festejo, se llevó a cabo una conferencia de prensa en la que estuvieron presentes los toreros actuantes, misma en la que Ortega Cano, el más conocido de la afición local, entre otras cosas dijo:

Recuerdo en una tarde, precisamente en el hotel Francia, cuando me desvestía después de haber actuado, que me llaman a la puerta, y eran nada más y nada menos que “Calesero”, Rafael Rodríguez y Silverio Pérez. Al abrir la puerta me saludaron y me dijeron que el motivo de su visita era para darme la enhorabuena, para decirme que era un torero muy del gusto de ellos, y ahora lo recuerdo como un gran gesto que nunca olvidaré...

Por su parte, Manolo Espinosa Armillita, al hacer uso de la palabra, dijo lo siguiente:

No fue muy complicado confeccionar el cartel del festejo, conociendo la calidad moral de todos sus integrantes... la idea nació hace algún tiempo en una charla con el alcalde, quien me externó su inquietud de poner en práctica algo interesante, digno de la afición de Aguascalientes y a partir de esa idea, se ha trabajado con fuerza para cristalizar ese deseo... Por esa razón me puse en contacto con mis amigos en España y en México y de esa manera, paso a paso, se le fue dando forma al cartel, en el que también tomaré parte, lo que me tiene doblemente contento y satisfecho...

Dámaso González, quien era para nosotros la novedad en el cartel, volvía a México después de muchos años, y en su turno, manifestó entre otras cuestiones:

Lo más importante es el tratar de ayudar a los demás y jamás olvidarse de quienes están detrás de nosotros... Llego con mucha ilusión a la tarde del domingo, pues me presento en vuestra plaza precisamente en este festival, en el que vengo a disfrutar y si lo logro, seguramente también ustedes lo harán, que es lo más importante...

Creo que no está de más añadir que Ortega Cano vino en compañía de Rocío Jurado, su esposa, quien la misma noche de la conferencia de prensa, encabezó una gala en un salón de eventos, cuyas utilidades también fueron destinadas a los propósitos de ese Fondo de Combate a la Pobreza.

El resultado del festival

Los novillos de El Colmenar tuvieron en su mayoría poca fuerza y sacaron genio. Alguna de las crónicas incluso, señaló que:

Lo acertado hubiera sido haber adquirido un encierro que brindara mayor garantía, pero, sobre todo, de otro encaste menos «duro»...

A veces pareciera que los escribas se olvidan de aquel axioma atribuido a don Antonio Llaguno, en el sentido de que los toros carecen de palabra de honor, y por la otra parte, de que la existencia de otro encaste en este país, en ese momento, era casi una entelequia, pero, en fin, así estaba el patio.

Manolo Espinosa le cortó una oreja al primero del festejo. Un novillo escaso de fuerza y que, diría don Arturo Muñoz La Chicha, no tiraba un castañazo. Recuerdo que estuvo muy templado con la muleta. La crónica de Alejandro Hernández para el diario Heraldo de Aguascalientes, resalta lo siguiente:

…a la muleta acudió sin malas ideas, con poca fuerza, llevando la cabeza a media altura y sin desplazarse mucho. Por su parte, el primogénito del Maestro Armillita, muy entendido, se puso a tono logrando buenos pases sobre la diestra básicamente, toreando en un solo sitio. Muchos dividendos le produjo torear con la muleta atrasada. Mató de estocada entera y contraria, recibiendo la primera oreja del festejo...

Me llama la atención que Alejandro – ni tampoco los demás cronistas – consignara que, al salir de la suerte de matar, Manolo Armillita sufrió una profunda cortada en la mano derecha con el arpón de una banderilla. Se retiró a la enfermería y regresó con un abultado vendaje sobre ella, que le incomodó para ciertos lances de su tarea como director de lidia.

