La pasada semana no pude pasar
por esta Aldea debido a una cuestión familiar que me tuvo fuera de
Aguascalientes y lejos del ordenador. Ahora pensaba escribir acerca de algún
tema de lo que algunos llaman tiempos idos de esta fiesta, pero los sucesos ocurridos
en la Facultad de Derecho de la Universidad San Pablo CEU de Madrid el pasado
jueves 4 de diciembre, requieren que reflexione en unas líneas acerca de ellos.
Desde sus tiempos más remotos la
Universidad representa un lugar en el que se reúne el conocimiento, la
discusión y la transmisión de las ideas de una manera digamos, democrática.
Todo ello implica necesariamente que en la Universidad todas las expresiones de
la vida y del saber humano tienen cabida y todas las formas de pensar acerca de
ellas también tienen lugar, siempre que se produzcan dentro de un ambiente de
respeto. En otras palabras, en la Universidad se puede – y agregaría yo, se
debe – disentir, pero respetando siempre a la persona y a la opinión de nuestro
interlocutor.
En los algo más de seis años en
los que he venido produciendo esta bitácora, he expresado aquí que en estos
tiempos que corren, la fiesta de los toros es considerada por muchos como “políticamente
incorrecta” y por otros es abiertamente aborrecida. Los primeros simplemente se
saltan a la torera el tratamiento del subtema – Leonardo Páez dixit – y los
segundos, por lo general, expresan su aborrecimiento de las maneras más
ruidosas y agresivas que la mente humana puede concebir, se llaman a sí mismos antitaurinos o animalistas e intentan imponer por la fuerza su manera de pensar a todos
los que no defienden sus mismas ideas.
Pues bien, un grupúsculo de esos antitaurinos o animalistas irrumpieron ese jueves 4 de diciembre en una de las aulas de la
Facultad de Derecho de la Universidad San Pablo CEU de Madrid, con la finalidad
de reventar una conferencia que la profesora Yolanda Fernández Cuesta
impartiría acerca de la Simbología taurina hasta los albores del mundo antiguo.
No contentos con intentar impedir a la profesora Fernández Cuesta el expresar
sus ideas sobre el tema que había preparado, al exigírseles por los demás
asistentes que abandonaran el aula, los antitaurinos o animalistas – escojan
Ustedes cómo llamarles – agredieron físicamente cuando menos a dos personas, al
médico Rafael Cabrera Bonet, quien intentó impedir el acceso de más de esos reventadores al aula y al aficionado Andrés de Miguel, a quien le provocaron una fractura en
el húmero del brazo derecho.
La violencia física ejercida por
esos animalistas resalta la gravedad de los hechos, pero a mi juicio no
permite ver el fondo de la verdadera agresión que implica el conjunto de la
actitud de ese grupo de individuos que atentaron también contra la Universidad
como institución y contra su esencia, pues siendo esta el lugar en el que se
debe producir un debate sustentado exclusivamente en las ideas, a falta de
ellas, en ausencia de argumentos, los antitaurinos no tuvieron más recurso
que el de apelar a la violencia física, lo que revela la verdadera estatura
moral e intelectual del movimiento que dicen representar.
No voy a extenderme más en esta
reflexión, solamente quiero expresar mi solidaridad a la Universidad San Pablo
CEU de Madrid, a la profesora Yolanda Fernández Cuesta, al médico Rafael
Cabrera Bonet y a Andrés de Miguel en este momento tan crítico y reiterarles
que a pesar de lo sucedido, como académico y como universitario que soy, sigo
convencido que la Universidad sigue implicando aquella vieja idea de la unidad
en la pluralidad diversa, aunque hechos como los del pasado jueves, luego
quieran hacernos pensar otra cosa.
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