domingo, 15 de agosto de 2021

15 de agosto de 1926: Se presenta la ganadería de Matancillas en El Toreo de la Condesa

La historia de La Punta y Matancillas es un poco el reflejo el de la vida de quienes fueron sus fundadores y por muchos años sus propietarios, don Francisco y don José C. Madrazo. La primera, el hierro titular de la casa, el que vino a pasar a la historia como uno de los fundacionales de la actual cabaña brava mexicana y el segundo, en un plano más recatado, como una derivación de gran categoría que vino a ser el que regó en muchas otras ganaderías nacionales la sangre de Parladé, porque es una verdad sabida, que los señores Madrazo nunca cedieron por ningún título, vacas con el hierro de La Punta con fines de reproducción.

Sin embargo, la finca de Matancillas, contigua a la de La Punta, sería el lugar en donde ésta última fraguaría su grandeza. Don Francisco Madrazo Solórzano, en su obra El Color de la Divisa, narra lo siguiente:

La historia de nuestra casa... principió en un tentadero realizado en la finca de Matancillas, en el potrero de las Cacalotas, en una plaza construida de piedra sobre unas viejas tapias de calicanto. 

Era el mes de noviembre de 1921, y se celebraba una tienta de las vacas primitivas. Mi padre invitó a su gran amigo, Juan Belmonte García – que por entonces hacía su segunda campaña en cosos mexicanos – a torear unas terneras.

El trianero permaneció durante toda la faena sentado en los tejadillos de la plaza. No bajó ni una sola vez a darle un capotazo a las vacas, que toreaban – como podían – amigos íntimos de la casa: Tono Algara, Luis Vidrio y Pepe Cobián, auxiliados por el matador hidrocálido Rodolfo Rodarte.

Al terminar el tentadero, durante la comida de cordero al pastor, servido a pleno campo, Juan le dijo a mi padre: “Mire Paco, si usted es ganadero sólo por divertirse, lo que tiene está bien. Pero si usted quiere ser de verdad un criador de toros bravos y competir con los de su país sin desdoro, mate todo lo que hoy tiene. Venga a España, que yo con mucho gusto sabré aconsejarle en lo que compre, para que, con eso, y al cabo de un largo tiempo, pueda usted enorgullecerse de La Punta. Yo conozco, y soy muy buen amigo de varios ganaderos de lo mejor, que estarán dispuestos a venderle una punta de vacas escogidas y toros padres seleccionados por tienta y reata, de lo más selecto de sus piaras. Piénselo bien, y cuando usted lo decida, avíseme. Estaré, como siempre, dispuesto a servirle lo mejor que me sea posible...

Y es que, en esos años, la actual finca de La Punta no existía, pues se empezó a construir hasta 1927 y entonces las pruebas del ganado de lidia, originario primero de San Nicolás Peralta con toros padres de Parladé y Saltillo y después, procedente de San Mateo, se hacían precisamente en Matancillas, en la plaza levantada allí a ese efecto. Pocos años después, Matancillas iniciaría su andadura con nombre propio por los ruedos de México.

La 14ª novillada de la temporada 1926

El día de la Asunción de 1926 se celebraría la 14ª novillada del ciclo correspondiente a ese calendario. Se anunció la presentación de la ganadería de Matancillas – como fracción de La Punta – con un encierro para Julián Rodarte, Edmundo Maldonado Tato y la revelación Fermín Espinosa Armillita Chico. La publicidad anunciadora del festejo en el semanario Toros y Deportes, señalaba que la sangre de la ganadería era cruza española de Parladé, cuestión que luego veremos, resulta algo inexacta.

Los toros de La Punta, después de la importación de la simiente parladeña, se distinguieron, la mayor parte de su tiempo, por ser negros. Esa uniformidad en su capa produjo en don Francisco Madrazo Solórzano, una cierta fascinación por los toros de pintas diversas – raras, les llama él – y en su ya citada obra, hace este apuntamiento:

En los viejos libros de la casa vienen las fichas de dos novillos jaboneros. “Garrapato”, Nº 44 y “Palomito”, Nº 49, ambos hijos del toro de Parladé, con vacas de San Nicolás Peralta. El primero de ellos, lidiado por Fermín Espinosa “Armillita”, – novillero – en El Toreo de la Condesa, el 15 de agosto de 1926; y el segundo, regalado por mi padre a su gran amigo y aficionado práctico, don Luis Vidrio… El lote primitivo se mandó matar íntegro, y no volvimos a tener “pintas raras” en La Punta...

Es decir, el encierro de la presentación de Matancillas en El Toreo no era de origen Parladé puro, don Paco menciona al novillo jabonero número 44 y más adelante veremos que Verduguillo hará referencia a otro colorado ojo de perdiz, también del lote de Armillita. Y tiene su lógica, apenas hacía poco más de un año que el ganado adquirido por medio de Juan Belmonte, de Campos Varela, había llegado a La Punta, por lo que era materialmente imposible que estuviera en posibilidad de lidiar, aunque fuera una novillada de ese origen en tan breve tiempo.

El triunfo de Armillita

Rafael Solana Verduguillo, tituló su crónica publicada en su tribuna del Toros y Deportes salido a los puestos el día 17 siguiente: Triunfó Fermín el Sabio. Lo grande ese día, lo realizó ante el segundo de la tarde, del que relata:

Voy a ocuparme en primer lugar de la labor de Espinosa, porque fue el amo de la situación esta tarde. En segundo lugar, apareció un becerrote crecidito, castaño, ojo de perdiz, y con dos buenos pitones… el coahuilense logró quedarse con el animalito, y soltó una, dos, tres, cuatro verónicas estupendas, conservando los pies quietos y juntos, mandando únicamente con los brazos y pasándose por la barriga hasta el último pelo de la cola. Nos pusimos de pie, y ovacionamos esos cuatro lances maravillosos; vinieron después dos verónicas más, solamente buenas, luego un farol regular, y un recorte ceñido y vistoso…

“Armillita” encontró a su primer enemigo barbeando las tablas y con pocas ganas de pelea. Buscó al de “Matancillas” en el terreno que éste eligió; allí le dio un muletazo por alto, dos ayudados por bajo, obligando y consintiendo mucho para que el morito no se marchara. Un ayudado por bajo más, y el de costado con la derecha, aprovechando el viaje. Esto causa alboroto en las galerías, y, naturalmente, la escena se repite; sólo que esta vez el toro se va con la música a otra parte. Ya lo esperábamos.

En la zona de toriles, se desarrolla ahora la escena. “Armillita” que conoce las querencias muy bien y por eso digo que sabe mucho de estas cosas, se mete en el terreno enemigo; ahí pesan los toros. Dos ayudados por bajo, y después un natural con la zurda, corriendo muy bien la mano, otro igual, pasándose los pitones horrorosamente cerca, y el tercero nos pone los pelos de punta porque vemos como el maestrito ha tirado del toro, y se lo ha pasado por delante con la velocidad de un galápago. Así.

El toro sigue peleando en su querencia, y el torero sigue metido en ese peligroso terreno, porque sabe que ahí es donde las dan y las toman. Otra serie de tres naturales, soberbios, torerísimos. La cuadratura se logra, Fermín entra derecho, y sepulta la mitad del estoque en el mismo hoyo de las agujas; segundos después, el toro cae sin puntilla.

La concurrencia se pone de pie y aclama al maestro; y aparecen los albos pañuelos pidiendo la oreja, que el regidor Rochín concede. Nueva ovación y petición de la otra oreja. Y otra ovación más, y ahora es el rabo lo que exige la afición para el torero triunfador. Dos vueltas al ruedo, salida a los medios. ¡El delirio! ¡Bravo “Armillita”!

El devenir de Matancillas

Los hermanos Madrazo comenzaron a lidiar los productos del ganado de origen Parladé que importaron a partir del año de 1927, cuando se obtiene el cartel para la ganadería de La Punta tras de lidiar una corrida completa en El Toreo de la Condesa, el 23 de enero, para Chicuelo, Emilio Méndez y Marcial Lalanda

Matancillas dejaría de ser fracción de La Punta en 1942. Tendría ya su propio hierro y divisa. Cuenta doña María Luisa Solórzano:

Los hermanos Madrazo escogieron la divisa color oro, gris y rojo, y el hierro es como una flor de lis con círculo. Cuando formaron la ganadería de Matancillas, en 1942, escogieron el mismo hierro, pero sin el círculo, y los colores verde y negro para la divisa…

Y así, Matancillas, ya con hierro y divisa propios, la ganadería predilecta de Conchita Cintrón – en 1939, mató con Jesús Solórzano y Alberto Balderas, la camada completa – presentó su primera corrida de toros en El Toreo de la Condesa el 10 de enero de 1943, para el nombrado Rey del Temple, Lorenzo Garza y Carlos Arruza.

Mucho se afirmó que en Matancillas se dejaban las vacas que no superaban los exigentes criterios de selección de don Francisco y don José C. Madrazo, pero que tampoco merecían ser desechadas. Yo agregaría que quizás también iban allí aquellas que, habiendo superado la prueba, no eran absolutamente negras, al igual que los machos que tentados con el caballo, superaban la prueba, pero no la de la negrura o que allí se ensayaban cruces entre familias antes de establecerlos en La Punta.

Nombres ilustres de toros de Matancillas son entre otros Cirilo, aquel toro con el que el Faraón Silverio dijera más de una vez, que hizo la mejor faena de su vida; Mañico, el novillo que fue cima y sima para Rafael Osorno; Tepiqueño, un novillo que encumbró a Finito en Guadalajara, o Solimán, otro novillo que nos mostró los espléndidos alcances de Jesús Solórzano aquí en Aguascalientes.