El otro triunfador de la tarde fue Mariano Ramos, quien ante la prenda soltada en tercer turno, se impuso y realizó una faena con su personal sello. Fue el único de los actuantes que tuvo el gesto de invitar a su alternante de turno, a hacer un quite. Sigue contando Alejandro Hernández:

A Mariano Ramos, el poderoso torero charro de La Viga, le correspondió un novillo gordo, al que saludó con verónicas y chicuelinas ajustadas que le fueron muy festejadas. Quitó Ortega Cano por sedeños lances que el público le coreó con fuerza. El novillo, picoso de más, llegó al tercio mortal con transmisión y acostándose por los dos lados, espiándole de continuo, frente al cual, el capitalino estuvo voluntarioso y valiente en momentos de éxito, al torear sobre la mano derecha. Mató de una estocada caída, escuchando gran ovación, recibiendo el premio de las orejas de su enemigo...

Habrá que apuntar que Mariano Ramos vistió orgullosamente esa tarde un precioso traje charro de media gala, color azul pizarra, distinguiéndose del conjunto de los que llevaban el traje campero andaluz que fueron la mayoría de los actuantes.

El gran final

Al tocar a matar al sexto, salió Manolo Armillita a anunciar un novillo de regalo, pero haciendo una señal rara, pues giraba el dedo índice, a manera de mezclar algo. Muchos entendimos que se trataba de un regalo en comandita y los más se quedaron un poco “in albis”, porque se trataba de algo que nunca había sucedido por estas tierras. Refiere el cronista del “Heraldo de Aguascalientes”:

...Antes de iniciar la faena de muleta, Manolo Armillita hizo el anuncio del regalo del sobrero que sería toreado por todos los diestros participantes, ante la algarabía de unos y el desconcierto de otros...

Un obsequio en esas condiciones tenía un antecedente casi inmediato. El 16 de mayo del año anterior, en Valladolid, España, se había cerrado un emotivo fin de semana en el que se homenajeó la memoria del torero de esa tierra: Fernando Domínguez, uno de los que con más pureza han ejecutado el toreo a la verónica. En el festival taurino celebrado ese día, en el que actuaron José Mari Manzanares, Niño de la Capea, Roberto Domínguez, Ortega Cano y Paco Ojeda, se regaló un séptimo novillo de José Luis Pereda, mismo que fue lidiado por todos los alternantes e incluso, picado por Paco Ojeda. El premio a su actuación, que las crónicas califican de redonda, fueron las orejas y el rabo – el novillo fue estoqueado por Domínguez – y al burel se le premió con la vuelta al ruedo.

Esa es la historia previa a la salida al ruedo de Hidrocálido de El Colmenar, que así se nombró al novillo de regalo que fue lidiado por los seis toreros anunciados en el cartel y que fue banderilleado por Manolo Arruza, quien se encontraba como espectador entre barreras y que fuera invitado a hacerlo por Ortega Cano. Sigue diciendo el cronista:

En un bello espectáculo no visto anteriormente, fueron seis toreros ante un solo novillo, iniciando Manolo de capote con buenos lances. Luego Ortega Cano por chicuelinas muy coreadas. Después Mariano lo puso al caballo con chicuelinas rítmicas y andantes, cubriendo el segundo tercio y a iniciativa de Ortega Cano, el propio cartaginés, quien invitó a banderillas a Manolo Arruza, que vestido de paisano se encontraba entre barreras, que colocó un estupendo par al cuarteo, igualado en todo lo alto, mientras que Ortega se fue con bastante decisión y valor, cerrando el tercio bajo los acordes de “Pelea de Gallos”, Ubrique, haciendo gala de facultades arrancó del estribo a los medios para gallear, dejando los palitroques en todo lo alto, en un gran tercio que el público aplaudió a rabiar. En el último tercio, de nuevo inició Manolo con pases en redondo con la derecha, ante un novillo violento, muy listo, y más malo, lejos, que bueno. Después Dámaso intentó domeñarlo a base de aguante y conocimientos, y cuando estuvo a punto de lograrlo, llegó el turno de Ortega Cano, que muy artista se jugó la maroma estando alguna vez casi a merced del astado. Capetillo volvió las lanzas en cañas acallando las voces que le pitaron, al torear con hondura y sentimiento sobre el pitón derecho, y cuando menos servía el pésimo animal, salió Ubrique a justificar su nombre con valentía y también por el lado derecho... Vivo como él solo, Manolo que vio las dificultades del burel, como primer espada le correspondía entrar a matar, pero prefirió pasar los trastos a otros de sus alternantes, desconcertando al público que tomó partido por la pésima res, sin encontrar eco a su petición, y pasándose de vivo, se hizo tonto desoyendo la orden del juez de entrar a matar, encontrando de aliados a los villamelones, hasta lograr que se fuera vivo a los corrales, en una especie de indulto, injustificado a todas luces, siendo la mácula pecaminosa del festejo, concluyendo cuando todos los diestros dieron un triunfal vuelta al ruedo...

