Historias del toreo que nunca te contaron
Imagen cortesía de altoromexico.com y Armando Landín Miranda |
No puedo negar que existen obras que pretenden la generalidad en esa narración histórica, pero en algunos casos son meras aproximaciones enciclopédicas y en otros, una recopilación de esos recuentos individuales con alguna pretensión de encadenamiento de sucesos. Son excelentes fuentes de consulta, pero parafraseando al maestro Guillermo F. Margadant, puedo asegurar que nos presentan esa historia como una serie de vistas fijas, pero en realidad, toda la historia es una especie de película animada, en la que, en un determinado momento, suceden hechos reseñables en latitudes distintas.
Y decía también al inicio que esas obras históricas principalmente reseñan lo que fue evidente para todos, pero tras bambalinas, en la intimidad de los personajes que conforman la fiesta, ocurren hechos que, no por no ser divulgados, dejan de trascender al exterior de esas entretelas y quizás esas cosas, que serían como la argamasa que sostiene una construcción, son las que nos darían luz y entendimiento sobre lo que la fiesta es y puede llegar a ser.
Paco Aguado
Diré sin ambages que tengo el honor de que Paco Aguado me distinga con su amistad. Quizás no la hemos cultivado lo suficiente, porque tenemos un gran mar entre nosotros, pero eso no impide que tengamos un contacto relativamente frecuente por los medios hoy al alcance de todos. Me dio un gran gusto que hace un par de años Paco decidiera salir de un autoimpuesto ostracismo en materia literaria, al publicar una nueva edición de lo que es, sin duda, la suma biográfica de Gallito y ahora, con la obra que pretendo poner a su consideración.
Lo que Paco Aguado nos presenta en Historias del toreo que nunca te contaron, lo conoce porque se crio y se formó entre los profesionales de la fiesta. Hijo de un notable mozo de espadas, de uno de esos imprescindibles hombres que son, en dicho de Antonio Díaz – Cañabate:
No creo que ningún magnate del mundo, por muy poderoso que sea, pueda tener nunca a su lado un servidor de las condiciones excepcionales y valiosas de un mozo de espadas. Hablo, claro está, de los verdaderos mozos de espadas, porque ya sé que en planeta de los toros abundan los pícaros que a todos los menesteres taurinos llevan su picardía. Un auténtico mozo de espadas es el hombre de confianza del matador y algo más: sus pies y sus manos. Un torero puede prescindir de mucha gente que le rodea en la plaza y fuera de la plaza, pero jamás de un mozo de espadas…
Así, entre esos plenipotenciarios confidentes de los toreros, aprendió Paco a conocer y a querer a la fiesta y también se fue enterando de cosas que, si bien no trascienden a la colectividad, resultan muchas veces definitorios para el devenir de la fiesta. Así lo contó a Álvaro Rodríguez del Moral:
Mi padre era mozo de espadas y he tenido acceso desde muy pequeño a esos personajes secundarios que no han tenido altavoz, pero tienen todas las vivencias y las saben transmitir, eso sí, dentro de un grupo muy cerrado. No hay que olvidar que el mundo del toro es muy endogámico y hay muchas historias que se desconocen. La historia oficial se entendería mejor si se conociera esa intrahistoria. La gente del toro debería revelar mejor lo qué sucede en su interior, pero tampoco todo porque hay que saber mantener algunos misterios. Pero sería bueno para que la gente de fuera comprendiera mejor cómo es por dentro un planeta tan profundo, tan intenso, lleno de valores y con una ética muy particular. Siempre ha habido un punto de picaresca, pero con honradez y con dignidad…
Así pues, con conocimiento de causa, pudo Paco Aguado presentarnos su nueva creación literaria, tirando de esos recuerdos acumulados a partir de vivencias en primera persona.
Las historias no contadas
Cualquiera que haya leído, aunque sea un breviario histórico de la fiesta, puede entender que evidentemente ha evolucionado, que de ser una fiesta – o espectáculo – en el cual se procuraba, con valentía, lidiar un toro para después matarlo en una plaza, a ser una expresión de profundo y contundente contenido artístico. Y podrá también conocer diversos nombres, fechas y lugares en los que los hitos se fueron realizando.
Pero hay espacios oscuros en esa narrativa, por lo que antes expresaba, entre los actores de la fiesta se producían sucesos que se quedaban entre los cabales, en la intimidad casi familiar que existe entre ellos y esos hechos muchas veces resultan ser la explicación del por qué de otros, que sí trascienden a la esfera pública.
