La tauromaquia es una de las herencias que hemos recibido a causa de nuestra hispanidad. En territorio europeo se tienen vestigios de enfrentamientos de los hombres con bovinos desde hace algunos miles de años y esas luchas han pasado de la mera necesidad de las personas de procurarse su alimentación, a ser un medio de entrenamiento para la guerra; después un verdadero regocijo popular y hasta llegar a lo que hoy conocemos como espectáculo que se lleva a cabo en un recinto cerrado, diseñado especialmente para el ejercicio taurómaco.
Según el historiador costarricense Francisco Enríquez Solano, desde el siglo XVI hay registros de que se corrían toros para celebrar las fiestas cívicas; y en ese país centroamericano, la tauromaquia se ha ido adaptando a la idiosincrasia y gustos de los que allí habitan, celebrándose actualmente espectáculos que no tienen más relación con la tauromaquia a la española, en el sentido de que un hombre se enfrenta a un toro, pero las suertes y formas de celebrarlo en Costa Rica ha establecido una especie propia de tauromaquia, que es llamada toros a la tica.
Este tipo de festejos se generalizó en el entresiglos del XIX al XX cuando ya se habla de las fiestas cívicas de San José, existiendo registros de las corridas multitudinarias donde la gente se metía al redondel con los toros. Enríquez agrega que, al paso del tiempo, los festejos en la capital San José fueron desapareciendo y se arraigaron en localidades como Zapote, Alajuela, Cartago y en Guanacaste, localidad esta última, la monta de toros es una práctica común y que ha tomado fuerza en las corridas de otras zonas del país centroamericano.
Pero independientemente de ese desarrollo de una tauromaquia particular de Costa Rica, en el mediodía del siglo XX se intentaba mantener viva la presencia del llamado toreo a la española. Así, para el final del año 1949, se anunció que la Empresa Campanero ofrecería una temporada de toros, presentando en la plaza de La Solera, a toreros de gran cartel a nivel internacional.
La inauguración de la temporada 1949 – 50 se daría precisamente el domingo 4 de diciembre de 1949, con la presentación de la primera figura Luis Castro El Soldado, Mario Sevilla y Jesús Quintero, que recibiría la alternativa de manos del diestro de Mixcoac. Los toros que se correrían en la ocasión, de acuerdo a los anuncios, serían absolutamente criollos, es decir, ganado local que braveaba y que se consideraba apto para la lidia.
Jesús Quintero
Diestro originario de la Ciudad de México, donde nació en el año de 1913. Se presentó como novillero en El Toreo de la Condesa el sábado 14 de septiembre de 1929, en la víspera de la novillada de la Oreja de Plata. Alternó en la lidia de novillos de Ajuluapan, anunciados como fracción de Tepeyahualco con Cayetano Palomino, Paco Hidalgo, Miguel Gutiérrez, Pedro Peña y Juan Prieto. Algo interesante le habrá visto la empresa, pues volvió a ese escenario el 13 de julio de 1930, para alternar con Roberto Hernández Rubito y Gabino García en la lidia de novillos de Atenco y Matancillas.
Poco más pude localizar acerca del paso de Jesús Quintero por los ruedos antes del festejo que ahora me ocupa, pero habrá que tener en cuenta que a la fecha en la que se anunció su alternativa, tenía ya la friolera de 36 años de edad.
La fallida corrida inaugural
El festejo de apertura de la temporada fue un auténtico fracaso. Los toros descompusieron todo y los diestros apenas pudieron salir del paso. Quien firmó como Banderillas de Fuego en el Diario de Costa Rica aparecido el día 6 siguiente, entre otras cosas relata:
De Jesús Quintero no tengo muchos datos… en la malograda corrida del domingo, “El Soldado” le iba a conceder la tan preciada alternativa, para tratar de confirmársela en la capital mexicana; debido a la calidad de los toros y al hecho de que no se permitió la muerte de ninguno de ellos, no se la concedió… “El Soldado” quiso salvar la tarde... quiso salvar a la empresa y casi lo logra. Si el próximo animal hubiera sido sólo regular; si hubiera permitido a Mario Sevilla hacer algo, todo hubiera terminado normalmente. Desgraciadamente los toros que siguieron fueron iguales o peores que los primeros. Y entonces vino la enorme bronca. ¿Bronca justa? ¿Tiene razón el público? Tal vez tenga razón; pero, en resumidas cuentas, el único culpable, “El Campanero”, no ha sufrido nada, nada absolutamente…
Así pues, llegamos al punto en el que, de lo inicialmente anunciado, solamente se presentaron los diestros, porque al final la corrida fue incruenta y el capitalino Jesús Quintero, de acuerdo con esa crónica, se quedó sin recibir la alternativa, a causa de la falta de calidad del ganado a lidiar y por el hecho de que los toros no se lidiarían a muerte.