No hay fiesta perfecta, evidente era que Manolo Espinosa no estaba en condiciones de ejecutar la suerte de matar por la cortada que sufrió en el abreplaza, pero cualquiera otro de sus alternantes pudo hacerse cargo de la situación. No cabe duda de que todos los actuantes supieron manejar a la concurrencia a su conveniencia para terminar en un ambiente triunfalista un festejo que, por lo sucedido en la lidia del toro de regalo, no lo requería. En fin.

Así se celebró el Aniversario de la Fundación de Aguascalientes hace 25 años en su arista taurina. Ojalá podamos seguir celebrándolo así muchos años más.


domingo, 21 de marzo de 2010

El Palacio de los Deportes: una feria atípica (1976)

El Palacio de los Deportes


Una vez que se anunció que la Ciudad de México sería la sede de los Juegos Olímpicos de 1968, se acometieron una serie de edificaciones de audaz arquitectura. Una de ellas fue el Palacio de los Deportes, ubicado dentro del complejo denominado Ciudad Deportiva de la Magdalena Mixhuca cuyo diseño y construcción fue encomendado a los arquitectos Félix Candela, Antonio Peyrí y Enrique Castañeda Tamborrell.

Es un edificio de planta circular cubierta con una cúpula cuyo claro máximo es de 160 metros, con una superficie de 171,000 metros cuadrados y fue diseñado originalmente para albergar las competencias de basquetbol, boxeo, lucha libre, levantamiento de pesas, gimnasia y esgrima y su utilización posterior a la Olimpiada se destinaría para otros eventos que necesitan una gran superficie para su desarrollo como hockey sobre hielo, espectáculos ecuestres, danza, circo, centro de convenciones y exposiciones y sala de conciertos.

Cuenta con 22,370 asientos, de los cuales 7,370 son desmontables y su signo distintivo es la cúpula que lo cubre, que es un paraboloide hiperbólico de aluminio tubular sostenido por enormes arcos y techado con láminas de madera impermeabilizada recubiertas con placas de cobre, diseño del arquitecto hispano – mexicano Félix Candela (1910 – 1997), uno de los distinguidos huéspedes que recibimos de la diáspora republicana.

La Fiesta y la Ciudad de México en 1976

Daniel Medina de la Serna llama a la temporada 1975 – 76 de la Plaza México la temporada a la deriva. Fue la última que ofreció Diversiones y Espectáculos de México S.A. (DEMSA) – de infeliz memoria en su paso por la gran plaza – y lo hizo sin contar con la presencia de Manolo Martínez y Mariano Ramos, que eran los triunfadores del serial anterior, así como tampoco con los toreros españoles, dado que por esos días se había producido una nueva ruptura del convenio que regula la actuación de los toreros de aquí y de allá, aquí y allá.

Las atracciones de esa temporada eran la reaparición de Manuel Capetillo, que volvía a los ruedos después de algo más de 7 años de ausencia, Eloy Cavazos, Curro Rivera y Manolo Arruza que regresaba de cumplir una interesante campaña española. La temporada de 16 corridas transcurrió entre tumbos y con muchos carteles, a decir del citado Medina de la Serna, con tufo a novillada. Capetillo no logró captar el interés de la afición y se la pasó armando mítines. Cavazos mantuvo esa relación tortuosa que tuvo siempre con la afición capitalina y Curro Rivera y Manolo Arruza no demostraron tener la personalidad suficiente para cargar con el peso de una temporada como la de la Plaza México.