Me llaman la atención particularmente dos capítulos del libro. El primero es el que se refiere a la vida, obra y milagros de Domingo Dominguín, el hijo del torero de Quismondo que fue el que llevó a la práctica las ideas que, en su día, su padrino de alternativa, Gallito. Es verdad sabida que el concepto de feria que en estos días conocemos parte de la creación de la de San Isidro que fundara Livinio Stuyck, en una era en la que las desavenencias entre las torerías de España y México eran cosa de un día sí y el otro también.
Pues bien, Domingo González Lucas se esforzó por ser un empresario, apoderado y ganadero con miras a instalar en todo el planeta de los toros ese concepto de feria. Fue recorriendo lugares, sobre todo en la América del Sur, para conocer la idiosincrasia de los lugareños y a partir de esa noción, trasladar una feria taurina acorde a los modos de ser de sus recipiendarios. Sentó sus reales principalmente en Ecuador, donde logró la construcción de la Monumental de Quito y taurinizar a Guayaquil. En esas plazas y muchas más presentó siempre a lo más conspicuo de la fiesta, aunque no le redituara en lo económico, porque dada su manera de pensar, pareciera que el dinero para él, como en el bolero aquel, era solo vanidad.
Al final, Domingo fue devorado por los demonios interiores de la fiesta y por su propia mano decidió irse de este mundo. Pero sin duda, dejó un legado que permeó en todos los estratos de lo taurino y su signatura en muchas de las cosas que hoy se entienden como costumbres. Quizás en estos tiempos que corren, resulta necesario al menos otro Domingo Dominguín, para que meta orden y concierto en los enrarecidos ambientes taurinos.
El segundo capítulo al que hago referencia es el que tiene por tema la temporada española de 1936. En él nos presenta un excelente panóptico de la situación de la fiesta en España por esos días, en los que, por razones diversas – según la fuente que se consulte – antes del inicio de la Guerra Civil, se impidió actuar allá a los toreros mexicanos y se remató con su posterior deportación.
Por una parte, complementando la información que llevan las obras de Julio de Urrutia y Demetrio Gutiérrez Alarcón, nos deja bien claro que, durante ese periodo de la historia española, aunque no en cantidad considerable, en los territorios dominados por los dos bandos en conflicto, se dieron festejos, casi siempre con un cariz benéfico, para subvenir las necesidades bélicas. También recoge la realidad de que muchos toreros se enrolaron en las fuerzas en conflicto, y que, más de uno, fue víctima de la intolerancia ideológica que la conflagración generó.
Pero, como lo hice de manera directa, en lo personal, le reprocho que haya evadido – con elegancia – el tema de la ruptura de las torerías de España y México. Desde mi punto de vista aborda – al contrario de la intención del resto de la obra – únicamente las causas que salieron a la superficie respecto de esa ruptura.
Creo que ese particular subtema – Leonardo Páez dixit – merece un estudio detallado y profundo acerca de sus causas reales y de los efectos que representó para la fiesta de ambos lados del Atlántico. Hago esta afirmación porque la revisión de la prensa de la época y sobre todo, de las biografías que se han escrito de Marcial Lalanda, puedo advertir que hay un sustrato de naturaleza puramente política de todo ese entuerto. Pero, quiero pensar que de manera intencionada y, reitero, elegante, Paco lo evade.
Por el resto de la temática de la obra, entre otras cuestiones es interesante adentrarse en el paso de Ernest Hemingway por tierras y plazas hispanas, el recorrer los hechos más recientes, disfrutando el análisis que hace de la llamada movida madrileña, la taurinidad que públicamente profesaron los comunistas y Santiago Carrillo por delante de ellos, el romance de Miguel Hernández con la fiesta de los toros y saber más del que introdujo la ética del Samurái en la fiesta de los toros: Antonio Corbacho.
Sin duda, son temas que, explican en la mayoría de los casos el enlace de hechos y circunstancias que tomamos en muchos casos como artículos de fe taurina. En suma, y me voy a repetir nuevamente aquí, Historias del toreo que nunca te contaron, es un libro de esos que no se le caen de las manos a uno cuando lo está leyendo, aunque en mi caso personal lo haya que tenido que hacer en dos tiempos, puesto que el primer ejemplar que adquirí, lo olvidé en un avión durante un viaje de trabajo. Espero que quien lo haya encontrado, disfrute de su contenido como lo he podido hacer yo.
Así que, mi enhorabuena Paco, ojalá te animes a seguir escribiendo así.
Ficha bibliográfica
Historias del toreo que nunca te contaron. – Francisco Aguado Montero. – El Paseo Editorial. – Colección Memoria – 1ª edición, Sevilla., 2022, 329 páginas, con fotografías en blanco y negro. – ISBN: 978 – 84 – 19188 – 17 – 5.
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