Aproximadamente en 1958 los caminos de La Punta y Matancillas comenzaron a separarse. Esta última quedó en la titularidad exclusiva de don José C. Madrazo, quien la conservó hasta el año de 1967 y al salir de la familia de sus fundadores, varió su base genética. Sin embargo, durante noventa y cinco años ya, su nombre ha estado presente en las principales plazas y ferias de México y de la América taurina durante una buena parte de ese casi ya un siglo.

domingo, 8 de agosto de 2021

Oscar Realme. Recuento de dos temporadas

Currito, El Malagueño y Oscar Realme
Madrid 25/07/1963
Archivos de la Comunidad de Madrid
Fondo: Martín Sánchez Yubero
Cuando a principio de la década de los 60 del pasado siglo se reanudaron – una vez más – las relaciones entre las torerías de España y México, vinieron a confirmar su alternativa varios toreros que son ya figuras históricas de esta fiesta. Me refiero, por su orden de presentación en la Plaza México, a Paco Camino, Juan García Mondeño, Santiago Martín El Viti, Diego Puerta, Joaquín Bernadó o Curro Romero y ellos venían representados por casas de apoderamiento como las de los Chopera o los Camará o por apoderados como Alberto Alonso Belmonte o Cristóbal Becerra

Esos apoderados y representantes hispanos, por aquellos días, no solamente vinieron a arreglarle fechas a sus toreros recién alternativados, sino que se dedicaron a observar el ambiente taurino mexicano y con mucha atención, además, a los novilleros que marcaban el paso en su escalafón. Así, lograron el apoderamiento de toreros mexicanos como Abel Flores El Papelero, Gabino Aguilar, Mauro Liceaga, Fernando de la Peña, Jesús Delgadillo El Estudiante y Guillermo Sandoval, a quienes llevaron a España y los pusieron a torear allá.

Oscar Realme

Ya había contado en alguna oportunidad por aquí que Oscar Realme se había vestido de luces por primera vez en las fiestas del año nuevo de 1954 en un pueblo del sur de Jalisco. Durante los años de 55 y 56 su actividad se concentra en el Norte de México, particularmente en Ciudad Juárez, donde tiene un gran predicamento, pues en las novilladas que se daban en la plaza Alberto Balderas y posteriormente en la nueva Monumental, era casi un fijo en esos calendarios.

Decir que en la capital mexicana Oscar Realme surge en El Toreo de Cuatro Caminos no es una exageración. Es de los novilleros que el doctor Gaona empujó en esa etapa de su carrera empresarial, cuando la México estuvo cerrada entre 1957 y 1958. De las sesenta y tantas novilladas que dio en ese periodo salieron toreros como Raúl García, Gabriel España, Antonio Sánchez Porteño, Felipe Rosas o Emilio Rodríguez. Y por supuesto, ya lo apuntaba, el personaje de estas líneas.

Reabierta la Plaza México, Oscar Realme torea allí diez novilladas entre 1959 y 1961 y se mete en el cartel de la Oreja de Plata en ese último calendario, en el que destacó la terna que formó junto con Eduardo Moreno Morenito y Mauro Liceaga, con quienes alterna en los dos festejos que cerraron la temporada novilleril de ese año, ¡en el mes de diciembre!

La campaña del 62

La prensa española del principio de 1962 ya anunciaba que Antonio Posada, hombre de confianza de la casa Chopera, venía a México por toreros y de inicio, se nombraba a Alfredo Leal y a Oscar Realme, con la intención de ponerlos a hacer campaña por aquellas tierras. Oscar se presentó el 15 de abril en Palma de Mallorca en lo que sería una campaña breve, pero intensa, pues actuó en las principales plazas de aquellas tierras: San Sebastián, Zaragoza, Barcelona o Madrid, es decir, no rehuyó los principales escenarios.

De su actuación en Barcelona, el 21 de junio de 1962, junto a Efraín Girón y Carlos Corbacho, con novillos de María, Manuel y Pilar Sánchez Cobaleda, Eduardo Palacio, cronista del diario La Vanguardia, escribió:

El debutante Realme, de gran figura y moviendo muy bien los brazos con capa y muleta, dio ocasión en su primero a que el veterano David corriese al novillo a una mano en forma maravillosa, por lo que se le tributó una de las más encendidas ovaciones de la fiesta. ¡Qué primor! El azteca veroniqueó con garbo, y tales lances y los que de la misma factura dio en su quite, se ovacionaron. Cumplieron los de los rehiletes, y el diestro ofrendó a los graderíos la musicada faena… Un pinchazo escupido por el salmantino, y una gran estocada, valiéronle dar la única vuelta al ruedo de la tarde, con salida a los medios, entre unánimes aplausos…

En Las Ventas se presentó el 26 de agosto, alternando con Rafael Montero Rafaelete y José Mata. Los novillos fueron de Manuel García – Aleas. Aunque las crónicas consultadas no lo reflejan, los anuarios estadísticos señalan que cortó la oreja de su primer novillo y la vuelta en el que cerró plaza. Andrés Travesí, en el ABC madrileño del 28 de agosto siguiente, relata:

Se presentaba en Madrid el mejicano Oscar Realme, que causó buena impresión. Es tranquilo, tiene buenas maneras y torea con una lentitud dominadora que agradó a los aficionados. Con el capote intervino en varias ocasiones, veroniqueando aceptablemente y en dos quites valientes con el capote a la espalda... Utilizó Oscar Realme ambas manos en la faena, en la que hubo pases meritorios… Mató de una casi entera...

Esa actuación le valió volver a Las Ventas el 4 de octubre, tarde en la que para lidiar novillos de Antonio Ordóñez (1º, 2º, 4º), Carmen González de Ordóñez (3º, 6º) y El Pizarral (5º), fue acartelado con Alejandro García Montes y Luis Parra Jerezano. De esta actuación suya, escribió Antonio Díaz – Cañabate en el ABC de Madrid del día siguiente al del festejo:

El cuarto es de don Antonio. De la primera vara se sale suelto. Cumple en las otras dos. Llega a la muleta aplomado. Y Oscar Realme, que tan a placer pudo torear al primero, nos sorprende esforzándose en torear a éste que con tanto trabajo y desgana embiste. Y lo torea, y, además, con lentitud, un tanto sosa, pero muy torera. ¡La lentitud en el toreo! Sin ella el buen arte de torear es imposible... Aplaudo con todas mis ganas la lentitud de Oscar Realme. Fue un reposo. El reposo de un suspiro. Y, asimismo, lentamente, dejándose ver, entró a matar y cobra media estocada. Dio una merecida vuelta al ruedo, que en balde quisieron impedir unos cuantos gritos completamente injustos...

Cerró ese calendario actuando nuevamente en Madrid el 21 de octubre, en su tercera actuación en ese ruedo, con el rejoneador David Ribeiro Telles, Amado Ordóñez y Paco Villar, siendo los novillos de Antonio Pérez de San Fernando para rejones y del Conde de Villafuente Bermeja para los de a pie. Quien firmó como Interino, en el número de El Ruedo salido a los puestos el 25 de octubre de 1962 expresó:

Confirmamos que Realme puede llegar a ser un buen torero. Tiene figura y sabe hacer el toreo que tanto gusta ahora a las multitudes: bonito y al mismo tiempo hondo, largo, templado, serio. Estuvo con mucho decoro en un novillo, en cambio al tercero le hizo una faena merecedora de oreja. Faena completa, exquisita, limpia. Y valiente. El novillo lucía un par de cuernos imponentes, tremendos, capaces de poner cautela en el torero más fanfarrón. Realme, sin amilanarse, hizo cosas con sabor y sapiencia, sin miedo. Esto que parece sencillo no lo es, ni sencillo ni frecuente…

Ese fue el colofón de una temporada de 11 actuaciones, en las que dejó un cartel importante que le abriría las puertas de las plazas – y de los despachos – para el siguiente calendario.

El regreso al año siguiente

El arranque de la campaña del año 63 fue más comprometido pues se produjo el 11 de mayo en Sevilla, con Gastón Santos – también debutante – Curro Montenegro y Luis Parra Jerezano. Sin trofeos, volvió a causar una excelente impresión. De allí, el 26 de ese mismo mayo, va a Madrid al cierre de la Feria de San Isidro y el 2 de junio en Valencia es sacado a hombros a pesar de no cortar orejas, que le fueron pedidas, y al serle negadas quien presidió el festejo se llevó la consecuente bronca y el torero la salida en aires de triunfo grande.

El 13 de junio va a San Sebastián de los Reyes para alternar con Manuel Álvarez El Bala, Juan Calleja y José María Aragón en la lidia de novillos de Núñez Hermanos. Sobre esa tarde, Joaquín Jesús Gordillo escribió en el número de El Ruedo fechado el 20 de junio de 1963 lo siguiente:

Oscar Realme alargó la faena a su primer enemigo, buscando el lucimiento, que no llegó. Un pinchazo, una entera y descabello al primer intento. Silencio. Al novillo lidiado en quinto lugar Realme le instrumentó una buena faena sobre ambas manos, con empaque, temple y buen gusto. Un pinchazo y media. Dos orejas.

El 25 de julio torea en su última novillada en Madrid y tres días después regresa a la plaza francesa de Vichy. Y de allí a prepararse para la alternativa que sus apoderados le tenían programada para la feria de Oviedo, en septiembre, en uno de los principales carteles de ese ciclo, pues le apadrinaría Diego Puerta y sería testigo de la ceremonia Manuel Benítez El Cordobés, con toros de Atanasio Fernández.

La tarde de la alternativa, el 21 de septiembre de 1963, que recibió estrenando un vestido azul purísima y oro, la saldó dando la vuelta al ruedo tras la muerte del toro de la ceremonia y saliendo al tercio tras la muerte del que cerró plaza en la columna del haber y en la otra, sacó la fractura de un metacarpiano de la mano derecha al golpearse con la empuñadura de la espada tras de un pinchazo.

La confirmación en Madrid estaba dispuesta para el día siguiente. El padrino sería José Martínez Limeño y tanto Oscar, como José María Montilla ratificarían sus alternativas ese día ante toros de Francisco Ramírez. Por delante salió el caballero en plaza Rafael Peralta ante un novillo de Clemente Tassara. Las molestias en la mano derecha y el nulo juego de los toros salidos ese día, dieron al traste con las ilusiones de ambos confirmantes. Antonio Díaz – Cañabate, en su tribuna del madrileño ABC, escribió:

El sueño de Montilla y de Realme no pudo lograrse, no por culpa suya, sino de los toros que fueron mansos. Ya sabemos que esto puede no importar. Lo malo que tuvieron es que no se dejaron dar dos pases... Realme se limitó en el segundo a torearle con la izquierda, que, al resultarle fallido, desistió... El sexto tenía que ser cojo a la fuerza... y como el presidente, con muy buen acuerdo, se negara a devolverlo, pues el toro ni presentaba asomos de cojera, los chillidos, destemplados y continuos, impidieron a Realme que toreara y lo mató de media y dos pinchazos...