Para la anécdota, vale contar que el candidato único a la Presidencia de la República, José López Portillo, asistiría a la corrida del 28 de marzo, acompañado por Armillita, Silverio, Calesero, El Soldado y Lorenzo Garza y que al siguiente domingo, el 7 de abril, terminó la temporada con la corrida del Estoque de Oro, misma que representó la última vez que Manuel Capetillo pisó el ruedo de la plaza de Insurgentes vestido de luces. El trofeo en disputa fue para Manolo Arruza.

El cierre de la Plaza México

El 2 de mayo de 1976, el novillero retirado Carlos González, en su carácter de representante de DEMSA, anunció a los medios de comunicación que la empresa se retiraba del negocio de los toros en la Plaza México por incosteable.

Ya durante los dos años anteriores se había mantenido una campaña mediática criticando el sistema impositivo que gravaba a la fiesta en la Capital de la República, mismo que databa de la década de los cuarenta y que aparte de las contribuciones regulares a cualquier actividad empresarial, llevaba una sobretasa del 10 por ciento sobre las entradas brutas, destinadas a la asistencia pública, producto de aquella oscura donación que hizo la familia de Maximino Ávila Camacho de las acciones de El Toreo S.A. a la Beneficencia Pública.

La realidad de los hechos es que cuando se montaron carteles con imaginación y se provocaron entradas respetables en los tendidos, la sobretasa de referencia nunca fue un gran lastre. Se convirtió en tal, cuando la empresa intentó aplicar la ley del menor esfuerzo e intentó conseguir las mismas entradas con carteles con tufo a novillada – reitero la misma terminología de Medina de la Serna – sin pensar que el destinatario final del producto que ofrecen, aún conserva su libertad de elegir si asiste o no al festejo anunciado.

La Plaza México permanecería así, cerrada, sin empresa al frente de sus destinos, hasta el 13 de febrero de 1977.

Jaime de Haro Caso

Jaime de Haro Caso no era una persona ajena al mundo de los toros. Su hermano Manuel era ganadero en Tlaxcala y él mismo tenía una estrecha relación familiar con don Juan Sordo Madaleno, ganadero de Xajay. Aparte, en 1974, había ya organizado en Marbella, una corrida de toros en la que Paco Camino y Manolo Martínez despacharon mano a mano un encierro de Carlos Núñez. El objetivo del festejo era que se transmitiera en vivo a México, así que el festejo fue nocturno (a la media noche de España) y aunque el resultado artístico fue un petardo, fue un buen intento de demostrar que toros y tele podían convivir de una manera rentable y conveniente.

Ante la ausencia de quien se hiciera cargo de los destinos de la Plaza México, la imposibilidad de acceder a su manejo y el hecho de que El Toreo de Cuatro Caminos tampoco estaba disponible para ser utilizado de inmediato, se dio a la tarea de conseguir un escenario en el cual ofrecer festejos taurinos y por otra parte a intentar destrabar el conflicto existente entre las torerías de España y México.

Jaime de Haro consiguió que el Gobierno de la Ciudad de México le rentara el Palacio de los Deportes, en el que inició de inmediato las obras de acondicionamiento y el 18 de agosto de 1974, con la presencia de Jaime Ostos en México, anunció la reanudación de relaciones taurinas - las diplomáticas se reanudarían entre 77 y 78 - entre México y España. Rafael Morales Clarinero, se lo contó así a don Martín Luis Guzmán:

Jaime Ostos, jefe de los diestros españoles, pasó por México y reanudó el convenio taurino entre México y España. Desde el 18 de agosto, diestros de uno y otro país podrán torear, libremente, aquí y allá. Los intereses, que siempre pesan más que los principios, abren el cauce a la variedad de carteles que se pueden hacer en las temporadas próximas…

Solucionados esos problemas, se anunció que del 12 al 19 de septiembre se darían en el Palacio 8 corridas de toros, seguidas, en un hecho inusitado en la Capital del País, pues regularmente allí los festejos son de domingo a domingo y por rarísimo acaso – diría Alameda – ocurre alguna ocasión en la que se llegan a dar dos en días seguidos. Las combinaciones anunciadas fueron las siguientes:

Domingo 12 de septiembre 1976: Jesús Solórzano, Rafael Torres y Manolo Arruza. 5 Las Huertas, 1 Manuel de Haro.

