domingo, 31 de diciembre de 2023

Una fotografía con historia (IX)

Una tarde redonda, dos brindis y un Faraón por testigo…

Cagancho recibiendo el brindis de Litri
Madrid, 18 de mayo de 1966

La solidaria generosidad de Carlos Arruza siempre encontró resquicios para hacer el bien. En el año de 1966 logró reunir a varias figuras del toreo en el retiro, para organizar una especie de gira internacional y torear festivales benéficos con ellos, permitiendo, por una parte, que los productos de esas tardes de toros aliviaran en algo las vicisitudes de alguna obra que favoreciera a los que se encontraban en algún estado de necesidad y por la otra, que los nuevos aficionados pudieran apreciar la tauromaquia de diestros como Armillita, Cagancho, Lorenzo GarzaGitanillo de Triana, Silverio Pérez o él mismo. 

Así, se fueron a Lima, para torear en la Feria del Señor de los Milagros el Festival del Bicentenario, junto con Alejandro Montani, Luis Miguel Dominguín y el aficionado práctico Hugo Bustamante, dejando una honda huella en la afición de allá. Ese día el Maestro Fermín cortaría una oreja y Silverio Pérez se llevaría la tarde cortándole las orejas al novillo de La Viña que le tocó en suerte. Un momento emotivo se produjo cuando Cagancho fue a brindarle a Antonio Ordóñez su novillo, delante de Luis Miguel y de Ángel Luis Bienvenida, brindis que arrancó quizás la ovación más cerrada de la tarde.

De regreso en México, Armillita, Cagancho, Lorenzo Garza, Silverio Pérez y Carlos Arruza se reunieron en la finca de don Carlos Trouyet para preparar el viaje a España y continuar con la preparación de los festivales benéficos. Así lo contó Joaquín Rodríguez al redactor de El Ruedo en su día:

Unos días antes de salir para España – cuenta Cagancho – nos reunió a cenar el señor Trouyet a Garza, Silverio, Arruza y a mí. Todos, con la enorme ilusión del viaje, animamos a Carlos a que se uniera a la expedición. Y se hubiera unido a nosotros con la misma alegría, pero tenía firmadas unas corridas y aplazó la travesía para los primeros días de junio. ¡Fíjate qué pena! …

Carlos Arruza fallecería a causa de un accidente de carretera el 20 de mayo de ese 1966 y todos los planes que había trazado se fueron por la borda, pero eso no impidió que Cagancho, Lorenzo Garza y Silverio Pérez acudieran a presenciar algunos festejos de la Feria de San Isidro de ese año, evento en el que se generaron los acontecimientos que dan pie a que meta hoy yo los míos.

El San Isidro de 1966

Escribe José Luis Suárez Guanes a propósito de este ciclo:

La mejor feria de la historia es la de 1966. Las dos siguientes le van a la zaga. Están encuadradas en una época (hablamos en general) en que existían veintiún matadores de toros en el grupo especial. En este periodo podíamos percibir los penúltimos destellos de arte de un Antonio Bienvenida... las presencias históricas de Julio Aparicio y el valor personalísimo de “Litri”, la clase fuera de serie de Antonio Ordóñez... Jaime Ostos; el buen lidiar... de Gregorio Sánchez; las diferentes maneras de hacer de Diego Puerta, Paco Camino y “El Viti”... el arte de un resurgido “Antoñete”...

Fue una feria en la que se dieron 16 corridas de toros, y en la que no se anunciaron novilladas. En ella se produjo la hoy todavía legendaria faena de Antoñete a Atrevido el llamado toro blanco de Osborne – el 15 de mayo, en la segunda de feria – y aparte, en la décimo tercera, confirmó el regiomontano Raúl García, de manos de Paco Camino y llevando de testigo a El Cordobés, con toros de Francisco Galache, representando la única presencia mexicana en el ciclo.

Eran los días en los que la Corrida de la Beneficencia se anunciaba después de que terminaba la feria, sabiéndose quién o quienes habían triunfado en ella, para ofrecer en esa fecha un cartel de auténticos triunfadores y no anunciar un festejo preconcebido, únicamente membretado como tal. La Beneficencia en Madrid era entonces, el principal acontecimiento taurino del calendario español. Hoy es solamente una fecha más a cumplir dentro de un pliego de condiciones y un abono.