Esa tarde vino a ser el colofón de un par de temporadas en las que toreó 22 novilladas en las principales plazas de España – Madrid, Sevilla, Barcelona, Valencia, Zaragoza, San Sebastián – y hacer notar que en la capital hispana se presentó en seis ocasiones en novilladas y en la tarde de su confirmación de alternativa. A esto se debe sumar que en la tarde de su alternativa se estrenó Oscar Realme, pasodoble torero del compositor granadino Fernando Arquelladas.

De los novilleros que fueron llevados a España al inicio de la década de los 60 recibieron allá la alternativa Guillermo Sandoval, Fernando de la Peña y Jesús Delgadillo El Estudiante en Barcelona, Oscar Realme en Oviedo, Abel Flores El Papelero, en Sevilla y Gabino Aguilar en Madrid. Todos la confirmaron en Madrid, a excepción de Abel Flores y por supuesto, de Gabino Aguilar, quien no tenía por qué hacerlo.

De vuelta en México

Oscar Realme regresó a México a intentar continuar su carrera de matador de toros. Lo hizo en tiempos convulsos para la actividad sindical de los toreros y eligió el bando que a la postre resultó ser el que sacó la peor parte del conflicto. Apenas pudo sumar 23 o 24 corridas de toros en la siguiente década por esa causa.

Eso le permitió concluir sus estudios de Economía y dedicarse al ejercicio de su profesión, que le llegaba por la vía paterna, pues su padre fue un destacado economista y funcionario de diversas entidades de la administración pública mexicana.

El 21 de julio de 1974 en la plaza Monumental de Monterrey se produjo su despedida no anunciada de los ruedos. La corrida se organizó para la despedida de su contemporáneo Fernando de la Peña y completaría el cartel el hidrocálido Jesús Delgadillo El Estudiante con toros de La Playa. Esa fue la última vez que vistió el terno de luces, poco más de dos décadas después de que lo hiciera por primera vez.

Oscar Realme falleció en Monterrey, Nuevo León, el 1° de agosto de este año 2021. Hoy hubiera cumplido 85 años. 

domingo, 1 de agosto de 2021

1º de agosto de 1971: Antonio Lomelín y Querendón de Mimiahuápam

El sangriento verano de 1971

Antonio Lomelín
La llamada Sentencia de Frascuelo se hace presente en los ruedos de cuando en cuando. Pero hay épocas en la historia del toreo en las que los toros parecen empeñados en repartir cornadas graves una tarde y la siguiente también. Así, en el verano de hace medio siglo, el día de Santiago aquí en México, Manolo Martínez se llevó una grande en Ciudad Juárez de un toro de Valparaíso y del otro lado del mar, en el festejo inaugural de la plaza de Villanueva de los Infantes, el toro Cascabel de Luis Frías Piqueras infería otra, que a la postre resultó ser mortal, al torero canario José Mata, que había acudido a actuar esa tarde sustituyendo al originalmente anunciado Juan Calero, que se cayó del cartel.

Al siguiente domingo, en la plaza mallorquina de Inca, Adolfo Ávila El Paquiro, que alternaba con Gabriel de la Casa y Antonio José Galán fue lesionado por el toro de la ganadería de Pepe Luis Vázquez que abrió plaza, resultando con una una fractura y luxación de cuarta y quinta vértebras cervicales y aplastamiento de médula que lo dejó parado por el resto de la temporada y en nuestra frontera Norte, de este lado del mar, ocurrieron los hechos que trataré de contar enseguida.

Tijuana, México 1º de agosto de 1971

El festejo anunciado en la Plaza Monumental de Las Playas ese día se integraba con toros de San Miguel de Mimiahuápam para Jesús Solórzano, Antonio Lomelín y Arturo Ruiz Loredo. La corrida era una de las primeras que don Luis Barroso Barona lidiaba en México después de su gran triunfo en Madrid el 22 de mayo anterior. El encierro y la presencia del acapulqueño Lomelín, triunfador también de la Feria de San Isidro, redondeaban lo que podía ser una gran tarde de toros.

Se dice que las cornadas son consecuencia de errores de los toreros. El cuarto toro de ese festejo fronterizo, llamado Querendón por su criador, correspondía a Jesús Solórzano quien era un buen banderillero. Invitó a Antonio a compartir con él el segundo tercio y es allí donde se produjo el percance. José Alameda, en su Crónica de Sangre, lo describe de la siguiente manera:

Acaba Lomelín de regresar de España. Y el primero de agosto de ese año 71, reaparece en Tijuana. Chucho Solórzano le ofrece banderillas en el cuarto de la tarde, “Querendón” de Mimiahuápam. Lomelín rompe los palos sobre el testuz y cuadra con las cortas. Pero los palos se caen. Emberrinchado, los recoge y repite la suerte. Para no volver a fallar, se queda un instante en la cara, suficiente para que el toro, con sólo alargar el cuello, lo alcance en su derrote frontal y lo despide a la arena… Yo estoy transmitiendo por radio la corrida y cuando Lomelín pasa ante el burladero de trabajo, en brazos de los monosabios, lo veo enconchado, como sumido, y con una sombra que le cambia el color del rostro…

Ingresó en la enfermería para quedar en las manos del equipo que en esas fechas dirigía el doctor José Rodríguez Oliva, avezado cirujano que había enfrentado ya varios percances graves, como aquel de Antonio Ordóñez el 29 de abril de 1962, complicado por la alergia del rondeño a los antibióticos y a determinados analgésicos y que le hizo perder su paso por las ferias de Sevilla y Madrid, teniendo firmadas en esta última la friolera de ¡seis tardes!

Sigue contando Alameda:

El Dr. Rodríguez Oliva, clínico de experiencia, levanta la camisa del torero. Una incisión limpia aparece a nivel del hígado. El médico alza la cara y me ve de frente. Luego, sin mover la cabeza, dirige la mirada hacia la herida y vuelve a levantarla hacia mí. Es un diálogo sin palabras. Los dos pensamos en lo mismo: Alberto Balderas. La cornada, aparentemente, es la misma. Sólo una mínima diferencia, providencial. Rodríguez Oliva me lo explica después: el derrote frontal, que interesa el hígado, es tan rápido que rechaza y despide al torero limpiamente, sin tiempo para que el pitón desgarre la víscera. De haber sucedido esto último, el estrago sería irreparable…

La impresión que cuenta José Alameda, que narraba por radio el festejo mano a mano con Valeriano Salceda Giraldés, se corrobora con el parte que el médico rindió después de la intervención al diestro:

Herida por asta de toro, penetrante de vientre, que se localiza en el hipocondrio derecho, exactamente en el reborde costal derecho y a nivel de la línea media clavicular con un solo orificio de entrada, como de 8 centímetros de diámetro aproximadamente, que interesó músculo recto anterior, peritoneo y porción de epiplón. Se amplió la región lesionada en una extensión de 25 centímetros y, al examinarla, se apreció que el asta del toro interesó el lóbulo hepático derecho, desgarrándolo en una superficie de 8 centímetros y con una profundidad de 10 centímetros en el parénquima hepático. Su pronóstico es grave y esa lesión es de las que ponen en peligro la vida del torero. Dr. José Rodríguez Oliva.

El torero fue intervenido e internado en la Clínica Primavera de Tijuana y posteriormente trasladado a la capital de la República donde se le ingresó en el Sanatorio Español donde en principio, terminaría su recuperación.

Años después, en 1987, el doctor Rodríguez Oliva contó a Jeannette DeWyze, del semanario norteamericano San Diego Reader lo siguiente acerca de su actuación para atender este percance:

Rodríguez afirma que quizás algunas de las cornadas más graves se han producido en las plazas de Tijuana. Una de ellas fue la de agosto de 1971 sufrida por Antonio Lomelín.

El famoso torero acababa de colocar un par de banderillas y giró buscando salir de la suerte, cuando el toro tiró la cornada y prendió a Lomelín en el abdomen, bajo la última costilla. En la enfermería, el doctor Rodríguez se preparó a ritmo frenético y estando listo realizó la incisión en el sitio dañado, mostrando el hígado “estallado en la forma que quedan los cristales de los automóviles cuando se les arroja una piedra”, recuerda.

Hoy el doctor Rodríguez simula la manera en la que de manera rápida suturó el órgano lesionado, haciéndolo de dentro hacia afuera. Cuenta que después aplicó compresas calientes al hígado y dijo a sus asistentes: “Relájense, ya podemos contar chistes”. Cuando después de diez o quince minutos removió las compresas, el sangrado se había detenido y el doctor Rodríguez concluyó la cirugía. 

Lomelín, una vez recuperado de esa cornada, le obsequió al médico un bisturí de oro en muestra de agradecimiento y de reconocimiento a su habilidad quirúrgica…

Contado así, el procedimiento parece sencillo, pero se requiere un gran conocimiento de la anatomía y fisiología humanas y también una extensa experiencia quirúrgica para tener la frialdad suficiente para enfrentar un evento traumático de esa naturaleza.

