Las causas del percance
Azulejo en la casa paterna de Gitanillo Pagés del Corro 157, anterior 127 Triana, Sevilla |
Los toros mansos, salvo excepciones, empujan siempre para adentro. Es decir, buscan la querencia de las tablas porque encuentran en ellas un medio de defensa. Lo contrario sucede con el bravo, que se va a los medios, porque allí ataca mejor. La pelea natural del manso es casi siempre del tercio para adentro, y la del bravo, a la inversa. Los toreros han tomado la costumbre – ¿no estaríamos más acertados si le llamáramos vicio? – de empezar a torear al manso y al bravo encerrados en tablas. Y, por lo regular, sucede lo inevitable: que el bravo se va en cada lance, buscando su terreno, los tercios afuera y los medios, y el manso se queda y les acosa, cuando no huye también. Desventaja de la ventaja. Deslucimiento. Todavía al torear de capa, cuando los toros andan sueltos y con poca fijeza, ofrecen pequeñas dificultades; pero éstas son mayores al final, por haberse acentuado la querencia, y con la querencia, el peligro. Hay toros que no dejan parar al torero por dentro y le comprometen en cada pase, y en cambio por fuera está relativamente holgado. Pero los toreros, que siempre tiran por el atajo, aunque tengan que saltar la barranquera, buscan el refugio de las tablas, como un medio de defensa, sin advertir lo comprometido que es torear en el terreno del toro. No comprenden que en ese sitio es difícil la salida y comprometida la enmienda. Apuran tanto el terreno, que de un pase a otro apenas queda espacio para torear y desenvolverse en un momento de peligro. Y viene el acosón, y algunas veces la cogida, con todas sus dolorosas consecuencias… Creo que si Gitanillo toma al toro más abierto en el tercio, no le hubiera cogido, y de cogerle no le cornea contra la barrera, que fue donde le dio la cornada más grave, tan grave y brutal que sólo encontrando un punto de apoyo y resistencia puede el pitón atravesar el hueso sacro. Tuvo hasta la desgracia de tropezar con el único toro que se vencía del lado izquierdo, pues los restantes embistieron por ese lado admirablemente. La fatalidad tropezó con el torero y le hizo su víctima…
Es la de Alcázar una disquisición meramente teórica, pero válida, creo, pero que no tiene en cuenta el estado de ánimo del torero, que, acuciado por su deseo de triunfar, considera a veces que puede superar esas condiciones adversas de los toros e imponerse a ellas para, en el terreno por él elegido, realizar la faena que se ha planteado.
Los partes facultativos
El doctor Jacinto Segovia, jefe de los servicios médicos de la plaza de Madrid, esa tarde tuvo mucho trabajo, pues un toro antes, el banderillero Manuel Prieto Varé, había entrado a la enfermería con una cornada que le partió la femoral. No había terminado aún la intervención cuando llegó a ella Curro Puya, de cuyas lesiones refirió lo siguiente:
«Durante la lidia del tercer toro ingresó en esta enfermería el diestro Francisco Vega (Gitanillo de Triana), con una herida de asta de toro en el tercio medio, del muslo derecho, con rotura de los músculos cuádriceps y aductores; otra en el tercio medio del muslo izquierdo. parte interna, con rotura de los músculos cuádriceps y aductores, y otra en la región sacrocoxígea, penetrante en la cavidad pelviana, con rotura del sacro y sección y arrancamiento del nervio ciático mayor. No puede precisarse la profundidad de la herida por el estado del diestro. Pronóstico muy grave. – Doctor Segovia.»
Se dejó para después la curación de los muslos, dada la gravedad y la posición de la herida del coxis. El torero permaneció en la enfermería toda la noche de ese día y fue trasladado al mediodía siguiente al sanatorio de los doctores Crespo, donde se pidió consulta al doctor José Sanchis Banús, destacado especialista en neurología a efecto de establecer el mejor tratamiento para Gitanillo de Triana.
Tras del traslado al sanatorio, periodistas de El Heraldo de Madrid, obtuvieron estas declaraciones del doctor Jacinto Segovia:
- El caso no es desesperado.
- No; pero sí muy grave. Le ha arrancado el nervio ciático de su base. Como se arranca la raíz de una planta. La lesión, fuera de esto, no tiene importancia suma, por cuanto que no ha interesado el intestino ni órgano alguno de importancia.
- ¿Quedará inútil?
- Lo más probable es que así suceda. La pierna derecha perderá juego, y el talón no podrá sentarlo. Anoche pasé un verdadero susto, a las nueve se quedó sin pulso y creí que se me escapaba. Ya veremos lo que dice Sanchis Banús...
Diariamente, la prensa madrileña publicaba al menos una gacetilla informando el estado de Gitanillo de Triana. Incluso, el diario El Sol, que en su primera plana se ufanaba de que allí no se contenía información relacionada con la fiesta, dedicaba espacio al tema, así, el 3 de junio en sus páginas se lee:
Como consecuencia del arrancamiento de las raíces del nervio ciático mayor (plexo sacro) ha quedado desgarrado el fondo del saco dural, presentándose una abundante eliminación de líquido cefalorraquídeo por la herida operatoria, existiendo el peligro de presentación de una meningoencefalitis que ensombrecería totalmente el pronóstico. – Doctor Segovia.