Por su parte, el diario La Prensa Libre, salido a los puestos al día siguiente del festejo, en relación sin firma, complementa el retrato de lo realmente sucedido esa tarde:
Ocurren sucesos trascendentes en el desarrollo de los días que cuando ellos suceden, exclama casi sin reflexión alguna: ¡Tenía que suceder! … Eso le ocurrió ayer al redactor que comenta los espectáculos taurinos de la Plaza Solera. Cuando la fanaticada enfurecida por la pésima calidad del espectáculo, luego de pagar boletos carísimos, se dio a la tarea, primero de lanzar botellas, luego sillas y por último destruir palcos y otros sitios de la plaza, fue esa la única exclamación que salió de su ser… no aplaudimos lo que ayer hizo el público, no, ello no. Pero, así como condenamos ese acto violento, también hemos de condenar el engaño que se hace a un público que paga y paga bien, por un espectáculo que no se le da. En todo el país, – para que no se asusten los timoratos –, existen estas reacciones del público cuando se le engaña. Para ayer se hizo anuncio de grandes figuras del toreo, se dijo de “grandes carteles”; se habló y publicó de un magnífico ganado; de unas “cuadrillas” de cada diestro y, vino la hora de la verdad y vimos: unos toreros sin ningún deseo de “hacer alguito” con el pésimo ganado; la ausencia total de las anunciadas “cuadrillas” y un ganado, señores, que ni en el encierro del rastro se logra ver, por lo flaco, lo entumido, golpeado y atorzalado. Es decir, un engaño perfecto. Y ante ese engaño, fue que vino lo que habíamos relatado… ¿Culpa de quién? Esa pregunta se la dejamos contestar al propio público que se sintió defraudado…
Poco faltó para que se incendiara la plaza La Solera, pero el intenso aguacero que se soltó al final del festejo, fue lo que quizás impidió que terminara sus días siendo pasto de las llamas. Lo que sí, de una de las gráficas publicadas en este último diario, se advierte que se destruyó por la concurrencia ofendida, todo lo que admitió ser destruido.
La mala elección del ganado a lidiar
En el anuncio del festejo, la empresa de El Campanero – a quien no pude identificar por su nombre, pese a haber intentado buscarlo en varios medios y obras – señala respecto del ganado a lidiarse:
La empresa Campanero manifiesta a la afición taurina que a costa de enormes sacrificios ha podido presentar este sensacional cartel en que actuarán diestros mundialmente conocidos por sus capacidades taurinas, y que el ganado escogido y seleccionado escrupulosamente será exclusivamente criollo, sin que se presente en la plaza ganado maizol...
Maizol es el modismo local para designar al ganado vacuno de origen indostano, es decir, el que aquí llamamos cebú. Así, coloquialmente, echar el maizol encima, significa el dejar a alguien solo para enfrentar un determinado problema.
De la crónica de Banderillas de Fuego, citada en primer término, se puede desprender que el ganado presentado en ese festejo inaugural fue probablemente maizol, según podemos leer:
“El Campanero” puede estar muy tranquilo… el único culpable de lo del domingo, es él… porque si deveras quiere dar corridas con los mejores toros y los mejores toreros, debía irse ido a las pampas guatemaltecas a escoger personalmente los toros; no debió haber escatimado gasto, y, en lugar de economizarse tanto por toro, haber comprado “Catalinas” que son nuestros mejores toros para esos menesteres… Es cierto que trajo toreros, en esa parte cumplió su palabra; pero nos engañó a todos en cuanto a cuadrilla. Ni los toros sirvieron, ni había cuadrilla en el ruedo. Por ambos aspectos nos engañó y por ambos aspectos se burló de los toreros que debía cuidar y atender mejor, ya que ellos son los que le permiten comer… A los tres toreros los contrató diciéndoles que torearían “Catalinas”. Pero no compró esos magníficos animales y los presentó con unos bichos indignos del público costarricense y de los matadores mexicanos. Ellos venían confiados, pues en México, nuestros humildes “Catalinas” tienen fama…
Así pues, la empresa defraudó a quienes pagaron su entrada, ofreciendo un espectáculo y presentando otro. Al día siguiente de la corrida, en el diario La Prensa Libre, expresó lo siguiente en una inserción pagada:
La empresa taurina “Campanero” manifiesta a la afición que deplora lo sucedido ayer en la plaza La Solera, pues su mejor deseo es complacer al público aficionado a la fiesta brava... por razones fuera de su alcance... encargó la escogencia del ganado a un conocido ganadero de esta capital quien siempre manifestó que el ganado era de gran bravura... la más sorprendida con la pésima calidad del ganado ha sido la propia empresa y juzgando que no debe defraudarse a la afición del país, MANIFIESTA: Que suspende la temporada hasta el ocho de enero próximo, en que ofrecerá al público ganado “CATALINA” debidamente probado y escogido...
Quiso tapar el pozo después de ahogado el niño. Espero más adelante tratar de averiguar quienes complementaron la citada Temporada de Oro y en qué condiciones lo hicieron. He de manifestar aquí que no encontré referencia que me explicara qué es el ganado Catalina. De las crónicas transcritas se puede leer que es de origen guatemalteco. Sería quizás entonces ganado de media casta, producto de la cruza de reses criollas con toros de lidia, muy probablemente, mexicanos.
Las consecuencias de la corrida
Como pudimos leer en las crónicas, no fue posible otorgarle a Jesús Quintero la alternativa que con afán buscó. Pero lo interesante es que aquí en su tierra, México, se le consideró a partir de esa fecha como matador de toros. Así, incluso se recogen algunos festejos toreados por él ya como matador de toros. Uno de ellos en Campeche, donde en festejo mixto alternó con el novillero Mario Castellanos y otro en Tuxtla Gutiérrez, donde alternó con Arturo Álvarez El Vizcaíno, Jesús Guerra Guerrita y Juan Estrada en la lidia de toros chiapanecos de Coapantes.
Una reflexión final
La picaresca y la falta de responsabilidad de los profesionales de la fiesta terminan por hartar hasta al aficionado más ecuánime. El intento del Campanero de llevarse el oro y el moro en esa apertura de temporada pudo terminar en mucho más que daños materiales. En estos tiempos que corren, cada vez es más frecuente que se de gato por liebre al que paga su entrada a la plaza. Los aficionados a los toros somos gente tranquila, pero después de una tras otra, puede llegar el momento en el que las cañas se cambien por lanzas. Ojalá que se rectifique antes de llegar a ese lamentable extremo.