Las complicaciones de la rebeldía

Antonio Lomelín no tenía el ánimo como para permanecer quieto en la situación en la que se encontraba. Sus triunfos en Madrid le abrieron las puertas de muchas plazas y de muchas ferias importantes en ruedos europeos. Así, en cuanto las peores molestias de la cornada de Querendón cedieron, aún en la cama del hospital, comenzó a urdir la manera de retomar su andar por los ruedos y quiero pensar que se fijó como meta reaparecer en un cartel de tronío. Esto le contó a Jaime Rojas Palacios e Ignacio Solares para su libro Las Cornadas a este propósito:

Yo creo que es la cornada más grave que he tenido – nos dice Antonio –. También ha sido la más dolorosa y la que dejó penosas consecuencias. Después de ocho días, de Tijuana me trajeron al Sanatorio Español de esta capital para que me atendiera el Dr. Hernán Cristerna, especialista en gastroenterología. Ahí estuve dos semanas y media. Sin que los médicos se enteraran, ordené a mi mozo de estoques que comprara boletos de avión y que dispusiera todo para un viaje. Yo tenía una corrida importantísima para mí en Almería, España, pues alternaría con “El Cordobés” y Diego Puerta, y de ningún modo quería perdérmela. Del hospital salí a escondidas y directo me fui al aeropuerto. Llegué a Madrid y al otro día estaba en Almería para torear, sólo 28 días después de mi percance en Tijuana. Corté oreja…

Sin embargo, Antonio Lomelín no estaba plenamente recuperado de sus heridas y pronto las secuelas de la interrupción del tratamiento que se le debió dar empezaron a pasarle factura, cada vez le costaba más recuperarse de los esfuerzos que le representaba el lidiar toros, según contó a Rojas Palacios y Solares:

Me sentía muy desganado. Solo toree en España siete corridas. Cada vez tardaba más tiempo en recuperarme. Primero eran dos o tres horas; luego, un día, y después, dos o tres días en los que no podía levantarme. Regresé a México y otra vez al Sanatorio Español, donde me encontraron un gran hematoma en el hígado. Duró mucho tiempo mi restablecimiento. Estuve más de un mes hospitalizado. Afortunadamente, no hubo necesidad de intervenirme otra vez. El Dr. Cristerna prefiere evitar la cirugía mientras sea posible...

La juventud permite a los seres humanos retar a la naturaleza en muchos aspectos, pero esta acabará imponiéndose en algún determinado momento. Creo que eso le sucedió en este caso a Antonio Lomelín.

La temporada 71 de Antonio Lomelín

El año de 1971 lo inició toreando en Irapuato el 1º de enero y lo terminó en Acapulco el 26 de diciembre. En México actuó en 17 festejos, cortando 24 orejas, 2 rabos y una pata. En ruedos de Europa toreó igualmente 17 tardes, 14 en España y 3 en Francia. También actuó 2 tardes en Lima, sumando consecuentemente 36 corridas toreadas ese año.

Afirmó a Ignacio Solares y Jaime Rojas Palacios que tras de su reaparición el 26 de agosto en Almería, solamente pudo torear 7 corridas más en España. La realidad es que solamente fueron tres más, Peñaranda de Bracamonte, Mérida y Barcarrota, esta última el 9 de septiembre con la que cerró su campaña allende el mar y las fechas perdidas en esas tierras que pude encontrar fueron únicamente las de Vitoria, Bayona y Frejus.

Aquí en México reapareció hasta el domingo 10 de octubre, alternando con Luis Miguel Dominguín y Adrián Romero en la lidia de toros de José Julián Llaguno y al día siguiente volvería a actuar al lado de El Número Uno, junto con Joselito Huerta en Guadalajara, pero ante toros de Torrecilla.

Antonio Lomelín fue el ganador del trofeo Mayte por el año 1971 al mejor quite de la Feria de San Isidro (en la que cortó 3 orejas). En 1970, había ganado el de la mejor estocada. El jurado lo integraron en ese año el Conde de Colombí, Antonio Bellón, Manuel Lozano Sevilla, Domingo Ortega, Luis Gómez Estudiante, Ricardo García K – Hito, José María del Rey Caballero Selipe, César Jalón Clarito y Rafael Campos de España

El Mayte al triunfador de la feria se lo otorgaron a Antonio Bienvenida, que cortó cuatro orejas en la corrida concurso del 30 de mayo, en festejo en el que su alternante, Andrés Vázquez, fue herido por el primero de su lote y el hijo del Papa Negro se quedó con casi toda la corrida.

Concluyendo

Así pues, estos son los hechos y algunas de sus consecuencias ocurridos hoy hace medio siglo. El personaje de estas líneas, Antonio Lomelín, nos debe dejar bien claro que, así como en los tendidos hay sol y hay sombra, para quienes se juegan la vida en el ruedo hay triunfo y hay también tragedia y éstas, a veces, se encuentran en un muy breve espacio de tiempo.

Aviso Parroquial: Quiero agradecer a mi amigo Doblón (@toritosyburros) por haberme acercado a la ubicación exacta de la plaza en la que ocurrieron los hechos aquí narrados y por haberme proporcionado la ubicación del artículo del San Diego Reader citado arriba.

lunes, 26 de julio de 2021

El verano madrileño del 46. Experimentando unas nuevas puyas (II/II)

Puyas de cazoleta
Foto: El Ruedo
Hasta este punto, es evidente que las cosas se apreciaron según el cristal a través del cual se miró. Pero al parecer la intención de la autoridad era la de seguir adelante con la búsqueda de una nueva puya que, castigara al toro, pero que no lo inhabilitara para la lidia. Así, de las crónicas y reseñas de los festejos celebrados en la capital española, pude localizar que se volvió a usar en estos otros festejos:

En el del 16 de junio 1946, domingo siguiente al del estreno en el que actuaron Parrita, Manolo Escudero y Fermín Rivera ante toros de Galache. Don Luis Uriarte, firmando como El de Tanda en la Hoja del Lunes del día siguiente al festejo señaló: 

La nueva puya se empleó en tres toros. Con la cazoleta de metal más ligero y reduciéndola de tamaño, para que estorbe menos a la puntería del picador, insistimos en que podía suplir con cierta ventaja a la en uso hasta hoy.

Se ve que se tomaron notas de los sucesos de la primera experiencia y a partir de ellas se rediseñó la cazoleta o quizás en este festejo se experimentó con un segundo modelo. Lo interesante es, que solamente se utilizó en la mitad de la corrida.

Vuelve a mencionarse hasta el festejo del 7 de julio, cuando Morenito de Talavera, Manolo Escudero y Rafael Llorente se enfrentan a un encierro del Conde de Antillón

Otra vez El de Tanda, en la Hoja del Lunes del día siguiente, se expresa así: En los tres primeros toros se probó el nuevo modelo de puya con la cazoleta reducida de tamaño y de peso. Dio buen resultado.

Y se vuelve a mencionar en la corrida del 14 de julio, cuando Pepe Dominguín, Manuel Gutiérrez Espartero y Benigno Aguado de Castro se enfrentan a toros de Villagodio. De la crónica aparecida en El Ruedo del 18 de julio siguiente, firmada por Juan León, entresaco: 

La corrida de Villagodio fue una corrida cuajada, con el sentido que da la edad, y que, lejos de doblar las patas, se dedicó a derribar piqueros con estrépito, en colaboración con la escasa eficacia para detener y agarrarse que tiene el nuevo modelo de puya, si el toro tiene poder y se arranca fuerte. A mí me pareció una corrida brava; pero como la gente da en reclamar vueltas al ruedo para toros cuya bravura está en que han seguido como babosas todas las espirales de las muletas, ya no sé qué decir...

Espartero y el banderillero de la cuadrilla de Pepe Dominguín, Pedro Aparicio Pedrín se fueron a la enfermería ese día. Éste último herido de consideración y se ponía en duda su posibilidad de continuar en la profesión.

Alfredo Marquerie, en su columna semanal, habla al respecto de las nuevas puyas una vez más, con relación a este festejo:

Los picadores mostraron ostensiblemente su animadversión hacia las puyas con cazoleta, que siguen en ensayo. Dejemos a los técnicos la opinión debida sobre si impiden la visibilidad, si resabian, si sólo son útiles en determinada colocación... Pero lo cierto es que «los de a caballo», - como les llamaban los antiguos cronistas - no están conformes con el embudo metálico y pican sin gana y creen que cuando salen fieras de verdad y de peso y de fuerzas, esa puya con freno y tope es una garambaina.

El toro grande o, si se prefiere, normal, el «toro, toro» no sólo siembra el espanto en el ruedo, sino que eleva la temperatura de la emoción de la corrida. Pasamos de la pantomima a la eterna verdad de la fiesta, aunque en ocasiones sea sensible y dolorosa...

Era el verano de Madrid. 

La nueva puya al parecer no se probó en los festejos de los días 20 de junio (novillada del Corpus, actuó Eduardo Liceaga); 23 de junio, (novillada); 27 de junio, un mano a mano entre Cañitas y Morenito de Talavera; 29 de junio 1946, (novillada, actuó Eduardo Liceaga); 30 de junio (corrida de toros); 4 de julio, (Corrida de la Prensa) y 11 de julio, (Corrida a beneficio de los huérfanos del Magisterio). Tampoco se menciona haberlas aplicado en la del 19 de septiembre, es decir, en la Beneficencia.

Los criadores y el enciclopedista

Los ganaderos estaban divididos en cuanto a la utilización del nuevo adminículo. Cualquiera pensaría que ellos serían los primeros que aplaudirían un instrumento que diera un castigo más proporcionado a sus toros, pero en ese tiempo, algunos de renombre, dijeron:

Clemente Tassara, en entrevista publicada en el ejemplar de El Ruedo aparecido el 31 de enero de 1946

¿Y sobre las puyas?

Que no deben modificarse. Con arreglo a la resistencia del bicho, deben amoldarse. Porque de lo contrario, en la primera vara quedaría sin fuerzas para continuar la lidia...

Es interesante esta apreciación, porque se deduce que, desde el principio del año, mucho antes del inicio de la temporada, entre los sectores profesionales, se tenía la intención de hacer alguna modificación a las puyas que se utilizaban.

Por su parte, en una entrevista a Samuel Flores publicada en el número de El Ruedo salido a los puestos el 28 de marzo de 1946 aparece:

...la puya debe arreglarse, ya que se pica con el palo, con perjuicio evidente para el toro. En vez de discutirse el peso de los toros, se debía plantear el tema de las puyas, que hacen al toro aplomado, restándole su embestida...