Cosas veredes…
Un diálogo en la enfermería
Es de nuevo El Heraldo de Madrid el que recoge un diálogo en la enfermería de la plaza entre el torero herido y aquellos que le acompañaban. La conversación publicada es de esta guisa:
Gitanillo de Triana recobró el conocimiento poco después de las nueve de la noche, aunque continuó todavía durante mucho tiempo bajo los efectos del cloroformo.
Sus primeras palabras fueron para preguntar:
- ¿Cómo estoy? Díganme la verdad.
Me parece que no siento las piernas.
Y sus brazos, sin fuerza, se deslizaron sobre el cuerpo para cerciorarse de que no se las habían cortado.
Esto le confortó un poco y guardó silencio, resignado.
Poco después rodearon la mesa de operaciones los individuos de la cuadrilla de Gitanillo y algunos amigos particulares.
A uno de éstos buscó Curro ansiosamente con la mirada, y cuando éste se acercó le dijo:
- Hola, Maximino; me ha «estrosao» el toro...
El amigo trató de confortar su espíritu.
A poco Curro le volvió a preguntar:
- ¿Qué hora es?
Vaciló el amigo. No sabía si era prudente contestar. Entonces Curro alargó su brazo y tomó el reloj de su amigo, lo consultó y dijo:
- Las nueve y media.
En efecto, esa hora señalaba el reloj.
Nuevo silencio, recomendado por los facultativos.
- ¿Habéis ustedes avisao a la familia? - preguntó después Gitanillo.
- Sí - le contestaron.
- ¿Han salió ya de Seviya?
- Sí Está tranquilo.
- ¿Vienen por carretera?
- Por carretera, sí. Calla, hombre.
Gitanillo hizo un esfuerzo v agregó:
- ¡Estoy deseando que llegue mi madre! ...
Para terminar
Maximiliano Clavo Corinto y Oro, cronista de La Voz, se caracterizaba por su estilo festivo y mordaz al redactar sus crónicas. La de la corrida del 31 de mayo distó mucho de llevar ese sello. En ella hace una interesante reflexión de la fiesta, su tragedia y su gloria:
Oro, seda, sangre y sol. Juego limpio en lucha titánica con el toro bravo de escultórica belleza, entre la gloria y la muerte. Arte y heroísmo ante una muchedumbre calenturienta y leal, presidida por la mujer española, divino cebo de pintores y admiración de los hombres de todas las razas. Gritería ensordecedora culminante de un apasionamiento que sólo puede concebirse en este espectáculo sin igual en el mundo. Rugidos de dolor, indignación y entusiasmo, todo en unos segundos y en un transporte de impresión tan fuerte, que desata con violencia todo el sistema nervioso y hace perder el equilibrio orgánico del hombre más ecuánime. Esto debe ser la verdadera fiesta de toros. Esto fue la corrida de ayer, la épica, la inolvidable corrida de ayer, que le hizo al toreo la mejor propaganda que puede concebirse… ¡Quién Iba a pensar que al desventurado primer abono, que tantos disgustos nos ha proporcionado a todos, le reservaban los dioses una despedida tan emocionante, una despedida en la que el dolor y el triunfo se confrontaran como ayer! ...
Y por su parte, Rafael Hernández y Ramírez de Alda Rafael, en La Libertad, también medita los alcances que tienen los percances de los toreros en el devenir de la tauromaquia:
¡Ay del caído! El domingo, mientras millares de personas aclamaban a Marcial Lalanda y lo sacaban en hombros por la puerta de Madrid, en el patio de caballos, rodeando la entrada de la enfermería, unos cuantos hombres, con los puños crispados y los ojos enrojecidos, esperaban con ansia noticias de Gitanillo. Eran sus amigos, los que sabían que bajo la seda y el oro de su traje de torero latía un corazón lleno de cordialidad y propicio a todas las bondades; eran los que sabían de sus alegrías, de sus dolores, de sus ilusiones, de todo lo que había de humano en el interior del ídolo, que en otras tardes sintió también sobre sus sienes la caricia de la gloria… Es muy difícil escribir algo que encuadre la totalidad de la corrida. También nosotros fuimos juguete de la emoción; también sufrimos el choque de tan distintas sensaciones que, aun sin querer, habrán de reflejarse en estas cuartillas. De la corrida quedan grabadas las escenas principales, la cogida del infortunado Varé, la más terrible aún de Gitanillo de Triana, y la actuación, más que brillante, casi genial, de Marcial Lalanda. Esos tres momentos son los que harán pasar a la historia esta corrida del 31 de mayo de 1931, como aquella otra del 27 de mayo de 1894. en que cayó el Espartero y fue la consagración de Antonio Fuentes…
Sol y sombra, triunfo y tragedia… Los eternos contrastes de la fiesta de los toros. La evolución de Gitanillo de Triana seguiría siendo noticia durante los 75 días siguientes, pues fallecería el 14 de agosto al no superar las heridas que le infirió Fandanguero, pero del desenlace de la historia, aunque conocido, seguramente me ocuparé aquí, en su día.
Aviso Parroquial segundo: Los resaltados en los textos de Alcázar, Corinto y Oro y Rafael no constan así en sus respectivos originales. Son obra y atrevimiento de este amanuense.
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