Lunes 13 de septiembre 1976: Manuel Capetillo, Marcos Ortega y Gabriel Puerta. 5 Campo Alegre, 1 Zacatepec.

Martes 14 de septiembre 1976: Curro Rivera, Roberto Domínguez y Cruz Flores. 6 San Miguel de Mimiahuápam.

Miércoles 15 de septiembre 1976: Manolo Arruza, Manili y Cruz Flores. 6 Manuel de Haro.

Jueves 16 de septiembre 1976: Curro Rivera, Roberto Domínguez y Ricardo Balderas. 7 Santo Domingo.

Viernes 17 de septiembre 1976: Curro Rivera, Miguel Villanueva y Rafael Torres. 5 Manuel de Haro, 1 Coaxamalucan.

Sábado 18 de septiembre 1976: Curro Rivera, Manolo Arruza y Cruz Flores. 7 Tequisquiapan.

Domingo 19 de septiembre 1976: Manuel Capetillo, Jesús Solórzano y Gabriel Puerta. 7 Coaxamalucan.

Podrán observar las ausencias de Manolo Martínez y Eloy Cavazos. La del primero resulta evidente, dado que al ser televisada totalmente la feria, el asunto era para él una cuestión de principios y en el caso de Cavazos, al parecer fue una cuestión de pesos y centavos. De los presentes, Rafael Torres, Gabriel Puerta, Roberto Domínguez, Manili y Cruz Flores confirmaron sus alternativas y Ricardo Balderas hijo la recibió. El asunto de las confirmaciones lo comentaré más adelante.

En el renglón trofeos, se cortaron 12 orejas y un rabo, Curro Rivera fue el triunfador numérico al llevarse 7 y un rabo, Manolo Arruza y Cruz Flores obtuvieron 2 orejas cada uno y el sevillano Gabriel Puerta cortó una oreja, por cierto, la primera de la feria. En el renglón de los percances, Manili sufrió una cornada de 7 centímetros de extensión que le impidió continuar en la feria y Roberto Domínguez una contusión al lidiar un toro de regalo en su actuación final de la feria.

El momento más destacado de esta feria, para Rafael Morales Clarinero, resultó ser la faena realizada por Curro Rivera al toro Consentido de San Miguel de Mimiahuápam, el 18 de septiembre, faena de la que hace el siguiente recuento:

En la biografía de Curro Rivera y en los anales de la tauromaquia mexicana va a quedar, eternizada en letras de oro y en crónicas ricas en superlativos, la faena extraordinaria, genial por momentos, que el hijo del potosino Fermín le hizo al noble Consentido de la ganadería de San Miguel de Mimiahuápam. Mire Usted señor Martín Luis, cómo el entender al toro mexicano ha llevado a Curro a faenas muy armoniosas, muy acompasadas, tan limpias en su ejecución, que yo solo podría equipararlas al más liso lenguaje de Cervantes en las Novelas Ejemplares. Sin duda alguna el toro fue nobilísimo, sin malas intenciones, más merecedor de vuelta al ruedo que de arrastre lento, pero en otras manos que no hubieran sido las de Curro, hubiese parecido un poco soso. Curro consintió a Consentido y el toreo alcanzó uno de sus inolvidables momentos en el tiempo, distancia y forma…

Sobre esta feria escribió en su día Joaquín Vidal a propósito de una entrevista que realizó a Roberto Domínguez sobre su participación en esta feria:

...la feria tiene interés, por la atención que le presta el público, pero cuenta con el gran inconveniente de la mala calidad del ganado. «En cuanto a trapío, los toros vienen a ser como los que se lidian en España en plazas de segunda categoría. En cuanto a casta no hay comparación posible: apenas si se les vislumbra.»