También el enciclopedista José María de Cossío tuvo ocasión de expresarse. Lo hizo en un artículo que se publicó en El Ruedo del 26 de septiembre de 1946, después de que se haya probado en Madrid la puya de cazoleta y entre otras cosas, dice:

La puya actual es un elemento que parece inviolable, de una suerte en la que han variado todos los términos en los que estaba planteada. Tan solo ella pretende mantenerse inconmovible. El peto de los caballos y el poder de los toros han sido los dos elementos capitales que han convertido a la puya actual en arma anacrónica e inadmisible... Yo pido a la reforma de la puya que haga posible que el castigo del toro se haga gradualmente y no pueda surgir el incidente o accidente de salir inválido del arma del piquero... Al toro se le debe quebrantar, pero sin llegar al grado, que hoy tan fácilmente se supera, de convertirle en animal compasible e inofensivo, renqueante y mortecino, que anula todo efecto dramático en fiesta cuya jerarquía consiste precisamente en serlo... una reforma de la puya debe ser cosa meditada y sometida a prueba antes de intentarse imponer reglamentariamente. Lo de menos es la longitud de lo que en la puya es castigo. Lo esencial es que no puede entrar ni un milímetro más de lo señalado, aunque en lo señalado deba tenerse la máxima generosidad. Cuando a las puyas actuales se las equipara con la lanza, se hace, no por su hierro, sino por la posibilidad de que entre con él, el asta...

La reflexión de don José María llega a un punto que hoy sigue siendo vigente. Tiene en cuenta la otra variable de la ecuación: el peto. Y si se suma, como señala José Carlos Arévalo, la desproporción en el tamaño y peso de los caballos con los que se pica, se verá que efectivamente, no es tanto la longitud de la sección cortante de la puya, sino los periféricos de la suerte los que terminan por inutilizar al toro y por dejar a la fiesta sin uno de sus valores.

La propuesta que se haría realidad

Al final del año, terminada la temporada, sería Marcial Lalandael más grande según su pasodoble – el que vendría a ponerle el cascabel al gato:

Las puyas actuales se idearon para ser empleados con toros de romana, trapío y poder; por tanto, o vamos a la modificación de la puya o.… a la modificación del toro... La puya debe ser lo suficientemente útil para que pueda cumplir su cometido: romper la piel, castigar a la res y, ahormándola, hacer que se desangre en justa medida a su poder: Pero esto no quiere decir que la puya profundice introduciéndose en el toro puya, carguillo, arandela y palo... Esto se evitaría con un aspa en el tope de la arandela, parecida a la cruceta del estoque de descabellar, acaso evitaría ese castigo excesivo al que anteriormente me refería. Al menos convendría ensayar éste u otro procedimiento parecido...

Es decir, en esa entrevista publicada en El Ruedo del 31 de octubre de ese 1946, propone la puya de cruceta, misma que sería adoptada por el reglamento español, pero hasta el año de 1962, es decir, hasta 16 años después. Y es la que se usa en la actualidad. Hoy se discute si esta puya, en las condiciones que los reglamentos fijan, es adecuada para castigar y hacer sangre a los toros de estos tiempos, partiendo de la idea de que en la actualidad la médula de la lidia ya no está en el primer tercio, sino en la faena de muleta.

Dicen Arévalo y Fernández en artículo citado al principio de estos apuntes:

…el toro bravo frente al caballo actual se autoinflige un castigo innecesario, superior al deseado por algunos grandes matadores. Estos hechos explican que la longitud de la herida por puyazos (trayectoria) llegue a duplicar o triplicar la porción penetrante de la puya… la hemorragia no aporta ningún tipo de beneficio para la lidia, la acción de humillar es totalmente independiente del lugar donde caigan los puyazos y el toro se atempera, no por los puyazos, las heridas o la pérdida de sangre, sino por el esfuerzo que realiza al emplearse en varas o ante los engaños…

Así pues, vemos que la historia parece caminar en círculos, se atribuye a Mark Twain – el padre de la literatura norteamericana según Faulkner – el haber afirmado que La historia no se repite, pero rima..., hoy se intenta reformar entre otras cuestiones de la lidia, el tercio de varas, y en estas páginas vemos como hace tres cuartos de siglo se había intentado lo mismo, dejando claro que el tiempo – y por ende, la historia – no camina en sentido lineal, sino que parece hacerlo de manera circular y en algún determinado momento, acontecimientos de una misma naturaleza, se vuelven a encontrar.

domingo, 25 de julio de 2021

El verano madrileño del 46. Experimentando unas nuevas puyas (I/II)

La historia es un incesante volver a empezar...

Tucídides

Puya de arandela y puya de cazoleta
Foto: El Ruedo
En estos días que corren se escucha hablar con reiteración de que los utensilios de la lidia – trebejos les llama mi amigo Pedro Martínez Arteaga – requieren ser reformulados. En el número de la Revista del Club Taurino de Pamplona correspondiente al presente calendario, aparece un extenso artículo firmado por José Carlos Arévalo y Julio Fernández Sanz, en el que analizan lo que llaman el desequilibrio actual de la lidia y la necesidad de implantar en los reglamentos una serie nueva de esos utensilios o trebejos

Razonan José Carlos y el veterinario Fernández Sanz la desigualdad en la pelea que se ha producido con la evolución de la serie de varas y expresan entre otras cuestiones argumentos como estos:

...a lo largo de todo el siglo XIX, un toro con predominante genio defensivo, mucha movilidad y poca bravura, evolucionaba muy lentamente y apenas ofrecía la embestida larga, ofensiva, del bravo. Derribaba con facilidad caballos desprotegidos – en su mayoría viejos y de desecho – aunque sin entregarse casi nunca a la pelea... El equilibrio entre los tres tercios que componen la lidia se inicia plenamente a mitad de la Edad de Plata... Gracias al peto, el breve encuentro anterior – con derribo del caballo o huida del astado – se dilata y se profundiza la suerte. Y en dicha prolongación, torero, ganadero y aficionado observan más prolijamente el comportamiento del toro...

El peto – al que se sumaron los manguitos protectores – proporcionaba tal seguridad a los picadores que el toro pasó de embestir a un caballo ligero y desprotegido a otro prácticamente parado y muy acorazado. Paralelamente, el caballo fue aumentando de tamaño bajo un peto que iba creciendo, hasta que el reglamento de 1992 limitó por primera vez el peso máximo de ambos...

Las cuadras de caballos, con el fin de proteger al picador y a su montura, aumentaron la romana del equino: salieron al ruedo caballos puros de raza de tiro (percherón, bretón, etc.), torpes y antitoreros, que terminaron protegidos con los célebres “manguitos protectores”, la ropa interior del caballo bajo el peto, tan grandes que eran ya un segundo peto todavía carente de regulación. Tal abuso infligió mayor castigo al toro más cargado de romana que empezó a lidiarse mediada la década de los años 70...

Así pues, advierten la necesidad de reponer esos utensilios necesarios para la lidia de los toros, por otros más adecuados a los tiempos que corren y a la situación real en la que ésta se desarrolla. Se ha dado ya una amplia difusión a los modelos de puyas, arpones de banderillas y divisas que proponen, con los cuales se busca causar a los toros menos daño que el que actualmente se suma al que se les inflige, sumado al enorme desgaste que implica la pelea del toro con los caballos y petos descomunales que hoy se usan en la lidia y con la forma misma de lidiar. 

Podrá estarse o no de acuerdo con la postura de Arévalo y Fernández Sanz, pero es evidente que algunas cuestiones de la lidia deberán ser sometidas a un proceso de revisión y quizás, mejoradas. Cada cierto tiempo surgen movimientos en ese sentido dentro de la fiesta, como veremos enseguida.

La temporada española de 1946

Ya he tenido oportunidad de recordar por aquí el año del 45, en el que entre Manolete y Carlos Arruza torearon casi doscientas corridas de toros. El año siguiente sería bien diferente, pues entre los dos apenas sumarían veintidós y el Monstruo de Córdoba solamente actuaría en una de ellas, la Beneficencia en Madrid el 19 de septiembre. En esa situación, siguiendo la línea de razonamiento de Fernando Villalón en su Taurofilia Racial, de acuerdo con la prensa de la época, el toro creció, en numerosas crónicas y relaciones se habla de toros cinqueños en las plazas de importancia, lo que viene a dar más realce al experimento que se intentó en la plaza de Las Ventas.

Carlos Vera Cañitas fue el diestro mexicano que más tardes actuó allá, con 29; también estuvieron presentes en esos ruedos Fermín Espinosa Armillita, Fermín Rivera, Carlos Arruza, Alfonso Ramírez Calesero, Juan Estrada, Luis Briones, Manuel Gutiérrez Espartero y Antonio Toscano y entre los novilleros más notables actuaron Eduardo Liceagaque moriría en San Roque el 18 de agosto – Ricardo Balderas, Paco Rodríguez y José Antonio Chato Mora.

La puyas que se probaron

La puya que se utilizaba en ese verano del 46 era la aprobada por el artículo 32 del Reglamento de 1930. Era una de arandela con unas dimensiones en su porción cortante de 29 milímetros de largo en cada arista, por 20 milímetros de ancho en la base de cada cara o triángulo. El encordado sería de siete milímetros de ancho y de setenta y cinco a ochenta y cinco milímetros de largo y terminaría en una arandela circular de hierro de seis centímetros de diámetro y dos milímetros de grosor. La arandela era una especie de tope para impedir que la vara entrara a la corporeidad del toro.

La realidad demostró que la arandela era insuficiente para evitar que a los toros se les dieran verdaderas estocadas desde el caballo. Así, se discurrió una que la prensa del tiempo llamó de cazoleta, para impedir que penetrara más allá de la porción necesaria, la anatomía del toro. 

El Diccionario de la Lengua define cazoleta como: Pieza de forma más o menos semiesférica que tienen las espadas y sables entre el puño y la hoja para proteger la mano. La imagen que ilustra este texto muestra que el concepto es en alguna manera apropiado, aunque la forma que tiene sea más bien la de un cono trunco y no precisamente semiesférico.

El estreno de esa nueva puya se dio en la corrida del 9 de junio de 1946, en la que alternaron Pepe Bienvenida, Jaime Marco El Choni y confirmó la alternativa nuestro paisano Antonio Toscano lidiándose una corrida muy seria de Arturo Sánchez Cobaleda.