La quinta corrida del San Isidro del 66

Para el miércoles 18 de mayo de 1966 se anunció un encierro del Marqués de Domecq y hermanos para Antonio Ordóñez, Andrés Vázquez y Gregorio Tébar El Inclusero quien confirmaría su alternativa. Ordóñez había sufrido una cornada en Málaga el 10 de abril anterior, calificada, según el medio que se leyera, de grave o muy grave. Los hechos al final llevarían a decantarse por la segunda interpretación del parte médico, porque para esa quinta corrida de San Isidro, Antonio Ordóñez presentó parte médico que señalaba que estaba imposibilitado para actuar. La sustitución la tomó Miguel Báez Litri, quien, con ella, sumaría una tercera actuación en el serial, pues originalmente estaba anunciado en dos carteles.

En ese festejo, en la zona de barreras del tendido dos, se ubicaban cuatro conspicuos espectadores: Joaquín Rodríguez Cagancho, natural de la calle del Evangelista, en Triana, Sevilla; Lorenzo Garza El Magnífico, de Monterrey, Nuevo León, México; Silverio Pérez, de Texcoco, México y Manolo Caracol, del Corral de los Frailes, en la Alameda de Hércules, Sevilla. Para esas alturas de la historia de la feria, la presencia de notables en los tendidos no era de llamar mucho la atención, por ese motivo, de inmediato, no se levantó mayor polvareda por la presencia de ese auténtico póker de ases por allí.

El brindis de Litri a Cagancho

Cagancho había actuado en Madrid por última ocasión los domingos 31 de mayo – festejo de apertura de la Feria del Campo – y 14 de junio de 1953. Tenía casi una década de no dejarse ver por allí. Ese par de tardes, cautivó a una renovada afición madrileña. Su actuación en el primero de festejos la resumió así Alfredo Marquerie para el semanario El Ruedo:

“Cagancho”, que habla hecho exhibición de espanto “calé” en su primero, se acordó de su fama y de su nombre en su segundo y volvió a ser Joaquín Rodríguez, y a darnos, entre explicaciones mímicas y desplantes personalísimos e inconfundibles – el recorte flamenco, el engaño elevado a su suprema condición de burla, la mano en la cadera –, el regusto de cómo se toreaba antes y de verdad, con ligazón y trabazón, con vista, temple y mando y, sobretodo, con sabor, aroma y solera... El sol en el ocaso tiene relumbres y destellos llenos de poesía, de gracia y de melancolía...

Litri era ahijado de alternativa de Cagancho, que lo doctoró a él y a Julio Aparicio el 12 de octubre de 1950 en Valencia y el gesto que tuvo en ese festejo isidril fue señalado. Así lo recoge la crónica publicada en El Ruedo fechado el 31 de mayo de ese 1966:

Fue Litri quien presentó al público de la Feria al gitano Cagancho. Litri descubrió en una contrabarrera del 2 a su padrino de alternativa y cruzó el ruedo para brindarle la muerte de un toro del marqués de Domecq. Joaquín, señalado por la montera del ahijado, se puso en pie, y la gente, al reconocerlo, le dedicó una cariñosa ovación… ¡Es Cagancho! ¡Es Cagancho! … «La talla de Montañés», sobre el pedestal de su fabulosa fama, se humanizó abriendo los brazos en forma de aspa, echándole mucho temple al toro afectivo que le golpeaba en el corazón. Desde aquel justo momento Cagancho fue la estrella civil de la Feria taurina más larga; estrellato que compartió con sus vecinos de localidad…

De la actuación de Miguel Báez, relata entre otras cosas Manuel Álvarez Díaz firmando como Manolo Castañeta, para el Diario Madrid, aparecido al día siguiente de la corrida:

La tarde de Litri no es sólo el “litrazo” con el cite largo y el aguante impasible. Esta tarde del Litri es el brote de unas flores de torería que, por la armonía de sus colores, por el aroma que exhalan y por su pureza y su belleza bien pueden ser calificadas de excepcionales... La plaza entera aclama y ovaciona al Litri en la espléndida floración de ese arte. Así, cuando su primera faena es coronada con media estocada, el gran torero de Huelva corta una oreja, con vuelta al ruedo y saludos. Y así, al rematar la otra - ¡qué extraordinaria faena! - con un pinchazo, estocada corta y tres descabellos, le otorgan el premio de otra oreja, con recorrido por el ruedo entre ovaciones...