Los toros de las mejores ganaderías, Vistahermosa, San Mateo, Torrecillas, Llaguno, los tienen copados las principales figuras mexicanas, para lidiarlos en los festejos de la temporada grande. Lo usual en México es que las figuras adquieran corridas completas para los festejos en que han de participar. Adelantan una señal por cada corrida reseñada y cuando se embarcan para su lidia abonan el resto. Naturalmente, en los contratos que firman con las empresas se tiene en cuenta el precio del ganado. No es, por otra parte, una práctica original y exclusiva. Sabemos que en España las figuras también imponen hierros y reses, y cuentan con veedores para la selección en el campo…


La realidad es que al ser el toro mexicano genéticamente diferente al español, su trapío tiene que ser valorado en la medida de su encaste. Admito que en la feria del Palacio de los Deportes de 1976 hubo algún baile de corrales y algún toro devuelto después de salido al ruedo, pero de los 50 lidiados, la mayoría tuvieron el tipo y la categoría suficiente para ser lidiados en una plaza de primera categoría.

El asunto de las confirmaciones

Decía hace unos párrafos que Rafael Torres, Gabriel Puerta, Roberto Domínguez, Manili y Cruz Flores confirmaron sus alternativas en la feria. De todos estos toreros, solamente Roberto Domínguez y Cruz Flores volvieron a actuar como matadores de toros en la Capital mexicana y específicamente en la Plaza México. A ambos se les hizo confirmar de nueva cuenta su alternativa.

Daniel Medina de la Serna – como muchos otros –, al referirse a esas confirmaciones del Palacio de los Deportes, las cuestiona, entrecomilla el término confirmación y las llama evidentemente inválidas. La realidad de los hechos es que quienes cuestionan la validez de esas confirmaciones de alternativa lo hacen amparados exclusivamente en un sentimiento de defensa de una supuesta tradición que no tiene sustento alguno, pues en todo caso, la confirmación de alternativa es un hecho que está reglamentado y que se sujeta a la normatividad que rige los festejos taurinos en la Ciudad de México.

El artículo 1º del Reglamento de los Espectáculos Taurinos de 1953, vigente en el Distrito Federal en 1976, cuando las confirmaciones en cita se dieron, establecía que las plazas de toros eran de primera categoría cuando tenían capacidad de 10 mil o más espectadores; de segunda, cuando su capacidad era entre 4 mil y 10 mil y de tercera, aquellas con cupo inferior a 4 mil.

Por su parte, el artículo 68 del mismo Reglamento decía en su parte conducente lo que sigue:

…el matador que actúe por primera vez en una plaza de primera categoría en el Distrito Federal, matará en esa ocasión el primer toro, previa cesión de trastos que le haga el espada correspondiente, excepto en el caso de que el matador que se presente ocupe el primer lugar en el programa, pues entonces le cederá los trastos el que le sigue en antigüedad…

Como se observa, la regla es clara al hablar de plaza de primera categoría y el Reglamento no hace excepción en cuanto a que la plaza sea fija, desmontable o transitoria, así como tampoco exige que la confirmación o cesión de trastos se deba hacer en la plaza de mayor capacidad del Distrito Federal, simplemente exige que se haga en una que sea de primera.

Entonces, el que se exija que solamente sean válidas las confirmaciones de la Plaza México, es un verdadero despropósito y el haber obligado en este caso a Cruz Flores a que confirmara de nuevo el 5 de marzo de 1978 y a Roberto Domínguez el 1º de febrero de 1981 en la Plaza México, un verdadero atropello, puesto que en su día, habían confirmado debidamente sus respectivas alternativas, aunque a más de algún defensor de las tradiciones no le pareciera y demostrara con ello, su ignorancia del entorno jurídico de este asunto.

Colofón

Al final de la feria, en un alarde populista, las autoridades de la Ciudad de México anunciaron que no se volvería a facilitar el Palacio de los Deportes para un espectáculo elitista como el taurino y es que los precios de acceso al inmueble fueron muy diferentes – al alza – que los de la Plaza México. También dejaría claro que el maridaje toros – televisión, sujeto a determinadas medidas de control y difusión beneficia a la fiesta y a sus actores.

El tiempo demostraría que en política, como ante los toros, se vale rectificar y el Palacio de los Deportes, algo más que una década después, volvería a albergar festejos taurinos y los toreros que echaron a las cámaras de las plazas, abogarían por el regreso de ellas. De este último asunto, ya me ocupé en otro espacio de esta misma Aldea. Del otro, del regreso de los toros al Palacio de los Deportes, espero hacerlo pronto.

Aldeanos