Las versiones de la prensa fueron en diversos tonos, aunque casi todos favorables. Giraldillo, en el ABC madrileño del 11 de julio siguiente, que tituló su crónica Toros viejos, se pronunció en este sentido:

Se probó el nuevo modelo de pica presentada por el Director General de Seguridad. “Aldeano” demostró en el toro sexto que el modelo sirve. Los demás piqueros usaron la garrocha con prisa por soltarla. Más que a probarla sobre el toro, salieron a probarla sobre la arena. Cogían el palo con escrúpulo. Pero “Aldeano”, que picó muy bien, se “agarró” con el toro sexto, y si hubiera seguido usando el modelo nuevo, no hubiera dado aquella media estocada, que no puyazo, clavado en el hoyo de las agujas… Opinamos que, del tanteo realizado el domingo, hay que pasar a la prueba definitiva, desechando los piqueros ese prejuicio supersticioso con que miran el artefacto nuevo. 

En el número de El Ruedo aparecido el 13 de julio siguiente, se recopilan otras apreciaciones, como estas:

Celestino Espinosa R. Capdevila, en Alcázar:

Finalmente, lo mismo en estas varas que en todas. las demás, pero principalmente en las demás — o sea en las que medio marraron o no cayeron bien, sería muy importante oír a los piqueros sobre si es que notaron el «cabeceo» de la vara, por el aumento de peso que con la cazoleta nueva lleva ese casquillo. Y oírlos también sobre la visualidad. Por lo cual convendría picar varios toros, por lo pronto, a puerta cerrada y ante buenos ojos: incluso fijando la prueba con cámara lenta, a uno y otro lado. Picarlos completos y haciendo la suerte despacio y preparada, como en tienta: cerrada y abierta, de cerca y de lejos. Y también en el sol.

Federico M. Alcázar, en Madrid:

Este intento de reforma, inspirado en los móviles más desinteresados de una sana afición y una celosa autoridad por despojar la suerte de uno de sus aspectos más desagradables y perjudiciales para el normal desenvolvimiento de la lidia, merece el estímulo y la atención de los profesionales, de la crítica y de la afición.

Antonio Bellón, en Pueblo:

Nuestra impresión general – con más espacio volveremos al tema – es de que cuando el toro se le deje llegar al caballo y se pique con ellos un poco perpendicular, tendrán efectividad en su castigo. A toro arrancado, parece que el dispositivo resbala y le quita precisión al puyazo. El cabeceo de la vara, por ser esta puya de mayor peso, se puede evitar al construirla en metal más ligero, y desde luego entorpecer algo la visión del morrillo, sí es allí donde se apunta.

Y por su parte, Alfredo Marquerie, en su columna semanal de aquella época, lo toma un poco a broma:

¡Ah!, y también un poco de greguería en torno a la nueva pica: que si era una mezcla de farol y apagavelas, que si tenía algo de lanza, de Don Quijote, que si a la vara le habían puesto una campanilla rota o un molde de repostería... Y sanseacabó...

Por su parte, algunos de los picadores que actuaron en esa tarde, declararon a F. Mendo, en el mismo número de El Ruedo arriba citado, lo siguiente:

- Es fácil marrar – habla Gallego –, porque la cazoleta desvía la puya al rozar con piel. Para agarrar, bien el puyazo no hay otro remedio que clavar perpendicularmente.

- El inconveniente fue le encuentro – dice el Rubio – es que este dispositivo hace desaparecer el punto de mira...

En entrevista por separado, publicada en El Ruedo el 12 de diciembre de ese 1946, el picador Pablo Suárez El Aldeano afirmaba que la culpa de que el tercio de varas tuviera más de desgracia que de suerte en esos días, era del peto y del medio toro, y no de la puya reglamentaria.

Vista la extensión que ya tomaron estas notas, las dejo aquí, para terminar el día de mañana.

domingo, 18 de julio de 2021

18 de julio de 1974. Rafaelillo confirma su alternativa en Madrid

Confirmación de Rafaelillo
Foto: El Ruedo
La temporada de novilladas del 71 en la Plaza México, destacaron entre otros Curro Leal, los regiomontanos José García El Charro, David Vito Cavazos y José Ángel Adame, y los toreros de dinastía José Antonio Gaona y Luis Procuna hijo, pero a la cabeza de esa generación iban sin duda Mariano Ramos y Rafael Gil Rafaelillo, quienes recibieron la alternativa al final de ese calendario.

Rafaelillo fue doctorado el día de Navidad de ese 1971, en un cartel de ensueño, pues le apadrinó Manolo Martínez y fungió como testigo Francisco Rivera Paquirri con toros de San Martín. Cortó la oreja a Caltenguero el toro de la ceremonia y dio la vuelta al ruedo en el sexto. 

Suma 35 corridas en 1972 y 24 al año siguiente en plazas mexicanas y para el año de 1974, inicia una campaña europea tardía, pues la comienza el 23 de junio en Palma de Mallorca donde es anunciado con toros de Francisco Galache para alternar con Dámaso González y Carlos Escolar Frascuelo. Sumó en esas plazas, de acuerdo a los escalafones del semanario El Ruedo, 17 festejos, cortando 24 orejas y 4 rabos. Las plazas en las que actuó fueron Barcelona 7 tardes, Palma de Mallorca 3 corridas, Lloret del Mar y Figueras 2 festejos cada una y Madrid, Valencia y Calatayud una tarde en cada una.

La tarde de su confirmación

El 18 de julio del 74 era su segunda tarde en ruedos españoles. Se le anunció en la plaza más importante del mundo junto con el sanluqueño Julio Vega Marismeño y el toledano Raúl Sánchez para enfrentar una muy seria corrida de Camaligera, ganadería madrileña propiedad de los hermanos Marín Molina, antes Duque de Pinohermoso y actualmente anunciada como Aldeaquemada

La fecha tiene significación especial para la fiesta mexicana, pues ese día se cumplían treinta años de la confirmación de alternativa en Madrid de Carlos Arruza. De hecho, don Antonio Abad Ojuel, director en funciones del semanario madrileño El Ruedo firmando como Don Antonio hacía la siguiente remembranza en su crónica del festejo, publicada en el número salido a los puestos el día 23 siguiente:

Entre Carlos Arruza y Rafaelillo, treinta años nos contemplan

A la sombra de los recuerdos

Mala cosa cuando en una corrida los recuerdos ganan la batalla a lo que pasa en el ruedo. Para mí toda la corrida del jueves transcurrió a la sombra de Carlos Arruza, que en esta misma fecha del 18 de julio de 1944 – hace ya treinta años – confirmó su alternativa en Madrid y con ello vino a reanudar las interrumpidas relaciones taurinas entre España y Méjico… ¡Indudablemente eran otros tiempos! La plaza, llena hasta rebosar; aire de fiesta grande en Madrid en la fecha señera, cartel de lujo en el julio madrileño, acontecimiento internacional y hasta diplomático en el ruedo, triunfo clamoroso del torero azteca... Con él estuvieron en el ruedo Antonio «Bienvenida» y Morenito de Talavera en la lidia de toros de Muriel...

Pero ahora quiero olvidar a Carlos Arruza y centrarme en este Rafael Gil «Rafaelillo», también mejicano, que llega a Madrid a confirmar su alternativa en la Fiesta Nacional española, todo un símbolo...

Efectivamente, como dice Don Antonio, los tiempos ya eran otros. En el 44, el verano era la médula de la temporada de Madrid, la empresa tenía que esmerarse en ofrecer a la afición carteles atractivos para que retirara el abono y, además, para mantener el prestigio de la plaza; también las figuras en esos días tenían que pasar revista por el ruedo madrileño, pues no había Feria de San Isidro, donde ya en el 74, como hoy, la empresa de la capital española parece gastar toda su munición del calendario y deja para el resto, lo que vaya apareciendo.

Así se gestaron los veranos terroríficos de Madrid y apenas en el segundo año de la vigencia del guarismo aplicado en el herradero de los toros – se inició en 1969 – el toro del estío en Madrid empezó a crecer de manera descomunal y a crear un grupo de diestros especialistas entre los que destacaría notablemente el segundo espada de la corrida que hoy me ocupa: Raúl Sánchez.

Rafaelillo, vestido de gris perla y plata, se enfrentó en primer término a Tarifa, número 17, cárdeno oscuro y que pesó 549 kilos al llegar a la plaza. Su labor ante el toro de su confirmación la describe así el ya citado Don Antonio:

El mejicano «Rafaelillo» fue recibido con gran simpatía. Tiene buena planta, simpática presencia, parsimonia en sus movimientos, aire ceremonioso. Creo que vino con la idea preconcebida de lo que iba a hacer, y en las cosas en las que no pusieron obstáculo los toros de «Camaligera» tuvo positivos aciertos. Por ejemplo, al capear por faroles y gaoneras; al ceñirse en molinetes y pases de espalda. Parece torero de largo repertorio, pero ensayado con unos toros que tienen poco de común con éstos que encontró el día de su confirmación. Al lado de momentos brillantes menudearon los de peligro ciego. Fue cogido varias veces, y si los toros hubieran tenido tanta casta como tuvieron presencia no hubiera terminado la corrida. Quiero decir que le faltó sentido de dominio, acoplamiento con sus enemigos – a los que no perdió la cara – y ritmo en el modo de hacer el toreo. Pero cayó bien ante el público madrileño, que no le regateó las palmas y le ovacionó con fuerza al dar la vuelta al ruedo en el toro de la confirmación. Me gustaría verle una vez más…

Para ser su segunda tarde en ruedos hispanos, el balance final es bastante bueno. Además, habrá que sumar a su actuar frente a lo que le tocó en el sorteo, un momento de gran torería, narrado así por el cronista ya citado:

Un detalle – un quite suyo a uno de los banderilleros de «Marismeño» que salió con muchas fatigas de un par al cuarto – arrancó un clamor en el tendido. Como detalle técnico – y no polémico, pues junto mis manos en el aplauso general – anotaré que en el momento del quite ya el peligro mayor había pasado, pues el toro había tirado ya el derrote decisivo al peón, fallando por muy poco; entonces es cuando se interpuso el oportuno capote y evitó el barullo final de llegada…

Es decir, supo estar colocado, pendiente de la lidia y de la integridad de sus compañeros en el ruedo, algo que hasta que el percance no es inminente, no se percibe ni se valora.