Litri se sujetó al canon de su padrino de alternativa y a lo asumido dentro de su madurez taurina, toreando con reposo e imprimiendo calidad a lo que hacía delante de los toros. El reconocer y hacer evidente la presencia de Cagancho en el tendido de Las Ventas no se saldaba solamente con el brindis, había que justificarlo delante del toro. Y lo hizo.

Andrés Vázquez y Lorenzo Garza

El Ave de las Tempestades se había presentado por última ocasión en Las Ventas el 15 de julio de 1945 y en esa oportunidad le cortó las dos orejas al segundo toro de Alipio Pérez Tabernero que le tocó en suerte. De nuevo voy a recurrir al testimonio de Alfredo Marquerie, quien para el número de El Ruedo salido el 18 de julio siguiente escribió:

Garza tiene nombre y perfil de pájaro. Cuando se encorva se acentúa su parecido aquilino. Su espléndida lección «de cómo se puede dar el natural hasta el infinito», sonriendo y mirando al público con alegría, fue lo mejor de lo corrida. Y por eso tuvo que triplicar, con las orejas, el premio de botas de vino que le echaron los «morenos» …

Las ilustraciones de Antonio Casero en ese ejemplar del semanario madrileño nos presentan a un Garza pletórico y la crónica que Manuel Sánchez del Arco Giraldillo escribió para el ABC, refleja que ejecutó en repetidas ocasiones el pase del desprecio… Hoy en día es un adorno que sirve para rematar series bastante manido, pero no es por mucho, reciente, según podemos leer.

El quinto toro de la corrida fue el número 19, llamado Hablador y al final de la feria sería premiado como el mejor del ciclo. Ese toro, al que le cortó las dos orejas, lo brindó el Nono de Villalpando a Lorenzo Garza, y recurro otra vez al recuento de Manolo Castañeta, quien resumió así la triunfal tarde de Andrés Vázquez:

Hay que decir una vez más que, por esas cosas extrañas que se dan en la vida, en el bello estilo de este torero se mezclan y funden los acentos sinceros y nobles de su naturaleza castellana y los de una cierta gracia, un garboso donaire de la tierra sevillana. Con este singular injerto, con esta extraña amalgama – extendida ahora con la suerte de banderillas, que hoy no tomó en ninguno de sus toros –, Andrés Vázquez ha encontrado y logrado una fuerte e interesante personalidad...

A pesar de que los regiomontanos son tradicionalmente considerados como cicateros o rácanos cuando de los dineros se trata, Lorenzo Garza correspondió en el sitio al brindis, devolviendo la montera con un valioso reloj de oro dentro. Se relata en El Ruedo:

El reloj de Lorenzo Garza fue a parar a las manos de Andrés Vázquez, quien le había brindado un toro. Un bravo toro del marqués de Domecq. Quien triunfó con el mismo y le cortó las dos orejas. Andrés ha cruzado Madrid, en dos estancias, con el mismo resuello triunfal de esta su nueva etapa…

Y páginas más adelante, declaraba el autor del brindis, en entrevista posterior a la corrida:

Era un toro noble y suave, pero anduvo bastante suelto y pese a su excedente bondad para el torero murió buscando el refugio de las tablas... ¿Supone mucho este triunfo? ... Reconciliarme con Madrid, este público que me hizo torero... ¿Algo más? ... ¡Una gran satisfacción! Lorenzo Garza me tiró el reloj de oro que llevaba. Por cierto, que tiene una inscripción por detrás de mucho valor personal, y pienso devolvérselo porque debe significar mucho para él...

Revisé la prensa especializada de los días siguientes y no hay referencia de que Lorenzo Garza y Andrés Vázquez se hayan reunido, así que no hay noticia cierta de que el torero de Villalpando haya efectivamente devuelto a El Magnífico su apreciado reloj. Pero el gesto pintó de cuerpo entero al brindado.

Y ambos brindis, el que Litri hizo a su padrino de alternativa y el de Andrés Vázquez a Lorenzo Garza, reitero, tuvieron dos testigos de excepción, el Faraón Silverio Pérez y a Manolo Caracol. Una pena que el hecho haya sucedido la antevíspera del deceso de Carlos Arruza y que el suceso haya acaparado toda la información.

Agradecimiento: Expreso mi gratitud a doña Carmen Milla, de la Fundación Diario Madrid por haberme facilitado la crónica del festejo aparecida en ese periódico, misma que me ha servido para ilustrar estos comentarios.

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