En resumen

Al ir avanzando la temporada Rafael Gil iría encontrando el ritmo y el paso de los toros españoles. Los días 8 y 15 de agosto tendría dos importantes tardes en Barcelona cortando tres orejas a toros de Bernardino Giménez Indarte y Domingo Ortega la primera y un rabo a uno de Juan Mari Pérez Tabernero la segunda y volvería a la Ciudad Condal a triunfar el 8 de septiembre cortando otro par de orejas a un toro de Ignacio Pérez Tabernero y dos días después en Calatayud otras dos a otro toro de Ernesto Louro Fernández.

Regresó a México en octubre de ese 1974 y todavía alcanzó a cumplir 21 fechas en territorio nacional, entre ellas la confirmación de su alternativa en la Plaza México el 29 de diciembre de manos de Eloy Cavazos y atestiguando Jesús Solórzano, con toros de José Julián Llaguno, siendo Jerezano el toro que abrió plaza.

Regresaría a España en 1975 y a la plaza de Madrid dos tardes en la Feria de San Isidro, pero de eso ya habrá tiempo para hablar.

domingo, 11 de julio de 2021

Gastón Santos, decano de los rejoneadores

Gastón Santos
Plaza de Las Ventas, Madrid
Gastón Santos Pue nació en Tamuín, San Luis Potosí el 12 de julio de 1931. Es hijo de un connotado militar y político mexicano que fue diputado federal, senador y gobernador de su estado. Se educó en una academia militarizada en los Estados Unidos, donde encauzó su afición por los caballos y ya de regreso en México siguió tomando clases de monta a la alta escuela. En esas clases, como ha sucedido en muchos casos, se presentan ejercicios relacionados con suertes del rejoneo y esos ejercicios y su afición por los toros llevaron al joven Gastón Santos a procurar a un buen instructor en el llamado Arte de Marialva.

Es así que se traslada a Portugal y consigue que Joâo Branco Nuncio, una de las piedras angulares del rejoneo portugués moderno, a su vez discípulo de Antonio Luis Lopes y de Antonio Cañero le admita en su finca y le transmita sus conocimientos. Será en el año de 1954, cuando considere el maestro Nuncio que su discípulo mexicano está listo para la siguiente etapa y le programa la alternativa en el coso de Campo Pequeno para el día 2 de septiembre, en un cartel en el que actuarán él mismo, el rejoneador Francisco Sepúlveda – también discípulo suyo – y los matadores de toros Diamantino Vizeu y Paco Mendes ante toros de Faustino da Gama.

El festejo se hizo público el día 28 de agosto cuando se anunció en las páginas del Diario de Lisboa y el día 30 de ese mes apareció la siguiente nota publicitaria:

Jueves 2 de septiembre a las 22 hrs. 8 hermosos toros 8 de variedad española de la ganadería acreditada en Excmo. Sr. Faustino da Gama. Una corrida que será memorable por su perfecta organización.

El Maestro JOÃO BRANCO NUNCIO Dará la alternativa de un torero al distinguido caballista mexicano GASTON SANTOS, de quien es íntimo amigo. FRANCISCO SEPULVEDA Un artista tan querido por el público volverá a revelar sus méritos en el arte del toreo a caballo.

Pero por si esto fuera poco, los amigos de la Fiesta Brava tendrán la oportunidad de presenciar un sensacional mano a mano, que será inolvidable, entre nuestros dos grandes matadores portugueses.

DIAMANTINO VIZEU y FRANCISCO MENDES, cada uno con su propia característica individual son dos ases consagrados por la afición. Ambos tienen su estilo y también sus admiradores. El público, sin parcialidades, tiene ahora el momento de elegir su ídolo: ¿DIAMANTINO?, MENDES? Aquí está lo desconocido que se presenta a los aficionados.

El Excmo. Ricardo Rhodes Sergio dirigirá el distinguido Grupo de Forcados Amateurs de Santarém, cuyas tradiciones de valentía se han establecido desde hace mucho tiempo. La venta de entradas comienza hoy en la taquilla de Plaza de los Restauradores 7, Tel. 21712. Señores, los abonados deben recoger sus entradas antes del día 30 y 31. Después de este período, perderán el derecho a sus apartados.

El reclamo publicitario fue eficaz. Campo Pequeno tuvo un lleno esa noche y la actuación de los toreros a caballo fue exitosa. El Terrible Pérez, cronista del Diario de Lisboa, refiere, el día después de la corrida, lo siguiente acerca de su actuación y de la alternativa de Gastón Santos:

Campo Pequeno se llenó por segunda vez y, si pregunta por qué el queso tenía agujeros antes, cada uno atribuye el milagro a su propio tronco. Solo mediante un balance retroactivo, o la futura exclusión de nuevos elementos, se podría llegar a una conclusión que, de hecho, es más importante para la empresa y para los propietarios. Pero el partidismo prevalece, y afortunadamente, en cierta medida, y ayer, además de la riada, hubo debate de opiniones, llegando al punto de dar en el 6 y gritar a todo el mundo. Que la corrida fue a menudo animada, y los toros del Sr. Faustino da Gama, todos bien presentados y satisfaciendo a casi todos, se debe, en gran parte, al éxito de los toreros, empezando por el caballero Joâo Branco Nuncio, a quien le gusta la bravura de esta vacada, que en esta oportunidad le dio una apoteosis triunfal. Antes, le había dado la alternativa a Gastón Santos. Joven mexicano que lo eligió como maestro, y que se formó en el toreo ecuestre a la portuguesa, con casaca bordada y tricornio de plumas. Por todo ello, recibió bien merecidos elogios, el joven caballero fue aplaudido y brindado incluso por los valientes forçados amadores de Santarém, que brindaron, junto con Joâo Nuncio, por el exiliado Simâo da Veiga…

Gastón Santos se convertía así en el primer rejoneador mexicano en ser alternativado en la primera plaza del mundo para el toreo a caballo. Y de allí arrancaría una carrera que terminaría tres décadas después, actuando en las principales plazas de México, España y Sudamérica. Se presentó en la Plaza México el 6 de marzo de 1955, precediendo a Luis Briones, Emilio Ortuño Jumillano y Juan Posada que confirmaba su alternativa en la lidia de 4 toros de Ernesto Cuevas – uno para rejones – y 3 de Tequisquiapan. El toro de su presentación se llamó Antequerano.

Regresaría a Europa en 1963 y se presentaría en Sevilla y en Madrid. En la Maestranza incluso cortaría una oreja en su debut, el 12 de mayo, en una novillada en la que actuaron Luis Parra Jerezano, Curro Montenegro y nuestro paisano Oscar Realme, que también debutaba. De su actuación allí, Manuel Olmedo Sánchez Don Fabricio II, escribió en el ABC hispalense:

El caballero en plaza Gastón Santos venía precedido de renombre, que justificó plenamente en su debut en la plaza del Arenal. Vistosamente ataviado a la federica, realizó montas notabilísimas, seguras y espectaculares, sobre corceles de bella estampa, que evidenciaron perfecta doma, a la par que demostró relevantes cualidades de lidiador, cuyos méritos encarecieron las condiciones de su enemigo, un novillo de don José Luis Hidalgo Rincón, distraído, de irregular embestida y quedado al final... Siempre hizo la reunión con habilidad y justeza y siempre clavó en lo alto. Una certera lanza de muerte acabó rápidamente con el novillo, del que, a petición unánime, le fue otorgada al caballero una oreja. Brillante presentación la del rejoneador mejicano, rubricada por admirativos clamores...

El 23 de junio siguiente haría lo propio en Las Ventas en Madrid. Ahora en una corrida de toros con Antoñete, Joaquín Bernadó y Rafael Chacarte. Los toros serían de Dolores de Juana de Cervantes para rejones y 6 de Infante da Cámara para los de a pie. Una típica corrida del verano madrileño. Las crónicas se concentran en la alabanza de la bravura de los toros portugueses y reseñan con brevedad la actuación de quien ya era anunciado aquí en México como El Centauro Potosino, así, José María del Rey Caballero Selipe, en la Hoja del Lunes del día siguiente a la corrida, dice:

Abrió el espectáculo el rejoneador mejicano Gastón Santos, que salió vestido a la usanza de los caballeros en plaza portugueses; montó con soltura y dominio magníficos caballos, consintió al enemigo, emplazado, y clavó, con diversa suerte, arpones, banderillas y rejones de muerte; remató al enemigo pie a tierra. Creemos que puede alcanzar superior brillantez...

Toreó también en Santa Cruz de Tenerife – donde abrió su campaña –, El Puerto de Santa María y Barcelona en esa campaña. Volvería a ruedos españoles en 1969.

Es en la década de los 70 cuando junto con don Pedro Louceiro impulsa la cultura del toreo a caballo entre los aficionados mexicanos. Así, logra que en la Feria de San Marcos de 1974 se incluya por primera vez una corrida de rejoneadores, que se celebró la noche del 22 de abril de ese año y en la que actuaron tanto Gastón Santos como don Pedro, junto con Felipe Zambrano y Jorge Hernández Andrés en la lidia de toros de El Rocío y Las Huertas, en la que todos cortaron orejas y en la que Triunfador uno de los caballos veteranos de la cuadra de Gastón resultó con una cornada de consideración.

Después, para los festejos del aniversario de la Plaza México en 1979, convencen al doctor Gaona de dar una corrida a la portuguesa, es decir, con el paseíllo donde los rejoneadores parten plaza en carruajes, los toreros de a pie, salen por un costado, los forçados por el otro y se hacen las llamadas cortesías. Ese 4 de febrero, domingo, actuó junto con don Pedro Louceiro, Jesús Solórzano y el torero de Mozambique, Ricardo Chibanga, que confirmaba su alternativa. Fue un espectáculo de gran lucimiento y que, atrajo a muchos aficionados y a una gran cantidad de curiosos.

El intento era para, decía, difundir la cultura del toreo a caballo, para quitarle el sambenito de ser una especie de añadido extraordinario o lúdico que poco o nada tenía que ver con lo que se podría considerar el programa principal, que sería el cartel de toreros a pie – aunque más de alguno haya utilizado rejoneadores con tal fin – y eso motivó que muchos jóvenes se interesaran primero, por aprender la monta a la alta escuela y de allí, a un paso, el toreo a caballo.

En nuestro país impulsó y defendió el sitio de los rejoneadores mexicanos. Creo que no es casualidad que sea precisamente el estado de San Luis Potosí donde se concentre una importante veta de dinastías de rejoneadores de renombre, con los que, curiosamente aquellos llegados de ultramar, en sus giras invernales, no gustan de alternar. Es sintomático, desde mediados del pasado siglo, que los toreros de a caballo que vienen de Europa, en pocas tardes actúan en carteles con los nuestros. 

Gastón Santos fue durante algo más de treinta años el representante más destacado del toreo a caballo de México. Cumple mañana noventa años de edad y con seguridad es el decano de los rejoneadores en el mundo. ¡Que los lleve de maravilla!

domingo, 4 de julio de 2021

29 de junio de 1966: Jesús Solórzano se presenta en la plaza de Las Ventas de Madrid

Jesús Solórzano en San Sebastián
Agosto de 1966 - Foto: Kutxateka
Ya había escrito yo por aquí que la mitad de la década de los sesenta del siglo pasado tuvo en esta fiesta por signo el ser el tiempo de los hidalgos, entendido el término en su acepción originaria hijos de algo, pues salieron a buscar el triunfo vestidos de seda y oro varios jóvenes descendientes de notables personajes de la fiesta, quienes caminaron más o menos largo en las arenas de los ruedos.

Uno de esos modernos hidalgos de la fiesta fue Jesús Solórzano, hijo de El Rey del Temple, quien después de dejar los estudios de Veterinaria, se somete, según su dicho, a una dura preparación para intentar ser torero, siendo sus mentores nada menos que su padre, Carlos Arruza y su primo el ganadero Francisco Madrazo. Por lo regular, las pruebas eran ante vacas de retienta en La Punta y ante ese sínodo, las cosas tenían que hacerse definitivamente bien para pasar al siguiente escalón.

Así el 14 de abril de 1963 se presentó vestido de luces en Nogales, 14 de julio siguiente lo haría en la Plaza México y el 3 de noviembre tendría en El Progreso de Guadalajara la primera de sus tardes para el recuerdo, al cortar Barbón, de Ramiro González las dos orejas y salir en hombros de la afición. 

El año siguiente, se le empareja con Manolo Espinosa Armillita para torear tres novilladas en Sudamérica, dos en Lima que tienen carácter triunfal (24 y 31 de mayo) y una tercera en Bogotá, el 18 de julio y a su regreso del cono Sur, el 16 de agosto, asunto del que me he ocupado por aquí, en la plaza San Marcos de Aguascalientes, alternando con Calesero Chico Manolo Espinosa Armillita, le corta orejas a Solimán de Matancillas y el 18 de octubre de ese 1964, Jesús firma una de sus grandes obras en la Plaza México, cuando le tumba el rabo a Bellotero de Santo Domingo.

Su gira española de 1965

Con esos mimbres decide hacer campaña en ruedos hispanos el año de 1965, apoyado por la familia Domecq y en ese calendario suma siete festejos, casi todos en el llamado Rincón del Sur, pues actuó en las plazas de Algeciras, Sanlúcar de Barrameda (2), La Línea de la Concepción, Ayamonte, Jerez de la Frontera y uno en Valencia. En ese ciclo actuaron allá otros novilleros mexicanos, como Manolo Espinosa Armillita (17), Raúl Contreras Finito (13), Joel Téllez El Silverio (4), Juan de Dios Salazar (3), Mario de la Borbolla (2) y Juan Anguiano (1). 

El escalafón novilleril fue encabezado entre otros por Palomo Linares, Gregorio Tébar El Inclusero, Paco Pallarés, Francisco Rivera Paquirri y Pedrín Benjumea. De los nuestros recibieron la alternativa Juan de Dios Salazar en Vinaroz y El Silverio en Palma de Mallorca y la confirmaron en Madrid Guillermo Sandoval – que fue herido de gravedad esa tarde – y Fernando de la Peña.

La temporada novilleril de 1966

Destacaban en el escalafón de novilleros nombres como José Rivera Riverita, Gabriel de la Casa, Francisco Rivera Paquirri, Sebastián Palomo Linares o el madrileñísimo José Luis Teruel El Pepe y la nota de color la ponían el jiennense José Sáez El Otro, que explotaba su parecido físico con El Cordobés y el inefable Blas Romero El Platanito, producto de los festejos de La Oportunidad de Carabanchel, que llenaba todas las plazas en las que se presentaba. 

De los nuestros solamente actuó aparte de Jesús, Alfonso Ramírez Calesero Chico que lo hizo cuatro tardes. De los matadores estuvieron allá Jesús Córdoba (11), Jesús Delgadillo El Estudiante (9), Raúl García (5), Raúl Contreras Finito (4) y Fernando de la Peña (3). Cabe recordar que el único confirmante ese calendario fue el regiomontano Raúl García.

Chucho se presentó en Zaragoza, Madrid (2), Barcelona, San Sebastián, Almería y Cieza, recibiendo la alternativa el 25 de septiembre en Barcelona de manos de Jaime Ostos y atestiguando Fermín Murillo, siéndole cedido el toro Rayito de Atanasio Fernández.

Su presentación en Las Ventas

La fiesta de San Pedro y San Pablo es día de toros en España. Hay festejos por toda la superficie peninsular y Madrid no es la excepción. En 1966, el 29 de junio fue miércoles y en la Hoja del Lunes aparecida el día 27 anterior en Madrid, en el resumen de los carteles de la semana, se decía lo siguiente:

Carteles para la semana. – Miércoles 29... Madrid. – Novillos de Amelia Pérez Tabernero para Gabriel de la Casa, Pedrín Benjumea y otro...

Es decir, todavía dos días antes del festejo – tres si consideramos que la información se produjo cuando menos el domingo anterior – no se confirmaba la presentación de Jesús Solórzano en la plaza más importante del mundo. Sin embargo, se orientaron las cosas y el hijo de El Rey del Temple se examinaría ante la cátedra madrileña justo un año después de haber toreado su primer festejo en ruedos hispanos.

El festejo representó un importante triunfo para Pedrín Benjumea, que le cortó las dos orejas al primero de su lote, las que paliaron en algo el dolor que le causó la lesión sufrida en el ojo derecho al ser golpeado por una banderilla colocada a su segundo; Gabriel de la Casa logró dar una vuelta al ruedo tras despachar al que lesionó a Benjumea y Jesús Solórzano saldó su tarde con dos vueltas al ruedo.

Antonio Díaz – Cañabate, cronista del ABC madrileño, tan reacio a reconocer el valor de lo que hacían los toreros nuestros, en esta oportunidad se expresó de la siguiente manera:

...Al tercero lo saludó Jesús Solórzano con un quiebro de rodillas que, por lo pronto que acudió el novillo resultó embarullado, así como los lances a la verónica. Nada más que una vara, Solórzano lo banderilleó con tres pares fáciles. El novillo acusó su escasa fuerza en la muleta. Tenía voluntad, pero embestía tardo y había que obligarle para que siguiera la muleta, y esto es precisamente lo que hizo Solórzano, hijo de «Chucho» Solórzano, el fino y elegante torero mejicano que recordamos con toda admiración. Su hijo tiene, por lo que le vimos, algo que ahora se manosea y se cotiza mucho: personalidad. Pero no una personalidad basada en detalles adjetivos al toreo, sino personalidad toreando, haciendo el buen toreo. Solórzano se impuso al novillo, al que había que llevar con temple y con mando y con mando y con temple, lo llevó. Y los adornos estuvieron en su lugar, y la faena fue variada, sin concesiones al efectismo, seria, pero al mismo tiempo alegre, con la alegría del buen toreo, con el calor taurino que disfrutamos esta tarde. Al entrar a matar se quedó en la cara y señaló un pinchazo. Luego se decidió a pasar la cabeza, y cobró una estocada, descabellando al segundo intento. Dio la vuelta al ruedo... Dos varas, derribando en la primera, tomó el sexto, al que banderilleó Solórzano con tres pares vulgares. El novillo, muy quedado, no estaba para florituras. Solórzano se esforzó en sacarle algunos pases que me confirmaron las buenas condiciones toreras del mejicano, al que volveré a ver con gusto y curiosidad, y que volvió a quedarse en la cara al entrar a matar la primera vez, señalando un pinchazo. Otro, y una estocada. Dio con protestas la vuelta al ruedo...

Personalidad le reconoce el cronista y yo agregaría que entre líneas también le reconoce a Jesús clase, valor y oficio. Y admite que le queda la intención de volver a verlo. Unas semanas después volvería Chucho a Madrid y cortaría una oreja. Ya no confirmaría allí su alternativa por cuestiones de despachos, pero en ese par de tardes dejó allí su impronta.

Una reflexión final

Tomo de la crónica de Díaz – Cañabate unos párrafos más de su crónica, y que hoy tienen una vigencia inusitada. Se refieren a la diversidad artística que debe existir siempre en el toreo:

Siempre por San Pedro aprieta el calor del verano que acaba de nacer. Nada más entrar al tendido oímos esa frase hecha, tan graciosa: “No corre una gota de aire”... Bueno, pues a mí me encantan esas tardes calurosas en los toros. Son las tardes clásicas. Tarde de calor taurino. Este calor taurino sube del ruedo, no baja del cielo. Es un calor que no agobia, sino que reconforta. Un calor que comunica euforia. Desde el primer momento nos sentimos a gusto... Tarde de calor taurino. No necesitamos para nada la gota de aire. En el ruedo hubo más que gotas airosas. Hubo en los tres primeros novillos tres faenas muy interesantes las tres. ¡Y ahí es nada la cosa! Tres faenas distintas. Lo que se dice un vendaval que ya quisiéramos soplara muchas tardes.

Tres faenas distintas…, dice el cronista. Hoy estamos en un tiempo de una uniformidad y quizás hasta de estereotipación desesperante. Todos torean igual o casi igual y eso tiene enferma a la fiesta, enferma de muerte… Algo se tiene que hacer para dejar que los toreros o los que aspiran a serlo, expresen libremente lo que son y como lo son. ¡Hacen falta toreros con personalidad!

Aviso Parroquial: Los resaltados en los textos de Antonio Díaz - Cañabate son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

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